Cristina y Marcos/ Obsesión (1/ 12)

Adaptación del "clásico" que a nadie ha dejado indiferente y que ha animado a muchos lectores a escribir su propio final... ahora no es Marcos quien nos cuenta su versión de la historia... ahora alguien diferente nos cuenta cómo vivió toda la historia.

Nota del autor...

Se hacía imposible reescribir esta maravillosa historia teniendo en cuenta alguno de los dos finales originales propuestos por los autores que la desarrollaron... por ello os pido, que se ignoren dichos finales dónde quedan bien claras las razones de Cristina para actuar cómo actuó.

Esta historia está escrita teniendo en cuenta el final que yo mismo he creado para la historia con anterioridad... Cristina y Marcos/ La reina oculta ... aunque tampoco es necesario habérselo leído para entender la historia.

CAPÍTULO 1

La noche anterior había ido de maravilla, a pesar de que la competencia en la calle era cada día más dura y que los años tampoco me perdonaban... como cada noche había visto frustrada, coche tras coche, como los posibles clientes que antes bajaban la ventanilla frente a mí para solicitar mis servicios, pasaban de largo en busca de chicas más jóvenes y quizá ya, también más guapas.

Que hiciera un buen negocio ya dependía de

los extras

, de que ofreciera a los clientes cosas que las demás, especialmente jovencitas que se inician en la profesión, todavía no estaban dispuestas a realizar... hasta tres veces, haciendo varias paradas, recorrió la calle aquel coche azul, hasta que finalmente se detuvo a mi lado para preguntar.

  • ¿Toda la noche?... ¿atada y por el culo? – me preguntó con una sonrisa maliciosa uno de aquellos dos jovencitos, mientras yo empezaba a entender el motivo por el que se habían detenido finalmente a mi lado... era su última opción aquella noche.

  • Ciento cincuenta cada uno ahora y pagáis el sitio – respondí... viendo a continuación que mi respuesta les agradaba, pues se miraron entre ellos con una sonrisa de triunfo mientras sacaban sus carteras.

  • ¿Doscientos cincuenta – mostrándome el dinero en la mano – y unas rayas?

  • Hecho – fui yo la que les sonrió, cogiendo el dinero y guardándolo en mi bolso antes de subir a la parte trasera de aquel coche.

  • ¿Te importa si vamos a mi casa? – dijo el que conducía.

No me hicieron esperar mucho, tan pronto llegamos al primer semáforo rojo, el que iba de copiloto se bajó para rápidamente sentarse atrás, a mi lado... me quitó la blusa descubriendo mis pechos... agitada y nerviosa observé cómo volteaba sobre ellos una papelina de aquel polvo blanco que me había llevado a la perdición y metía la nariz entre ellos para empezar a esnifar parte de aquel polvo... no pude aguantar las ganas y deslicé uno de mis dedos para intentar recoger una parte para mí...

  • Espera perra... – dijo dándome un golpe en la mano – que lo primero es lo primero.

  • ¡No me jodas! – protestó el chico que conducía mirando

por el retrovisor – ¡que la coca la he pagado yo y todavía no la he probado!

  • ¡Tranquilo fiera!... voy a hacer

que primero se la gane... ¡snifff! ... ¡dámelo!... ¡snifff! – esnifaba de mis pechos, mientras el conductor le daba algo.

  • ¿Y para mí? – protesté al ver que se lo había esnifado todo.

  • Las perras como tú, primero tienen que ponerse el collar y comerse bien la salchicha – dijo burlándose de mí, mientras se desabrochaba los pantalones y sacaba una polla bastante pequeña.

Me agarró de los pelos obligándome a enterrar mi cara en su entrepierna y con un gesto algo brusco, apuntó su ridícula polla entre mis labios... para luego empujar mi cabeza hasta que su vello púbico tocó mis labios.

  • ¡Chúpamela bien perra! – dijo mientras sentía como algo frío rodeaba y apretaba mi cuello.

-

Glups

... ¿qué...

glups

... haces?...

glups

... – intenté protestar mientras aquel chico volvía a empujar mi cabeza para marcarme el ritmo de la mamada.

  • ¡Tío!... ¡mira que bien le queda el collar a esta perra! – dijo levantándome la cabeza agarrándome con fuerza del pelo, sólo durante un momento, para que su amigo pudiera verme por el retrovisor.

El vehículo continuaba su viaje, mientras yo soportando todo tipo de risas y humillaciones recibía en la boca la primera eyaculación de la noche... aquel chico, ni siquiera me había dejado tiempo para ponerle un condón antes de metérmela en la boca... un par de minutos más tarde llegamos al destino, un piso cutre y desordenado en las afueras de la ciudad, claramente de un chico joven y soltero...

Rápidamente el polvo blanco se extendió sobre la mesa del salón formando una fila interminable rayas que fuimos consumiendo poco a poco a lo largo de toda la noche... entre raya y raya... se turnaban para darme por el culo mientras yo, a cuatro patas como si fuera una perra, soportaba los violentos tirones que daban a una cadena que ataron a aquel collar de perro que rodeaba mi cuello y escuchaba cómo se reían de mí y me insultaban... amanecía ya cuando, extenuados por la larga noche, por fin se quedaron dormidos en el sofá del salón... aproveché entonces para darme una ducha y husmear en las habitaciones de aquella casa... me llevé otros cien euros en metálico y varias papelinas... los jóvenes –

¡QUÉ IMBÉCILES!

– si tenían cojones, que me denunciaran.

Era ya media mañana de aquel sábado y recorría las calles de aquel barrio de las afueras observando la majestuosa Alhambra... cómo desearía ser como ella, la envidiaba... siempre impertérrita ante el paso del tiempo y, por supuesto, siempre y por todos admirada.

El sol calentaba y con algo de dinero en el bolso decidí sentarme en una de las muchas terrazas... mientras esperaba que el camarero me trajese un café, cuatro mujeres sentadas a mi lado levantaban la voz en una acalorada discusión.

  • ¡QUÉ SÍ!... ¡qué te digo que es ella! – decía la más gorda imponiéndose a sus amigas.

  • ¡Eres tonta Marga!... sabes de sobra que esa clase de gente no viene nunca por aquí – le contestó otra de ellas entre las risas generalizadas – aquí somos trabajadores y humildes... a ese tipo de gente no se le ha perdido nada por aquí.

  • ¡JODER PILAR!... la tienes a diez metros, al otro lado de la calle – repetía alterada aquella gorda a la mujer que estaba sentada a su lado, llegando incluso a señalar con uno de los dedos de la mano – la del abrigo verde, sentada en ese banco del parque.

  • Marga... hoy te está sentando mal el carajillo mujer – reía de nuevo otra de las implicadas – ¿qué coño va a hacer la señora de Rafael Sánchez hoy por aquí?... no tendrá cosas mejores que hacer hoy esa mujer... ¿no sabes que su marido murió ayer?

La llegada del camarero con el café interrumpió mi atención en aquella la conversación... mientras en mi mente, caló hondo aquella revelación que acababa de escuchar... ¿Don Rafael Sánchez había muerto?... ¡ya era hora!... ¡menudo cabrón era Rafa !... ¡ese hijo de puta se habría ido directo al infierno con el hijo de puta de su yerno Roberto!

  • Oye Marga... ahora que la miro de frente – contestó la mujer que hasta ese momento había estado callada – parecer, se le parece... pero no puede ser, imposible – dijo negando con la cabeza.

  • ¿Qué os decía yo?... ¿es o no es? – repetía la gorda a sus amigas con tono de suficiencia.

En aquel momento me giré, puesto que estaba de espaldas, y busqué con la mirada a la mujer del abrigo verde al otro lado de la calle –

¡JODER!... pues SÍ

– aquella era la señora Sánchez, la madre de la que una vez había sido mi mejor amiga... por un momento hasta me puse nerviosa, pero me tranquilicé enseguida puesto que era imposible que alguien me reconociera bajo las gafas de sol y con el pelo corto teñido.

Apenas pasaron un par de minutos cuando un gran todoterreno gris se detuvo, un momento, al otro lado de la calle... un gran vehículo como aquel llamaba rápidamente la atención de cualquiera que paseara en aquel barrio... cuanto el vehículo emprendió la marcha decenas de curiosos observaban ya la escena... entonces dos niños pequeños comenzaron a gritar –

¡abuela!, ¡abuela!

– y corrieron a abrazarse a la señora Sánchez, que rápidamente los acogió entre sus brazos para empezar a hacerles carantoñas.

  • ¿Pero esa mujer sólo tenía un nieto, Carlos... ya debe ser bastante mayor y no un crío de esos? – preguntó la gorda con tono decepción.

  • ¡Ves como no era ella Marga!... cada día eres más cabezota mujer, no sé cómo tu marido todavía te aguanta... tiene el cielo ganado ese hombre – dijo una de las mujeres antes de que todas comenzaran a carcajearse de la tal Marga, que ponía al mal tiempo buena cara.

Sonreí mirando a Marga, porque soportaba las burlas de sus amigas a pesar de que tenía razón en lo que decía, a pesar de haber acabado aceptando que se equivocaba debido a la opinión contraria de sus tres amigas... volví la mirada al otro lado de la calle y entonces la vi, de espaldas, abrazando a su madre –

¡CRISTINA!

– hacía alrededor de doce años que había visto por última vez a la que una vez había sido mi mejor amiga, alrededor de doce años del día que me amenazó dos veces con destruir mi vida... ¡y lo consiguió! –

¡HIJA DE LA GRAN PUTA!

– grité provocando que todas las personas que me rodeaban en aquella terraza se giraran para mirarme.

Mirada por todos, con un sentimiento mitad de vergüenza y mitad de temor a ser reconocida... me levanté de aquella mesa y entré apresuradamente en la cafetería, necesitaba calmarme y para eso nada mejor que ir al servicio... arrodillada en el suelo volqué el contenido de un par de aquellas papelinas que había robado sobre la tapa del váter y las esnifé... el rápido estímulo de la droga en mi cuerpo me devolvió la serenidad y me recompuse pasa salir de aquel servicio creyéndome nuevamente la diva que, en mi juventud, una vez había sido.

Volví a sentarme en la mesa, mientras al otro lado de la calle aquel espectacular todoterreno gris aprovechaba un hueco que quedaba libre para aparcar, me quedé observando atentamente aquel lujoso vehículo hasta que el conductor se bajó... me resultó familiar a pesar de la poblada barba canosa que cubría su cara y de sus gafas de sol... me sonaba... ¿de qué lo conocía?... y buscando la respuesta en mi mente, pronto se encendió la bombilla... ¿MARCOS?... MARCOS... ¡MARCOS!... petrificada y atónita observé como aquellos dos niños se acercaban corriendo a él gritando y llamándolo papá... él los cogía, levantando cada uno de ellos con un brazo, para besarlos mientras miraba en dirección al parque.

  • Al final Cristina tenía razón cuando me decía que debería haberme buscado alguien como tú, que eras un buen tío y no el perdedor fracasado que yo siempre te creí

– me sorprendí a mí misma al escuchar aquellas palabras, dichas incluso en voz alta y con mi propia boca, mientras unas lágrimas recorrían mis mejillas.

Mi mente volvió automáticamente unos doce años atrás y recordé con nitidez aquellas frases de Cristina que, como una gran bomba, hicieron saltar por los aires nuestra eterna amistad –

¿cumplir mis fantasías?... ¿A QUÉ PRECIO?... ¿PERDER AL HOMBRE QUE AMABA?... pero qué coño sabrás tú de amor si no has amado a nadie en tu puta vida... ¿cuántas parejas has tenido desde que me casé con Marcos?... ¿cincuenta?... ¿cien?... ¡QUÉ RAZÓN TENÍA MARCOS!... lo que sabe ti, de la promiscua, de la zorra... y lo que no sabe, de la puta, de la drogadicta

– me había gritado mi amiga, escupiéndome, con rabia, a la cara cada una de sus palabras.

Cómo me dolieron aquellas palabras, pero fue en aquel preciso instante viéndolos juntos de nuevo, cuando me di cuenta de que aquel día, unos doce años atrás, era ella la que llevaba razón y no yo... era una drogadicta y vivía una fantasía, la fantasía de creer que los actos no tienen consecuencias.

Cristina lo era todo para mí... era mi mejor amiga, era mi confidente, era mi conciencia, pero sobre todo era ese ángel salvador sobre mi hombro que me decía que no hiciera caso a los demonios... desde antes de la adolescencia fuimos inseparables y lo hacíamos todo juntas... salidas de fines de semana, excusiones, incluso el último año de instituto nos fuimos varias veces de vacaciones... a los Alpes suizos en Navidad a esquiar, a Canarias en Semana Santa a disfrutar del eterno verano canario, a Ibiza en agosto como toda la juventud... éramos dos niñas ricas y pijas, y lo aprovechábamos.

Cuando se fue a la universidad me quedé sola y perdida, pero siempre tuve la esperanza de que esa distancia no cambiaría nada entre nosotras... hablábamos casi todos los días de nuestras cosas, de cuándo nos veríamos y planeábamos entusiasmadas nuestras vacaciones juntas como toda la vida... cuando me dijo que había conocido a un chico y que ese año no iríamos juntas a Ibiza como el verano anterior, me sentí traicionada.

A Marcos nunca le di una oportunidad, no se la merecía, era un muerto de hambre de familia pobre que me había robado a mi mejor amiga... ya lo odiaba con toda mi alma y ni siquiera lo conocía... cuando lo conocí, me jodió ver que era bastante guapo y que parecía muy buen tío, pero nunca le perdoné haberme robado a mi mejor amiga... también he tenido siempre la sensación de que él a mí, sin decir nunca nada, me caló desde el principio.

El año anterior en Ibiza habíamos disfrutado juntas de las playas, de los spas, de los masajes, de los cócteles en la piscina del hotel y el último fin de semana decidimos ir a bailar a una discoteca, una o dos copas y nada de hacer locuras... hacer locuras en aquella época era casi imposible al lado de Cristina... un año después sin su cordura, Ibiza fue para mí una verdadera locura... vivir de noche y dormir de día... fiestas, alcohol, drogas, sexo, orgías... baste decir que me volví a Granada más blanca de lo que me había ido de vacaciones, con una gonorrea que finalmente me dejó estéril y ya un cierto gusto por la cocaína.

A partir de ahí mi vida fue cuesta abajo... cuando mis padres vieron el camino que llevaba, lo intentaron todo... hasta que cansados, me cerraron el grifo... entonces comenzaron a pasar uno tras otro, hombres por mi vida... cualquiera con el que pudiera salir de fiesta y me pagara algo de lo que quería me servía... una cena cara en un buen restaurante, un fin de semana en algún lugar turístico, un vestido bonito... al final todos aquellos hombres buscaban lo mismo, acabar entre mis piernas, con lo que si a algo de lo anterior le añadían un par de rayas de cocaína... yo agradecida por sus atenciones, les regalaba las mías.

Cristina seguía siendo mi mejor amiga y hablábamos bastante, aunque ya no nos hacíamos tantas confidencias como solíamos hacer antes... la diferencia era que quedábamos para vernos mucho menos, muy de cuando en cuando, porque ambas teníamos otra cara que preferíamos ocultarnos... yo ocultaba mi lado desbocado y supongo que ella, el suyo, de mujer enamorada.

Fueron pasando los años, acabaron sus carreras y al final se casaron, según me confesó Cristina después, medio enfrentados con sus respectivas familias... una boda de grandes contrastes... a un lado la poderosa familia Sánchez acompañados por todos sus pudientes amigos, impecablemente vestidos para la ocasión... al otro aquella familia de pueblerinos con sus amigos paletos, algunos vestidos como verdaderos espantapájaros y casi todos ridículos... lo único bueno que tuvo aquella boda fue que mientras los novios cumplían con la tradición y abrían el baile... yo cumplía con la mía, y por un par de porros y alguna que otra pastilla, le abría las piernas en uno de los baños a un tal Paco... guapo no es que fuera, pero vaya polla tenía aquel tío... y ni contar lo bien que la movía.

De noche en noche, de fiesta en fiesta, de raya en raya, de polvo en polvo... en definitiva, de hombre en hombre que pudiera pagarlo porque yo no tenía un euro, fue pasando la veintena de mi vida... hasta que se abrió el cielo, murieron mis padres... y me llovió, en forma de herencia, todo su dinero.

Me compré una casa de lujo, el último modelo de deportivo, me hice varios retoques estéticos, renové todo mi vestuario y por supuesto, me convertí en la gran diva... famosas entre los jóvenes de la alta sociedad eran las fiestas en mi casa, que en ocasiones llegaban a durar varios días, repletas siempre de alcohol, drogas, sexo y orgías... excesos y más excesos que ya no controlaba mi amiga, hasta que para mí desesperación el cielo se secó y el dinero se acabó.

Fue entonces cuando el destino, y mi desesperación, me llevaron aquel viernes a entrar en aquel banco y a reencontrarme con Laura en aquel despacho... ya la conocía de hacía mucho tiempo, pues por algún motivo era la archienemiga de Cristina... recuerdo sus palabras cargadas de ironía...

  • ¿Quieres rehipotecar tu casa?... vaya, vaya, vaya... ¿así que a

la princesita

ya se le ha acabado el cuento? – dijo burlándose de mí en mi cara, con una sonrisa de oreja a oreja.

  • ¡Necesito dinero en efectivo en estos momentos! – dije tratando de mantener la calma y aparentando que todo era un problema de liquidez.

  • Esta es la oferta del banco Gemita – dijo deslizándome un papel tras escribir una cifra.

  • ¡PERO SI ES LA MITAD DE LO QUE ME COSTÓ! – grité indignada.

  • Somos un banco

Gemita

... estamos aquí para ganar dinero, no para hacer caridad con

una princesita

... aunque quizá podríamos llegar a algún otro tipo acuerdo – me dijo levantado una ceja – dame un par de minutos

Gemita

, que voy a hacer una llamada por teléfono para consultar algo – dijo levantándose y dejándome sola en aquel despacho.

Miraba las paredes, nerviosa y ansiosa jugando a entrelazar mis dedos, esperando que del otro lado del teléfono llegaran buenas noticias... apenas me di cuenta cuando Laura volvió a entrar en aquel despacho, cerrando la puerta con el pestillo, con una gran sonrisa en la boca.

  • Te traigo muy buenas noticias

Gemita

... tengo autorización para hacerte otra oferta – me dijo mientras escribía varias líneas en un papel con una gran sonrisa y tras doblarlo me lo acercaba – ¡última oferta

Gemita

!... la tomas o la dejas.

Mi mano temblaba cuando la alargué para recoger aquel papel...

“60000€ al mes + incentivos por trabajar dos o tres fines de semana al mes... si estás de acuerdo con las condiciones, metete debajo de la mesa y cómeme el coño”

... decía aquel papelito.

  • PERO... ¿QUIÉN COÑO TE...? – grité.

  • Tranquila

Gemita

– me dijo interrumpiéndome con tono de burla, mientras pude apreciar a través de la mesa de cristal de aquel despacho cómo sentada, llevaba una de sus manos al borde inferior de su falda y abría ligeramente las piernas – ¿un adelanto de tus incentivos? – me dijo lanzando al suelo, entre sus piernas, varias papelinas de droga.

  • ¡TE CREES QUE SOY PUTA! – dije levantándome camino de la puerta.

  • Bueno

princesita

, tampoco creo que sea para ponerse así... y menos aún, cuando necesitas dinero y alguien te ofrece un trabajo... ¡tienes una semana para pensártelo!... y acuérdate de pedir cita, no vaya ser que el día que te presentes aquí lleve pantalones.

Fue el peor fin de semana de mi vida, no tenía un euro, me quedé sola en casa tirada sobre la cama... llorando, hundida, sin ánimo, sin compañía, sin dinero, sin comida... sin drogas... ¡cuántas veces tuve el teléfono en la mano para llamar a mi amiga!... entre temblores y nauseas por la abstinencia, deslizaba una y otra vez mi dedo sobre la pantalla de mi teléfono móvil mirando su nombre...

CRISTINA

... pensando si debía o no llamarla.

El domingo a media mañana no pude soportarlo más... entre temblores y como pude, cogí mi teléfono móvil y marqué... media hora más tarde sonaba el timbre...

  • ¡JODER!... vaya palacio... – dijo mientras avanzaba mirando a su alrededor y se sentaba en el sofá poniendo sus pies sobre la mesa.

  • ¿Has traído? – pregunté, intentando no parecer ansiosa y disimulando los temblores.

  • Sabes que Hassan siempre tiene lo mejor de Granada – dijo con suficiencia, mostrándome en una de sus manos una bolsa como la que acostumbraba a comprarle.

  • ¡Dame algo ya!... ¡lo necesito! – supliqué intentando agarrarla su mano.

  • Esto no funciona así Gema... sé que eres una de mis mejores clientes y no quiero perderte, pero sin dinero – dijo mientras movía la cabeza – no hay mercancía.

  • Siempre podremos negociar... ¿verdad Hassan? – dije coquetamente, mientras me sentaba a su lado y le agarraba el paquete.

Dos rayas no tardaron en aparecer sobre la mesa de aquel salón... y mucho menos tiempo tardaron en desaparecer de ella... instantes después, la que desaparecía, era la rancia y olorosa polla de Hassan en mi boca, mientras me sujetaba con fuerza la cabeza.

Tras varios minutos follando mi boca, me acomodó boca abajo contra el sofá, apartó mi ropa y comenzó a acariciarme entre las piernas, mientras sentía cómo se colocaba detrás de mí...

  • ¿Seguimos negociando Gema?... ¿la mitad de lo que queda en la bolsa o todo lo que queda en la bolsa? – dijo dándome un fuerte azote.

  • ¡TODO! – exclamé – quiero la bolsa completaaaaaa...

Ni si quiera llegué a terminar la frase cuando sentí como su polla irrumpía por mi puerta trasera invadiendo con brusquedad mis intestinos, para rápidamente comenzar a moverse con mucho ímpetu... varios minutos que, entre jadeos y gemidos, se pasó gritándome –

toma por el culo puta española de mierda

– hasta que finalmente con un último golpe seco y profundo, descargaba varios latigazos de su semen en mi interior... aún jadeaba con los pantalones bajados cuando sonó su teléfono.

  • Lo siento Gema, tengo que irme... ya sabes mujer, hay que atender el negocio... y perdona si te han molestado los insultos, estas muy buena y me he dejado llevar un poco – me dijo con una sonrisa, mientras se subía los pantalones caminando hacia la puerta – ¡disfrútala feliz! – dijo antes de cerrar la puerta.

  • ¿FELIZ?... ¿cómo voy a ser yo feliz?

– dije en voz alta mirando aquella foto de Cristina y mía hecha tras la cena de nuestra graduación en el instituto... juntas, felices, sonrientes, con muchos sueños y toda la vida por delante... estaba claro que yo no era feliz, aquello no era lo que había soñado, lo que habíamos soñado... ¿y ella?... ¿era ella feliz al lado de aquel fracasado que ni siquiera ganaba lo suficiente para mantenerla?... ¡MARCOS!... ¡EL PUTO MARCOS!... ¡SIEMPRE MARCOS!... ese imbécil no podía hacer feliz a nadie, y mucho menos a mi mejor amiga... ella se merecía a alguien mucho mejor que él.

Y esa era la triste realidad aquel día, años después de habernos hecho aquella fotografía, ella desperdiciando su vida con aquel fracasado y yo chupándosela a un asqueroso moro por dos putas rayas y dejando que me diera por el culo mientras me insultaba de todas las maneras que se le ocurrían, tratándome como si fuera una vulgar puta –

¿FELIZ?

– volví a gritar... ¿en qué momento nuestras vidas, la suya y la mía, se habían ido a la mierda?