Croccruac (1)

La fantasia no son solo sueños. También hay pesadillas.

CrocCruac 1

"… -Este.-dijo el viejo gordo con las zapatillas de fieltro.-Es el cielo de los dioses que duermen.-

Le pregunte qué dioses duermen, y él mencionó nombres que yo nunca había oído además de nombres que ya conocía.

-Entonces ¿el tiempo no mata a los dioses?-le pregunte y respondió.

-No, pero durante tres o cuatro mil años un dios es adorado y durante tres o cuatro mil años duerme. Solo el tiempo permanece siempre despierto.-"

"Una tienda en Go-by Street"

Lord Dunsany.

Cuaderno encontrado en los restos de la mansión de Oswald O’Brian.

Hoja 1

No espero que nadie crea lo que voy a contar. Pero aún así quiero dejar en claro que yo nunca he sido un mentiroso, al menos no uno tan grande como para inventar las cosas que voy a describir. También debo decir, con Dios como testigo, que nunca le he hecho mal a nadie. A nadie. Por lo tanto Ellos no tienen ningún derecho a encerrarme aquí, sean quienes sean. Y mucho menos tienen derecho a hacerme lo que se que me harán cuando la luna este en lo más alto esta noche.

Se que esperaran hasta entonces antes de entrar, no tienen prisa, pues saben que no hay forma de escapar. Estoy encerrado en el ático, con tan solo una pequeña buhardilla por donde entre la luz del sol. He tenido que sentarme justo bajo ella para poder escribir estas líneas en el viejo libro de cuentas, que encontré sobre un desvencijado escritorio que alguien arrumbo aquí arriba, y al cual aún le quedan páginas en blanco.

Luego, si tengo suerte, tal vez pueda hacer que llegue a manos de alguien. Se que eso es imposible, pero concentrarme en esta labor me permite sobrellevar el miedo que me consume a cada minuto.

Empezare por decirles que mi nombre es Patrick Donald y que cumplí los 12 años en julio pasado. Soy por nacimiento norteamericano, natural de California, soy un chico normal, caucásico y de pelo rubio y todo el mundo dice que soy un nerd . Vine a este país, Irlanda del norte, en compañía de mis padres Bob y Martha Donald, así como de mis hermanos Jeff de 18 y Marian de 16.

Se preguntaran ¿Qué diablos tenía que hacer una familia americana en Irlanda? Bueno todo comenzó, según recuerdo, aquel domingo en el patio de nuestra propia casa. Estábamos pasando el clásico día de ocio viendo un partido de fútbol por televisión, mientras cocinando salchichas y hamburguesas en una parrilla situada en el jardín de atrás de la casa. De pronto alguien llamo a la puerta y mi madre fue a abrir regresando poco después en compañía de un tipo alto y delgado, vestido de negro y con un ridículo sombrero de Bombin, su rostro denotaba más de 50 años, y sus ojos estaban ocultos detrás de unas pequeñas gafas negras.

-Buenas tardes.-nos saludo ampulosamente con un marcado acento que en ese momento no supe interpretar.-Busco al señor Bob Donald.-me dijo despojándose de su sombrero dejando al descubierto su casi deforestado cráneo.

-Ese soy yo-dijo mi padre apartándose de la parrilla para ir al alado de mi madre, quien se encogió un poco de hombros como respuesta la mirada interrogante de mi padre. El hombre saco una tarjeta del bolsillo de su traje y se la extendió con un elegante ademán.

-Soy Rupert Osborne y trabajo para la firma de abogados Easton&Ellis. Traigo un mensaje para usted señor Donald.-cinco minutos después aquel hombre estaba sentado en nuestra sala, rodeado por todos nosotros.

-Su tío-abuelo Oswald O’Donald falleció hace un mes.-dijo el tipo mostrándole a mi padre unos papeles que recién había sacado de su portafolios. Aquella noticia no significo gran cosa para mis hermanos y para mi, pues nunca habíamos mantenido contacto con nuestros parientes europeos, de hecho ni siquiera sabíamos de su existencia. Por el contrario mi padre si pareció entristecerse un poco. Más tarde nos contaría que el tío-abuelo Oswal era el más irritante y testarudo miembro del clan O’Donald, lo suficiente como para quedarse solo en Europa mientras el resto de la familia emigraba a América, donde mis antepasados le quitaron la "O" a nuestro apellido dejándolo simplemente en Donald.

Así las cosas el contacto entre ambas ramas de la familia que del todo anulado. Salvo por mi abuelo quien solía mandarle una tarjeta y una carta breve cada navidad a su hermano mayor. Costumbre que mi padre mantuvo en secreto por varios años después de la muerte de mi abuelo.

-Lo siento querido.-le dijo mi madre colocando cariñosamente la mano sobre su hombro.

-Gracias querida.-le respondió mi padre. Luego se dirigió de nuevo al abogado.-Bueno. ¿Cuál es el propósito de su visita señor Osborne?-el tipo sonrió como si huera estado esperando que alguien le hiciera esa pregunta y sacando unos papeles de su portafolio le respondió a mi padre.

-Su tío Oswald le ha nombrado como su heredero universal.-por un momento todos nos quedamos callados, mudos a causa de la sorpresa. Aquello parecía sacado de una mala telenovela.

-¿Heredero?-repitió mi padre como si no supiera el significado de aquella palabra.

-Así es.-le ratifico el hombre divertido por nuestro desconcierto.- De ahora en adelante es usted el dueño de la mansión familiar, provista con 10,000 acres de tierra, una cuadra de caballos, dos autos mercedes y lo más importantes ¡seis millones de libras esterlinas!-

De sobra esta decir que mis padres se mostraron de lo más cooperativos con el señor Rupert, mostrándole todos los documentos que les solicito, contestando sus preguntas y firmando al punto todos los papeles que él había traído consigo.

-Felicidades señor Donald.-le dijo fríamente el abogado estrechando la mano de mi padre.-Ahora solo falta que se presente usted a reclamar su herencia.-

-¿Como dice? Creí que…-

-Me temo que estos papeles son solo para comprobar que usted es el heredero legítimo de su tío-abuelo Oswald. Peor ahora tendrá que presentarse personalmente a al lectura del testamento en Dublín.-

-¡En Dublín!-exclamo mi madre saliendo de su embelezo inicial.-¡¿Tenemos que ir a Irlanda?!-

-Me temo que si señora. Que tengan un buen día.-dijo el abogado mientras se ponía de pie para hacer un rápido mutis hacia la calle. Esa noche mis padres discutieron la situación. Mi padre no tenía problemas pues era dueño de su propio negocio y podía faltar el tiempo que fuera necesario, mamá era ama de casa y nosotros estábamos de vacaciones. Así las cosas ese mismo fin de semana tomamos un avión que nos trajo a Irlanda.

Debo decir que el clima europeo, siempre nublado y húmedo, me pareció de lo más deprimente. Claro que es la opinión de alguien que se pasaba los días paseando por playas de arena dorada y sol radiante. En fin, a nuestra llegada fuimos recibidos en el aeropuerto por una mujer, bastante atractiva debo decir. La señorita Any O’Brian, secretaria del difunto tío-abuelo Oswald. Era un mujer madura, de unos treinta y algo gruesa aunque no gorda, sus pechos eran grandes y sus caderas firmes. Tenía un rostro agradable, podríamos decir que juvenil, y su cabello era tan rojo como el fuego. Vestía un impecable traje sastre y unos zapatos de brillante charol.

Después de las presentaciones de rigor nos llevo en su auto a través de las viejas calles de Dublín, donde pudimos ver la curiosa amalgama de edificios viejos, que a mi se me antojaban casi medievales, con modernas estructuras de vidrio y acero. Sin embargo no pudimos admirar la ciudad por mucho tiempo pues nuestro destino, la casa de la familia, estaba algo apartada de la ciudad, demasiado apartada diría yo. La señorita O’Brian manejo por casi una hora por una moderna carretera, luego tomo una desviación y entramos a un camino rural que nos trajo hasta la vieja propiedad de los O’Donald.

Finalmente llegamos hasta el alto muro que bordeaba lo que iba a ser nuestra casa en Europa, hecho de pesadas piedras de color negro y recubierto de moho, por fin nuestra guía se detuvo frente a una pesada reja y se detuvo junto a un intercomunicador colocado a un lado de la entrada.

-Soy la señorita O’Brian. Traigo conmigo al señor Donald y su familia.-

Casi de inmediato se dejo escuchar un sonido mecánico y la reja comenzó a deslizarse hacia la derecha, permitiendo el paso del vehículo de la abogada continuara la marcha dentro de la propiedad. Por el camino pudimos ver grandes árboles, abetos y sauces, que se alzaban alrededor de un gran lago de aguas un tanto turbias. Pero los que más llamaron su atención fueron varios árboles de troncos nudosos y retorcidos, cuyas ramas desnudas y carcomidas parecían amenazar al mismo cielo, mientras permanecían ocultos tras sus congeneres más presentables.

Al fin llegaron frente a la casa y, cuando bajamos del coche ninguno pudo evitar quedarse de pie por un momento, contemplando aquella mansión. Construida totalmente al estilo Irlandés. Dividida en dos naves casi del mismo tamaño, con dos plantas y techos de dos aguas de donde salían delgadas chimeneas de ladrillo, amplias ventanas y una serie de salientes que le daban un aspecto irregular pero elegante.

La señorita O’Brian tuvo que emitir una discreta tos para sacarnos de nuestro desconcierto e indicarnos que entráramos en la casa. Ella no puso el ejemplo y ascendió por las viejos escalones de piedra hasta una pesada puerta que fue abierta oportunamente por una joven portando el atuendo característico de las sirvientas europeas, un entallado vestido negro y un delatar en color blanco cuyas cintas formaban un coqueto moño a su espalda.

-Buenas tardes señorita.-dijo mientras se hacia a un lado para dejarnos pasar.

-Buenas tardes Elizabeth.-le respondió ella.-¿Esta todo listo?-

-Si señorita. Los demás los esperan en el estudió.-le contesto la joven sirvienta sin moverse de su lugar.

-Síganme. Por aquí.-nos dijo indicándonos el camino. Mientras caminábamos detrás de ella ninguno pudo dejar de volver la cabeza en todas direcciones, admirando las altas paredes llenas de cuadros y retratos de tamaño casi natural. Las gigantescas arañas de cristal y hierro que colgaban de los techos. Los pesados muebles de roble, caoba y otras maderas. Los adornos de porcelana en todas formas y tamaños. Para nosotros aquel lugar era como un museo, sobre todo por lo frío del ambiente, con la diferencia de que todo lo que ahí había era nuestro.

-Por favor pasen por aquí.-nos dijo al tiempo que abría personalmente una pesada puerta de madera que conducía al estudio de la casa. El lugar no era menos impresionante que el resto de la casa, provisto de pesados muebles de madera, anaqueles repletos de libros, así como amplias vitrinas donde podían verse colecciones de insectos y plantas cuidadosamente clasificados. Aquel estudio estaba bellamente iluminado por la luz que emanaba de una chimenea que de paso calentaba el lugar. Fue entonces que divisamos a los dos hombres que nos esperaban sentados a un extremo del pesado escritorio del estudio.

Ambos vestían de negro y, de hecho, parecían gemelos pues usaban el mismo corte de cabello, bigote é incluso actuaban de forma casi sincronizada.

-Buenas tardes.-son saludaron a coro al tiempo que se ponían de pie.-Por favor tomen asiento.-dijo uno de ellos señalándonos unas sillas previamente colocadas en el recinto. Después de las presentaciones y de cubrir todas las formalidades pasamos a lo que en realidad nos importaba, la lectura del testamento. Tal y como nos lo dijo el abogado en América, nuestro desconocido pariente había nombrado a mi padre su heredero universal. Sin embargo hubo algo que no esperábamos. Había una serie de condiciones para que los bienes del tío-abuelo Oswald pasaran a manos de mi padre.

-Mi heredero.-leyó uno de los abogados.-Deberá mantener la propiedad de mi mansión dentro de la familia. No se ha de permitir que se sequen los estanques que circundan la casa, ni tampoco que se altere el monumento de la isla principal. Queda estrictamente prohibido molestar a las ranas y sapos que habitan en las ciénagas. Sobre todo a los sapos gigantes que tienen su morada en el monumento antes citado. Cualquier violación a estas reglas hará que mi sobrino, Bob Donald pierda automáticamente todos sus derechos sobre mi herencia. En cuyo caso esta pasara a manos de mi leal secretaria la señorita Any O’Brian.-

Naturalmente todos dirigimos la mirada hacia la señorita O’Brian, preguntándonos que tan "estrecha" habría sido su relación con nuestro finado pariente. Pero ella se mantuvo impasible y nadie se atrevió a decir nada en voz alta. Al terminar la lectura del testamento los abogados se retiraron y nosotros fuimos instalados en nuestras habitaciones, bastante grandes y lujosas debo admitirlo. Más tarde, a la hora de la cena, la señorita O’Brian, quien en ese momento supimos que vivían en la mansión a causa de su trabajo, nos presento al resto de la servidumbre.

En realidad nuestro tío solo tenía cuatro sirvientes. Elizabeth de quien ya les hable, Thomas el mayordomo, un tipo bastante viejo, calvo y de piel tan blanca como un alvino. Luego estaba Joseline la cocinera, una mujer de unos 45 años, algo gruesa y de cabello entrecano. Finalmente el jardinero James un chico de la misma edad de mi hermano, pecoso y de cabello encendido.

Después de las presentaciones, pasamos al comedor, Thomas, Joseline y James comían en la cocina, no así la señorita O’Brian que se sentó con nosotros a la mesa. La comida nos resulto algo insípida, sin los sabores a los que estábamos acostumbrados, pero teníamos hambre y nadie se quejo de momento. EL ambiente estaba un poco tenso, sobre todo porque mi madre no dejaba de mirar con desconfianza a la antigua secretaria de nuestro tío-abuelo. Finalmente mi padre rompió el silencio con una pregunta que a todos nos daba vueltas en al cabeza.

-Disculpe. ¿A que monumento se refería mi tío en su testamento?-

-Es un círculo de piedra que se encuentra en una pequeño promontorio justo en medio de las ciénagas al norte de la propiedad.-le respondió la mujer dejando su cuchara a un lado del plato.

-¿Por qué dice que es un monumento?-le dije yo irrumpiendo en la conversación.

-Una vez, cuando era joven, alguien le dijo al señor O’Donald que había un antiguo templo celta perdido entre las ciénegas. Inmediatamente comenzó a explorar el área y un día volvió diciendo que había encontrado los restos de ese lugar.-

-¿Y era verdad?-pregunto mi hermano repentinamente interesado.

-¿Quién lo sabe?.-le dijo la secretaria encogiéndose de hombros.-Yo misma he visto esas estelas de piedra talladas, que a primera vista parecen muy antiguas, pero no estoy capacitada para decir si pertenecen a la cultura celta como el señor Oswald creía o no.–desgraciadamente en este punto la platica mi madre decidió intervenir para llevar la conversación a terrenos más realistas.

-Parece que usted y el señor O’Donals se "entendían" muy bien.-dijo con una picara sonrisa en su rostro.-por un momento todos nos quedamos en silencio, reprochándole a mi madre con la mirada su falta de tacto. Por suerte la señorita O’Brian se mantuvo totalmente ecuánime y respondió tranquilamente.

-Le puedo asegurar que el señor O’Donald fue un patrón digno de todos mis respetos.-por un momento ambas cruzaron miradas muy significativas, casi amenazantes, por suerte mi madre decidió que era suficiente por esa noche y volvió su atención hacia la cena. Nadie hablo por el resto de la velada. Más tarde, esa misma noche, todos nos fuimos a dormir en nuestras respectivas habitaciones. Entonces ocurrió algo que sería el principio de nuestra desgracia.

No habían pasado más de unos minutos desde que apague la luz de la habitación, cuando el silencio de la noche se vio desgarrado por unos sonidos graves y monótonamente rítmicos. Al principio creí que era alguna rama mecida por le viento que golpeaba en la pared o algo por el estilo.

Pero luego el sonido se hizo más fuerte y entonces pude identificarlo plenamente. Ranas, un coro increíblemente grande de batracios cuyas voces rompían el silencio de la campiña. Lo raro, aunque no pensé en ello sino hasta después, era que no emitían sus sonidos al azar, como en los pantanos de Florida, sino que parecían seguir un ritmo monótono pero constante, que a momentos se hacia más intenso para luego callar hasta casi desaparecer.

-Cruac… Cruac… Cruac…-era la "nota" constante en medio de aquel canto nocturno. Desesperado trate de ignorar aquel escándalo para dormir, pero una vez que hube encontrado el ritmo ya no me fue posible evitar que aquella cacofonía me mantuviera alerta. No fue sino hasta que las primeras luces del alba rayaron el horizonte que las ranas se callaron y me dejaron dormir.

Eran cerca de las 11:00 am cuando mi madre toco a mi puerta para llamarme al comedor. Por suerte soy joven y el poco descanso que había tenido me resulto suficiente. Aún así al verme al espejo note que estaba pálido y algo ojeroso. Al bajar al comedor pude ver las mismas marcas de desvelo en todos los presentes, menos en al señorita O’Brian que estaba tan fresca como una lechuga.

-¡Que nochecita!-se quejo mi madre mientras Thomas le servía una tasa de café bien cargado.-¿Alguien sabe que diablos fue todo ese alboroto?-

-Eran ranas mamá.-le dije.

-Oh, ¿En serio señor ciencia? Nunca lo hubiera adivinado.-dijo mi hermano haciendo mofa de mi respuesta.

-Yo creí que era un concierto de KISS.-intervino mi hermana Marie para hacer más grande su burla hacia mi.

-¡Basta chicos!-espeto mi padre levantando la voz.-Todos estamos desvelados por culpa de esos bichos escandalosos, pero esa no es razón para pelear a esta hora.-

-Usted no parece molesta señorita O’Brian.-comento mi madre comparando nuestro lamentable estado con el de la secretaria, quien como ya dije lucía radiante esa mañana.

-He vivido aquí el tiempo suficiente para acostumbrarme a esas cosas.-dijo con toda calma.-De hecho puedo decirles que cada noche de luna llena las ranas y sapos de las charcas y estanques se ponen frenéticos cantando toda la noche.-

-Y ¿por qué hacen eso?-pregunto Jeff en medio de un bostezo.

-Para llamar a las hembras antes de aparearse.-fue la respuesta.

-¡Guaccc! O sea que esas cosas tuvieron una orgía anoche.-dijo Marie con cara de asco al pensar en cientos de cuerpos babosos copulando entre si.

-¡Marie!-exclamo mi madre escandalizada de las palabras de mi hermana, a quien aún trataba como a una niña pequeña. Mi padre por su parte se froto los ojos en señal de cansancio, y de aburrimiento por nuestra plática matutina.

-Señorita O’Brian ¿podríamos llamar a alguien para que se encargue de esos animales?-

-Pero papá….-intervine casi alarmado.-¿Acaso no recuerdas las condiciones del testamento? Esta prohibido molestar a las ranas y sapos de los estanques.-

-Es verdad.-dijo mi madre.-Si lo haces perderás la fortuna de tu tío-abuelo. ¿No es así señorita o’Brian?-pregunto arrastrando significativamente las últimas palabras.

-En efecto.-dijo la antigua secretaria sin inmutarse.-Iba a recordárselo en este preciso momento.-

-Seguro que sí.-dijo mi madre mirándola con ojos acusadores. Esta vez la señorita O’Brian pareció enojarse de verdad y levantándose de la mesa nos dejo solos.

-Con permiso.-dijo al salir del comedor.

-Martha.-dijo mi padre apenas nos quedamos solos.-¿Se puede saber que es lo que te propones "buscándole las costillas" a la señorita O’Brian?-

-Solo vigilo nuestros intereses.-

-¿Nuestros intereses?-

-Desde luego Bod. ¿Acaso no te das cuenta? Esa mujer quiere despojarte de la herencia.-

-¿De que hablas?-

-¡Ay! Bob no seas tonto.-dijo mi madre con fastidio.- Ella iba a dejar que llamaras a un exterminador para callar a esas escandalosas ranas. Luego, cuando el hombre estuviera trabajando, solo tendría que llamar a los abogados y Voala, saluden a la nueva millonaria.-

-¡Ay Martha por favor!-

-Es cierto.-el resto del desayuno transcurrió sin ningún incidente. Más tarde, mi madre se retiro a sus habitación para tomar una siesta, mi hermano y mi padre salieron a Dublín a buscar no se que cosa y mi hermana Marian encendió un gran televisor para buscar que ver. Yo por mi parte decidí explorar la mansión de nuestro tío-abuelo. Más por aburrimiento que por que me interesaran las antigüedades. En poco tiempo recorrí barios salones y finalmente llegue hasta el estudio de la casa. Un amplio recinto provisto de pesados muebles de madera, anaqueles repletos de libros, así como amplias vitrinas donde podían verse colecciones de insectos y plantas cuidadosamente clasificados. Aquel lugar estaba bellamente iluminado por la luz que se filtraba a través de las amplias ventanas decoradas con cortinas blancas. Fue entonces que mis ojos se fijaron en el gran escritorio de madera colocado al fondo del recinto.

Sobre el se amontonaban varias pilas de pesador libros, así como mapas y papeles de todas clases. Curioso por naturaleza me acerque y eché un vistazo a aquel desorden. Lo primero que descubrí fue un pesado volumen titulado "La rama de oro" escrita por Sir George Frazer. Otro era "El martillo de los maleficios" del cual había dos tomos uno traducido al inglés y otro escrito en latín por Jacob Sprenger. También había varios manuscritos como "Fragmentos de Celeno" escrito por un tal Dr. Laban Shewsbury y otro titulado "Los monstruos y su relea" que perecía estar en inglés antiguo. Todos tenían gran cantidad de separadores entre sus páginas, seguramente para poder encontrar ciertos párrafos con relativa facilidad.

También había varios diccionarios, antiguos y modernos, de latín, francés y alemán. En ese momento no me cupo la menos duda de que mi tío era alguna especie de erudito o al menos un hombre extremadamente culto. Sin poder evitarlo tome uno de los libros, que permanecía abierto como si estuviera ansioso de que alguien leyera su contenido. Por desgracia estaba escrito en latín y apenas fui capaz de leer su titulo: "Misterios del Gusano". Decepcionado iba a colocarlo otra vez en su sitio cuando descubrí que bajo el estaba oculto un grueso cuaderno escrito a inglés contemporáneo.

Sin pensarlo lo tome y leí el titulo del mismo. "El Dios del Pantano ó los sacrificios humanos en la religión celta" Por Oswald O’Donald. Un cierto escalofrío me recorrió la columna al darme cuenta de que lo que tenía entre las manos era le manuscrito de las investigaciones que mi tío había realizado en torno a los celtas. Lleno de curiosidad comencé a pasar las hojas, algunas de las cuales mostraban bosquejos, mapas y dibujos que sin duda hacían referencia a ciertas áreas de la propiedad familiar.

Uno en particular me llamo la atención, era un dibujo sobre una serie de monolitos colocados de forma caprichosa en una especie de isla, cada uno debía pesar una tonelada y estaban llenos de extraños relieves donde aparecían figuras humanos mezcladas con otras que parecían batracios, todos danzando ante el trono de una especie de trono, por desgracia la erosión había borrado casi todos los detalles de esa parte del dibujo. En ese momento recordé los comentarios de la señorita O’Brian sobre el supuesto monumento que mi tío-abuelo decía haber encontrado. Un curioso entusiasmo se fue apoderando de mí y sin pensarlo me senté en la silla del escritorio para leer con detenimiento el contenido de aquella bitácora.

-"Mayo 1° hoy he recibido la visita de mi amigo Arthur Lamcaster, quien me ha pedido permiso para realizar ciertas investigaciones de carácter antropológico en las ciénagas que cubren casi toda el área norte de mi propiedad. Al preguntarle el porque le interesaba esa zona en particular me dijo que había desarrollado una nueva teoría respecto al "hombre del pantano" (*) y que esperaba encontrar algo que apoyara sus hipótesis. Le he dado permiso siempre que me deja ir con él.

Julio 12. Arthur esta sumamente intrigado. Pues hemos encontrado una especie de monumento hecho con pesados monolitos de piedra que parecen señalar un sitio sagrado de origen neolítico. Pero los dibujos tallados en las piedras son tan extraños é incoherentes que nos hemos quedado patidifusos. Aún así Arthur ha podía descifrar una parte y la ha entonado en voz alta.

"M’gan… M’gan… T’yulo. U’tk-nki, Nki-yul G’dim A’llag… D’ngi-yul grbi"

Esta noche las ranas están croando como nunca las había oído hacerlo."-

En ese momento la señorita O’Brian nos llamo a cenar y por lo que tuve que interrumpir mi lectura. Solo entonces me percate de lo rápido que había pasado el tiempo. Después de la cena regres4e al estudio y me lleve el cuaderno de mi tío a mi habitación para continuar la lectura. Por un momento me pereció que la señorita O’Brian se molesto mucho cuando me vio salir del estudio, pero no me ha dicho nada. A solas en mi habitación he vuelto a leer aquel galimatías que el señor Arthur transcribió de las piedras. A lo lejos el canto de las ranas comenzó a elevarse de nuevo.

Así que decidí dejar mi lectura para el día siguiente. Las ranas y los sapos parecían tener más ritmo esa noche, pues su canto me fue arrullando de una forma casi hipnótica con su monótono

-Cruac… Cruac… Croc… Croc…-fue entonces que tuve el primero de una serie de extraños sueños. Al principio fue como caer dentro de una oscuridad más allá del tiempo y del espacio. Luego llego la luz, una luz totalmente anormal procedente de una enorme luna de color sangre cuyos rayos rojizos se reflejaban sobre la superficie de una enorme laguna de aguas cristalinas, rodeada por altos árboles de ramas torcidas, cuyas hojas se movían aunque no se sentía ningún viento. Bajo esos árboles solo existía la oscuridad y un helado silencio interrumpido solo por el ruido del viento contra los ásperos troncos. Pero pronto se dejo escuchar otro sonido, como un trueno que resonara cada vez más fuerte. En ese momento pude sentir la presencia de algo muy grande, enorme, algo que me sacudió hasta lo más profundo de mí ser. Mis ojos miraron en todas direcciones pero solo pude ver una sombra que parecía nadar bajo las aguas. Entonces escuche otro sonido, algo parecido al canto de las ranas y los sapos pero con un volumen que lo hacia casi insoportable.

Entonces el escenario cambio y de pronto me encontré en medio de un gran círculo de rocas oscuras, donde también estaban reunidos varios grupos, uno eran aldeanos de varias villas cercanas, no se como pero supe que así era, otros eran hombres deformes y desnudos que tocaban insólitos instrumentos, hechos de ramas y carrizos, con los cuales producían una música tan extraña que el mismo diablo se aterraría al escucharla. Había un grupo más, pero estaba tan alejado de las grandes fogatas que iluminaban las cercanías de aquel monumento megalítico que solo se veían sombras saltando de forma ridícula cerca de la orilla.

Al centro de aquellos seres se levantaba un altar de piedra frente a una especie de obelisco de unos 5 metros de alto y junto a el se hallaba una figura, una mujer según pude apreciar, vestida solamente con una gran capa de color rojo como la sangre. Sobre el altar se encontraba varias canastas de mimbre atadas con cuerdas y dentro de ellas podían escucharse los llantos desesperados de niños recién nacidos. De pronto la mujer comenzó la lanzar una serie de palabras que nunca había oído ni en los dialectos más bárbaros, de hecho dudo que un ser humano pueda pronunciar semejantes frases. Era lago así como:

-¡ M’gan… M’gan… T’yulo. U’tk-nki, Nki-yul G’dim A’llag… D’ngi-yul grbi! ¡VARF-SHUB-NIGGURATH!- juro que pude sentir con toda claridad como se levantaba un viento helado alrededor de todos los presentes, tan frío que calaba hasta los huesos. ¡Entonces aquella maldita bruja prendió fuego una a una a las canastas mimbre que rodeaban el altar, el llanto se transformo en gritos de agonía y la música plutónica se hizo más fuerte! Los aldeanos gritaban como dementes mientras se desnudaban y se arrojaban dando saltos las frías y negras aguas de la laguna, sobre el altar varias vestales se unieron a la mujer lo mismo que varios de esos seres deformes cuya piel parecía resbaladiza y cubierta de enormes verrugas. Juntos comenzaron un nuevo canto.

-¡CROC….CRUAC…! ¡CROC….CRUAC!.. ¡VARF-SHUB-NAGGURATH! ¡Iä!¡Iä! ¡SHUB-NAGGURATH! ¡YA-R’IYEH!- fue entonces que se presento la visión que me perseguirá mientras tenga vida. Las aguas de la laguna comenzaron a teñirse de rojo, con la sangre de los que saltaban y nadaban en ellas, uno a uno los aldeanos fueron jalados hacia el fondo. Mientras los demás se trenzaban en una orgía bestial, hombres y mujeres de todas las edades se desnudaron de sus ropas y se unieron en las impías formas, de tal forma que en vez de excitarme me provocaron una infinita repugnancia. En eso las sombras que cantaban desde lejos se elevaron por los cielos impulsados por deformes ancas negras y desde arriba continuaron alabando a eso que llamaban.

Incapaz de soportar más desperté sobre mi cama, agitado y sudoroso. Aquella tenía que la peor pesadilla de toda mi vida… o al menos eso creí…-

Continuara….

Autor: CrocCruac.