Crónica de un secuestro (2)
Segunda parte de la trilogia. Silencio... se rueda. La coacción empieza a dar sus frutos.
Rubén se corrió copiosamente y Raquel retiró la mano de su pene evitando pringarse con aquello, tenía la mirada perdida en el infinito y parecía carecer de emoción alguna. Lo ignoró acurrucándose sobre sí mientras se concentraba de nuevo en las escenas para no contrariar a su raptor.
—Espero que pongas algo más de tu parte querida, pareces una autómata.
Ella no dijo nada. En la escena una de las mujeres colocaba su cabeza entre las piernas entreabiertas de la otra y la imagen centraba el ángulo preciso para que se distinguiera con toda nitidez como su lengua se introducía entre sus labios vaginales, provocándole fingidos orgasmos. Raquel pasó por aquello casi media hora más y sus sentimientos solapaban terror y un incipiente asco que se obligaba a disimular cuanto podía. Cuándo acabó aquel video la obligó a acompañarle de nuevo al cuarto donde permanecía Laura.
Su aspecto rozaba el patetismo, su blusa dibujaba manchas marronáceas de un liquido grumoso. Raquel supo que su hermana había vomitado sobre sí y ésta pugnaba por mantener el equilibrio, la observó y dibujó una tímida sonrisa mientras abría sus brazos en busca de protección. Se abrazó a ella con paso vacilante.
—Creo que ha bebido demasiado, Rubén.
—No seas cenizo, Luís. Raquel se encargará de adecentarla; en poco tiempo ambas estarán radiantes, te lo juro.
Odió a aquel hombre desde lo más profundo de su ser. Por primera vez en su vida, mientras sostenía la cabeza de Laura sobre su hombro, deseó matar a alguien.
—Escucha Raquel, ahora conducirás a tu hermana al baño y la ayudarás a asearse, cuando volváis quiero ver a los dos ángeles que caminaban por la calle hace una hora, ¿me has entendido?
Raquel no se molestó en mirarle, asió la mano de su hermana y la condujo al cuarto de baño. Rubén le impidió cerrar la puerta tras de si.
—Quiero que grabes, Luís, grábalo todo.
—Pero Rubén, las cámaras están dispuestas para captar otros ángulos, saldrá muy cutre.
—Me importa una mierda, móntatelo como quieras, quiero ver como abduce a su hermana.
Luís instó a sus ayudantes a colocar sendas cámaras en los ángulos adecuados de la sala y el cuarto de baño y empuñó una tercera sobre su hombro dispuesto a grabar la escena.
Raquel procuró abstraerse cuanto pudo ignorando todo lo que ocurría a su alrededor. Hizo que se sentase en el retrete y comenzó a desabotonarle la blusa. Laura balanceaba su torso amenazando constantemente con desplomarse sobre el suelo y su hermana se veía obligada a sujetarla por los hombros constantemente a fin de que recuperase el equilibrio. Arrugó la blusa para arrojarla junto a ellas sobre el suelo y procedió a quitarle el sostén.
La cámara centró el plano en los incipientes pechos de la chica, cuyos pezones apenas sobresalían de sus aureolas, en forma de grandes canicas de piel rosácea salpicada de minúsculas prominencias. La descalzó y procedió a desasir la cintura de sus jeans.
Nadie perdía detalle y parecían excitados. Cuándo consiguió desnudar a Laura por completo la aupó y se introdujo con ella bajo la ducha pasando los brazos bajo sus sobacos, de forma que, muy a su pesar, ofrecía a la cámara un plano perfecto de la desnudez de su hermana. Todos repararon en su sexo púber, apenas poblado por revoltoso y rizado vello rubio, cuya aridez permitía distinguir perfectamente su sexo, sellado por los minúsculos y apenas protuberantes labios vaginales.
Laura sintió el chorro de agua estallar sobre su frente y pareció reaccionar. Poco a poco fue recuperando el equilibrio y paulatinamente tomó consciencia de la esperpéntica situación. Sentía como Raquel se obstinaba en enjabonar su piel y no entendía que hacían allí las dos, duchándose juntas y desnudas, mientras varios desconocidos las observaban y filmaban las escenas entre focos. Se preguntó porque su hermana consentía aquello pero de algún modo le tranquilizó que estuviese junto a ella.
Rubén le alcanzó una toalla a Raquel y esta procedió a envolver con ella cuerpo de su hermana. Sólo entonces fue capaz de susurrarle unas palabras a su oído.
—Escucha Laura, debes dejarte llevar, si hacemos lo que nos dicen saldremos de está, ¿entiendes?
Ella la observó asustada mientras secaba su piel con la toalla con su ayuda.
—No lo entiendo, Raquel, ¿qué estás diciendo?
—Hazme caso, cariño. Esta gente es monstruosa, son capaces de todo.
—Pero qué quieren que hagamos.
Le dolía la cabeza y aún sentía los coletazos del efecto del alcohol.
—Simplemente déjate llevar, ¿entiendes?
Rubén las interrumpió con firmeza.
—Ya está bien de charla chicas, vamos, entrad en la habitación y recostaros sobre la cama.
Raquel lo observo sin poder disimular su desprecio pero asió la mano de su hermana para conducirla allí. Laura la siguió indecisa. El hombre tomó asiento en una silla colocada frente a la inmensa cama y se dispuso a reanudar su filmación.
Empujó a su hermana por los hombros instándola a recostarse boca arriba sobre las sábanas y ella adoptó una posición idéntica junto a ella.
—Ahora bésala, —fue una orden tajante del que hacía de director.
Laura no entendía absolutamente nada, estaban desnudas, frente a frente y de costado, Raquel le susurró de nuevo al oído.
—Laura, sabes que yo jamás te haría daño, confía en mí, relájate.
Para sorpresa de Laura su hermana acarició su hombro desnudo y llevo sus labios a la comisura de su boca, reacciono separando ligeramente su cara de la de ella pero Raquel asió su nuca firmemente impidiendo que pudiese retirarse y juntó sus labios con los de ella.
Laura pugnó por mantener su boca cerrada mientras se revolvía histérica.
— ¿Qué haces, Raquel?
Luís ordeno el “corte” y Rubén fue hasta ellas. Habló en todo quedo y moderado.
—Mira pequeña, ahora eres una actriz, una puta actriz, nunca mejor dicho, vas a relajarte y a interpretar el papel que te hemos reservado porque si te resistes de algún modo ambas sufriréis los abyecciones más terribles que podáis imaginar…
Luís le interrumpió.
—Debes consentir, Laura, dejarte llevar. Intenta evadirté si quieres, pero deja que tu hermana te proteja, exprese el cariño que siente por tí aunque sea de ese modo tan extraño.
La voz de los hombres retumbaba en su cerebro y no pudo contener el llanto. Raquel acarició su pómulo y secó sus lágrimas.
—Laura cariño, ¿no lo entiendes?, si satisfacemos sus deseos nos dejarán marchar ilesas y olvidaremos esta historia.
—Vamos a descansar unos minutos, dejaremos que hablen entre ellas y se relajen un poco.
Los hombres abandonaron el salón y ellas se quedaron solas.
—Después denunciaremos todo esto y probaremos el secuestro y la extorsión, Laura, pero ahora tenemos que fingir que nos amamos para saciar su sed, ¿entiendes?
Abrazó a su hermana desolada.
—No sabré hacerlo Raquel, jamás he tenido relaciones con nadie.
—Lo sé, pero siempre hay una primera vez y si en algo tienen razón los “hijos de puta” esos es en que está en nuestras manos que todo esto no se convierta en una experiencia traumática que arrastremos para siempre. Sólo se trata de sexo, Laura, podemos fingir que nos deseamos y ellos no lo percibirán, ¿entiendes?
Secó de nuevo las lágrimas de su hermana acariciando su pómulo con el dorso de su mano y los hombres irrumpieron de nuevo en la estancia. Laura pareció recuperarse y se dirigió Rubén con altivez.
—Si lo hacemos, ¿nos dejaréis marchar?
—Por supuesto, Laura, te lo prometo, pero antes tendréis que rodar el epilogo.
No supo bien a qué se refería con aquello pero relajó sus músculos y acostó su espalda hacía atrás. Raquel situó su cuerpo sobre el de ella y todos tomaron posiciones a su alrededor. La besó y esta vez Laura entreabrió sus labios para permitir que la lengua de Raquel se introdujese entre ellos y acariciase la suya. Raquel revivió la escena que Rubén la había obligado a presenciar y procuró lubricar su paladar cuanto pudo provocando que sus salivas se mezclasen humedeciendo el contorno de sus bocas y sus barbillas mientras deslizaba uno de sus brazos sobre el pecho de su hermana y pellizcaba tenuemente su pezón provocando que se erizase y adquiriese un tono obscuro. Laura se dejaba llevar sin mostrar reacción alguna y sintió como la mano de Raquel acariciaba su vientre hasta llegar a su sexo. Sin dejar en ningún momento de besarla hurgó tenuemente con sus dedos para entreabrir sus labios vaginales y percibió en la yema de uno de ellos como el himen de Laura se abría paso en forma de una pequeña bolsita de suave piel.
Laura sintió un pequeño escalofrío que intentó vanamente reprimir y observó el rostro de Raquel unos instantes, sus facciones contraídas y la forma en que la miraba a ella le hizo intuir que, a su hermana, todo aquello le excitaba e intentó reprimir esa idea, pero la situación despertaba en ella sentimientos encontrados. Besó de nuevo a Raquel, esta vez a instancia propia y acarició su pecho, percibiendo como el pezón adquiría una increíble tersura, y por fin se atrevió a deslizar su brazo hasta su sexo para imitar con el movimiento de sus dedos los que Raquel realizaba sobre el de ella. De nuevo un escalofrío y un suspiro ahogado que no fue capaz de reprimir.
Los hombres parecían abstraídos y excitados con la escena y permanecían en absoluto silencio expectantes filmando cada detalle. Ahora se miraban entre ellas sin atisbo de rubor, sostenían sus miradas largo rato para después unir sus labios con dulzura, entre ellas emanaba una especie de deseo oculto. El director intervino intentando no romper aquella magia, solo ordenó que se hablasen entre ellas.
—Introduce tus dedos en mi coño, Laura.
Su tono denotaba placer y Laura obedeció internando su dedo índice hasta sobrepasar su nudillo. El gesto provocó que Raquel contrajera su vientre y flexionase inexorablemente sus caderas mientras de su garganta emanaba un gemido gutural. Laura introdujo otro de sus dedos y buscó sus labios húmedos a la vez que su hermana alcanzaba su primer orgasmo. Susurró a su oído.
— ¿Te gusta así?, Raquel.
Sonrió con dulzura y por toda respuesta le sostuvo la mirada unos instantes.
Rubén ordenó otro descanso.
—Habéis estado sublimes, chicas.
Ambas lo ignoraron mientras trataban de recuperarse sobre la cama.
—En diez minutos retomamos la escena, ya queda poco. Raquel recuerda el video que visionamos antes, aún faltan muchas posturas que deberéis realizar.
Todos salen de la sala una vez más y Laura y Raquel se quedan solas. Optan por refrescarse en el cuarto de baño anexo.
— ¿De qué habla, Raquel?
—Antes me ha obligado a ver un video de lesbianas, según el para aleccionarme y conseguir que adquiriera experiencia.
—Qué asco.
—Ni que lo digas, también me ha obligado a masturbarle, algún día lo mataré, te lo juro.
—Juguemos a su juego y acabemos con esto de una puta vez ¿no te parece?
—Tienes razón, ya tendremos tiempo después de darles su merecido.
Ambas humedecen su rostro y Raquel repara en una pequeña espinilla que se pellizca con los dedos mientras acerca su rostro a pocos milímetros del espejo. Laura no puede evitar observarla un instante y, por un solo segundo, admirar el cuerpo de su hermana, escultural y perfecto, y sentir una punzada de deseo.
CONTINUARÁ.