Crisis de los 40- 2°Parte (4)

Clara

CAPÍTULO 4- CLARA

Desde que Luis me dejó, caí en un pozo del que no podía salir. Nada en mi vida me dejó más descolocada que separarme de mi marido.

Estaba perdida y no encontraba la manera de rehacerme. Y todo por mi culpa.

Fui una infiel.

Una puta infiel.

Gracias a mi psicóloga, Susana, logré estabilizar mi vida. Ella me escuchó y nunca me juzgó.

Al contrario de lo que podáis imaginar, no volví a quedar con Carlos. Al menos no los dos primeros meses. Hasta que Susana me recomendó quedar con él.

-          Mira Clara, lo mejor es que vuelvas a quedar con Carlos y si puedes tener sexo con él, mejor.

-          No se si será buena idea Susana.

-          Lo que pretendo con esto es que aprendas a valorar las cosas que has perdido y la única forma de hacerlo es dándote cuenta de que lo que te puede aportar Carlos, sexualmente, no es comparable con lo que te daba Luis. Entonces  despertarás y aprenderás a valorar a tu pareja y, por ende, a ti misma.

De esta manera, por prescripción de mi psicóloga me cité con Carlos otra vez.

Le invité a comer en mi casa y preparé algo sencillo para no perder tiempo y dedicar la tarde a lo que requería la doctora, follar.

Carlos entró a casa con aire de triunfador, como si yo hubiera sucumbido a sus artes de buen amante. Nada más lejos de la realidad, Luis le ganaba por goleada. Lo único que me hizo acostarme con él en el pasado fue el morbo de la follada, a mi adicción al sexo duro y a sentirme deseada.

Sin decir ni buenas tardes, se abalanzó sobre mí y me arrancó la ropa. Mientras me chupaba los pezones, su mano ya hurgaba en mi sexo. Al contrario que las otras veces, no me agradó el trato de Carlos.

Por lo visto, la terapia de mi psicóloga estaba dando resultado, el sexo salvaje ya no me atraía. No sentía el más mínimo placer al notar como los dedos de ese hombre penetraban secamente en mi interior.

Me empujó hacia abajo hasta arrodillarme. Se bajó los pantalones y la ropa interior, y me mostró su pene ya erecto y preparado para chuparlo. Con un movimiento de cabeza, me indicó que empezara a engullir su miembro. No es que me apeteciera mucho, pero debía continuar con la prueba que me había sugerido mi terapeuta. Acerqué mi boca al glande de mi amante y empecé a lubricarlo. Al momento ya lo tenía goteando saliva y lo introduje en mi boca. Cada vez más hondo, hasta que  toqué con mis labios en su pubis. Después saqué su polla de mi boca y repetí la operación tantas veces como creí necesario. Quería acabar rápido y echarlo de casa. Entraba y salía de mi boca mientras mi lengua jugaba con su prepucio. Estaba cerca del orgasmo, lo noté en la rigidez de su pene, pero quiso que parara para poder penetrarme.

Lo hizo tumbándome en el sofá. Me abrió las piernas y la metió de un solo golpe. El impacto sobre mi cuerpo me dolió pero no gocé. Sorpresivamente no estaba excitada.

Carlos no paraba de embestir ferozmente y en cada empujón sentía como me rozaba en mis labios vaginales abrasándome la zona.

Luis nunca me hubiera hecho daño. Él se hubiera comido mi coño delicadamente, rozando con su lengua cada rincón de mi sexo. Me daría ligeras succiones en mis labios mayores, eso me volvía loca. Después subiría hasta mi clítoris y lo atraparía entre sus labios para sacar la lengua y acariciar mi botón. Lo haría muy rápido con golpes suaves. Yo resoplaría de placer mientras le agarro el pelo para indicarle el camino. Y tras un minuto, dos a lo sumo, me correría soltando todo el aire de mis pulmones. Vaciaría toda mi esencia en su boca para que supiera lo bien que lo había hecho.

Pensando en mi amor me corrí. Ni siquiera me di cuenta que era Carlos el que estaba encima mío. Me corrí pensando en Luis, en el amor de mi vida, en mi compañero.

¡Puta infiel!

Carlos se vació dentro de mí y lo aparté.

-          Vístete y vete de mi casa. Esta es la última vez que nos vemos.

-          Esa historia la tengo muy oída ya.

-          Lo digo de verdad. No me llames más, yo no lo haré.

-          Eso ya lo veremos.

Carlos se fue de mi casa y de mi vida, no lo volví a ver más. Por primera vez en casi un año me di cuenta de lo que había hecho. Me dolió mucho perder a Luis, pero nunca me paré a pensar porqué lo perdí. En mi mente estaba claro que lo amaba, nunca dejé de hacerlo. Por eso no entendía que no quisiera escuchar mis disculpas. En ese momento descubrí que mis mentiras y engaños mataron por dentro a mi marido. Él no podía perdonarme porque yo no pedía perdón, pedía sumisión. Y Luis no era mi sumiso, era mi pareja, mi compañero.

Pasé mucho tiempo buscando mi yo interno con ayuda de Susana (la psicólogo), pero al final comprendí que debía dejar atrás mi pasado y centrarme en mi presente y mi futuro.

Al tiempo recibí la triste noticia de la muerte del padre de Luis. Rafael era un hombre encantador, me trataba como a una hija. Sentí tanto su pérdida como no poder estar al lado de Luis en ese momento tan duro para él. Estuve en el entierro, alejada de todos pero llorando como la que más. Me hubiera gustado también abrazar a Tere, la madre de Luis. Se la  veía hundida. No lloraba, sólo miraba al infinito tratando de encontrar a su marido. Y lo hizo meses después. La noticia me rompió por completo. Luis se quedó huérfano y yo también porque, aunque no fueran mis padres, aunque ya hiciera casi un año que no los veía, los sentía como propios. Aún recuerdo las llamadas de Tere pidiéndome diálogo con Luis, dándome ánimos para reconducir lo nuestro y “disculpando” a su hijo por ser tan cabezota. Por lo visto no sabían ni media de lo que pasó, un gesto que honraba, más aún, a Luis. Mi año de, con perdón, mierda terminó en el día que enterraron a Tere. A partir de ese momento decidí ir sólo hacia delante.

En esas estaba cuando recibí la invitación de boda de mi amiga Rosa. El destino nos había separado momentáneamente a las 5 amigas, pero seguíamos teniendo un contacto esporádico por separado, menos con Marta que al parecer seguía viéndose con Luis.

Rosa me llamó y me invitó a la boda y a la despedida que se realizaría la semana de antes.

-          Tienes que venir Clara.

-          No se si es buena idea Rosa. A la boda si que iré, pero a la despedida no creo.

-          ¡Vaaaa, porfa…! Nos volveremos a encontrar todas. Será como en los viejos tiempos. ¡Las 5 amigas destrozan la noche!

-          Venga, está bien. Iré.

-          ¡Genial!. Te espero en el local el día 21.

Y allí me planté. En la puerta del restaurante nerviosa por encontrarme a Marta. Entré en el restaurante y enseguida pude distinguir mi grupo de amigas. Estaban estupendas, sobretodo Marta. Luis había hecho buena elección.

Me acerqué a ellas y las saludé una por una, estaba dispuesta a olvidarlo todo y volver a empezar.

La cena estuvo bien, el ambiente digo, porque la comida fue escasa.

Después de cenar y de que un chiquillo semidesnudo le bailara sensualmente a la novia nos fuimos a la pista de baile.

La zona estaba repleta. Me fui a la barra a por una copa y al volver vi a Marta acosada por dos hombres con aspecto de bebidos. Me hacía gracia ver a mi amiga luchando por poder desprenderse de los dos babosos. Miraba hacia todos lados buscando un salvador y su mirada se cruzó con la mía. Imagino que no le haría mucha gracia que yo la rescatara, pero no tenía nada más a mano. Me suplicó con la mirada y yo fui en su ayuda.

Le arrebaté a uno de sus acompañantes y empecé un baile bastante provocativo para atraer al otro hombre también. Pero con el alcohol que llevaba ese mamón no veía más allá de Marta. Empezó a meterle mano y cuando quise actuar un hombre muy guapo se adelantó a mis movimientos.

Después de tranquilizarnos invité a Fer, que así se llamaba, a una copa.

Me gustó mucho ese hombre. Era guapo, simpático y atractivo. Pero él se fijó en Marta. Todos se fijan en Marta.

Intenté todo para atraer su atención pero no hubo manera. Al irnos a casa logré que me dejara a mí la última e intenté mi último ataque.

-          ¿Te apetece subir a tomar algo a mi casa Fer?

-          No, gracias. Creo que prefiero descansar, ha sido una noche muy movida. Por cierto, ¿me puedes dar el número de teléfono de Marta?. Es para llamarle mañana y preguntarle como se encuentra.

Ni lanzándome al vacío conseguí nada. Le estaba abriendo las puertas de mi casa y de mis piernas y a él solamente le interesaba el número de Marta.

Derrotada, le di el maldito número y pensé que con un poco de suerte Marta se fijaría en Fer y me dejaría vía libre con Luis.

Un momento, ¿no estada decidida a empezar de cero?. No podía hacer esto entonces. Da igual, en el peor de los casos Marta le mandaría a la mierda en la primera llamada, pero tendría que intentarlo.

Nada más levantarme le mandé un mensaje a Marta para quedar para hablar, y me contestó, quedando para ese Martes.

El Martes quedé antes con Fer en la misma cafetería. Mi intención era entretenerlo para que se encontrara con Marta y, de paso, invitarle a la boda. Estábamos en esas cuando apareció Marta.

-          Entonces, ¿me acompañarás a la boda?

-          No se, no conozco a nadie.

-          Bueno, me conoces a mí. Y… Marta también irá. Me ha preguntado por ti.

-          ¿De verdad? ¿Qué te ha dicho?

-          Mira, por ahí viene.

Marta entró en la cafetería y Fer se disculpó y se fue corriendo. Mi plan parecía que daba resultado, Fer se estaba enganchando por Marta.

Al irse, Marta y yo protagonizamos una discusión en la que me quedaron claras dos cosas, una que Marta me traicionó avisando a Luis el día que casi me pilla con Carlos y dos que le iba a quitar a Luis de la arpía de Marta. Estaba decidida a arrebatarle lo que ella me quitó primero. Lo tenía claro antes de la conversación con mi amiga y después aún lo tuve más.

Pero todo mi plan se vino abajo cuando vi a Luis en la boda. Tenía una mirada triste, de esas que tienen las personas que no son felices. Me destrozó verle así, yo fui la culpable de su desgracia. Fui la culpable de su caída y de nuestra ruptura.

Estaba guapo, como siempre. Luis era un hombre normalito, no tenía músculos marcados ni culo respingón, pero siempre ha desprendido un aura de bonachón que hace que te fijes en él y lo desees como pareja.

Pese a su mirada, estaba alegre. Imagino que debido a las copas que llevaba encima. Y no paraba de comentar cosas con todos, excepto conmigo.

A mí me rehuía. Se alejaba de mí todo lo que podía para no tener que mirarme.

Lo mismo pasó en el aperitivo, Luis parecía desubicado, como si no estuviera cómodo en ese lugar. Se alejó de nuestro grupo simulando que paseaba por el jardín. Se sentó en un banco y allí pude apreciar al verdadero Luis. Ese hombre puro que no tiene mayor interés que contemplar a la gente. Sonreía de vez en cuando, como el que descubre las travesuras de un niño. Era un hombre bueno, no cabía duda. No podía entender como lo alejé  de mi lado sólo por sentirme deseada. Estaba muy agradecida a mi ex por haberme dado esos años tan felices. Y se lo iba a demostrar.

Me di la vuelta para ir con Luis y en ese momento vi que Fer se había adelantado. Los dos hombres charlaban amigablemente mientras tomaban una copa. Estuvieron un rato hablando, hasta que nos avisaron para entrar al salón.

Quería aprovechar el momento de sentarnos a la mesa para poder hablar con Luis pero Marta y Fer se sentaron a ambos lados y no pude hacerlo.

La cena concluyó y empezó el baile. Luis seguía con su actitud esquiva hacia mí y no me daba la más mínima oportunidad de acercarme a él. En la mitad del baile pusieron una balada para relajar al personal, nuestra balada. Miré a Luis inmediatamente al recordar nuestra canción y, por primera vez en toda la tarde, nuestras miradas se cruzaron. Levanté mi copa en señal de saludo y Luis giró la cara, le dijo algo a Marta y salió a l jardín.

Esa era mi oportunidad para hablar con él y decirle lo que tanto tiempo había esperado. Salí inmediatamente después de él. La humedad de la noche golpeó en mi cuerpo, pero no me importó, estaba decidida.

-          Hola Luis

-          Hola Clara. Estás muy guapa.

-          Gracias. Era nuestra canción.

-          Ya lo se. Por eso he salido a tomar el aire.

-          ¿No quieres oírla?

-          No.  Me trae muy malos recuerdos.

-          Alguno bueno también habrá.

-          Mira Clara, no me apetece hablar contigo.

-          Pero tendrás que hacerlo. Déjame que me disculpe por lo que hice. Ya han pasado dos años y quiero pedirte perdón.

-          Pide lo que quieras, de hecho, te perdono. ¡Ale ya está!

-          No, Luis, no me conformo con un “ale ya está.

Le abracé.

-          Lo siento mucho Luis. No sabes lo que siento haberte hecho tanto daño.

-          No pasa nada, agua pasada no mueve molino.

No podía aguantarlo más. Empecé a llorar sobre su hombro y él me devolvió el abrazo. Levanté la vista y ahí estaba, el amor de mi vida. Sabía que era una locura, pero levante la cabeza y lo besé.

El recuerdo de mi adolescencia volvió a mí. Esos labios dulces se pegaron a los míos como si quisieran fundirse. Nuestras lenguas jugaban juntas dentro de su boca, y su sabor nublaba mis sentidos hasta dejarme aturdida.

Ese beso me supo de maravilla y duró lo que tardó Luis en despejar su mente. Me apartó delicadamente y se separó de mí dando dos pasos atrás.

-          No hagas eso Clara.

-          Necesito que me beses.

-          Si me lo hubieras pedido antes de tus infidelidades no lo hubiera pensado, pero ahora ya es tarde.

-          Sólo quiero que me des otra oportunidad Luis.

-          Ya te la di, ¿te acuerdas?. Te di la oportunidad de empezar de cero, y lo estropeaste. Ahora ya no tengo nada que ofrecerte.

-          Ya lo imaginaba. No te culpo, yo tenía que intentarlo. Me he dado cuenta que sin ti estoy perdida. Pero saldré adelante.

-          Seguro que si. Siempre has sido una mujer muy fuerte.

-          ¿Por lo menos podremos retomar una amistad?

-          Eso siempre. Que no te quiera como pareja no significa que no te quiera como amiga. Me encantaría, eso si, nunca pasará nada entre nosotros.

-          Lo se Luis, y créeme que me arrepentiré toda la vida de lo que te hice.

-          Bueno, ¿volvemos a la fiesta?. Me parece que voy a por Marta y nos vamos a casa.

Tenía la sensación de derrota. Mi hombre me había rechazado de una manera tajante. Tendría que asumir que Luis ya no sentía nada por mí.

Entramos dentro y Luis se separó de mi rápidamente para buscar a su nuevo amor, Marta. Yo me dirigí a la barra para pedirme otra copa, un ron-cola con una cortadita de limón.

Me alejé de la barra y le di el primer sorbo a mi pócima del olvido, pensaba emborracharme y, si podía, tirarme a Fer.

Por cierto, ¿dónde estaba Fer?. Empecé a otear la sala para localizar a mi acompañante. No lo veía. A quien si veía era a Luis, andaba de un lado para el otro. En ese momento se paró a hablar con Sofía y me miró muy serio.

Se encaminó a mi encuentro y, cuando estuvo a mi altura, soltó la bomba.

-          Marta y tu amigo se han ido juntos en su coche.

CAPÍTULO 5- LUIS

El beso de Clara me pilló por sorpresa. No digo que no me gustara, francamente lo hizo. Ese beso me transportó a nuestros años felices, esos años en los que yo era de Clara y Clara era mía. Pero ya no. No quedaba en mí nada que Clara pudiera obtener. Ya no la amaba.

El beso duró lo que yo tardé en reaccionar. No supe ver las señales de mi exmujer, se estaba insinuando, forzaba la situación para acabar besándome. Pero no volvería a caer.

Separé a Clara muy gentilmente y me alejé de ella, no quería repetir el beso.

Después de dejarle las cosas claras, nos dirigimos dentro del salón. Mi idea era buscar a Marta y decirle que si nos íbamos, ya había tenido bastantes aventuras por esa noche.

Me dirigí al grupo de Rosa y Sofía y no estaba. Me imaginé que estaría en la barra o en el servicio, así que me fui al aseo para esperarla. Tras unos minutos esperando vi que no aparecía y tampoco la veía en el resto del local. Le pregunté a Sofía.

-          Sofía, ¿sabes donde está Marta?

-          ¿Marta?, si, bueno… Se acaba de ir con el acompañante de Clara.

-          ¿En serio?

Rosa se acercó a nosotros para ver que sucedía.

-          ¿Ha pasado algo Luis? Marta se ha ido muy apresurada y apenas si se ha despedido.

-          No se Rosa.

No sabía que le había ocurrido a Marta para irse sin decirme nada. Y con Fer. Pudiera ser que se encontrara indispuesta, pero me hubiera avisado para irnos juntos. A no ser que si lo hubiera intentado y…

¡Mierda!

Seguramente vio el beso que me di con Clara. Tenía que marcharme de allí y encontrarla. No podía pensar lo que no era.

Fui directo a Clara y cuando estuve a su lado le dije.

-          Marta y tu amigo se han ido juntos en su coche.

-          No puede ser Luis.

-          Me lo ha dicho Sofía, ¿de que conoces a Fer?.

-          Pues, tuvimos un percance en la despedida con unos chicos y el nos ayudó.

-          ¡Joder! Y, ¿puede ser que  Fer le gustara a Marta?

-          La verdad es que no creo, pero Fer estuvo toda la noche pendiente de ella.

-          ¡Otra vez! No puede ser.

Me fui hacia el coche y arranqué, me dirigía a casa de Marta. No podía ser que otra vez, no lo soportaría de nuevo. Me costó mucho reconducir mi vida y necesitaba a Marta conmigo.

Durante el camino la llame 2 , 3, 4 y mil veces, sin obtener respuesta.

Estaba aparcando cerca de su casa cuando recibí un mensaje suyo.

“Mañana hablamos. Te quiero Luis”.

Yo respondí a ese mensaje.

“Estoy en la puerta, ábreme, por favor”.

Y su mensaje definitivo.

“Mejor que no vengas, no me apetece hablar”.

Con ese escueto mensaje zanjaba la discusión. Estuve un rato dentro del coche pensando si era mejor marcharme o no hacerle caso y subir para hablar con ella.

Quizás si subía podríamos tratar de encauzar la relación que teníamos. No sabía muy bien en que punto nos encontrábamos Marta y yo.

¿La amaba o sólo la quería?.

No tenía una respuesta para esa pregunta. Marta había sido un pilar fundamental en estos años tan duros para mí y, lo que tenía claro era que no quería separarme de su lado.

Lo pensé mejor y decidí darle tiempo para descansar y aclararse un poco las ideas. Si, seguro que mañana todo volvería a su lugar.

Llegué a casa muy cansado del día tan estresante que había pasado. Entré en el portal de mi casa y subí hasta mi piso.

Justo en el rellano de mi casa me pareció ver a alguien esperando al lado de mi puerta.

-          Hola Luis. Te estaba esperando.

CONTINUARÁ...