Cristina nuestra niñera
Cristina demostro ser una experta y gustarle el sexo desde jovencita.
En casa, desde siempre, hay una mujer joven que ayuda en la limpieza y las labores del hogar, y además, normalmente, se queda con los niños cuando salimos a cenar. Hace unos años una noche que salimos a cenar la chica habitual no pudo quedarse y tuvimos que avisar a la hija de unos amigos, Cristina, que por entonces contaba 18 años. Cristina es una chica seria, bastante guapa y con un aspecto un poquito picarona.
Cuando nos marchamos a cenar le dejamos encargado que vigilara a los niños, que nosotros ya dejamos dormidos. Podía quedarse en el salón, viendo la tele, o en su habitación, donde también había tele, pues acordamos que se quedaría a dormir. Lo único que le pedimos es que no organizara ningún tipo de follón.
Cuando volvimos, antes de lo esperado por Cristina, oímos un poquito de ruido dentro de la casa que nos sorprendió. Abrimos con cierto cuidado y cual fue nuestra sorpresa cuando nos encontramos a Cristina en su habitación con un chico, su amigo, según nos dijo después, dándose el lote de su vida. Mi mujer y yo nos miramos pero instintivamente ninguno de los dos dijo nada y, sin que nos vieran, nos quedamos mirando como se daban el lote. Poco a poco, y con aquella película en directo, nos fuimos poniendo cada vez mas calientes. Cristina tenía la falda subida dejando entrever unas braguitas preciosas. Su novio le metía un dedo en su coñito, que le debía de producir bastante placer por la cara que estaba poniendo. Poco a poco le fue subiendo la camiseta para alcanzar sus tetas que tenían unos pezoncitos maravillosos. El chico Inclino su cabeza y empezó a chuparle los pezones, con no mucha habilidad pero con una avidez que suplía su inexperiencia. La escena me estaba poniendo a cien por hora y me hacia desear aquellas tetitas y aquel coñito desesperadamente. Desde donde los veíamos era difícil que nos pudieran ver y además teníamos libertad de movimiento para hacer todas las marranadas que nos diera la gana, así es que aprovechamos y empezamos a masturbarnos el uno al otro, mientras veíamos aquella parejita como se animaban cada vez mas. Si yo disfrutaba viendo aquellas preciosas tetitas y aquellas braguitas de teen, mi mujer no disfrutaba menos, viendo tanto a ella como a el, como después me dijo. Me confeso que le ponía tanto verle a ella el coñito como a él la polla dura y tiesa y que a estas alturas del lote ya estaba en manos de Cristina que la masajeaba con una habilidad que me maravillaba, pues no la imaginaba tan experta.
Decidimos pasar a la acción. Ellos estaban tan entretenidos en lo suyo que no se darían cuenta, y desde donde estábamos, viendo como se hacían mutuamente una buena paja, empezamos a follar nosotros. Saque mi polla, le subí la falda a mi mujer, le di la vuelta, la agarre por la cintura y se la metí con tal ansiedad que estuvo a punto de gritar. Sentí su culo caliente apoyarse en mi pelvis y empecé a sacar y meter mi polla lenta y rítmicamente, regodeándome en cada embestida. La sacaba casi hasta dejarla fuera y, con todo el vicio del mundo, la volvía a meter y sentía como su coño se amoldaba al tamaño de mi polla. No le quitaba ojo al coñito de Cristina y cada embestida que le metía a mi mujer, para mi era como si se la estuviese metiendo a Cristina. Era una delicia sentir mi polla entrar y salir de un coñito que para mi, en ese momento, era el de ella. Me imagino que mi mujer estaba sintiendo lo mismo y que la polla que recibía, en su imaginación, no era la mía sino la que estaba viendo y que la mano de Cristina era su coño. Por si acaso no era así, acerque mi boca a su oído y le dije que si le apetecía follarselo. Ella me contesto que si y, me imagino, que de pensarlo, empezó a correrse de tal manera que yo no puede resistirlo y me corrí con ella.
Recompusimos nuestras ropas y le propuse hacer realidad lo que habíamos imaginado. Le propuse que tratáramos de seducirlos y llevarlos a la cama, pero a ella la idea le asusto y me dijo que le parecía arriesgado y que prefería no compromerse. Yo no me quitaba de la cabeza el coñito de Cristina y no podría dormir si no intentaba follarmela.
No sabia como proponérselo a mi mujer, porque, aunque no era la primera vez que habíamos abordado la idea de hacerlo con otra mujer e incluso ya teníamos alguna aventurita seduciendo y metiendo mano a alguna, nunca habíamos llegado tan lejos. Pero esta noche estaba demasiado a mano como para desperdiciarlo y a mi me apetecía una barbaridad. Tenia que aprovechar que mi mujer estaba caliente. Se había corrido, pero yo sabía que quería y que necesitaba más. Sabía que cuando nos metiéramos en la cama me iba a pedir guerra.
Acorde con mi mujer que mientras ella iba al baño, iría a la habitación de Cristina para sorprenderlos. Ellos al sentirse pillados se levantaron, se arreglaron la ropa y rojos como tomates se disculparon diciendo que lo sentían mucho y que, por favor, no dijera nada.
El chico se fue, le acompañe hasta la puerta, y volví a la habitación de Cristina. Le dije que no se preocupara y ella me pidió que no dijera nada. Le asegure que no le diría nada a mi mujer ni a sus padres y ella me abrazo y gimiendo me pidió perdón y quiso darme una explicación. Le dije que no se preocupara y aproveche, lo reconozco, para regodearme abrazándola. Ella acuso mi abrazo y, no sé si por complacerme o porque estaba caliente, se pego a mí de tal forma que mi polla creció repentinamente en mi pantalón y se pego a su cuerpo. Ella noto mi calentón, me miro fijamente y con su mirada me dio permiso para actuar. No quise asustarla y me limite, mientras la tranquilizaba, a darle unas palmaditas lascivas en su culito y hacerle notar el calentón que tenia. Le comente que la había visto darse el lote con su amigo y que la escena me había parecido muy erótica y muy caliente. Se apretó un poquito más a mí y note como mi polla se pegaba a su coñito. Mientras seguía tranquilizándola y asegurándole que no diría nada, empecé a hacer movimientos lentos para rozarle con mi polla por encima de sus braguitas. Empecé a notar que, no solo no me rechazaba sino que, quería algo más de lo que le estaba dando. La niñita o estaba muy caliente o era más zorrita de lo que yo pensaba. Deslice la mano por su espalda y empecé a sobarle el culito. Le levante la falda por atrás y metí mi mano en su culito, fui pasando la mano por su cadera, note como se estremecía, y la fui bajando poco a poco a su coñito. Dios mío, estaba empapada, las bragas estaban tan mojadas que pedían a gritos que se las quitara y pasara a algo más fuerte. Conseguí deslizar suavemente un dedo dentro de su coñito y empecé a moverlo lentamente, la bese en la boca con tanta pasión que se entrego totalmente y tiro de mí hacia la cama. Se reclino en la cama, me cogió de la mano y me pidió que siguiera besándola. Me eche a su lado le baje lentamente las bragas y comencé a hacerle una pajita con mi dedo mientras le levantaba la camiseta y dejaba la descubierto sus pechos. Tenía unos pezones impropios para su edad, duros y grandes. Los lamí, los mordí, me los metí en la boca y cuanto más se los chupaba mas se excitaba. Por fin entre el movimiento de mi dedo y el de mi lengua la lleve a su primer orgasmo. Lo había empezado su amigo y yo lo había rematado. Baje lentamente con mi boca a su coñito y comencé a lamerle el clítoris y a meterle mi lengua mientras gemía y se agitaba. Le pedí que no hiciera demasiado ruido para que mi mujer no nos pillara, pero en realidad yo sabía que mi mujer se imaginaba lo que estaba pasando y me estaba dejando que le prepara la juerguecita. Cuando ya la tenía de nuevo a punto de caramelo saque mi polla y le pedí que me la chupara. Mucha experiencia no tenia pero su torpeza chapándomela me excitaba aún más. No la deje mucho tiempo chupándomela, la recline sobre la cama, me subí encima de ella y se la fui metiendo poco a poco. La metía un poquito y la volvía a sacar para no hacerle daño. Cada vez estaba mas mojada y la polla se deslizaba mejor. Cada vez era mas difícil sacarla pues ella no me dejaba y la quería mas dentro, pero yo sabia que tenia que ser lentamente para que la disfrutara de verdad. Tenia que desearla y yo estaba dispuesto a que así fuera. Me susurro al oído que se la metiera hasta dentro y que se la dejara mas ratito. Indudablemente la chiquita estaba lista. Me regodee en la siguiente metida. La deslice despacio pero con fuerza y sin sacarla mas veces empuje una y otra vez al ritmo de sus jadeos y de sus gritos. Se abrazaba a mi con tanta pasión que creí no resistir más. La verdad es que la niña para ser su primera vez , según me dijo después, follaba con tal pasión que me estaba haciendo disfrutar como una autentica experta. Me abandone al placer y entre sus gritos de placer y sus orgasmos, que los hilaba uno detrás de otro, me corrí con tanta fuerza que mi mujer debió de oírlo o por lo menos le sirvió de escusa para presentarse en la habitación cuando los dos, sudorosos y jadeando, descasábamos sobre la cama.
Su reacción fue muy buena y, creo que, premeditada. Primero se hizo un poco la ofendida con Cristina y le hecho un poco la culpa de todo. No solo trae un chico a casa y se da el lote con él sino que además deja que su marido la desnude y le meta mano. La estrategia no era mala. La hacia sentirse culpable y así estaba un poco en sus manos. Las dejo sola. Me fui a dar una ducha con la intención clara de volver, pero necesitaba respirar un poco y asimilar aquel polvito, la noche no terminaba ahí.