Crimen & Castigo (3)

Continuación de serie de relatos.

Crimen & Castigo III

Me recosté sobre las mantas quedando boca arriba y me dispuse a la espera de tener sexo con un extraño al que no le tenía ningún aprecio, de hecho, me resultaba repugnante. El jefe se desnudó por completo y se sentó sobre mi pecho sin hacer demasiada presión, para no asfixiarme. Colocando una pierna a cada lado de mi cuerpo y sus glúteos sobre mis senos pasó una de sus manos hacia la parte posterior de mi cabeza he hizo que incline mi cabeza hacia delante, hacia su miembro, el cual sostenía con su otra mano y ya estaba introduciendo entre mis labios.

Chupa mi niña, muéstrame lo bien que haces esto. Ohhhh, que guarra que eres y con esa carita de ángel.

Mmmmm, coff coff – Es todo lo que atinaba a decir yo con ese miembro entre mis labios y causándome arcadas con sus profundas arremetidas. –

Usa tus manos, así nnghh.

Continué lamiendo y masturbando a este hombre hasta que ya se sintió completamente erecto y se dispuso a bajar hasta mi entrepierna. Pasó una de sus manos por mi vagina e introduciendo un dedo comprobó que estaba lubricada de sobra para contenerlo dentro mío. Colocó mis piernas por encima de sus hombros y tomándome de las caderas me acerco hacia él, me elevó la pelvis haciendo que mis glúteos se levantaran del suelo y comenzó a introducir, lentamente la cabeza de su miembro y siguiendo con el resto después, a través de mi estrecha pero sumamente dilatable vagina.

Si bien acababan de producirme un orgasmo animal hacía no mas de unos minutos, ya hacia unos meses que no usaba mi vagina plenamente, por lo tanto estaba bastante estrechada, y más aun para recibir un aparato como ese. El deslizar de esa herramienta de perversión a través de mí, haciendo que las paredes de mi cuevita se estrecharan como quizás jamás lo habían hecho antes abriéndose paso con sus marcadas irregularidades, venas y todo lo demás me estaba aniquilando, y he de reconocer que casi todo resultaba ser placer.

No pude más que arquear mi espalda clavando mis uñas en las mantas y morderme los labios para evitar gemir los brutales espasmos que me aturdían. El jefe se inclinó sobre mí y colocando mis brazos por encima de sus hombros comenzó a besarme la oreja, cuello y hombros mientras acariciaba mis pechos con una de sus manos. Seguía dentro mío y aun no sentía su pelvis contra la mía aunque ya llegaba muy dentro de mi con su pene, me miró a los ojo y lentamente lo introdujo en su totalidad haciendo que tenga que correr la cara hacia un costado para evitar mirarle a los ojos mientras mi rostro se retorcía por la sensación que me causaba. Sin comenzar a moverse, siguió besándome el rostro, el cuello y el lóbulo de la oreja mientras, oprimiendo los músculos de su pene, hacia que este se expandiera y contrajera dentro mío como si latiera.

Y ahora si empezaba el meta y sale, con un recorrido lento lo retiraba hasta hacer que el glande presionara las paredes de la boca de mi vagina, supongo que sabiendo la sensibilidad que tenemos allí las mujeres, y luego introduciéndolo hasta lo profundo de mi ser estirando las tejidos que se habrían al paso de la parte mas gruesa del miembro. Además cada vez que quería llevar mis manos a las mantas para mitigar mis gemidos, el desgraciado que además de follarme quería verme humillada las tomaba y llevaba nuevamente hasta sus hombros.

Durante el siguiente lapso todo fue él penetrándome y acariciando mi cuerpo con sus manos y boca mientras los demás miraban acariciándose por sobre el pantalón y filmando el desagradable acto desde todos los ángulos, haciendo incluso primerísimas tomas desde entremedio de mis piernas de mi vagina apretándose sobre los contornos de esa bestia que se me metía dentro. Luego de unos diez minutos en los que me penetró cada vez en forma más salvaje empezó a darme estocadas fuertes en clara señal de que estaba llegando a su clímax, esto se hizo más notorio cuando su miembro se tensó y comencé a sentir los borbotones de semen que comenzaba a vaciar en mi matriz, que si bien estaba tranquila por tener puesto el DIU me causaba un desagrado muy fuerte y lo único que deseaba era que termine cuanto antes para que saliera de mi interior.

Al fin y luego de descansar unos instantes sobre mí, retiro su pene ya un tanto flácido pero aun voluminoso de mi y noté como un pequeño hilo de semen mezclado también con mis propios fluidos escurría desde mi interior hacia mis glúteos.

Sin dejarme casi descansar pero ya con la respiración normalizada el flaco se me acercó al lado y me alzó en sus brazos llevándome hasta la trompa de un auto que se encontraba a unos metros de distancia, allí me apoyó y tomándome de los hombros me giro haciendo que quede parada sobre mis propios pies delante del auto pero con mi pecho apoyado sobre el frió metal.

Por un instante me asusté y creí que se le había ocurrido ir más allá, pero al ver lo tensa que me ponía incluso predispuesta a salir de allí corriendo en el estado en que me encontraba, me tomó nuevamente de los hombros y me aclaró – Tranquila, no te preocupes no intento nada nuevo – lo cual no me tranquilizaba por completo pero al menos no salí corriendo.

El flaco me tomó de las caderas e introdujo su pene en mi vagina pero desde detrás mío. La verdad es que desde un principio se notó que su intención no era la de degradarme o humillarme, su único interés era el de poseerme y acabar, probablemente dentro de mí, para salir y dejar al siguiente en su lugar. Su consideración respecto de mí no era más que el de una muñeca de trapo a la que fallaría y dejaría tirada por allí. Así, una vez que entendí esto traté de relajarme y dejarle hacer para que todo pase más rápido.

Además, no se si por ya estar dilatada o por ser un miembro más delgado, pero la verdad es que no me incomodaba tanto el que me penetrara. En ocasiones la rudeza con la que lo hacia, la cual solo le daba placer a él, me causaba un poco de dolor a mí, pero no era nada que no pudiera mitigar con unos minutos de paciencia y de morderme los labios.

Y como si trabajaran en equipo, como ya lo habían hecho la vez anterior, ahora también se acercaba el más gordo para entretenerse con mi cuerpo mientras aun lo hacia el flaco. Tomándome de los brazos el gordo me llevó hasta el borde lateral del auto que estaba a mi derecha dejándome cruzada en diagonal sobre la trompa del auto. El gordo me tomo de los cabellos, no tan fuerte como para lastimarme pero suficientemente rudo como para incomodarme, e introdujo su miembro en mi boca. El flaco levantó mi pierna izquierda quedando mi rodilla apoyada sobre el auto y dejando mi entrepierna aun más separada de lo que estaba lo cual facilitaba una penetración más profunda.

La verdad que jamás había siquiera pensado en la idea de estar con dos hombres al mismo tiempo y menos aun mientras me penetraban uno por la boca y el otro vaginalmente, pero la verdad es que tenia ganas de acabar lo más rápido posible y si tenia la suerte que tuve la vez anterior de que el negro no quisiera su parte, en cuestión de minutos abría acabado. Así que para que deje de jalarme de los pelos y para apresurar su clímax comencé a masturbarlo con una mano y a engullir ese desagradable miembro con mi boquita.

Estuvieron dándome por mi vagina y boca durante unos diez minutos más hasta que repentinamente, como si estuvieran coordinados de antemano, me alzaron en el aire y me recostaron boca arriba sobre las mantas. El flaco se colocó casi sentado a un lado de mi rostro y girando mi cara hacia un costado me forzó a que ahora se la mamara a él. Mientras, el gordo se colocaba con su asqueroso trasero sobre mi abdomen e introducía su miembro entre mis pechos usándolos para apretarse a si mismo y haciéndome una penetración a mis tetas o masturbándose con ellas si así prefieren llamarlo.

Sé que una chica que se dejó penetrar desde atrás por un hambre de quien no sabia siquiera su nombre mientras mamaba el miembro de otro no tiene mucha autoridad para quejarse pero la verdad es que no se imaginan el asco que me producía el contacto de ese pene que supuraba fluidos por todos lados con mis lindos y cuidados senos. Además ya me imaginaba a donde irían a para todos los asqueros chorros de semen que saldrían cuando le llegara el momento.

Fue cuestión de minutos hasta que el gordo con grandes mugidos como los de un animal comenzó a vaciar su carga sobre mi pecho y rostro, y para colmo, lo único que me podría producir más asco que todo lo que ya me había sucedido era que ese tibio y espeso fluido entrara en mi boca. Por lo cual tuve que apretar mis labios contra el miembro del flaco para que no quedaran hendiduras por las que el semen que se estrellaba y resbalaba en mi cara pudiera entrar.

Cuando el gordo se agotó, el muy animal se dejó caer sobre mi estomago quitándome todo el aire, además ya podía escuchar lo gemidos del flaco por lo que mi reacción instantánea fue la de correr el rostro hacia el otro lado para que no se le ocurriera meterse dentro de mi boca para vaciarse allí. Por suerte, esto lo pude evitar y tuvo que contentarse con llenar mi rostro y pelo de su abundante semilla.

Pasaron dos, tres o algunos minutos más y tanto el gordo como el flaco se fueron de mi lado dejándome allí tirada con el pecho, rostro y cabellos cubiertos por ese semen abundante el que además escurría desde el interior de mi vagina. Tomé una punta de la sabana y me comencé a limpiar rogando que todo hubiera terminado, pero para mi desgracia no fue así. Mi tortura recién comenzaba, cuando me iba a llevar la sabana a la entrepierna para limpiarme allí abajo también el negro se acercó a mi lado.

No blanquita linda, déjate allí abajo como está, necesitarás la lubricación.

No, estoy agotada. Por favor, se lo suplico – Le dije al negro, el que además de el agotamiento que tenía me producía un terror abismal. No sabia que tan cierto sería el mito de los hombres de raza, pero si era como decían estaba segura de que no podría soportarlo dentro. –

¿Acaso crees que nunca iba a reclamar mi parte?

El negro, que se encontraba parado a mis pies, bajó el cierre de su mameluco de trabajo y lo dejó caer. Les juro que palidecí al ver lo que de entre esas piernas colgaba, era un costal de carne negro y venoso con una cabeza negra que era casi tan grande como mi puño cerrado. No se si estaría alucinando por el miedo pero parecía tener no menos de treinta centímetros de largo y seis de diámetro. Automáticamente cerré mis piernas y me tapé la cara con mis manos quedando de lado y en posición fetal. El negro se acomodó a mi lado, mejor dicho a mis espaldas, y comenzó a meter dos de sus dedos en mi vagina desde detrás mío. Ya el tamaño de los dos dedos que introducía y sacaba de mí resultaban suficiente para que creyera me penetraban, cosa que sabia no estaba sucediendo ni remotamente, y que me daba un indicio de lo mucho que me exigiría cuando realmente lo realizara.

Vamos blanquita tierna, ponte boca arriba y abre tus piernas que si te penetro desde aquí atrás te desgarraré

Nooooo, snifff, por favor déjame usar mi boca para complacerte, te juro que lo haré con toda mi voluntad. – Le imploré esperanzada en que me dejara mantener ese animal que tenia por pene lejos de mi intimidad –

No, no, no… Elige si quieres que lo hagamos así como estas o prefieres acomodarte mejor pero tendrás que cobijarme en tu linda, estrecha y blanquita cuevita.

La verdad es que tenía razón, si me metía esa bestial carne en mi vagina desde atrás y con las piernas juntas, me iba a desgarrar. Así que junté todo el valor que tenia y me dispuse a ser poseída por primera vez en mi vida por un hombre negro y a soportar lo mejor posible el dolor que me produciría. Giré y me puse boca arriba con mis pies apoyados en el piso y cerca de mis glúteos esperando que él se encargara del resto. Miré hacia él, quien se encontraba entre mis piernas pero aun no hacia nada y vi, para mi fortuna, como se colocaba cantidades de lubricante a lo largo del taladro con el que me penetraría. Luego colocó una gran cantidad del mismo lubricante sobre la palma de su mano y comenzó a esparcirlo por la entrada de mi vagina, colocó otra gran cantidad en la hendidura que se formaba cuando unía sus dedos mayor e índice para luego introducirlo por dentro de mí lubricándome también por dentro.

En un momento sacó sus dos dedos y los volvió a introducir pero ahora de a tres. Por suerte yo ya estaba bastante dilatada por los penetraciones que me venían dando desde haría ya una hora y esto sumado al lubricante me ponía en condición de recibir con toda facilidad un miembro normal. Claro está, el desafío que tenía por delante demandaría más que lo necesario para un miembro normal y lo estaba por comprobar.

El negro me tomó de la cintura y me indicó como tenía que arquear la espalda hacia arriba al tiempo que separaba mis piernas y llevaba mis rodillas hacia mí. Me tomó con una mano de la cintura asegurándose que no me moviera y ayudándose con su mano libre encaró la punta de su pene hacia la entrada de mi temerosa cuevita. Puede que mis capacidades para dilatarme fueran superiores a las que creía o que ya estuviera muy dilatada, pero tengo que reconocer que, si bien sentía como esa descomunal cabeza se abría paso hacia mi interior, los primeros instantes no resultaban tan dolorosos como imaginaba.

Los primeros movimientos fueron cortos y bastante lentos, el hombretón se limitaba a penetrarme solo con la punta de su pene y no la llevaba más a dentro que unos cinco centímetros, y si bien esto no era poca cosa pues podía sentir la entrada de mi vagina apretándose contra ese animal no me resultaba inllevable. Y luego vino lo peor, el negro me tomó las piernas a la altura de mi muslo casi a la altura de mis rodillas y separándolas al tiempo que las llevaba hacía atrás comenzó a introducir más y más su pene hacia mi matriz. Ahora si que gritaba entre dientes para soportar la dolorosa apertura que me causaba. Rogaba que sus peludos testículos golpearan de una vez mis glúteos en señal de que me la había introducido toda para que por fin la retirara.

Esperé y esperé pero el animal me seguía castigando con esa eterna penetración, no podía creer lo profundo que se estaba introduciendo hasta que comprendí que sus testículos jamás tocarían mis nalgas, jamás las tocarían por que pude sentir como la punta de es pene comenzaba a empujar contra mi matriz haciendo que el DIU que me había colocado me raspara al tiempo que era arrastrado hacia dentro.

Por favor, snifff snifff, salte de una vez, me estáis desgarrando. Agnnnnnn, uffff ya, salte un poco por favor.

Lo estas llevando muy bien, tienes una buchaca mi linda y apretada pero te abres bien.

Ya retrocede un poco, ayyyy.

Cuando ya no pudo llegar más a dentro se detuvo a contemplarlo, se quedó allí por un instante y lentamente comenzó a retroceder. Sentía como si me hubieran anestesiado, por un momento mientras el negro se retiraba centímetro tras centímetro, el dolor mitigó y sentí ya sin tanto dolor como la corona de esa cabeza fálica barría las paredes de mi canal. Luego de dejar solo la cabeza dentro mi vagina para que me recuperara, empezó una nueva penetración, no tan intolerable como la anterior, pero si suficientemente dolorosa como para que los otros tres hombres que miraban y filmaban atentos lo que me hacia pudieran reírse y deleitarse con las contorciones en mi cuerpo y cara que involuntariamente realizaba para mitigar el aun infernal dolor.

Luego de introducirse de la misma manera durante un par de veces más, posó mis piernas sobre sus hombros dejándolas más juntas una de la otra y mientras con uno de sus brazos las sostenía en su lugar, cosas que por el dolor y faltas de energía yo no podía hacer, con la yema del dedo pulgar del otro brazo empezaba a frotar en círculos mi clítoris. Yo solo podía apretar la punta de las sábanas entre mis dientes y gemir por dolor, aunque he de reconocer que también me causaba algo especial la sensación de lleno total que me daba con su humanidad entrando y saliendo de mí.

Cuando notó que ya las penetraciones no eran lo dolorosas que resultaban en un comienzo, acelero el ritmo y la profundidad de sus arremetidas así como la velocidad con la que acariciaba mi clítoris. En un momento fue tan profundo lo que me penetró que tras sentir que un pequeño chasquido en la base de mi útero caí en cuentas de que me había corrido el DIU fuera de lugar, lo cual además de no protegerme de posible inconvenientes me estaba raspando.

Espérate, aucchhhh, porrrr favv..nnggg…vor, algo pasó. Creo que se corrió el DIU

Si, lo noté ¿porqué te pones esas cosas? – Dijo el negro que al menos fue piadoso y no siguió moviéndose.

Déjame acomodarlo, ¿Si?

Separa tus piernas, yo lo hago.

Pero no, dej

Vamos, ábrete que lo acomodo o dime que sigo bombeándote.

Sabia que no se haría problema en el dolor e incluso daño que me pudiera causar así que separé mis piernas, como me lo indicaba, y le dejé introducir sus asquerosos dedos dentro mío para que acomodara el DIU. Me llamó la atención que de repente desapareció toda la incomodidad que el dispositivo me causaba pero lo atribuí a lo atormentada que había estado mi vagina en todo este tiempo.

En cuanto saco sus dedos se recostó sobre mi y comenzó a penetrarme nuevamente y ahora realmente lo hacia con normalidad, o si se quiere, con el ritmo que un muchacho de tamaño normal lo haría. Yo me sentía desmayar con las arremetidas que me daba y con las profundas estocadas que de cuando en cuando me producía empujando mi matriz hacia mi estomago. Me extrañaba que a pesar de lo profundo que llegaba, ahora incluso a mayor ritmo, el DIU no se hubiera vuelto a desacomodar y no me produjera ninguna molestia. Pero mas allá de lo que me extrañaba, suponía que habría quedado pegado contra mi matriz. Y para mi horror constate, cuando el morocho me mostró la palma de su mano, que en realidad lo que había hecho era retirarlo de mi interior.

Nooo… nggnnn, uufff, que haces. Sallll… teee deee dentro mío, me preñarás… por favvv... vor. – Musitaba con la respiración entrecortada por los topetazos de sus arremetidas. –

Disfrútala mi niña, ya te llenaré con mi semilla.

NOOOOO, sal de dentro mío, nghnnn. – Le gritaba yo entre jadeos al tiempo que trataba inútilmente de sacármelo de encima. –

Hagamos esto, yo salgo de dentro tuyo pero tú tienes que hacer algo por mí.

Si, nghnn, lo que quiera, pero… áhnngnnnnnng… sal.

Bueno, yo salgo si te tomas mi lechita. ¿Quieres?

¿Eh? ¿Qué quieres decir? – Pregunté mientras al mismo tiempo interpretaba lo que me había dicho – Nooo, salte.

Elije, o tomas mi semilla en tu linda boquita o lleno tu linda chochita con mi leche.

No, por favor. Sal ¿Siiiii?

Quiero hacer… ufff… alguna de las dos cosas. Nghhn… tú elige cual quieres. Pero hazlo rápido… nghhh… por que mucho más no voy a aguantar

¡ESTÄ BIEN¡ Vamos tráelo a mi boca. – Le dije indicando cual era el menor de los males al que me habría de someter –

Tomándome con sus brazos me alzó en el aire si desincrustarse de mí, me llevo hasta el sillón en el que me habían sometido un rato antes, me sacó su miembro y me recostó con mis piernas hacia el respaldo y mi cabeza colgando hacia atrás. Se colocó de rodillas detrás de mi cabeza e introdujo su descomunal cabeza en mi boca, en realidad solo colocó la punta por que mis dientes no se separaban lo suficiente como para que pudiera entrar entera. Me indicó que lo masturbara con mis manos, y no me tuvo que decir nada respecto a mis labios por que con el tamaño de semejante "cosa" inevitablemente quedaban pegados a su alrededor.

Luego de no mas de un minuto en el que apoyando su mano sobre la mía se masturbó mediante mi mano a un ritmo acelerado, esa protuberancia negra se hinchó al punto que creí que me rompería las fauces y comenzó a derramar y golpear chorros de semen en mi boca y garganta. Yo creo que debe haber estado eyaculando dentro mío por unos treinta segundos cuando menos. Seguido lo cual, el muy maldito, metió dos dedos entre mis dientes para que no pueda cerrar la boca y tapó mi nariz. Obviamente sin poder juntar los labios no podía escupir todo el semen que llenaba mi garganta, y cuando contener la respiración no me fue más posible no me quedó otra que TRAGAR. Nunca hice algo tan repulsivo y horroroso, el semen de ese negro tan espeso como un yogurt se deslizaba por mi garganta hasta mi estomago y bañaba todas las paredes de mi boca y labios.

Cuando por fin me soltó me giré y me atacaron arcadas, me mareaba el desagrado de lo que me habían hecho hacer, a punto tal que unos instantes después vomité. Vomité lo poco que tenia en el estómago, y el semen que se reconocía entre lo demás. Cuando las arcadas terminaron, me enrollé en el piso en posición fetal y me quedé allí por un buen rato.

Me vinieron a levantar una media hora después con mi ropa, la dejaron allí en el piso y me indicaron que me vistiera, ellos me pedirían un auto. Con las pocas fuerzas que me quedaban me coloqué la ropa como pude y me fregué el semen que tenia aun en la comisura de mis labios y mentón.

No dije palabra alguna hasta que llegó el auto, lo único en lo que pensaba era en llegar a mi casa, bañarme y dormir hasta que hubiera olvidado todo. La verdad es que no se como subí hasta el auto y apenas recuerdo que le indique al auto que me dejara en la esquina para que no supiera cual era mi casa. Es más, no recuerdo haberle pagado, cosa que sin lugar a dudas no hice pues no tenía dinero.

Los siguientes días fueron de confusión, y más allá de haberme bañado y lavado los dientes varias veces, no recuerdo más de esa noche. Si les puedo decir que estuve dolorida y caminando como podía por al menos una semana. Molestias que ya ni se como justifiqué en mi casa. Lo que sí recuerdo es que, cuando me acompañaban hasta el automóvil que me llevaría a mi casa, el jefe se acercó a mi oído y me dijo.

Descansa mucho, todavía falta alguna cuota más.

Continuará