Crimen y castigo (01)

Pecados de juventud que luego se pagaran muy caros por el protagonista de esta historia.

CRIMEN Y CASTIGO 01

Hace algún tiempo, más concretamente en mi juventud, fui un chavo banda, un vago sin oficio ni beneficio; me la pasé en el cotorreo y en pachangas; con mis cuates delinquí en varias ocasiones y cometí muchos delitos de los que después me arrepentí; recuerdo en especial una ocasión en que estábamos varios amigos y yo en la esquina donde siempre nos reuníamos cerca de las 12:00 de la noche, tomando y drogándonos como acostumbrábamos hacerlo; cuando vimos que a una cuadra pasaba una chica caminando aprisa sola, con una minifalda muy cortita y abrazando sus cuadernos; se veía que venía de la escuela. La bebida y la droga nos hicieron pensar e inmediato en ya sabes qué. De inmediato nos pusimos de acuerdo y tres de mis amigos corrieron para dar la vuelta a la manzana e interceptar a la chica por el otro lado; y otros tres de nosotros caminamos hacia la esquina, siguiéndola; mientras, los tres restantes fueron a la casa de uno de ellos por su coche. Cuando ella se dio cuenta de que la seguíamos, caminó más rápido, sin imaginarse la trampa que le teníamos; la calle estaba oscura y nosotros caminábamos sin prisa, para que ella creyera que no nos interesaba, de cualquier manera, apretó el paso, casi corriendo; pero casi al llegar a la esquina vio que venían de frente nuestros amigos, los cuales caminaban a media calle como si estuvieran platicando y no le fueran a hacer nada, ella se cruzó la calle e intentó esquivarlos, pero en cuanto se acercó a ellos, el que se encontraba más cerca se abalanzó sobre ella; la chava quiso correr, pero él ya la había sujetado del cabello; ella soltó sus cuadernos e intentó gritar, pero la mano de mi amigo le tapó la boca rápidamente; ya los otros dos estaban junto a ella; entre los tres la cargaron y rápido la llevaron con nosotros; en ese momento ya llegaban los otros con el auto y a la fuerza la subimos; ella pataleaba y manoteaba, pero éramos muchos y no podía hacer nada; por el contrario, su resistencia nos excitaba más, pues la faldita se le subía, dejando ver sus muslos y hasta sus calzoncitos, y la blusa se le abría, dejándonos ver dos hermosos senos muy bien formados.

Como no cabíamos todos en el auto, nos fuimos cinco con ella en el carro y a los demás les tocó irse caminando. Arrancamos rápidamente, mientras la chava seguía luchando por librarse de nosotros, en una de esas, le destapamos la boca y nos gritó: ¡Basta, déjenme, que quieren! nosotros, drogados y tomados nos reímos de su pregunta y le contesté: ¿De verdad no sabes lo que queremos mamacita? y comencé a acariciarle las piernas y las tetas sobre la ropa. Entre todos la manoseamos por todos lados y ella comenzó a llorar.

La chica estaba muy guapa, tenía cabello largo, castaño claro y una cara un poco redondita, era blanca y de ojos grandes, sus labios eran carnosos y su nariz respingadita; sus tetas eran firmes y redondas, más bien medianas, tenía muy buena pierna, bien formadas y torneadas; su culito respingadito estaba flanqueado por dos poderosas y redondas nalgas; se me hacía agua la boca de imaginarme el manjar que estábamos a punto de disfrutar. No tardamos mucho en llegar a un predio en el que alguna vez había existido una bodega ubicada en una zona fea y oscura y que nos servía de guarida para nuestras fechorías; he de decir que no era la primera vez que llevábamos alguna chica ahí a la fuerza y la disfrutábamos todos sin importarnos su sufrimiento. Uno de mis cuates se bajó a abrir el portón y entramos con todo y el carro. Estaba todo muy oscuro y uno de nosotros prendió una lámpara de mano que teníamos ahí; la lámpara iluminó un sucio colchón tirado en el piso, una mesita de centro que llegaba a las rodillas y un sillón grande desvencijado. No había más muebles, pues estos los habíamos conseguido por ahí de lo que la gente tira.

Nos bajamos y entre tres cargamos a la joven; literalmente la tiramos al colchón y le gritamos que se desnudara; ella, llorosa y asustada nos gritó que no, que la dejáramos ir o tendríamos serios problemas con su primo; nos extrañó esto y uno le preguntó quien era su primo; su respuesta nos asombró: nos dijo que su primo era otro vago como nosotros al que apodaban "El monstruo", el cual era un viejo conocido de nosotros, pues pertenecía a una banda rival y tenía fama de maldito, pues ya había matado como a cinco enemigos y continuamente se hablaba en la colonia de sus atracos, asesinatos, violaciones, etc. En fin, era una fichita; pero la verdad es que nosotros le traíamos ganas al tal monstruo, pues en una ocasión el solo nos golpeó a tres y casi nos manda al hospital; en especial yo le tenía mucho odio y rencor y me alegré de tener una manera de vengarme de él. Sé que pensarás que no era justo que yo me vengara de un tipo con su prima, pues ella no me había hecho nada, pero en ese momento yo estaba muy drogado y tomado para comprenderlo, además, era un joven que creía que nunca se le revertiría algo así; qué equivocado estaba. Dos de mis cuates dijeron que mejor dejáramos en paz a la chava, pues no quería problemas con el tipo este, pero los demás nos burlamos de ellos, los llamamos maricones y les dijimos que si se largaban no queríamos volver a verlos jamás y que nosotros les partiríamos la madre en cuanto los viéramos, así que decidieron quedarse y comenzamos la orgía; cuanto me arrepentí después de haber reaccionado así.

Levanté a la chava del cabello y le dije: ¡Mira puta, te encueras tu o te encueramos nosotros, y si no cooperas te va a ir peor!. La chava gritó e intentó arañarme la cara, pero logré hacerme hacia atrás y uno de mis cuates le alcanzó a detener el brazo. En ese momento llegaron nuestros amigos que se habían venido caminando; uno de ellos preguntó que pasaba y le explicamos; como él también le tenía odio al monstruo, pues lo había dejado tuerto, se alegró y nos dijo que qué esperábamos para cogérnosla, que el pedía entrar primero; lo cual originó una discusión, pues todos queríamos estrenarla; pues en uno de sus gritos ella había dicho que era virgen, así que eso nos excitó aún más.

Como la chava parecía una fiera, decidimos amarrarle las manos a la espalda y así lo hicimos con una cuerda de zapato que alguien se quitó por ahí. Alguien preguntó si la amordazaba y le dije que no, que quería escuchar sus gritos y gemidos cuando me la estuviera cogiendo. Literalmente le arranqué la blusa y la falda mientras otro de mis amigos la detenía aún de pié. Levanté su sostén y dejé al descubierto sus tetas; las acaricié con morbo y le pellizqué los pezones, lo que la hizo gritar; me agaché y lamí los senos firmes y vírgenes aún; la chava seguía resistiéndose, pero poco a poco comenzaba a sentir placer, lo noté en su actitud; metí la mano por debajo de su panteleta y acaricié el clítoris; ella cerraba las piernas, pero mi mano la obligó a abrirlas; introduje un dedo en su rajadita y me di cuenta que estaba mojada; como mi intención no era hacerla sentir placer, sino que sufriera, pellizqué con fuerza el clítoris y al mismo tiempo le mordí el seno derecho, ella soltó un fuerte grito y las lágrimas salieron de sus ojos. Le dije: Eres una puta, ya estás excitada y le puse mi dedo húmedo de sus jugos en la nariz; No te creo que seas virgen y uno de mis amigos me dijo, pues vamos a comprobarlo de una vez ¿no? ¿Quién se la va a coger primero? gritó uno de mis amigos; todos dijimos Yo y decidimos echarlo a la suerte mediante un juego cruel que yo propuse: cerramos bien las puertas y colocamos a la chava en medio del lugar, le quitamos el sostén, los zapatos y las medias y le bajamos la panteleta a los tobillos, vimos su conejito con una matita de pelo ensortijado oscuro y le dijimos que tenía tres minutos para escapar, que si no lo lograba, nos la cogeríamos todos, conforme la fuéramos encontrando. Ella quiso decir algo, pero le dije que mientras menos ruido hiciera, sería más fácil escapar, así que no dijo nada. Apagamos todas las lámparas y unas velas que habíamos encendido; todo quedó en penumbras, no se veía nada y le gritamos a la chava que su tiempo estaba corriendo; como te habrás dado cuenta, era imposible escapar en esas condiciones; atada de manos, con la panteleta en los tobillos impidiéndole caminar bien, descalza en el piso sucio de tierra, vidrios y piedritas, a oscuras y encima de todo, con las puertas cerradas.

Nosotros nos separamos en diferentes direcciones y escuchamos un golpe seco contra el piso, la pobre se había caído, pero no gritó; uno de nosotros gritó al poco tiempo: Va un minuto; después oímos como chocaba contra la mesita de centro y contra la pared; Van dos minutos gritó la voz y escuchamos como volvió a caer; nosotros no hacíamos ruido, en primer lugar, para que no supiera donde estábamos y en segundo lugar, para ubicar donde estaba ella y ser el primero en llegar por nuestra presa. Dos minutos y medio se escuchó; me desnudé y me preparé a buscarla; no sabía como habrá hecho para levantarse o si estaría tirada aún. Dos minutos cuarenta y cinco; se oyó otro golpe;

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diez segundos, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno... ahora.

Se escuchó gran movimiento de todos nosotros buscando a nuestra víctima; yo estaba seguro de que se encontraba a mi derecha, como a cinco metros y hacia allá caminé a ciegas, solo con mis zapatos puestos tratando de no hacer ruido y de repente sentí algo, unos brazos, grité: ¡Te atrapé! pero mi amigo me gritó: Suéltame guey, no friegues lo solté y seguí buscando a tientas igual que los demás, pasaba el tiempo y pensé si no se habría escapado de verdad, pues nadie la encontraba; de repente, mis pies chocaron con un bulto grandecito; me agaché de inmediato y sentí su cuerpo desnudo y su cabello, estaba tirada y en posición fetal, tratando de esconderse, pensé en gritar de nuevo, pero decidí seguir con el suspenso; rápidamente le tapé la boca con una mano y con la otra le quité la panteleta, ella comenzó a moverse queriendo escapar, pero la volteé boca arriba y me encimé en ella; aunque no quería hacer ruido, era imposible y escuché que los demás se acercaban; metí mi rodilla entre sus piernas, obligándola a separarlas; mientras con una mano le seguía tapando la boca, con la otra agarré mi verga y la enfilé a donde sentí su panocha, sentí la entrada de su rajada y le destapé la boca para acomodarme; ella gritó: ¡NO, por favor no, por piedad, déjame! los demás lo escucharon y se acercaron rápidamente, no corrieron por miedo a caerse, supongo; de golpe le clavé la verga en la panocha; me dolió un poco, pues estaba muy cerrada y seca, pero de inmediato sentí mucho placer; se escuchó un fuerte grito de dolor:

"

¡¡AAARRRGGHH!!

"

; alguien encendió una linterna y se dieron cuenta que les había ganado; yo me empecé a mover, bombeando salvajemente la panocha de la chava que gritaba desesperada: ¡No, no, no, por favor no! lo cual me excitaba aun más e incrementé la fuerza del bombeo, gozándola como nunca había gozado una violación; sus tetas se bamboleaban al ritmo que yo le marcaba; los demás, que ya estaban desnudos, se quedaron viendo como me la cogía y se agarraban las vergas esperando ser el siguiente en entrar. Alguien dijo: Miren, si era virgen, pues vieron la sangre correr entre sus piernas y comenzaron a vitorearme y a gritar de júbilo, seguí bombeando un buen rato, mientras ella seguía gritando, hasta que sentí como me llegaba el orgasmo y me vine dentro de ella con un gran chorro de semen, sentía que me salía y salía hasta que creí quedarme seco. Ella siguió llorando y uno de mis amigos se preparó a penetrarla, no sé como decidieron el orden, yo estaba agotado.

Me levanté orgulloso de mi hazaña, dejándola tirada y desnuda, a merced de mis amigos; el tuerto, sin más tardanza, se encaramó en la chava y la penetró salvajemente, la chica aulló de dolor y siguió suplicando: Ya no, por favor, por lo que más quieran ya no, déjenme, se los suplico. Pero lo único que obtenía como respuesta eran las risas burlonas de nosotros y sarcasmos como: A ver, que te salve tu primito de esta, ¿no que muy valientita? Si bien que te gusta puta, no te hagas, que se me hace que le das sus buenas chupadas al monstruo. Diciendo esto, uno de ellos se acercó a la cara de la chava y tomándola de los cabellos le ordenó que abriera la boca; ella se negó, trató de voltearse y mantuvo la boca cerrada, pero el tipo con dos dedos de la otra mano le tapó la nariz, ello obligó a la joven a abrir la boca para respirar y en ese momento el introdujo su pene por la suave y húmeda cavidad bucal de ella; con una mano la obligó a mover la cabeza hacia delante y atrás, haciéndola que le mamara la verga.

Pasó un rato, lógicamente ya no se oían los gritos de ella, pero si las burlas de nosotros y los gemidos de placer de los dos que se la estaban cogiendo, uno por la vagina y el otro por la boca. Un rato después, el tuerto se vino dentro de ella con un gran grito y apretándole las nalgas. Al salirse él, otro se preparó para entrar y de igual manera, sin contemplaciones, clavó su larga verga en la panocha de nuestra víctima; casi al mismo tiempo, el que estaba recibiendo la mamada se vino y la obligó a tragarse el semen mientras le decía: Trágatelo puta, es la leche que tanto te gusta, trágatelo todo o te madreo; vimos como un poco de semen escurrió por la comisura de los labios y como con asco la chica trató de tragar todo lo demás. En cuanto el se salió de su boca ella volvió a gritar que la dejáramos, pero ya otro de mis cuates le metía la verga en la boca, obligándola a hacer lo mismo que con el anterior. Así fue durante bastante tiempo, nos turnamos para violarla todos, ya sea cogiéndola por la vagina o ya sea obligándola a chuparnos la verga a cada quien. Yo la penetré dos veces por la panocha.

Pasó toda la madrugada y nos dimos cuenta que amanecía por que entraba un poco de luz por unas rendijas de las ventanas tapadas. Yo tenía hambre y sueño, así que les dije a mis cuates que comiéramos algo; estuvieron de acuerdo, pero entonces pensamos que haríamos con la chava, primero pensamos ya dejarla ir, pues ya la habíamos gozado bastante; pero uno de mis amigos dijo que no convenía por la hora, pues ya había amanecido y la gente vería de donde salía la chava y además pensamos que iría a acusarnos con su primo el monstruo. Así que decidimos que dos de nosotros fueran por algo para comer y los demás nos quedaríamos ahí. Cuando ellos se fueron, y ya que teníamos sueño, nos íbamos a dormir, pero antes nos aseguramos que ella no escapara y para esto hicimos lo siguiente: Sacamos unas cuerdas largas que había por ahí y las pasamos a través de una viga alta de las que sostienen el techo de lámina de las bodegas; desatamos a la chava y con un extremo de la cuerda le atamos las muñecas por delante de ella; la obligamos a abrir la boca y le metimos su propia panteleta, enseguida le colocamos cinta adhesiva para que no pudiera gritar, le ordenamos hincarse en la mesita y una vez que lo hizo, le doblamos las piernas hacia atrás, de manera que sus talones pegaban con sus nalgas y le atamos los tobillos a los muslos para que no pudiera desdoblarlas; una vez que estuvo así, entre varios jalaron el otro extremo de la cuerda, levantando sus brazos poco a poco hasta que quedaron por encima de su cabeza; la levantaron un poco de tal manera que sus rodillas apenas tocaban la mesa y ataron el extremo de la cuerda a unas varillas que salían un poco de la pared. Ya que la dejamos así y convencidos de que en esa posición no escaparía y que si lo intentaba haría mucho ruido, nos acostamos donde pudimos y nos dormimos, bueno al menos yo me dormí profundamente.

Cuando me despertaron, fue porque ya habían regresado los dos enviados con unas tortas y nos dispusimos a comer; supusimos que la chava tendría hambre también después de tanto sexo y la desatamos de todo para que comiera algo; advirtiéndole que no intentara escapar porque le iría muy mal, además de que le habíamos escondido la ropa para que no se atreviera a salir desnuda; al principio no quiso comer, pero al parecer el hambre la venció y todos comimos un poco y tomamos algunos refrescos. Cuando terminamos, le volvimos a atar las manos a la espalda a la chava y le dijimos que se acostara en el colchón, ella no quiso, pues pensó que la volveríamos a violar, pero al parecer ninguno estaba excitado todavía y le dijimos que la dejaríamos dormir. Así fue.

La dejamos dormir unas tres horas, pero mientras estuvimos pensando que haríamos con ella, pues teníamos un poco de miedo de su primo, porque como ya se nos había pasado el efecto de la droga, no nos sentíamos tan valientes como antes; estábamos en un gran problema, incluso uno de mis amigos sugirió que la matáramos para que no dijera nada, pero en eso si no estuvimos de acuerdo la mayoría, nos daba miedo ser asesinos y además ya la habíamos hecho sufrir bastante; al final, decidimos que la amenazaríamos con matarla a ella y a su familia si decía algo o nos denunciaba, pues teníamos su identificación con su domicilio y sabíamos quienes vivían con ella. Parecía que ahí terminaría todo, pero no fue así, pues empezamos a tomar y de nuevo a consumir droga y poco a poco nos fuimos embotando los sentidos nuevamente; vimos a la chica desnuda y atada y volvimos a excitarnos, pensamos que no podíamos dejarla ir nada más así sin disfrutarla de nuevo y decidimos darle otra repasada. Ella dormía plácidamente sin saber lo que le esperaba.

La levantamos aún medio dormida y la hincamos en uno de los costados cortos de la mesita, le atamos una pierna casi en la rodilla a cada pata de la mesa, ella empezó a gritar: ¡Oigan que me hacen, no, déjenme ya por piedad! pero nadie le hizo caso, le pasé una cuerda por la espalda casi a la altura de la cintura y la até por debajo de la tabla de la mesa y aproveché para atarle la cuerda que ya tenía en las muñecas con esta última; en esa posición la dejamos mientras ella seguía gritando y maldiciéndonos, uno de mis amigos sugirió que la amordazáramos de nuevo, pero algunos dijeron que esa zona estaba muy sola y que nadie la escucharía, pero nuestro amigo nos explicó que cuando salió por el desayuno, vio gran actividad afuera, pues ya se había corrido la voz de la chava desaparecida y la buscaban por toda la colonia y vimos que tenía razón, pues si alguien llegaba a escuchar los gritos de la chica lógicamente investigaría ahí; por lo tanto, le volvimos a meter la panteleta en la boca y a sellarla con cinta para que no gritara. Para ponernos de acuerdo en el orden en que nos la cogeríamos, decidimos medirnos las vergas (Imagínate) y empezaría el que la tuviera más grande, luego el que le siguiera en tamaño y así sucesivamente; ganó un amigo que le decíamos el flaco, porque realmente estaba muy flaco, pero tenía la verga más larga de todas; a mí me tocó en tercer lugar.

El flaco se colocó detrás de la chava, que se retorcía, gemía y lloraba queriendo soltarse, pero el flaco se hincó e intentó meterle la verga en la vagina; pero por la posición en que la pusimos, ni la verga del flaco llegaba hasta la vagina, por lo que decidió cogérsela por el ano; metió un dedo en el ano de la chava que se retorció con más fuerza y el flaco le dijo: Mientras más te retuerzas más te va a doler, así que mejor flojita y cooperando. La chava se quedó quieta y el flaco se colocó atrás de ella medio en cuclillas, empezó a meter su vergón en el ano de la chica y vimos como ella cerraba los ojos y dejaba escapar tremendos lagrimones por el dolor que le inflingía la verga del flaco. El, sin miramientos bombeó con furia el culo de la joven durante un rato hasta que se vino dentro de ella. Al salir él entró otro y le dijo: pinché flaco, ya la dejaste bien abierta, a ver si siento algo; pero la verdad es que su verga era más ancha que la del flaco y al meterla en ano de la chava ella sintió igual o más dolor que con el primero; de la misma manera, masacró el ano de ella hasta que se vino, pero el se salió y llenó la espalda y las nalgas de la chava con su semen. Llegó mi turno, me detuve un momento y los demás me apuraron, les dije que no tenía prisa, que ella no se iba a ir y que estaba esperando a que el culo cerrara un poco, pues el anterior se lo había dejado muy abierto y no gozaría yo igual. Mis compañeros rieron con mis ocurrencias y me dejaron en paz. Cuando creí que era tiempo, me coloqué atrás de ella y le metí la verga poco a poco, una vez que la tuvo toda adentro, me quedé quieto unos segundos para hacerla sufrir más, pero más bien creo que sirvió para que se acostumbrara a mi verga y empecé a moverme; la agarré de los cabellos y entré y salí de su ano sin piedad, sintiendo un gran placer y gozando cada embestida. Pasaron unos diez o doce minutos y entonces me vine; sentí como salían chorros de semen de mi verga e inundé las entrañas de la joven. Al salirme yo, continuó otro y otro y otro hasta que nos la cogimos todos; cuando terminamos, vimos que aún había luz del sol, por lo que maliciosamente decidimos volvérnosla a coger y lo hicimos en el mismo orden y de nuevo por el culo; al final su ano quedó masacrado y sangrante de tantas cogidas. La soltamos y le dimos su ropa, le dijimos que se podía ir, pero que si nos denunciaba o alguien llegaba a saber lo ocurrido, la mataríamos a ella ya toda su familia. Ella, llorando nos juró que no diría nada y nos peguntó que diría en su casa cuando llegara, le dijimos que ese no era nuestro problema y que se largara de inmediato o nos la volvíamos a coger; ella se vistió y salió casi corriendo. Fuimos afortunados pues el monstruo en ese entonces estaba en la cárcel, pero después... (continuará)

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