Crisis de los 40- 2°Parte

La despedida de soltera de Rosa

Recomiendo leer la primera parte de este relato para poder continuar con la segunda parte.

Gracias a todos los que me animais a continuar escribiendo.

CAPÍTULO 1- MARTA

Las tardes de invierno son frías y aburridas, en ocasiones. Sobretodo cuando la lluvia no deja de caer en todo el fin de semana. Antes, cuando estaba casada con mi ex, me entristecía mucho tener que pasar dos días encerrada en casa con una persona que lo más agradable que me decía era “me voy a dormir”.

Pero ahora todo era diferente.

Con Luis todo era distinto, era mejor. Muchísimo mejor.

Un fin de semana sin salir nos daba mil opciones, desde horas de pelis y manta, hasta montarnos nuestro propio Masterchef particular. Era una delicia pasar el día con un hombre tan fantástico como Luis.

Desde que vino a mi casa aquél Miércoles tras encontrar a su mujer con otro hombre, no nos hemos separado.

He descubierto el verdadero amor, el amor incondicional, ese que te hace ver el mundo de mejor forma.

Luis es un hombre maravilloso. Es sensible y tierno, pero también tiene un toque canalla que hace reír en todo momento.

Parece mentira como te cambia la vida con los actos más difíciles de explicar.

Me costó mucho que Luis confiara en mi. No penséis que tuvimos sexo la primera semana, ni que se entregó a mi desde el principio. Luis me consideraba su amiga. Y nada más que eso. Decía que sentía algo especial por mí pero que no estaba preparado para empezar otra relación.

Yo fui paciente. Ya lo tenía asumido. Luis no era un hombre como los demás, era de esos hombres que te ceden el paso y te abren la puerta. Estos gestos siempre me han parecido micro machismos, pero cuando eres tú la que los recibe, te sientes agradecida de que alguien se preocupe por ti.

Casi 1 año esperé. Un año de quedadas para tomar café. Un año de cine y palomitas. Un año de paseos interminables contando las batallas de la vida.

Pero ya no podía aguantar más.

Una tarde al volver de pasear, me acompañó a casa y, antes de despedirnos, le dije:

  • O me haces el amor hoy, o ya no te lo permitiré nunca.

Le lancé un órdago y coló. Subimos a mi casa y me hizo el amor como nadie me lo ha hecho, con cariño y con mimo. Como sólo un hombre sabe hacer. Delicado y apasionado. Arrancándome varios orgasmos, de esos que se esconden el lo más profundo del alma. Y llevándome a un lugar desconocido por mí hasta ese momento.

Después de eso nuestra relación cambió de amistad a… realmente no se lo que éramos, pero a mí me gusta pensar que pareja.

Tras la muerte de sus padres ( primero su padre de cáncer de pulmón, y meses más tarde su madre de lo que yo denomino pena. Una persona al quedarse viuda se le muere la mitad de uno mismo y, el resto viene sólo, Luis se quedó destrozado y mi deber era ayudarle nuevamente para salir del bache. Así lo hice, y volvería a hacerlo.

De Clara no supimos casi nada. A mi me llegaban noticias de mis amigas pero Luis y yo nunca hablamos del tema. Era como si él quisiera olvidar su pasado, y yo respetaba su decisión.

Las cenas de amigas de los Viernes se suspendieron cuando se destapó todo, lógicamente. Seguíamos quedando por separado, pero las 5 juntas ya no.

Yo empecé a relacionarme más con mi amiga Rosa. Su novio se llevaba bastante bien con Luis y parecía que disfrutaban juntos de las quedadas que hacíamos.

En alguna ocasión habíamos quedado para cenar y Pablo (el novio de Rosa) y Luis parecía que hacían buenas migas.

Rosa estaba a punto de casarse y, como era normal, también invitó a Clara al enlace. La semana de antes era la despedida y mi única preocupación era el enfrentamiento con ella.

Esa sería la primera vez que me encontraba con Clara después de su divorcio.

Estaba muy nerviosa por lo que pudiera pasar y no descansaba bien por las noches.

Luis se dio cuenta de que algo me turbaba y me preguntó.

  • ¿Te preocupa algo Marta?

  • El Sábado es la despedida de Rosa y estará Clara. No se como vamos a reaccionar al vernos.

  • Bueno, tú no tienes nada que ocultar. Las cosas pasaron así y ya está. Ella se equivocó y pagó las consecuencias. No creo que Clara quiera pelea contigo, siempre ha sido muy diplomática y después de 2 años no creo que te reclame nada.

  • Ya lo sé, pero me da miedo que quiera hacerme algo o estropeé la despedida.

  • No te preocupes, todo irá bien. Ya verás.

  • ¿Y el día de la boda? Os reencontrareis de nuevo. Eso me da pavor.

  • Ha pasado mucho tiempo, hay que dejar atrás todo lo que no te deje avanzar.

Luis siempre tan correcto. Te dice lo que necesitas oír para tranquilizarte. Pero yo no estaba tranquila.

El día de la despedida llegó y mis nervios estaban de punta.

Las chicas y los chicos iríamos por separado, aunque Luis no quiso acudir a la fiesta en honor a Pablo y alegó que él no pintaba nada con los amigos del novio.

Tenía razón, Luis se llevaba muy bien con Pablo, pero hubiera estado solo toda la noche.

Me preparé para la despedida. Sería una cena en un restaurante con discoteca, de ese modo ya no nos movíamos del local.

Ya estaba lista para la fiesta. Me vestí con un pantalón de cuero muy brillante y una blusa blanca con los botones justos para hacerme un canalillo de infarto. Mis dos tetas asomaban por mi escote como dos cocos queriendo escapar. Modestia aparte, soy una mujer atractiva. No tengo un cuerpo exuberante, pero si estoy bien proporcionada y el resultado es muy satisfactorio para mí y para el que me mira.

Luis estaba en mi casa porque tenía pensado llevarme al local y así no cogía mi coche. Salí al salón y esperé a ver su reacción.

  • ¡¡¡Wooow!!!

  • ¿Te gusta?

  • Estás muy sexy.

  • Gracias. No esperaba menos de ti. Estoy algo nerviosa por Clara.

  • No te preocupes por eso. Disfruta de la fiesta y haz que Rosa lo pase muy bien.

  • Luis eres un amor, ¡te quiero tanto!

Y, diciendo esto, me acerqué a Luis para darle un beso muy sexual para que se acordara de mí esta noche. Acabé con el pintalabios corrido.

  • Mejor paro ya que si no, no llego.

  • Jajaja. Por mi no te cortes, si no llegas te hago compañía.

Me volví a colocar la ropa y me arreglé el carmín en el baño antes de marcharme.

Luis me dejo en la puerta del restaurante y entré en el local. El ambiente era brutal. Había muchísima gente y casi no podía ni caminar. Por lo visto habían muchas despedidas esa noche.

Al poco de avanzar pude encontrar a Rosa junto con un grupo de chicas. Entre ellas había gente de su trabajo y alguna amiga que conocía de alguna quedada. Mi amiga Sofía también estaba, pero ni rastro de Clara. Me acerqué a ella y al verme me dijo:

  • ¡Hola guapísima! ¡Estás estupenda! ¿Cómo te va todo?

  • Hola Sofí, tu si que vas cañón. Pues vamos bien. ¿Ha llegado Clara?

  • Relájate cielo, ayer hable con ella y me dijo que vendría en son de paz.

  • Eso espero. Por Rosa.

  • ¿Por Rosa que?

Era Rosa que se acercó a saludarnos.

  • Nada, hablábamos de Clara. – le aclaré.

  • Pues aquí estoy chicas.

Clara apareció por nuestra derecha con aires de “femme fatale”.

No era para menos. Estaba estupenda. Nunca había visto a Clara así. Lucía una falda a media pierna con unos taconazos de escándalo, unas medias negras con dibujos sobre la licra y un suéter sin mangas de cuello alto muy ajustado. Se había operado el pecho, ya que lucía alguna talla más que hace dos años. Su cara estaba perfectamente maquillada, muy sutil pero notable. Y coronaba el cuadro su cabello recogido en una coleta que le daba un aspecto felino y coqueto.

Parecía una diosa caída del mismísimo Olimpo griego.

Empezó a saludarnos a todas con dos besos y, cuando llegó a mi me abrazó.

  • Que ganas tenía de verte Marta. Tenemos muchas cosas que hablar.

Me dejó extrañada su aparición. Parecía que no guardaba rencor.

Mis miedos por encontrarme con Clara no me habían dejado ver otra opción que no fuera la de la confrontación. No cabía en mi mente que Clara pudiera haber pasado página y quisiera recuperar la amistad de la que fue su mejor amiga.

Y yo estaba dispuesta a olvidarlo todo ya que, realmente, a mí me beneficiaron sus infidelidades. Ahora yo estaba con Luis y ella debía aceptarlo.

La cena fue muy divertida. Cenamos poco, la verdad, pero la sangría nunca se acababa. El local disponía de un espectáculo de drag queens que nos divirtieron mucho.

Después de la cena nos dirigimos a la zona de baile.

Había una pista para bailar y en los laterales mesas y sillas para sentarse. Nosotras ocupamos varias mesas para poder descansar cuando los tacones molestaran. En mi mesa nos sentamos las 5 chicas. Me sentía muy feliz de volver a juntarnos y en Rosa también lo noté, bueno, realmente estábamos felices por todo el alcohol ingerido.

Clara se sentó a mi lado y comenzamos a hablar.

  • ¿Cómo está Luis?

Su primera pregunta me asustó un poco. Que estábamos juntos Luis y yo era bastante obvio, pero quiero recordar que mi ¿novio? era el exmarido de mi amiga. La situación era incómoda.

  • Bien….bien. Trabajando mucho, ya sabes. – dije tartamudeando.

  • Es un buen hombre. Cuídalo. Lo que le hice…, no me lo perdonaré en la vida. Mi cabeza estaba descentrada y la cagué, realmente la cagué. – dijo con aparente tristeza.

  • Bueno, tampoco te martirices. Lo hiciste muy mal pero Luis no te guarda rencor. – traté de consolarla

  • Nunca ha sido rencoroso pero siempre ha tenido muy buena memoria. Y si no ya se lo recordarás tú. – me atacó.

  • ¿Cómo dices?

  • Que tú te encargarás de que no me olvide, ¿verdad?.

Clara empezaba a acusarme de manipular a Luis para obtener su cariño.

  • Clara, por favor, ahora no. Hazlo por Rosa. Si te parece bien quedamos la semana que viene y hablamos tranquilamente.

  • Tranquila, era broma. Pero si me gustaría que habláramos algún día. ¿Te parece bien?.

  • Por mi estupendo.

Después de esta conversación, intenté no volver a cruzarme con Clara. Me horrorizaba que mi amiga quisiera vengarse de mí. Parecía una persona más agresiva. No estaba cómoda a su lado.

Tomamos unas copas en la mesa y luego salimos a la pista de baile.

Era de suponer que una despedida de soltera atraiga la atención de los hombres de otras despedidas. Enseguida nos rodeamos de moscones. Los hombres aprovechaban el poco espacio y el exceso de alcohol para arrimarse demasiado.

Dos chicos se acercaron a mí bailando. Mi cara de terror les debió animar para continuar con su ritual. Se colocó uno frente a mí y el otro en mi retaguardia. Inmediatamente miré a mi alrededor para que alguna de las chicas me socorriera. Sólo Clara parecía estar observándome. Parecía que la situación le divertía mucho porque no paraba de sonreír.

Yo le hacía gestos con la cabeza para que me quitara a esas dos lapas. Era mi única baza.

En ese momento Clara se acercó a mí y, quitándome al chico que tenía en frente, se puso a bailar con él diciéndome:

  • ¡Martitaaaaaa, yo me quedo con este!

No recuerdo con exactitud lo que pasó a partir de ese momento. Solamente tengo imágenes difusas de Marta bailando con su pareja en plan “perreo”. Él estaba plantado, casi sin moverse, y ella le daba repasos a su pene con el trasero.

Yo empecé a notar como el hombre que tenía detrás, con claros síntomas de embriaguez, me cogía de las caderas mientras me refregaba una herramienta dura y bastante grande sobre mi culo.

Me quedé parada un momento mientras ese gilipollas intentaba sobarme las tetas mientras simulaba un coito con mis posaderas.

Por fortuna pude reaccionar antes de que el tío llegara a tocarme nada más. Me di la vuelta y lo empujé. El tipejo se revolvió e intentó golpearme. En esos momentos apareció otro chico que le paró la mano y le dijo que se fuera inmediatamente. El chulo se retiró y, acto seguido, apareció Clara.

  • -¿Estás bien Marta?

  • Si, estoy bien. ¿Será guarro el tío ese?

  • Pensaba que estabas jugando con ellos, no pensé que te molestaban sino te los hubiera espantado.

Junto a nosotras se encontraba el hombre que me había ayudado con el borracho. Era un tipo de unos 45 años, de 1,80 de estatura y delgado. Era bastante guapo, moreno pero con canas asomándose por su pelo rizado.

Y bien vestido. Impecablemente vestido. Era un hombre atractivo, de esos maduritos que parecen pedir a gritos que les acompañes a donde quieran. Me giré y le dije:

  • Muchas gracias por todo.

Con ese agradecimiento pensé que tendría bastante, pero el hombre se presentó:

  • De nada mujer. Mi nombre es Fernando, pero todos me llaman Fer.

Clara se adelantó a mi saludo y le dio dos sonoros besos.

  • Yo soy Clara y la princesa rescatada se llama Marta. Un placer.

  • Me gustaría invitaros a una copa para demostraros que no todos los hombres somos unos pervertidos.

  • Por supuesto que aceptamos, pero sólo si nos dejas que te invitemos nosotras a ti. Es lo menos que podemos hacer. – dijo Clara.

Y así, sin comerlo ni beberlo, me encontré en una mesa de una discoteca, compartiendo una copa con la exmujer de mi ¿novio? y con un hombre que acabábamos de conocer. Y encima me tocó pagar s mi las copas.

Clara parecía interesado en Fer, pero a él parecía que quién le interesaba era yo.

Por mi parte, lo único de lo que tenía ganas era de marcharme a casa y dormir plácidamente para olvidar las dos malas experiencias de la noche.

Casi dos horas estuvimos agradeciéndole a Fer su acto “altruista” (bueno, en verdad, Clara era la más agradecida, por lo visto), hasta que decidimos marcharnos a casa. Fui yo la que se levantó primero.

  • Chicos os agradezco mucho la compañía pero me marcho a casa. Voy a llamar a un taxi.

Fer se levantó inmediatamente.

  • ¡No mujer! Yo te acerco.

  • No te molestes que no pasa nada.

Clara, un poco picada, se levantó también.

  • Si no es molestia, ¿podrías llevarme a mi también?

  • Desde luego. ¡Vamos que tengo el coche fuera!

Salimos del local después de despedirnos de todas las chicas y nos dirigimos al coche para volver a casa.

Afortunadamente, Fer me dejó a mí primero y se fue con Clara hacia casa de esta.

Me duché para estar más cómoda y me puse el pijama. Le mandé un mensaje a Luis para que supiera que había llegado bien y me tumbé en la cama.

Al momento estaba en fase R.E.M, pero el sonido de un mensaje me despertó.

Pensé en Luis, pero por la hora dudaba mucho que fuera él. Cogí el teléfono y lo miré.

  • Soy Fer. Sólo te escribo para decirte que ha sido un placer conocerte.

¿Fer? Si yo no le había dado mi número.

¿Cómo era posible?

  • ¿Cómo tienes mi número?

  • Me lo ha dado Clara. Es un cielo de chica. Tenéis suerte de ser amigas.

¡La madre que parió a Clarita!

Con lo tranquila que yo estaba sin saber de ella, y en una noche a su lado casi me violan vestida y le da mi número al hombre que me ayudó.

Menos mal que, de momento, estaba alejada de Luis.

  • Si, tenemos mucha suerte. Buenas noches.

Y apagué el teléfono para no tener más interrupciones.

Continuará....