Crónica de una vida gay (1)

Como casi siendo un niño descubrí mis verdaderas preferencias.

Crónica de una Vida Gay I

Soy un candente varón que hubiera querido nacer mujer ya que me fascinan los hombres y uso como seudónimo el nombre de Ana Perla, la combinación de nombres de mi hermana y la hermana de mi primer novio varón.

Recién había cumplido los 12 años, aun estaba en el sexto grado de la escuela primaria, el despertar al sexo llegó súbitamente, un buen día amanecí con mi miembro endurecido y al tocármelo sentía una agradable sensación nunca antes experimentada. Me aficioné a tocarme el miembro todas las mañanas disfrutando de aquel "raro" placer recién descubierto y que iba en aumento a medida que me tocaba hasta llegar a un clímax supremo luego del cual mi pequeño miembro volvía a su flacidez natural.

Al paso del tiempo las niñas del colegio me fueron gustando y empecé a fijarme en sus formas sintiendo aquel extraño pero agradable cosquilleo en mi pene, pero horrorizado descubrí que la mujer que mas me provocaba aquellas ganas de manipularme el miembro era nada menos que mi hermana. Sí mi propia hermana Ana, cinco años mayor que yo y uno menos que mi hermano Joaquín, el mayor de los tres.

Para mi vergüenza el cuerpo de mi hermana se me hizo obsesión, solo de verla se me paraba el miembro y no me cansaba de ver su excelentemente bien formado cuerpo, cuando menos así lo veía yo. Aun no sabia que eso ocurre en la mayoría de las familias y me excitaba sobremanera aquellos pecaminosos e inmorales deseos por mi consanguínea, una vez que me pasaba el éxtasis provocado por ella me sentía sucio y me remordía grandemente la consciencia jurando no volverlo a hacer, pero ese arrepentimiento solo duraba unas cuantas horas, cuando ya estaba nuevamente deseándola.

No perdia la mas leve oportunidad de verle las piernas cuando me sentaba frente a ella y constantemente lograba verle, al final de la entrepierna, sus sensuales pantaletas lo que me provocaba gran excitación. Cuando por primera vez descubrí sus diminutas pantaletas en la ropa sucia me volví loco de lujuria, no podía creer que en tan reducidas prendas entrara el carnoso cuerpo de mi hermana, eran piezas de lencería dignas de una damisela de burdel de lujo. Como todos los adolescentes, aun cuando en ese tiempo lo ignoraba, me empecé a masturbar frotándome la verga con ellas e imaginando que gozaba del cuerpo de Ana.

Semanas después, ya con una obsesión enfermiza por mi hermana, descubrí que podía, a través de la cerradura de la puerta del baño, espiarla desnuda mientras se bañaba, su cuerpo me era impresionante, adoraba cada parte de él y todo en conjunto, lo que mas me llamaba la atención era su panocha cubierta totalmente de vellos, aun no sabía que era lo normal en todo ser humano, yo aun no tenia vellos en mi vientre.

La idealicé y la convertí en mi reina erótica, en la dueña absoluta de mis incipientes fantasías sexuales y parte fundamental eran sus sensuales pantaletitas que a diario tomaba para frotarme la verga con ellas, las llevaba a mi recamara para olerlas aspirando el aroma intimo de Ana, las besaba y lamía, y coleccionaba los vellitos que en ocasiones quedaban atrapados en ellas. Incluso me las llevaba a la escuela para en las oportunidades que tenia olfatearlas haciendo de cuenta que olía la vulva de mi hermana.

Un buen día en mi recamara se me ocurrió ponerme las pantaletas de Ana, me quedaban justas dado el mínimo tamaño de éstas, "no pude quitármelas" y dormí con ellas, era de lo mas excitante usar las pantaletas sucias de mi hermana, ello se hizo cotidiano y empecé a usarlas diariamente, primero debajo de mis calzoncillos y después de manera directa, empecé por un rato, luego eran horas y terminé por usarlas diariamente y en todo momento, me hacían sentir extremadamente cachondo.

No me detuve solo en las pantaletitas y continúe con sus pantimedias, igualmente solo por ratos y después de manera continua, lo mismo pasó con sus brassieres, aunque con estos era de manera esporádica ya que se evidenciaban claramente bajo mi camisa, así que solo en los días en que hacia frío los llevaba bajo algún sweter o chamarra.

Durante casi un año todo iba a las mil maravillas, pero la suerte me cambio un día, fui descubierto por Joaquín, mi hermano mayor, cuando espiaba a Ana bañándose. El susto que me dio fue horrible, me hizo violentamente a un lado y se asomó por la cerradura para constatar lo que estaba viendo, se quedó observando encuerada a Ana por algunos minutos, noté que la verga se le había parado, al igual que a mí, creí por un instante que se convertiría en mi cómplice para espiar a Ana, pero no fue así. Me tomó por la ropa y a jalones me llevó a la recamara que compartíamos, ahí me reprendió muy fuertemente llamándome con toda clase de adjetivos peyorativos y amenazó con acusarme con todos los miembros de la familia, yo le suplicaba que no lo hiciera y le prometía, casi hasta las lagrimas, que nunca mas lo volvería a hacer.

Quizá lo conmoví y dijo que lo pensaría, pero mas tarde seguramente ya había ideado un castigo para mí y un beneficio para él. Por la tarde me llamó a la recamara y me dijo que por esta vez no me acusaría pero que en castigo le tenia que hacer dos masturbaciones, una esa misma noche y la otra cuando él me dijese. No tuve opción y acepté aunque con total desagrado, pero lo que quería era salir del problema a costa de lo que fuera.

Aunque tenia la firme intensión de abandonar aquellas excitantes practicas me fue imposible, esa tarde Ana se encargó de que volvieran a mí esos deseos que pretendía olvidar, me estuvo enseñando generosamente todas sus lindas piernas y las sensuales pantaletas transparentes que traía puestas, yo aun conservaba las que había usado ella el día anterior y ya pensaba en ponerme las que ahora traía y me estaba enseñando como cubrían su sabrosa panocha. Me puse muy cachondo y no me importaba que tuviera que masturbar a Joaquín con tal de seguir gozando visualmente del cuerpo de mi hermana y de su ropa interior impregnada con sus aromas íntimos.

Llegó la noche y me fui temprano a mi recamara esperando que lo que me había dicho Joaquín fuera solo una amenaza, pero cuando llegó él me llené de nerviosismo, lo único que me aligeraba era que no me había masturbado luego de haber gozado del exhibicionismo de Ana y aun estaba cachondo. Joaquín sin mas preámbulo me dijo:

  • ¿Ya estas listo para pagar tu perversión? - sin dejarme contestar se bajó el cierre del pantalón sacándose la verga que ya la traía erecta.

  • Chaquetéamela - me ordenó con voz de mando, acercándola a mí.

Con mucha indecisión y desagrado se la agarré y empecé a frotarle con desanimo.

  • Apriétala mas y frótale con vigor, también con la otra mano acaríciame los güevos para que sea mas rápido - me instruía.

Le obedecía con el temor de que me fuera a acusar de lo sucedido con Ana y esperanzado a que esa fuera la única vez que lo hiciera.

Me fui relajando y mi mano se movía con agilidad frotando la enorme verga de mi hermano mayor, él se notaba que lo disfrutaba con los ojos entrecerrados solo jadeaba y su respiración era agitada, no supe en que momento pero cuando me di cuenta yo también tenia la verga erecta, conscientemente aquello no me gustaba pero de manera inconsciente lo estaba disfrutando, por supuesto nunca había agarrado otra verga que no fuera la mía, mis caricias en sus testículos eran suaves y el frotamiento en el tronco de su falo era vigoroso.

  • Espera, déjame quitar el pantalón - me dijo, mi hermano se desnudo por completo, se veía excitante en total desnudez con su gran verga bien parada, me senté en la cama y él se colocó frente a mí.

  • Sigue chaqueteándome, que lo haces muy bien – me dijo acercándome su camote muy cerca de mi rostro, lo volví a tomar con una mano para friccionarlo y con la otra mano le seguía acariciando los testículos, la primera impresión había pasado y me conducía con desenvolvimiento chaqueteándole como si estuviera acostumbrado a hacerlo a otros.

  • Que bien me lo haces, sigue un poco mas despacio para que dure mas sin venirme – me decía gozando la chaqueta.

Ya habían pasado mas de 20 minutos y no daba muestras de querer terminar, se cambio de pose varias veces como interrumpiendo el éxtasis de manera premeditada para alargar su disfrute. Estaba recostado en la cama cuando por fin estaba dispuesto a terminar.

  • Así que rico, sigue masturbandome, no pares que ya me voy a venir – me advertía entre acallados gemidos y agitación de su respiración, entiesó todo su cuerpo y sorpresivamente para mí de la cabeza de su verga empezaron a salir chorros de liquido blanco, espeso y tibio, lanzándolos hacia arriba y caían en mis manos que seguían frotándole la verga y los testículos, por fin terminó y se levantó para ir al baño a lavarse.

Me quedé muy sorprendido ya que ignoraba que al éxtasis sexual le acompañaba la eyaculación del esperma, yo aun no eyaculaba nada, solo sentía la agradable sensación del éxtasis sin expeler nada de semen.

Me dio mucha curiosidad aquel liquido aun desconocido para mí, palpé con los dedos su consistencia, los olfatee y no pude resistir la tentación de probarlo, saqué la lengua y deguste un poco de esa leche, no me supo malo pero tampoco bueno, solo me limpie y aproveché la ausencia de mi hermano para desnudarme y ponerme la pijama conservando las pantaletas de Ana.

Cuando Joaquín regreso me dijo con cinismo.

  • Te felicito lo hiciste muy bien. Ya veras que mañana será mejor, se ve que tienes experiencia en eso de chaquetear, lo haces muy rico- Me quede en silencio avergonzado de lo sucedido, pero con ello estaba salvado de que me fuera a acusar con Ana y mis padres que sería mas bochornoso.

Asimilé con rapidez lo sucedido la noche anterior y a la mañana siguiente ya estaba en el baño hurgando en la cesta de la ropa sucia en busca de las pantaletitas transparente que Ana se acababa de quitar para ponérmelas, previa aspiración de sus aromas íntimos, besuqueo y lamida del puente de éstas, para luego ataviarme con ellas y usarlas durante el día, incluso ese día también me puse sus pantimedias y así me fui a la escuela.

Durante el día en incontables ocasiones recordé como le había frotado la verga a mi hermano y aquel, hasta entonces desconocido, liquido que le había brotado de la cabeza de su enorme camote. Inconscientemente se me paraba la verga al recordarlo, tal como sucedía cuando espiaba encueradita a Ana. No sabia que me excitaba mas.

Habían pasado un par de días sin que Joaquín me insinuara siquiera que le debía una masturbación, creí que ya me había librado de tan infamante situación.

Había vuelto a espiar encueradita a Ana mientras se bañaba y continuaba usando sus sensuales pantaletas y pantimedias sucias diariamente sin el mayor problema, llevándolas puestas a la escuela y todo lugar.

Al siguiente día por la tarde nuevamente mi hermana se encargó de ponerme muy caliente mostrándome despreocupada sus encantos, como siempre me había puesto al máximo de cachondez, me disponía a masturbarme pensando en Ana, cuando llegó Joaquín y casi en secreto me dijo:

  • Me debes algo y es tiempo de que me lo pagues, te espero en la recamara – al tiempo que se pasaba la mano por el bulto que hacia su erecta verga por encima del pantalón.

Claramente sentí una agradable sensación que subía de mis testículos a la boca del estomago y automáticamente se me paró el pene, me puse nervioso pero muy dispuesto a masturbar nuevamente a mi hermano mayor, Ana me había dejado lo suficientemente cachondo para aceptar gustoso frotarle el falo a Joaquín. Durante esos días de indiferencia de mi hermano para pagarle la "deuda" había pensado mucho en ello y me excitaba poder acariciarle el camote nuevamente y ahora era mi oportunidad de satisfacer ese deseo, por un lado me sentía humillado, pero por otro me ponía muy caliente y dispuesto a hacérselo cuantas veces me lo pidiera.

Cuando llegué a la recamara Joaquín estaba tendido en su cama totalmente desnudo y su colosal vergota tan tiesa como una macana.

  • Chaquetéame tan rico como tu sabes hacerlo – me dijo con evidente excitación, a mí me temblaban las manos, y todo el cuerpo, de lo caliente que estaba y las palabras no me salían, hubiera querido decirle lo sabrosa que se le veía la rica vergota.

Como la vez anterior tomé su falo con una mano frotándole y con la otra le acariciaba con ternura sus enormes güevotes, el movimiento de sube y baja se fue intensificando ante los jadeos de Joaquín que no cesaba de repetir lo rico que estaba sintiendo.

Me pidió que hiciéramos una pausa, me hizo sentar en la orilla de la cama y el se paró frente a mí, su macana quedo a la altura de mi boca y muy cerca de mis labios. Reanudamos la chaqueta y mi hermano hacia movimientos de cadera de atrás hacía adelante como si estuviera cogiendo sin que yo dejara de frotarle y acariciarle los testículos, en cada arrimón su falo estaba mas cerca de mis labios, de repente su voz sonó impositiva, pero para mí sonó a gloria:

  • Dame unos besos en la verga, para que mas pronto te liberes de este compromiso – Tomó mi cabeza por la nuca acercándome a su vergota, yo no opuse mucha resistencia pues lo estaba deseando, ya lo había visualizado en mis fantasías de los últimos días en las que alternaba los supuestos placeres con Ana y con él, ahora tenia la oportunidad de hacer realidad la fantasía de chuparle la verga.

Tímidamente me dejé acercar la cara hasta que el glande de su falo hizo contacto con mis labios y con flaqueza le di un besito apenas poniendo mis labios en la cabeza de su miembro.

-Así no, abre la boca para que le des unos chupetes, te aseguro que te va a gustar – Me decía con desvergüenza y con voz entrecortada por la excitación, sin dejar de acariciándole los güevos y frotándole abrí la boca metiendo la cabeza de su tolete para darle unos leves chupetitos, nunca lo había hecho y sentía temor, pero mi cachondez era superior a mi pretendida moral, así que poco a poco fui dejando que su verga entrara mas a mi boca para chupársela ya sin prejuicio alguno.

  • Así que rico me la mamas, pasa tu lengua por todo el tronco hasta los güevos y vuelve a chupármela, ¿te gusta mamarme la verga? – Me decía presa de la lujuria sin dejar de hacer los movimientos de atrás para adelante.

  • Sí, me gusta mamártela, esta riquisima – por fin me salieron las palabras con voz temblorosa, solo me saqué la verga de Joaquín de la boca para decirle lo mucho que me estaba gustando chuparle el camote y volví a meterla para pordigarle intensas mamadas, en cada embate metía un poco mas de su exquisito camote en mi boca hasta llegar a la entrada de la garganta, no obstante que mi hermano empujaba mas, me era imposible que me cupiera mas, era la primera vez que chupaba un falo y me estaba encantando.

Así duramos por muy largo rato, estaba tan caliente que me llegó el éxtasis, lo que me hizo recordar que traía puestas las pantaletas y pantimedias de Ana y temía que Joaquín me pidiera que me desnudara y me descubriría que estaba usando la ropa intima de nuestra hermana.

Continúe mamándole la verga y besándola, pasándole mi lengua por cada milímetro de su enorme tronco y lamiéndole los güevos, estaba poseído por la lujuria, de hecho por mi mente pasaba la posibilidad de que mi hermano me quisiera coger en ese momento, lo que por supuesto habría aceptado, lo único que me detenía para insinuárselo era la sensual ropa interior de Ana que llevaba puesta y que muy probablemente no me cabría en mi culito tamaña tranca, pero sin duda lo deseaba.

  • Me voy a venir, sigue chupándomela hasta que termine - me dijo con energía y así lo hice.

Casi al instante de habérmelo advertido mi boca se vio inundada por aquel liquido espeso y tibio que era el esperma, seguí succionándole tal como me lo había pedido, los primeros chorros los tragué, los subsecuentes me ahogaban y parte tragaba y parte salía de mi boca por la comisura de mis labios, continué chupando hasta que la derrama cesó, todavía me di el gusto de lamerle toda la tranca desde los güevos hasta la cabeza para darle los últimos chupetes, mi verga estaba nuevamente erecta y aprisionada con las pantaletas y pantimedias de Ana.

  • ¿Te gustó mamármela, lo harías otra vez? – Me decía con avidez, yo claro que lo deseaba seria capaz de hacérselo diariamente y varias veces al día, eso me ponía muy cachondo.

  • Sí, me gustó, tal vez te lo podría volver a hacer, lo voy a pensar – Le dije con timidez, pero la verdad es que lo anhelaba, era la primera vez que probaba el esperma, sabía a cloro, pero en esos momentos de lujuria solo podría definirlo como exquisito.

Igual que la noche en que le chaqueteé, Joaquín se fue a lavar al baño y aproveché para desnudarme, quitarme las pantimedias y ponerme la pijama conservando las pantaletitas de nuestra hermana.

Al día siguiente se repitió la historia con Ana que me ponía cachondisimo y la deseaba sexualmente a rabiar, y por la noche Joaquín me volvió repetir la dosis de esperma, que ahora trague casi en su totalidad, le mamé como loco y estuve a punto de pedirle que tratara de meterme la verga por entre las nalgas, en mi virginal culito, pero me inhibí y no tuve el valor de hacerlo.

Pero no pasaría mucho tiempo para que ello se realizara, pero eso lo narraré en el próximo relato.

Con gusto recibiré sus sugerencias y comentarios en el e-mail que se publica.

Ana Perla