Crónicas Animales: Ana y el cerdo salvaje Cap 3.B
Escucha eso, ya está de regreso, deberíamos haber esperado hasta más tarde para limpiarnos. Increpó Ana con un mohín de reproche, -¡Mierda! -susurró Romi, no es el cerdo negro Anita, mira allí, señaló a tres grandes cerdos de pantano que se acercaban audazmente.
Esta es la segunda parte de mi tercera entrega, espero me dispensen por la tardanza, la verdad no se me hizo fácil escribir con tantos contratiempos, para que sigan el hilo de estas historias recomiendo leer las anteriores acá les pongo los links.
Cronicas Animales: Ana y el Cerdo Salvaje
Crónicas Animales: Ana y el cerdo salvaje Cap 2
Crónicas Animales: Ana y el cerdo salvaje Cap 3.A
Sin más preámbulos, la historia:
-¿Cuándo regresará? -preguntó Romi.
“Probablemente no hasta más tarde, igual podría ser en cualquier momento, él sabe que con este calor que hace no nos moveremos muy lejos. ¿Quieres otro esta tarde o vamos a esperar hasta mañana? Ana hizo la pregunta rogando que Romi optara por esa misma tarde, ella se dio cuenta que en su interior se sentía un poco cansada y un brake podría ser lo más sensato, sólo que si ella fuese razonable no estarían allí para empezar, la lujuria y la excitación habían reemplazado cualquier sentido común por el momento.
“Esta tarde creo que estaría bien”, Romi sonrió y luego rió nerviosamente mirando a su compinche, cual colegialas que guardan un culpable secreto se dirigieron de regreso a la tienda para preparar el desayuno. Después de haber limpiado todo lo que ensuciaron se dirigieron al agua para refrescarse y tratar de vaciar el depósito de generosa esperma que guardaban en sus vientres. “Usa el agua que hervimos anoche, está tibia para que te laves dentro, eso ayuda a diluir el tapón” aconsejó Ana, con la salvedad de que Romi ya se disponía a hacerlo, -“Yo apesto y tú también, podríamos hacernos un lavado adecuado para deshacernos de este hedor ferroso” - sugirió Romi, a lo que Ana responde: “No, aquí no y menos en estas aguas, dejaremos el semen dentro de nosotras esta noche y el cerdo no querrá aparearse mañana en la mañana, temprano pasaremos por un arroyo que conozco, es seguro y limpio, está más o menos a un kilómetro por ese camino”.
Habiendo vaciado sus úteros ambas chicas volvieron a la tienda para leer un poco y descansar. “Escucha eso, ya está de regreso, deberíamos haber esperado hasta más tarde para limpiarnos.” Increpó Ana con un mohín de reproche, -¡Mierda! -susurró Romi, no es el cerdo negro Anita, mira allí, señaló a tres grandes cerdos de pantano que se acercaban audazmente.
"Vamos a seguirles el juego, esperaremos a ver lo que hay, quizá pasen de largo pero si empiezan a actuar agresivos les ofrecen nuestras vulvas” dijo Ana, los animales no siguieron de largo, una vez en la Isla se acercaron un poco más cuidadosamente, olfatearon, gruñeron e inspeccionaron cuidadosamente a las chicas desde un par de metros del campamento. – “Mira aquél” -dijo Ana señalando al del medio, su pene estaba empujando hacia dentro y hacia fuera mientras él y sus hermanos examinaban estas extrañas bestias en dos patas que olían a cerdas y también de paso estaban en celo. - “¿Qué vamos a hacer?” – pregunta Romi entrando en crisis mientras se aferra del cuello de Ana.
El corazón de Ana latía velozmente, en aquella ocasión no había tenido tiempo de pensar cuando el gran cerdo negro la hubo violado, pensando en retrospectiva le había parecido seguro de sí mismo en todo lo que hacía antes de que él la hubiera tomado, en comparación éstos eran cerdos jóvenes y estaban exacerbados por la excitación lo cual los hacia muy impredecibles, podrían hacer cualquier cosa en ese estado. Probablemente eran un grupo de solteros o algo por el estilo pensaba Ana, quizá nunca se habían apareado con cerda antes y ahora estaban acosando a estas dos que pertenecían al padrote del pantano, eso quedaba muy claro por el fuerte olor que el gran cerdo había dejado en el cuerpo de sus hembras humanas.
“Baja, cubre tu cuello y la cara, no son tan pesados como el negro grande por lo que no será un problema, mantengámonos una frente a la otra para vigilarnos y ver si estamos en problemas”, las muchachas levantaron sus blusas y las empujaron sobre su cuello antes de bajarse al suelo cuidadosamente vigilando a los jóvenes cerdos, en un instante, los marranos se habían agrupado empezando a olfatear y oler a las chicas por todas partes, una vez en cuatro ambos pechos de las cerdas humanas se balanceaban, salvo Ana que aun llevaba sujetador, las de Romi colgaban hermosamente.
Las vulvas de las chicas atrajeron de inmediato a los cerdos, éstos se comenzaron a disputar para ver quién iba a ser el primero en olfatear y lamer lo que de ellas goteaba, entre empujones no determinaban quien sería el primero en empezar, entonces uno lo decidió y fue el que estaba en la espalda de Romi, dió un gran salto hacia la espalda de la chica, ella gritó mientras las patas aterrizaban en la parte media de su espalda y le arañaban salvajemente las costillas, se enredaba con sus cabellos, dejando atrás desagradables rasguños enrojecidos, con más suerte que habilidad el animal encontró la apertura de la vagina de Romi penetrándola rápida y profundamente. Por su parte Ana estaba teniendo un tiempo aún más duro con ambos cerdos, pues estos se empujaban para ver quien reclamaba primero su premio, ya que mientras uno trataba de subirse a la espalda arañándola el otro trataba de hacer lo mismo pisoteándole las pantorrillas y los pies. El ruido de los animales excitados y los fuertes gritos de las chicas debían haberse escuchado a kilómetros a la redonda en aquel silencioso pantano.
Finalmente uno de los dos ganó la disputa, luego de muchos intentos infructuosos finalmente logro encontrar la entrada del sexo de su premio impulsándose más vigorosamente en busca del estrecho pasaje cervical de la cerda de dos patas, al igual que los pechos Romi, los de Ana colgaban libremente al descubierto luego de haberse roto su brassier en la pelea de aquellos vigorosos animales. El cerdo que perdió en un arranque de pequeño lechón empezó a succionar aquellos rosados pezones, éstos se endurecieron y se volvieron muy apetecibles, con lo ocupada que estaba de recibir aquellos empellones de vigoroso sexo no pudo librarse de aquellas succiones. Frente a ella Romi gruñó y soltó un pequeño chillido cuando su cerdo dio en el blanco, ella respiraba con mucha dificultad y Ana notó ese familiar entronar de ojos en su amiga, justo en ese momento el cerdo estaba eyaculando dentro, vaciando así sus enormes y cargadas bolas llenas de semen deseoso de preñar a esa cerda en celo.
El que atendía a Ana encontró muy distendido el cuello de su útero, para su sorpresa el largo pene se retorció sin causarle dolor, al menos el cerdo negro lo había estirado lo suficiente como para ahorrarle esa incomodidad, pero en lugar de alojarse en el cuello del útero la cabeza del pene retorcido seguía avanzando y el animal avanzaba hacia adelante fijándolo más allá del canal de parto, de inmediato comenzó a rociar el caliente esperma profundamente en el vientre de la muchacha. Finalmente, el que tenía prendido de su pecho se había retirado hacia su amiga Romi.
Ana se estremeció cuando el joven animal primerizo cubrió sus entrañas con su acuosa semilla, luego se detuvo y la sensación de chorro amainó, luego la cálida difusión de un nuevo vertido de gruesa viscosidad se derramó dentro de ella.
Después del ataque inicial, las dos muchachas habían sido bien servidas por los jóvenes primerizos. El de Romi se había desenganchado temprano y su delgado pene descansaba sobre su trasero, su culo estaba ahora cubierto de restos de sellante y espeso semen, por otro breve instante la bestia descansó sobre la espalda de la chica antes de dejarse caer de la cerda satisfecha. Saciado, zarpó unos metros y se dejó caer sobre la paja, para sorpresa de Romi, el que había perdido en la primera ronda se puso detrás de ella en cuestión de segundos, ansiosamente saltó a su espalda para compensar el tiempo perdido. El de Ana se tomaba su tiempo y sorprendiéndola porque no se había retirado aun, debería haber estado fuera de su cuello uterino y en su vagina en ese momento, las cálidas emisiones de la última etapa del semen disminuyeron y se detuvieron, el joven cerdo descansó inmóvil sobre su espalda boqueando profusamente. Junto a su segundo cerdo Romi parecía haber hecho toda la tarea y estar profundamente dentro de ella.
Con un súbito retroceso, el cerdo de Ana se desprendió y ella lanzó un grito ahogado de dolor por repentino desvanecimiento de su cuello uterino, se quedó a cuatro patas mientras miraba a su amiga y le preguntó: -¿Estás bien? -, Romi asintió mientras se mordía el labio aguantando los embates del cerdo que la empujaban hacia adelante. Romi le advirtió que tenía otro cliente, El cerdo que se había apareado anteriormente con Romi aterrizó con fuerza en la espalda de Ana. Las chicas hubiesen sido servidas por tercera vez por la banda de aquellos tres, que estaban listos para otra ronda, de no haber sido por el repentino sonido de un rifle que sonó no muy lejos. Los cerdos despavoridos se dispersaron.
"¡¡Epa en la isla!!, ¿hay alguien allí?" Era el viejo Toño en su barco de hule.
Las chicas de vientres hinchados y desaliñadas se bajaron sus blusas y le respondieron. Toño y uno de sus hijos se acercaron más con aquel barco de fondo plano. -¿Alguna chica en problema? -preguntó, Ana respondió diciéndole que hace un rato habían tres cerdos que las acosaban y que se habían rondaban hasta que él hubo disparado el arma.
“¿Causaron algún daño?”, preguntó, “No, no, ninguno en absoluto, sólo parecían agresivos, es todo”, dijo Ana, a lo que el viejo contestó: “Bueno, si tienen más problemas sólo griten, quiero decir llámenos y estaremos aquí como un rayo. Estábamos buscando al gran cerdo negro, ¿lo viste?”, Ana y Romi sacudieron la cabeza. – “No, por supuesto, tonta pregunta… ¿Tienen alguna arma?”, “No Toño no tenemos”, - “Bueno, con todos estos desagradables animales del pantano deben tener una pistola, pero supongo que tienes otros encantos para lidiar con ellos” - le guiñó un ojo y se alejaron sonriendo de nuevo.
-“¿Cuánto tiempo estuvieron allí?... Ellos nos vieron, yo sé que sí.” Romi dijo mientras estrujaba sus manos de ansiedad. -“No, no seas tonta, no podrían habernos visto o habrían disparado el arma antes”. –Ana replicó, pero no estaba tan segura. El resto de la tarde estuvieron en alguna que otra reflexión. El gran cerdo regresó bien después de que oscureció y enseguida detectó el olor de los otros cerdos en las chicas, a pesar de que no habían expulsado el semen de las dos copulas anteriores y que ambas tenían el vientre lleno de semen el cerdo no atendió a las dos niñas una sola vez, sino ¡dos veces! añadiendo su contribución, no poco generosa, a los ya distendidos vientres, con un insoportable dolor en sus úteros y muertas del cansancio cayeron rendidas, desmayadas diría yo.
Cuando despertaron a la mañana siguiente, el cerdo se había ido. Y muy pronto un nuevo grito: "Hola a la isla", fue Toño nuevamente, Ana le devolvió el saludo pero con poco entusiasmo. El barco de hule se desplazó en el sitio silenciosamente desde la misma dirección que había aparecido la noche anterior. Cuando se acercó a la isla, el viejo Toño habló una vez más. –“Hubo más visitantes damas”, “No ha sido tranquilo toda la noche” Ana respondió con mucha cautela, Toño se frotó la barbilla de una manera circunspecta antes de hablar de nuevo. –“Tengo una proposición para hacerle chicas y me preguntaba si podríamos hablarlo mañana, ¡supongo que sabes lo que quiero decir!“, sugirió mientras empujaba el barco de vuelta al canal, se mueve en silencio, ¿no? “, se rió mientras se alejaba en su barco.
Ambas chicas observaron pensativamente mientras el viejo se alejaba lentamente. “Ese viejo maldito y su hijo nos vieron ayer, de la forma tal como lo dijo”, Romi se marchó resignada.
“No estoy segura Romi, sospecho que está jugando con nosotras, piensa que sabe algo pero no está seguro de qué. Él sabe que estamos aquí pero creo que si hubiera estado cerca de nosotras los cerdos lo habrían sabido, desde la dirección en que llegó sólo se puede ver veinte, treinta metros a lo sumo y eran al menos esos cuando dispararon el arma, vamos a esperar hasta mañana a ver que dice el viejo pendejo ese. ¿Cómo te sientes después de esa… Rápido Romi, sube a la canoa, lo seguiremos, tengo una idea de porque ese idiota andaba por aquí”
Las chicas siguieron el barco de hule que se movía lentamente, quizá a unos 500 metros a través de cada recodo hasta que tuvieron que levantarse rápidamente, allí adelante había una sección bastante grande de tierra elevada con una choza en ella, la cabaña estaba construida sobre zancos en el agua y el barco de hule se deslizó debajo fácilmente con Toño de pie.
“Estaba mirando justo desde aquella loma, detrás de la cabaña.”,
"Es un quizá, ¿verdad?"
"Seguramente y esa va a ser nuestra treta, volvamos" Ana ya estaba dando vuelta a la canoa mientras hablaba.
Era casi media mañana cuando finalmente regresaron a la isla. Allí estaban esperando los tres cerdos que las habían visitado el día anterior. Las chicas no se habían bañado desde el día anterior y todavía sus vientres estaban llenos de todo el semen de cerdo de las cogidas anteriores.
“¿Qué crees que Romi? ¿Cómo te sientes?”, Ana sabía que ella estaba bastante sensible en sus oquedades y sospechaba que Romi también.
Romi miró tímidamente a Ana. –“Bueno, creo que deberíamos ir pero sospecho que no lo haremos, ¿no volviste a ser montada por cerdo aquella vez?”, “Sí, por el cerdo grande, quizá unas tres o cuatro veces mientras yo ovulaba pero no cinco veces en un día y menos por tres chiflados como los de allí. ¡Que carajo!, ¡acabemos con esto!”. Ciertamente Ana estaba siendo sincera consigo misma, estaba esperando secretamente que los tres cerdos regresaran hoy, su cuerpo tenía los arañazos y magulladuras del encuentro anterior, pero la excitación de sentir tantos verracos depositando todo su semen en su vientre la excitaba como a una cerda en plena brama.
Todavía la canoa estaba siendo varada cuando los cerdos se levantaron cuales niños a la espera de sus juguetes, una salpicadura a la derecha de Ana llamó su atención en esa dirección, había otros dos cerdos nadando a través del canal de aguas profundas hacia esa dirección. Esto iba a ser duro.
Las chicas caminaron con confianza hacia el suave suelo cubierto de musgo bajo un árbol frondoso que se extendía hacia la parte posterior de la pequeña isla, los tres cerdos las seguían de cerca, las empujaban mientras las olfateaban y frotaban hasta que Ana tropezó con uno de sus entusiastas pretendientes cayendo de bruces sobre el suelo cubierto de musgo, dos de los cerdos se abalanzaron rápidamente sobre ella, pero Ana fue más rápida, gateando hasta el árbol tan veloz como pudo, sospechando de una cerda renuente uno de los cerdos la montó y comenzó a apretar las costillas de Ana para disuadirla de escapar, ella se detuvo cuando llegó a la sombra pero sólo después de ser pisoteada por el cerdo cuando luchaba. Aprovechando la oportunidad, el verraco la cubrió dando un salto vigoroso, Ana podía oír y sentir el constante gruñido mientras el cerdo buscaba su vagina, la vibración del profundo gruñido se trasmitió hasta su cerda humana cuando hicieron contacto corporal, hoy la vagina de Ana goteaba como lo había hecho ayer, la chica estaba muy mojada por la expectativa, durante al menos cinco minutos el cerdo trató de encontrar su entrada, montó y desmontó varias veces, Ana ni siquiera estaba segura si era el mismo cerdo, su trasero y sus labios vaginales estaban recubiertos de fluidos pre-seminales hasta que finalmente sintió aquella manguera caliente entrar en sus profundidades.
A pesar de que había tomado bastante esfuerzo, recibido un poco más de graznidos y hematomas que antes se sentía bastante cómoda bajo el cerdo. Habían ahora cinco animales cerca de las dos cerdas humanas, los pechos de Ana se sacudían salvajemente con cada empuje de su compañero sexual llamando la atención de uno de los cerdos más pequeños que estaban allí, un gran estrépito de truenos y el siguiente relámpago anunciaron una inminente tormenta haciendo que el cerdito corriese a buscar refugio debajo de aquella extraña cerda en celo, Ana estaba amamantando ahora al pequeño animal mientras que el otro que la estaba empalado completamente detenía sus vigorosos embates.
La lluvia comenzó a desplomarse cuando Romi recibió su segundo cerdo, El de Ana había tardado más tiempo, pero ahora estaba a punto de desmontarla dejando paso al siguiente, podía sentir el goteo por su pierna de todo el semen que salió de dentro de ella y que hubo recibido la noche anterior, semen que el cerdo hizo salir desde la primera montada.
El olor de los cerdos mojados y el sexo eran extremadamente fuertes como el son de un buen dark metal, todo este orgiástico frenesí continuó sin disminuir durante unas dos horas, Romi había satisfecho a seis cerdos cuando ya no podía soportar el peso del séptimo que ahora la montaba, se dejó caer al suelo agotada y desalojó con algo de torpeza pero con mucha facilidad a la bestia que estaba dentro de ella. Ana era ahora el único foco de atención para los cerdos y atendió a tres más durante la siguiente hora antes de que todos ellos estuvieron más que satisfechos. Aún la lluvia caía copiosamente.
Con sus últimas fuerzas, Ana se arrastró hacia Romi que yacía inmóvil y casi comatosa allí mismo donde había caído.
-Rom Rom.. ¿Estás bien? -le sacudió a su amiga, ella parpadeó-. “¿Se han ido Anita?, mis brazos se flaquearon y me duele todo por dentro, siento el vientre a reventar, mira mi abdomen, parece que tuviese 5 meses de embarazo, me siento morir, me duele muchísimo y no me sale por este maldito tapón duro como concreto”, dijo Romi tocándose los inflamados labios vaginales sellados hasta el tope con espeso gel porcino. El vientre de Ana tampoco estaba invicto de la orgia, inflado por las muchas eyaculadas de semen parecía el de una mujer con unos 7 meses de gravidez, al igual que Romi su entrada vaginal estaba totalmente sellada, al parecer el agua de la lluvia provoco un efecto endurecedor en aquel gel, dejando a las chicas completamente selladas con sus vientres abultados a mas no poder.
“Ya se fueron, llegaron a haber siete de ellos aquí Romi, no es de extrañar todo parecía interminable, vamos chica, todo está encharcado, ni modo, vámonos para la tienda”, Ana ayudó como pudo a Romi a levantarse, estaban agotadas a morir luego de ser montadas en repetidas ocasiones por los cerdos jóvenes y extremadamente vigorosos, sus pieles arañadas con laceraciones sangrantes, sus vientres quemaban por dentro por el calor del semen que contenían, las dos parecían un par de embarazadas hechas harapos salidas de la más extrema película de gang bang con un toque gore.
Al llegar a la entrada de la tiende, de pie cubierto con un impermeable y sombrero era el viejo Toño.