Crisis de los 40 (2)

Clara nos narra su versión.

CAPÍTULO 2- CLARA

Recién cumplidos los 40, en mi momento de mayor madurez y estabilidad, acabo de cometer un error que me acompañará toda mi vida. Yo Clara López, una mujer responsable y sensata, acabo de engañar a mi marido con un chulito musculado de gimnasio.

Son las 2.45 de la madrugada y conduzco de camino a casa donde mi alma gemela me espera durmiendo sin saber que su mujer acaba de destrozar su corazón y de finiquitar los años más felices de nuestras vidas.

Mi adolescencia fue muy complicada. Con unos padres permanentemente trabajando, me hice a mi misma. Pero al no tener adultos que me vigilaran, empecé a desviar mi camino de la senda tranquila , para adentrarme en las fauces del lobo.

Mis resultados académicos empezaron a caer empicado y repetí curso. Las amistades tampoco me ayudaban a enderezarme, mi grupo de amigos era una mezcla de porreros y busca peleas.

Al poco tiempo de ir con ellos empecé a salir con el más malote del grupo. Era la envidia de mis amigas y de las demás chicas del instituto, y yo era feliz mirando a todas por encima del hombro. Era la reina del instituto y nadie me tosía.

Pronto empezamos a quedar mi novio y yo para follar en casa de sus padres. Los polvos eran muy intensos y duros. No diré que no me gustara el sexo con mi chico, me corría bien a gusto, pero siempre me quedaba con ganas de algo diferente.

Por segundo año consecutivo, volvía a repetir curso y este año conocería a una persona que, sin proponérselo, pondría mi vida patas arriba.

El primer día de clase me presenté ante un curso de niños dos años menores que yo. Me acompañaba el hermano de mi novio que iba a esa clase y, uno a uno, me los presentó a todos.

También me presentó a Luis, un chico nuevo al que mi cuñadito conocía del barrio. Como ni él ni yo conocíamos a nadie más, decidimos sentarnos juntos.

Luis me miraba con admiración, lo notaba. Estaba fascinado por mi y mi aparente seguridad.

Esa sensación de dominación me agradaba mucho. Notaba como medía sus palabras para hablar conmigo y como me miraba embobado cuando le contaba mis polvos con mi novio.

Francamente, me sentía muy cómoda con Luis. Era la primera persona que no me juzgaba, que veía más allá de mi fachada. Las conversaciones eran muy animadas y poco a poco empecé a sentir una estima especial por él.

Pero todo se precipitó el día en que mi novio y sus amigos quedaron con otra pandilla para ajustar cuentas. En el polígono de mi barrio se arremolinaron 30 o 40 personas deseosas de atizar al enemigo. Yo no deseaba pelearme con nadie por no se que motivo, y se lo hice saber a mi chico. Este me empujó haciéndome caer al suelo para después insultarme.

A partir de ese día tuve claro que no quería continuar con esa vida, quería reformarme y ser una mujer autosuficiente.

Empecé por mejorar mis notas, hasta que llegamos a los exámenes finales con muchas esperanzas de sacar el curso con buenas calificaciones. Las últimas semanas varios compañeros quedábamos en casa de alguno de ellos para estudiar. En ese momento mi amistad con Luis era muy grande y algo más había surgido entre nosotros. Así que una tarde, con la escusa de que me acompañara a casa, me decidí a sacar mis sentimientos al exterior y besé a Luis.

Fue una sensación extraña, tenía mucho calor y la parte baja del estómago me daba punzadas leves. Nunca había sentido eso con nadie y me dejé llevar por mi instinto. Quería seguir conociendo a Luis.

Pasaron los años y nunca he dejado de sentir esa sensación. Luis me da paz, me hace sentirme segura y protegida. Con él todo tiene un guión a seguir. Y no es que mi marido sea muy cuadriculado ni estricto. Es espontaneo y cariñoso, pero con él tengo la sensación de que todo va a salir bien. Es mi yang.

Por eso aún no comprendo como me he podido equivocar.

Todo empezó hace tres o cuatro meses. Estaba a punto de cumplir los 40, una edad peligrosa para una mujer. Todavía te sientes joven para vivir muchas aventuras, pero las marcas en tu piel empiezan a advertirte que no eres una niña.

La única manera que tenía de volver a mi adolescencia eran las cenas con mi amigas los Viernes. Un ritual desde hace casi 20 años donde cada una exponía sus problemas, y el resto ponía soluciones.

Una noche cenábamos en un restaurante asiático Julia, Sofía, Marta, Paula y yo. Ese día debatíamos sobre el reciente divorcio de Marta. Hacía 4 meses que había mandado a su patético marido a freír espárragos por ludópata y borracho.

ROSA- ¿Qué tal la vida de soltera, Marta?

MARTA- No os quiero dar envidia, pero he follado más veces en 4 meses que en mis 10 años de casada.

YO- ¡Que bruta eres chica! Ya será menos.

MARTA- Que si, que si. Me he apuntado al gimnasio y parece que los hombres huelen el divorcio. No me los quito de encima, ni de debajo. Jajaja.

PAULA- La verdad es que se te ve estupenda y con un tipazo envidiable.

YO- A mi no me vendría mal ponerme en forma, me siento un poco gorda.

MARTA- Pues chica, te apuntas conmigo y verás como te animas rápidamente.

YO-Pues puede que te tome la palabra.

A la semana siguiente ya estaba corriendo en la cinta junto a Marta.

Era verdad eso de que una mujer sudada despierta el instinto copulador de los hombres, porque en poco tiempo ya tenía un gran séquito de musculitos dorándome la píldora.

A mi me gustaba esa atracción que causaba en los hombres y me dejé llevar.

El que más interés ponía en mi era Julio, un culturista de unos 30 años, moreno y con un cuerpo fibroso hasta romperse.

A mí este tipo de hombres no me agrada, pero he de reconocer que tienen su morbo. Julio era el típico hombre mas preocupado de su cuerpo que de su mente. Creído hasta decir basta y con una chulería que no tenían ni en los barrios más castizos de Madrid, pero me deje seducir por el deseo y empecé a fantasear con él y su cuerpo desnudo.

Poco a poco las noches de sexo con Luis fueron reemplazadas en pensamiento por noches de sexo con Julio. Cuando estaba abierta de piernas siendo penetrada por mi marido, era Julio el que percutía con ganas, y eso hacía que mis corridas fueran sublimes.

No es que Luis fuera un mal amante. Al contrario, mi marido me daba lo que quería y cuando quería. Al fin y al cabo lo había enseñado yo. Pero había una cosa que se le daba increíblemente bien a Luis, y eso era el cunnilingus. Su maestría para restregar su lengua en mi coño era espectacular y me dejaba muy satisfecha.

El tema era que Julio no paraba de seducirme e intentar quedar conmigo y al final lo consiguió. Él y un amigo suyo, nos convencieron a Marta y a mí para quedar a cenar sin más compromiso.

Cuando le dije a Luis que quedaría dos noches seguidas con mis amigas no sabía donde esconderme. Era la primera mentira de una serie de actos que degradarían mi matrimonio. Luis no estaba muy conforme pero no puso mayores problemas en que quedara con ellas.

El Viernes antes de la cena con Julio salí con mis amigas y me sentí culpable de dejar a Luis solo en casa durante las dos noches del fin de semana. Era el único momento para estar juntos y no sería posible, así que , después de cenar y tomar una copa en un local cercano al restaurante, me fui a casa con una sensación de traición hacia mi amado.

Al llegar a casa, Luis aún estaba despierto e intenté no hablar mucho con él para no venirme abajo, así que me fui a la ducha para disimular y quitarme el olor a tabaco del pelo. Al salir de la ducha Luis estaba esperándome. Su mirada me derritió y decidí recompensarle mis actos con un buen polvo. Pero la jugada me salió mal y fui yo la que salí satisfecha ya que Luis, sólo con su boca, me sacó tres orgasmos brutales. De esos que te hacen temblar las piernas. Me separé de él para recuperarme y cuando me di cuenta desperté y ya era Sábado por la mañana. Me había quedado dormida sin darme cuenta.

El Sábado estaba muy nerviosa y excitada al mismo tiempo. Estaba claro lo que pasaría esa noche y, aunque no estaba tranquila, sabía que al final follaría con Julio. Buscaba emociones nuevas, sentirme deseada y que me pegaran una buena follada.

Por la tarde me arreglé para ir a la cena. El vestido elegido era muy ceñido, mi cuerpo estaba más definido y había que sacarle partido. El problema era la ropa interior. Marcaba demasiado y hacia que pareciera una poligonera, así que me quité todo. De todas maneras no me duraría mucho puesto.

Cuando aparecí frente a Luis este se quedó con la boca abierta. Me gustaba lo que provocaba en él, era un corderito en manos de una loba hambrienta. Por un momento pareció que miraba hacia mis caderas y adivinaba que no llevaba ropa interior pero, por fortuna, no comentó nada al respecto si no me hubiera derrumbado en ese mismo momento. Me despedí de Luis con un suave beso y con una sensación de ruptura entre él y yo.

La cena transcurrió con la normalidad propia de dos parejas amigas que quedan para disfrutar del Sábado noche. La única diferencia era que mi pareja no era la habitual. Julio estuvo pendiente de mí en todo momento, haciendo que me encontrara cómoda en todo momento.

Después de cenar nos dirigimos a un pub a tomar algo y mientras Marta y yo nos acercamos a la barra, Julio y su amigo fueron al baño. Al volver Julio cambió su estrategia y, del noble caballero pendiente de su compañera, pasó a ser un seductor en toda regla. Me hablaba al oído y me agarraba de la cintura. Mi cuerpo empezó a responder a estos acercamientos y, sumado al hecho de que no llevaba bragas, hizo que mi chocho empezara a licuarse. La situación me excitaba sobremanera, hacía mucho tiempo que un hombre diferente de mi marido me tocaba impúdicamente. Era una sensación agridulce, estaba cachonda pero sintiendo que no estaba haciendo lo correcto. Luis me adoraba, yo a él y tenía claro que le iba a poner los cuernos.

Marta hacía un buen rato que se morreaba sin tapujos con su cita pero yo no quería exponerme a la mirada de cualquier conocido que pudiera sorprenderme. Prefería ir a algún sitio tranquilo para evitar el riesgo.

YO- Marta, nosotros nos vamos.

MARTA- ¿Lo has pasado bien?¿ Es lo que necesitabas?

YO- Si, la noche ha estado muy bien.

MARTA- Ahora te vas a casa y te follas salvajemente a tú maridito que seguro que te desea más que nadie. Yo me quedo un rato más porque a este me lo pienso tirar. No te preocupes por Julio, él ya sabía que no irías más allá de la cena y un par de copas.

YO- Ya. No te preocupes que lo he hablado con él y me acompaña a casa. Hasta el Viernes amor.

Nos despedimos con dos besos, pero lo que no imaginaba mi amiga es que hacía una semana que sabía que me acostaría con Julio esa noche. Marta siempre me animó a contarle a Luis como me sentía y me dijo que la cena sería sólo para que supiera lo que yo tenía en casa.

Salimos del pub y nos fuimos en mi coche a un motel de las afueras. En este momento tenía muchas dudas de lo que iba a hacer, era una decisión muy peligrosa. Mi intención era pasar un buen rato y luego volver a los brazos de mi marido y mi vida ordenada.

Aparcamos en el motel y entramos en recepción. El recepcionista era un hombre mayor con pinta de guarro. No paraba de mirarme de forma sucia y eso hacía que mi sensación de estar errando creciera.

Entramos en la habitación y Julio cambió radicalmente su actitud. Nada más cerrar la puerta me giró y empezó a besarme bruscamente mientras me metía mano de forma tosca. No estaba acostumbrada a este tratamiento y me sorprendí , por lo que me separé de Julio unos pasos para reflexionar sobre lo que iba a pasar.

JULIO- ¿Qué haces zorra? Tú has venido por un buen rabo y te lo voy a dar. Arrodíllate y cómeme la polla.

Había leído muchos relatos en los que la fémina era tratada como una puta y esta se corría sólo con oír a su macho alfa, pero a mi no me agrado lo más mínimo que ese niñato me tratara así.

Julio me empujó de los hombros hacia abajo y me arrodille frente a él, se abrió los pantalones y se sacó un pene duro pero no muy grande. Sin duda alguna, la herramienta de Luis era más grande y gorda.

JULIO- ¡Chupa zorra!

Julio me metió la polla en la boca y empezó una follada salvaje que hacía que me dieran arcadas. Casi vomito varias veces y las lagrimas me caían por las mejillas. No podía respirar, esto no era lo que yo buscaba.

JULIO- ¡Traga perra, traga!

Aguanté sus embestidas hasta que se cansó y entonces me quitó la ropa y me tumbó en la cama.

JULIO- ¡Desde luego… eres una puta barata!¡No llevas ni bragas!

Julio se quitó la ropa y se dispuso a penetrarme.

YO- Ponte un condón, por favor.

JULIO- Tienes razón, no sea que me pegues alguna ETS. A saber con quién has follado.

Las palabras de Julio eran denigrantes, la sensación de error ya era un hecho. Lo único que quería era que pasara todo y volver a mi hogar.

Mi “amante” se puso sobre mí y empujó con su polla para metérmela. Yo no estaba bien lubricada para la penetración pero a Julio no le importó y empujó fuerte hasta que sus huevos chocaron con mi culo. El dolor fue muy fuerte y me molestaba cada embestida.

Julio apretaba los dientes y empujaba con violencia. Por fortuna para mí, no tardó mucho en correrse.

JULIO- Ya voy perra, me corro. ¡Joder, que polvazo! ¡Puta de mierda, cerdaaaaa!

Se corrió dentro de mi e inmediatamente se tumbó a mi lado resoplando con el condón lleno de semen. Se levantó y se dirigió al baño.

JULIO- Voy a mear preciosa. Cuando vuelva seguimos.

Esa era mi oportunidad para escapar. No pensaba darle otra oportunidad al machito engreído, así que, me vestí rápidamente, y me marché sin hacer ruido.

En este momento, vuelvo a casa rota de dolor físico, por lo sufrido con Julio, y mental pensando en lo que sucederá en casa. No se como actuaré cuando me encuentre con mi marido. Imagino que al llegar a casa ya se encontrará durmiendo, por lo que tengo toda la noche para meditar y reunir el valor para afrontar lo sucedido.

La ansiedad que tengo en estos momentos apenas me permite conducir. Consigo aparcar el coche y me dirijo a entrar con el máximo sigilo posible para evitar despertar a Luis. Si se despertara me vería obligada a disimular para que no me descubriera.

Meto la llave en la cerradura y la giro lentamente. Una vuelta de llave y abriré la puerta. No puede ser, necesito dar otra más, señal de que Luis no está en casa.

Entro despacio y me dirijo a nuestra habitación para encontrarme la cama sin deshacer. Luis no está en casa. Aún así lo llamo por si está en otra habitación. El miedo me supera. Por un momento pienso si Luis me habrá descubierto. Es imposible. Pero, ¿y si algún conocido me hubiera visto con Julio?. He tenido mucho cuidado de no ir a ningún lugar que solemos frecuentar pero todo es posible. ¿Y si le ha pasado algo? No. Me hubieran llamado para informarme.

Decido coger el teléfono y mandar un mensaje a mi marido.

YO- ¿Dónde estás? Ya he llegado a casa y me parece raro que no estés aquí. ¿Te ha pasado algo?

CAPÍTULO 3- CLARA

Ha pasado una hora desde que le mandé el mensaje a Luis.

Se que lo ha leído porque el doble check está azul. No contesta a mi mensaje y eso me preocupa. No es posible que sepa lo que he hecho esta noche. Quizás alguien nos haya visto en el restaurante o en la cena, pero he sido muy prudente en mis actos para no levantar sospechas. Estoy desesperada. Ni tan siquiera puedo llorar, no me salen las lágrimas.

Otra opción es que haya pasado algo en su familia. Sus padres son ya mayores y, aunque gozan de buena salud, en cualquier momento puede pasar algo. Pero si hubiera ocurrido algo, ¿no me hubiera llamado para decírmelo?. Sí. Esa opción, muy a mi pesar, casi estaba descartada.

Creo que voy a llamar a Marta. Ella no sabía mis intenciones y siempre me dejó bien claro que en casa tenía un buen hombre, que me quiere y me respeta, y no merecía la pena ensuciar nuestro amor por un polvo. ¡Que razón tenía!.

MARTA- ¡Hola cariño!¿ Has llegado bien a casa, verdad?.

YO- Hola Marta. Perdona que te llame a estas horas.

MARTA- No te preocupes, no estaba durmiendo. Estoy descansando del primer asalto con Fabián. No veas que fiera. ¿Para qué me llamas?

YO- Me da mucha vergüenza decirte esto pero, me he acostado con Julio.

MARTA- ¡No jodas, nena! ¿Pero qué coño has hecho?¡ Te dije que no jugaras, que te quemarías! Desde luego no se que te ha dado.

Por fin lloraba.

YO- No me riñas que ya sé que me he equivocado. El caso es que he llegado a casa y Luis no está. No se si se ha enterado o ha pasado algo pero no contesta a mi mensaje.

MARTA- ¿Le has llamado?

YO- No. No me atrevo. Me da miedo hablar con él.

MARTA- Llámale y mientras me visto para ir a tu casa.

YO- Gracias Marta.

Me da pánico llamar a Luis y hablar con él. ¿Qué le digo? “Hola Luis. Perdóname pero he llegado de fiesta y no estabas y me parece raro. ¿Qué he estado follando con otro? ¡Que tonterías dices! Ven a casa que quiero dormir a tu lado mientras se me cierra el coño.” Era una locura, pero tenía que saber donde estaba.

¿Y si había hecho una locura? Mi marido era una persona sensata y pensaba las cosas antes de actuar, pero en este caso no podía saber como procedería.

Llamo a su móvil antes de que sea tarde. Un tono…, dos…, cinco…, siete. No contesta. Vuelvo a intentarlo y no hay respuesta.

Estoy rota tanto moral como físicamente. Ya son casi las 5 de la madrugada y no tengo ni idea de donde está mi marido.

En este instante se oye un ruido en la cerradura de la puerta de entrada a casa.

CONTINUARÁ...