Crisis de los 40- 2°Parte (9)

¿Qué será de Luis?

Ántes de comenzar el final del relato quería desearos una Feliz Navidad.

Que este año 2020 nos enseñe a valorar que para ser feliz debes rodearte de la gente que te ama y velar por ellos.

Un abrazo amigos.

CAPÍTULO 12- LUIS

Estábamos entrando en otoño. Esa estación era la más triste del año para mí. Empieza el frio, las hojas se tornan marrones y caen. Lo único que me consolaba era que, en esta zona, el calor aguanta hasta mediados de Octubre y permite pasear tranquilamente sin necesidad de abrigarse, o tomar un café en una terraza sin miedo a terminar congelado.

Hacía tiempo que no sabía nada de Marta.

La amé y aún la amaba, de echo. Nunca podría olvidar como me cuidó en mis malos momentos y yo, ciego o tonto, no me di cuenta que el amor entró fuerte en mi corazón. Pero el no querer escucharme cuando mi intención era disculparme pesaba mucho. Nunca me dio oportunidad. Y me prejuzgó sin conocer todas las versiones de los hechos.

A Clara también la amé mucho, y si, creo que aún la amaba también. Pero su traición marcó mi forma de mirarla y produjo un rechazo que siempre estaría en mi mente. No supe nada de Clara tampoco. Me llamó insistentemente durante varios días y me mandó mil mensajes para quedar conmigo. Al final bloqueé su número para no dejarme embaucar por una mujer que, aunque buena persona, me había causado mucho dolor. Siempre fue muy egoísta con nuestra relación y no pensó en las consecuencias.

Mi vida trascurría tranquilamente entre el trabajo y mi casa. Alguna cita sin éxito y muchas salidas con mi amigo Juan que se empeñó en curarme con el dicho “ un clavo saca a otro clavo”. Francamente, aunque le seguía el juego, nunca me gustó eso de ser un picaflor. Mi forma de ver la vida consistía en encontrar una mujer buena y pasar el resto de la vida juntos.

El día en el que mi vida volvió a cambiar fue uno de esos días en los que presientes que algo bueno va a suceder. Esos días en los que tu lado optimista aparece con fuerza para decirte, “¡alerta, que la vida a veces es justa!”.

Salí a la calle con destino a mi trabajo. Mi trabajo normal en un edificio normal y con un sueldo normal. Como veis, llevaba una vida NORMAL, sin preocupaciones, que visto lo visto, no era poco.

Llegué al edificio con un entusiasmo inusual en mí en aquella época. Encendí el ordenador y, mientras arrancaba, decidí ir al baño a orinar. Mientras caminaba por el pasillo veía entrar a la gente con cara dormida, robots de oficina que caminan mecánicamente hacia su puesto de trabajo.

Oriné (es un dato que podía haber omitido pero lo digo igualmente) y, mientras me lavaba las manos, se activó la alarma de incendios. Salí apresuradamente del baño y me dirigí a mi mesa para ver que sucedía. Al llegar, mi supervisor estaba hablando a mis compañeros.

-          Se ha activado la alarma de incendios. Hay que evacuar el edificio hasta que los bomberos revisen las instalaciones. Tenéis un par de horas. Cuando todo esté listo os llamaré para que regreséis.

Todos saltamos de alegría. ¡Que suerte la nuestra! Siempre y cuando no hubiera que lamentar víctimas ni accidentados, claro está.

Con 2 horas por delante, realmente tendría que esforzarme por no aburrirme. Me acercaría al centro comercial y daría una vueltecita para matar el tiempo y, quizás, comprarme algo de ropa.

Después de un rato deambulando por el centro me aburrí de no hacer nada. Me entraron ganas de tomarme un café y, tener cerca un Starbucks, calmaría mi deseo.

Entré al local y me dirigí a la barra. Una camarera se afanaba por servir a la gente y atender en la barra. Me coloqué en un espacio libre y miré alrededor para ver por donde se encontraba la chica con la intención de pedirle mi comanda.

Junto a mí había un hombre mirando fijamente a una pareja. La pareja era un poco especial. Ella, una mujer de unos 45 años de edad (nunca se me ha dado bien acertar la edad de una mujer), guapa pero ya venida a menos. Él un hombre unos 10 años más joven que ella, moreno y con una pinta de chulazo que espantaba.

Para mi asombro, observé que ella le estaba masturbando a él. Una chaqueta cubría el acto, pero estaba muy claro lo que sucedía allí. Me quedé asombrado y me dirigí al  hombre de mi lado.

-          Menudo espectáculo, ¿no?.

-          Dímelo a mí. La de las manualidades es mi mujer.

-          ¡Ostias! No se que decir, ¿lo siento?

-          Verdaderamente, creo que no lo siento ni yo.

En ese momento el hombre levantó la mano y la camarera gritó a pleno pulmón.

“ALBERTO JURADO VÁZQUEZ”

“SU CARAMEL MACHIATO ESTÁ PREPARADO”

La mujer miró inmediatamente hacia la barra encontrándose con la mirada de su marido. El hombre saludo a la pareja, dio un sorbo a su caramel machiato y se dirigió a la mesa donde su mujer acababa de masturbar sin pudor a su amante.

Con un “ha sido un placer” se despidió de mí y se sentó un momento con la pareja. Hablaron un rato y se marchó. Sin aspavientos, sin reacciones violentas, sólo un HOMBRE afrontando su realidad.

¿Y yo?, ¿había afrontado mi realidad o sólo la estaba evitando?.

¿Me había comportado como un hombre?

No, ese Luis no era el Luis que yo quería ser. Yo quería amar y ser amado, quería poder ser feliz y, ahora, no lo era.

Cogí mi teléfono y busqué su número en mi agenda, ese número que me haría ver mi realidad de mejor forma.

Un tono, dos tonos, tres tonos….

Y descolgó…

CAPÍTULO 13- CLARA

Desde mi fallido intento de recuperar a Luis, entendí que él, aunque no lo entendiera aún, amaba a Marta más de lo que él creía.

Luis ya no sería mi hombre, lo tendría que asumir, y ahora todas mis energías debía consumirlas en conseguir que mi exmarido me mirara con distintos ojos. Y que mejor manera de hacerlo que ayudar a Luis en su empresa por volver a estar con Marta.

Hacían una pareja estupenda, sinceramente. Si Luis no era para mí, ¿quién mejor que mi amiga para ser su pareja?. Si quería lo mejor para mi exmarido, esa era Marta.

Viendo los hechos de mi ruptura desde la distancia, entendí que Marta no tuvo la culpa de mis infidelidades, la tuve yo. Yo solita me alejé del amor de mi vida, y yo solita le perdí para siempre.

Cuando Sofía me contó la historia de Fer me reafirmé en mi propósito de hacer de Celestina, así que accedí a ayudar a Luis para darle celos a Marta.

¡Siiii! Era un plan estúpido, lo se. Pero sin ideas y con poco tiempo, el plan de Sofía era lo único a lo que aferrarse para tratar de reconciliarlos. Desgraciadamente Luis no quiso participar en un primer momento, aunque más tarde se unió debido al desespero propio de un hombre que ama a una mujer y esta no le da la más mínima oportunidad de expresarse.

Todo fue un tremendo error.

La decisión de llevarme a Luis como pareja desencadenó la ira de Marta que, a cada paso que dábamos para que pudieran hablar, esta respondía con otra bofetada a la moral de Luis. La ocurrencia de Sofía para que nosotros y Marta y Fer compartiéramos casa no funcionaría. Luis, al saber el amaño del sorteo, me pidió que interviniera. Y rápidamente propuse un cambio de habitaciones que fue recibido con gusto por todas las chicas.

El tema del sorteo para preparar la comida fue cosa mía. Luis podría acercarse a Marta sin la intromisión de Fer. Luis estaba decidido a hablar con Marta. Para lo que no estaba preparado era para su tajante rechazo. Y lloró.

Nunca en mi vida había visto a mi exmarido llorar por amor. Ni siquiera por mi. Estaba claro que Luis estaba coladito por Marta.

Tras la charla que tuvimos Sofía y yo con él se tranquilizó. Quería marcharse de allí y acabar con ese plan estúpido en el que le habíamos metido. ¡Que razón tenía!.

En la cena , Sofía me trató de convencer sobre su nuevo plan.

-          Clara, el plan de la botella es infalible. En cuanto Marta bese a Luis se desatará todo su amor.

-          No lo veo muy claro, Sofía. No creo que emborracharlos sea lo mejor. ¿Y si le contamos la verdad a Marta?.

-          ¡No nos creerá! Confía en mí, funcionará.

-          ¿Y cuando me toque besarme con Luis?, qué hago?

-          Pues le besas, y te quedas indiferente, como si ese beso no fuera nada para ti.

Y no funcionó.

Efectivamente me tocó con Luis y, aunque él quería beber porque no estaba preparado, yo le agarré la cabeza y le metí la lengua hasta el hígado, como teníamos planeado. Al separarnos miré a Marta con la mayor de las neutralidades para que supiera que, con ese beso, no sentí nada. Me costó mucho fingir, ese beso me trasportó nuevamente a mis años junto a Luis. Una repentina tristeza se apoderó de mí. Me volví a dar de bruces con la realidad, ese beso no era por mí sino por Marta.

Las rondas pasaron y Sofía preparaba el amaño para que salieran Marta y Luis. Era el turno de Marta y Fer. Pero en ese beso se descontroló todo.

Fer se llevó a Marta a la habitación y el juego se acabó. Todos los presentes salimos fuera y yo esperé a Luis. La noche se estropeó y Sofía no supo reaccionar a lo que, a todas luces, era un plan de mierda.

Tras un rato acompañando a Luis, me pareció sorprendente su calma. Parecía que se había dado por vencido. No estaba enfadado ni angustiado, estaba sereno, tranquilo. Me animó a irme a dormir alegando estar bien. En la cabaña de Marta ya descansaban Sofía y Paula, así que me marché a la otra.

Por la mañana desperté y Luis no estaba en la otra cama, es más estaba perfectamente hecha. Me levanté y di un vistazo en la cabaña. No había ni rastro de Luis. Pensaba llamarle porque estaba preocupada, pero al coger mi teléfono vi un mensaje suyo.

“Esto ha resultado desastroso. Te dejo las llaves de mi coche para que os desplacéis con él, yo me vuelvo en tren. Dile a Sofía que me de las llaves cuando regreséis, de momento prefiero no verte. Lo siento.”

Salí fuera y avisé a las chicas de lo sucedido y, aunque Marta y yo queríamos ir a buscarlo, Sofía nos aconsejó que lo mejor era dejarlo reflexionar y darle tiempo.

El plan de Sofía se fue al garete, pero yo tenía un plan B. Follarme a Fer para que Marta me descubriera y se diera cuenta de la clase de tipo que era.

Empecé a tontear con Fer en la excursión del mismo día en que se fue Luis. Marta se quedó durmiendo y yo aproveché.

Fer picó el anzuelo. Mucho macho y mucho hombre, pero en cuanto le puse las tetas en el brazo dos veces ya quería follarme. Es increíble lo simples que son los hombres.

En el bosque me pidió varias veces retirarnos de todos y pegar un polvo rápido. Yo, con mis dotes más seductores, conseguí mantenerle caliente y le di esperanzas para la noche.

La cosa iba bien hasta que contamos la historia del pringado al que humilló Marta de jóvenes. Resultó ser Fer y yo creía que mi estrategia se torcía, pero aún así Fer no dejaba de mirarme.

En la siguiente ronda le hice una seña a Fer y les dije a las chicas que iba al servicio. Fer se prestó voluntario para acompañarme. Entramos juntos en el baño de mujeres sin importarnos quién hubiera allí. Nos encerramos dentro de un cubículo, Fer se bajó los pantalones y el bóxer y me exigió que se la chupara. En un descuido de él logré mandar un mensaje a Marta citándola en 5 minutos para que nos pillara en plena acción.

Calculé mal. En 3 o 4 chupadas, Fer me pidió que parara porque se iba a correr, ¡encima aguantaba poco!. Me puso de espaldas a él, me subió la falda y empezó a penetrarme fuertemente.

En otra época y en otro contexto me hubiera corrido sólo con dos minutos de duras penetraciones, pero no era el momento. Mi mente estaba en la aparición de Marta.

Oí el sonido de un mensaje y después la llamada de Marta. Fer paró el ritmo pero yo no estaba dispuesta. Le dije en voz baja.

-          Fóllame fuerte cabrón. Hazme correr con tu chica al otro lado de la puerta.

Esta petición espoleó a Fer que reanudó la marcha más rápidamente. Yo sólo gemía y gemía.

-          Ya te vale Clara. Si querías que te oyera follar ya lo has conseguido.

Era Marta, mi plan surgía efecto. Gemí más fuerte intentando que nos descubriera de una vez por todas.

De repente la puerta se abrió y yo me sentí vencedora pero, tras las duras palabras de Marta hacia mí, supe que la había perdido definitivamente.

Siempre pensé que nos reconciliaríamos pero su modo de hablarme me demostró que le hice mucho daño. Y lo entendía, pero era un sacrificio que tenía que hacer. Por Marta y por Luis.

Al día siguiente volvimos a casa nada más levantarnos. En cuanto se supo lo que había pasado, se terminó la fiesta y el puente.

Han pasado varios meses desde ese día y, aunque he intentado por todos los medios contactar con Luis, nunca me ha dado la oportunidad.

Francamente, no le reprocho nada. Me lo merezco. Me merezco que me ignore.

Muchas noches recuerdo con nostalgia los años que pasé con Luis, los viajes, las tardes en el sofá hablando de nuestras cosas. Luis era, es y será el mejor hombre con el que he estado en mi vida. Cambié un par de polvos por una estabilidad y creedme chicas, los buenos polvos no merecen la pena. Me quedo con los polvos maravillosos junto al hombre que amas, esos si son sublimes.

Mi teléfono suena en este instante. Descuelgo.

-          Hola.

CAPÍTULO 14- MARTA

Nada más llegar del viaje llamé a Luis. Necesitaba saber de él.

¡Mierda de vida!

Lo tenía, Luis me amaba a mí.

¡Tonta del bote!

-          Dime Marta.

-          Luis. ¿Cómo estás?. ¿Puedo ir a verte?.

-          Estoy bien, ya te dije que no te preocuparas. Vente si quieres.

Llegué a la puerta de su casa hecha un manojo de nervios. No sabía que decirle, fui una estúpida al cerrarle la puerta en las narices. El trató de explicarse, ¡dos veces!. Y yo, cegada por los celos, no quise escucharle. No quise saber los motivos que le llevaron a besar a Clara, ni me preocupé en saber que demonios hacía él acompañando a mi amiga en el puente. Sólo imaginé lo que quise. Mi mente me dijo, “aléjate de ese hombre que no te ama”, y le hice caso. Como siempre.

Nunca escucho las señales que mi corazón manda para poder decidir en temas de amor.

Luis abrió la puerta y me hizo pasar.

-          ¿Cómo va todo, Marta?

-          Bien, bueno mal.

-          ¿Tú dirás?.

-          He venido a pedirte disculpas. No por mi comportamiento en la cabaña aquella noche, que fue un error y no me cansaré de reprochármelo. Sino por no querer hablar contigo cuando por dos ocasiones viniste a arreglar lo nuestro.

También quiero pedirte otra oportunidad. Te quiero Luis, te amo. Siempre has sido tú. Siempre has estado en mi corazón y en mi alma. No quiero perderte.

Comencé a llorar amargamente. Un recurso muy usado por muchas mujeres pero que, en mi caso, no era así. Mis lágrimas eran sinceras y de dolor.

-          No llores Marta. Sabes que no soporto ver llorar a nadie. Yo te amo, mucho. Pero ya no puedo darte lo que quieres.

He intentado, como tu dices, hablar contigo dos veces. Y dos veces que me has dejado con la palabra en la boca.

Dos veces has querido hablar conmigo, la primera el día que más daño me hiciste, y te he escuchado. Las dos veces te he dado la oportunidad de explicarte, algo que tú a mí no.

Sinceramente, ¿qué hubiera pasado si Fer hubiera sido tan buen tío como parecía?. Posiblemente hoy no estarías aquí pidiéndome perdón. Y eso es lo que no me cuadra. El amor se da incondicionalmente y respetando la otra parte. Esa ha sido mi máxima. Si no te dije nunca te amo era porque no estaba preparado. Fueron 20 años junto a Clara, ¡20!. No se puede olvidar tan fácilmente una relación así.

Te agradezco mucho lo que hiciste por mí, pero ahora es mejor que cada uno siga su camino. Dame tiempo, quizás en unos meses o algún año, nos reencontremos y volvamos al principio. Créeme  Marta, te mereces amar.

Ya han pasado unos meses desde que Luis y yo cortamos cualquier tipo de contacto. No he vuelto a reír desde aquél día. No soy capaz de ser feliz, me falta él. Mi amor y mi tranquilidad se quedaron en esa casa el último día que hablamos. Cada llamada y cada mensaje que recibo, pienso que puede ser él pidiéndome una cita.

¡Que tonta fui!

Creo que la vida nos pone a cada uno en su sitio, el karma le llaman algunos. Pues yo lo he debido hacer muy mal porque el maldito karma me está jodiendo, pero bien jodida.

Mi teléfono suena.

-          ¡Cuánto tiempo!

CAPÍTULO 15- SOFÍA

-          Dime Sofía, ¿cómo fue todo?

-          Pues mal, Susana. Los planes que trazamos para ayudar a Luis y a Marta no funcionaron. Marta se folló a Fer y Luis acabó abandonando el camping.

La estrategia de no comentar nada sobre Fernando a Marta y propiciar que ella se diera cuenta sola, tampoco funcionó. Todo se ha acabado. Otra terapia funesta.

-          Estoy empezando a pensar que estos métodos no funcionan. Nunca imagine que me tuviera que replantear mi manera de ejercer la psicología.

Susana y yo estudiamos juntas en la facultad de psicología y, desde entonces, seguimos un método revolucionario para ayudar al paciente.

Luis nunca me pidió ayuda, no era mi paciente, pero sentía que se lo merecía. Ese hombre sufrió mucho con Clara y Marta era la mujer ideal para empezar de cero. Además, Susana me pidió ayuda con Clara, era su paciente y necesitaba el último empujón para lograr resarcirse del daño que le hizo a Luis.

Al menos eso funcionó.

Pero me equivoqué con mi método. En lugar de arreglar las cosas las estropeé más. Nunca me perdonaría haberle hecho eso a Luis y sobretodo a mi amiga Marta, a la que arrojé en los brazos de un demente.

Por suerte Clara sacrificó su amistad con Marta y engañó a Fer para follar con él y que Marta les descubriera. Fue el acto de amistad más fuerte que vi en mi vida, sabia que Marta no le perdonaría y aún así, siguió adelante.

Cuando le llevé el coche a Luis entré a su casa y le expliqué todo lo sucedido el día que se ausentó.

-          Ahora tienes el camino libre Luis. Puedes empezar de cero con Marta.

-          Ya no, Sofía, de momento. Todo esto me ha superado. Necesito estar tranquilo un tiempo. Poder pensar en mí por una vez. Saber quien soy y que quiero de mí.

-          Me parece justo.

-          Una cosa si te quiero pedir.

-          Tú dirás.

-          Espera un tiempo y habla con Marta y con Clara. Se merecen volver a ser las amigas que eran. Cuéntale a Marta el plan tan desastroso que ideaste, y como Clara se prestó para ayudar a su exmarido a que reconquistara a su mejor amiga. No dejes que se separen.

-          Así lo haré.

Ayer llamé a Luis para decirle que había quedado con las dos, y se alegró mucho de la noticia. Quedamos en hablar hoy, cuando todo estuviera solucionado.

Llamé a las dos chicas y las cité un una cafetería. Ninguna sabía que iría la otra.

Yo esperaba en la mesa con una infusión mientras leía un libro que acababa de comprar en una librería cercana.

La primera en llegar fue Marta. Me alegró ver que seguía tan elegante como siempre. Su porte era sobresaliente.

Nos dimos dos besos y nos congratulamos con la idea de volver a saber la una de la otra.

Inmediatamente apareció Clara.

Marta, al verla, se levantó dispuesta a marcharse.

-          ¿Qué hace esta aquí? Ya sabía yo que me la ibas a liar.- dijo Marta mientras se volvía a poner el abrigo.

-          Siéntate, por favor.- supliqué- Clara tampoco sabía que vendrías tú. Me pidió Luis que quedara con las dos para aclarar todo entre vosotras.

Al nombrar a Luis los ánimos se templaron y, por fin , dos amigas se volvieron a hablar tras varios meses sin hacerlo.

La reconciliación fue verdaderamente fácil. Se reprocharon actitudes, se enfadaron de algún acto pasado, y lloraron. Lloraron lo que tenían que llorar para que las lágrimas se llevaran sus enojos.

Hablar es la mejor medicina para el alma.

Con un abrazo sellaron su pacto de amistad y volvieron a ser las dos amigas de universidad que se entendían sólo con mirarse a los ojos. Siempre las he envidiado. Una amiga es para toda la vida.

Son sobre las 10 de la mañana. Mi teléfono está sonando y miro la identificación de la llamada. Es Luis. Tres tonos sonaron antes de descolgar.

-          Hola Luis.

-          ……….

-          Todo ha ido de maravilla. Se han vuelto a reencontrar dos grandes amigas.

-          ……..

-          No, la que te agradece todo soy yo. Eres un hombre formidable y te mereces ser feliz.

-          ……..

-          Adiós Luis.

EPÍLOGO- LUIS

Por la tarde, después de hablar con Sofía, me fui a la cafetería de mi trabajo. El café de media tarde era sagrado para mí.

Me senté en mi mesa, la mesa donde siempre me sentaba y pedí mi expreso, sin azúcar. Me gusta sentir la amargura del café, como mi vida, el mismo sabor.

Por la puerta vi entrar a varios compañeros. Todos reían mientras se gastaban bromas. Sin duda eran niños grandes.

-          ¿Te diviertes?

La voz de mi compañera Sara me sacó de mis pensamientos.

-          Míralos, son unos payasos.

-          Son imbéciles.

-          Son buenos chicos.

-          Nadie es comparable a ti, Luis.

-          Gracias por el cumplido.

-          No es un cumplido, es la realidad. Dime Luis, no se si será buen momento para proponértelo pero, ¿te apetecería quedar a cenar o a tomar un café?. Ya sabes, algo que no sea vernos en la oficina.

-          ¿Me estas pidiendo una cita?

-          Podemos decir que es una reunión de amigos. ¿Te parece mejor así?

-          No. Prefiero que le llames cita.

-          Pues entonces, ¿te apetece una cita conmigo?

-          Por supuesto. Estoy deseando cenar contigo.

FIN.