Crisis de los 40- 2°Parte (3)
¿Habrá habido beso entre Luis y Clara?
CAPÍTULO 3- MARTA
Desperté al día siguiente de la despedida con un ligero dolor de cabeza. No era resaca, quizás sería el trasnochar, ya no tenía 20 años y me costaba recuperarme de las copas y la música alta.
Lo primero que hice tras tomarme mi infusión y mi tostada con tomate y aceite, fue ojear el móvil.
Tenía un par de mensajes de Luis deseándome buenos días y preguntándome si me apetecía quedar ese día. También tenía otro mensaje de Fer diciéndome que había soñado conmigo. A este no le contesté, a Luis si. Con Luis quedé después de comer en mi casa para ver alguna peli en mi sofá, así aprovechaba para descansar.
Terminando de escribirle a Luis recibí un mensaje de Clara pidiéndome quedar para hablar algún día.
Se lo debía, le debía una explicación por quedarme con Luis. No es que Luis le perteneciera a Clara, por supuesto que no y menos después de lo que le hizo, pero aproveché el momento de debilidad de mi chico para secuestrarlo en mi casa.
Quería contarle todo, así que acepté. Quedamos para ese Martes en una cafetería. Ya tenía algo con lo que calentarme la cabeza estos días.
Comí una ensalada y, a las 5 como un reloj, llamó Luis a la puerta.
- Hola Marta.
- Hola Luis, pasa.
Luis pasó directamente al salón tras darme un beso muy dulce en los labios. Se sentó en el sofá y me indicó con dos palmadas en el sofá, que tomara asiento a su lado.
- ¿Quieres tomar algo?- dije yo.
- No, gracias. Siéntate ya y nos tapamos con la manta.
La tarde había salido lluviosa y la temperatura invitaba a taparse con la manta, pese a estar en primavera. No tardé en acurrucarme en su pecho y él me tapó para entrar en calor. Luis era una estufa humana. Desprendía un calor humano que no había sentido en nadie. Los días mas fríos, a su lado, los pasabas casi sudando. Era como si un abrigo afelpado te cubriera por todo el cuerpo.
- Cuéntame, ¿qué tal fue anoche?
- Lo pasamos muy bien. La cena, ya sabes, flojita. Pero la sangría estaba de muerte. A Rosa le contrataron un boy y nos lo pasamos bomba. No veas como nos reímos de lo mal que lo pasó la pobre, con el tío restregándose contra ella.
- Ya me imagino yo lo mal que lo estaría pasando Rosa. Jajaja.
- Fue muy divertido. Luego nos fuimos a bailar allí mismo y también lo pasamos genial. A mí me dejaron en casa a las 5.30 de la mañana.
- Me alegra que lo pasaras bien.
- Si, me divertí mucho.
- Eso es lo que quería oír, nada más.
Le dije a Luis lo que quería oír. No podía decirle lo que pasó en la discoteca. Fue una anécdota sin más. Ya no se podía hacer nada y a Luis le hubiera enfadado saber que me molestaron mientras bailaba.
La tarde trascurrió sin más. Fue otra tarde maravillosa junto a un hombre maravilloso. Vimos una peli y, ni yo tenía el cuerpo para follar, ni Luis me insinúo nada, seguramente al ver las tres o cuatro cabezadas que pegué en el sofá. Le pedí a Luis que se quedara a cenar. Preparamos un picoteo rápido y, después de cenar, Luis se marchó a su casa.
Yo contaba las horas que faltaban para mí reunión con Clara. Estaba expectante. Y el Martes llegó.
Al entrar en la cafetería oteé el local en busca de una mesa vacía y vi a Marta sentada con un hombre. Era Fer, hablaba con Marta muy amistosamente, como si hubiera algo más que una reciente amistad entre ellos.
Llegué a su lado y Fer se levantó para darme dos besos.
- Hola Marta, disculpa que esté aquí, ya me voy y os dejo a solas.
- Hola Fer. No te preocupes, puedes quedarte.
- ¿Y ver como dos amigas despellejan a la gente gratuitamente? No, por favor. Os dejo y así me podéis pelar a mí también.
- Ya te diré yo lo que pelaba. Venga, adiós Fer.
Clara atajó la discusión con una manera de hablar impropia de ella. No obstante, ya no conocía a la que fuera mi mejor amiga. Como si ella fuera yo y yo fuera ella, hace un poco más de dos años atrás.
Me senté y empecé a hablar.
- ¿Y esto?- deje refiriéndome a Fer.
- Mira chica, nos hemos estado mensajeando y hoy he quedado con él para invitarle a la boda. He hablado con Rosa y me ha dicho que no había problema.
- ¡Jolín Clara! Lo conoces sólo una semana.
- Y espero que sean más. Es muy guapo y muy agradable. ¿Quién sabe? Quizás cuaje.
- Estás como una cabra.
- ¡Beeeeeee!. Dime, ¿Cómo esta Luis?
- Está bien, parece que ya lo va asimilando todo.
- ¿Lo pasó mal cuando lo de sus padres?
- Muchísimo, estaba muy unido a ellos.
- Yo los quería mucho. Me dio mucha pena cuando me enteré.
- Ya. Mira cosas que pasan. Ahora parece que está mejor.
- Me alegro mucho. Se merece ser feliz. Yo quería preguntarte una cosa. Iré directa al grano. ¿Cómo se enteró Luis que yo me veía con Carlos? Es una pregunta a la que nunca le he encontrado respuesta. ¿Se lo dijiste tú, verdad?
- Si. Fui yo. Pero no por lo que crees.
- ¡¿Cómo?! Ya sabía yo que tú tenías algo que ver en todo esto. No podías verme feliz, tenías que estropearlo todo.
- No Clara, la que lo estropeó fuiste tú solita. Te advertí que no jugaras con fuego. Te dije que lo mejor lo tenías en casa. Y tú no me escuchaste. Tu estúpida obsesión por agradar a todos hizo que perdieras el amor de un hombre maravilloso.
- Muy bonito tu discurso “amiga”. Pero no cuela. Seguro que tú lo planeaste todo para que yo me liara con Julio y Carlos y así quedarte con Luis.
- Pero, ¿qué narices dices, Clara? ¿Tú te estás oyendo? Yo no tuve nada que ver en que tú quisieras sentirte deseada con Julio, ni en que tú decidieras salir a correr con esos dos. ¡Joder Clara! ¡Estabas pidiendo polla a gritos!. Te seguí cada día para impedir que cometieras alguna locura y, el día que lo descubrí, el día que vi entrar a Carlos en el portal de tu casa, intente disuadirte. ¿Y que hiciste tú?, me colgaste el portero automático. Mi única opción, puede que incorrecta, fue avisar a Luis para que entrara de golpe y no te diera tiempo a hacer nada.
- Si claro, ¡buen plan!. Y si llega a entrar y aun no estamos haciendo nada, ¿qué le hubiera dicho a Luis?. “Perdona cariño pero estaba a punto de follarme a este tío, menos mal que has venido y ya no te seré infiel”. ¡Lo hiciste adrede! Sabías que así Luis me dejaría y tendrías el camino libre.
- Joder Clara. Me equivoqué, lo sé. Pero no sabía que hacer, tenía que actuar rápido para evitar lo inevitable. Lo siento. Pero tú no te portaste bien con Luis.
- Lo sé. Y no pasa un solo día que no me arrepienta. Estoy preparada para recuperarlo. Haré todo lo posible para que me perdone y volver con él. Aunque tenga que pasar por encima de ti. Te quiero mucho, entiendo que lo hiciste por mi bien, pero no te puedo perdonar que me arrebataras a mi Luis. Así que voy a recuperarlo aunque me cueste la vida.
- No te voy a decir que no me lo esperaba, porque no es así, pero creía que después de dos años te habrías dado por vencida. No te lo voy a poner fácil, Luis ahora está conmigo y voy a tratar que así siga siendo.
Clara se levantó de la mesa, dejó cinco euros sobre ella y me dijo.
- Te invito. Pero no te confíes.
Y se fue del bar mostrando una seguridad digna de una actriz famosa. Destilaba sexualidad por todos sus poros.
Me quedé un rato pensando en lo sucedido. En como mi amiga me había retado para luchar por un hombre, como si estuviéramos en el lejano oeste. Un duelo de dos mujeres para conseguir un trofeo, Luis.
Pero Luis no era un trofeo. Luis era la persona que le dio sentido a mi vida y, aunque nunca he comulgado que una persona se equipare a una propiedad, el amor de Luis bien valía un sacrificio. Una lucha entre dos lobas heridas, y la vencedora se quedaría con la presa.
Era consciente que Clara estaba en desventaja, Luis ahora estaba conmigo. Nos veíamos casi a diario y el sexo que yo le ofrecía era totalmente opuesto al que le daba Clara, sobretodo en los últimos encuentros que tuvieron. Yo amaba y Clara, por el contrario, follaba.
A mi entender, Clara empezaría a pelear lo más pronto posible. Y eso sería el siguiente Sábado en la boda de Rosa y Pablo.
Mi estrategia era fácil, entretener a Luis y no dejarlo a solas, para que Clara no pudiera hablar con él en ningún momento.
Siempre hubiera sido mejor dejar que las cosas fluyeran y que Luis decidiera que camino tomar, pero Clara había dañado mi orgullo y no estaba dispuesta a dejarme pisotear por esa infiel. Tendría que estar atenta a cada movimiento de ambos e interceptar cualquier avance de Clara sobre Luis. No podía dejar que esa mujer me quitara al hombre por el que tanto había peleado, pasando horas de sueño por estar junto a él. Y con mucho gusto lo hice, pero ahora no era momento de disfrutar, era momento de mancharse de barro y ganar la guerra.
Ese Sábado, para empezar, me compré un vestido muy sexi. Quería deslumbrar a Luis para que no me quitara la vista de encima.
Elegí un vestido largo, con los hombros al aire y con una abertura el la pierna que llegaba hasta la cadera. Aproveché el escote para sacar partido de mis pechos.
Al llegar Luis para recogerme, casi me da un ataque de risa. Su cara era la viva imagen de la lujuria. Se que le encantó mi idea y ya había ganado un punto a mi favor.
Llegamos a la iglesia y, después de saludar al novio, nos encontramos con mis amigas. Empezamos a hablar de nuestras cosas y Luis se quedó un poco al margen. Un poco más tarde me comentó que se iba a buscar un bar para tomar algo.
Se que a Luis no le gustan las bodas, sobretodo desde que la suya fracasó. Dice que todo se hace por puro paripé y que, en la mayoría de los casos, los novios no disfrutan del momento porque están más preocupados por hacerlo todo protocolariamente.
No me pareció mala idea que se fuera a tomar algo, se distraería y así le alejaba por un rato de Clara, que aún no había llegado.
Un poco antes de entrar a la iglesia apareció Clara. Estaba estupenda, como no. Mis peores temores empezaron a aflorar. Luis la vería y me mandaría a paseo. En un minuto había perdido toda la ventaja. Pretendía deslumbrarla con mi vestido, pero mi contrincante me ganó.
La ceremonia fue preciosa, las cuatro amigas no paramos de llorar en todo el tiempo que duró. Aunque ahora estuviéramos separadas, no cabía duda que nos queríamos. Habíamos compartido muchas vivencias y acumulábamos muchas anécdotas juntas. Daría mi vida por retroceder en el tiempo y volver a tener 20 años, cuando las cinco amigas disfrutábamos de una tarde juntas contándonos nuestros chismes.
Al terminar y tirarles el arroz a los recién casados llamé a Luis para ver donde estaba y poder reunirme con él. Con lo que no contaba es que a todas les pareciera un buen plan el acompañarme para tomar algo.
Llegamos al bar y entramos todos, bueno todos menos Clara que, alegando tener una llamada, se demoró un instante. Lo suficiente para entrar la última.
Luis estaba muy simpático, me dijo que había bebido un poco más de la cuenta. Estaba en ese punto que a todos se nos pone, ese punto en el que no puedes dejar de sonreír y todo te parece estupendo.
Pero fue ver a Clara y la sonrisa se le borró. Fue un momento, apenas un segundo, pero lo suficiente para que yo apreciara como Luis seguía sintiendo algo por su exmujer. No pude descifrar si era amor, lujuria u odio, pero algo sentía.
Inmediatamente, Luis me miró y seguramente pudo apreciar mi cara de terror. Me dio mucho miedo que Luis recordara los buenos momentos que pasó con Clara. Eran muchos los años que pasaron juntos y el amor que se tenían sólo se estropeó en el último momento. Entonces, puesto en una balanza, ¿qué pesaba más, las infidelidades de sus últimos meses de matrimonio, o los más 20 años que se amaron incondicionalmente?. Yo siempre he sabido la devoción que tenía Luis por Clara. Se veía en la manera de mirarla, de tratarla y de escucharla. Era su musa y contra eso no se puede luchar. Estaba muy desanimada.
En el trayecto del bar hacia el lugar del banquete tuve que conducir yo porque Luis no estaba para hacerlo.Fuimos callados, yo con la mirada fija en la carretera pero con el alma rasgada. Y Luis no dijo ni media. Se limitó a mostrarme el camino con el gps de su teléfono.
El lugar donde cenaríamos era precioso, parecía de cuento de hadas. Los jardines eran muy amplios y habían varias fuentes con bancos para descansar. Llegamos y nos juntamos con nuestro grupo.
Yo no dejaba de mirar a Luis, estaba nervioso y distante. Seguramente estaría pensando que hacer conmigo. No sería agradable oírle decir que se acabó, pero tendría que afrontarlo.
Me dirá que le traté muy bien pero que Clara era el amor de su vida y yo no era nada para él.
Luis se alejó del grupo y se sentó en uno de los bancos. Era el momento perfecto para hablar con él, cuanto antes mejor. Dejar que todo pase y así disfrutar, como pueda, de la boda de mi amiga. No podía alargarlo más.
Di un par de pasos hacia atrás y cuando me giré para encarar a Luis vi que Fer se acercó primero. Me quedé parada, a mitad del camino entre Luis y mis amigas. Luis y Fer dialogaban con tranquilidad, como dos compañeros que se respetaban, pero no había colegueo, sólo formalidad.
Un buen rato permanecieron sentados hasta que nos avisaron para entrar en el salón a cenar.
Avisé a Luis y, cogida de su brazo, aceleré el paso para coger el mejor sitio de la mesa y así poder ver a mi feliz amiga.
Cené poco. Estaba francamente preocupada y sólo hacía que beber vino. El alcohol me haría ver todo desde otro prisma. Quizás desenfocar mi realidad era lo más coherente en ese momento. Despegarme de mi lado racional y ver el momento como el principio de mi nueva vida.
Al empezar el baile ya estaba bastante contenta. Entre los Martinis del aperitivo, el vino de la cena y los tres cubatas que llevaba, la vida era absolutamente maravillosa. Todo eran bailes y risas, todo era diversión. Me atrevía a todo, desde “Paquito el chocolatero”, hasta un reggaeton. Bailaba con Luis y le besaba. Esa sería mi despedida.
En el mejor momento de la noche, Luis se acercó para decirme que salía fuera a tomar el aire, y yo, despreocupada ya del duelo que mantenía con Clara, lo besé y lo dejé marchar. Me puse a bailar con Rosa que me abrió los ojos.
- Que contenta estás hoy.
- Es que este es el principio de mi nueva vida y, antes de que me de el bajón, quiero darme un homenaje.
- ¿Luis tiene algo que ver en esa nueva vida? ¿Te ha propuesto algo?
- ¡Que va! Todo lo contrario, parece ser que elige a Clara otra vez.
- ¡No seas estúpida Marta! Perece mentira que no conozcas a Luis. ¿Cómo va a volver con Clara?. Esta contigo, ¿entiendes?, ¡contigo!. Y si le abres la puerta, se irá.
Las palabras de Rosa me despejaron de la borrachera. Fue como tomar un café doble con sal. Salí corriendo hacia el jardín para hablar con Luis y me encontré lo peor que podría encontrarme.
Luis abrazaba a Clara y esta, en una actuación soberbia, lloraba sin consuelo.
Todo sucedió como a cámara lenta, con calma. Clara levantó la cabeza hasta que sus ojos se encontraron con los de Luis. Sus labios se acercaban peligrosamente. Y en un momento sucedió.
Un beso suave que significaba amor. Se separaron en lo que yo creía que era un rechazo de Luis, pero rápidamente se comieron mutuamente.
Mientras sus bocas disfrutaban del festín, yo caía por un precipicio. Mi vida con Luis terminaba aquí. Tanto tiempo luchando para conseguir algo de cariño y todo se precipitó en un minuto.
Mis lágrimas cayeron por mis mejillas. Estaba hundida, esa puta infiel me quitaba lo que yo más quería.
- ¿Estás bien?
Era Fer que se acercaba por detrás oyendo mis hipidos. Estaba casi a mi lado y entonces vio a la pareja besándose.
- ¡Mierda!. Ven, vámonos de aquí.
Me sacó de la boda y me metió en su coche. Mis lágrimas ya brotaban como un rio y Fer me abrazaba y me acariciaba la cabeza.
- Ya está, ya está. Todo va a ir bien. No te preocupes, tendrá una explicación.
No podía cerrar las compuertas de mis lagrimales.
Puta infiel.
Y puto calzonazos.
Clara tenía culpa, si. Pero Luis no tenía perdón.
- ¡Nada va a ir bien! ¡NADA!
- Tranquila mujer, que yo no tengo la culpa.
- Si, ya lo sé. Lo siento. La culpa es de ese desagradecido. Le he dado todo mi amor y a la más mínima vuelve a caer en los brazos de la mujer que le destrozó el corazón.
- Bueno mujer, a lo mejor no todo es tan simple. ¿Quién sabe que ha pasado?
- Lo se yo. Se están comiendo la boca como dos adolescentes. No quiero estar aquí. ¿Me puedes llevar a casa?
- Claro que si, pero con una condición.
- ¿Cuál?
- Me quedaré contigo hasta que te pase el disgusto. Mi objetivo hoy será que sonrías al menos una vez.
En ese momento ya sonreí. No tenía elección, y la verdad es que me vendría bien algún aliado esa noche para no caer en una depresión. No podía venirme abajo.
- Está bien, pero con otra condición.
- Tú dirás.
- No intentarás nada raro.
- Te lo prometo. Hoy no pienso hacer nada que no me pidas tú.