Crónica De Cómo Se Rompe Un Corazón (Paso VI)
Ahora estoy seguro de que Fernando ni siquiera era gay, ni bisexual. Quizás solo era un adicto al sexo que se había cansado de las mujeres y quería probar con un hombre. Y ¿Qué mejor opción que el jovencito homosexual que está de inquilino en su casa?... Se divirtió, me usó y ahora está en otra ciudad a kilómetros de distancia.
“Amar a alguien es algo natural y es lo que busca todo el mundo. Amar a quien no se debe es doloroso e innecesario"
El Autor
Paso VI: Sufrir
Me despierto tranquilo, sabiendo que es domingo y que he pasado una de las mejores noches de mi vida. El mediodía está cercano, pues el sol ya entra fulgurante por la ventana de mi cuarto. Entonces me estiro, me siento, espero unos segundos y luego me levanto. Acostumbrado a no compartir nunca la cama con alguien, no me pregunto sobre donde está Fernando hasta luego de cepillarme los dientes y de lavarme la cara. ¿Habrá ido a completar la velada perfecta y estará preparando el desayuno? Bajo a la cocina, aún en boxers, y no veo a nadie. «Seguro fue a comprar algo», digo en mi mente. Espero un tiempo prudencial de media hora y no hay señal de él. Voy al jardín, reviso la casa y nada. Resuelvo calmarme preparando el desayuno. Hago panqueques, me como dos y le guardo el resto a él. Al terminar me meto a bañarme.
Ya han pasado casi dos horas desde que me desperté y no hay ni rastros de Fernando. Su ropa ya no está en el cuarto de la señora Carmen y veo que me falta dinero en el bolso. ¡No entiendo! ¿Acaso se acostó conmigo, me robó y se fue? Eso es impensable. Respiro profundo y decido salir. Camino unas cuadras y cruzo en una calle que nunca he transitado. Después me meto por otra y otra, y sin darme cuenta me pierdo. Solo me detiene un callejón sin salida. Me desequilibra la cabeza el tener que descifrar como una persona puede generar tanta dependencia de mi parte. Es como si no pudiese respirar sin Fernando, como si él fuese mi tanque de oxigeno en éste mundo sin aire. Cuando me giro para volver a casa empieza a llover.
Llego a la entrada y me detengo. El cielo está muy gris y supongo que ya deben ser cerca de las cinco de la tarde. El auto de la señora está de nuevo en el garaje. Al parecer le gusta dejar su carro aparcado en el aeropuerto mientras va y regresa de Margarita. Sería más fácil que tomase un taxi hasta la terminal y, de vuelta, hasta la casa, pero aff, es su problema. Entro goteando y me dirijo rápido a mi habitación. Me cambio velozmente con la noble esperanza de bajar a ver si Fernando ha regresado. Caigo en la sala y me adentro en la cocina. Ahí me doy cuenta de que algo va mal.
La señora Carmen yace con lágrimas en sus ojos al tiempo en que habla por teléfono. Se me queda viendo y hago el intento de regresar a mi cuarto, pero ella me hace una seña para que me espere. Cuelga el aparato y me saluda, tratando de ocultar el malestar que la invade.
-¿Cómo le fue por Margarita? –le pregunto.
-Bien. Fue un viaje rápido, solo debía ponerme al día en algunas cuestiones con mi hija.
-Ummm, me imagino –contesto incrédulo ante su comentario.
-Ni siquiera tuve tiempo de dar un paseo por la isla.
-Que lastima. Me han dicho que es muy bonita.
-Si, lo es… En fin… Y ¿tu como la pasaste por aquí solo?
-Bien… Aunque no estuve solo. Su hijo se quedó también ¿recuerda?
-Si si, claro. Pero como ustedes apenas y se conocen –lo que dice me causa una risa interna.
-Bueno es verdad, pero igual hablamos un rato… Y por cierto ¿Dónde está él? –aprovecho para sacarle información.
-¿Fernando? Se fue.
-¡¿Se fue?! –grito exaltado. Mi mayor temor se ha cumplido- ¿Adonde?
Ella me mira desconcertada por la reacción que he tenido, pero luego me doy cuenta de que comienza a alisar un pedazo de papel que contiene entre las manos.
-Se fue a Maracaibo, al parecer… Eso es lo que me dejó escrito en ésta nota.
-Pero ¿Por qué se fue para allá? Tan lejos… Y ni siquiera se despidió –las palabras se me escapan de la boca.
La señora me vuelve a lanzar una mirada de extrañeza debido a mi comentario.
-No se porque no se despidió de ti, quizás estabas dormido cuando salió.
-Ummm, si. Seguro fue por eso. –trato de enmendar lo que he dicho y de mostrarme desinteresado- Bueno, pero ¿le dijo cuando volverá?
-No. Y conociendo a Fernando sé que no será pronto. –hace una pausa y luego prosigue:- No debí irme de viaje y haberlo dejado solo aquí. Ahora corro el riesgo de no verlo en mucho tiempo.
-¿Por qué lo dice?
-Soy su madre, lo conozco. Además, ya se ha mentido en bastantes problemas.
No entiendo. Quiero que me explique parte por parte, pero no sería conveniente que me excediera en preguntas. Aunque nunca le he dicho a la señora Carmen que me gustan los hombres, ya lo debe suponer. Y no quiero que piense, a pesar de que sea cierto, que me gusta su hijo.
-¿Él está en peligro? –indago.
-No, ni que Dios quiera. Es solo que… Fernando tiene algo que debe controlar… Y que mientras no lo haga se seguirá metiendo en problemas.
Cada vez entiendo menos, pero ella parece darse cuenta de mi situación y continúa explicándome:
-Fernando tuvo varios vicios durante su adolescencia. Muchos los superó, pero hubo uno que se quedó ahí, latente, y que siempre vuelve a aparecer. Yo tuve que llevarlo a distintos médicos para que me explicaran lo que tenía, para que me dieran un diagnóstico.
-Y ¿Qué paso?
-Pues todos coincidieron en que Fernando es adicto a las relaciones sexuales.
Todo queda en silencio por un momento. Yo trato de comprender hasta el último detalle lo que aquello significa, pero no se que pensar en concreto.
-¿Adicto al sexo?... Y ¿Por qué eso lo ha metido en tantos problemas? –pregunto.
-Porque se ha acostado con cuanta mujer se le ha pasado por el frente. Una vez hasta llegué a pensar que tenía Sida, porque lo veía muy demacrado, pero se hizo los exámenes y no era más que una simple anemia… Él se ha metido con mujeres peligrosas… y con mujeres de hombres peligrosos. La última con la que estuvo fue la razón por la que se vino de Margarita… Era la hijastra de su hermana, menor de edad, muy bonita. ¡Y la embarazó!... Entonces tomó dinero de mi hija y se vino a Caracas. Pero la muchacha tuvo un aborto espontáneo y perdió a la criatura. Yo pagué los gastos de la clínica, del legrado, y le pedí disculpas a ella y al esposo de mi hija. Por eso fue que viajé hasta allá. Y aunque les expliqué la situación de mi hijo, ellos se negaron a entender… Y con razón –yo la observo atentamente, mientras en su cara comienzan a aparecer unas tenues lágrimas de madre desesperada-. Ya no se que hacer con él. Su psiquiatra una vez me dijo que podía internarlo por un tiempo si quería, pero no tuve el corazón de hacerlo. No estaba segura de que fuese la mejor opción.
- Pero es que él no está loco… ¿o si?
-No, no. Él es completamente normal. Pero sí necesita rehabilitación para su problema… Y es que conjuntamente de que es adicto al sexo tiene algo más: no tiende a repetir pareja sexual… Es como si luego de estar con alguien se aburriera y no quisiera verla jamás.
Ahora logro darme cuenta de lo estúpido que he sido, de lo ingenuo e inmaduro que me he comportado. Tuve mi primera relación sexual con un perfecto extraño. Fernando me ha mentido, se ha acostado conmigo y se ha largado. La presión me sube, las orejas se me ponen calientes y estoy furioso.
-Entonces, ¿una vez que las “prueba” se larga? –cuestiono en tono despectivo.
-Ummm... si. Más o menos así... Por lo que creo que aquí también consiguió meterse con alguien y por eso huyó… Solo espero que no se trate de Nina o Chantal.
«Puede estar tranquila señora Carmen», pienso. «No ha sido ni Chantal ni Nina a quien su hijo se ha follado… ¡He sido yo!».
Le doy unas palmadas en la espalda a la señora para que se sienta mejor y le digo que seguro su hijo está bien. Luego me levanto y corro hasta mi cuarto.
Solo al entrar y caer sobre mi cama empiezo a llorar. Odio a Fernando por haberme mentido, por no haber hablado claramente conmigo. Lo odio por padecer esa ¿enfermedad? Lo odio por haber hecho que me enamorase de él, solo para que me dejara follar ¡Lo odio!... Y me odio a mi mismo por no haber sido lo suficientemente inteligente para darme cuenta de sus intenciones. Aunque la verdad siempre sentí cierto temor de entregarme a él, me dejé llevar por las ansías de placer. Mi carne fue débil y mi corazón también. Ahora estoy dolido, herido, magullado. Trato de respirar, pero me cuesta. La lluvia afuera y mi llanto aquí adentro crean una atmosfera de funeral que es imposible de omitir. Y es que hoy, en éste día, muere una parte de mí, mi lado inocente… Anoche dejé de ser niño, mañana dejaré de ser idiota, pero hoy sufriré y lloraré por ése infeliz que se largó. Porque lo quise, lo quiero y lo querré.
El cielo permanece gris, pero igual sé que ya es otro día. Es lunes.
No recuerdo exactamente el momento en que me dormí, pero conseguí hacerlo tras una larga noche de llanto. Lloraba por los dos sentimientos que más afectan al hombre: amor y odio. Amor por un hombre al que creí perfecto y Odio por las verdades que omitió.
Ahora estoy seguro de que Fernando ni siquiera era gay, ni bisexual. Quizás solo era un adicto al sexo que se había cansado de las mujeres y quería probar con un hombre. Y ¿Qué mejor opción que el jovencito homosexual que está de inquilino en su casa?... Se divirtió, me usó y ahora está en otra ciudad a kilómetros de distancia. Pero no puedo darme el lujo de seguir sufriendo por él. Me levanto, me arreglo y bajo a desayunar.
La señora Carmen se halla triste, igual que yo, y casi no compartimos palabras. Como rápido y salgo hacia la facultad.
Clara, la novia de Jorge, no ha venido a clases. Por eso solo estamos él, Gaby y yo. La clase de bioquímica termina de forma apresurada y acabamos metidos en el cafetín antes de entrar a histología. Gaby nota la hinchazón de mis ojos y yo le miento diciéndole que me ha dado la alergia. En un cerrar de ojos Jorge se va con unos amigos y Gaby atiende una llamada de su novio. Entonces quedo prácticamente solo en aquella mesa, con gente a mí alrededor, pero sintiéndome solo. Miro a los lados y noto grupos de gente riéndose, novios besándose y más allá veo a alguien conocido. Es Alejandro. ¡Alejandro! Pero también noto que no está solo. Se halla sentado con otro muchacho al que nunca había visto, por lo menos no en nuestra sección. Los veo reírse y parece que todo estuviese en cámara lenta. El otro muchacho es tan lindo como Alejandro: tiene el pelo rubio, ojos verdes y está muy en forma.
De un momento a otro Alejandro voltea y se me queda viendo. No tengo ánimos para fingir que no le estaba mirando, entonces le dedico un saludo con la mano. Él me responde con una fría sonrisa, de ésas que se dan solo por ser cortés. Ahí comprendo que no he perdido solo a Fernando, a quien en realidad nunca tuve, sino que también había perdido mi oportunidad con Alejandro. Los veo a él y al muchacho rubio marcharse y se me hace un nudo en la garganta. Quiero ir y pedirle perdón, quiero estar con alguien, quiero llorar… quiero desaparecer.