Cristina: Una cama muy especial

Un microrelato escrito en cinco minutos. Bondage, dominación, s&m suave. Parte de varias ideas que estoy recopilando para una novela erótica.

–        Ésta es tu habitación, Cristina.

Cristina entró tras su amo. Era una habitación en un sótano, cerrada. La cama que había parecía cómoda, pero tenía cuerdas y grilletes en la cabecera y el pie de la misma, unidos a algún tipo de mecanismo.

Frente a la cama había un armario sin puertas en el que pudo ver mil juguetes sexuales. Reconoció muchos de ellos: consoladores, vibradores, pinzas, fustas, látigos... y varios más que no había visto nunca.

Cristina era una chica joven de 19 años. Pelo castaño y muy rizado, un poco más alta que la media. Tenía el peso ideal que debería tener toda mujer: Suficiente para realzar sus curvas naturales. Su cadera era un auténtico reclamo para los hombres, y sus pechos eran pequeños, turgentes y perfectos. En ese momento estaba completamente desnuda. El amo siguió hablando:

–        Te lo explicaré Cristina: mientras estés aquí podremos utilizarte cuando nos plazca. Eso incluye a mitad de la noche. Estas cuerdas -dijo señalando la cabecera de la cama- están lo bastante sueltas para dejarte dormir bien. Pero con ellas no podrás tocarte más abajo de los pechos.

Cristina iba entendiendo la intención: Si querían dejarla toda la noche con algún aparato para estimularla, nunca podría alcanzarlo para sacarlo, o pararlo.

–        Pero -siguió el amo- cuando queramos algo de ti, solo necesito pulsar este botón.

El amo pulsó un botón en la pared. La cama chirrió y las cuerdas se tensaron. Si Cristina hubiese estado atada, habría acabado totalmente estirada, con las piernas abiertas y las manos juntas atadas a la cabecera de la cama. Totalmente expuesta.

–        Ahora es hora de dormir Cristina, pero antes te vas a poner algo.

El amo buscó en el armario y le pasó unas bragas negras de tela y cuero. En su interior había un pequeño consolador que debería introducirse para poder ponérselas. El amo le dio un poco de lubricante para que pudiera hacerlo.

Tardó un poco. El consolador era pequeño, pero formaba una bola en su punta para maximizar la sensación. Sólo al caminar Cristina notaba cómo la estimulaba.

–        A la cama.

Cristina, obediente, se tumbó en la cama. El amo la ató: primero los grilletes de las manos, después los de las piernas. Las cuerdas estaban tensas, por lo que la esclava formó una Y invertida con su cuerpo. Sin decir nada más, el amo cogió unas pinzas. Jugó un poco con las tetas de la esclava indefensa antes de colocárselas en los pezones. La chica gimió por el repentino dolor, pero no dijo nada. Dolían mucho.

–        Buenas noches esclava.

El amo se fue de la habitación y apagó la luz, dejando a la chica totalmente a oscuras. Seguía inmovilizada y los pezones le dolían demasiado. No podría dormir. Ya a solas trató de librarse de los grilletes, pero era imposible.

Pasaron muchas horas de lenta tortura hasta que la cama chirrió. Las cuerdas se aflojaron, y finalmente Cristina pudo alcanzarse las tetas y retirar las pinzas. Respiró aliviada, masajeando sus castigados pechos. Pudo comprobar que las cuerdas estaban pensadas para, al estar más sueltas, dejarla moverse con relativa libertad en la cama. Así podría ponerse cómoda, más o menos, para intentar dormir.

Pero cuando estaba a punto de dormirse, el consolador de sus bragas empezó a vibrar. La chica gimió con mucha fuerza. Poco a poco se fue excitando, acercándose al orgasmo. Pero a los pocos minutos el trasto se detuvo.

Pasó poco tiempo antes de que volviera a empezar a vibrar. Siempre se detenía antes de que Cristina pudiera correrse.

Iba a ser una noche muy larga....