Crónica de un cyber amor

A caballo entre la realidad y la fantasía, es la historia de dos chicas que ya son pareja gracias a la red.

CRÓNICA DE UN CYBER AMOR (UNA HISTORIA QUE PODRÍA SER REAL)

Para Mediterráneo, por confiar en mí y pedirme que escribiera este relato que tiene parte de ficción y parte de realidad. La canción Hasta la camisa existe: las dos protagonistas, también.

Y aquí estoy completamente como soy sin equipo de protección con toda la ilusión prendida. Aquí voy abriendo todo el corazón para que entres sin precaución y no busques una salida. Esta vez quiero ser el que baile por tu amor en la cornisa, el que apostará por ti hasta la camisa. Aquí estoy completamente como soy sin signos de interrogación sin miedos tras de la sonrisa. Por ti... pero sólo por ti... solamente por ti.

Hasta la camisa, de Raúl Ornelas (fragmentos)

Una noche de soledad, Mar entró a un canal de chat lésbico. A los dos minutos de estar allí, una tal Celeste la buscó.

Quiero hablar con vos. ¿Podés?

Sí, claro. ¿Cómo te llamas?

Pamela, pero todo el mundo me llama Pam. ¿Y vos?

Mar.

Mar, bonito nombre. ¿En dónde estás?

Gracias, vivo en Mazatlán, en la costa oeste de México.

Yo vivo en Buenos Aires, Argentina. ¿Sos less o bisexual?

Less, pero escondida. ¿Y tú?

Less casi pública. ¿Tenés pareja?

No. ¿Y tú?

Tampoco. ¿Me podés mandar una foto?

Si tú me mandas la tuya...

Tres minutos después se estaban conociendo: Pam tenía un aire muy femenino, con su cabello largo y castaño, su rostro ovalado y ligeramente anguloso, los ojos grandes y sonrientes, la nariz fina y una boca tipo Julia Roberts. "Qué guapa es" pensó Mar... "me gusta esta chava".

Pam vio en Mar a una mujer bronceada, un poco gordita, con el cabello ondulado hasta los hombros, nariz recta y pequeña, los labios sensuales, vestida con una camisita de tirantes que descubría parte de sus senos voluptuosos, y pensó: "No es la gran belleza, pero parece muy simpática. Creo que podemos ser buenas amigas".

Se intercambiaron mails: pocos días más tarde acordaron encontrarse en el messenger los martes, jueves y sábados a las 19:00, hora de Culiacán, media noche en Buenos Aires. Dos semanas después se conocían ya bastante bien: Pam supo que Mar, de 32 años, era madre soltera, que trabajaba en una escuela dando clases, que le encantaba nadar, la música, la pintura, leer, cantar, compartir espacios con su hijo de 7 años de edad y que se había dado cuenta a los 15 años de su lesbianismo, aunque había reprimido sus tendencias hasta poco después de nacer su hijo. También conoció que llevaba un año sin pareja, que no podía asumir públicamente su lesbianismo porque la echarían de la escuela y que había durado 4 años con su última novia.

Mar se enteró por Pam que ésta tenía 28 años, trabajaba en el área de relaciones públicas de una importante fábrica de autos, llevaba seis meses de haber terminado con su última novia y no negaba sus preferencias sexuales. Además le contó que era propietaria de una pequeña granja, situada a tres horas al poniente de Buenos Aires, donde criaba y cuidaba pollos, patos y conejos. Una cosa le inquietaba a Pam: su madre estaba gravemente enferma y dedicaba la mayor parte de su tiempo libre a cuidarla.

Siguieron conversando. A cada momento confiaban más una en la otra, y una noche:

Hola, hermosa.

Hola, bebé.

¿Cómo estás vestida hoy?

Con una camiseta, sin brassier, un tanga negro muy bonito que me puse sólo para ti. ¿Y tú?

¡Qué linda! Tengo mucho calor, estoy sola en mi habitación y mis tetitas están al aire. ¿Querés verlas?

Sí, bebé, muéstramelas.

La cam de Pamela hizo su trabajo: pechos delgados, firmes, blancos, con pezones grandes...

¿Esas tetitas hermosas son para mí?

Si, hermosa, son para vos.

Qué lástima que no esté en Buenos Aires...

¿Qué me harías si estuvieras acá?

Mmm, chupártelas, acariciártelas, gozarte.

Te gusto mucho...

Sí, mi vida, me gustas cada día más. Mira, yo te tengo un regalo también.

Mar se quitó la camiseta y apuntó su cam a los senos. Luego fotografió el tanga, que ya empezaba a estar mojado con sus flujos... y en un impulso, se lo quitó y le mostró a Pam su vulva negra, con los vellos públicos bien recortados.

¿Te gusta lo que ves, Pam?

¡Mi vida, mi vida! ¡Cómo quisiera estar allí, chuparte las tetas, comerte tu clítoris, hacerte gozar!

Hazme gozar ahora, mi amor: quítate tu panty.

Sí, mi amor, ya.

Pam se desnudó por completo, orientó su cam, abrió sus piernas. Mar vio el vello castaño, la vulva con ligeras perlas excitadas; sus flujos aumentaron y, temblando, empezó a masturbarse, a gemir suavemente. Pam también empezó a acariciarse los senos mientras su vagina empezaba a empapar la silla en la que estaba sentada.

¡Mi amor, mi Pam, eres tan, tan hermosa! ¡Quiero mamar esa conchita!

Adelante, es toda para vos, mi vida. ¿Cómo lo harías? Decime pronto.

Empezaría por besarte suavemente en la boca, bajaría a tu cuello acariciando tus pechos, disfrutaría un rato con esos pezones tuyos tan hermosos, besaría tu vientre, tu ombligo...

... te acariciaría las piernas y después besaría la cara interna de tus muslos...

¡Ay, amor, seguí, seguí!

... me acercaría muy lentamente a tu vulva, empezaría a tocarla con mis dedos, a acariciar tu botón, a empapar mis manos con tu flujo...

... ahora mi lengua estaría sobre tu clítoris y empezaría suavemente, a lamerlo, a chuparlo y mientras te metería un dedito, luego dos, en tu vagina...

¡Sí, sí, sí!

... mojaría uno de mis dedos con tus flujos y empezaría a maniobrar en tu ano estrecho, que has conservado virgen y yo voy a estrenar...

¡Sí, mi amor, haceme todo, de todo!

... aumentaría la velocidad de mi lengua sobre tu clítoris y luego me hundiría en tus labios vaginales, en tu cueva...

¡Ah, ah, me corroooooooooo!

¡¡Sí, mi amor, vente, vente sólo para mí!!

¡¡¡Sí, me corrooooooooo!!!

Pam estalló en un orgasmo incontrolable: jadeaba, movía sus piernas de manera descontrolada, su cara no paraba de hacer todo tipo de muecas. Por un momento ambas dejaron de escribir: Mar, frenética, hundió sus dedos en la vagina, casi se arañó el clítoris con sus uñas debido a la excitación, bajó su cabeza cuanto pudo en busca de sus pezones grandes y erectos... el orgasmo le llegó tumultuoso, pero no se atrevió a gritar porque su hijo dormía en la habitación de al lado.

¡Mar, mi amor!

¿Sí, mi amor?

Sos genial, sos genial.

Yo también gocé mucho, mi amor.

¿Te corriste?

Sí, sí... ¡riquísimo! Casi casi me lastimo el clítoris porque como hoy no me corté las uñas...

¡Jajaja! Y me ibas a echar la culpa de tus lesiones ¿verdad?

¡Sí, quién me manda tener cyber sexo con la argentina más guapa y cachonda de los chats lésbicos!

¡Vos sos una mexicana muy caliente también!

Es que si vinieras a verme entenderías que las de aquí somos muy, muy calientes, tanto como el clima.

¿Te gustaría que viniera a verte a México, a Mazatlán?

¿Hablas en serio, mi amor?

¡Sí, sí! Sucederá cuando encuentre con quien dejar a mi mamá durante unas semanas, pero muy bien cuidada, de forma que yo pueda viajar tranquila. ¿Me explico?

Claro que te explicas, y también tendría que coincidir con mis vacaciones en la escuela, así que forzosamente deberíamos esperar a junio o julio, más o menos.

Bueno, pero mientras tanto podemos seguir masturbándonos a gusto...

¡Y hablándonos a nuestros teléfonos celulares también! Me encantaría conocer tu voz.

Se empezaron a llamar por teléfono una o dos veces por semana. ¡Qué importaban las cuentas por pagar! Ya no era un simple cachondeo por la red: se estaban enamorando. Un día, Mar le mandó a Pam la letra de Hasta la camisa con la que empieza este relato, y a Pam le fascinó: era perfectamente consciente de que lo que empezó como un juego se estaba convirtiendo en algo mucho más profundo. Así, en una de las llamadas telefónicas:

Mar, mi amor, tengo que decirte algo.

Sí, mi amor, dime.

Estoy enamorada, en serio, de ti. ¿Querés ser mi novia?

Sí, mi amor, sí quiero, yo también pensaba proponértelo. Te amo, te amo tanto...

Mar, de inmediato, le improvisó este poema:

Pam: quiero que seas

la mujer de mis días

la mujer de mis años

la mujer de mi cuerpo.

Te amo, te amo

a pesar de la distancia.

Te espero y te ansío

te atisbo desde mi mar

en lontananza.

Sé que llegarás

a colmarme los anhelos

y crearás nuestro mañana.

Pam se quedó atónita: no supo qué decir y lloró, lloró largamente, dichosa, mientras veía el Atlántico sur que se extendía frente a su departamento bonaerense. Al cabo de unos instantes, susurró: "Te amo, Mar"... y obtuvo, como respuesta, los sollozos felices de su novia desde una orilla del Pacífico, a más de diez mil kilómetros de distancia.