Criadita provocando

Una joven y bella mujer se encuentra arreglándose en un lujoso baño que curiosamente no es el suyo.

Una joven y bella mujer se encuentra arreglándose ante un inmenso espejo en otro lujoso y brillante cuarto de baño. La suntuosidad del lugar contrasta notablemente con la verdadera posición social de la bonita hembra. Atanasia, en concreto, que así se llama la joven mujer, no es por contra de lo que pudiera pensar cualquier chaval que espiárala de puntillas mirando por la ventana, la propietaria de los deslumbrantes lujos que la rodean. Atanasia no es más que una humilde criada de la suntuosa tanto baño como mansión entera. Humilde que diríale una persona de alma humilde pero que otra persona realmente observadora calificaría a Atanasia como un ser que aún hubiendo nacido entre unas pocas adineradas piernas pudiérala ocupar un grandioso trono al lado del gran rey que habría conquistado con, la pureza de su belleza y la completidad de su persona.

Esta bella persona se encuentra en un baño del que alguna que otra vez, humildemente, se ha encargado de limpiar siguiendo su humilde profesión de criada de la gran mansión. Pero ahora no está en su horario laboral y si ha venido aquí es porque lleva Atanasia pensadas muchas más cosas de las que se pueden responder con cualquier pregunta a hacer. Atanasia se acaba de duchar en un baño, ajeno. Este no es su baño ni por supuesto su habitación. Este es el baño del señor Demetrio, el regio dueño de la mansión que no ha conseguido con fáciles herencias sino por las duras y a la vez triunfantes batallas que ha liderado en su vida. El señor Demetrio es quien aceptó a trabajar a Atanasia en la casa hace 8 meses de la misma manera que aceptó hace tres años al domador de caballos Pietro o hace, 30 años, a su madre Calixta. Calixta, la madre de Atanasia. Que viendo a su hija en plenas condiciones de empezar a dibujar su propio destino en la vida la propuso a su patrón para entrar en la plantilla del servicio doméstico.

Atanasia se encuentra ahora mismo con una toalla enrollada alrededor de su cilíndrico cuerpo. Sabe la mujer que es bella pero aún así se mira en el espejo y se peina algún que otro pelo con la única pretensión de que alguien dentro de 5 minutos, o dos horas, la encuentre aún ante "su" espejo arreglándose. La intención de Atanasia cuando la encuentre quien la tiene que encontrar no es que le pregunta "qué hace ahí" sino que directamente "lo comprenda". El señor Demetrio es un hombre . . . . rico, inteligente, bondadoso, cuidadoso . . . es el principe azul no de una ignorante adolescente, sino de practicamente el total de ignorantes y no tan ignorantes adolescentes y no tan adolescentes de la villa de Corleone. Es conocido y respetado en la villa por todos los hombres y mujeres de ella, y casi diríase que hasta los pollos o corderos efectúan una reverencia al pasar él, para mostrarle su respeto y ofrecerse en carne para su mesa.

Atanasia sabe todo esto; sabe que el señor Demetrio es el más noble varón en 100 millas a la redonda para cazar o dejarse cazar por este. Sabe también que al ser este un preciado tesoro muchas mujeres han intentado conquistarlo antes que ella. Pero al continuar el señor Demetrio viudo-soltero significa que ninguna de ellas lo ha logrado o como mínimo por más de una noche. Esta noche sólo puede tener un resultado para Atanasia; triunfo si despierta a la mañana siguiente en la misma cama ajena que ha arreglado antes de ducharse y quedarse en ella sin hacerla de nuevo, o derrota si despierta en la misma cama pero con las instrucciones de volver a su particular habitación, no de esposa sino de criada. Atanasia mira en el espejo una bella imagen que a casi cualquier persona le gustaría contemplar eternamente; su cara. Pero no es su propia cara la que quiere ver sino la de su presa que según tiene calculado no puede tardar mucho en llegar.

Por fin oye Atanasia un ruído.

-clack-clack-

Es la puerta de la habitación que se acaba de abrir, y no puede ser nadie más que Demetrio que vuelve de su jornada para obtener un cálido descanso en su cama. Pretende Atanasia que no descanse tanto por voluntad propia. Mientras oye la mujer diversos ruídos en la adjunta habitación sigue arreglándose el pelo y los ojos. Lleva haciendo esto 1 hora entera, técnicamente tendría que estar ya arreglada del todo, pero no lo estará hasta que haya alguien que pueda darle su opinión, y ese alguien esta a punto de entrar.

-clack-clack-

La puerta del baño se abre y los pasos que se disponían a entrar se quedan inmóviles ante la puerta observando lo que no se esperaba ver dentro.

-Atanasia: hola.

-Demetrio: hola, no esperaba encontrarte aquí.

-Atanasia: por supuesto, no es lo normal.

Dice la mujer sin dejar de mirarse al espejo y a arreglarse un ojo con un pincel de maquillaje con más atención que en ningún otro momento. Los pasos se atreven finalmente a entrar en su particular baño pero no para lo que hace normalmente en el retrete sino para contemplar lo que inusualmente se encuentra esta noche. Demetrio se acerca a la que se maquilla Atanasia y se detiene cuando esta puede vigilarlo bien desde su reflejo en el espejo. La mujer se mira a si misma mientras se maquilla pero de reojo mira al que espera capturar sujeto. Demetrio es hombre al que han intentado conquistar de muchas maneras sin conseguirlo, este nuevo método no es que sea mucho más complejo que lo anteriores, pero la simple y natural manera de hacerlo o quizá la concreta persona que lo ejecuta lo hace totalmente diferente. Atanasia sigue maquillándose ante el espejo sin mostrar ningún temor por lo que pueda hacer el que espera haga algo. Deja abrir los labios inintencionádamente para delimitar con perfección la línea que se pinta encima del ojo. Demetrio observa todo esto y opina que no pasará nada si descuidádamente le pasa una mano por el cuello, que es lo que hace.

Demetrio se pone tras de la mujer a tocar de ella y posa una mano en su hombro. No espera el varón alguna reacción de ello por lo tanto no es esta mostrada. Atanasia se sigue maquillando y si tiembla alguna cosa en ella está ello tan dentro de su corazón que no se muestra. Demetrio, esperando que la mujer muestre algún signo de debilidad, une sus labios al cuello de esta pero ni cubriendo de saliva su cuello con la ayuda de su lengua consigue que detenga ella su maquillaje y caiga en sus redes. Se contempla en el espejo una imagen fuertemente surrealista; una humilde y debota empleada del servicio es besada en el cuello por un hombre admirado y deseado por muchas de las confesas mujeres de la comarca y conjurado entre sábanas por otras tanto chavalas en la región. Pero la humilde mujer a la que envidiarían miles viéndola ser besada en el cuello por aquel que la mayoría consideran inalcanzable no muestra reacción alguna ante tan ansiada atención de precisamente aquel a que admira ella misma.

-Demetrio: muac, muac, ¿qué quieres? muac.

Atanasia se sigue maquillando el ojo pero concede respuesta a su amo diciendo:

-Atanasia: ¿qué voy a querer? Estoy en tu baño y sólo me cubre una toalla. Mi pelo está mojado porque recién duchada estoy. ¿Qué querría una joven mujer como yo con ansias de jugar como una niña y moverse como una mujer?

-Demetrio: pues me lo huelo pero no estoy totalmente seguro. Porque te he besado el cuello y no has tenido reacción.

-Atanasia: me gusta que me beses el cuello... sigue.

Demetrio continúa a las órdenes de Atanasia su besuqueo y mientras le chupa las venas que le sobresalen del cuello, pasa sus manos hacia adelante y desabrocha la toalla para dejarla caer. La toalla tiene un grandioso efecto al caer al suelo y es que destapa unos voluminosos y tiernos pechos. Ternura mamaria que es comprobada por un par de manos que vienen de atrás y los toman para inchar el alma de la mujer con su amasamiento.

-Atanasia: mmmm.

Tenues gemidos escapan de la garganta de Atanasia mientras son efectuados diversos manchares en sus pechos que insuflan aire de excitación hacia dentro de ella. Mientras una mano sigue arropando uno de los pechos, la otra mano desciende para ofrecer cuidado a otro punto que seguramente lo agradecerá tanto o más. La mano de Demetrio juega un poco por el exterior de la vagina de Atanasia consiguiendo con ello que no se detenga el aire que repetidas veces sale de la garganta de esta alterado por las cuerdas vocales de la mujer.

-Atanasia: uhmmm, mmmm.

Cuando un valiente dedo se atreve a entrar en el sagrado orificio que oculta la tenue pelumbre, otro más fuerte gemido de la mujer revela que le han encontrado su punto débil.

-Atanasia: aaaaaaah.

Tal efecto ha sido causado por un insustancial, corto y delgado dedo, pero la excitación que siente la mujer ante la prueba que se le presenta en que pone en juego su propio destino, hace que sienta ese dedo entrarse en ella como el que había estado esperando toda la vida.

-Atanasia: aah, aaah, aah.

El dedo sigue saliendo y entrando imposibilitando a la mujer que calle, no tiene que tener esta miedo alguno para restar silente pues se encuentra en los más privados aposentos de la mansión. La boca del señor no ha detenido su húmeda plática y ahora mete ofensivo su lengua en la que a la que deberíale mostrarle obligado respeto oreja de su criada. Se ve ella superada en toda faz por esa lengua que se le mete en la oreja y ese dedo entrepiernas. Por lo que abandona su lucha por ponerse difícil y llévale una mano hacia atrás para abrazar lo que pueda del que aún no ha visto de caras hombre. Demetrio sabe que se le ha sido entregada como muchas otras mujeres ahora la particular criada Atanasia, pero el conjunto de la relación le impulsa a entregarse también él para gozar los dos a la vez del mismo sentimiento el uno por el otro. Atanasia se gira de improviso y sorprendiéndole cierra los ojos ante su cara para esperar que él cumpla el deber que le impone su fama o el que le impone su misma alma, ella sabrá reconocerlo como tal se dé. Demetrio cierra también los ojos y cumple su deber besando la mujer de no sabiéndola qué exacta manera, pero sí la que considera la mejor. La criada y el señor se besan en un inequilibrado enfrentamiento de fuerzas; ella está totalmente desnuda y él aún lleva las mismas prendas que llevaba al salir de casa esta mañana o al volver. Atanasia desabrocha, sin abandonar la lengua de su querido, los pantalones del señor Demetrio. No llega a tocar la verga de este ni cuando los pantalones caen al suelo ni cuando lo siguen sus calzoncillos. Cuando presiente seguro que nada vallará su acceso entre su boca y el pene se agacha y la traga de un tirón.

-Atanasia: gorbl.

-Demetrio: mmmm.

El señor Demetrio es un amante más bien impositorio y toma la cabeza de su criada para que aprenda esta a soportar como una verga entera se mete dentro de su boca.

-Atanasia: gooorbl, gooorbl, goooorbl.

La criada efectúa una formidable mamada, tan calientes son sus labios como su lengua como el fondo de la garganta hasta donde llega la cabeza del pene. En un momento dado el impositor Demetrio toma la cabeza de Atanasia y la aprieta contra él sin darle lugar a escapatoria. Ella se siente puesta a prueba con la verga entera a lo largo de su garganta por lo que muestra el valor con que habíase propuesto conquistar al señor y ni tose, ni escupe, ni lagrimea. O como mínimo se traga sus propias lágrimas consiguiendo con este tan simple gesto la victoria que tan difícil creyó alcanzar. Cuando el señor Demetrio cree que ha sido suficiente retira la mano de la nuca de la criada y esta no escupe inmediatamente la verga sino que después soltarla y llevar sus labios al capullo, la vuelve a tragar otra vez enteramente asegurándose su propia valentía.

-Demetrio: muy bien Atanasia, ¿porque te llamas así verdad?

Atanasia escupe finalmente la verga y después de levantarse para poder hablarse a la misma altura del señor responde;

-Atanasia: sí, soy yo.

Dice con una gracil sonrisa propia de vencedora. De nuevo Atanasia y el señor Demetrio se besan ante el espejo pero esta vez ya no se suponen a ellos mismo inferiores o superiores del otro sino a la misma altura que esperan conservar durante muchos años. Mientras se besan Demetrio se va desnudando y cuando está por fin como Dios le trajo al mundo, levanta a la mujer y reposa su trasero en la pila. No se está para muchos intermedios ahora pues siente unas terribles ganas de estar dentro de su criada pero no en plan de la habitual obligación que siente normalmente al estar con una mujer, sino con verdaderas ganas de meterse en ella hoy, mañana y cuantas noches más vengan. Le mete la verga de un golpe y el fiero lamento que sale de la garganta de la mujer que se le ha entregado por voluntad propia no detiene tampoco la fiera pasión con que quiere dar lo mejor de si mismo al entrepierna de su criada.

-Atanasia: ooooooh, aaah, aah, aaah, aah, aaah.

La cintura del señor impacta contra la cadera de la mujer produciendo un sordo bofeteo que es, peró, silenciado por los dementes gemidos que escapan de la garganta de esta. Gemidos de placer, sufrimiento, amor, entrega, satisfacción. Un sin fin de sentimientos son necesarios para llenar el rotundo volumen de los chillidos que no daría otra mujer de no haber obtenido lo que ha obtenido hoy la joven Atanasia.

-Atanasia: oooh, señor Demetrio, mmm, mmm.

-Demetrio: no me llames señor, a partir de ahora puedes llamarse Deme. O puedes llamarme como quieras hacerlo porque una esposa puede llamar a su marido como quiera.

-Atanasia: oooh, sííí, sííí.

Dice Atanasia abrazándose a la espalda del que le ama, sin dejar de soltar chillidos casi a la misma oreja de su futuro marido.

-Atanasia: síííí, sííí, señora de, mmm, Demetrio, mmm, mmm.

-Demetrio: claro, umf, umf, mañana haremos, umf, el cambio y tu habitación pasará a ser la mía.

-Atanasia: vale, uhmm, mmm, pero, aún quedan muchas horas para mañana, uhmm, uhmmm.

-Demetrio: tienes razón, umff, mmff, vamos a aprovecharlo, umf, umf.

El señor Demetrio da una jugosa luna de miel a su nueva esposa. La folla amorosamente casi hasta que el temprano sol de agosto sale por entre las montañas. Cuando llega este momento se ve el hombre privado de la energía que ha gastado como todo ser vivo en algo que la requiere. En este momento el señor Demetrio saca la verga de la vagina de su reciente mujer y riega con la leche que le sale un pequeño bonsái que cuida sus noches desde su mesita. A partir de esta noche van a cuidar de él dos cosas queridas; su bonsai y su mujer.