Crónica De Cómo Se Rompe Un Corazón (Paso V)
Cuando por fin siento que tengo toda su verga dentro de mi culo abro los ojos, pues los había mantenido apretados hasta este momento. Entonces él comienza a moverse lentamente, de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo.
“Amar a alguien es algo natural y es lo que busca todo el mundo. Amar a quien no se debe es doloroso e innecesario. Amar a quien nos ha hecho daño es la mayor locura de la que puede sufrir un hombre”.
El Autor
Paso V: Entregarse
El ocaso ya adornaba el cielo con sus nubes coloreadas de naranja y yo me hallaba preparado para lo que venía a continuación. A pesar de que soy casi lampiño creía que todo luciría -y se sentiría- mejor si me depilaba completamente, librándome de hasta el más mínimo pelillo que pudiese tener mi cuerpo. Me bañé, me arreglé, me afeité y me perfumé. Todo estaba listo.
Bajé a la sala y no había nadie. ¿A dónde se había ido Fernando? No lo sé, pero no me desesperaría. Sabía que él me deseaba, que quería estar conmigo; no tardaría en aparecer. Mientras tanto yo iría a la cocina por un vaso con agua para calmar la ansiedad.
La noche hacía su entrada y yo me empezaba a impacientar. ¿Por qué tardaba tanto? ¿Qué estaba haciendo?... Quizás se había arrepentido. Quizás no debí decirle que lo quería. Quizás no debí aceptar a hacer esto hoy. Quizás entró en razón y se dio cuenta de que no lo gustaban los hombres… O peor: se dio cuenta de que no le gustaba yo. Aquella espera me estaba aniquilando por dentro. No tenía otra cosa en que pensar que distrajera mi mente. Entonces recordé a Alejandro ¡Alejandro! ¡El cumpleaños de Alejandro! Había prometido ir a su fiesta y no era tan tarde para cumplir con eso. Tal vez Fernando no regresaría. «Me cambio y salgo», pensé. Ahora lo veía todo claro: podía quedarme a esperar a un hombre al que yo no le gustaba tanto como el a mí o podía ir a acompañar a uno que disfrutaba de estar conmigo. Uno me había dicho que me quería, el otro que quería follarme. ¿Cuál debía escoger? Ya tenía mi opción ganadora.
Me vestí con una mejor ropa y me dispuse a salir para pasar una noche en grande. Ahora me reía de lo ingenuo que había sido al pensar que alguien como Fernando se pudiese sentir atraído por mí. Y me sentía tonto al haber rechazado a Alejandro. Tomé un par de llaves que había en la cocina, para que cuando regresara (posiblemente en la mañana) tuviese con que entrar, y me largué a tomar un taxi. Ésta vez me percataría de que el taxista no fuese un ladrón.
-¡Daniel! ¡Daniel! –Me grita alguien, pero ya estoy dentro del auto así que decido ignorarlo- ¡Espera! ¡Daniel! –tras la insistencia me bajo del carro para ver de quien se trata.
-¿Qué pasa? –pregunto hastiado.
-¿A dónde vas? –es Fernando.
-Pensé que te habías largado… ¿Dónde estabas?
-¿Largado? No vale… Andaba comprando unas cosas. La cena, mejor dicho.
-Pero no me dijiste nada.
-¿Qué querías que te dijera? Estabas encerrado en tu cuarto.
-Pues debiste avisarme que ibas a salir y así yo no hubiese pensado que te habías marchado y me habías dejado –declaro en tono quebradizo y con ojos vidriosos.
Se hace un breve silencio y Fernando le da una seña al taxista para que se vaya.
-No tienes porque llorar –dice, mientras me acaricia la mejilla para limpiar las lágrimas-. Nunca te abandonaría.
-¿En serio?
-Claro. No entiendo porque pensaste eso.
-Tuve miedo.
-Pues no lo tengas más… Ven, pasemos a la casa.
No se si fue su suave mano sobre mi cara o su forma tan dulce de hablar, pero lo cierto es que decidí descartar mis planes con Alejandro y continuar con la noche que había preparado con Fernando.
-Y ¿hacia donde pensabas ir? –me pregunta al tiempo en que ambos nos adentramos en la cocina.
-Eh… Al centro comercial –respondo un tanto nervioso-. Iba a ver una película.
-Ummm ya. Podríamos ir juntos…
-No –le interrumpo-. Tranquilo. Prefiero que nos quedemos aquí.
-Bueno… Como tú dispongas.
Nos servimos la cena que él había salido a comprar: pizza. E intento comportarme como si llevara semanas sin comerla, aunque la verdad es que la noche anterior había comido lo mismo con Alejandro. Pero la situación es graciosa y casi no puedo ocultar la sonrisa. Al terminar nos recostamos en el sofá. Él coloca su brazo detrás de mi cuello, sobre mis hombros y entonces decido apoyar mi cabeza en su pecho. No me había dado cuenta antes, pero tiene una cerveza en su mano. No le digo nada sobre eso y me dejo hipnotizar por su respiración.
Al cabo de unos minutos me levanta y me toma por la barbilla para darme un beso. Saboreo sus carnosos labios y siento como la presión sanguínea me va subiendo.
-Te amo –le vuelvo a decir y no obtengo respuesta.
Entonces me hala con fuerza hacia él y me aprieta las nalgas, haciéndome sentir como sus enérgicas manos reclaman el poder sobre mí.
Nos separamos por un momento y me pide que vayamos a mi cuarto. Lo sigo camino a las escaleras. Al llegar a la habitación me vuelve a besar, pero con más intensidad. Se escucha el sonido de las cremalleras yéndose abajo, aunque los pantalones de Fernando son los primeros en caer. Más tarde les siguen los míos. Me tumba sobre la cama y me arranca el boxer que llevo. Finalmente vuelvo a estar desnudo frente a aquel hombre. Me voltea y se queda observando mi culo. Acaricia mis nalgas y sube hacia mi espalda. Me quita la camisa y me indica que me siente en la cama. Se coloca frente a mí. Allí puedo notar la prensada verga que se halla atrapada dentro de su ropa interior y que apunta a la altura de mi cara. Instintivamente siento que debo liberarla, así que desnudo por completo a Fernando y me quedo observando su cuerpo por unos segundos. Sus proporciones son perfectas: fuertes brazos, buenas piernas y una cara tan hermosa que, a veces, intimida. Lo miro a los ojos y él me anima para que meta su verga dentro de mi boca. Lo hago. Primero lamo su glande, lo acaricio con la lengua, luego voy ingiriendo su palo poco a poco. Trato de hacer un cálculo sobre cuanto debe medir, pero no lo consigo con exactitud, aunque no debe bajar de los 18cm. y es, además, considerablemente grueso, como en mi sueño.
Fernando sabe que soy un inexperto en esto de “mamar vergas”, pero parece disfrutar con lo que le hago porque su boca no deja de producir ruidos de placer.
-Lo chupas bien para ser tu primera vez –me revela.
Mis labios van de arriba a abajo alrededor de su pene, en un ritmo que cada vez se torna más frenético. De pronto me pide que pare.
-Voltéate –me indica.
Hago lo que él demanda. Entonces siento como se lanza sobre mí y como su pene se posa entre mis nalgas, sin penetrarme aún. Con mi cuerpo completamente pisado por el suyo no tengo a donde ir. Su olor me enloquece y su sudor mezclado con el mío me causa escalofríos. Me susurra cosas al oído, mientras realiza movimientos de cintura como si me estuviera follando.
-Vamos a desflorar ese culito –exclama.
Cambia de posición: se pone de rodillas sobre la cama y abre un poco mis piernas. Su dedo alcanza finalmente el orificio de mi ano, lo empuja poco a poco hasta que consigue entrar y comienza a moverlo dentro de mí. Luego mete un segundo dedo y hace ruidos con su boca. Sé que está loco por introducir su pene en mí, pero se aguanta. Me empuja los dedos cada vez más adentro hasta que ya no queda más que meter. De pronto siento su lengua, tibia y húmeda, paseándose por la entrada de mi culo. Me chupa, me lame, me besa. Todo es nuevo para mí, un sinfín de sensaciones del cual no tenía registro en mi cuerpo. Unos minutos después de dedicarse a dilatar mi orificio, me pide que gire. Lo hago. Siento algo de vergüenza al mirarlo a los ojos y decido fijar mi vista en la ventana del cuarto. Él me toma de nuevo por la barbilla, como en el sofá, y me besa.
-Te quiero –me dice y estoy agradecido de escuchar finalmente esas palabras de su boca.
-Yo también a ti.
-Vamos a hacer esto con calma –me explica y veo como se baña su verga con un aceite lubricante y como embadurna mi culo también.
Ahora entiendo lo que viene.
Yo coloco mi cabeza sobre la almohada, como si fuese a dormir, y Fernando toma lugar entre mis piernas. Me dice que primero lo haremos como el “misionero”. Nuestros penes chocan uno contra el otro mientras él me besa el pecho, el cuello y después la boca, y mi ritmo cardíaco se acrecienta tras cada minuto, hasta que finalmente llega el momento.
Coloca su pene en el orificio de mi culo y estoy tan nervioso que contraigo mis músculos y no le dejo pasar.
-Espera, tengo miedo –le digo.
-Es lo normal –expone, calmadamente.
Entonces me besa de nuevo y se va hasta mi oreja. La acaricia un rato con sus labios y vuelve a mi boca.
-¿Me dolerá… mucho? –pregunto.
-Supongo que te dolerá un poco, sí, pero haré lo posible porque sea una cantidad mínima de dolor la que sientas… Quiero que disfrutes, no que sufras.
Ciertamente sus palabras me calman. Ahora estoy seguro de que él es el hombre ideal para compartir mi primera vez. Me sigue besando por todo el cuerpo otro rato hasta que nuevamente su pene se posa en la entrada de mi ano. Fernando comienza a hacer presión sobre mi esfínter y puedo sentir como éste va debilitándose. Poco a poco mi culo se va abriendo con los movimientos que Fernando hace, y un tenue dolor va apareciendo y aumentando. Le pido que pare por un momento. Lo hace. Tras una pausa vuelve a intentarlo. Ésta vez la punta de su verga logra introducirse rápidamente y tiemblo por la molestia que me ha causado. Pero Fernando sigue empujando y parte por parte puedo notar como su pene me va atravesando. Cuando por fin siento que tengo toda su verga dentro de mi culo abro los ojos, pues los había mantenido apretados hasta este momento. Entonces él comienza a moverse lentamente, de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo. Su pene parece ponerse cada vez más duro en mi interior y mi culo parece dilatarse cada vez más. Yo me agarro de la sábana de la cama, pero a medida que las penetraciones de Fernando se van haciendo más rápidas, me sujeto de su espalda.
Me está follando y mi culo aparenta comenzar a disfrutarlo. Pero sus embestidas van tornándose algo bruscas y profundas con el paso de los minutos y le sugiero que baje un poco el ritmo. Me besa para que deje de hablar y continúa con su rutina. Al cabo de un rato me pone a cuatro patas sobre la cama y se sube sobre mí. Su verga vuelve a abrirse camino dentro de mi culo y él comienza a darme nalgadas. No termino de creer que aquel hombre esté cogiéndome.
-¿Te gusta así? –me pregunta y yo entre gemidos asiento con la cabeza.
Me abre bien las nalgas y su palo me entra enteramente, tanto que siento como su par de bolas rosadas es lo único que queda afuera.
Luego de un rato así, Fernando saca su verga de mí y me pide que me ponga de pies sobre la cama. Entonces me carga y en el aire su pene regresa al interior de mí culo. Comienza a caminar conmigo sobre sus brazos y me lleva hasta la habitación que comparte con su mamá. Aunque no creo que fuese correcto que continuáramos nuestra follada ahí, estoy demasiado excitado como para negarme. De hecho, estar en ése cuarto “prohibido” genera más placer en mí. El lugar es inmenso y alberga dos camas: una grande en el centro con un espejo en el borde que tiene pegado a la pared y la otra más pequeña, cercana a la puerta del baño. Me arroja sobre la de mayor tamaño y luego se abalanza a mi lado. Me besa intensamente y yo acaricio su cuerpo, su pecho, su barriga, sus piernas. Estamos colocados de manera tal que podemos ver nuestros cuerpos reflejados en el espejo de la cama. Fernando se va acercando más a mí y comienzo a sentir de nuevo su verga en el anillo que da entrada a mi culo. Levanta una de mis piernas y comienza a follarme otra vez. Aunque mi cabeza se halla reclinada sobre uno de sus brazos, de vez en cuando la levanto para observar el reflejo de la follada que Fernando me hace. No me he masturbado en todo este rato y presiento que apenas toque mi pene eyacularé una gran cantidad de semen. Pero mi compañero parece no cansarse y continúa su acelerado ritmo. Ya siento mi culo caliente y a través del espejo he podido notar un ligero hilo de sangre que sale de el. De pronto, Fernando saca su pene de mí y se acuesta boca arriba. Me hace señas con la mano para que me siente arriba de él. Obedezco y me pongo de cuclillas sobre su palo. No se si es por la posición o por todo el rato que ya llevamos haciendo esto, pero empiezo a sentir una presión en el culo, como si se estuviera cerrando. Entonces me tumbo sobre mis pantorrillas y quedo completamente sentado sobre su verga. Fernando me da un par de nalgadas e incrementa la velocidad de sus cogidas. Decido masturbarme cuando percibo que él está a punto de acabar. Como había previsto unos gigantescos chorros de semen salen de mí y bañan el torso de Fernando, hasta llegar a la almohada que se halla debajo de él. Casi al mismo tiempo su verga inunda mis intestinos de aquel líquido caliente. Me estremezco de placer y noto como se le va desinflando el pene hasta que se me sale del culo.
Cansado, me dejo caer sobre la cama. Nos besamos y luego pasamos a bañarnos. No estoy en capacidad de hacer esto otra vez durante la misma noche, pero igual dormimos juntos en mi cama.
Ésta ha sido la primera noche del resto de mi vida. Una vida llena de sensaciones y momentos como los que he experimentado con Fernando hoy. Estoy contento de haberlo elegido a él para esto.
-Espero haber cumplido con tus expectativas –me dice.
-Las cumpliste y las sobrepasaste también.
-La próxima vez será incluso mejor.
-Seguro. Y si es contigo más aún.
Tras mi comentario Fernando se para de la cama y abre la ventana del cuarto. Enciende un cigarrillo y se dispone a fumarlo. Lo observo y comprendo cuanto lo amo. Ahí parado, detallando la noche y vistiendo solo un boxer, me resulta perfecto. El hombre perfecto.
Hace tan solo una semana no me hubiese imaginado esta escena ni de lejos, pero es interesante ver como funciona el universo. Ahora Fernando y yo estamos juntos y somos felices. Mañana… Ummm… ¿Para que pensar en mañana? Mañana él seguirá a mi lado.