Cristian y Nicole 2

Lo que yo no sabía es que ese hombre al cual yo le había entregado mi virginidad, del cual estaba perdidamente enamorada era mi padre

Ira, dolor, emociones encontradas y sobretodo reproches. Una acalorada discusión entre Cristian y mi madre, sentí que todo lo que había sucedido era una broma de mal gusto, pero mientras más lo analizaba me sentía asqueada, había tenido sexo con el que al parecer era mi padre, pero lo más grave no era eso… No, el sexo es algo trivial dependiendo del punto de vista que lo tomes, estaba enamorada de mi propio padre. Con lágrimas en mis ojos escuchaba el relato de mi madre, por primera vez vi a Cristian perder los papeles

Ahora en parte comprendía el por qué me sentía tan segura entre sus brazos, ese impacto inicial que causo en mí. El llamado de la sangre… Pasaron horas y horas mientras se discutía la situación, la mirada de dolor hacía que sus ojos se tornaran de un gris bastante opaco. Ninguno podía mirar a la cara al otro, ninguno tenía el valor para dirigir una oración que no fuese cortante. La proposición de mi madre, que nos alejáramos cosa con la que Cristian no estuvo muy de acuerdo, pero la carne es débil y si permanecíamos bajo el mismo techo pronto cederíamos a los instintos carnales, al deseo mutuo que sentíamos.

Se acordó de que todo sería olvidado, Cristian estaba dispuesto a asumir su papel de “padre” conmigo, me alquilaría un piso y me ayudaría con mis gastos en la universidad, simplemente lloré no podía creer que mi mundo se estuviese derrumbando de esa manera. Lo que más me dolía era que no podría sentir el calor de su cuerpo junto al mío en la madrugada, o que ya no podía buscar esos labios para robarle uno y mil besos.

Los días siguientes lo pase con mi madre en el hotel, no tocó nunca el tema, no quiso hacerlo, yo tampoco pretendí hacerle alguna pregunta, a los días volví a verlo, estaba como yo descompuesto algo le faltaba y ese algo era yo. Recogí todas  mis cosas de ese que se había convertido nuestro hogar para mudarme a otro sitio, era mucho más espacioso que mi antiguo lugar, más cerca de la universidad en medio de la ciudad.

Días y semanas pasaron, todo regresaba a una relativa calma. Continúe la universidad la ausencia de Cristian era notoria, mi padre trataba de mantener toda la distancia posible entre nosotros, una que otra llamada rápida para saber si necesitaba algo más pero hasta allí, era consciente de lo tajante y cortante que podía ser, no era un hombre de muchas palabras eso ya lo sabía pero al parecer a mí me estaba afectando más ese distanciamiento. Pues lo necesitaba, necesitaba todo lo que él me daba y me costaba concebir que todo era una jugarreta del destino, que precisamente ese hombre que conocí en la cafetería al cual le me entregue en cuerpo y alma era también el responsable de haberme dado la vida.

Si bien un dolor en mi pecho me acompañaba diariamente el tiempo como todo fue ayudando a sanar esa herida, no es que ya lo fuese superado sino que lo había aceptado como un hecho en mi vida y estaba aprendiendo a convivir con ello. Empecé a relacionarme más en la universidad, ampliando mi grupo de amigos, comencé esa etapa que nunca había vivido la de salir, disfrutar, pasar el tiempo esos momentos que se viven una sola vez en la vida, en esa etapa tan bonita donde se madura hacia la adultez.

Tendría un mes sin tener noticias de mi padre, cuando me llamaron las chicas para salir a bailar, celebrar que ya habíamos terminado el período de exámenes y los resultados eran prometedores para todas nosotras. Fuimos a una discoteca a la cual íbamos regularmente cuando el tiempo nos los permitía no era un lugar demasiado alocado pero se podía bailar y disfrutar de un buen momento. Éramos felices en ese instante y por primera vez en mucho tiempo el dolor que me acompañaba se había alejado.

Al cabo de un rato unos chicos nos invitaron a bailar y aunque yo no quería mucho nos emparejamos con ellos. La verdad no me sentía para nada cómoda pero accedí para complacer a mis amigas. Uno de ellos no me dejaba ni respirar, tome una pausa y me dirigí hacia los baños, el chico me siguió me detuve en la zona cercana a los baños cuando lo note, estaba algo tomado y quería llegar más lejos conmigo, se acercó a mí y comenzó a tocarme yo trate de alejarlo y forcejamos un rato pensé de verdad me lastimaría.

Sus manos comenzaron a forcejear con las mías, me aprisiono con su fuerza siempre fui una chica menuda y en ese momento maldecía por haberme dejado convencer por la chicas. Apretaba con una de ellas mi seno y la otra se fue colando a mi intimidad. Temor, miedo, incertidumbre. Su mano rasgo uno de los tirantes de mi vestido y las lágrimas acudieron a mi rostro, cerré los ojos esperando lo peor cuando me llevaba a la fuerza a una zona más apartada, más solitaria aun ya daba todo por perdido un beso forzado y su miembro recostándose a mí. Fue algo rápido, un puño en su cara, cayó al piso. Un salvador… Pero no cualquiera… Era mi padre. Me sentía indefensa y acudí al lugar más seguro para mí entre sus brazos.

-Tranquila mi niña, nadie te lastimara mientras yo viva

-¿P-Pero como sabías?

-Nunca te pierdo el rastro niña y menos cuando vienes a sitios como este. Vámonos

-Mis amigas…

-Luego

Su tono tajante solo me dio a entender lo que yo ya conocía lo mejor era ir a su lado sin decir nada, se quitó el saco y lo coloco sobre mí para tapar el roto vestido, salimos rápidamente del lugar. Silencio, los meses juntos aprendí cuando era el momento adecuado para hablar y cuando era mejor callar. La noche era dueña y señora de la situación. A los minutos me di cuenta nos dirigíamos a su piso, mi corazón empezó a latir fuertemente.

Sin decir una palabra bajamos del coche y nos dirigimos a su casa, podía sentir lo imponente de su mirada cuando subíamos las escaleras. Regresar a ese lugar, tan cálido para mí, muchos recuerdos buenos y uno muy doloroso. El aroma de los libros, las tenues luces, la decoración que tanto me gustaba, ese cuadro que había escogido a las pocas semanas de llegar, todo seguía igual solo con la diferencia de que la biblioteca se había ampliado.

-Sigues comprando… Eres un caso

-Sabes que no lo puedo evitar

-Gracias… -dije cuando voltee a verlo separándome de la estantería-

-No soy un acosador, pero no puedo evitar buscarte, tu no lo notas –su mirada reflejaba la misma tristeza que la mía, se acercó buscándome pero me aleje-

-No podemos papá… -Era la primera vez que lo llamaba así esas palabras parecieron retumbar por todos sitios, sobretodo retumbaron en mi corazón-

-Esto me está matando Niki… No puedo resistirlo más… Me iré lejos… Vivir acá, tus recuerdos, es algo que me duele demasiado

-¿Te vas?

-Si no pienso seguir soportando esto

-No te vayas… -un hilillo de voz, una conexión en nuestras miradas-

Dos cuerpos, frente a frente, luchando contra los valores, contra la sociedad y la moral. Lo habíamos evitado muchos meses, pero siempre sabía que estaría allí pero si se iba no lo volvería a ver por mucho tiempo, años o quizás toda la vida. Ese debate interno, ese dolor, ese amor.

-Si me quedo… No resistiré la tentación-su mirada se paseaba por mi cuerpo acercándose cada vez más-

-Soy tuya

Unas palabras sinceras, unas palabras que hacían peso más que cualquier parentesco estaba ese deseo y ese amor puro ¿Enfrascarnos en una relación incestuosa? Si ya lo habíamos hecho ¿Qué más daba? Sus manos me recorrieron y esa electricidad que sentía cada vez que me tocaba regreso. Retrocedió, culpa pero en mi mirada le decía que podía continuar.

-Si lo hago nunca te dejaré ir ¿Quieres ser mi mujer, mi amante… mi hija? –la sinceridad de sus palabras me impactaron-

-Quiero que seas mi hombre, mi amante y si… mi padre también

Al fin después de tantos meses nuestros labios se buscaron, se unieron en un beso profundamente intenso, un beso cargado de emociones, un beso incestuoso. Me lanzo hacia el sofá donde los instintos se despertaron, sus manos me sujetaban firmemente como queriendo evitar que yo me arrepintiera, su boca no daba paso a la mía con un beso cargado de hambre, de abstinencia. Buscando mi cuello para dejarme un chupetón. Me sonroje un poco, si bien nuestros cuerpos se conocían a la perfección hacía ya un tiempo que no me encontraba en esa situación, mi amor era muy fuerte para permitirme tener algún desliz con un chico de mi universidad. Ni siquiera un beso a otros labios y claro que él sabía el poder de su mirada, lo que causaba en mí. Se detuvo un instante para contemplarme

-¿Me dejarás hacerlo? Sabes que ambos lo deseamos ¿te animas?

-me sonroje- ¿crees que es el momento? –Salió a relucir mi tono coqueto-

-¿Qué mejor que este momento?

-Sabes que no puedo resistirme a esa sonrisa. Te extrañe

-No más que yo a ti princesa

-Está bien ganas esta

-Viva yo –su mirada triunfante y sus gestos de haber ganado una competencia y claro que había ganado… desvirgar mi culito ese día-

Los besos retomaron su curso, tomo el vestido de la parte donde se encontraba desgarrado y lo termino de abrir, una pena me gustaba ese vestido. Pero en fin ya estaba arruinado, una sonrisa lobuna delato todas sus intenciones mis senitos rebotaron alegres de tener libertad y mis braguitas delataban una gran excitación. Me dio la vuelta y quede apoyada en el respaldo del sofá, no sería el primer encuentro apasionado que habríamos experimentado en ese lugar. Me acomode mejor dejando mi culito en pompa.

-Esto hay que hacerlo bien –se decía a sí mismo-

Me pidió me incorporará y me atrajo hacia él, me tomo en sus brazos y me llevo a la habitación, estaba tal cual la había dejado. Me pidió colocarme en cuatro sobre la cama y eso hice, de pie al borde de la cama sus manos recorrían mi espalda marcando sus dedos con fuerza, con un movimiento rápido se deshizo de mis braguitas dejando a relucir mi depilada almejita brillante de flujos. Un choque de electricidad intenso recorrió mi cuerpo nuevamente cuando sus dedos se pasearon por mi botoncito apretándolo y arrancándome un suave gemido. Volvió a repetir la acción y mis piernas temblaron cuando su dedo se infiltro en mi intimidad.

Ninguna masturbación podía compararse a las sensaciones que me provocaban sus dedos, que fácilmente me descontrolaba, inicio un movimiento acelerado con su dedo, al que luego le sumo un acompañante y su pulgar presionaba mi botoncito, el placer indescriptible me arropaba por completo, en un momento giro sus dedos dentro de mi haciendo que mis piernas flaquearan por completo. La sucesión de temblores dio como resultado un intenso orgasmo, el más potente en todos los meses que habíamos estado separados.

Me volteo con suavidad y me abrió un poco más las piernas para lanzarse a degustarme por completo, no me dio un momento de respiro con mi corazón todavía a mil, era de esperarse que el deseo estuviese a la orden del día. Mis manos se dirigieron a su cabeza presionando más para sentir su lengua que recorría desde mi botoncito hasta mi ano cada vez con más intensidad. Cuando introdujo un dedo acompañando a su lengua explote en un nuevo orgasmo que se bebió por completo dejándome sin un rastro de energía pero eso no lo detuvo.

Se incorporó y me atrajo más al borde de la cama, sujetando mis piernas con sus brazos y de un movimiento lento pero constante dejo ir a mi interior todo su miembro, mi rajita lo succiono con ganas, con ese deseo de haber recuperado una sensación de pertenencia. Un par de gemidos, uno mío y un gruñido más bien de su parte cuando se apropió de mi intimidad. Dedicándole un movimiento constante, lento y delirante pero no por ello carente de potencia. Cuando sus huevos chocaban contra mí iniciaba la lenta retirada para repetir la acción, que solo lograba ponerme más caliente.

Se acercó a mí para besarme con fiereza, acallando mis gemidos. Mis piernas se enroscaron a su pelvis, aprovechándose de su fuerza me levanto y me pego contra la pared. En ese instante nuestras miradas se encontraron, nuestros ojos de un gris brillante por el deseo. Una sucesión de besos, unas embestidas que bajaron un poco la intensidad. Me coloco de nuevo en la cama sobre mi dedicándome una penetración más suave, entre besos y caricias, dos seres que no debieron ser separados reencontrándose en el éxtasis del momento. En su mirada pidiéndome continuar y una sonrisa afirmativa de mi parte.

Mi cuerpo quedo bocabajo, se agacho para lamer mi ano de una manera deliciosa que arranco suaves ronroneos de mi boca. Sus dedos fueron entrando de uno en uno dilatando la zona, un suave quejido acompaño la entrada del tercer dedo. Una sensación extraña me invadió al principio algo de dolor pero una mezcla con un placer diferente, más sensorial. Mi cuerpo se tensó un poco cuando sintió la cabeza de su miembro punteando mi estrecho agujerito, pero sus palabras me tranquilizaban a la vez.

Un gritito de dolor salió de mi boca cuando por fin comenzó a profanar mi anito, una punzada de dolor se apodero de mi mientras me acostumbraba, se detuvo cuando lo tuvo todo dentro. Mi respiración acelerada fue dando paso del dolor al placer, con los suaves movimientos, las paredes de mi esfínter sensitivas y receptivas estaba disfrutando de ese momento. Su cuerpo sobre el mío sintiendo su respiración en mi cuello.  Sus gruñidos que eran muestra de lo mucho que estaba disfrutando, se iban mezclando con mis gemiditos cada vez más audibles, abandonándome al más puro placer.

Eleve un poco más mis caderas con mi cabeza pegada a la cama y mi culito más elevado, sus dedos buscaron entonces mi botoncito llevándome de nuevo al éxtasis. Lo cual no duro mucho en suceder, el movimiento de sus dedos no daba descanso a mi botoncito que se encontraba ya bastante sensible. Me incorpore un poco más con mi espalda pegada a su pecho, su miembro arremetiendo en mi agujerito y sus dedos atacando mi rajita.

Sentir su aliento sobre mi cuello me estremecía por completo, esas palabras inentendibles que me susurraba mientras aumentaba el ritmo de manera considerada. Las paredes de mi anito aparte de la suave presión ya no oponían ninguna resistencia solo nos dejamos llevar por el placer que esa nueva sensación nos provocaba a los dos.

Empujo mi cuerpo contra la cama y comenzó un ritmo frenético en el cual me soltó una que otra nalgada, el sonido retumbaba en la habitación, sus manos se aferraron a mis caderas y aumento el ritmo un poco más hasta que dio un par de estocadas en las cuales el choque de sus huevos contra mi cuerpo si hicieron sentir e inundo mi agujerito recién desvirgado por completo con su leche tibia y espesa.

Había sido una jornada muy intensa, el recuentro lo ameritaba de esa manera. No paso mucho para que los dos cayéramos rendidos en el más profundo sueño. El día siguiente trajo consigo el afrontar la realidad, sin culpas ni remordimientos. Pronto volveríamos a nuestra rutina normal, nuestro pequeño secreto decidimos ocultar nuestro parentesco y retomar la relación justo donde la habíamos dejado antes de aquel desagradable suceso. Tiempos de calma le sucedieron donde nos reencontramos y el sabor de lo prohibido encendió más la relación todo iba de maravilla hasta que una mañana sonó el teléfono…