Cristina y Marcos/ Obsesión (6/ 12)

Adaptación del "clásico" que a nadie ha dejado indiferente y que ha animado a muchos lectores a escribir su propio final... ahora no es Marcos quien nos cuenta su versión de la historia... ahora alguien diferente nos cuenta cómo vivió toda la historia.

Capítulo 6

  • Hola Gema... ¿por dónde andas? – me preguntó Cristina cuando contesté al teléfono.

  • Estoy haciendo unas compras cerca de la plaza mayor – contesté.

  • ¡Anda!... si estás aquí al lado... vente al restaurante de la esquina que me gustaría hablar contigo de algo serio y muy delicado – me dijo cambiando por completo su tono de voz.

Cuando entré en el restaurante y la vi me quedé alucinada... con traje de falda, ligeramente maquillada y realmente muy muy guapa... no le había sentado tan mal el cambio a la empresa familiar, una pena que no hubiera conseguido librarse del imbécil de Marcos.

  • Siéntate guapa que te invito a comer y hablamos... paga la empresa – me dijo con una sonrisa.

  • Así tendrías que haber vivido siempre Cristina... pero claro, escogiste a Marcos – ahí iba mi primer ataque contra el imbécil de su marido.

  • ¡GEMA!... ¿ya empezamos?... ¿quieres que me vaya? – me dijo con seriedad empezando a recoger sus cosas en actitud amenazante.

  • Vale Cristina... perdona... pero tienes que reconocer que te ha venido bien el cambio a la empresa familiar... ¡mírate!... estás increíble, ahora si pareces una Sánchez – dije reafirmando con la cabeza mis palabras.

  • Para lo que va a durar... – dijo mirándome con seriedad.

  • ¿Qué pasa Cristina?... ¿es de eso de lo que querías hablar? – pregunté preocupada por su tono de voz.

  • ¡GEMA!... Marcos tenía razón sobre lo de trabajar en la empresa familiar... voy a dimitir mañana mismo...

  • ¿CÓMO? – la interrumpí gritando – creí que estabas contenta, bueno contentos, trabajando en la empresa familiar... me dijiste que Marcos tendría posibilidad de ascender poco a poco y que Roberto quería que tú fueras su mano derecha en la empresa.

  • SÍ, su mano derecha – dijo con una sonrisa fingida mientras movía su mano derecha como si estuviera haciendo una paja.

  • ¿Qué ha pasado Cristina?... no lo entiendo – dije sonriendo por su gesto.

  • Esta mañana he escuchado a Roberto hablando por teléfono por casualidad, casi la conversación completa, aunque reconozco que no sé muy bien con quién hablaba la verdad... el caso es que estaba presumiendo que su nueva putilla ya sabía hacer de todo en la oficina y estaba lista para enseñarle a negociar contratos, que mañana lo iba a comprobar en primera persona... – dijo Cristina.

  • Bueno Cristina, tampoco tienes porque ponerte así por eso – la interrumpí – ya lo has visto en el club de intercambios... algunas veces los negocios entre empresas, cuando las gestiones las realizan hombres, acaban en sitios como ese o hablando en un lenguaje un poco soez como el que has escuchado esta mañana... pero sólo es eso, seguro que es todo un pequeño malentendido.

  • ¿UN MALENTENDIDO? – dijo levantando la voz – ¿una putilla que está casada?... ¿de familia de clase alta?... ¿con el cornudo trabajando en el departamento de contabilidad de su empresa hasta que se jubile o decida abandonar la empresa por puro aburrimiento?... ¿QUÉ HE MALENTENDIDO GEMA? – gritó de nuevo – si sólo le ha faltado decirle que su nueva putilla era su cuñada... ¡JODER!... y para que no tuviera dudas, nada más colgar, me llama a su despacho y me dice que me tome lo que queda de día libre para hacer las maletas, que mañana nos vamos los dos juntos a Valencia a negociar un contrato con un cliente.

No pude evitar reírme al escuchar aquello y recordé de nuevo aquellas palabras de Roberto cuando se firmó aquel gran contrato – mis cuñados siempre tendrán un puesto de trabajo en la empresa familiar... cada uno acorde a su valía, claro está – ahora entendía perfectamente aquella sonrisa... el puesto de Marcos era el del último mono en la empresa y el de Cristina debajo de su mesa chupándole la polla.

  • Encima te hace gracia... ¡es que no me lo puedo creer! – me dijo Cristina totalmente indignada.

  • Bueno... bueno... no te enfades... ¿y qué vas a hacer? – pregunté curiosa.

  • Pues mañana mismo Marcos y yo dimitimos... que se busque otra putilla y otro marido al que humillar y llamar cornudo... – dijo Cristina muy seria.

  • Bueno – la interrumpí – jajajaja... tú un poco putilla ya eres... jajajaja... y tu marido un cornudo humillado también... jajajaja – dije entre carcajadas.

  • ¡ME CAGO EN TU PUTA MADRE GEMA!... ¡TODAVÍA TE VOY A PARTIR LA CARA AQUÍ MISMO! – gritó levantando la mano amenazándome... haciendo que me callara de golpe, asustada por su amenaza... al tiempo que toda la gente de aquel restaurante se quedaba mirándonos.

Estuvimos en silencio mirándonos fijamente a los ojos unos minutos... momento que aprovechó el camarero para tomarnos nota... al menos con los gritos de Cristina llamamos su atención...

  • ¿Y qué vas a hacer? – le pregunté tras el largo silencio.

  • Ya te lo he dicho, mañana Marcos y dimitimos... esta vez no es como la anterior, ahora tenemos unos ahorrillos para ir tirando mientras buscamos otro trabajo – dijo Cristina cabizbaja.

  • ¿Crees que es buena idea eso de dimitir los dos? – pregunté.

  • ¿Qué otra idea tienes Gema?... porque yo a veces alucino contigo... te estoy diciendo que mi cuñado se refiere a mí como putilla y a mi marido como cornudo cuando habla por teléfono con sus amigos, o con sus clientes... y me estás diciendo en serio, que si largarme de la empresa es buena idea... ¿qué tengo que hacer entonces Gema?... ¿me tengo que quedar en la empresa familiar para que mi cuñado se siga riendo de mí y de mi marido en nuestra puta cara? – dijo furiosa.

  • Pero no hay más empresas de arquitectura aquí en Granada... o por lo menos, eso tengo entendido.

  • Como si me tengo que ir a trabajar de cajera en un puto supermercado Gema... mi dignidad y la de mi marido valen más que eso – dijo con mucha vehemencia.

  • Bueno... bueno... menos lobos caperucita – le dije a modo de burla... eso me gustaría verlo... ¿trabajar en un supermercado?... no se lo creía ni ella.

  • Pues mandaremos CVs, Marcos y yo, a empresas de arquitectura fuera de Granada... exactamente igual que hicimos el año pasado cuando la otra empresa estaba a punto de cerrar... estoy segura de que alguna empresa nos llamará – dijo muy segura de sí misma.

  • ¿Y si vuelven a llamar a Marcos de esa empresa de Barcelona que quería contratarle el año pasado?... porque, al final, no le dijiste nada de aquella oferta... ¿verdad? – pregunté ingenuamente sabiendo que, dando justo ahí, haría daño y la haría dudar.

  • ¡OSTIA!... ¡ES VERDAD! – gritó llevándose las manos a la cabeza, antes de agachar la cabeza como pensando qué decir.

Otro silencio incómodo presidió aquella mesa, lo que me indicó que aquella conversación estaba justo en el punto que deseaba... esta vez el silencio fue interrumpido por el camarero para traernos la comida y servirnos un poco de vino en las copas.

  • No sé qué hacer Gema... ya no me acordaba de esa oferta de trabajo... si Marcos vuelve a enviarles el CV y se ponen en contacto con él...

  • Te deja Cristina... te deja para siempre – intenté manipularla un poco más, no quería a mi amiga viviendo en Barcelona con aquel imbécil – Marcos será un cornudo – leña al mono, pensé, total ya que estaba lanzada – pero al menos piensa que nunca le has mentido... te ha perdonado infidelidades pasadas e incluso futuras, pero... ¿crees que después de todo lo que habéis pasado, te perdonará también que le hayas mentido para entrar a trabajar en la empresa familiar?... tú misma me dijiste que él no quería trabajar allí... le mentiste para que lo hiciera...

Estaba segura de que sí... después de todo lo que ya le había perdonado el imbécil de Marcos... ¿cómo no iba a perdonarla por aquello?... después de todo, no era lo mismo obviar decir algo en un determinado momento que mentir directamente a la cara sobre algo... confiaba que Cristina se tragara aquel cuento, pero todavía tenía que adornárselo un poco más... y para ello nada mejor que atacar su orgullo y su amor propio.

  • Cristina... eres una mujer inteligente y adulta... ¿me vas a decir que no eres capaz de manejar y torear , si tú quieres, a un cincuentón como Roberto? – le pregunté con malicia – si no quieres que pase nada, no pasará.

  • ¿Me estás pidiendo que le siga el juego?... ¡JODER GEMA!... ¡NO QUIERO!... no quiero traicionar a Marcos... ¡CON NADIE!... y menos con Roberto... ¡qué es mi cuñado!... si Marcos se entera me deja... ¿y mi familia?... ¿cómo los miro luego a la cara si eso llegara a suceder? – me dijo muy seria.

  • ¿Qué otra opción tienes?... torear a tu cuñado o que Marcos pueda enterarse de lo de Barcelona... yo no veo más soluciones Cristina, tendrás que elegir... ¿Guatemala? o ¿Guatepeor? – dije satisfecha con el argumento de mi manipulación perfectamente acabado.

  • No lo sé Gema... no lo sé... ¿por qué tiene que ser todo tan difícil?... nos está yendo tan bien juntos últimamente – dijo suspirando.

  • Siempre puedes divorciarte de Marcos ahora – dije con una sonrisa.

  • ¡ESO NUNCA VA A SUCEDER! – dijo con determinación.

  • ¡Vaya!... esta vez tampoco has picado – dije riéndome a carcajadas por disimular un poco mi decepción y frustración.

  • ¡TONTA! – escuché mientras sentía un golpe en la mano.

La comida transcurrió sin más novedad y nos despedimos... sabía que había manipulado a Cristina lo suficiente para que no dimitiera y conociendo a Roberto, sabía que no era de los que desistiría de ninguna de las maneras hasta haber conseguido lograr su objetivo, y en eso confiaba... ¡Roberto no podía fallarme!... y por fin lo conseguiría, después de tantos años... ¡MARCOS!... ¡EL PUTO MARCOS!... ¡SIEMPRE MARCOS!... byebye .

La semana siguiente no tuve noticias de mi amiga... ¿por qué no me llamaba?... ¿qué habría pasado en Valencia?... ¿se la habría follado Roberto?... Roberto era zorro viejo, un tiburón que se las sabía todas, Cristina en su inocencia no sería para él más que un tierno corderito esperando a ser devorado por el zorro... esperaba que ya hubiera pasado, pero en el fondo sabía que sólo era cuestión de tiempo.

Mientras tanto había que ir observando el terreno... así que durante el fin de semana, aprovechando el calor del verano, me acerqué varias veces a una cafetería que había frente a la casa de mi amiga... ¿estaría en casa?... ¿se habría ido nuevamente de viaje de trabajo con Roberto?... para mí desgracia el domingo a media tarde los vi llegar juntos a casa, abrazados y muy acaramelados.

Al día siguiente, lunes, de repente la vi caminando en mi dirección por la calle... algo le pasaba, pude notar ya de lejos su cara de preocupación... ni siquiera se dio cuenta de mi presencia...

  • Cristina, demonios, que casi chocamos y ni te has dado cuenta que era yo – dije.

  • Perdona Gema, es que tengo demasiadas cosas en la cabeza y no sé qué me pasa – intentó justificarse por su despiste.

  • Pues qué te va a pasar, que estas mal follada – le dije con una sonrisa.

  • ¡JODER!... Gema... siempre estás con lo mismo – me dijo muy seria.

  • Con lo único, querida amiga, con lo único... vamos, cuéntame que te pasa – le dije intentando averiguar qué le ocurría, porque era más que evidente que le ocurría algo.

Cristina me confesó todo lo que había pasado en Valencia... como en la presentación deslumbró a los clientes, en especial un tal Juan que era el político responsable de la aprobación final del proyecto... como después, Roberto le escogió hasta la ropa que debía ponerse para la cena... cenaron acabando de discutir algunos temas mientras el tal Juan no paraba de acariciarle tímidamente las piernas bajo la mesa... firmaron un borrador del contrato y se fueron todos juntos a celebrarlo a una discoteca donde estuvo bailando con varios de los clientes y con el tal Juan... como el tal Juan intentó una y otra vez meterle mano de forma descarada mientras bailaban... hasta que alegando cansancio consiguió librarse de él y se retiró.

Cuando ya estaba en la habitación entró Roberto a preguntarle cómo estaba y si quería que salieran a disfrutar de la noche valenciana... ante su negativa Roberto no insistió, pero poco a poco ayudado por su labia y una bebida azul que le ofreció diciéndole que era un relajante que la ayudaría a dormir, acabó introduciéndose entre sus piernas.

  • ¡JODER CRISTINA!... el jueves cuando nos reunimos para comer estabas tan indignada, pensado incluso en dimitir y el viernes mírate... no has podido resistirte ni una noche a ser la nueva putilla del jefe – le dije a modo de burla.

  • ¡CÁLLATE!... no me lo recuerdes – me dijo con tono serio, cara de enfado y dos lágrimas recorriendo sus mejillas – no sé cómo pasó... sólo quería que se fuera y me dejara dormir porque estaba muy cansada... no sé porqué me dejé convencer para que me diera un masaje y de repente...

  • Te estaba follando – la interrumpí – ¿y qué pasó después? – pregunté con una sonrisa esperando conocer más detalles.

  • Cuando se fue a su habitación esperé como una media hora, entonces supuse que ya se habría dormido y me fui a dar una ducha... después de ducharme me vestí, cogí mis cosas y me largué de aquel hotel... al final terminé regresando a casa en tren – me dijo Cristina.

  • ¿Y ha pasado algo más que yo deba saber? – le pregunté con tono burlón.

  • Todo fue normal la semana siguiente en el trabajo, ni siquiera hablamos... pensé que se había olvidado de todo y que no pasaría nada más entre nosotros, hasta que esta mañana me ha llamado a su despacho...

Cristina me contó también los coqueteos con Roberto esa mañana en la oficina, siguiéndole el juego por temor a que se lo contara a alguien... las fotos subidas de tono que tuvo que enviarle... su viaje a Málaga dentro de dos días para cerrar definitivamente un negocio... ¿o era para abrirlo?... me habló incluso de la conversación que había tenido comiendo con Laura antes de encontrarnos, donde le había hablado de su relación especial con Roberto y de cómo funcionaban esos negocios... ¿le habría hablado Laura también de mi trabajo para aquella empresa?… venía de hablar con ella cuando nos encontramos por la calle... se puede decir que me lo confesó absolutamente todo, como cuando éramos niñas.

Que suerte tenía Cristina, le había tocado la lotería... dinero, sexo, el imbécil de Marcos en casa como un corderito... aunque mejor si el corderito se largaba y no tardaría... sin embargo, no parecía para nada emocionada...

  • ¿Se lo has contando a Marcos? – pregunté curiosa.

  • Gema... Marcos y yo tenemos un acuerdo... él no me hace preguntas cuando salgo y yo le cuento las cosas sólo si yo quiero... sólo me comentó que le pareció extraño lo tarde que había llegado de Valencia, pero no me preguntó nada de qué había pasado... y yo no le dije nada, de momento prefiero que esté al margen de lo que sucede... si se entera me deja y eso es lo único que estoy segura que no quiero – me dijo cabizbaja.

  • ¿Y qué va a pasar ahora? – le pregunté a mi amiga.

  • No lo sé Gema... la verdad es que no lo sé... ahora Roberto me tiene en sus manos... pero como suele decir mi padre, tendré que jugar esta mano con las cartas que me han tocado... el problema es que es un juego peligroso, demasiado peligroso y si lo juego ya no habrá vuelta a atrás... si lo hago tengo que llegar hasta el final con todas las consecuencias... el fracaso o rendirse a mitad del camino no es una opción Gema – dijo resignada.

  • ¡A POR TODAS CRISTINA! – grité entusiasmada... iba a suceder, tendría una aventura con Roberto y cuando Marcos se enterase, por fin, se largaría.

  • ¿A por todas? – preguntó – ¿en serio Gema?... ¿ahora somos animadoras?... ¡JODER GEMA!... ¡JODER! – exclamó mientras negaba con la cabeza – lo primero que tendría que hacer es intentar deshacerme de Laura, así tendría el camino totalmente libre – me dijo con rabia.

Me gustó escuchar aquellas palabras... Laura era la puta número uno de Roberto y Cristina quería librarse de ella... ¿quería Cristina ser la puta número uno de Roberto?... ¿significaban aquellas palabras que si Cristina se libraba de Laura, yo por fin, conseguía librarme de Marcos?... ¡POR FIN!... ¡MARCOS!... ¡EL PUTO MARCOS!... ¡SIEMPRE MARCOS!... byebye .

Se acababa el verano y la temporada taurina en España estaba llegando a su fin, Manuel Enrique me invitó a irme con él a hacer las américas... como buena enamorada y prometida acepté su invitación sin dudarlo, él pagaba... ¿varios meses en Latinoamérica con todo pagado?... ¿qué mujer en el mundo habría podido negarse?

Inmediatamente quise compartir aquella noticia con mi mejor amiga, así que en cuanto Manuel Enrique me dejó en casa tras la cena, la llamé por teléfono... debía estar todavía en Málaga negociando aquel nuevo contrato para su empresa del que me había hablado el lunes... y quizá también, volviendo a follar otra vez con Roberto... una sonrisa se me dibujó en el rostro ante esa idea de mi amiga follando con Roberto.

  • Hola Gema... snif, snif, snif ... ¿qué tal estás?... snif, snif, snif... – escuché entrecortada la voz de mi amiga al otro lado de la línea.

  • ¡¿Adivina?!... ¡ME VOY CON MANUEL ENRIQUE A SU GIRA AMERICANA! – le dije a mi amiga completamente entusiasmada.

  • Me alegro mucho por ti Gema... snif, snif, snif ... de verdad... snif, snif, snif ... ya va siendo hora de que asientes la cabeza – me dijo Cristina.

  • ¿Qué te pasa Cristina?... ¿no estarás llorando? – pregunté preocupada a mí amiga.

  • No es nada Gema... snif, snif, snif ... de verdad, ya se me pasará – respondió con un hilo de voz.

  • ¿Todo bien por Málaga... qué tal la negociación para la firma del contrato ese del que me habías hablado? – pregunté curiosa.

  • No muy bien Gema... snif, snif, snif ... no ha ido demasiado bien... snif, snif, snif ... creo que se alargará bastante – contestó muy bajito.

  • ¿Y con Roberto? – pregunté alargando el nombre de su jefe y ahora supuestamente también su amante.

  • ¡No quiero hablar de eso Gema! – me dijo con voz cortante.

  • ¿Qué pasa... folla todavía peor que Marcos? – pregunté riéndome sola.

  • … – no hubo respuesta.

  • ¿Cristina sigues ahí?... ¿Cristina?... ¿Cristina? – me había colgado.

Intenté llamarla un par de veces más pero el resultado fue el mismo, Cristina no volvió a contestarme al teléfono aquella noche... en aquel momento pensé para mí misma que quizá estaba disgustada por algo que no había salido bien en el contrato que iban a firmar... cosas de negocios, esas cosas suelen pasar... ya se le pasaría.

Si os estáis preguntando si convivir con Manuel Enrique me hizo detener por un ápice mi alocado estilo de vida, deciros que estáis muy, pero que muy, equivocados... Manuel Enrique se iba a dormir muy pronto los días anteriores a sus corridas, así que esas noches yo aprovechaba para tener las mías... fiestas, alcohol, coca, sexo, orgías... noches inolvidables en que acaba bien acompañada en alguna cama y que precedían a aburridas tardes sentada en plazas de toros, en algún palco del tendido de sombra con mis ojeras ocultas bajo unas gafas de sol, aguantándome la risa cuando la gente aplaudía con fervor a Manuel Enrique... recordaba mis faenas nocturnas en la cama, batallas entre amazona y semental, siempre de dos orejas y rabo, aquello si que era un espectáculo digno para aplaudir... mientras sobre la arena veía las faenas de Manuel Enrique, batallas de toro contra toro, morlaco contra morlaco... no hubo afortunadamente que lamentar durante aquella larga gira por el nuevo continente, ni en la cama ni en la arena, percances de gravedad.

Pero como todo lo bueno se acaba... después de haber disfrutado con todos los gastos pagados de un viaje de ensueño y de algunos de los mejores sementales de toda Latinoamérica, tocaba regresar a España... hacía mucho tiempo que no veía a mi amiga y debido al cambio horario nuestro contacto se limitaba a intercambiar algunos mensajes espaciados en el tiempo donde apenas hablábamos de nada.

La semana de mi regreso Cristina me llamó para preguntarme si el domingo me apetecía acompañarla para desayunar... ya ese primer domingo por la mañana, alrededor de las diez y media, nos encontramos en la terraza de la cafetería que había delante del portal de su casa dándonos un gran abrazo... habían pasado varios meses sin vernos...

  • ¡Qué tal Cristina!... ¿cómo se te ha ocurrido la idea de invitarme a desayunar un domingo? – pregunté divertida.

  • Hace ya unas cuantas semanas que paro aquí a desayunar los domingos y un día me pregunté... ¿por qué no invitas a Gema cuando vuelva?... y ahora que te miro a los ojos, estoy segura que he acertado y que te vendrá bien desayunar algo – me dijo con un tono severo que hizo que recordara a mi madre.

  • ¡SÍ MAMA! – contesté entre carcajadas.

  • ¡OYE!... tampoco te pases Gema... encima que me preocupo por ti... a saber dónde habrás estado metida hasta estas horas, con quién y qué habrás hecho por ahí – dijo cogiéndome la mano.

  • ¡CULPABLE! – dije levantando la otra mano provocando en ella una sonrisa de tristeza.

Hablábamos de nuestras cosas y le contaba anécdotas de mi gira americana cuando de pronto Cristina, sin ningún motivo, se puso a llorar.

  • ¡AHÍ VA!... ¡PEDAZO DE CABRÓN! – masculló entre dientes secándose las lágrimas que caían por sus mejillas.

  • ¿Qué pasa Cristina? – pregunté alarmada.

  • Nada, nada... Gema... ¿qué me estabas contando de México? – me dijo tratando de recuperar la entereza y fingiendo una sonrisa.

Continuamos hablando como si nada hubiera pasado, hasta que dieron las doce en punto de la mañana... en ese momento Cristina se levantó y tras despedirse de mí, agarró una pequeña maleta que llevaba y enfiló el camino a su casa... no sin antes preguntarme si me lo había pasado bien allí desayunando y si repetíamos otra vez desayuno el domingo siguiente.

El domingo siguiente se repitió la historia... volvimos a juntarnos para desayunar en aquella cafetería, nuevamente fuimos poniéndonos al día de lo que habíamos hecho durante la semana y en medio de nuestra conversación, como la semana anterior, Cristina se echó a llorar de repente.

  • ¡AHÍ VA!... ¡HIJO DE PUTA! – masculló aquel día entre dientes secándose otra vez las lágrimas con el puño de su chaqueta.

  • ¿Qué pasa Cristina? – pregunté mirando a mi alrededor sin ver nada raro.

  • Nada, nada... Gema... son cosas mías, soporto mucha presión últimamente por temas del trabajo... pero hoy es domingo... nada de pensar o hablar sobre el trabajo – me dijo fingiendo una sonrisa.

Como la semana anterior, cuando dieron las doce en punto de la mañana, Cristina se levantó y arrastrando aquella pequeña maleta se fue a casa emplazándome a la misma hora en aquella cafetería... ¿pero por qué lloraba de repente?... ¿a quién llamaba hijo de puta?... ¿Roberto?... allí había algo raro que no me contaba, la había notado muy esquiva cuando se trataba de hablar de ciertos temas de su vida y de su trabajo... ¿le pasaría algo grave en el trabajo como acaba de decirme o más bien insinuarme?

Por tercera semana consecutiva quedamos en domingo para hablar de nuestras cosas y desayunar juntas en la cafetería frente a tu casa... igual que las semanas anteriores, de repente y sin explicación, Cristina se echó a llorar sin ningún tipo de motivo aparente.

  • ¡AHÍ VA!... ¡NO TE CANSAS IMBÉCIL! – masculló aquel día entre dientes secándose otra vez las lágrimas con resignación.

  • ¿Qué pasa Cristina?... ¿por qué lloras? – dije preocupada – esto no es para nada normal.

  • Que no me pasa nada Gema... de verdad... estoy estresada y de los nervios, a veces estallo...

Y como había sucedido las últimas semanas, a las doce en punto Cristina agarró su pequeña maleta y puso rumbo a su casa haciéndome el gesto de que ya me llamaría.

Nuestros desayunos juntas continuaron hasta que un sábado por la mañana Cristina me llamó de repente...

  • ¡Gema!... ¿qué haces?... ¿te apetece que cambiemos el plan de siempre y salgamos esta noche juntas? – dijo Cristina.

  • ¡ESTUPENDO!... porque no te ofendas Cristina, pero lo de sentarnos a desayunar juntas los domingos es aburrido de cojones... a veces, hasta me dan ganas de ponerme a llorar contigo – dije consiguiendo arrancarle una breve carcajada.

  • Yo también necesito divertirme un poco y desconectar... ¿qué te parece si vienes a Córdoba?... ¡un sábado juntas en Córdoba como en el instituto, para olvidarnos de todo! – dijo divertida.

Llegué a Córdoba poco antes de la hora de la comida y tras recogerme en la estación fuimos al hotel... me quedé alucinada con el hotel que había reservado Cristina... y no vamos a hablar de la habitación... aquello era todo un lujo, de auténtico escándalo...

  • Tranquila Gema... ¡respira!... ¡respira! – me dijo provocando las risas de ambas.

  • Pero Cristina, esto es demasiado... ¿te lo puedes permitir? – pregunté asombrada.

  • Paga la empresa... detrás de esa puerta está tu lado – me dijo caminando hacia la otra puerta – me cambio de ropa y bajamos a comer.

Tras una comida de auténtico lujo me dijo que ella se iba a dormir un poco la siesta... sin nada que hacer no me quedó más remedio que volver con ella a la habitación... entonces recordé que no habíamos hablado nada sobre qué íbamos a hacer por la noche... entré sin llamar en la parte de la habitación donde iba a dormir Cristina y me la encontré sentada en la cama, llorando con el teléfono móvil en la mano.

  • ¿Qué te pasa Cristina?... ¿por qué lloras? – pregunté mientras corría a abrazarla.

  • No es nada Gema... estoy un poco de bajón... he pensado llamar a Marcos a casa, pero no me contesta al teléfono – me dijo muy triste.

Para un día que íbamos a estar juntas e intentar pasárnoslo bien... ¿para qué coño quería llamar a aquel imbécil?... ¡MARCOS!... ¡EL PUTO MARCOS!... ¡SIEMPRE MARCOS!

  • Tranquila Cristina, seguro que se ha ido a visitar a sus padres y ahora está con Paco tomando unas cervezas – dije... me cago en la puta... ¿encima lo defendía? – en el bar de paletos ese del pueblo donde paran los dos – esa para compensar pensé según lo decía.

  • Sí... será eso – dijo en todo muy dubitativo pasando por alto mis comentarios despectivos... allí pasaba algo – ya sabes que allí la cobertura es terrible – justificó ella.

  • ¡Olvídate de todo Cristina!... me dijiste que íbamos a desconectar, después de una buena siesta nos pasamos por la piscina del hotel... y por la noche nos arreglamos como nunca y vamos a quemar Córdoba entera – dije emocionada dando palmas.

  • Ya veremos... que mucho peligro tienes tú – me dijo riéndose a carcajadas haciéndome gestos de que me relajara.

Estar con Cristina en la piscina del hotel me recordó a aquellos viajes que hacíamos juntas cuando estábamos en el último año de instituto – ¡qué tiempos! – cuando empezó a anochecer, la agarré de la mano y le dije que íbamos a cambiarnos para salir de fiesta.

Estaba acabando de prepararme para salir cuando me di cuenta de que me había olvidado de llevar pendientes... rápidamente fui a preguntarle a Cristina si podía prestarme unos y cuando entré estaba desnuda en medio de la habitación, secándose, recién salida de la ducha... intentó ocultar su desnudez, o más bien, lo que no era su desnudez... pero lo vi... me quedé paralizada al ver brevemente aquel tatuaje que se tenía hecho en su pubis... PR ... ¡aquel cabrón la había marcado!... ¡Roberto había marcado a mi amiga como si fuera de su propiedad!