Crisis de los 40- 2°Parte (8)

Final del puente.

CAPÍTULO 11- MARTA

No se como pero mi cuerpo caminó, casi por inercia, hasta él. Me coloqué a su lado y le puse mi mano en su hombro.

-          Que bien huele el mar.- rompió el hielo Luis.

-          Si, me gusta ese olor a salitre, pero lo que más me gusta es el ruido de las olas al chocar.

-          Es hipnótico y relajante.

-          Luis, yo… no se como decirlo. Creo que no ha estado bien lo que he hecho.

-          Créeme Marta, está todo bien. No te puedo reprochar nada.

-          Ya lo se, pero no debía…

-          Debías hacer lo que creías oportuno. No tienes porqué esconderte. No me debes nada, Marta. La cagué, te tenía para mí y no lo supe ver. Me lo advertiste muchas veces pero no lo vi. No me di cuenta de lo que perdí, hasta que te perdí. Te amo, eso no cambiará, y es eso por lo que me siento triste, no supe ver mis sentimientos hasta que estuve libre de Clara.

-          Sabes que me dolió mucho veros besaros.

-          Lo imagino pero creo que realmente necesitaba ese beso.

-          No te entiendo.

-          Ese beso me liberó definitivamente de Clara. No sentí nada. Bueno, en realidad sentí apuro por pensar que cualquiera podría vernos y decírtelo. Pensé en ti Marta. Pensé que tú me dabas amor y respeto, y Clara… ni siquiera sabía que hacía besándome.

-          Lo siento, Luis. No esperaba que me dijeras esto. Yo no soy así, no soy como Clara.

-          Ya se que no eres como Clara, no hubiera aguantado dos años más de mentiras y de inseguridades. No te preocupes, está todo bien. No debí venir al viaje. No pinto nada aquí.

Nos despedimos y me fui a la habitación que compartía con Fer. Me tumbé en la cama libre e intenté dormir.

Los rayos del sol me despertaron. A mi lado, Fer seguía durmiendo. Ajeno a todo el huracán que desató nuestro encuentro la noche anterior. Sólo de pensar lo que mis amigas dirían de mí… y Luis.

Me dejó muy sorprendida con su declaración. Nunca me había dicho que me amaba. Esa era la primera vez, ni siquiera lo dijo mientras estábamos juntos. Yo sabía que para él esas palabras tenían mucho significado, y no las decía por decir.

Realmente me amaba. Pero, ¿desde cuando?, ¿porqué no me lo dijo antes?.

La mañana empezaba como acabó la noche, pensando en algo que no tenía solución. Estaba muy a gusto con Fer, el polvo de la noche anterior había sido bueno y quería darle una oportunidad a ese hombre que tanto me había apoyado esos meses. Se merecía esa oportunidad y se merecía mi amor.

Me duché para despejar las ideas confusas sobre Luis, y me preparé un café con leche. No serían ni las 10 de la mañana, apenas si había dormido un par de horas, pero mi cuerpo no estaba cansado. Mi mente en cambio no paraba de llevarme por caminos sin salida. Fer, Luis, Clara…

Salí al porche para poder desayunar viendo el mar. Su azul se juntaba con el del cielo y no se podía distinguir donde acababa uno y donde empezaba el otro. Los pájaros piaban en los árboles y el ruido lejano del cortacésped del personal del camping relajaba mi estado de nervios.

Sofía apareció a mi lado y no me di ni cuenta hasta que su buenos días me despertó de mis pensamientos.

Me preguntó como estaba y me puse a llorar. Estaba mal, realmente mal. No sabía como actuaría frente a Luis cuando nos juntáramos todos. ¿Y los demás?. Esperaba que nadie dijera nada en tono de guasa para no molestar a Luis.

Nuestra conversación avanzaba cuando salió Clara y nos soltó la bomba.

-             Chicas, Luis se ha ido.

-          ¡¿Cómo?!- dijimos Sofía y yo.

-          Me ha mandado un mensaje. Dice que volvía a casa en tren. Me ha dejado las llaves de su coche para que podamos volver.

-          Hay que ir a la estación- dije yo.

-          ¡No!- intervino Sofía- Déjale que descanse. Todo esto ha sido muy duro para él. Ya lo hablaremos al volver. Trataremos de pasar lo que nos queda lo mejor posible por el resto del grupo.

El resto del grupo se despertó y les dijimos la noticia de Luis. Nadie se sorprendió, nadie recriminó su actitud y todos entendieron que dejarle marchar era lo mejor que podíamos hacer en ese momento. Seguiríamos con nuestro viaje y a la vuelta ya veríamos como solucionarlo.

Ya aparcado momentáneamente, el tema Luis, decidimos pasar la mañana en la playa. No hacía calor para bañarse aún, pero las buenas temperaturas a estas alturas del año, hicieron que nos propusiéramos ir a tomar el sol en bikini las chicas, y jugar a las palas y a las cartas. Por la tarde daríamos un paseo como el del día anterior.

Llegamos a la playa y elegimos el sitio que nos pareció apropiado, cerca de un chiringuito, para pasar la mañana. Estiramos en el suelo un par de mantas de tela especiales para poner en la arena y abrimos la nevera portátil para suministrarnos nuestra primera ronda de cervezas. Los chicos se pusieron a jugar a las palas, hicieron una pista con surcos en la arena y comenzaron su particular Roland Garros.

Nosotras nos despojamos de la ropa para quedarnos en bikini y ponernos como los lagartos.

Hablábamos de tonterías sin importancia, transportándonos a nuestra adolescencia, a esos días sin preocupaciones ni obligaciones. La conversación se tornó ácida cuando Paula le preguntó a Rosa por el sexo con Pablo.

-          Y tú Rosa, ¿qué tal en la cama con Pablo?

-          Pues la verdad es que muy bien. Tiene una buena… ya sabéis, y me hace disfrutar mucho.

-          ¡Mira Pablito!- se burló Sofía- si parece tontito y calza de maravilla.

Todas reímos hasta que Clara me preguntó con una malsana intención.

-          ¿Y Fer, Marta? Anoche algo oí y parecía que era bueno.

Yo miré a Clara como queriéndola fulminar. Esa mujer me sacaba de quicio y le quise dar donde más le dolía.

-          Pues la verdad es que es un maestro, pero aún no tenemos confianza. Con quien si que cogí confianza fue con Luis. Él me sacó los orgasmos más brutales que nunca he tenido.

Mi confesión cogió a todas por sorpresa, incluso a mí. No entendía el motivo por el cual había dado ese dato. Quizás fuera por joder a clara. A ella le cambió la cara, de una de superioridad a una de profunda tristeza. Me miró seria y me dijo.

-          Mira Marta. Te voy a ser franca ahora que estamos todas  juntas y no te puedes escapar. Creo que eres más tonta que yo. Yo me equivoqué con Luis y lo pagaré toda la vida. Lo que dices de Luis es cierto, es un gran amante y mejor persona. Por eso me duele que no me de otra oportunidad. Y, ¿sabes porqué no me la da?. Simplemente porque está enamorado de ti. Me parece bien que quieras intentarlo con Fer, estás en tu derecho. Pero, si me pides opinión, te diré que Luis es 1.000 veces mejor compañero que cualquier otro hombre, no sólo el sexo es importante en una relación. A mí me costó un año de terapia darme cuenta de mi error, pero tú tienes la llave del amor puro y estás intentando abrir con esa llave, otra puerta. Busca dentro de tu alma y sabrás que quieres realmente.

Los chicos llegaron en ese instante y la conversación se quedó aparcada. Clara me había mostrado su interior. ¿Amaba a Luis y lo había perdido?. Mi mente estaba turbada por esas palabras y por el recuerdo del momento en que Luis y Clara se besaron en la boda.

Ese día sentí una traición profunda dentro de mí. Yo me había esforzado por intentar avanzar en mi relación con Luis y él no tuvo iniciativa para sacarla adelante. Tras el beso de la boda, me cansé de estirar de Luis hacia mí. Me cansé de provocar situaciones agradables para los dos y que no fueran premiadas con el mismo interés que yo ponía. Me cansé de amar y no recibir el mismo trato.

Dicen que en una relación pierde más el que más ama. En la mía con Luis, sin duda, perdió el que no amaba. Luis se dio cuenta de lo que perdió, ¿o quizás fuera el verme con Fer lo que le provocó ese malestar?. Ya no sabía que pensar. Tantos momentos en los que le brindé mi corazón y nunca lo tomó y, cuando está todo perdido, ¿quiere recuperar lo que tenía?.

No, eso no podía ser. Su tren ya partió y la siguiente parada era la estación de Fer. A él dedicaría mi tiempo a partir de ahora.

Pasamos el resto de la mañana jugando a las cartas. Todos reían y disfrutaban apartando los acontecimientos  de la noche anterior y la mañana. Yo no tenía mucho cuerpo de fiesta, la verdad. Sólo tenía ganas de meterme en la cama y pensar en como encarrilar mi vida amorosa.

Comimos todos juntos lo que prepararon los perdedores de la partida de cartas que jugamos y nos tumbamos un rato para dormir la siesta.

El sueño me venció pronto. No había dormido apenas esa noche y mi cuerpo necesitaba descansar. Cuando desperté la casa estaba en silencio.

Miré mi reloj, eran las 7.30 de la tarde. Había dormido más de 3 horas.

-          ¿Fer?, ¿chicos?.

Grité desde la habitación pero nadie contestaba. Me dirigí al baño para orinar y, al terminar, comprobé que no había nadie.

En la cocina había una nota.

“Nos hemos ido a pasear por la montaña. Sofí nos ha comentado que no dormiste mucho anoche. Descansa y así podrás estar bien para darlo todo esta noche. Cuando volvamos nos iremos al pueblo a cenar.

Ánimo guapa.

Rosa”

Me quedé pensando en lo bien que me había sentado descansar. Esta noche trataría de  ahuyentar mis fantasmas y pasarlo bien. Me di una buena ducha y me relajé tomándome una cerveza en el porche, mirando el mar.

Los chicos llegaron en ese momento y todos me saludaron. Me extrañó no ver ni a Fer, ni a Clara.

-          ¿Dónde están Fer y Clara?

Todos se giraron hacia atrás para comprobar que no estaban.

-          Venían con nosotros.- dijo Rosa asombrada.

En ese instante aparecieron los dos corriendo y riendo. Jugaban a una especie de pila-pilla, donde Clara era la presa y Fer el cazador. Cuando se dieron cuenta que todos estábamos mirándolos, dejaron de jugar y se acercaron andando hacia nosotros. Fer se puso frente a mí y me dio un beso.

-          ¿Qué tal has dormido?

-          Bien, ya estoy recuperada.

-          ¡Perfecto!- dijo él- ¡porque nos vamos de marcha!

Todos gritaron jubilosos y empezaron a hacer los turnos para ducharse y arreglarse. Se dieron mucha prisa y a las 9 de la noche ya estábamos de camino al pueblo para cenar.

Elegimos un restaurante que nos pareció adecuado de entre todos los que habían en el puerto. Los relaciones  públicas de los restaurantes te invitaban a entrar y cenar en su local elogiando la cocina y el ambiente selecto.

Nos decidimos por un restaurante discreto, de esos que parecen casi una taberna pero que, en ocasiones, son los mejores para degustar la cocina local. Y no nos equivocamos. La cena fue exquisita y nos salió bastante barata teniendo en cuenta el lugar y la fecha en la que estábamos.

Durante la cena, los gestos cómplices de Clara y Fer eran más que evidentes. Y mi cabreo también. Mis ojos no dejaban de observar como Fer tonteaba con mi amiga, y como ella le seguía el juego. Estaba que echaba fuego por la boca.

Al acabar de cenar decidimos ir a algún pub cercano al restaurante para tomar unas copas y bailar un poco. Durante el trayecto Fer se acercó a mi.

-          ¿Qué te pasa Marta? Te veo rara.

-          Me pasa que desde que me la metiste anoche, no me has vuelto a mirar siquiera.

-          Que tonterías dices.

-          Has tonteado con Clara y a mi no me has hecho ni puto caso. ¡No me digas que no!

-          Bueno, un poco si. Pero es que no me atrevo a decirte una cosa.

Mis piernas temblaron por una posible confesión, no se si buena o mala , de Fer.

-          Tú di lo que tengas que decir, que no somos novios ni nada parecido. Sólo amigos.

-          Eso es, precisamente, lo que quiero decirte. ¿Qué te parecería intentar dar un paso más? ¿Formalizar nuestra amistad siendo algo más?

De lo que yo creía que sería una confesión de algún affaire con Clara, pasamos a una proposición de noviazgo. ¿Estaba preparada para empezar una relación con Fer?. Quizás no, pero necesitaba intentarlo al menos. No podía ser como Luis que, por no arriesgarse a empezar otra relación, se estancó en un lodo del que sólo pudo salir cuando se secó. Yo miraría hacia delante, aunque fuera precipitado, aunque me volviera a pegar una leche tremenda. Pero así era yo, decidida, intrépida y arriesgada.

-          Me apetece muchísimo Fer. Desde ahora mismo somos formalmente novios.

Nos besamos con ganas, juntando nuestras lenguas en un maravilloso baile de salón. Fer sabía como besar para despertar emociones. Su mano se metió entre mi suéter y se posó en mi teta. Amasaba con delicadeza mi seno y un gemido salió de dentro de mi ser.

-          Aquí no Fer, estamos en la calle.

-          ¿Y qué más da?, haz una locura.

-          ¡No! Esta noche lo que quieras, pero aquí no.

A lo lejos, nuestros amigos gritaron.

-          ¡Venga parejita, que os quedáis atrás!

Aceleramos el paso y, todos juntos, llegamos al pub.

El local no era muy grande pero estaba muy bien ambientado. Sonaba música popera de los 80’ y 90’. Buena música y mejor compañía (casi toda). Nos acoplamos en una de las mesas altas que habían en los laterales del pub y nos acercamos a la barra para pedir las consumiciones.

Todos comentábamos lo bien que se estaba en el local y la buena música que ponían. Canciones de nuestra adolescencia que nos evocaban vivencias de tiempos mejores. Las chicas y yo hablábamos de nuestra época universitaria y las buenas fiestas que nos habíamos pegado.

Fer y Pablo nos miraban asombrados de escuchar como podíamos reírnos de los chicos con los que íbamos a clase. Las diabluras que les habíamos hecho sólo por verlos sufrir. Recordábamos una ocasión en la que un chico algo más mayor que nosotras, flacucho y desgarbado, de otro campus, me abordó en una fiesta de la universidad. Yo le dejé creer que quería algo con él y el chico se envalentonó y se puso muy nervioso. Tanto que, en el rato que estuvimos juntos, tiró al suelo 3 cubatas. Cuando por fin se atrevió a entrarme, le hice una cobra que dejaba la de Bisbal a Chenoa en una simple culebra. Le dije que era lesbiana y que estaba liada con Sofía. El chico no sabía donde meterse y nosotras nos reímos bien en su cara. Todos reíamos y Fer dijo.

-          Y que risa cuando el chico se cayó al suelo en su huida, ¿verdad?. Se llenó del serrín que había en el suelo.

-          Y tú, ¿cómo sabes eso?- dije yo sabiendo que no se lo había contado.

-          Lo sé porque yo era ese chico. Me sonabais todas, pero no sabía de que. Al contar la historia he me he dado cuenta.

-          ¿Tú eras ese chico? Pues no lo pareces- dijo Clara tocándole el brazo y comprobando su bíceps.

-          Bueno, por eso empecé a ir al gimnasio, para no parecer un tirillas.

Todos nos quedamos mudos. Era alucinante que, de todas las historias que teníamos juntas, hubiéramos contado la única en la que Fer era protagonista. Y realmente, ¿qué posibilidades habían de que Fer ya nos conociera? Era una entre un millón, por lo menos. Nuestras caras debían reflejar el apuro de todas en ese momento. A mí, como su flamante actual novia, me tocaba disculparme.

-          Perdón. Éramos jóvenes y estábamos bebidas…

-          ¡No te preocupes, mujer! Si ya ni me acordaba de eso. Sólo que, al hablar de la historia, me ha resultado muy parecida a la mía y, ¡coño!, es que era la mía. No pasa nada, de verdad. Vamos a tomar otra copa y nos relajamos.

Fer se encargó de ir a pedir a la barra. Cuando llegó, puso las copas en la mesa y continuamos hablando de otras cosas menos comprometedoras.

-          Chicos, voy al baño que no aguanto- dijo Clara- ¿Alguien me acompaña?

-          Voy contigo que también tengo ganas.- dijo Fer acercándose a ella.

Se marcharon los dos hablando tranquilamente y el resto comentamos lo que había sucedido antes.

-          Vaya corte tía- dijo Paula

-          ¡Ya te digo! Menos mal que no se ha enfadado- dijo Rosa

-          Mujer- intervine yo- hace más de 20 años de eso, no creo que lo guardara tan adentro.

Comentábamos lo sucedido cuando mi teléfono vibró. Tenía un mensaje de Clara.

“Ven al baño en 5 minutos, por favor”

¿Qué significaba eso?

No sabía cual podría ser la intención de Clara de hacerme ir al servicio en 5 minutos pero yo decidí no hacerle caso y me fui hacia allí en el mismo momento que recibí el mensaje.

Entré en el baño y, aparte de las 3 o 4 chicas que estaban dentro, no vi nada raro. Era el baño normal de un local como ese. Miré alrededor para ver si observaba algo que me diera algún detalle de porque Clara me había dicho que fuera allí. Nada inusual, todo estaba correctamente sucio. Miré un par de veces hacía los compartimentos de los retretes, habían 4 y dos de ellos estaban cerrados. Nada fuera de lo común. Me disponía a salir del baño pensando que Clara me habría gastado una broma. Antes de salir le contesté al mensaje.

“ Estoy en el baño y no hay nada. Si es una broma, ¡ya te vale!”

Mandé el mensaje y seguidamente oí el sonido de una notificación que venía desde uno de los retretes cerrados.

Tenía que ser el teléfono de Clara. Estaba dentro. Fui hacia el habitáculo y grité su nombre. Al momento empecé a oír  gemidos desde el otro lado.

-          Ya te vale Clara. Si querías que te oyera follar ya lo has conseguido.

No contestó pero los gemidos se intensificaron. Sólo por curiosidad, me dirigí al compartimento contiguo y, subida al retrete, miré al habitáculo del que provenían los ruidos.

La imagen que vi me dejó claro rápidamente que los gemidos eran de placer. Clara, apoyada en el retrete y con la falda levantada, sacaba el culo. Mientras, Fer con los pantalones por los tobillos, embestía salvajemente sobre el culo de Clara. La sujetaba por el pelo como si estuviera domando a una yegua. Los golpes de carne contra carne se escuchaban como martillazos sobre el acero. Clara no paraba de gemir y Fer no paraba de empujar.

No podía permitir que se me volviera a ultrajar de esa manera. La puta de Clara se ve que quería todos los hombres que estaban conmigo. No podía creer que mi supuesta amiga se vengara de esa manera de mí.

Salí de mi compartimento y me fui a la puerta del de ellos. Cogí carrerilla y, de una fuerte patada, rompí el seguro de la puerta y esta se abrió.

Al oír el ruido, los dos se giraron. Fer se intentó poner los pantalones, pero con las prisas no acertaba. Clara, en cambio, parecía disfrutar de la situación. Pausadamente, se recolocó todo mientras yo les gritaba.

-          ¡Hijo de puta! Ni un día has durado siendo fiel. ¡Ni un día! ¿Así pretendías llevar la relación, follando a mis espalda todo lo que se movía?.

¡Y tú, puta! ¿No crees que ya me has hecho bastante daño? Ya te pedí perdón, ya me robaste a Luis, deja que rehaga mi vida.

-          Perdón Marta.

Clara se disculpó y las lágrimas empezaron a brotar por sus mejillas.

-          ¡No te disculpes!-dijo Fer- ¿Acaso ella se disculpó de mí aquella noche en la que me humilló?

-          ¿Así qué es por eso?- dije yo

-          ¡Claro que es por eso!. Te juro que me costo mucho borrar de mi currículo tu humillación. En la facultad me conocían como el “pagafantas”.  No conseguí que ninguna chica aceptara estar conmigo. Me sumí en una depresión profunda. Sólo pude salir del pozo al acabar la universidad y conocer gente nueva. Desde ese día las mujeres sólo sois un objeto para mí, un medio para satisfacer mis necesidades.

Te la tenía jurada desde entonces y, cuando os vi aquel día…. Te reconocí al instante. Sabía que eras tú incluso antes de saber tu nombre. En ese momento supe que ahí empezaba mi venganza. Y me lo habéis puesto a huevo, no sólo te he jodido tu amistad con…”esta”, sino que además te he cortado la posibilidad de volver con el “calzonazos”. ¡Ese si es un pringado!. Hubiera pagado por ver su cara cuando te arrastré a la habitación y empezaste a gemir de gusto.

Lo que lamento es que me hayas descubierto tan pronto por culpa de esta puta y su enfermiza obsesión por mí. Mi idea era que te enamoraras de mí hasta las trancas, y luego dejarte tirada. Sois las personas que más odio en este mundo y desearía que sufrierais eternamente.

El puñetazo se oyó en todo el baño y mi mano y la nariz de Fer sufrieron mi ira.

CONTINUARÁ...