Crisis de los 40- 2°Parte (5)

Marta

CAPÍTULO 6 – MARTA

Me desperté con el ruido de unos golpes en mi puerta y el sonido del timbre golpeando mi sien.

La noche había sido muy larga, y ya estaba amaneciendo cuando me dormí.

Había bebido bastante y tenía una resaca importante. Me levanté de la cama mecánicamente y, al mirar la habitación, vi a Fer tumbado a mi lado.

Yo estaba en pijama y el en calzoncillos. Me fijé en su cuerpo, era atlético pero sin pasarse. Un cuerpo bonito, con fuertes brazos y espalda trabajada.

Otra vez el timbre sonó insistentemente.

Me dirigí a la puerta de entrada tambaleándome como si aún estuviera bebida. Abrí la puerta y me encontré a Luis en el otro lado con cara preocupada.

-          Buenos días Marta.

-          Buenos días. No es un buen momento Luis, me has despertado.

-          Lo siento mucho. Yo es que no he pegado ojo en toda la noche y en cuanto he podido me he acercado para hablar.

-          Pues ahora no va a poder ser.

-          No importa, déjame entrar y te preparo el desayuno mientras te duchas y te despejas. O si prefieres, te acuestas otra vez y yo te espero en el salón.

-          No Luis. No puede ser.

-          ¿Estás con Fer?

En ese momento me acordé de lo mal que lo pasó Luis cuando Clara le engañó. No era ético que tuviera que volver a pasar por eso. Cierto era que yo no había engañado a Luis pero su mente seguramente ya imaginaría cosas pasadas y las utilizaría proyectándolas en mí.

Pensé en la última noche. Todos los recuerdos que tenían eran de Fer escuchando y yo hablando mientras lloraba. Recordaba perfectamente ponerme el pijama y servirnos dos copas bien cargadas y luego vinieron más. Pero no recordaba como había llegado a la cama, ni porque Fer estaba tumbado a mi lado.

-          Si….

-          Ya, entiendo.

-          No Luis, no lo entiendes.

-          Entonces, explícamelo tú.

-          No hemos tenido sexo, si es lo que te preocupa. Pero lo nuestro, si alguna vez tuvimos algo, tiene que terminar. Os vi besándoos a Clara y a ti.

-          Perdóname, eso es lo que he venido a explicarte. No pasó nada, sólo el beso y la aparté inmediatamente.

-          No es por el beso, Luis. Eso duele, no te lo voy a negar. Pero lo que más me duele es haber luchado dos años por ti. Dos años de intentar apartar tus miedos, tus inseguridades y tus penas. Créeme que lo hice con mucho gusto, porque te amo. Pero lo que no puedo aguantar es que, mientras yo sufría por ti y luchaba por conseguir tu amor, Clara, la que ahora te besa sin pudor, se follaba a todo el que le daba la gana sin pensar en el daño que te hizo. Y ahora viene y tú, como un corderito, vuelves al rebaño.

-          No Marta, yo no quería…

-          Me da igual ya Luis. No tengo más fuerzas para luchar. Me he consumido dando todo lo que tenía. Pero, por lo visto, no ha sido suficiente para ti. Ahora, déjame que intente pasar página y que pueda encontrar a alguien que me ame de verdad. Te quiero mucho, pero ya no puedo más.

Y de esta manera cerré la puerta de mi amor con Luis. Una amor unidireccional y sujeto a una conveniencia por su parte. Cuando estuvo mal yo recompuse su alma, y ahora que ya era Luis, de nuevo volvía a su anterior vida. Ya no podía aceptar el perder más tiempo jugando a la pareja incomprendida. Con ese portazo se esfumaba un amor platónico.

Me dolía admitirlo pero no estaba tan mal como creía que estaría. Me acordaba mucho de Luis, no se olvida un amor tan fácilmente. Pero, tras 2 meses de quedadas con Fer, volvía a sentir que mi vida se encarrilaba.

Al final, no pasó nada la noche de la boda. Bueno, en realidad fue un monólogo mío sobre Luis y yo, donde le explicaba a Fer todo lo que pasó con Clara y lo que sucedió después. Fer escuchó atentamente todas mis exposiciones y me animaba a beber para olvidar.

La noche terminó como tenía que terminar, teniendo en cuenta el alcohol ingerido, yo dormida en el sofá y Fer llevándome a la cama.

Después de cerrarle la puerta a Luis, Fer estaba esperándome de pie junto al salón. Cuando llegué a su lado lloré como nunca lo había hecho, ni cuando me divorcié de el desgraciado de mi exmarido.

Fer estuvo conmigo en todo momento. Se preocupó por mí y me invitó a comer en un restaurante para, según él, olvidarme de mis penas.

Me encontraba muy a gusto con Fer. Imagino que era como se encontraba Luis conmigo al principio de la ruptura con Clara. Fer estaba siempre a mi lado y pasábamos mucho tiempo juntos, siempre que el trabajo lo permitía. Quedábamos en mi casa a ver una peli y a hablar, cenábamos juntos, paseábamos juntos… Era un gran hombre y una persona muy importante en estos momentos.

Una tarde, dos meses después de la boda, estábamos cenando en casa él y yo. El vino ya hacía mella en mí y estaba muy contenta. Fer desplegaba todas sus artes de seducción con algún fin en concreto. Yo, por mi parte, me dejaba guiar por ese hombre. Sabía de sus intenciones. Era normal que después de dos meses de soportarme quisiera algo más, pero yo quería jugar con él un poco. Quería que me deseara, que sintiera la necesidad de tener sexo conmigo. Y sólo en ese momento me decidiría a darle lo que llevaba tiempo esperando.

En los postres se desató todo.

-          Marta, ¿que te parece si después de los postres nos sentamos a ver una peli?

-          ¿Una peli?. Lo que quieras.

-          Mujer, si es lo que quiera yo….

Fer se levantó de la mesa y la rodeó hasta ponerse a mi lado. Me hizo levantarme y me susurró.

-          Lo que yo quiero es comerte enterita.

Os prometo que un escalofrío recorrió mi cuerpo hasta que se instaló en mi entrepierna. Llevaba desde antes de la boda sin tener sexo. Ni siquiera me había aliviado yo. Ya sabéis que algunas mujeres no tenemos tanta necesidad de masturbarnos como los hombres, me gusta muchísimo el sexo, pero aliviarme yo sola no me gusta, a menos que esté muy necesitada y, en este tiempo mi cabeza había estado en otros menesteres.

Fer me besó con mucha pasión y metió su lengua en mi boca. Pese a que Fer estaba entregado al beso, no le noté el menor atisbo de impaciencia. Sabía lo que hacía y como lo iba a hacer.

Su beso fue correspondido por mí. No era la primera vez que besaba a Fer, pero si era la primera vez que ese beso tenía una connotación sexual. Sus manos se metieron por debajo de mi blusa y sobaron mis tetas por encima del sujetador. Yo lancé un gemido de gusto y Fer entendió que iba por buen camino, puso sus manos en mi espalda y desabrochó el sujetador con mucha soltura. Con mis tetas al aire, Fer me desabrochó la blusa y contempló mis dos pechos con una sonrisa de vencedor, por fin los veía. Se agachó hasta una de mis tetas y con la lengua empezó a hacer círculos en mi, ya duro, pezón. Succionaba ligeramente y se metía toda la areola en la boca.

Yo le sujetaba la cabeza por el pelo, indicándole los movimientos correctos. Estábamos disfrutando los dos. Mientras chupaba, Fer metió sus manos en mi vaquero y desabrochó los botones. Bajó los pantalones hasta lo que le permitieron los brazos, y metió su mano dentro de mi braguita.

Se encontró con un sexo muy húmedo, desde el beso había empezado a lubricar. Su dedo corazón recorrió toda mi rajita haciendo que yo pegara un respingo por las cosquillas. Cuando tubo el dedo mojado, lo dirigió al clítoris para acariciarlo haciendo círculos. A su dedo corazón se le unieron el índice y el pulgar. Mientras los dos primeros hacían una pinza sobre mi parte más sensible, con el tercero masajeaba mi clítoris.

Era una maniobra perfecta. Oleadas de placer recorrían todo mi cuerpo. Estaba disfrutando mucho y, ahora me daba cuenta de lo que necesitaba eso.

En no más de un minuto un calor abrasador recorrió todo mi cuerpo alojándose en mi vagina hasta que descargué la tensión acumulada en un orgasmo brutal. No se si fue la destreza de mi amante o mi inactividad, pero el placer no cesaba y yo notaba como mojaba los dedos de Fer en cada segundo que me corría. No podía parar de sentir, era un remolino de sensaciones. Y de todas las sensaciones que podía sentir, salió a flote la que creía que empezaba a enterrar, el recuerdo de Luis.

Con ese pensamiento ilógico conseguí alargar mi placer unos segundos más hasta que me abracé a Fer.

-          ¡Joder Marta! Estabas más necesitada de lo que yo creía. Tengo la mano muy mojada.

-          Perdona, es que hacía tiempo…

-          ¿No te has aliviado tú nunca?

-          No. No me ha apetecido hacerlo.

-          Pues esta noche te voy a quitar las telarañas.

Fer se bajó los pantalones y los calzoncillos y, ante mí, apareció una verga de muy buen tamaño apuntando a mi vagina.

Después del orgasmo y mis pensamientos sobre Luis, mi lívido había descendido bastante. No me apetecía seguir pero Fer se merecía culminar la noche.

Senté a Fer en una silla y le quité los pantalones. Agarré el pene de Fer y lo primero que hice fue ensalivarlo bien. Con la lengua y mi boca, procedí a mojar el glande mientras mi mano subía y bajaba agarrada a su durísimo tronco. Fer soplaba de gusto. Miré hacia arriba mientras chupaba su polla y nuestros ojos se cruzaron. Yo le guiñé un ojo y seguí engullendo su falo.

Mientras trataba de hacerle la mejor mamada que jamás le habían hecho, los recuerdos de Luis volvieron a mí. Hoy estaba tratando de darle a Fer una buena impresión de mis artes sexuales, pero con Luis no era así. Con Luis mi única preocupación era que disfrutara, no trataba de demostrar que era buena, sólo hacía lo que le gustaba. Y eso me llenaba más que cualquier orgasmo. Mi única meta era hacerle sentir lo que él lograba hacerme sentir a mí.

Mientras introducía la polla de Fer hasta mi garganta, mi mente no podía apartar a Luis. Era una sensación extraña, no quería pensar en él pero no podía dejar de hacerlo.

-          Ufff…. Marta, que bien lo haces

-          ¿Te gusta?

-          Si, como sigas así me voy a correr, y me gustaría follarte.

-          No te preocupes si te corres, ya lo haremos otro día.

En ese momento me di cuenta que no me apetecía hacer el amor con Fer. Le daría su orgasmo, era lo mínimo, pero no me penetraría hoy, ya no estaba de humor.

Aumenté el ritmo de la mamada pero esta vez sólo en la punta. Mi lengua masajeaba su frenillo y mis succiones sobre su glande eran muy fuertes. El pene de Fer se ponía cada vez más duro, señal de un inminente orgasmo.

-          ¡Para que me corro! ¡Para, joder! ¡Paraaaaaaaaa!.

Y empezó a descargar dentro de mi boca. Tres o cuatro trallazos fuertes y otros dos o tres más suaves. Yo no aparté mi boca en ningún momento y acepté su semen como premio de consolación por no follar.

Fer se reclinó sobre la silla y respiró profundamente varias veces.

-          Te he dicho que no quería correrme aún. Ya no tengo 20 años y me cuesta recuperarme.

-          No te preocupes Fer, otro día.

-          No, otro día no. Hoy es el día. Déjame que me recupere y volvemos a empezar.

-          De verdad que no, Fer. Ya no me apetece. Se me han pasado las ganas.

-          ¿Pero qué dices? Si estabas chorreando. ¿Qué te pasa Marta?. Llevamos dos meses viéndonos y te he respetado. Se que lo has pasado mal pero yo necesito que avancemos.

-          Perdóname, otro día, de verdad.

-          Si, otro día…

Fer se levantó y se vistió. Me dio un beso y se dirigió a la puerta de casa.

-          No hace falta que te vayas. Quédate y vemos una peli.

-          No me apetece ver ninguna peli.

-          No te enfades, por favor.

-          Mañana te llamo para quedar. No te preocupes que se me pasará.

Cerró la puerta de casa y yo empecé a llorar.

No sabía como era posible que Luis se cruzara en mi mente en el peor de los momentos para estropearlo todo. Pensar en tu ex cuando estás a punto de intimar con tu nuevo amigo, no era la mejor manera de olvidar una relación.

Estaba furiosa. Con Luis, por no saber entender que era lo que yo quería y volver a caer con Clara cuando más enamorada estaba de él. Con Fer, por no saber entender que necesitaba tiempo para olvidar y que, posiblemente, no estaba preparada para empezar otra relación sin despojarme de las cadenas de la anterior. Y furiosa conmigo, por no poder encauzar mi vida.

Primero fue un marido putero, borracho y ludópata. Después de soportar años de desprecios y maltrato psicológico, consigo separar de mi lado a un hombre tóxico y llevar mi vida libremente. En esas estaba cuando conocí a Luis, el marido de mi mejor amiga. Y yo, como una tonta, me enamoré de él. Y cuando se separó porque su mujer le puso los cuernos, lo alojé un tiempo en mi casa y esperé que olvidara una relación de 20 años en unos meses. No contenta con eso, cuando por fin parecía que estaba olvidándola, se la volví a servir en bandeja invitándolo a una boda a la que él no quería asistir. Y luego me hice amiga de una persona que casi ni conocía, que me dio más en dos meses que muchas personas que han pasado por mi vida, y cuando me pidió intimar voy yo y comencé a recordar al hombre que más daño ha causado en mi corazón.

¡Es que era tonta de narices!

Lo mejor que podía hacer era irme a dormir y esperar a que al día siguiente Fer no me mandara a la mierda.

Las semanas pasaron y Fer nunca me echó en cara lo pasado esa noche.

Las chicas y yo habíamos retomado la costumbre de quedar los Viernes tras la boda de Rosa. La relación entre Clara y yo era fría, pero nos sacrificamos por el bien del grupo.

Uno de los Viernes, mientras cenábamos juntas en un restaurante salió la conversación de un puente cercano. Serían 3 días de fiesta desde el Sábado hasta el Lunes. Clara preguntó.

-          Chicas, ¿qué plan tenéis para el puente?.

-          Pues yo no había pensado nada- dijo Rosa.

-          Yo tampoco tengo plan- dije yo.

-          ¿Y si nos vamos todas juntas?. Como en los viejos tiempos.- dijo Sofía con entusiasmo.

-          ¡Siiiii!- dijo Rosa- pero con acompañante, que yo no puedo dejar a Pablo solo.

-          Por supuesto, cada una que traiga a quien quiera- dijo Clara mirándome con sorna.

La mirada de Clara me encendió. Seguro que tenía pensado llevarse a Luis y restregarme su amor por la cara. Pero yo no sería menos. Estaba decidida a pedirle a Fer que me acompañara al viaje y así devolverle la jugada. Demostraría que había pasado pagina porque, ¿había pasado página, no?.

-          ¿Porqué no miramos unas casitas de madera en algún camping?.- dijo Sofía- Yo conozco uno que es muy tranquilo y tenemos por un lado la playa y por el otro la montaña para hacer caminatas.

-          ¡Que chulo! Yo me apunto- dijo Paula- aunque iré sola.

-          No te preocupes, yo también iré sola- dijo Sofía.- ¿Y vosotras?.

-          Yo se lo diré a Luis, lleva un tiempo apagado y necesita distraerse- dijo Clara.- ¿Te importa Marta?. Si es así, no se lo digo.

No podía decirle que no quería que viniera Luis. La verdad es que me molestaba que viniera pero, si lo admitía le estaría dando la victoria a Clara. Y no estaba por la labor de que me viera contrariada.

-          ¡Que me va a importar!. De hecho, yo voy a invitar a Fer. Últimamente hemos quedado alguna vez y me apetece que lo conozcáis mejor.

Volví a mentir, estaba bien con Fer pero aún no me sentía preparada para hacer un viaje con él. La única intención al llevar a Fer era no parecer una fracasada y así Clara no saldría triunfadora de nuestro particular duelo.

Organizamos todo y, en ese mismo momento, reservamos dos casitas juntas para 4 personas cada una, de esta manera, sólo quedaba por saber como dormiríamos.

La escapada sería para dos semanas después y todas acordamos poner un fondo común e ir pagando todo de ahí. De ese dinero se pagaría tanto las cabañas, como la comida del día a día. Las casitas tenían cocina y utensilios para poder preparar comidas y cenas, así que, salvo alguna noche que saliéramos a cenar por ahí, prepararíamos todo nosotros para ahorrarnos algo de dinero.

Con todo hablado entre nosotras, solamente faltaba preguntarle a Fer si me acompañaría. No estaba dispuesta a recibir un no por respuesta, así que, el Sábado siguiente le invité a cenar en casa para preguntárselo.

Preparé una cena especial a base de tapas para dos personas. Así podríamos picar mientras tomábamos una copa de vino y charlábamos de nuestros asuntos.

A las 9 de la noche, Fer tocaba al timbre y yo le abrí vestida con una faldita de cuero marrón y una blusa de seda blanca que trasparentaba un sujetador muy bonito de color negro. Todo muy discreto y sensual, quería insinuar pero no darle esperanzas para que creyera que podría lanzarse a la piscina.

-          ¡Que guapa estás Marta! ¿Celebramos algo?.

-          Siempre. Celebramos nuestra amistad. ¿Te parece poco?.

-          La verdad es que me gustaría celebrar algo más que una amistad contigo. Pero, de momento, me conformaré con eso.

-          Pasa tonto. Que siempre estás igual…

La cena trascurría en tono jovial. Fer estaba encantador, como siempre, y yo me encontraba cómoda pero con ganas de soltarle la pregunta que tanto me atormentaba.

Por lo visto Fer me conocía bastante bien. En un momento de la cena, Fer me tomó la mano y me preguntó.

-          Dime que te pasa. Llevas toda la noche rara. Estás como pensando en otra cosa. ¿Qué hay ahora por esa cabecita?.

-          Verás, es que quiero pedirte un favor.

-          Tú dirás.

-          Ayer , en la cena de chicas, salió la conversación del puente y decidimos reservar unas casitas de madera en un camping que está cerca de la playa y de la montaña. Acordamos que podíamos llevar acompañante y me gustaría que vinieras conmigo.

-          ¿En serio quieres que te acompañe?

-          Por supuesto. Si no, no te diría nada. ¿Qué dices?

-          Que estaré encantado de acompañarte a ese viaje con tus amigas.

-          ¿De verdad?. ¡Muchas gracias Fer!

-          De nada mujer. Siempre a tu disposición. Y entonces imagino que tu vestuario y esta cena era para pedirme eso, ¿no?.

-          Si, lo siento. No estoy lista aún.

-          No te preocupes, seguiré picando piedra para poder conseguir algo más algún día.

El día del inicio del puente llegó y todos quedamos en una gasolinera a la salida de la ciudad. Aún no había amanecido, queríamos aprovechar el día para no perdernos nada. La compra principal la hicimos el día anterior para poder dedicarnos a explorar el lugar ya que, de otra manera, perderíamos media mañana yendo al supermercado.

Fer y yo recogimos a Rosa y Pablo para ir en un solo automóvil. Llegamos los primeros y un par de minutos después vimos llegar el coche de Luis. De su coche salieron Clara, Sofía y Paula.

Al final, Clara había traído a Luis al viaje y ese hecho me molestaba bastante. Mi cara debía reflejar mi cabreo y Fer se dio cuenta.

-          No te preocupes Marta. Tú vienes conmigo y no te voy a dejar sola ni un momento. No les prestes atención a esos dos. Verás como así lo pasaremos en grande.