Cristina

Actitud. Es lo único necesario. Actitud, y quizás persistencia, y se logra llegar a la gloria.

Cristina se acercó para pedir fuego.

  • Lo siento, no fumo. - Respondí.

  • Gracias - dijo ella, alejándose.

Parecía que nadie fumaba en la terraza de aquel café. Se sentó en una mesa sola, mirando su teléfono, probablemente revisando mails. Vestía una falda negra, corta, tacones muy altos de aguja y una blusa blanca bien escotada. Tenía el cabello rojizo, lo usaba recogido en un moño, lo que destacaba sus inmensos ojos verdes. Aún tenía el cigarrillo apagado en la mano. Entré a la cafetería y pedí cerillos. No era mi problema, ni siquiera era mi estilo, pero me acerqué con los cerillos a donde estaba ella. Llevaba mi 'mocha late' en la mano. Puse los cerillos en la mesa.

  • No me gusta ver que una mujer atractiva no consiga lo que quiere - dije, sin saber de dónde emanaban esas cursis palabras.

  • Que tierno! - exclamó - muchas gracias, hijo.

'Hijo'. Me dijo 'hijo'!. Y yo que trataba de hacerme el galán. Es cierto, tenía a penas 21 años, pero siempre creí que me veía mayor. Instantáneamente reí. Ella me volvió a mirar, sonrió y preguntó por qué reía.

  • Claramente yo no podría ser tu hijo - respondí con una soltura que nunca creí tener, siempre sonriendo.

Ella rió esta vez.

  • Creo que sí podrías - y volvió a aspirar su cigarrillo - ¿Qué edad tienes? ¿19 ó 20?

  • ¡21! - respondí apresurado, casi indignado - te molesta si me siento?

Ella rió

  • No, pero te advierto que esto no resultará, no soy una ' cougar' .

  • ¿Una cougar?

- Una mujer madura que sale con chicos jóvenes - respondió riendo.

  • Basta con eso, tú no puedes ser mucho mayor que yo - dije, creyéndolo en serio. Ella no se veía mayor de 30.

  • Tengo 42 años. - dijo - Muchachitos como tu siempre me dicen esas cosas, pensando que van a lograr algo conmigo.

Me levanté de la silla, sonreí fingidamente, me di la vuelta, pero en un segundo regresé.

  • Al menos podrías decirme tu nombre.

  • Cristina.

  • Bastián - le dije al tiempo que extendía la mano.

  • Debo reconocer que eres un chico muy persistente, Bastián - dijo al tiempo en que me estrechaba la mano.

  • No - corregí - en verdad no busco...

  • OK - interrumpió riendo. - ¿No te ibas?

  • Ok - dije yo, imitándola - adios Cristina, un gusto conocerte.

Nuevamente me di la vuelta, y caminé hacia la salida. Había dado varios pasos por la calle, cuando una mano me toca el hombro.

  • Ovidaste tus cerillos - Era Cristina.

  • Te los regalo - respondí - así recordarás a este 'chico persistente'.

  • Al parecer no eres tan persistente, Bastián - me dijo - Te fuiste demasiado pronto.

Caminamos juntos variaas cuadras. Conversamos, me dijo que era divorciada, que tenía un hijo, que era abogada. Llegamos a la entrada del edificio donde estaba su oficina.

-Quizás nos encontramos nuevamente - me dijo.

  • Quizás - dije yo.

Ella se acercó a darme un beso en la mejilla, y yo nuevamente quedé impávido, como el muchacho tonto que era. No sé donde quedó el galán que le llevó los cerillos y se sentó en su mesa. La vi entrar al edificio, caminando con esos tacones altísimos, meneando la cintura. ¡Guau! era hermosa. Me fui pensando en cómo me había visto ella. quizás lucía como un muchacho demasiado joven, con los jeans sueltos, una camiseta gastada, usando tenis. Es verdad que era flaco y desgarbado, no sé por qué se me ocurrió que podía intentar algo con esa tremenda mujer.

El resto de la tarde me quedé estudiando en la biblioteca, que estaba cercana al café en donde nos encontramos, cercana a su vez a la oficina de Cristina. No me di cuenta como pasó el tiempo, y ya había oscurecido. Salí de la biblioteca con mi mochila al hombro. Hacía un poco de frio, así que caminé rápido. Mi apartamento estaba a aproximadamente 10 cuadras, no necesitaba tomar el autobus. En el camino debía pasar por fuera de una estación de combustible. Sin intención alguna miré hacia adentro, y la vi. Era cristina, echando gasolina a su automovil de lujo. Pensé en el destino, y en todas las cosas cósmicas que se ven en las películas, y me acerqué. Toqué su ventanilla.

  • Me estas siguiendo? - le dije, antes de que ella me lo dijera a mi.

  • Bastián! - dijo con tono de sorpresa - después de todo sí que eres persistente.

  • Iba pasando camino a mi apartamento - dije - y sin querer, te vi.

Terminaron de llenarle su automovil, y me despedí. Ella hizo lo mismo. Seguí caminando. A penas una cuadra después, Cristina detiene su automovil a mi lado, baja la ventanilla y me ofrece llevárme hasta mi hogar. A pesar de que estaba muy cerca, accedí.

Le indiqué donde era, y cuando debía despedirme, decidí que no iba a quedar paralizado nuevamente. Esta vez yo me acerqué a darle un beso en la mejilla. Pero tomé su cara, tratando de ser firme y gentil a la vez, y uní mis labios con los suyos. De pronto, ella abrió su boca, nos besamos.

No me di cuenta cómo llegamos a las escaleras de mi edificio. Entramos besándonos a mi departamento, que estaba bastante desordenado. Para ese entonces estabamos desenfrenados, juntando nuestras lenguas bastante torpemente. Recorríamos los cuerpos del otro por sobre la ropa. Raudamente me liberé de mi camiseta. Cristina se desabotonó la blusa blanca, dejando su brasier al descubierto. Continuamos besándonos y desvistiéndonos. Nos recostamos en el sofá, y sin pensarlo mucho le quité el brasier. Ella mordisqueaba mi labio mientras yo me distraía con sus senos. Eran grandes, ya no eran tan firmes. Era verdad que tenía más de 40 años. Pero eran senos al fin y al cabo, y una situación como esa no se daba mucho en un chico como yo, inexperto.

Con mucha pericia, Crsitina desabrochó mis pantalones y buscó con sus manos mi polla. Yo estaba a mil, la tenía más dura que nunca. Me quité los pantalones, mientras ella se bajaba la falda. Recién caí en cuenta que no supe cuando ni como se quitó los zapatos y las pantys que llevaba puestas. Al quitarme los jeans quedé en boxers. Eran esos boxers sueltos que uno ocupa por comodidad, y que nunca cree que una mujer va a llegar a verlos. Junto a mi erección, aquello parecía una carpa de circo. Cristina se rio, mientras se soltaba el cabello. Cayó sobre sus hombros. Que sexy. Quedó en calzones, y se acercó a mi, que estaba a un par de metros. Volvimos a besarnos, y la abracé tocando su espalda desnuda. Ella se arrodilló, y me quitó los boxers, que cayeron hasta mis tobillos. Sin previo aviso, introdujo todo mi pene en su boca. Recorrió con su lengua desde la base de mis testiculos, hasta el glande, que se humedecía más y más. Solo se detuvo para comentar que era más grande de lo que ella había pensado.

Inexperto y nervioso, no sabía qué hacer. Instintivamente, o imitando alguna porno que vi, puse mi mano en su cabello y lo sujeté. Obviamente ella se quejó, se lo estaba tirando. Sonrió, y me empujó al sillón, en el que caí sentado, aun con mi pene duro. Ella continuó con la fellatio de manera maestral. Yo aguanté varios minutos gracias a las pajas diarias que me daba, a veces patéticamente, en ese mismo sillón. No era virgen, pero no tenía novia, ni sexo frecuente. Le avisé que estaba que me corría. Se lo repetí, pero ella no se detuvo. Pensé que me iba a desmayar. Un chorro, otro, un tercero, y ella seguía lamiento, metiéndose entero mi pene. No se detenía. Creo que incluso di unos gemidos de placer. Solo ahí ella se detuvo lentamente, para luego acercarse a mi y darme un apasionado beso francés. Introdujo su lengua en mi boca, y me di cuenta de que estaba saboreando mi propio semen. Mi primer impulso fue alejar mi boca de ella, sentí un poco de asco.

  • Se nota que te alimentas bien - dijo Cristina picaronamente - tu leche tiene buen sabor.

  • EEuuuhhh - exclamé-

  • tranquilo - me dijo riendo abiertamente - sé cómo puedes cambiar el sbaor.

Tomó mi cabeza, y la llevó a la altura de su entre pierna. Se recostó en el suelo, y me guió hasta donde estaba su coño mojado, aun cubierto por unas sexies braguitas blancas.

  • Quitalas - ordenó.

Y las quité lentamente, disfrutando los vellos que iban apareciendo mientras bajaba esa prenda. Cuando la despojé totalemte de ellas, Cristina abrió sus piernas y tiró de mi cabeza nuevamente. Yo no había hecho nunca antes sexo oral, pero pensé que no era el momento de señalarlo. Pasé lentamente mi lengua por entre los labio menores, y Cristina dio un profundo suspiro. Fui aumentando el ritmo de las lamidas, y ella comenzó a estimular su clitoris. Gracias a ello, lo identifiqué (siempre me había costado) y ayudé con mi lengua y labios. Iba introduciendo mi lengua cada vez más, sin atreverme a presionar mucho. Pero Cristina, que sabía lo que hacía, pidió más. Con cierto recelo impulsé mi ñengua a través de los labio menores, y sentí el calor y la humedad a más no poder. El sabor de mi primer coño será inolvidable. Estuve ahí varios minutos, hasta que, al parecer, Cristina llegó a un orgasmo. Fue ella misma la que me hizo un gesto para que me detuviera. Ella me empujó abajo del sillón, y se situó arriba mio. Mi pene había vuelto a estar erecto al máximo, y ella jugueteaba con él en la entrada de su vagina. Se me acercó al oído y preguntó por condones. Por suerte tenía algunos, así que fui a buscarlos a mi habitación.

Me costó entontrarlos, medio nervioso, medio apurado. Cuando volví a la sala, Cristina no estaba. Se había vestido rápidamente, y sólo encontré en el sillón junto al que estábamos sus bragas. Quise salir a buscarla, pero estaba desnudo y con una erección de los mil demonios. Tomé las bragas y las olí. Ese era el olor a gloria.

Y ahi me quedé, completamente excitado. Con el recuerdo de una mamada histórica.

Pensé si volvería a verla. Y recordé el calificativo que la misma Cristina me había dado. Me dije a si mismo 'Bastián, tendrás que ser persistente'.

(continuará?)

Para criticas, comentarios, preguntas o simplemente saludos, pueden escribirme a wyatt.hall@gmail.com)