Crisis de los 40 (1)
Tu vida puede cambiar en cualquier momento.
CRISIS DE LOS 40
CAPÍTULO 1- LUIS
Sentado en mi viejo Ford Focus repasaba las últimas semanas de mi vida. Una vida que lentamente cambiaba para dar paso a otra nueva.
Eran las 2 de la madrugada y estaba aparcado en la calle de un conocido motel de parejas de mi ciudad. En él habían entrado juntos mi mujer Clara y un chico musculado y, en apariencia, bastante más joven que ella.
Llevaba media noche interpretando a un espía como si estuviera en una película de Hollywood. Pero lejos de ser un film policíaco, esa era la realidad a la que me enfrentaba.
No podía entender como mi recatada esposa era capaz de hacerme esta jugada. Mi mente estaba confusa y mi cuerpo tiritaba de nervios. La amaba con todo mi ser y me acababa de traicionar.
Clara y yo nos conocimos en el instituto y, al instante, me enamoré de ella. Era un par de años mayor que yo y ese año repetía curso. Por mi parte yo era nuevo en ese instituto y solamente conocía a dos personas en mi curso. Curiosamente una de ellas nos presentó el primer día de clase y como ninguno teníamos compañero, decidimos sentarnos juntos.
Pronto comenzó una complicidad entre los dos y una gran amistad.
Clara, en ese momento, tenia novio, o una especie de relación con un chico de otro curso de esos que tienen pinta de malotes. Yo era un chico muy del montón y lo único a destacar era mi simpatía. A todo el mundo le caía bien pero sin llegar a ser el payaso de la clase.
Visto lo visto, yo pensaba que Clara estaba en primera división y yo en tercera. Y más cuando me contaba como pasaba los Viernes en casa de su “ami-novio” aprovechando que no estaban sus padres. Mis experiencias con el sexo femenino se limitaban a unas cuantas pajas de una novia que tuve y, a mis 18 años , seguía siendo virgen.
Pero una mañana de invierno, apareció Clara y me dio la mejor noticia de mi adolescencia, su chico y ella lo habían dejado. Yo me alegré muchísimo, pero no pensaba que tenía ninguna oportunidad con ella.
Los meses pasaron y yo cada vez estaba más enamorado de Clara. Y, aunque parezca extraño, a Clara le había visto varios comportamientos que me hacían pensar que yo también le gustaba, pero no quería jugarme su amistad. Prefería eso que nada.
El curso llegaba a su fin, y los exámenes estaban a unos pocos días de empezar. Unos cuantos compañeros empezamos a quedar por las tardes para estudiar.
Una tarde, al acabar de estudiar, Clara me pidió que la acompañara a casa y durante el camino fue ella la que se paró delante de mí y me dio un beso rápido al que yo respondí con otro. Y ya nunca más separamos nuestros labios.
Hace 15 años decidimos casarnos y hasta esta noche, ella había sido la mujer a la que más había admirado, respetado y amado.
Durante este tiempo nos hemos querido mucho y en el plano sexual tampoco podemos quejarnos. Yo disfruto mucho con Clara y ella me imagino que también lo hace conmigo. Pero desde hace un par de meses aproximadamente, notaba a mi mujer cambiada. Su actitud seguía siendo correcta y cariñosa conmigo, pero ya no me daba esas caricias espontaneas a las que me tenía acostumbrado y dedicábamos menos tiempo para nosotros. Se apuntó a un gimnasio y empezó a ponerse en forma. Estaba espectacular. Su culo, ya de por si bonito, se había puesto muy duro y respingón y el vientre empezaba a estar definido. Es una autentica belleza, de eso no cabe duda.
Su cambio de actitud me hizo pensar que algo pasaba, pero los hombres no tenemos un sexto sentido para estas cosas, y lo achacaba a estrés laboral o simplemente una mala racha.
Hace una semana me comentó que saldría ese Sábado a cenar y a tomar algo después con sus amigas. Lo normal era que salieran los Viernes. Llevaban haciéndolo desde que estaba en la facultad y a mi me encantaba que siguiera manteniendo las amistades.
Me extrañé que no cumplieran con la costumbre y se lo hice saber. Ella contestó que saldrían los dos días porque querían ir a un pub nuevo y el ambiente era mejor el Sábado. Mientras me comentaba esto se puso colorada y muy nerviosa y entonces fue cuando me preocupé.
Ayer Viernes salió con sus amigas a cenar y decidí seguirla para ver con quién iba. Nunca había desconfiado de Clara y espiarla me parecía una especie de traición hacia ella.
A las 9 de la noche me dio un suave beso en los labios y se despidió de mi. Al cerrar la puerta de casa me preparé para seguirla y arranqué el coche conduciéndolo a una distancia que me dejaba seguirla y evitaba que me descubriera.
Aparcó el vehículo y yo lo hice tres coches más atrás. Entró en un restaurante donde ya habíamos estado juntos varias veces. Tenía una gran cristalera que dejaba ver el interior del local. Dentro estaba Clara con sus amigas de universidad. En total eran 5 mujeres y parecía que se disponían a sentarse a cenar.
Yo esperé en frente del restaurante a que terminaran la cena. En esos momentos me pareció que estaba haciendo el ridículo espiando a mi mujer. Era surrealista la imagen, un marido celoso detrás de su mujer y las amigas de esta por toda la ciudad. Aún así esperé a que salieran y ver a donde se dirigían.
Caminaron juntas, reían y hablaban sin parar. Entraron en un bar de copas y yo esperé fuera de nuevo.
Volví a reprocharme mi actitud. Era de locos lo que hacía. No confiaba en mi mujer, y eso era lo mínimo que podía darle en estos momentos. Así que me marché de allí pensando el ridículo que hubiera hecho si Clara me hubiera descubierto esperando para sorprenderla haciendo algo inapropiado.
Entré en casa, me puse el pijama y encendí la tele para relajarme un poco. Eran las 12.30 de la noche. Estaría un poco en el sofá y me iría a dormir.
Acababa de ponerme cómodo cuando la puerta de la calle se abrió. Clara entró por el pasillo y me saludó.
CLARA- ¿Aún estás despierto?.
YO- Me iba a dormir ya. Has venido muy pronto, ¿no?.
CLARA- Bueno, si. Es que como mañana también salimos, no nos hemos querido liar mucho. Me ducho y me acuesto que estoy molida.
YO- Espera que yo también me voy a dormir.
Clara se metió en la ducha y yo me acosté esperándola.
En unos 10 minutos salió Clara del baño con su cuerpo enrollado en una toalla. Era un monumento de mujer, y el gimnasio le sentaba de maravilla.
YO- Eres una preciosidad, Clara.
CLARA- Si hombre. Tú lo que quieres es follar. Ven tonto, que te voy a comer.
En ese momento, se quitó la toalla que cubría su cuerpo y sus dos tetas se aparecieron ante mí. Son medianas pero muy bien puestas y con los pezones de color marrón oscuro, que cuando se excita se ponen como piedras.
Se acercó a mi gateando por la cama y me quitó los pantalones y los boxers. Yo, por mi parte, me quité la parte de arriba del pijama y me acomodé para recibir su mamada. Clara cogió mi polla y la sostuvo en su mano para notar como crecía. Mientras hacía esto, bajó la cabeza para lamerme los huevos. Lo hacía con mucha delicadeza y los lametones me ponían muy cachondo.
CLARA- ¡Como me gustan tus huevos! ¡No tienen ni un pelo! ¡Y tu polla me pone a mil!
Poco a poco, fue subiendo la cabeza hasta meterse el glande en la boca. Empezó a jugar con mi polla. Hacía como que se la iba a tragar entera y sólo metía la puntita. Mientras, con las manos, me amasaba los huevos. Era una mezcla de excitación y relajación que me hacía estar en el límite para no correrme.
YO- ¡Para que me corro!.
CLARA- Hazlo en mi boca.
YO- No. Antes tienes que disfrutar tú también.
Tumbé a Clara en la cama y le abrí las piernas para admirar su precioso coño. Estaba depilado por completo y tenía los labios escondidos pero el clítoris muy hinchado. Tiene un coño pequeñito pero muy bonito.
Empecé a mojar toda la zona porque sé que eso le encanta y me dediqué a dar lametazos en todo su coño, desde el ano hasta el clítoris. Clara ya se empezaba a mojar, y yo recogía su flujo con la lengua. Su sabor era muy dulce, a mi me encanta comerle el coño a mi mujer. Creo que es lo mejor del sexo, ver como disfruta la otra persona.
Clara estaba a punto de correrse y yo me dirigí a su clítoris para succionarlo suavemente. Cuando empezó a convulsionar, lubriqué un dedo con los jugos del coño y lo acerqué a su ano. Acaricié el agujero y luego le metí una falange dentro. Esa fue la llave que desencadenó todo.
CLARA- ¡Me corroooooooo! ¡Dios, que bien lo haces!
Su orgasmo era fortísimo y yo no paré de succionar ni de meter el dedo en el culo. Notaba como se contraía y dilataba su ano. Por un momento pensaba que me cortaría el dedo.
Aún no le había pasado el orgasmo, y le empezó otro.
CLARA- ¡Otrooooo! ¡No pares, no pares, no pareeeees!
Esté fue aún más fuerte que el primero pero yo no paraba, y ella tampoco lo quería.
CLARA- ¡Sigue que voy otra vez! ¡Es el tercerooooo! ¡Hay Dios!¡ Me meo, me meo de gustooooo!
Y empezó a chorrear un líquido viscoso parecido al pre seminal de los hombres pero muy dulce. Yo lo bebí como si fuera miel y entonces paré para que descansara.
Clara se tumbó en la cama jadeando e intentando coger aire de donde fuera.
CLARA- Espera… uf… un… ah… momento y te la chupo. Déjame… uuuuf… respirar un poco.
YO- Tranquila, voy a por agua.
Cuando volví a entrar en el cuarto con el vaso de agua, Clara estaba durmiendo con cara de angelito. Le tapé con la sábana, me puse el pijama y me acosté.
No me había corrido, pero era lo mínimo que podía hacer por mi mujer después de desconfiar de ella. Pensando en las tonterías que había hecho esa noche me quedé dormido.
El Sábado transcurrió con normalidad: limpieza general de casa, compra semanal y merienda en un bar cerca de casa.
A las 7 de la tarde Clara empezó a arreglarse para salir esa noche. Cuando apareció por el salón casi me da algo al verla. Llevaba un vestido corto de color negro, un cinturón decorativo rojo, unas medias negras muy elegantes y unos zapatos con un tacón larguísimo de color rojo. Los labios y las uñas de color rojo intenso. El vestido se le ceñía mucho a su cuerpo y parecía que no llevaba ropa interior.
YO- ¡Joder Clara! Estás que te rompes.
CLARA- Bueno, es que es un pub muy exclusivo y no quiero desentonar.
YO- Pues lo vas a hacer. Porque no se van a fijar en nadie más.
CLARA- ¡Que tonto eres! No me esperes despierto, que hoy si que tardaré.
Al decirme esto bajó la cabeza y se puso colorada, pero me dio un tímido beso y salió de casa.
A mi me empezaron otra vez las paranoias. Era la segunda noche que me quedaba en casa y eso me enfadaba un poco. Prácticamente no nos habíamos visto en toda la semana y ni siquiera teníamos una noche para salir a cenar juntos. Yo había aceptado que saliera las dos noches pero no estaba contento con su decisión de dejarme solo.
Decidí no quedarme en casa otra vez y llamé a mi amigo Juan que es un golfo de cuidado. Es soltero y le gusta mucho la fiesta.
Mi intención era salir a tomar una copa y retirarme pronto, pero Juan me convenció para cenar juntos.
La cena fue muy divertida. Juan no paraba de contarme anécdotas de sus numerosos ligues y yo me moría de risa. Al acabar de cenar fuimos a un pub que conocía Juan, me contó que ahí la música ambiente permitía hablar.
Entramos en el pub y aún no había mucha gente. Nos pedimos dos copas y nos sentamos a charlar. Media hora más tarde dos conocidas de mi amigo se sentaron a hablar con nosotros. Al rato decidimos irnos a otro sitio más movido para bailar, y cuando me levanté vi a Clara con su amiga Marta en la barra del pub.
Me dio alegría encontrarme a mi mujer y me dispuse a ir a saludarla cuando se les acercaron dos moles de gimnasio y se pusieron a hablar con ellas. Se veían muy a gusto con ellos y la fluidez de la conversación me hacía pensar que no se acababan de conocer.
Juan me apremió para irnos y yo le seguí. Pero cuando salimos del local les dije que no me encontraba bien y que me marchaba a casa. Juan me insistió en que no los abandonara, pero les dije que en otra ocasión y los vi alejarse con Juan cogiéndolas de los hombros.
Entré nuevamente en el pub y busqué a Clara. Estaban en el mismo lugar de antes, pero claramente se habían formado dos parejas. Marta estaba con un chico moreno morreándose sin escrúpulos. Parecía el principio de una escena de porno.
Clara hablaba con el otro ciclado. Estaban muy cerca los dos y el chico le cogía de la parte baja de la cintura, rozando el culo.
Mi mujer se dejaba hacer y reía constantemente. Él le hablaba al oído y de vez en cuando, rozaba el cuello de Clara con sus labios.
No me creía lo que estaba viendo. Mi noble mujer ligando descaradamente con otro tío. Pensaba ir y mostrarme frente a Clara para que me explicara que pasaba ahí, pero en ese momento, ambas amigas hablaron. Se dieron dos besos y se fueron con sus parejas por diferentes caminos.
Seguí a Clara y al hombre croissant. Salieron del local y se subieron al coche de mi mujer.
Monté rápidamente en el mío y los seguí. Empecé una persecución por las afueras de la ciudad hasta que el coche se metió en el aparcamiento del motel. Ambos bajaron del coche y se dirigieron a recepción y posteriormente se metieron, cogidos de la mano, en la habitación.
Y ahí me encuentro yo ahora mismo, esperando a que mi diosa salga de follar con un jovencito.
Me han pasado muchas cosas por la mente. Entrar a golpes y liarla, irme a casa, hacer como que no se nada y esperar que sea ella la que me lo cuente, incluso tirarme al rio con el coche y acabar con mi vida.
Llevo más de media hora mirando hacia la puerta de su habitación con la esperanza de que recapacite y salga de allí antes de insultar mi hombría pero… me voy a marchar. No puedo sufrir mas esperando un milagro que no se producirá. Mi mujer me está siendo infiel.
Arranco el coche y me dirijo a algún lugar indeterminado. Al girar una calle veo un bar abierto y paro el coche para entrar. Dentro sólo están el dueño del bar y un par de borrachos bebiendo cervezas. Me pido un gin-tonic y pienso en mi futuro sin Clara. Ahora toca empezar de cero. Como puede cambiar la vida en un momento.
Llevo casi una hora en el bar con la copa sin tocar, no tengo ganas de nada. Miro la hora en mi teléfono. Son la 3 de la madrugada. Seguramente Clara seguirá follando con su amante mientras yo me compadezco de mi mismo.
Pim, pim.
Suena un mensaje en mi móvil.
CLARA- ¿Dónde estás? Ya he llegado a casa y me parece raro que no estés aquí. ¿Te ha pasado algo?
CONTINUARA...