Crisis de los 40 (4)

La vida debe continuar.

CAPÍTULO 8- LUIS

Abro la puerta de casa y entro con sigilo.

Sé que hay alguien más, los oigo murmurar. Es un sonido suave pero continuo.

Todo está a oscuras, pero puedo notar un inusual desorden en la casa. Piso lo que parece ser alguna prenda de ropa. La recojo del suelo y la examino. Es un pantalón vaquero, por el ancho de la cintura creo que es de mujer. Sigo andando y piso más ropa, sólo ropa.

Continúo por el salón. El reflejo de las farolas de la calle me hacen adivinar la mesa sin recoger. Varios platos y vasos dispuestos de forma estratégica, dos comensales a cada lado.

De repente oigo un lamento, un quejido de dolor desde la otra parte de la casa.

Luego risas y más susurros.

Mi cuerpo no es mío. Camino hacia el ruido cual polilla a la luz, y se que no me gustará lo que sea que me encuentre.

Los ruidos provienen del dormitorio. Ahora mismo sólo se oye el sonido rítmico del somier y algún que otro resoplido.

Me encuentro frente a mi habitación. La puerta está entreabierta y la empujo para poder entrar.

La habitación está iluminada por la luz de una de las lámparas de la mesita de noche que le da un aspecto místico al habitáculo.

La primera imagen que veo al acostumbrarme a la tenue luz es a dos mujeres en el borde de la cama y tumbadas boca arriba.

No me cuesta nada reconocerlas, son Clara y su amiga Marta. Ambas están con las piernas muy abiertas, tanto que las dos sujetan con una mano la pierna ajena más cercana a ellas.

Frente a ellas hay dos hombres percutiendo sin piedad. El que está con mi mujer es puro músculo, el otro parece mas normal. Su vaivén es rápido y violento y las dos mujeres dejan ver en su rostro lo que es el placer de un buen polvo.

MUSCULOSO- ¿Cómo te gusta verdad putita?

El “machito” habla casi en susurros, parece ser un momento íntimo.

CLARA- Siiiiiii…..

MUSCULOSO- Díselo al cornudo, y llámale por su nombre.

CLARA- Luis, me gusta que me folle un verdadero macho.

Curiosamente no estaba angustiado, ni enfadado, ni rabioso. Ni siquiera cachondo. Parecía una situación normal para mí, aceptada sin más.

Clara abrió los ojos tras la pregunta y miró hacia el hombre que embestía a su compañera.

CLARA- ¿Y a ti, cornudito mío?

De repente, el empotrador de Marta levantó la cabeza mientras soltaba los bufidos propios del orgasmo.

Entonces pude ver como Luis, o sea yo, era la persona que con tanto gusto se derramaba sobre la amiga de su mujer.

Mientras lo hacía, un temblor intermitente recorría su cara……….

Pruffff, pruffff, pruffff…..

La alarma del móvil me despertó y yacía en la mugrienta cama del motel.

Llevaba una semana durmiendo en esa cutre habitación y ni un solo día había dejado de soñar como a mi mujer se la follaba otro hombre. Esta vez yo la acompañaba follando a su amiga, pero la mayoría de las veces ellos estaban solos.

Aún no me acostumbraba a vivir solo. Demasiados años de convivencia te hacen ser un adicto a la compañía, igual que una persona que vive sola suele no congeniar con nadie para habitar el mismo techo.

Tenía claro lo que había sucedido y como tendría que actuar teóricamente. Pero la realidad era que me resistía a abordar la idea de separarme de mi mujer.

Con Clara había hablado por teléfono diariamente. Ella me pedía que regresara a casa y yo le decía que necesitaba aclararme las ideas.

Era Domingo, y teníamos comida familiar en casa de mis padres. No les había comentado nada de la separación para no darles un disgusto, pero también era cierto que ese gesto hubiera significado algo para lo que no se si estaba preparado, el divorcio.

Me levanté de la cama y me di una ducha para ahuyentar la pesadilla. Como sólo había cogido de casa ropa para poder ir al trabajo, llamé a Clara para avisarle que pasaría un poco antes de recogerla para vestirme apropiadamente.

Al llegar a casa llamé al timbre. Clara me abrió la puerta con semblante serio y ojeras, síntoma de que tampoco lo estaba pasando bien.

CLARA- No hace falta que llames, sigue siendo tu casa.

YO- No quería importunar.

Clara puso cara de hastío y se acercó tímidamente a darme un beso, o dos, no lo se bien. Yo sutilmente bajé la cabeza e hice como que miraba algo en mi cartera para no tener que saludarla. Ella, al notar mi rechazo, se apartó para dejarme pasar.

CLARA- Mientras te cambias, voy a maquillarme. ¿Te apetece un café?

YO- No, gracias. Acabo de parar en un bar y me he tomado uno. Voy a pasar a la habitación.

Clara me hizo un gesto con la mano para que pasara yo primero y ella me siguió a la habitación, dentro estaba el baño donde tenía todos los utensilios para maquillarse.

Parece mentira lo idiotas que somos los humanos. Una semana antes, Clara y yo andábamos desnudos por la casa sin importarnos nada, y ahora ella se cerraba la puerta del baño para orinar y yo elegí la ropa y me fui al otro baño para cambiarme.

Terminé de vestirme y me senté en el sofá del salón a esperar a Clara. Una sensación de confort me invadió por completo. Todo estaba como lo dejé. Era lógico ya que sólo había estado en el motel una semana. Pero al mirar a mi alrededor me sentí en paz. Apoyé la cabeza en un cojín y el olor del perfume de mi mujer me inundó las fosas nasales. Ese olor a cítricos de su perfume me recordaba los buenos momentos. Esos momentos en los que éramos dichosos al estar juntos.

Con estos pensamientos estaba cuando Clara entró en el salón y me descubrió oliendo el cojín con los ojos entornados, disfrutando del momento. Una leve sonrisa se dibujó en su caray caminó hasta sentarse a mi lado.

CLARA- Vuelve a casa. ¡Por favor!

YO- No es lo mejor.

CLARA-¡Por favor!

YO- Déjalo ya y vámonos que se hace tarde.

Durante el camino a casa de mis progenitores el silencio reinó en el coche. Yo pendiente de la carretera y Clara viendo videos en su teléfono. Ninguno se atrevió a romper la calma, yo por mi indecisión y ella para no estropear el momento.

Al llegar a casa de mis padres estos nos recibieron como siempre, con un gran abrazo y con mucha comida en la mesa.

Ambos intentábamos mantener las apariencias y las distancias. Era un equilibrio difícil de sostener.

MAMA- No os quiero molestar pero, ¿cuándo me vais a dar un nieto?

La pregunta que mi madre nos hacía todas las veces que comíamos con ellos, hoy no tenía el mismo sentido para nosotros. Me apenaba ver como mi madre nos reclamaba un nieto cuando nuestro matrimonio se encontraba a punto del desastre.

YO- De momento no hay perspectivas.

Miré a Clara que me hizo un gesto de pesar que no supe entender.

La comida empezó tensa entre Clara y yo, pero a medida que pasaba el tiempo nos acomodamos. Yo, inconscientemente, abracé a Clara un par de veces y ella se dejó abrazar por mi.

Entre unas cosas y otras se hizo la hora de marcharnos. Nos despedimos de mis padres y cuando estábamos en la puerta de la calle mi madre nos paró.

MAMA- ¡Esperar! Os he preparado unos tuppers de comida. Luis, ven y te los doy

Imagino que todas las madres hacen lo mismo, pero la mía prepara comida para 20 personas cuando en realidad seremos 4 comensales. Seguí a mi madre hasta la cocina y esperé a que me diera esos manjares que sólo una madre prepara.

MAMA- Aquí tienes. Ya me contarás que os pasa. Os noto muy distantes hoy.

YO- Nada mama, una pequeña pelea, sólo eso.

MAMA- El matrimonio es amar y perdonar. No pienses que tu padre y yo siempre estamos contentos, pero nunca dormimos separados. La cama arregla problemas.

YO- Te quiero mama.

En el viaje de vuelta no podía dejar de pensar en lo que mi madre me había dicho. No podía volver a casa, la afrenta era muy grande, pero si tenía que tomar una decisión debería ser cuanto antes.

Clara debió de leerme el pensamiento porque justo cuando aparqué en el portal de casa me dijo.

CLARA- ¿Porqué no te quedas en casa? Llevas una semana no se donde y la verdad es que me quedaría más tranquila si supiera que duermes en un sitio decente. No se si estás en casa de algún amigo, en un hotel o duermes en el coche. Estoy muy preocupada por ti.

YO- Aún no estoy preparado.

CLARA- Aunque sea hoy sólo. Yo dormiré en la habitación de invitados y tu en la nuestra.

Y accedí a quedarme. Y no se si fue buena idea o mala, pero cinco minutos más tarde volvía a entrar en casa para pasar la noche.

Pasamos juntos a la habitación para que pudiera acomodarme. Cambiamos las sábanas y me puse un pijama de los que aún tenía allí.

Clara esperaba de pie junto a la puerta mirando cada acción con cara melancólica.

YO- ¿No te pones el pijama?

CLARA- No, después de cenar lo haré.

Salimos de la habitación y preparamos algo ligero de cenar, un poco de queso manchego y jamón serrano. Picoteamos un poco ya que no teníamos mucha hambre después del festín en casa de mis padres.

CLARA- Vamos al salón a ver la tele. Ves sentándote que me voy a poner más cómoda.

YO- Como intentes algo raro me voy y no vuelvo.

CLARA- ¡Que no, tonto! Sólo quiero que reposemos la cena.

Yo me senté en uno de los lados y apoyé las piernas en una mesita baja que teníamos delante del sofá. Clara se ausentó un momento para cambiarse y apareció con una camiseta larga de manga corta. Se sentó cerca de mí pero sin tocarme.

Yo estaba poco interesado en la televisión y me puse a trastear con el teléfono. Clara no paraba de moverse, como si buscara la postura adecuada.

CLARA- Luis, ¿puedo tumbarme con las piernas sobre las tuyas?

YO- Clara no empieces.

CLARA- Es que así estoy más cómoda.

Y se tumbó con las piernas sobre las míasmostrándome su sexo rasurado. No llevaba ropa interior y sus intenciones estaban como su nombre, claras.

YO- Buenas noches.

Me levanté y me dirigí hacia el dormitorio. Clara vino detrás de mi y se metió conmigo en el dormitorio.

CLARA- Lo siento Luis. Sólo quería demostrarte que te quiero.

YO- Ya me lo demostraste la semana pasada.

CLARA- No te preocupes que no te vuelvo a tocar.

Clara fue hacia la cama y apartó las sábanas.

YO- ¿Se puede saber que haces?

CLARA- Pues ir a dormir.

YO- No Clara, no. En esta cama duermo yo. Tú no te has ganado el privilegio de dormir a mi lado. Márchate al dormitorio de invitados, o duerme en el sofá. Me da igual.

CLARA- No se porqué me tratas así.

YO- ¿No lo sabes? Pues tienes un problema, chica.

CLARA- ¡Estúpido!

Y salió con prisa del dormitorio que tantos buenos momentos nos dio.

CAPÍTULO 9- LUIS

Era una mañana preciosa y yo estaba tumbado en un jardín leyendo el periódico. Clara se acercó a mi y delicadamente me quitó los pantalones.

Yo la miraba con deseo, ella a mí con lujuria.

Mi pene salió de su escondite duro y firme cual soldado. Clara acercó su boca a mi falo y, sin tocarlo, empezó una mamada suave.

Era extraño, cada vez me encontraba mas excitado y confuso. No era posible lo que me estaba sucediendo. Clara y yo estábamos a punto de divorciarnos y yo no quería eso ahora….

Desperté nuevamente de un sueño porno con Clara. Sólo que esta vez, me encontraba en la cama, con el pijama en los tobillos y con mi mujer, desnuda, realizándome una mamada de infarto.

YO- ¡Para ya Clara!

CLARA- Te necesito Luis. No puedo estar sin ti.

Entre la mamada que me hacía mi mujer y la semana que llevaba en el dique seco, que queréis que os diga, uno no es de piedra. Agarré a Clara de los brazos y la tumbé en la cama. Nada más tumbarla, me quité el resto del pijama, y empecé a penetrarla. Estaba muy mojada y mi polla entraba sin dificultad. Aún así preferí hacerlo lentamente, no quería acabar en un minuto. La metía suavemente, notando como se ensanchaba el conducto. Clara estaba con los ojos cerrados y con gesto concentrado, parecía que tampoco quería correrse tan pronto. El mete- saca creció en velocidad y parecía que empezaba el primer asalto cuando Clara abrió los ojos y me miró seria.

CLARA- Dame fuerte. Quiero que me enseñes a ser una buena esposa.

Esas frases no eran muy típicas de Clara. Alguna vez, cuando estaba muy excitada, decía alguna frase más guarra, pero generalmente nada morboso ni provocador. Y yo encantado de darle lo que me pedía.

Le abrí bien las piernas y me coloqué de rodillas. Le levanté las piernas y empecé a darle todo lo fuerte que podía. Notaba mi polla tocar en su útero hasta casi hacerme daño.

Ella, por su parte, abrió la boca en el primer envite y ya no la cerró hasta que terminó su primer orgasmo.

La giré de medió lado y le subí una pierna en mi hombro. Me coloqué sentado sobre la otra pierna y volví a penetrarla salvajemente.

Era sexo. Sexo duro, sin sentimiento, sin amor. Sólo tenía ganas de destrozarle el coño y demostrarle quién era Luis González.

Clara estaba disfrutando, su cara descompuesta y la mandíbula apretada lo certificaban, y no tardó en correrse otra vez. Y yo con ella.

No hubieron besos, ni caricias. Me levanté rápidamente y me fui a la ducha.

Al salir, Clara ya no estaba tumbada. Me puse la ropa y me dirigí a la cocina. Mi mujer estaba preparando el desayuno para los dos. Me senté en la mesa y me puse café en una taza. Desayunábamos en silencio. Clara me miraba de vez en cuando como si estuviera indecisa por decirme algo. Al final parece que se decidió.

CLARA- Luis, lo de antes lo he hecho por ti. Quiero que sepas que me he dado cuenta lo mucho que te quiero y estoy dispuesta a hacer siempre lo que quieras.

YO- Esas frases ya las escuché de tu boca y las creí. Ahora todo ha cambiado. Me quedaré en casa para no alterar a mis padres. Y estoy decidido a intentar salvar lo nuestro. Pero será con mis normas y mis condiciones.

CLARA- Lo que quieras, amor.

YO- Lo primero es que no me volverás a llamar amor, ni cariño, ni ningún apelativo cariñoso. Lo segundo es que te borrarás del gimnasio, lógicamente. Y lo tercero es que te controlaré. Quiero que tú misma te alejes de todos y te centres en mi. Si alguna vez descubro otra jugada, se acabó. Está claro.

CLARA- Como tu digas, Luis.

Y así, de esta manera, empezaba a tomar las riendas de mi vida.

CONTINUARÁ...