Crónica de un abuso sexual

Un relato de mi amiga DIVA. De como su amante la vendió y humilló.

CRÓNICA DE UN ABUSO SEXUAL.

El pasado lunes 15 de Mayo del 2000, quedará escrito con letras de sangre en mi libro de memorias; y al decir de sangre, no hablo metafóricamente, pues corrió sangre, tal vez no mucha pero sí hubo sangre en el violento y lujurioso acto que voy a relatar.

Soy gay, esto es, homosexual, además de adornarme con las características de travesti y ser pasivo en la relación sexual; en otras palabras mi rol es femenino 100%. Tal vez esto haya contribuido a lo sucedido.

Tengo pareja (yo le digo novio) que no vive conmigo, pues él es casado y siempre asume el papel de hombre (no podría ser de otra manera) en nuestra relación, en realidad mas que el papel de hombre, es el macho lo que en él predomina. Ya me lo ha demostrado en varias ocasiones, pues es celoso hasta ser posesivo, y en algunas (pocas, afortunadamente) ocasiones me ha llegado a golpear, no brutalmente pero si me ha dolido. Sin embargo nuestra relación había transcurrido en un ambiente mas o menos de respeto en lo que se refiere a nuestra intimidad. Pero, digo había pues lo que paso esa fecha, para mi de triste y doloroso recuerdo, siento que terminó con esta linda relación.

Pues bien, ese día lo estaba esperando como todos los lunes. Yo me había vestido como le gusta a él encontrarme, un ligero camisón holgado, mi brassiere negro que me hace resaltar los senos (tomé hormonas para tenerlos lindos), una tanga de hilo dental que me hace resaltar mis grandes nalgas, y unas medias negras altas y con encaje en los muslos, pues siempre me han halagado mis piernas. Como verán, con esta vestimenta aparte de verme sexy, me sentía sexy; y ansiaba que llegara mi novio y hacer el amor con él.

Me estaba estimulando viendo una película porno donde unos hombres penetraban a sus parejas mujer por el camino de Sodoma con unos inmensos miembros; yo desando ser la mujer y disfrutar esos penes con mi boca y en mi trasero. Ya me encontraba sumamente excitada y deseando con ansiedad la llegada de mi novio para hacerlo gozar como siempre.

Mi corazón y demás partes más íntimas palpitaron aún mas aceleradamente cuando escuché el ruido de la puerta que se habría, pues eso indicaba que ¡ al fin! Mis deseos y ansias serían aplacados. Muy grande fue mi sorpresa al darme cuenta que el objeto de mi amor y en ese momento de mi deseo, no llegaba solo.

No, llegó acompañado de un hombre bastante mas corpulento que él, y con aspecto de ¿mecánico?, ¿obrero?,

No lo sé, pero lo que sí puedo decir que, sin ser repugnante tenía una apariencia que provocaba cierto recelo.

Alto, de mas o menos 1.80 m, fornido sin llegar a obeso, tal vez de 90 Kg. Algo mal encarado, barba crecida, vestido con ropas sucias, manchadas de grasa o no sé de que, sus manos muy grandes y rudas, callosas, con señas de trabajo recio. No niego que en otras circunstancias este hombre me hubiera atraído por su aspecto rudo y tamaño, pero en ese momento realmente me impresionó negativamente. Y sobre todo, que tanto mi novio como su acompañante demostraban que habían estado ingiriendo bebidas alcohólicas, pues hablaban y se comportaban como hebrios. Yo, como no estaba preparada para estas circunstancias, al principio no supe que hacer, pero rehaciéndome adopté mi papel de señora de la casa, y ofreciéndole al acompañante de mi novio algo de beber o de comer, lo invité a que pasáramos a la sala, pues habían llegado hasta la recámara. Miré a mi novio a los ojos y le hice una pregunta silenciosa: ¿por qué?. Mi novio, tal vez por demostrarle a su acompañante que era él el que mandaba, me empujó sobre la cama y dijo: "Aquí estamos bien, si queremos tomar aquí lo haremos". En el momento que caí sobre la cama, el camisón que me había puesto se abrió dejando al descubierto mis piernas y gran parte de mis nalgas. Vi como el amigo de mi novio dejaba su golosa y descarada mirada sobre esas partes, cosa que me desagradó pues no creí que a mi novio le pareciera bien, pero cual sería mi sorpresa cuando le preguntó a su amigo: "¿ves que si es cierto lo que te dije?, ¿No está más buena que la vieja que traes ahorita?"; contestándole: "La verdad es que sí, mira nada más que buenas nalgas y que ricas piernas, dan ganas de comérselas"; yo me quedé estupefacta al escuchar ese diálogo, pues me daba cuenta hacia donde iba encaminado.

No tardé en comprobar que mis presentimientos se harían realidad, mi novio, diciendo: "voy por otra botella y refrescos", se fue dejándome sola con ese hombre, que ya empezaba a acariciarme procazmente.

Yo estaba paralizada, pues mi mente no alcanzaba a captar lo que estaba sucediendo, sucediéndome.

Las ásperas manos de ese sujeto me acariciaban los glúteos y las piernas, atorándose por lo mismo rasposas en mis medias, razgándolas y lastimando mi piel. Lejos de sentir agradable la caricia, sentía verdadero miedo, pues veía venir lo peor.

Y si, veía venir lo peor, que si fuera en otras condiciones o circunstancias, sería tal vez, un verdadero placer. Pero en ese momento y viendo la actitud que tomó mi novio, realmente sentí no solo asco, si no decepción, tristeza, lástima de mí, pues sabía que de lo que pudiera suceder, no quedaría nada bueno.

El asqueroso individuo no se conformaba con acariciarme lujuriosamente mis piernas y mis nalgas, sus dedos empezaron a urgar en mi intimidad, en mi ano. Sentía como un cuchillo que hendía mi carne, sus dedos no solo me penetraban sino que hurgaban en el interior, haciéndome gritar y llorar. Gritaba pidiéndole auxilio a mi novio, que no estaba, por lo menos no lo veía. Los gritos desesperaron al rufián que intentaba violarme, pues para ese momento ya estaba encima de mí intentando abrir mis piernas y con su asqueroso miembro fuera de sus pantalones. Fluía de el bastante líquido lubricante, que dejaba un rastro húmedo, caliente, viscoso entre mis piernas. A mis gritos respondió cubriendo mi boca con una de sus sucias manos que percibí de un sabor entre amargo y salado. Mientras, su otra mano continuaba acariciándome y rasgando mis pantaletas, a la vez que penetraban mas sus dedos en mi ano. El dolor era casi insoportable. Yo lloraba y gritaba pidiéndole ayuda a mi novio, que por fin apareció. Al verlo sentí alivio pues pensé que me iba a quitar de encima a ese sujeto. ¡Cuál no sería mi sorpresa cuando le dijo: "¿qué, no se la has podido meter?"!. En ese momento me di cuenta que era un sucio trato entre los dos para que el rudo hombre me violara. Al comprender que no lograría nada gritando o llorando, acepté filosóficamente un consejo que leí alguna vez en alguna parte: "Si la violación es inminente, gózala". Y eso intenté hacer. Aflojé el cuerpo y dejé que hiciera de mí lo que quisiera, mientras mi novio, sentado tranquilamente, tomaba el licor que había ido a traer.

Al recordar, en este momento lo que hizo de mi ese horrible hombre, me estremezco y siento aún en lo más profundo de mi ser asco, dolor, pavor.

Una vez que sintió que yo me dejaba hacer todo, arrancó completamente mis pantaletas y se dejó ir como fiera a besar y morder mis piernas y mis glúteos. Su asquerosa baba dejaba una huella húmeda en mi cuerpo, ya no me importaba nada. Colocó mis piernas en sus hombros y ensalivando su pene y sus dedos que hundió una vez mas en mi ano, arremetió salvajemente para clavar su estaca entre mis adoloridas nalgas.

¡Que terrible dolor sentí!; poco lubricada como estaba y su miembro de un tamaño considerable, no pudo penetrarme con facilidad. Sentía una terrible sensación de ardor que hizo brotaran lágrimas de mis ojos, y sangre de mi lastimado ano. Pero esto no lo detuvo, mas bien exacerbó su libido y pareció aumentar de tamaño su ya descomunal pene. Lubricada ya como estaba con mi propia sangre, la penetración se hizo más fácil. Tomando impulso y asiéndome de las caderas, me penetró de un golpe introduciendo su inmenso garrote hasta los testículos.

Yo me sentía morir, pues el dolor era inmenso. Me sentía ahogar pues el diámetro de ese pene era descomunal. No podía moverme ni hacer ningún esfuerzo por expulsar ese candente hierro que horadaba mis carnes. Lo sentía hasta lo mas profundo de mis intestinos, mi ano distendido al máximo. El dolor, el sufrimiento se hacían intolerables a cada instante. Las lágrimas se habían secado en mis ojos, ya no sentía asco. Quería caer en la inconsciencia para no sufrir más. Al darse cuenta de mi pasividad, el individuo este empezó a retirar su tremendo pene de mi, para ese entonces, tumefacto ano. Sentí un poco de alivio al notar que se iba retirando, pero cuál no sería mi dolor cuando ya de tenerlo casi afuera, me empezó a fornicar con toda su fuerza en un doloroso mete y saca que aceleraba a cada momento y aumentaba mi padecer.

A estas alturas, ya no me importaba nada, pues era tanto el dolor que sentía que iba a morir. No quiero decir con esto que no había tenido a mi disposición alguna vez un miembro de esas dimensiones, inclusive tal vez mas grande. Pero la forma en que fui tomada me causó bastante daño, físico y moral, pues nunca pensé que el hombre con el que había compartido seis años de mi vida, me vendiera como una prostituta; pues eso fue lo que hizo.

Estaba mi violador arremetiéndome con gran fuerza y velocidad y mi actitud era completamente pasiva, cosa que lo desesperó, pues me gritaba que me moviera. Al ver que yo no le respondía, volteó con mi novio y le dijo: "dile a esta puta que se mueva o la voy a matar, pues para como está, mejor me lo hago yo con la mano; que desquite lo que te pagué". Al escuchar esto, vi a mi novio y quise decirle muchas cosas, pero lo único que logré fue que el se acercara a la cama y dándome una bofetada me dijo: "¡muévete perra, no me hagas quedar mal!, ¿qué no ves que el señor quiere un servicio completo?, ¡muévete, infeliz!". Al escuchar esto sabía que todo estaba perdido. Me sentí como el objeto mas despreciable sobre la tierra. No solo había descendido a nivel de prostituta, sino de una perra.

No conforme mi novio con las anteriores vejaciones, sacándose el miembro, me lo zampó en la boca hasta la garganta produciéndome arcadas que ocasionaron que apretara el esfínter anal, lastimando el pene de mi violador, el que me castigó con golpes en mi estómago. Estaba deshecha, el ano, la garganta, el cuerpo, las piernas lastimadas, sensación de ahogo por el pene de mi novio introducido en mi boca. ¿qué mas me podía pasar?.

Dentro de mi semi-inconciencia, capté que si respondía como el par de barbajanes lo deseaba, pronto me dejarían en paz. ¡Que equivocada estaba!. Al sentir ellos que mi cuerpo respondía a sus acometidas sexuales, se les exacerbó el estímulo sexual y efectivamente, sincronizadamente se vinieron en mi boca y ano después de unos minutos de hacerles yo el juego de que estaba excitada y moviendo mi cuerpo en respuesta de sus acometidas y realizando a mi novio una fellatio de apoteosis. Separándose de mi, pude sentir los estragos de la violación a que me habían sometido. Creí poder descansar mis atrofiadas piernas, pues todo el tiempo del coito, las tuve en los hombros del señor que me estaba fornicando. Quise recostarme de lado para descansar pero apenas lo empezaba a hacer, cuando el amigo de mi novio se acaballó en mi cara y dijo: "Ándale putita, límpiame la verga, que me la llenaste de mierda"; yo, asombrada de semejante expresión, volteé mi cara para apartar de mis ojos la visión de su espantoso pene aun chorreante de semen y sangre, sangre que no podía ser mas que mía, pues aún sentía que mi ano estaba lastimado, y que no solo semen salía de él. Al ver que me retiraba de su miembro, me tomó de la barbilla y violentamente me obligó a abrir la boca y aceptar que me introdujera, no sin lastimarme, ese instrumento que ya había dejado de ser de placer (para mi) y se convertía en un objeto de tortura.

Me sentí asfixiar, pues por su longitud y grosor no me dejaba respirar, máxime que lo había introducido de golpe y hasta el fondo. Mis ojos desorbitados no le causaron ninguna lástima aunque sabía que me faltaba el aire, lejos de compadecerse, me miró y burlonamente me dijo: "ahora si, mujer, estas sintiendo una verga de verdad, a ver si esta te llena". Mi novio, siguiéndole el juego, dijo: "Mira, mi verga no está pequeña y con ella también goza y vaya que la llena, ¿verdad mi reina?" Dirigiéndose a mí. Y diciendo esto, se acomodó entre mis piernas y me penetró con algo de trabajo, pues mi ano estaba inflamado.

Esta rutina se repitió varias veces, no puedo recordar cuantas, pues después de la tercera vez, caí en un letargo del que desperté ya que había amanecido. Los dos hombres estaban a mi lado completamente dormidos, despidiendo un asqueroso tufo a alcohol y semen. Mi cuerpo todo lo sentía y estaba pegajoso, húmedo, lastimado, sangrante en los rasguños y de mi ano. En fin, estaba hecha una piltrafa. Mi boca la sentía entumecida y con un repugnante sabor; mi cara la sentía con plastas de semen seco y coágulos de sangre con un dejo a excremento. Las sábanas estaban mojadas y sucias de excremento, sangre, sudor, semen y no sé que otros fluidos. Me di asco, no podía soportar la idea de que a mí me hubiera pasado esto, no por que no lo hubiera hecho, si no porque me sentía utilizada, violada, vejada. Otras veces el control lo llevaba yo, sabía que iba a pasar, con quien lo hacía. Pero esta vez todo se había descontrolado para mí. El hombre en quien confiaba, me había defraudado, me había vendido, me había rebajado a la condición de prostituta, de perra.

Mi vida toma ya otra postura, ya no podré tener mis sueños de dama, de mujer que quiere un marido que la proteja, que la atienda, no, ya no podré confiar en ningún hombre. Si biológicamente sigo siendo yo un hombre, que bueno que emocional y casi físicamente no lo soy. Me sentiría muy vil de ser capaz de provocar un daño como el que me habían provocado a mí ese par de salvajes. No, ya no buscaría esa felicidad de ser una mujer de un solo hombre, de tener a alguien estable y poder confiar en él, no. Ya no más. A partir de este día, seré la fiera que toda mujer lleva adentro, una devoradora de hombres, me venderé al mejor postor. Compraré al que me guste, lo usaré y desecharé como sentí que lo hicieron conmigo. Seré una perra en celo constante, la pantera acechante en busca de su presa. Ahora yo seré la que lleve la voz cantante. No habrá mas noviecitos, al diablo con ellos. Yo seré la ama, la dominatriz, la flageladora.

Me levanté con cuidado, me aseé un poco, me vestí y saliendo, cerré la puerta tras de mí dispuesta a no volver a ese departamento que tanto tiempo fue nido de amor, y que había terminado por ser un tugurio de sexo y vileza.

DIVA

gina_machorro@hotmail.com