Crisis de los 40 (3)

¿Podrá Luis perdonar a Clara?

CAPÍTULO 4 – LUIS

Tras leer el mensaje, me derrumbé. No entendía como podía haberme traicionado. Pagué la copa que no había ni tocado, y me dirigí a algún descampado tranquilo con el coche para poder pensar. Al llegar a un polígono, pare el coche y empecé a llorar. Eran lágrimas de impotencia y rabia. Yo creía que nuestra vida era plena y que nos amábamos. Nunca imaginé tal traición.

Cuando me serené un poco, empecé a barajar las opciones que tenía. La que más fuerza tenía era la del divorcio. Sería un divorcio sin mucha historia, ya que lo único que compartíamos era un piso de alquiler, así que, simplemente habría que dividir el dinero de la cuenta bancaria.

Otra posibilidad era darnos un tiempo para reflexionar y saber cual era el motivo por el que Clara me había engañado. Esta posibilidad podía acabar como la primera si no se aclaraban las cosas.

Y por último estaba la posibilidad de perdonarla e intentar seguir con nuestras vidas. Francamente, esta posibilidad era una locura porque no se si sería capaz de poder olvidar. Tampoco estaba seguro que Clara quisiera seguir conmigo. Quizás ya no me amaba y por eso hizo lo que hizo.

Estaba sopesando las posibilidades que tenía cuando mi teléfono empezó a sonar. Era Clara la que llamaba.

Yo no sabía que hacer. No estaba preparado para hablar con ella, pero necesitaba desahogarme y llamarle de todo para que supiera que la había descubierto.

El teléfono siguió sonando un rato más hasta que paró.

No era capaz de entender porque quería encontrarme después de su engaño…. A no ser que no hubiera consumado el acto.

No había pasado mucho tiempo desde que los dejé en el motel hasta que me mandó el mensaje diciéndome que estaba en casa. ¿Sería posible que se hubiera arrepentido en el último instante?. Era una posibilidad que no había contemplado. Si había reaccionado antes de la infidelidad significaba que aún había algo de amor en ella. Lógicamente el hecho de que se hubiera ido al motel con otro ya era grave, pero si por lo menos no había sido infiel...

Decidí ir a casa para hablar con Clara y saber lo que había ocurrido realmente. Aparqué el coche en el garaje y subí en el ascensor con mil preguntas para mi mujer. Estaba junto a la puerta de casa y las manos me temblaban al meter la llave en la cerradura. Finalmente abrí la puerta con cuidado y al cerrarla vi a Clara con la cara descompuesta apoyada en el marco de la puerta del salón.

CLARA- ¡Luis, estaba preocupada! ¿Dónde estabas? Me he asustado al no encontrarte al llegar a casa.

YO- Mira Clara. Voy a serte sincero, algo que tú no has sido conmigo. He salido con mi amigo Juan a tomar algo y te he visto con otro hombre.

CLARA- ¡No Luis, por Dios! Ha sido un error. Yo te amo mucho. Por favor…

YO- Entonces, no lo niegas.

CLARA- Está claro que me has visto y no creo que seguir mintiéndote ayude en algo.

YO- ¿Has llagado a…? ¿Me has sido infiel?

CLARA (rompiendo a llorar)- Si.

YO- Y ahora q hacemos, ¿nos divorciamos?

CLARA- No, por favor Luis. No me dejes. Te necesito. He sido una idiota y egoísta.

La situación era ridícula. Mi mujer, la que hacía unas horas acababa de follar con otro hombre, decía que me necesitaba.

YO- ¿Me necesitas, para que? ¿Para hacerte compañía entre semana y que luego tú te folles a cualquiera?.

Clara acusó el golpe de mis duras palabras. No dijo nada, sólo lloraba.

La rabia que tenía dentro me hacía decir cosas que jamás le hubiera dicho a mi mujer.

CLARA- Luis, de verdad. Haré lo que me pidas. Lo que sea.

Diciendo esto, Clara se quitó el vestido.

CLARA- ¡Fóllame! Úsame como quieras. No me importa si, al final, sigues a mi lado.

La imagen de Clara era sobrecogedora. Tenía el cuerpo lleno de rojeces y el coño estaba irritado e inflamado. Esa visión del cuerpo de mi amada no ayudó a suavizar mi ira.

YO- ¡Eso es! Ahora querrás que te haga el amor. Y que te coma el coño y los restos de la corrida de tu amante. ¿Ese es el juego que lleváis? ¿No me has humillado ya bastante?

Clara se tapó su cuerpo con las manos como si se lo mostrara a un desconocido y se marchó llorando a la habitación de matrimonio disculpándose por todo.

Me senté en el sofá del salón y apoyé la cabeza sobre mis manos. Lo pasado esta noche parecía un culebrón venezolano. Yo estaba sobrepasado y no sabía como actuar. Estaba claro que había habido infidelidad. Lo que no sabia era si fue la primera vez o ya era cornudo desde hacía tiempo. Tenía que tranquilizarme. Había venido a casa para dejar todo claro y tomar una decisión sabiendo todos los datos. Y es lo que iba a hacer.

Clara apareció 15 minutos más tarde con aspecto de haberse duchado. Llevaba puesto un albornoz rosa atado a la cintura y el pelo húmedo. Se sentó en una silla lejos del sofá y me miraba furtivamente mientras no dejaba de hipar.

YO- Voy a preparar café. ¿Quieres uno?.

CLARA- Si, gracias.

Me dirigí a la cocina para preparar café y ganar tiempo para ordenar mis ideas. Clara entró detrás de mi. Parecía un cachorro maltratado que busca amor. Se abrazó a mi espala y suspiro.

CLARA- Te quiero, Luis.

YO- Clara, suéltame. No creo que sea la frase más apropiada en este momento.

Clara se separó de mi y se sentó en una de las sillas de la cocina. Le dejé su café en la mesa y preparé unas tostadas con aceite y tomate para los dos.

Empezamos a desayunar y ninguno de los dos hablaba. Fui yo el que abordó el tema.

YO- ¿Cuántas veces…? Ya sabes, ¿me has sido…?

CLARA- ¡Es la primera vez! ¡ Lo juro! ¡ La primera y la última!

YO- Mira Clara, no se lo que pretendes. Ahora mismo ni si podré perdonarte pero, si tengo que intentarlo, necesito que me cuentes porqué.

Clara bajó la mirada a su café y lo removió lentamente como queriendo encontrar las palabras apropiadas. Luego, con una voz muy suave, comenzó a explicarse.

CLARA- He cometido un error. Lo primero es pedirte disculpas. Ahora mismo veo que he sido gilipollas pero, por desgracia, no puedo volver al pasado. Llevo unos meses descentrada. Me veía vieja y fofa. Necesitaba sentirme mujer, que los hombres me miraran con deseo. Cuando oigo como van los ligues de mi amiga Marta, me da mucha envidia y quería saber lo que era.

YO- Nunca te he dejado de desear. Te lo demuestro a diario.

CLARA- Ya lo se. Pero , además de a ti, yo quería que otros hombres me miraran con deseo. En el gimnasio muchos hombres hablan conmigo e intentan ligar descaradamente. Eso me hace sentirme viva y tonteo con ellos. El tonteo cada vez iba más lejos, hasta que la semana pasada acepté una cita con un compañero del gimnasio. Marta me acompañó con otro chico. Y el resto ya lo sabes. Ahora me arrepiento, pero ayer lo buscaba. Te pido disculpas otra vez. No se lo que piensas hacer pero, si te sirve de algo, tengo que decirte que no he disfrutado esta noche.

YO- Mira Clara, me da igual si disfrutaste o no. La infidelidad está hecha en acto y en deseo. Si no hubiera sido hoy, lo habrías hecho con otro porque era lo que deseabas. Y además…

En ese momento sonó el timbre de casa. Eran las 7 de la mañana y no era un horario normal para recibir visitas.

Clara y yo nos miramos y mi mujer se levantó.

CLARA- Es Marta, ha venido para saber si estoy bien.

Clara abrió la puerta y un momento después apareció su amiga Marta con la ropa que llevaba en el pub. Se acercó a mi mujer y le dio 2 besos.

MARTA- ¿Cómo estás cariño?.

En ese momento volví a enloquecer. Ahora estaba seguro que Clara me había sido infiel con la colaboración de su amiga divorciada.

YO- Pues ya ves, bien follada y duchada. Ya veo que vienes a que te cuente como le ha ido con su amante.

CLARA- ¡No Luis! Te equivo….

YO- ¡Cállate! Me voy para que habléis tranquilamente de vuestros ligues. Os doy una hora y luego vendré para recoger mis cosas y ya veré que hago.

Me marché dando un portazo sin tener un destino fijado.

CAPÍTULO 5- CLARA

Luis se fue de casa enfadado y furioso. No le culpo, su mundo se le escurría entre los dedos como la arena de la playa. Mi sensación era que nuestro matrimonio había acabado, no veía a Luis capaz de perdonar lo ocurrido.

Lo único que me disgustó de la actitud de mi marido fue la forma de tratar a Marta. Ella no tenía ni idea de mi infidelidad hasta que se la conté por teléfono. No tenía ninguna culpa de mi tropiezo con Julio y me dolía ver que la única persona que en estos momentos se preocupaba por mi, era atacada sin piedad.

Marta me miraba con cara de preocupación y sin entender que había pasado momentos antes.

YO- Nos vio en la cita. Sabe que me fui con Julio a un motel y que follamos.

MARTA- Tranquila. Lo arreglaremos. Pero sigo sin entender porqué te acostaste con Julio. ¿Qué pretendías?

YO- No lo sé Marta y ahora mismo no me apetece seguir hablando de Julio. Mi matrimonio se va a la mierda por mi estupidez.

MARTA- De momento tenemos una hora para pensar que hacer. Piensa en lo que quieres. Tienes que ser lo más importante para ti. No pienses en el daño que le haces a Luis, ese daño ya no se puede borrar. ¿Quieres seguir con él o te quieres divorciar?.

En todos estos meses de descontrol emocional nunca me había planteado la posibilidad del divorcio. Yo amaba a mi marido. Era mi media naranja y en ningún caso quería alejarme de él. Mi problema era más de autoestima que de amor hacia Luis. No, definitivamente no quería el divorcio.

YO- Yo…. Quiero a Luis y quiero seguir con él. Lo amaba antes de lo sucedido y ahora lo amo más.

MARTA- De acuerdo. Entonces hay que ver que opciones tienes para recuperar su confianza y, más tarde su amor.

CAPÍTULO 6- LUIS

La cabeza me iba a estallar. Solamente podía pensar en lo sucedido la pasada noche. Intenté conducir lejos de mi casa para poner mis pensamientos en su sitio, pero no fui capaz de poner la llave en el contacto.

Desde mi coche pude ver como Marta salía de mi casa. Esperaba que Clara también saliera para dejarme recoger algunas cosas y poder marcharme a algún sitio pero, por otro lado, me intrigaba saber como estaba mi mujer. No es que me gustara verla sufrir pero, la verdad era que mi dolor era menor si veía que ella lo pasaba mal.

Había pasado un poco más de la hora que le di a Clara para pasar a recoger mis cosas y ella no se había marchado de casa así que me dispuse a subir a mi casa y prepararme para un segundo asalto.

Al entrar en casa me sorprendió la música que venía desde el salón. Me dirigí hacia allí y vi a Clara limpiando con ropa muy ligera. Llevaba una camiseta blanca de tirantes ancha sin sujetador. Sus pechos asomaban por los laterales de los huecos de los tirantes. Para rematar el uniforme llevaba un tanga blanco de encaje que empezaba a mojarse y a marcar su depilado coño. Clara estaba canturreando al son de la música y al girarse para saludarme aprecié que los pezones estaban muy duros y la areola trasparentaba a través de la tela.

CLARA- ¿Ya has venido? Estoy haciendo un poco de limpieza para entretenerme.

YO- ¿Y es necesario limpiar así vestida?

Sin yo quererlo, mi polla empezó a crecer. Era inevitable porque Clara estaba espectacular. Siempre ha sido una mujer con un gran cuerpo pero ahora el gimnasio le había dado una magnífica definición en las piernas , los brazos, la barriga y sobretodo su culo.

CLARA- Si quieres me lo quito. Tú polla ya se alegra de verme.

YO- Mira Clara, no creo que la mejor forma de perdonarte sea coquetear conmigo para follar cuando hace unas horas estabas con otro hombre. Puedes hacerlo mejor.

CLARA- ¿Y qué quieres que haga? Quiero demostrarte que soy tuya para lo que quieras.

Empezaba a ponerme furioso otra vez.

YO- ¿Para lo que quiera?¿Sabes lo que yo quiero? ¡Fidelidad!. Y tú me ofreces un polvo.

Clara se acerco a mí para abrazarme pero yo no quería hacerlo. Forcejeamos y yo la empujé hacia el sofá, cayendo ella de espaldas.

CLARA- ¡Si, te ofrezco un polvo, follar! Y ni eso me puedes dar.

YO- ¡Serás hija de puta!

Esa acusación me lleno de ira y me abalancé sobre Clara. De un fuerte tirón le arranqué las bragas y le levanté las piernas. Su coño lucia brillante y me dispuse a lamerlo. Clara se retorcía de gusto y cerraba sus piernas atrapándome la cabeza.

CLARA- ¡Si Luis, si!

Clara se corrió fuertemente y al momento se relajó en el sofá. Pero yo no tenía suficiente, así que dirigí mi polla a su chorreante coño y empecé a follarla duramente. Cada embestida era recibida por mi mujer con un grito de placer.

Mientras Clara disfrutaba del polvo como si fuera una victoria, yo apretaba la mandíbula hasta hacerme daño en los dientes de la rabia que tenía en ese momento.

YO- ¿Esto es lo que querías, una buena follada?

CLARA- ¡Estoy en el cielo amor! Fóllame duro. Castiga a tu mujercita por lo que ha hecho.

En ese momento mis huevos empezaron a contraerse y sentí como mi corrida avanzaba por el tronco de mi polla. Saqué mi falo de su coño y me masturbé sobre su cuerpo. Los tres primeros trallazos de semen los apunté hacia su cara y su pelo. El resto, con menos fuerza, fueron a parar a sus tetas.

Clara se restregaba el semen por la cara y las tetas de forma sucia, como si fuera una actriz porno.

La imagen de Clara con el pelo enmarañado, con restos de semen y el maquillaje de la cara corrido, era un poema. La camiseta enrollada en su cuello con las tetas libres y con goterones de mi corrida. En otro momento esa imagen me hubiera parecido muy morbosa pero ahora no hacía otra cosa que revolverme las tripas.

Me levanté del sofá y me dirigí al baño para asearme. Después de limpiarme me fui a la habitación para recoger cuatro prendas de ropa. No sabía a donde iría, seguramente acabaría en casa de mis padres, dos personas mayores a las que tendría que explicarles que mi matrimonio con Clara había acabado.

Ellos la adoraban. Siempre la habían tratado como a una hija y ella los quería mucho.

Clara entró al dormitorio y se extraño al verme haciendo la maleta.

CLARA- ¿Dónde vas?

YO- ¿Tú qué crees? Supongo que a casa de mis padres.

CLARA- Pensaba que te quedarías para solucionarlo.

YO- Yo no tengo que solucionar nada. Tú lo has roto y tu lo arreglarás.

Clara me miró con los ojos vidriosos y se sentó en la cama hasta que preparé una bolsa de viaje con ropa y productos de higiene. Cerré la bolsa y me encaminé hasta la puerta de la calle.

CLARA- Por favor Luis no te vallas.

YO- Esto es lo que tú querías. Un polvo salvaje y luego adiós. Pues adiós.

Me marché con la sensación de estar cometiendo un delito. Amaba a Clara, el amor no se borra en un día, pero su traición me quemaba por dentro. Lo mejor sería enfriar el asunto y valorar las cosas con la mente despejada. No había dormido nada en 30 horas y, sumado al estrés de la noche, mi cuerpo estaba agarrotado y con convulsiones. Necesitaba dormir y pensé que si me iba a casa de mis padres tendría que dar unas explicaciones que no tenía ganas de darlas, así que busqué un sitio donde descansar.

Sin pretender meter el dedo en la llaga, acabé aparcando en el motel donde empezó mi calvario particular. Alquilé una habitación y me tumbé sobre un colchón que habría pasado épocas mejores, pero el sueño me venció nada más tocar las sábanas.

CAPÍTULO 7- CLARA

Luis se marchó de casa dejando un silencio que asustaba. Muchas veces había dormido en casa sin mi marido pero ahora el dormitorio lo sentía más frio, ya no era un hogar.

Tumbada en la cama recordé la pasada noche. La cita con Julio y su forma de jugar conmigo. El polvo del motel, frio y rudo, rozando la violación. Todo estaba como nublado. Es curioso como nuestra mente intenta olvidar recuerdos dolorosos.

Sin embargo recordaba perfectamente como, con la mediación de Marta, había planeado seducir a Luis para poder ganármelo en la cama. Sabía que Luis no me perdonaría por follar con él, por muy bueno que fuera el polvo, pero al menos esperaba que se quedara en casa y así tener la oportunidad de llegar de nuevo a él.

Comparaba ambos polvos. Los dos violentos, los dos rápidos, pero con una gran diferencia de calidad. Mientras con Julio sólo pude cerrar los ojos y esperar a que se corriera, con Luis no paré de sentir placer y gozar de cada arremetida que me daba.

Recordando como pasaba su lengua con fuerza sobre mi clítoris me empecé a tocar nuevamente. Mientras hacía memoria de como su aliento golpeaba en mis labios vaginales, mis dedos ya entraban con fuerza en mi hoy destrozado coño. Con mi mano libre retorcía mi pezón derecho con tanta fuerza que llegaba a dolerme.

Pensaba en las penetraciones duras y secas de mi esposo. En su cara de odio hacia mi, mientras yo me aproximaba de nuevo al nirvana. Y mi coño chorreaba flujo hasta caer por mi agujero trasero.

Me sentía puta, me sentía una zorra sin escrúpulos. Había follado con otro hombre y como castigo mi marido me había destrozado el coño a pollazos y, para culminar la noche, se corrió como nunca dejándome la cara y el pelo como si fuera la puta más barata de la ciudad.

En ese momento se liberó en mí una descarga eléctrica que nunca había sentido y comencé a correrme gritando como si estuviera poseida.

Había sido increíble la liberación que sentí. Mi cuerpo por fin se relajó y caí en un sueño profundo.