Crimen y castigo (02)
Llega la hora de pagar pór los pecados de juventud, el sera terrible.
CRIMEN Y CASTIGO 02
Pasó el tiempo, ya no veía a mis ex amigos ni recordaba lo que había pasado con la prima del monstruo; me casé y vivía muy feliz con mi esposa y mis dos hijas, de 18 y 16 años, pero cierto día.
Recuerdo muy bien lo que sucedió: Mi esposa, Carmela de 38 años aún se veía bastante bien, pues solía hacer ejercicio y es una mujer muy guapa, que llama la atención de los hombres adondequiera que íbamos.
Vivíamos en un barrio alejado de donde había yo pasado mi juventud, apenas y conocíamos a las personas que vivían por ahí, pues teníamos apenas un año de habernos mudado con nuestras dos hijas: Elena de 18 años y Verónica de 16; mis dos hijas estudiaban y llevábamos una buena vida gracias a que yo había puesto unos negocitos y mi esposa me ayudaba a atenderlos, por lo que no nos faltaba nada, teníamos una bonita casa, un auto y mis hijas estaban en buenos colegios; Elena acababa de entrara a la Universidad a estudiar Psicología y Vero estaba aún en Preparatoria. El fatal día que les cuento, nos encontrábamos mi esposa y yo en nuestra recámara viendo la televisión acostados y nuestra hija Verónica estaba en su recámara, supongo que dormida pues ya era tarde; Elena se había ido con unas amigas a una fiesta, me parece.
Para no dormirnos mientras llegaba Elena, puse en la videocassetera una película erótica y mi esposa y yo comenzamos a calentarnos, rápidamente los dos estábamos a cien y nos acariciábamos mientras nos quitábamos la ropa y nos besábamos. Una vez que estuvimos desnudos, me metí en las sábanas para besar el cuerpo de mi esposa y bajé por sus aún firmes tetas, jugué con sus pezones un rato y seguí bajando por su cintura y su cadera, hasta llegar a su ombligo, mientras acariciaba sus piernas y nalgas con mis manos. Seguí bajando y besé sus muslos bien formados y acerqué mi lengua al triángulo de su sexo; sentí como se estremecía cuando mi lengua rozó su clítoris erecto y bajé una mano para meter un dedo en su rajadita, ella abrió las piernas para dejar entrar mi dedo y lo introduje poco a poco, haciéndola gozar y gemir, un poco después, metí un segundo dedo... y un tercero; Carmela gozaba intensamente y yo estaba a punto de explotar, me subí un poco para iniciar la penetración de mi esposa cuando escuché un grito que venía de las escaleras de la casa: ¡Papá!, ya llegué. Nos quedamos quietos y en silencio, escuchamos de nuevo un grito: ¡Papá, Mamá, ya estoy aquí, estoy con Andrea, bajen por favor! Me pareció sumamente extraño que nos pidiera que bajáramos, pues ya en otras ocasiones había llegado tarde a la casa sola o acompañada de alguna amiga, sobre todo Andrea, que era su mejor amiga y jamás nos avisaba que había llegado, normalmente escuchábamos el ruido del coche y de la puerta y las risas de ellas, pero nunca nos llamaba. Me puse unos calzones y una bata y le dije a mi esposa que ella me esperara, que no tardaba, iba a ver que querían estas niñas. Salí de mi cuarto y fui a las escaleras, bajé y escuché que de nuevo me llamaba Elena: ¡Papá, baja por favor! los gritos venían de la cocina, así que me dirigí hacia allá, pero al entrar vi algo que me extraño mucho, pero no tuve tiempo a reaccionar: Mi hija y su amiga estaban sentadas en dos sillas diferentes cada una, con las manos atadas hacia atrás y los tobillos amarrados; con las piernas atadas a la silla, las dos lloraban. Fue todo lo que alcancé a ver, porque en ese momento sentí un duro golpe en la nuca y me desmayé.
Cuando volví en mí, tardé en recuperar la conciencia y al principio veía todo borroso, pero poco después vi que estábamos en una situación muy mala, pues yo estaba en mi recámara, frente a la cama; atado a una silla con brazos; mis piernas atadas a las patas de la silla y mis brazos a los descansa brazos de la misma, estaba desnudo y quise gritar, pero una mordaza de trapo y cinta me lo impidió. Mi hija Elena y su amiga Andrea estaban atadas a las sillas como las vi la primera vez, pero ahora estaban desnudas y amordazadas igual que yo. Pude ver que el cuerpo de mi hija ya estaba bastante bien, tenía dos pechos muy parados y unos pezoncitos rosaditos muy erectos, su cintura era breve y sus piernas firmes y torneadas, su largo cabello teñido de rubio caía por uno de sus hombros blancos como toda su piel y sus lindos ojos verdes en ese momento derramaban lágrimas. Por otro lado, su amiga Andrea no se quedaba atrás, era una chica delgada, de cabello oscuro corto arriba de los hombros y un cuerpo bastante apetecible, con caderas grandes y muslos firmes, con pantorrillas bien formadas y unos pechos de regular tamaño, pero muy bien delineados; su cara delgada y su nariz recta hacían juego perfecto con sus grandes ojos cafés que también lloraban.
Después vi a mi esposa y me sorprendí: estaba sentada en la cama, desnuda y sin moverse, mientras dos tipos que estaban a los lados de ella la acariciaban morbosamente. Quise gritarle, pero de nuevo la mordaza me lo impidió. Uno de los tipos, los cuales estaban desnudos, pero traían pasamontañas dijo: Hey, ya despertó, por fin vamos a divertirnos. El otro tipo salió de la recámara y llamó a sus secuaces que estaban afuera, gritándoles que ya estaban listos. Entraron otros seis tipos a la recámara totalmente desnudos y también con las caras cubiertas por pasamontañas; uno de ellos se me acercó y me dijo: Hola, queremos que tu y tus hijas vean lo puta que es tu vieja, espero que les guste el show. Quise gritar y levantarme, pero me fue imposible, volteé a ver a mi hija y su amiga y ellas lloraban. En ese momento entendí, pero después mi hija me explicó lo que sucedió: Ella y su amiga habían bebido demasiado en el lugar al que fueron y ahí conocieron a unos chicos simpáticos y buena onda, además de atractivos; al parecer les pusieron algo en la bebida, pues ellas nunca se excedían demasiado y estos muchachos se ofrecieron a llevarlas a la casa, ellas en el estado en el que estaban, no pudieron negarse a nada, de tal manera que se subieron al auto y se dejaron llevar.
Los tipos primero las llevaron a un lugar en las afueras de la ciudad, una especie de cabaña, según me dijo Elena y una vez ahí, las desnudaron y uno por uno abusaron de ellas; según me dijo mi hija eran cuatro, pero luego llegaron más y al final eran como diez, pero como no estaba lúcida, pues no recordaba exactamente las cosas. Dijo que solo vio como en un sueño como los tipos las violaban. Después les dijeron que las llevarían a su casa, para esto, ellas les habían dicho que eran hermanas y que vivían en nuestra casa, desde la primera vez que se ofrecieron a llevarlas, así que los tipos se dirigieron a nuestra casa con ellas y llegaron en silencio, las obligaron a bajar sin ruido y luego las ataron a las sillas; amenazándolas con pistolas hicieron que Elena me llamara a gritos para que bajara y cuando lo hice, me golpearon en la nuca para desmayarme y después nos pusieron en esa situación. Claro que todo esto yo no lo sabía en ese momento, sino que después me enteré por mi hija. Uno de los individuos empezó a besar a mi esposa en la boca y para sorpresa mía, ella respondió de igual manera; el tipo acariciaba a Carmela y ella se dejaba, es más, también acariciaba el tipo y le agarraba el pene. Yo estaba furioso y sorprendido, nunca pensé que mi esposa se comportara de esa manera y menos delante de mí y mis hijas; posteriormente también me enteré que esos individuos la habían obligado a hacer eso, pues la amenazaron que si no lo hacía, violarían a nuestras hijas y nos matarían a todos y que si hacía lo que le ordenaran, nos perdonarían. Claro que ella tampoco sabía lo que les había sucedido a Elena y Andrea, ya que les permitieron hablar; y cuando ellos me desmayaron, unos fueron a la recámara de inmediato mientras los otros nos ataban, amordazaban y desnudaban.
Otro de los tipos se paró atrás de mi esposa y empezó a acariciarle la espalda y las nalgas; yo casi lloraba del coraje de ver que ella hasta lo disfrutaba. El tipo que estaba frente a ella bajó por su cuerpo besándola en todos lados; Carmela cerró los ojos y empezó a gemir de placer (a veces todavía pienso que si le estaba gustando y que no estaba actuando). El individuo se hincó y metió su lengua en el clítoris de mi esposa, haciéndola gemir más fuerte. Volteé a ver a mi hija para indicarle que no viera eso, pero no fue necesario, pues ella tenía sus ojos cerrados y la cara volteada hacia otro lado, igual que Andrea; en eso, se acercaron dos tipos a ellas y les dijeron que abrieran los ojos y vieran lo que estaba sucediendo o "le meteremos a su papito un balazo en la cabeza". Ellas, asustadas tuvieron que obedecer y ver lo que sucedía con Carmela y ellos todavía nos advirtieron: Si cierran los ojos o voltean la cara, los matamos a todos ¿ok?. En ese momento pensé en mi otra hija, Verónica, ella estaba dormida cuando llegaron los tipos, tal vez no sabían que ella estaba en la casa, de ser así, tuve la esperanza de que ella se diera cuenta de lo que ocurría y llamara a la policía o fuera por ayuda. Mientras, tuve que ver como tres tipos acariciaban y besaban a mi esposa por todos lados y como ella se dejaba llevar, el que estaba hincado frente a ella se levantó y tomándola de los cabellos, la obligó a hincarse y le ordenó: Chúpame la verga; ella sumisa, se hincó y empezó a saborear el garrote del tipo aquél, proporcionándole un gran placer, pues mi esposa siempre ha sido muy buena mamando. Mi esposa chupó y chupó hasta que el tipo ese se vino gritando y convulsionándose, obligándola a tragarse todo el semen que salía de su verga. Otro individuo ocupó el lugar del primero y Carmela se la tuvo que mamar también, pero otros dos tipos se pararon a loa lados de ella y la hicieron que los masturbara con las manos; así la tuvieron un buen rato, hasta que el tipo que ella masturbaba con la mano derecha se vino, soltando su descarga de semen en el cabello de mi esposa; después se vino el que estaba a su izquierda y la llenó de semen en los pechos; al último, el que estaba recibiendo la mamada se vino obligándola también a tragarse el semen. El tipo que parecía el líder se acercó a Carmela y le dijo: ¿Quieres verga? a lo que ella respondió: Si, si quiero, dame tu verga por favor, entonces el le ordenó acostarse boca arriba en la cama y abrir las piernas; una vez que lo hizo, el volteó y me dijo: Mira, quiero que veas como me cojo a tu esposa delante de ti, como la hago gozar y sentir lo que es un verdadero hombre y diciendo esto, se colocó delante de mi esposa y de un solo empujón le metió la verga hasta el fondo de su panocha; fue notorio que le dolió, pero noté como se mordió los labios para no gritar; el tipo empezó a cogérsela muy duro y le gritó: ¡Muévete puta o ya sabes...! En ese momento me di cuenta que la estaban obligando a hacerlo, pero eso no disminuyó mi dolor, por el contrario, sentí horrible de saber que le estaban haciendo eso a mi querida esposa. Los otros individuos veían lo que sucedía y se agarraban las vergas, masturbándose: involuntariamente, mi verga empezó a endurecerse y se levantó; yo quería evitarlo, pero ver a Carmela cogiendo con ese mastodonte me excitó demasiado; uno de los tipos, al darse cuenta, gritó: Miren, ya se le paró a este guey y todos voltearon y comenzaron a burlarse de mí, diciendo que me gustaba que se cogieran a mi esposa, que era puto, que a lo mejor me cogían a mi también; pero lo que mas pena me dio, fue que mi hija y su amiga también voltearon a verme con cara de sorpresa; mi hija me miró como con reproche, pero su amiga no despegaba la vista de mi garrote con los ojos bien abiertos.
El tipo se seguía cogiendo a mi mujer y le preguntó a otro: ¿Quieres su culo? a lo que el otro, excitado, respondió que si y el grandullón rodó sobre la cama, quedando él debajo de mi esposa y ella encima, con el culo apuntando al techo. El otro individuo, sin vacilación, se colocó detrás de ella y le abrió las nalgas; ella volteó para decirle que por ahí no, pero el tipo le gritó que se callara, pues ella solo era la puta que tenía que satisfacerlos, y diciendo esto, colocó su pene en la entrada de su ano, yo ya había intentado hacérselo por el ano antes, pero sabía que a ella no le gustaba, por lo que solo lo habíamos hecho dos veces por ahí. Pero el tipo empezó a empujar y vi como su gruesa verga desaparecía entre las nalgas de mi mujer, ella hizo cara de dolor y saltaron lágrimas de sus ojos. Yo lloraba y azotaba la silla contra el piso, pero nadie me hacía caso; los tipos solo veían como los otros dos se cogían a Carmela por los dos lados y como la obligaban a moverse para satisfacerlos; realmente yo hacía tanto ruido también con otro objetivo: deseaba que mi hija Verónica oyera el escándalo y se diera cuenta de lo que ocurría y buscara ayuda. Carmela fue cogida por los dos tipos sin compasión, pero hubo otro detalle que se me hizo extraño; de repente entró un tipo enmascarado como todos y llamó a otro, este último salió y el primero se quedó viendo como se cogían a mi mujer y masturbándose como todos. El grandullón que estaba debajo de mi esposa se vino dentro de ella y gritó de satisfacción, vi como su verga flácida salía de la panocha de Carmela, mientras el otro tipo masacraba su ano con fuerza, haciéndola sufrir y llorar; esto último hizo enojar al tipo, que le gritó: ¡Acuérdate de tu promesa y lo que va a pasar si no cumples! Yo quería golpear al tipo para que dejara a mi esposa en paz; en eso, el tipo se vino, saliéndose del ano de mi mujer y llenándola de semen en la espalda y las nalgas; mientras los demás tipos celebraban la hazaña de estos dos, ellos se retiraron de mi esposa, dejándola tendida en la cama desnuda, bañada en semen y abierta de piernas. Otro individuo se acercó a mi esposa y le dijo al que parecía ser el líder: ¿tenemos que seguir con ella o pasamos a las demás? Al escuchar esto, sentí morir, pues supe que se referían a mi hija y a su amiga y mi esposa reaccionó de inmediato, diciéndoles que recordaran su promesa de no hacerles nada a ellas si ella los complacía, a lo que el líder respondió: ¿Promesa, cual promesa? y sarcásticamente agregó: De todos modos ya las conocemos ¿verdad? dijo, acercándose a Elena y acariciándole morbosamente las tetas; en ese momento, sucedió otra sorpresa: Entraron dos tipos llevando a mi otra hija, Verónica totalmente desnuda, amordazada y atada de manos y diciendo: A ver, ya trajimos a la otra, si era virgen. En ese momento perdí toda la esperanza y comprendí lo que estaba sucediendo, mientras unos tipos nos tenían a nosotros en nuestra recámara, otros dos habían estado violando a Verónica y después un tercero, que fue el que vi salir minutos antes.
Mi esposa se puso histérica y comenzó a gritar que nos dejaran en paz, que ya había hacho lo que ellos dijeron, que por qué hacían esto. El grandullón le gritó que se callara y le dio una sonora bofetada; diciéndole: ¿Quieres saber porque estamos haciendo esto?, pregúntale a tu marido y me quitó la mordaza; yo grité que no sabía que pasaba, que nos dejaran en paz o les iría mal, que no los conocía. El líder se quitó el pasamontañas y me dijo: ¿No me conoces, cabrón? y sentí que se me detenía el corazón; ¡era el monstruo!, el mismo monstruo de mi barrio, aquél desgraciado que era de la pandilla rival a la mía y primo de la chava que habíamos violado mis amigos y yo hacía tanto tiempo. Quedé mudo y asombrado, nunca me enteré de que el monstruo hubiera salido de la cárcel y mucho menos de que supiera donde vivía yo y que tenía una familia. Pero él había estudiado todos nuestros movimientos y sabía cuantas personas éramos, lo que hacíamos, cuando y a que hora, por eso le fue fácil atacar por el lado de mi hija Elena para tenernos en esa situación; su única confusión existió en creer que Andrea también era nuestra hija, pero eso no le preocupó, su objetivo era hacerme sufrir por lo que le hice a su prima y lo estaba logrando bastante bien. Todos se quedaron esperando mi respuesta, pero o solo alcancé a balbucear sin sentido y el monstruo les dijo a mi esposa e hijas: Este cabrón no les ha contado de la vez que él y sus amigos violaron a mi prima ¿verdad?, ni lo que la hicieron sufrir a ella y a toda nuestra familia; ese es el mismo sufrimiento que tendrá el y toda su familia. Cerré los ojos y lloré; sentí las miradas de reproche, odio o decepción de mis hijas, de mi esposa y de Andrea; nunca creí que el pasado me alcanzaría y ahora tenía que pagar por mis actos. Mi esposa todavía rogó por nuestra hijas, imploró que no les hicieran nada, que ella los satisfaría en lo que quisieran pero que ellas no tenían por que ser castigadas por lo que yo hice. El monstruo le respondió que ella ya estaba muy abierta y no le satisfacía, que quería carne joven y que así se los había prometido a sus amigos y que mi castigo sería ver como violaban a mis hijas, además, dijo, ya nos las cogimos, así que otra vez les va a gustar. Mi esposa quiso llorar y me gritó muchas cosas hirientes; levanté la cara vi como la estaban atando a una silla mientras ella seguía gritando, nos amordazaron y nos dijeron de nuevo: Disfruten el show, les va a gustar, no sin antes amenazarnos de no voltear ni cerrar los ojos, pues si lo hacíamos, matarían a las jóvenes. Entre dos tipos desataron a Elena y la levantaron, mientras otros dos hacían lo mismo con Andrea, ya levantadas, les ataron las manos a la espalda y las llevaron a la cama, junto con Verónica. Hincaron a Verónica y Andrea de un lado de la cama y a Elena del otro, de modo que quedaron intercaladas las tres, boca abajo con los pechos en la cama y las nalgas fuera de ella; tres tipos se colocaron detrás de ellas, les abrieron las piernas y las empalaron de un golpe al mismo tiempo. Las chicas quisieron gritar, pero a través de sus mordazas solos e escucharon los gemidos de dolor y rabia. Los tipos comenzaron a cogérselas sin compasión mientras ellas lloraban y se retorcían intentando zafarse, pero eso no era posible. El monstruo me miró y me dijo: Esto es solo el comienzo, haremos todo lo que hiciste con mi prima, cerdo; salió de la habitación, mientras los tipos se cogían con fuerza a mis hijas y a su amiga; mi esposa y yo llorábamos de coraje e impotencia. Más o menos dos minutos después regresó el monstruo acompañado nada más y nada menos que por SU PRIMA; reconocí a la joven bonita que nos habíamos cogido mis amigos y yo y me di cuenta que aunque ya tenía cierta edad, estaba muy bien de cuerpo todavía, pero su cara reflejaba amargura y tristeza; en cuanto me vio, su cara se transformó en odio y volteando hacia le monstruo le preguntó: ¿Cómo van? A lo que el monstruo le respondió que apenas empezaban, que querían que ella los instruyera acerca de lo que le habíamos hecho nosotros para que no se les olvidara nada. Ella le dijo que por lo pronto iban bien, que ya les iría indicando como deberían hacer las cosas.
El tipo que se estaba cogiendo a Elena terminó primero y se vino dentro de ella con un gran orgasmo. Al salir él, otro tomó su lugar, pero la joven o señora le dijo que tenía que cogérsela por el culo; por lo que el individuo sin ningún problema abrió las nalgas de mi hija y le metió un dedo por el ano; la prima gritó que no, que se la cogiera sin ampliarle el ano, como le habíamos hecho a ella. El tipo no dijo nada, se colocó detrás de Elena y le abrió de nuevo las nalgas para irle clavando poco a poco la vergota que tenía. El dolor era evidente en la cara de Elena, sus ojos cerrados derramaban abundantes lágrimas y de su boca salían quejidos muy amargos. En eso, el tipo que estaba con Andrea se vino también dentro de ella y entonces la prima les ordenó a varios tipos que buscaran unas cuerdas largas y una mesa de centro y las trajeran; una vez que lo hicieron, ella desató a Andrea y con un extremo de la cuerda le ató las muñecas por delante de ella; le apretó la nariz para obligarla a abrir la boca y le dijo a un tipo que le metiera una panteleta en ella; después de que lo hizo, le colocaron cinta adhesiva. Le ordenó a Andrea subirse a la mesa de centro e hincarse en ella; una vez que lo hizo, le ordenó doblar las piernas hacia atrás, de manera que sus talones pegaban con sus nalgas y le ataron los tobillos a los muslos para que no pudiera desdoblarlas; ordenó a su primo que clavaran una alcayata o algún clavo grande y fuerte al techo de la habitación; los tipos obedecían a la chava sin decir nada y rápidamente lo hicieron. Les ordenó pasar la cuerda por la alcayata y jalar el otro extremo de la cuerda, levantando los brazos de Andrea poco a poco hasta que quedaron por encima de su cabeza; la levantaron un poco de tal manera que sus rodillas apenas tocaban la mesa y ataron el extremo de la cuerda a la perilla de la puerta, dándole antes una vuelta alrededor de mí, apretándola a mi cuerpo lo suficiente para que me lastimara las costillas. Les dijo que dejaran así a Andrea un rato, mientras, el tipo que estaba con Verónica ya había terminado y entonces ella les ordenó a dos tipos que la llevaran frente a mí; una vez enfrente de mi, la hincaron, le quitaron la mordaza y la chava le dijo: ¡Chúpale la verga a tu Papá! Verónica se negó, pero ella la agarró de los cabellos y la levantó de nuevo; le dijo algo al oído y la aventó hacia abajo, hincándola de nuevo. Verónica abrió la boca y metió mi verga, que estaba ya dura, en ella, comenzó a mamarla dándome un placer indescriptible. Yo estaba asombrado, pues me estaban dando placer, claro, era mi hija la que me estaba mamando, pero debo decir que lo hacía deliciosamente bien. La prima me gritó que no me atreviera a cerrar los ojos y no lo hice; en eso, el monstruo se colocó detrás de Verónica y se hincó, agarrándose de sus nalgas; se las abrió y de un empellón le clavó la verga en el ano, lo cual hizo reaccionar a Verónica y aparte de llorar, me mordió la verga de una manera brutal. Sentí un dolor extremo, intenso, indescriptible. Ella sacó mi verga de su boca, pero el daño estaba hecho, nunca en mi vida sentí tanto dolor; las lágrimas brotaron de mi, mientras intentaba gritar, pero no podía; creí que me iba a desmayar y mientras, escuchaba las risas del monstruo y su prima, mientras el primero se cogía a mi hija por el culo e invitaba a otros a acompañarlo. Se llevaron a Verónica a la cama de nuevo y un tipo se acostó debajo de ella, la obligaron a clavarse en la verga de él la empinaron hacia delante, sin desatarle las manos, el monstruo se volvió a colocar detrás de ella y le clavó de nuevo la verga en el ano, mientras otro tipo se colocó delante de ella y tomándola de los cabellos, la obligó a chuparle la verga. Elena ya había sido cogida por el culo por varios tipos y la prima les ordenó que la levantaran, ya que lo hicieron, le quitó la mordaza, Elena intentó gritar algo, pero ella le dio una cachetada y le ordenó callarse. La prima del monstruo se quitó el pantalón que traía y las pantaletas y se acostó boca arriba en la cama, ordenó a mi hija que le chupara la panocha; Elena intentó negarse, pero dos tipos la hincaron frente a la mujer y la amenazaron con golpearla si no obedecía; como Elena se volvió a negar, uno de los tipos le pegó en las nalgas con un cinturón, casi haciéndola llorar, por lo que Elena tuvo que hacer lo que le ordenaban; sacó la lengua y comenzó a lamer la panocha de la mujer, que se retorcía de placer. Un tipo se colocó detrás de Elena y sin decir nada, le clavó la verga en la panocha. Elena ya no hizo nada, mas que dejar que los tipos y la mujer gozaran con su cuerpo. Yo sentía todavía el agudo dolor en mi pene, pero al mismo tiempo me dolía lo que veía; no volteaba a ver a mi mujer por miedo a enfrentar su mirada de reproche, pero me atreví a hacerlo y la vi que estaba como ida, no hacía nada, ya no lloraba ni intentaba desatarse, solo veía lo que sucedía en el cuarto. Los tipos que estaban violando a Verónica terminaron todos dentro de ella, obligándola a tragarse el semen de uno de ellos y dejándola tirada sobre la cama, despatarrada. La prima, entre gemidos de placer, ordenó a varios tipos que amordazaran a Verónica y la colocaran en lugar de Andrea, en la misma posición; los tipos obedecieron y bajaron a Andrea, la ataron como antes y subieron a Verónica, colocándola exactamente igual. Llevaron a Andrea donde la prima y ésta le ordenó que le chupara las tetas; Andrea, como pudo se colocó boca abajo y comenzó a lamer las tetas de la chava. Otro tipo se colocó atrás de Andrea y como ella estaba casi acostada, aprovechó para abrirle las nalgas y meterle la verga por el culo; Andrea se quejó, pero me di cuenta que para estas alturas ya casi todas ellas estaban resignadas, pues ya casi no lloraban ni desobedecían lo que les indicaban. Tal vez solo estaban esperando que los tipos y la mujer acabaran con la espantosa orgía.
Pero lejos de esto, ellos estaban resueltos a hacernos sufrir lo más posible, incluso en ese momento pensé que después de humillarnos llegarían a matarnos; todavía continuaron por un buen rato haciéndoles de todo a mis hijas y a Andrea. Cuando la prima del monstruo se vino varias veces, les ordenó a los tipos que bajaran a Verónica y cuando lo hicieron, les ordenaron a las tres chicas acercarse a mí. Las colocaron enfrente y la prima les dijo que todo lo que estaban sufriendo era por culpa mía, que ellas tenían que escoger mi castigo y que les daba cinco minutos para decidir. Las desataron y todos ellos salieron de la habitación no sin antes advertirnos que al que tratara de escapar lo matarían y que solo tenían cinco minutos, que si ellas no escogían un castigo ejemplar para mí, ellas serían las castigadas. Mis hijas y su amiga no dijeron nada, Elena me veía con odio, Verónica lloraba en silencio, volteada hacia otro lado y Andrea estaba sentada en la cama, desnuda y melancólica. Elena se levantó y desató a mi esposa, le dijo que ella escogiera mi castigo, que ellas no podían. Mi esposa se me acercó y me quitó la mordaza, me preguntó si lo que afirmaban el monstruo y su prima era verdad, que contestara con toda honestidad; tragué saliva y moví la cabeza afirmativamente. Carmela me dijo que estaba muy decepcionada de mí, que no me quería volver a ver jamás, que me largara de la casa y no volviera; intenté explicar, pero las voces de mis hijas, su amiga y mi esposa me callaron; escuché tantos reproches y con toda razón, pues ellas habían pagado por mis estupideces de juventud. Pasaron los cinco minutos y la prima del monstruo entró con todos sus amigos; en ese momento vi que eran como diez más o menos y preguntaron a las jóvenes que cual castigo habían escogido para mí; Verónica contestó que me habían desterrado de la casa, que me sacaran de ahí y no verme jamás y que yo ya estaba muerto para ellas. Escuchar esto fue lo que más me dolió en toda la vida, nunca creí que esto pasaría; pero el monstruo y su prima dijeron que no era suficiente castigo, que ellos tenían algo más planeado para mí.
Ordenaron a Elena que me chupara la verga; ella desconcertada, dijo que eso era premio, no castigo, pero le dijeron que ellos sabían su plan y que obedeciera o le iría mal. Elena se hincó frente a mí, colocó sus manos en mis piernas y metió mi pene en su boca, chupó mi verga hasta que la hizo levantarse en toda su extensión. La prima se le acercó a Elena al oído y le susurró algo; mientras, yo sentía un gran placer, pero recordé lo que sucedió con Verónica y temblé al pensar que me volvieran a morder, pero ella continuó mamando por un buen rato, cuando sentí que me iba a venir, ella dejó de mamar, me dejó a punto de venirme y con una gran frustración. La prima del monstruo anunció que Elena había hacho muy bien su trabajo y que como premio, nadie la molestaría más. Le dieron su ropa y le dijeron que podía sentarse ahí cerca.
Dejaron pasar un ratito para que mi verga se pusiera flácida y entonces le ordenaron a Carmela que hiciera lo mismo; ella se hincó también y comenzó a mamar; después de un rato, uno de los tipos le entregó una tijeras; le dijeron: "Ya sabes para qué"; sudé frío, entendí que mi propia esposa me castraría sin ningún miramiento y temblé. Cuando mi verga estaba bien parada, Carmela se separó de mí y tomó mi pene con la mano izquierda, mientras con la derecha acercaba peligrosamente las tijeras. Cerré los ojos, esperé el certero filo de las tijeras sobre mi miembro... pero no pasó nada.
Mi esposa se levantó y llorando, le dio las tijeras a la prima del monstruo; le dijo que no podía hacerlo, que no era capaz; la mujer, molesta, le gritó que lo hiciera o que se atuviera a las consecuencias, ella se alejó llorando, pero dos tipos la trajeron de los cabellos; entonces se armó un desastre, mis hijas, molestas por la forma en que trataban a su madre, se fueron encima de los tipos, intentando arañarlos y morderlos; Andrea, asustada, echó a correr hacia la puerta del cuarto, yo intenté levantarme sin conseguirlo. Creo que fue una tontería hacer lo que hicieron, pues los tipos de inmediato sometieron a mis hijas y a mi esposa, otros tres corrieron tras Andrea y la trajeron en vilo y la prima del monstruo se acercó a mi con las tijeras en la mano, peligrosamente. (continuará...)
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