Crisis de los 40 (7)

¿Que descubrirá Luis en su casa?

CAPÍTULO 14- LUIS

Salí corriendo del coche pensando que no podía ser cierto.

Marta debía de estar tomándome el pelo. No era posible que mi mujer volviera a engañarme después de todo lo que habíamos pasado. Debía de ser una broma. Una broma muy macabra.

Llegué al patio y decidí subir por las escaleras en lugar de hacerlo por el ascensor. Era más rápido subir dos pisos andando que esperar que el ascensor retornara de otro piso para después llevarme al mío. Subía de dos en dos, como si flotara en el aire. En ese momento me daba igual si caía y me rompía la cabeza, quizás así se acabaría todo.

Llegué a la puerta de casa y, como la vez anterior cuando decidí enfrentarme a Clara después de su primera infidelidad, las manos me temblaban y sudaban. No sabía que me iba a encontrar al otro lado de la puerta.

Entré con sigilo, procurando no hacer mucho ruido. Estaba dispuesto a pillarla en medio de la faena para que no hubieran equívocos.

Cerré la puerta con cuidado y me dirigí hacia el salón. No había nadie.

Seguí caminando por el pasillo deteniéndome en cada habitación, comprobando que estaban vacías.

Solamente me quedaba por entrar en nuestra habitación.

Desde el pasillo pude apreciar una voz de hombre. No se oía muy nítido lo que decía, pero era un hombre.

No podía creer que me pasara esto a mí otra vez. Era como en mis pesadillas. Pero ahora, a diferencia de estas, lo sentía todo.

La voz de la habitación se escuchaba con más fuerza. No distinguía lo que hablaba, pero había álguien hablando.

Mi mente estaba bloqueada. No sabía si entrar y descubrirlo todo, como pensaba cuando entré en casa, o esperar a que salieran de la habitación para ahorrarme el mal trago de tener que ver a mi esposa siendo penetrada por otro hombre. Seguramente sería la opción más razonable. No se si estaba en disposición de ver semejante escena.

Me fui recostando sobre la pared del pasillo hasta caer sentado. Estaba a punto de llorar. Creía que Clara estaba realmente arrepentida de lo que había hecho meses atrás.

Nuestra relación había pasado por un lógico bache, pero empezaba a caminar nuevamente. A un ritmo lento, pero empezaba a poder convivir con ella sin odiarla. Había vuelto a confiar en Clara pero ella no sentía lo mismo por mí.

Lo pensé mejor y decidí coger el toro por los cuernos. Que ironía, ¿no?.

Me volví a incorporar y, con las pocas fuerzas que me quedaban, abrí la puerta del dormitorio.

Estaba vacío también. No había nadie pero se oía la voz que salía del baño. Seguramente estarían duchándose después de consumar una nueva infidelidad.

Cargado de coraje, abrí la puerta del baño y, finalmente, encontré a mi mujer duchándose. Sola.

La voz que oía no era otra cosa que el locutor de un programa de radio.

Me sentí ridículo. Había dudado de mi mujer siguiendo las indicaciones de una persona que creía que era mi amiga pero que, en verdad, me odiaba aún.

No podía entender a Marta. Seguramente pensaba que Clara y yo estábamos conectando otra vez y quería separarme de ella. Marta era una mala persona.

Después de tantas semanas hablando juntos para solucionar los problemas, volvía a sembrar la duda en mí. No pensaba otra cosa más que era un ser ruin.

Clara salió de la ducha mientras yo estaba pensando esto.

CLARA-¡Joder Luis! Me has asustado.

YO- Perdona Clara. Acabo de llegar y quería saludarte.

CLARA- Llegas temprano hoy. ¿Ha pasado algo?

YO- No, solamente me apetecía estar contigo.

CLARA- Me seco y salgo a preparar algo para cenar.

No entendía como había podido creer a Marta. Clara estaba secándose el cuerpo con la toalla y me acerque para abrazarla e intentar prepararla para pegar un polvo de reconciliación. La agarré por detrás y llevé mi mano hacia su entrepierna. Subí por su muslo e hice contacto con su clítoris.

Clara, en ese instante me apartó la mano.

CLARA- Ahora no. Déjame que me seque y me ponga cómoda que estoy muy cansada.

Retiré la mano sintiéndome algo decepcionado y me fui al salón después de darle un beso a Clara en la cara.

Encendí el televisor y repasé, otra vez, la situación.

No sabía las motivaciones de la mejor amiga de mi mujer para hacerme dudar de esta manera pero lo pensaba averiguar.

Clara salió de la ducha y preparó algo sencillo para cenar, jamón y un poco de queso para picar. Yo no tenía mucha hambre, había perdido el apetito en el momento que me llamó Marta para informarme de lo de mi mujer.

Clara, por el contrario, parecía no tener fin. Se preparó un bocadillo de jamón con aceite de oliva y lo regó todo con una copa de vino blanco. Después de comerse el bocadillo, cortó varios trozos de queso y los engulló. De postre se devoró unas natillas caseras que había preparado el día anterior.

Después de la opípara cena, nos sentamos en el sofá a ver la tele. Yo tenía ganas de hacerlo pero a Clara no le apetecía mucho. Tenía su cabeza apoyada en mi hombro y empezaba a cerrar los ojos.

Viendo que era inminente que se durmiera, me giré para besarla e intentar meterle la mano dentro de la ropa.

Mi mano se abría paso entre sus braguitas mientras ella trataba de no dejarme el acceso libre. Yo empujaba cada vez más fuerte y quitaba las bragas con mucho esfuerzo y, por fin accedí a su coño.

Fueron sólo unos pocos segundos. Pero lo suficiente para darme cuenta que tenía el clítoris hinchado y el coño bastante lubricado. Sus gestos me indicaban que no quería follar, pero su cuerpo parecía decir lo contrario. Sujeté con dos dedos su clítoris y con el pulgar procuré rozar su botón para empezar a masturbarla.

CLARA- ¡Ay! ¡Me has hecho daño, joder!

YO- Pero si sólo te he rozado. Además estas muy mojada.

CLARA- Aparta la mano Luis. Te he dicho que estoy muy cansada y no me apetece.

Me levanté del sillón, le di las buenas noches a mi mujer y me dirigí a mi dormitorio. Era la primera vez, desde el fatídico día, que Clara me rechazaba y estaba francamente molesto. Sentía que la situación volvía a írseme de las manos. Quizás darle su espacio no habia resultado como yo quería.

Estaba ya tumbado en la cama cuando Clara entró en el dormitorio y se sentó a mi lado.

CLARA- Lo siento Luis. Es que no me apetece hoy. Te prometo que mañana te lo recompenso.

YO- Perfecto Clara. Buenas noches.

CLARA- ¿Puedo dormir hoy contigo?

YO- Haz lo que quieras, como siempre.

Clara se cambió de lado de la cama y se tumbó. Ni siquiera se atrevió a invadir mi espacio, sabía que estaba bastante cabreado para intentar calmarme.

Me costó dormirme, pero al final lo conseguí.

CAPÍTULO 15- CLARA

La verdad es que al principio las salidas con Carlos y Javi fueron estrictamente deportivas. Ellos no intentaban nada raro y yo mucho menos. Pero con el paso de las semanas se creó una amistad entre los tres y, sobretodo, entre Carlos y yo.

Ellos trataban de llevar mi ritmo y seguir mi ruta. Nunca me plantearon la posibilidad de dejarme sola para aumentar la distancia o la velocidad. Aunque yo notaba que mi ritmo era insuficiente para ellos. Me imagino que al acabar nuestras sesiones, ellos continuaban con el entrenamiento para hacerlo más largo.

A Carlos parecía no importarle la falta de esfuerzo, pero a Javi se le notaba que no estaba cómodo corriendo conmigo. No digo que le cayera mal ni nada por el estilo, pero el quería entrenar a un nivel que yo no podía seguir, y eso le molestaba.

A parte, entre Carlos y yo había un colegueo del que Javi estaba prácticamente excluido. Él iba corriendo solo y nosotros dos metros atrás hablando de nuestras cosas.

Aunque Carlos me dijo que Javi tenía más trabajo en el hospital y no podía salir con nosotros, yo supe que en verdad no quería entrenar conmigo. Lo que no entendí de primeras era que Carlos siguiera viniendo.

Nada más empezar a salir solos Carlos y yo empecé a darme cuenta de su cambio de actitud. Seguía siendo muy amable y respetuoso pero sus conversaciones se tornaron ácidas y con connotaciones sexuales en la mayoría de los casos.

Si hablábamos de comida… me preguntaba si me gustaban los pepinos. Si comentábamos como íbamos vestidos….él decía que estaba muy apetecible. Todo supuestamente muy casual, aunque yo le pillé el juego a la primera. Y también jugué, no lo voy a negar.

Sabía que ya me había equivocado una vez pero las ganas de sentirme deseada pudieron conmigo. Las conversaciones subieron gradualmente de nivel, hasta tornarse más verdes que la hoja de una espinaca.

A veces ni siquiera salíamos a correr. Simplemente nos quedábamos en un banco del parque a charlar de tonterías. Era un flirteo mutuo y descarado en el que yo me encontraba siempre muy excitada, y en el que Carlos cada vez ganaba más enteros para conseguir su propósito.

Y, al final lo consiguió.

Era una tarde gris. Las nubes amenazaban tormenta y yo esperaba a Carlos para comenzar nuestra ruta. Al poco de llegar él y empezar a estirar los músculos, las gotas de lluvia cayeron sobre nosotros. Era una lluvia leve, un “calabobos” que se dice, pero Carlos me propuso ir a su apartamento hasta que pasara la tormenta.

Yo accedí. No debí hacerlo, sabía lo que intentaría mi compañero de running si estábamos solos en su piso, pero la curiosidad por saber hasta donde sería capaz de llegar me venció.

Mi intención era, si Carlos intentaba algo, seguirle la corriente hasta que la cosa estuviera fea y, entonces, pararle los pies con buenas formas. Así yo me sacaría las ganas y luego me follaría a Luis muy a gusto hasta que cayéramos rendidos.

Llegamos a su apartamento. Era un piso pequeño pero muy coqueto. Tenía una cocina office y solamente un dormitorio.

Carlos me ofreció un café y me pidió que me sentara en el sofá.

Estaba segura que podría controlar cualquier ataque de Carlos porque tenía el control de la situación. Yo marcaba el ritmo. O eso creía yo.

Carlos apareció al momento con dos cafés y alguna pasta para acompañarlo. Se sentó a mi lado y nos sirvió.

YO- Tienes una casa muy bonita. Es muy acogedora.

CARLOS- El toque perfecto a la casa lo pone tu presencia.

YO- Gracias. Y, ¿hace mucho que vives aquí?

CARLOS- Dentro de poco hará un año. Me mudé aquí harto de pagar alquileres desorbitados por casas enormes. Con este piso me apaño y no pago mucho de alquiler.

YO- Pues tienes razón. Para ti solo es ideal.

Se hizo un silencio incómodo donde los dos nos mirábamos fijamente. Ahí es donde Carlos empezó a tomar ventaja.

Me empezaba a arrepentir de haber accedido a tomar un café en su apartamento.

YO- Creo que es mejor que me vaya.

CARLOS- ¿Tan pronto? ¿He hecho algo qué te haya molestado? Si es así te pido disculpas.

YO- No es por eso. Es que se hace tarde y tengo que volver a casa.

Me levanté decidida a salir del lio en el que me había metido y Carlos se levantó yendo detrás de mi. Al llegar a mi lado me cogió la mano.

CARLOS- Quédate, por favor. Dame una oportunidad.

YO- No creo que sea lo más apropiado.

CARLOS- Lo más apropiado siempre es lo que a uno le apetece. A mi me apetece estar contigo. ¿Y a ti?.

YO- Creo que te estás confundiendo Carlos. Será mejor que me dejes marchar.

Y sin decir nada más, Carlos acercó sus labios a los míos dándome un beso.

Intenté apartarlo de mí. Lo intenté, de verdad, pero la tentación era muy grande y acepté su beso abriendo mis labios para dejar pasar su lengua.

Carlos se sintió vencedor definitivamente y me agarró del culo, apretándolo fuertemente.

Yo estaba parada sin poder reaccionar. Otra vez iba a traicionar a Luis, y no quería. Pero la fuerza con la que Carlos me apretaba hacía que mi resistencia al placer fuera nula.

CARLOS- Ven conmigo.

YO- Carlos…. No me hagas esto. No puedo, no debo.

CARLOS- Déjate llevar, te aseguro que lo vas a pasar bien.

Me llevó a su habitación y me desnudó. Mientras lo hacía pasaba su lengua por todo mi cuerpo. Estaba excitada pero mi cuerpo no reaccionaba a las lamidas de Carlos. Mi coño estaba seco y era por Luis. No podía parar de pensar en él y en el daño que le haría si se enteraba. Me dolía hacerle esto, por segunda vez, al hombre que amaba.

Pensar que Luis confiaba en mí me llenó de rabia. No merecía su amor, lo había estropeado todo.

Carlos, en esos momentos empezó a acariciarme el clítoris con los dedos, mientras succionaba mi pezón derecho con suavidad.

Algo hizo clic en mi cerebro. Si le iba a ser infiel a Luis sería sufriendo.

YO- Así no. ¿No sabes hacerlo más fuerte?

CARLOS- ¿Te gusta fuerte? Pues te vas a enterar.

A partir de ese momento Carlos empezó a follarme de una manera animal. Sin tener piedad ni preguntarme como me encontraba. Todo eran caderazos secos y palmadas en mis tetas y mi culo.

El espectáculo era dantesco, parecía que me estaba maltratando y, sin embargo, yo le pedía más azotes, más fuerte, más insultos.

Sólo con esa forma de follar podría quitarme el remordimiento que tenía. No era digna de un marido sensacional que vivía por y para mí. Tenía que sufrir gozando.

¡Y vaya si gocé!.

No se las veces que me corrí con la polla de mi amante perforándome sin piedad hasta que él se salió de mí y eyaculó sobre mi cara y mis pechos. Al terminar de hacerlo, cogió su semen con los dedos y me lo acercó a la boca. Yo retiré la cabeza para no comerme su corrida pero él, con la otra mano, me dio un guantazo en la cara.

CARLOS- Cómetelo todo como una buena zorra.

Esa frase me indignó sobremanera y pensaba en darle una patada en los huevos, pero mi deseo me traicionó y abrí la boca para tragar aquél líquido que amargaba como una fruta sin madurar.

Había vuelto a caer. Yo sola encendí la hoguera y, al querer calentarme, me quemé.

Después de eso, me vestí y me marché de casa de Carlos jurándole que no volvería a verlo jamás.

Durante dos semanas no volví a salir a correr con Carlos. Me limitaba a quedarme en casa hasta que Marta se recuperara.

Haría las paces con ella ya que no me porté muy bien, y volveríamos a salir a correr.

Carlos me llamaba todos los días y me mandaba mensajes. Yo no los contestaba. No quería volver a verlo porque estaba muy arrepentida de lo que había hecho.

Los primeros días no podía mirar a mi marido a la cara. El sentimiento de culpabilidad me quemaba por dentro. No se si Luis se dio cuenta de lo que me sucedía, pero no preguntó nada al respecto.

Los días fueron pasando y empecé a tranquilizarme. Si Luis no había notado nada, ahora era más difícil que lo hiciera.

Poco a poco el miedo fue desapareciendo y por este motivo decidí volver a hablar con Carlos. Sólo quería dejarle las cosas claras. Quería decirle que lo que pasó fue un error y que no volvería a ocurrir. Pero me volvió a enredar. Y, no se como ocurrió, pero le di la dirección de mi casa para hablarlo en persona. Él me aseguró que quería disculparse, que quería seguir saliendo a correr. Que no quería perder mi amistad. Y decidí darle una oportunidad para arreglarlo todo.

Media hora más tarde estaba llamando al timbre de casa.

Nada más subir Carlos volvieron a llamar. Era Marta, quería subir para hablar, pero yo no podía dejarla subir y que me descubriera. Así que le dije que estaba enferma.

Cuando Marta me dijo que había visto a Carlos entrar me puse a temblar. Mi engaño podría salir a la luz. Así que me hice la loca y colgué el portero automático.

Carlos vino directamente a mí tras alejarme de la puerta de entrada y me besó con pasión, como si estuviera comiéndome la boca, literalmente.

Intenté separarlo para no repetir el error. Le pegué una bofetada que debió sonar en todo el edificio. Pero él me la respondió girando mi cara. Me volvió a besar cogiéndome fuertemente del cuello, y no pude escapar. Por segunda vez en poco más de dos semanas, volvía a entregarme por entero a Carlos.

Esta vez mi amante fue directo a por mi coño. Me desnudó prácticamente sin hablar y, bajándose los pantalones, me la metió sin esperar a lubricar. Mi cuerpo reaccionó enseguida al dolor. Reaccionó con placer. Me corrí en apenas dos minutos mientras Carlos seguía destrozándome el coño sin piedad. Volvió a azotarme en las tetas y en el culo. Cada golpe lo recibía como un castigo por mi insensatez y a la vez me generaba más placer.

Estuvimos un buen rato follando salvajemente, en la que me corrí 4 o 5 veces. Al terminar, volví a recriminarle a Carlos su actitud y le pedí que se fuera de mi casa.

Inmediatamente me metí en la ducha para quitarme los restos de la batalla que había librado con Carlos. Tenía rojeces por todo el cuerpo y el sexo muy inflamado e irritado.

Al salir de la ducha me encontré con Luis. ¡Carlos acababa de marcharse!. Debían haberse encontrado en el patio. Había cometido una locura, había engañado a mi marido en casa arriesgándome a que me pillara. De hecho, no lo hizo por apenas 5 minutos. Si hubiera llegado un poco antes del trabajo… no se que hubiera pasado. Una angustia muy grande me embargo y me dieron ganas de llorar.

Mi marido no debió de darse cuenta porque, tras saludarme, me abrazó e intento meter su mano en mi coño.

Le aparté la mano con diplomacia y le dije que estaba cansada.

Preparé algo rápido para cenar ya que tenía mucha hambre y después nos sentamos en el sofá. Allí Luis quiso prepararme para follar. No me podía negar pero tenía toda la zona vaginal muy dolorida y le volví a rechazar.

Luis se levantó del sofá y se marchó al dormitorio. Yo me quede llorando en el sofá.

Había sido una puta estúpida y tenía que ponerle fin a todo. Me dirigí al dormitorio y decidí intentar dormir con Luis para que viera que le amaba y que no me alejaría jamás de él.

El día siguiente era Miércoles y, por la tarde volví a llamar a Carlos para follar en casa aprovechando que Luis me llamó para decirme que llegaría tarde de trabajar.

Había entrado en una espiral de infidelidad y engaños. Sabía que debía pararlo todo, pero no podía.

Volvimos a follar salvajemente en el dormitorio donde la noche anterior había jurado que no volvería a fallar a mi amado, a mi querido Luis.