Cristina (final)

Por una apuesta

Salimos del club sin dirigirnos la palabra. Nos montamos en el coche y nada más arrancar comenzó  a hablar. De esa conversaron dependía que la llevara a su casa o nos fuéramos a la mía.

-Eres un cabrón –me dijo-

-Lo sé –conteste-

-Pero ha sido brutal. Nunca me había corrido de esta manera.

-Por lo que estabas preparada.

-No sé, supongo –respondió con cierta ingenuidad-

-Ya sabes lo que me gusta.

-¿Soy tu sumisa? –me pregunto-

-No, aun no. Eso lo tienes que decir tú y yo aceptarte como tal.

Se quedó callada. Le di dos o tres minutos para que pensara.

-¿Te llevo a tu casa o vamos a la mía?

-Soy tuya, tú decides –me contesto-

Pare el coche, se sorprendió.

-Mira Cristina, es una decisión que te cambiara la vida, tienes que estar segura y además yo también debo estar seguro de ti –le dije-

-Pero….

-Escucha –proseguí- ser sumisa no es solo pasarlo bien, tendrás que obedecer en todo y  muchas cosas no te gustaran, yo debo tener la certeza que no te negaras a nada. Siempre podrás dejarlo. La misión de la sumisa es obedecer y complacer a su dominante.

-Podemos intentarlo y ver qué pasa.

-Está bien, vamos a mi casa y de lo que suceda esta noche, tomaremos una decisión.

Había salido mejor de lo que había planeado, no pensaba ir tan lejos pero se había precipitado todo.

En casa tomamos una copa, pretendía que se relajara.

-Esta noche –le dije- vas a tener lo que llevas deseando desde la primera vez que salimos Te voy a penetrar.

-¡Por fin!

-No te alegres tan rápidamente. Sera la prueba que te pido para ver si de verdad estas dispuesta a ser mi sumisa. Lo voy hacer analmente.

-Pero eso duele, según dicen, además yo no lo he hecho nunca.

-Claro que te va a doler las primeras veces, hasta que tu esfínter se acostumbre y se dilate de forma natural, luego sentirás cosas y con el tiempo lo disfrutaras y quizás llegues al orgasmo.

-Tengo miedo, de verdad, me vas hacer daño y yo no quiero eso.

-Pero ser sumisa lo lleva implícito, sufrimiento por tu amo, pero un buen amo cuida de su sumisa ya que es el objeto más preciado que tiene.

No contesto nada, su mirada lo decía todo.

-Por ser la primera vez –proseguí- te permitiré que si no aguantas, te puedas mover y sacarte mi polla para que descanses un poco y luego seguimos. Si prefieres dejarlo, me lo dices y hasta aquí hemos llegado.

-De acuerdo, probemos –me contesto-

-Desnúdate.

No tardo casi nada en estar en cueros vivos dada la poca ropa que llevaba.

-¿Te acuerdas de lo que ordene para cuando fuera a tu casa?

-Recibirte desnuda.

-Estarás siempre desnuda cuando estemos los dos juntos, salvo que indique lo contrario

-Entendido.

La lleve a mi dormitorio nos tumbamos en la cama y comencé con una sesión de besos y caricias. Su sexo estaba seco pero poco a poco fue mojándose. De vez en cuando le daba un azote o le mordía los pezones, arrancándole suspiros cada vez.

Poco a poco su vulva se fue humedeciendo. Le dije que me chupara la polla. Sabía que eso le gustaba y lo note muy pronto en sus flujos vaginales. Al rato la aparte,  tumbe y separe sus piernas. Comencé a lamerle la vulva, los labios y el clítoris. Se puso como una moto. A mí me gusta el sabor de los jugos y lamerles el coño, cosa que no es muy frecuente entre los dominantes.

Mirándole a los ojos le ordene que se pusiera a cuatro patas.

-Preparada para el matadero –dijo con voz nerviosa, sabiendo que se iba acercando el momento-

Le acaricie la cabeza y le di un beso en la boca. Al terminal le dije:

-No tengas miedo, estate tranquila y fundamental que relajes el esfínter, No trates de impedir la penetración contrayéndolo.

Seguí lamiéndole el sexo y el ano. Tenía un ano precioso, cerrado. Me encantaba la posibilidad de follarmelo, pero supe que me costaría trabajo.

Me ti un dedo en su vagina, suspiraba con cada acción. El dedo mojado se lo fui metiendo lentamente en el ano y lo moví. Repetí la acción varias veces. A continuación le introduje dos dedos. Mi lengua seguía jugando en su vagina. Cristina pasó de los suspiros a los gemidos, leves, bajos. Parecía que estaba relajada.

Entonces comencé a pasar mi verga  desde el ano a la vagina. La primera vez que sintió la polla en su culo dio una contracción, yo seguí  yendo hacia abajo.

-Tranquila, relájate –le dije-

No contesto. Decidí follarla el coño y con dos dedos seguí abriéndole el culo. Cuando notaba que estaba excitada de más le sacaba la polla y los dedos. Volvía a ponerle la verga en el ano y ella volvía a contraerse pero en cada ocasión era menor que la anterior.

Repetí el juego varias veces. La última casi no percibí que se contrajera por lo que decidí empezar a penetrar ese culito que me tenía loco.

Apoye el pene y comencé a presionar agarrándola de las caderas. Espere que dijera algo pero no lo hizo.

Yo miraba en los espejos que tenía por las paredes y que me permitían tener una buena vista de la cama y por tanto de Cristina, incluso de su cara. Estaba mordiendo la almohada. Bien por ella.

Cuando el glande estaba dentro le di un respiro. Note como se relajo y alzo la cabeza. Le di un par de azotes en las nalgas y volví  a la carga. Entraba despacio pero ya sin concesiones. Centímetro a centímetro hasta que mis huevos toparon con su culo.  Me quede quieto dando tiempo a que su recto se acostumbrara a mi polla.

Vi que volvió a morder la almohada varias veces pero en honor a la verdad no hizo ni un comentario ni intento zafarse de la penetración anal.

Inicie el mete saca de forma suave y al mismo tiempo le fui masturbando. Aumente el ritmo y su esfínter se cerró sobre mi verga, sentía presión. Vi como daba puñetazos en la cama, volvió a morder la almohada, gimió, dio pequeños gritos, signos de que le estaba doliendo pero aguanto.

Yo seguí masturbándola hasta que note que me iba a vaciar y le agarre con las dos manos de las caderas para entrar bien a fondo.

Fue una corrida monumental, con mucho semen. Me deje caer sobre Cristina y la aprisione entre mi cuerpo y el colchón, inmovilizándola. Con la verga en su culo la masturbe hasta que ella también llego. Nunca le había visto correrse de esa manera, los ojos en blanco, gritando, con espasmos.

Nos llevo algunos minutos recuperarnos. La abrace, no dije nada, esperaba que fuera ella la que hablara. Tardo un rato y me sorprendió.

-¿Te ha gustado romperme el culo? –me pregunto-

-Mucho, un culo virgen es lo mejor que te puedes encontrar, incluso mejor que una vagina.

-He pasado momentos duros, he estado a punto de mandarte a la mierda e irme a mi casa.

-Pero no lo has hecho y al final has tenido tu recompensa.

-Si –dijo—

-Pero no has pedido permiso  para correrte, eso supone que tendré que castigarte.

-Por supuesto, amo.

Era la primera vez que me llamaba amo y había salido de ella, a mi no me gusta obligar a las sumisas el uso de tratamiento, prefiero que lo hagas cuando realmente lo sientan.

La apretuje contra mí, rodeándole con los brazos.

-Ahora, puta, vamos a dormir.

-Lo necesitamos –dijo mientras que me besaba-

-Has estado fenomenal, mejor de lo que esperaba y eso que tenía confianza en ti. Mañana tendrás un premio.

-Si mi amo, un premio y un castigo.

Y así no quedamos dormidos.