Cristina y Marcos/ La reina oculta

Con la autorización de nuestros queridos genios... un nuevo final alternativo.

La noticia de que habían disparado a Roberto corrió como la pólvora en toda la oficina, muchos de mis compañeros decidieron irse a casa o al hospital en aquel mismo instante... yo, sin embargo, me quedé sentando en mi puesto de trabajo, acabando el insulso e innecesario trabajo que me habían asignado aquella mañana.

¿Cristina?... Cristina, ni si quiera me llamó o envió un mensaje en todo el día.

Ya en casa, por la noche, alrededor de medianoche, estaba sentado en el sofá tomándome la quinta cerveza, ¿o era la décima?, a la buena salud de mi cuñado Roberto cuando sentí abrirse la puerta de casa.

  • ¡Cristina!... ¿qué haces aquí?... pensaba que volvías el domingo... ¿ha pasado algo grave? – dije intentando hacerme el sorprendido dentro de lo que mi borrachera me permitía.

  • Han matado a Roberto... me voy a casa de mis padres – dijo mientras corría hacia nuestra habitación sin ni siquiera mirarme a la cara, cargando con aquella pequeña maleta que se había llevado por la mañana.

  • ¿Quieres que te acompañe? – dije buscando un acercamiento que ella nunca buscó.

  • No creo que sea una buena idea – mientras metía aceleradamente cuatro cosas en su pequeña maleta – ¡estás borracho! – dijo en tono acusador escupiendo las palabras.

  • Bueno, no te esperaba hasta el domingo – balbuceé.

  • Ya hablaremos – me dijo mientras se marchaba corriendo.

Eso era lo que yo quería, que habláramos de una vez por todas... recuperar a la Cristina de la que me enamoré... pero de nuevo, una semana más, me tocaba esperar.

Al igual que venía sucediendo durante el último año, pasé todo el fin de semana sin su presencia, angustiado esperando una llamada de mi adorada Cristina que nunca recibí... por supuesto no fui al funeral del hijo de puta de mi cuñado, era lo último que me apetecía hacer, pero es que tampoco nadie me llamó para que asistiera.

Sin embargo, algo cambió, el lunes también me desperté sólo... cuando ya me marchaba al trabajo Cristina entraba por la puerta, se me partió el alma al verla, estaba completamente demacrada.

  • Hoy no voy a trabajar – me dijo mientras nos cruzábamos en el portal.

  • ¿Estás bien?... ¿quieres que me quede contigo?

Me miró con una dulzura que me derritió y acarició con una de sus manos mi mejilla.

  • No te preocupes cielo, voy a acostarme... cuando me despierte te llamo.

Aquella mañana no hice nada en la oficina más que pensar en cómo se encontraría, tampoco es que nadie fuera a echarme en cara que no hubiera hecho una sola tarea de mi inútil trabajo.

Cuando llegué a casa ella seguía acostada, dormía como un angelito y estaba adorable... procuré no hacer ningún ruido y fui a la cocina a preparar algo para cenar para cuando se despertase... me asomé varias veces a la puerta de nuestra habitación para comprobar si seguía dormida... finalmente anocheció y como ella no se había levantado, decidí acostarme a su lado.

No sé en qué momento me quedé dormido, pero en mitad de la noche me desperté ligeramente al notar como sus brazos me rodeaban por la espalda y sus labios besaban ligeramente una de mis mejillas... ¿había vuelto la antigua Cristina?... no dije nada y fingí seguir dormido mientras daba vueltas a la cabeza recordando todo lo que había hecho y sufrido por su amor, incluso perder mi humanidad encargando el asesinato de mi cuñado como recurso desesperado, pero pensé que había valido la pena si con ello recuperaba a la Cristina de la que me había enamorado.

Por la mañana me desperté entre sus brazos y al girarme pude ver sus ojos clavados en lo míos.

  • Buenos días cielo – me dijo dándome un beso en los labios.

  • ¿Has dormido bien? – dije acariciando su bello rostro.

  • Te quiero, no sabes cuánto te quiero – me dijo justo antes de volver a besarme.

Y así fueron pasando los días de aquella semana... martes, miércoles, jueves... era como una segunda luna de miel, como si hubiera recuperado a la mujer con la que me había casado... todo había merecido pena o eso pensaba.

Sin embargo, el viernes por la mañana cuando salí de la ducha, volví a ver aquella pequeña maleta apoyada junto a la puerta y se me partió definitivamente el corazón y el alma... en aquel mismo instante comprendí que nada había cambiado... que mi último esfuerzo, en el que había sacrificado incluso mi humanidad por recuperarla, había sido completamente en vano... Cristina, mi Cristina, la Cristina de la que me había enamorado ya no existía... y no era algo de lo que pudiese culpar a otras personas, no era culpa de mi cuñado que había pagado con su vida mi error de no cortar aquello de raíz hace dos años... aunque intentar cortar aquello de raíz me hubiese supuesto tener que pedir el divorcio... no era culpa de nadie de nuestro entorno, la culpa era suya y mía...

  • ¡Cielo, vamos a llegar tarde! – me gritó desde la cocina.

  • Perdona... – balbuceé.

  • ¿Te encuentras bien cielo? – dijo al ver mi cara.

  • Mi... mi padre – tartamudeé – mi padre se ha caído en una obra y lo han llevado al hospital – mentí ... ¿qué iba a hacer?... dije la primera excusa que se me vino a la cabeza.

Ella me miró sorprendida un instante, paralizada, e inmediatamente vino corriendo para abrazarme.

  • Lo siento cielo... ¿está bien? – dijo acariciando mi pelo con una de sus manos.

  • No lo sé, pero quiero ir al hospital cuanto antes para saber qué ha pasado.

  • No te preocupes cielo, tómate el día libre... yo me voy en taxi.

Caminó hacia la puerta con paso decidido y se agachó para recoger aquella pequeña maleta, en un gesto que supuso una puñalada definitiva a mi corazón, justo antes de darse la vuelta y lanzarme un sonoro beso al aire.

  • ¡Te quiero!... nos vemos el domingo cielo.

La puerta se cerró y el ruido al hacerlo resonó en mi interior como un despertador... un despertador que me anunciaba que debía despertar de mi hechizo y buscar otra vida, en otro lugar, lejos de ella... ese fue el momento en que lo entendí, ya no tenía motivos para seguir luchando por un nosotros.

Varias horas me llevó meter todas mis cosas en una maleta, no porque fueran muchas, más bien porque no quería llevarme nada que me recordara a ella... simbólicamente y buscando una patética revancha por mi parte, coloqué mi maleta junto a la puerta en el mismo lugar que ella colocaba la suya todos los viernes, desde que había permitido que todo se descontrolara en nuestro matrimonio... me giré para observar por última vez aquella casa en la que había sido feliz, obviando el infierno que había vivido los últimos dos años, y no pude evitar que las lágrimas desbordaran mis ojos... me iba ya, pero sentí la imperiosa necesidad de echar un último vistazo a aquella cama en la que había vivido tantos momentos de felicidad y tenido tantos sueños para nosotros... me senté en la cama y comencé a acariciar con una de mis manos aquella cama que tanto añoraría.

Miré el reloj y eran más de las doce del mediodía... cargado con mi ordenador y mi maleta abandoné aquella casa para siempre sin mirar atrás camino de casa de mis padres... ¿dónde más podía ir?

Mis padres me recibieron extrañados mientras mi madre cocinaba y mi padre ponía la mesa, me sorprendió ver que estaban colocando tres platos...

  • ¿Me esperabais? – pregunté sorprendido.

  • No hijo, Paco viene a comer con nosotros como todos los viernes – dijo mi madre.

Fue una comida extraña, todos nos mirábamos entre nosotros, pero nadie decía nada, hasta que mi madre decidió romper el hielo.

  • Bueno hijo cuéntanos, ¿qué haces aquí un viernes?

  • He hecho unas llamadas por el camino mientras conducía hasta aquí y me voy a vivir a Barcelona, he aceptado un nuevo trabajo allí, me voy mañana por la tarde.

  • Me alegro dijo mi madre, ya era hora que te alejaras del ambiente tóxico de Granada.

  • ¿Y Cristina? – preguntó Paco con un tono atropellado y con la cara desencajada.

  • Me voy a divorciar de Cristina – dije rompiendo a llorar desconsoladamente.

  • ¡POR FIN! – exclamó mi padre antes de recibir la mirada de madre, una mirada que podía haberlo fulminado perfectamente en aquel mismo momento.

Acabamos de comer tranquilamente sin que nadie dijera nada más en aquella mesa... tras terminar, ayudé a mi madre a recoger la mesa mientras mi padre y un nervioso Paco salían fuera para fumar... cuando iba a unirme a ellos, mi padre entraba en la casa.

  • ¿Cristina?... soy Paco tenemos que hablar... – escuché a Paco de espaldas hablando por su teléfono móvil.

Golpeé a Paco en su hombro para pedirle un cigarrillo y se dio la vuelta completamente asustado mientras colgaba la llamada...

  • ¿Lo sabes verdad? – me dijo Paco en estado de pánico.

  • No sé de qué me hablas Paco... dame un cigarrillo anda.

  • Lo sabe toda Granada y la mitad de Andalucía... ¿por qué crees que mi marido ya no va al bar a jugar a las cartas Paco? – dijo mi madre con rabia desde la cocina a través de la ventana abierta – está harto de que se rían de él y del cornudo de su hijo.

Escuchar aquellas palabras de boca de mi madre hizo que se me rompiera el corazón por segunda vez aquel día, nunca había pensado que lo que sucedía en mi matrimonio fuera a llegar a boca de todo el mundo... entonces Paco me agarró del brazo diciéndome que teníamos que hablar y nos alejamos de la mirada inquisitoria de mi madre rodeando la casa.

  • Lo siento Marcos... yo no quería... – dijo agachando la cabeza.

  • ¿TÚ NO QUERÍAS QUÉ PACO? – grité interrumpiéndolo apretando el puño.

  • Todo fue culpa de Gema, nos emborrachamos y acabamos los tres...

A Paco no le dio tiempo a continuar la frase porque ya le había estampado mi puño en la cara haciéndole caer de culo y que el teléfono móvil que llevaba en la mano saliera volando.

  • Lo siento... ojalá no hubiera pasado... – dijo con su mano en la mejilla y lágrimas en los ojos.

  • ¡SERÁS HIJO DE PUTA!... ¡TE CREÍA MI AMIGO!

  • Te prometo que nunca más volveré...

  • NUNCA MÁS VOLVERÁS A PISAR ESTA CASA – gritó mi padre que parecía haber salido de nuevo de la casa alarmado por mis gritos y haberlo presenciado todo.

Paco se marchó corriendo, ni siquiera recogió su teléfono móvil, y yo me quedé congelado mirando a mi padre, llorando y sin saber que decir hasta que fue mi padre el que vino hacia mí y me abrazó.

  • Lo siento papá... – dije entre lágrimas.

  • No pasa nada hijo, cosas peores hemos superado en esta familia... nosotros somos gente pobre y humilde a la que no nos importa lo que piensen los demás... saldremos adelante como hemos hecho toda la vida, no te preocupes por nosotros hijo.

En ese momento sonó mi teléfono móvil... era Cristina... supongo que alarmada por saber qué había pasado para recibir esa llamada de Paco... recordé lo que le había dicho por la mañana de que mi padre estaba en el hospital y que no le había escrito en todo el día.

Mi padre está bien, vamos ya para casa... le había dicho a Paco que te llamara porque voy conduciendo, pero se ha quedado sin batería – ese fue el mensaje de voz que le grabé para enviárselo, por nada del mundo quería volver a escuchar su voz en toda mi vida... en un par de días nuestros caminos se separarían pasa siempre.

De acuerdo cielo, te quiero, nos vemos en casa el domingo – fue su respuesta.

No hay mucho más que contar de aquel día, creo que fue la primera vez en dos años en que pude dormir un viernes por la noche sin que me importara lo más mínimo qué estaba haciendo Cristina.

El sábado después de desayunar me despedí de mis padres haciéndoles prometer que no responderían a ninguna de las llamadas que probablemente recibirían de Cristina, y tras dos grandes abrazos con ellos y muchos besos, puse camino al aeropuerto en busca de mi nueva vida.

El domingo, ya instalado en la habitación de hotel que había alquilado, coloqué mi ordenador portátil sobre la mesa y me conecté a las cámaras de seguridad que había en mi casa... eran apenas las diez y media de la mañana y por supuesto no había movimiento... era el momento... apagué mi teléfono móvil y abrí una botella de cerveza a la espera de acontecimientos.

Puntualmente, al mediodía, y como había sido su costumbre durante las últimas cincuenta y dos semanas de nuestra vida en común, Cristina, abrió la puerta de nuestra casa aquel domingo para encontrarse una realidad muy diferente a la que allí siempre la había estado esperando... ahora estaba sola, el hombre que la adoraba y que se volvió loco por su amor ya no estaba, ni volvería a estar nunca en aquella casa esperándola... ese hombre había muerto, y no lo hizo cuando perdió su humanidad ordenando matar a su cuñado, ese hombre herido por aquel acto desesperado lo había terminado de matar ella con una pequeña maleta dos días antes.

Vi perfectamente cómo me buscaba desesperada por toda la casa... hasta que finalmente se sentó en el sofá del salón con lágrimas en los ojos y empezó desesperadamente a intentar, supuse en aquel momento y confirmé después cuando volví a encender el teléfono, llamarme y enviarme mensajes para saber dónde estaba.

Tras una hora de intentarlo sin éxito en la que la vi completamente desesperada y gritando en varias ocasiones dónde estaba y por qué no contestaba decidió llamar a su amiga del alma... media hora después aparecía Gema en aquella pantalla abrazando a su mejor amiga, ya no mi Cristina, y tratando por todos los medios de consolarla.

  • ¡SE HA IDO!... ¡SE HA IDO!... ¡SE HA IDO!

  • Tranquila Cristina, deja de repetirlo, sabes que Marcos te quiere... volverá.

  • ¡SE HA IDO!... ¡SE HA IDO!... ¡SE HA IDO! – gritaba Cristina desesperada.

Cristina parecía inconsolable... Gema la abrazaba e intentaba inútilmente darle consuelo con su abrazo y sus palabras, mientras ella seguía gritando a pleno pulmón que me había ido... minutos interminables que a cualquiera le hubiesen partido el alma... hasta que Gema bajó uno de sus brazos que la rodeaba e intentó con la mano acariciarle un pecho.

  • ¿QUÉ COJONES TE CREES QUE ESTÁS HACIENDO? – el tortazo que recibió Gema creo que podía haberlo escuchado perfectamente desde mi hotel en Barcelona sin la nítida señal de audio que salía de los altavoces de mi ordenador portátil.

  • Cristina... – dijo Gema temerosa alejándose de su amiga.

  • ¡TODO ESTO ES POR TU CULPA! – le gritó Cristina.

  • ¿Mi culpa?... Cristina...

  • Te aprovechaste de que nos conocíamos de toda la vida y de las confidencias que te hacia... aquella maldita noche hace tres años en que borrachas te confesé mis fantasías y tú me dijiste que podría vivir feliz cumpliéndolas todas al lado del hombre que amaba.

  • ¡Y las has cumplido! – se defendió Gema.

  • ¿A QUÉ PRECIO?... ¿PERDER AL HOMBRE QUE AMABA?... pero qué coño sabrás tú de amor si no has amado a nadie en tu puta vida... ¿cuántas parejas has tenido desde que me casé con Marcos?... ¿cincuenta?... ¿cien?... ¡QUÉ RAZÓN TENÍA MARCOS!... lo que sabe de ti, de la promiscua, de la zorra... y lo que no sabe, la puta, la drogadicta... la que se abre de piernas por un par de rayas, la que se junta con el primero que pueda costearle su tren de vida porque se ha metido toda su herencia por la nariz.

  • ¡Eres una hija de puta! – dijo Gema con un hilo de voz.

  • ¿YO?... ¿y qué eres tú?...

Cristina comenzó a enumerar, entre lágrimas y gritos, ante la atónita mirada de Gema en aquel salón y la mía a través de la pantalla de aquel hotel en Barcelona... todos y cada uno de los hechos que habían sucedido en nuestra vida los dos últimos años...

Pedro e Inés... la idea de Gema de quedar con ellos en la playa nudista... la cena en el restaurante... cómo había aparecido en el restaurante justo cuando yo me iba tras decirle que no quería aquello, para evitar que Cristina se viniera a casa conmigo... la cena en nuestra casa, donde yo debía follarme primero a Inés para que no pudiera negarme a que ella follara con Pedro.

Nuestra separación... donde ella la llevó a su casa, y aunque no quería, invitó a aquellos amigos para beber y drogarse todos juntos y terminar la noche en una orgía... el club liberal dónde se encontró con Roberto, mi cuñado, acompañado por todas sus putillas, incluida Laura.

Entonces Gema contratacó...

  • ¿También vas a echarme la culpa de lo de Roberto o lo de Paco?

  • ¡CÁLLATE! – gritó Cristina entre sollozos.

  • Eso quisieras tú, que me callara... ¿quién se la chupaba todas las mañanas a Roberto en su despacho con el hombre que dice que amaba a veinte metros?... ¿quién era la puta que se follaba a cada cliente que le decía Roberto para conseguir los contratos?... ¿quién se ha tatuado Propiedad de Roberto encima del coño?... ¿quién se folla a Paco todas las semanas en ese sofá en el que estás sentada gritando que quiere que la preñe y le dé por el culo?

  • ¡CÁLLATE! – volvió a gritar Cristina entre sollozos.

  • Yo seré una promiscua, una zorra y si quieres, también una drogadicta... – y bajándose los pantalones y las bragas dejó ver su pubis perfectamente rasurado – pero a mí nadie me ha marcado como si fuera ganado de su propiedad, así que dime ¿quién es la puta aquí?...

  • ¡QUÉ TE CALLES! – gritó Cristina entre sollozos.

  • Te acordabas mucho ayer de tu amado Marcos... ¿cuándo?... por la mañana cuando te follabas a aquellos dos negros que conocimos en el club de intercambios en la piscina de mi casa... o... por la noche cuando dejabas que la polla de uno te golpease en el fondo de la garganta mientras el otro te daba por el culo.

  • ¡QUÉ TE CALLES! – volvió a gritar Cristina entre sollozos.

  • No hace falta que me contestes... ya sé la respuesta... supongo que era la forma de ayudarte a pasar el mal trago de la muerte de tu cuñado Roberto – la mirada de Cristina debió asustar a Gema que hizo gestos con las manos – vale, vale... ya me callo.

Estuvieron sentadas una frente a la otra, en sofás separados, varios minutos en silencio, mirándose con odio, hasta que Cristina dejó llorar...

  • Como Marcos no vuelva te pienso arruinar la vida, como tú has hecho con la mía... ahora lárgate de mi casa, de nuestra casa, para siempre – le dijo a Gema a modo de amenaza.

  • Cristina ¿mi amor?... era así como te llamaba el cornudo, ¿verdad?... ¿mi amor?... Marcos sólo te pidió una cosa a cambio de su amor, FIDELIDAD... no eches la culpa a los demás de haberlo perdido, cuando no has sabido darle lo único que te pedía.

  • ¡TE ARRUINARÉ LA VIDA HIJA DE PUTA! – volvió a repetir Cristina.

  • ¿Es una amenaza? – preguntó Gema en tono burlón caminando hacia la puerta, para una vez abierta girarse para lanzar ella la suya – tal vez sea yo la que arruine la tuya – dijo para volver a girarse y cerrar finalmente la puerta de aquella casa.


Un par de semanas después de haber llegado a Barcelona, ya con trabajo en aquella empresa de arquitectura y habiéndome acomodado en el que sería mi nuevo hogar, por la tarde, enviaba a mi querido suegro una carta certificada... dos copias de los papeles de mi divorcio con Cristina, un CD con la conversación entre Cristina y Gema grabada y una nota...

“Querido suegro Rafael,

Hoy su mayor sueño se hace realidad, nada quise de su familia hace diez años salvo el amor de su hija y como comprobará en los documentos que le adjunto nada quiero ahora después de diez años.

Sé de sobra que, aunque seamos de distinta clase social, ambos somos caballeros capaces de cumplir nuestra palabra... consiga que su hija firme sin darle más detalles de mi paradero, envíeme una de las copias del documento firmado y yo le enviaré la otra copia del CD que le adjunto con todas las imágenes de seguridad de la que un día fue nuestra casa.

Tenga una buena tarde, un saludo de su yerno Marcos”


Una semana después recibí una copia del documento enviado, firmado por Cristina, con una nota en la que se me pedía cumplir mi parte del trato... por supuesto que envié el paquete a la dirección correcta, las personas trabajadoras lo único que tenemos es nuestra palabra... sin embargo, una semana más tarde un huracán aún mayor que la muerte de Roberto azotó toda Granada amenazando incluso con arrasar la Alhambra... el patriarca de una de las familias más influyentes de la ciudad y su hija mayor eran detenidos junto a un montón de políticos acusados de infinidad de delitos... la policía había incautado varios millones de euros en diferentes viviendas, numerosa documentación y archivos informáticos... al mismo tiempo que todo eso sucedía, la prensa del corazón abría titulares con unas imágenes pixeladas de la prometida de uno de los toreros más famosos del momento en situaciones muy comprometedoras.

Semanas y semanas de confusión en los medios... de noticias y rumores contradictorios según el medio de comunicación en el que te informaras... personajes públicos condenados al ostracismo y a ser la vergüenza del círculo social en el que se movían, también alguna prisión provisional a espera de juicio porque sus familias se negaron en redondo a pagar sus fianzas... videos de diferente índole sexual circulando por las redes sociales... los periodistas hicieron el agosto, a pesar de ser septiembre, manipulando e imprimiendo sensacionalismo barato a cada una de las noticias publicadas.


Doce años después volví a Granada, mi Granada... la Alhambra me recibió tan majestuosa como la recordaba... mis padres ya bastante mayores no estaban en las mejores condiciones para viajar a visitarnos como habían hecho todos los años hasta entonces, estaban felices del retorno del hijo pródigo y su prole... un compromiso familiar ineludible nos había obligado a retornar a la ciudad que una vez fue mi hogar, a mi lado mi mujer radiante se abrazaba a ellos dándoles dos besos mientras mis dos hijos pequeños pugnaban entre ellos por abrazar primero a sus abuelos paternos.

Al día siguiente, después de vestirnos de riguroso luto y dejar a mis hijos menores al cuidado de mis padres, emprendimos el camino al otro lado de la ciudad... despedí con un beso a mi mujer delante de la iglesia diciéndole que ya nos veríamos al finalizar la ceremonia... en ningún momento me quité las gafas de sol y quise permanecer siempre en un segundo plano dentro de aquella iglesia para evitar miradas curiosas y cuchicheos de la gente que pudiera reconocerme... pasar desapercibido era demasiado fácil, el funeral de Don Rafael Sánchez, otrora amo y señor de la ciudad, era el evento de día a pesar de haber caído en desgracia hacia algo más de una década y cientos de curiosos, más que amigos, poblaban aquel templo.

Entonces la vi entrando en la iglesia de la mano de su madre, hacía doce años de aquel último viernes en que la vi saliendo por aquella puerta de la que fuera nuestra casa con su pequeña maleta lanzándome un beso, diciéndome que me quería y que nos veríamos el domingo... mentiría si os dijera que no sentí nada, sentí tantas cosas que no sabría explicarlas... pero caprichos del destino, era domingo y volvería a verme... descubrí que para su desgracia el tiempo no la había tratado demasiado bien, quizá la mala vida, quizá el tiempo que estuvo en la cárcel, quizá... ya no me importaba.

Tras la ceremonia el protocolario acto de dar el pésame a la salida de la iglesia, me senté en uno de los bancos y esperé pacientemente que hasta el último de los asistentes desfilara... entonces escuché como me llamaba el sacerdote diciéndome que ya se habían ido todos.

  • La hija mayor del fallecido, Cristina – dijo el sacerdote.

  • Mi más sentido pésame – dije agarrando su mano con delicadeza sin que ella, con lágrimas en los ojos, levantara la cabeza para mirarme.

  • La esposa del fallecido, la señora Sánchez – dijo el sacerdote.

  • Mi más sentido pésame señora... para lo que quiera – dije mientras le daba un abrazo.

  • Gracias hijo – dijo mientras me daba un beso en la mejilla devolviéndome el abrazo.

  • La hija menor del fallecido, Esther – dijo el sacerdote.

  • Ya sabes que lo siento mucho cariño, en el fondo era tu padre – dije besando a mi mujer.

  • Gracias Marcos – dijo ella abrazándome – Carlos ya se ha ido... ¿vamos a casa de tus padres a recoger a nuestros hijos pequeños?

Y al escuchar aquellas palabras, fue cuando Cristina levantó la vista para mirarme y estalló la tercera guerra mundial... para asombro del sacerdote que se hacia la señal de la cruz una y otra vez mientras pedía perdón a Dios por lo que sucedía en aquella iglesia.

  • ¿Marcos? – dijo Cristina mirándome – ¡MARCOS! – gritó de forma desgarradora e intentó abrazarme.

  • ¡PUTA!... ¡ni se te ocurra tocar a mi marido! – dijo Esther interponiéndose en el camino de Cristina, cuyo rostro parecía totalmente desencajado – vete a casa a cuidar de tus gatos... o mejor, vete a hacer la calle con tu amiga Gema, que es para lo único que valéis las dos.

  • ¡MARCOS!... ¿DÓNDE ESTABAS?... ¡MARCOS! – gritaba Cristina de forma desgarradora.

  • En el mismo sitio que te dijo que iba a estar cuando intentó desesperadamente que dejaras de ser la puta de Roberto... si tanto lo querías... podías haberte ido con él a Barcelona en lugar de quedarte como la puta de tu cuñado... o podías haber ido a buscarlo cuando desapareció, en lugar de llorarle a papá... ¿de verdad piensas que ese hijo de puta que tenías por padre iba a mover un dedo para que

encontraras a Marcos?... te prefería siendo la puta de Roberto que la mujer de Marcos... ¿de verdad piensas que Don Rafael Sánchez no sabía lo que hacías en la empresa de Roberto?... no sé como nuestra madre es capaz de mirarte a la cara y ha permitido que te presentes aquí hoy.

  • ¡HIJA!

  • ¡NO MAMÁ!... ¡que lo escuche de nuevo!... porque la primera vez creo que no lo entendió... te digo lo mismo que te dije hace doce años cuando te obligué a firmar los papeles del divorcio... ¡PARA MARCOS Y PARA MÍ ESTÁS MUERTA!... eres sólo una puta y lo tenías todo... ¡TODO!... ¡OJALÁ EL HIJO DE PUTA DE TU PADRE TE HUBIERA OBLIGADO A TI A CASARTE CON UN HOMBRE DESPRECIABLE AL QUE NO AMABAS... COMO ME OBLIGÓ A MÍ A CASARME CON ROBERTO!... al menos podrías lucir con orgullo ese tatuaje que te marca como la puta que eres... ¿o piensas que ese cabrón no intentó marcarme a mí como te hizo a ti?... lástima que me dejara embaraza antes de que me diera cuenta de cómo era realmente... pero a mi ese cabrón no me ha tocado un pelo desde que nació tu sobrino Carlos... por eso se tenía que conformar con ir con putas como tú, Gema y Laura... ¡PUTA!..

  • ¡ESTHER!... ya basta hija.

  • Adiós mamá – dijo Esther besando a su madre – perdona el espectáculo, ya te dije que no era buena idea que viniéramos si estaba ella... soportar la hipocresía de la gente rica de esta ciudad nunca ha sido para mí... pero tampoco puedo soportar a esa puta – dijo apuntando con desprecio a su hermana – ¿después de doce años sigue haciéndose la víctima?... mamá, cuando quieras ver a tus nietos te recibiremos igual de bien que hemos hecho siempre en Barcelona, allí siempre eres bienvenida.

Esther agarró mi mano y juntos salimos caminando de la iglesia... supongo que os estaréis preguntando si me di la vuelta para mirar a Cristina, quizá el Marcos que era antes lo habría hecho... pero aquel Marcos, el que incluso mató a su cuñado por el amor de Cristina, murió el viernes siguiente cuando Cristina se marchó de casa con aquella pequeña maleta.

  • ¿Así que fuiste tú la que filtró todo lo de Cristina y Gema a la prensa? – pregunté.

  • Marcos, cariño – dijo deteniéndome para darme un beso – ¿de verdad piensas que mi padre iba a perder un sólo segundo de su precioso tiempo en abrir una carta que le enviaras tú?... da gracias que el cartero nos conocía y me dejó firmar a mí que el

excelentísimo

señor Rafael Sánchez la había recibido, de no ser así te la habrían devuelto.

  • Cada día... doy las gracias todos los días desde aquella tarde de sábado que te presentaste en mi puerta en Barcelona – respondí abrazándola y besándola – me haces tan feliz.

  • ¿Por eso me llamaste Cristina aquel día? – dijo dándome un manotazo cariñoso en el brazo.

  • En mi defensa te diré, que tienes que reconocer, que físicamente te pareces mucho a ella... además estoy seguro que aquel día te vestiste y te peinaste como ella para que te abriera la puerta – protesté con una sonrisa.

  • Marcos, cariño... te lo dije aquel día y te lo repito... tal vez no sea Cristina, pero soy la Sánchez que siempre te mereciste, la Sánchez que iba a hacerte feliz si le dabas una oportunidad, la Sánchez que haría cualquier cosa porque fueras feliz.

  • ¿Cualquier cosa? – pregunté asombrado.

  • Cualquier cosa cariño... sólo lamento no haber mandado matar a Roberto antes de que lo hicieras tú – me dijo con una sonrisa.

  • ¡ESTHER!... – su mano tapó mi boca.

  • Shhh... tranquilo cariño... lo sabe toda Granada y la mitad de Andalucía... pero con tu buena cuartada y sin pistas del autor del crimen, jamás podrán juzgarte por haber sido cómplice de nada.

  • ¡ESTHER!... – su mano volvió a tapar mi boca.

  • Shhh... tranquilo cariño, no tienes nada de qué preocuparte... te aseguro que nunca lo encontraran, nuestra felicidad depende de ello – dijo de nuevo con una sonrisa dibujada en la cara – se podría decir que la policía lo tiene

en chino

.

Y con un nuevo beso y agarrados de la mano, continuamos caminando hacia el futuro sin mirar al pasado... mirando a nuestro futuro.