Cristina
Sebas recibió la visita de Cristina, la hija de su vecino. Una chicha de 19 años, llamó a la puerta para preguntar por su padre.
Eran las 11:00 de la mañana de un sábado. Sebas acababa de llegar de practicar deporte, había salido a correr durante una hora, al salir de la ducha oyó el timbre de su casa.
Estaba esperando la llegada de un repartidor con un paquete y para que no se fuese sin entregarlo, rodeó su cintura con una toalla y al abrir la puerta se encontró a Cristina.
Cristina es una muchacha de 19 años, hija de su vecino, había venido a visitar a su padre y este no se encontraba en casa. Antonio la invitó a pasar para que esperase a su padre dentro de su casa.
Cristina es una chica alta, ancha de caderas y con pecho muy voluminoso. Llevaba puesto un pantalón vaquero ajustado y una camiseta blanca que permitía apreciar un sujetador que no abarcaba todo el pecho.
Cristina y Sebas se conocían desde hacía un año, desde que él se mudó a esa vivienda. Habían hablado algunas veces, y en una oscasión, Sebas le ayudó a bajar de casa de su padre unos muebles.
Sebas volvió volvió al cuarto de baño para terminar de secarse, y al salir se encontró a Cristina de frente. Le quitó la toalla de un tirón, y con la mano abierta empezó a acariciar sus testículos, apretándolos suavemente, la polla de Sebas se endureció en décimas de segundo. Cristina se sentó en el inodoro, cogió la polla erecta, la presionó e inició movimientos hacia delante y atrás a escasos centrímetros de su cara. Sebas se dejó ir y permitió que una gran corrida saliese disparada hacia la cara de Cristina.
Ella pasó los dedos índice y corazón de su mano derecha por su cara recogiendo el semen e introduciéndolo en su boca, volvió a meter la polla de Sebas en su boca y absorbió todo el semen que había quedado en la punta.
- Creo que mi padre ha llegado ya, muchas gracias por permitirme esperarlo en tu casa.