Criadita en el baño
¡He sido aceptada para trabajar en casa de la prestigiosa familia Sanchez!
-¡Fenomenal! he sido aceptada para trabajar en casa de la prestigiosa familia Sanchez! Aún no haze ni 5 minutos que me han comunicado la noticia, que ya estoy haciendo mis maletas y revisando todo lo que quiero llevar conmigo. Pues al irme a trabajar en el servicio de la gran casa, también me iré a vivir en ella. Me será entregada la correspondiente habitación de criada y viviré en ella, ¿quizá para siempre? quien sabe, la verdad es que me encantaría pertenecer a tan noble casa para siempre. Cojo mi ropa más nueva, desechando la que voy arrastrando desde pequeña, les recuerdo que tengo 14 años. No soy lo que se dice una mujer, pero tampoco soy una niña, y como mínimo a partir de mañana, cuando empezaré mi trabajo, trataré de demostrar que ya no soy una niña y que puedo trabajar como la más gran mujer.
Una vez echos los paquetes, me pongo el pijama y me tumbo a dormir, pero oooooh, la impaciencia me come y no hay manera de desmayarme a mis sueños. La noche se haze larguísima, hago multitud de viajes de mi habitación a la cocina, para matar y rematar 200 veces el gusanillo del hambre. Entre tantas incursiones de golotonería seguro he despertado a mis padres más de una vez. Pero ellos me comprenden, saben que llevaba desde este verano esperando la noticia y conociéndome, entienden perfectamente que no iba a ser otra la respuesta. Creo que consigo dormir un poquito, apenas un par de horas, ¡bah! no necesito más. Apenas son las ocho de la mañana cuando yo ya he ido a comprar el pan, me he almorzado, he limpiado lo poco que se presentaba limpiable, y estoy dispuesta en el patio contando cada uno de los minutos del reloj del campanario que se ve desde él.
-Agujita mía, necesito que te pongas encima del 9, va hijita, adelante, que sé que tú puedes.
-Nang-nang-nang-nang-nang-nang-nang-nang-nang.
-Por finnnnnn- las 9, ya puedo ir a mi soñada casa. Entro en mi cocina y doy los buenos días a mis padres, les doy un beso a cada uno y con un ensordecedor ADIÓS me despido de ellos. Mi maleta me pone alguna que otra dificultad para correr, pero yo puedo con ella y acabo saltando de losa en losa para llegar puntual a mi sueño echo realidad. En tres minutos he llegado a ella. Me recibe en la puerta un elegante y negro portero, negro literalmente, de la África negra.
-Negro: buenos días, ¿es usted la señorita Graciela?
-Graciela: sí, soy yo, ¿me estabais esperando?
-Negro: sí claro, como portero de esta casa sé todas la visitas que se esperan diariamente, y si no me equivoco, usted se dispone a trabajar en el servicio doméstico.
-Graciela: síiiiiii, ¡oh qué ilusión, nunca me habían esperado en la puerta grande en una casa tan grande como esta!
-Negro: pues celebro tan grandemente como usted su alegría, cuando usted quiera, podrá pasar adentro para entrevistarse con madame Melchor, la gerente del servicio, que le acompañará a su celda y le informará de toda tarea que le corresponda.
-Graciela: pues que así sea, gracias por todo señor.... eh, ¿como se llama usted?
-Negro: Baltasar para servirle, si en algún momento necesita algo, no tiene más que pedírmelo.
Con estos buenos deseos voy entrando a la casa, una vez ahí, no sé más que dirigirme adonde haya más ruído, la cocina. Allí dentro encuentro diversa gente, hay una par de chavalas un poco más grandes que yo, y un chico que tendrá unos 20 años, guapísimo, pa qué obviarlo. También hay una mujer que se la ve más grande que las demás, además de más gorda. No es que yo sea una hada del bosque, pero tampoco soy el balón que se me acerca y me dice.
-Balón: ¿Graciela, eres tú?
-Graciela: sí, soy yo, ¿es usted madame Melchor, la gerente del servicio?
-Madame: sí, soy yo, tu habitación es la sexta que encontrarás a la derecha si subes las escaleras, deja ahí todo tu equipaje porque te esperan diversas tareas, esto no es un hospedaje de reposo sino que vienes aquí a trabajar.
-Graciela: por supuesto, a eso vengo, ahora mismo regresaré preparada.
La sexta habitación a la derecha que encuentro arriba las escaleras es pequeñita, pero yo la haré acogedora, lo primero que hago es colgar el santo Cristo en la cabezera de la cama. Esta cruz me viene acompañando desde el día que nazí, y por nada del mundo la iba a olvidar en ningún sitio. Meto de un empujón toda mi ropa en el armario, ya la ordenaré después, me pongo un batín que me esperaba plegado encima de la cama, y vuelvo a la cocina a esperar órdenes.
-Graciela: ¡a sus órdenes mi señoría!
-Madame: menos coñas, vete a la lavandería y recoge 7 sábanas, 2 dobles y 5 simples. Con ellas tendrás que hacer las camas de los señores Sanchez, los señores Hurtado, el señor Palomo, el señorito Javier, la señorita Andina, la señorita Irina y el señorito Gustavo.
-Graciela: uy, espero no perderme.
-Madame: si tienes alguna duda pregúntamelo o pregunta a cualquier de tus compañeros.
-Graciela: de acuerdo, así haré, hasta luego.
Me encomiendo ahora a la tarea encomendada, en la lavandería me cargan de sábanas, con ellas me dirijo a las habitaciones de los señores y me cuesta un poco coger el ritmo, pero en un par de horitas están todas echas. Durante ellas me he ido encontrando con mis nuevas compañeras, una se llama Inma y la otra Alberta. Ellas me hablan un poco de la casa y quien la habita. Los señores Sanchez son por supuesto los amos. Los señores Hurtado son unos amigos que estarán aquí una temporadita. El señor Palomo es el patriarca de la familia, padre del señor Sanchez. El señorito Javier, la señorita Andina, la señorita Irina y el señorito Gustavo, son los hijos de los señores Sanchez. Pero solo Javier e Irina son nietos del señor Palomo, pues la actual señora Sanchez son las segundas nupcias del señor, y los verdaderos abuelos de Andina y Gustavo no viven aquí.
Inma y Alberta tienen 17 y 18 años respectivamente, trabajan aquí desde la misma edad que tengo yo ,y parece que se cuida muy bien al servicio en esta casa, pues se las ve hermosísimas. El día prosigue sin mucha más novedad. Me son encargadas tareas en la lavandería. A las dos comemos todos, los señores en su comedor y nosotras en la cocina. Donde conozco a Paco, el chico que me impresionó esta mañana nada más entrar a la cocina. Se lo sigue viendo guapísimo, pero entre tanta hembra poco puedo hacer yo, pienso.
Por la tarde vuelvo a encargarme de otras cosas. Durante ella conozco a los señores Sanchez con quienes tengo un ligero intercambio de frases. Conozco también al señor Palomo que vagagundea sin destino por diferentes sitios de la casa. Conozco a Andina y Gustavo que como jóvenes juguetones, les divierte conocer a la nueva criada. En esto que estoy limpiando el baño de la zona residencial, y entra el señor Palomo.
-Graciela: buenas tardes señor Palomo.
-Palomo: buenas tardes hija, que tal ¿estás haciendo este baño?
-Graciela: sí señor, llevo todo el día conociendo la casa, cada rincón es nuevo para mi, y aún voy un poco perdida.
-Palomo: bien, bien, ahora que lo pienso, creo que me viene de maravilla encontrarte aquí, porque necesito una ducha y suelo necesitar ayuda para bañarme.
-Graciela: oh, como usted diga señor Palomo, estoy aquí para servirle.
-Palomo: venga pues, no te alarmes porque voy a desnudarme. Quizá también convendría que te desnudases tú, eso nos facilitará la tarea.
-Graciela: ipso facto.
Como anunciado los dos nos desnudamos pieza por pieza. Una vez listo, amontonamos la ropa en el asiento del retrete y nos metemos en la ducha.
-Palomo: no te espantes porque primero el agua saldrá un poco fría, pero en un instante saldrá ya tibia.
-Graciela: adelante señor, soy una chica valiente.
Don Palomo le da al agua y como la ducha no dispone de teléfono móvil, el agua fría sale desde la pera de encima de nosotros un poco fría la verdad.
-ssssssssssssssssss-
-Graciela: ¡uuuuuuuuuyyyyy!
Ante mi sobresalto el señor Palomo sabe que hazer y me abraza bajo el agua para soportar mi espanto.
-Palomo: tranquilaaaaa, tranquilaaaa hija, que ya está viniendo caliente.
-Graciela: ooooh, es que es verdad que está fría, oh bueno, ya está bajando tibia mmmm, que bien sabe el agua caliente desde el espanto de ese chapuzón helado.
Una vez pasado el susto, don Palomo yo yo nos separamos.
-Palomo: bueno, pues vamos a ello, toma la esponja que ves ahí suspendida, échale jabón y veme limpiando.
-Graciela: ipso facto mi señor.
Como dicho, tomo la esponja de la rinconera que hay pegada en la pared, le echo jabón y me dispongo a limpiarlo todo. Primero le repaso toda la espalda, le limpio ambos brazos, para facilitarme la tarea me pongo de rodillas y me dispongo a limpiarle la cintura. Ante mi se presenta el cipote del señor Palomo que sorprendentemente a su edad, está empalmado.
-Graciela: je je, qué le pasa entrepiernas señor Palomo, ¿está usted excitado?
-Palomo: pues sí hija, qué te esperas bañándome con una linda moza como tú.
-Graciela: no se apure, no me río de usted, lo que pasa es que no me esperaba de usted esta reacción.
-Palomo: a ver hija, ponte derecha, que quiero hablar contigo.
Me levanto y me pongo atenta para lo que quiera decirme.
-Palomo: ¿cuantos años tienes?
-Graciela: 14.
-Palomo: ¿has echo nunca el amor?
-Graciela: ¿coger con un hombre? no, no lo he echo nunca.
-Palomo: pues a ver, dime, ¿a ti te parece raro que un hombre, sea quien sea, de la edad que sea, se excite duchándose desnudo, con una chavala como tú?
-Graciela: pues no, es más le felicito, porque eso significa que es usted un viejo verde.
-Palomo: ¿cómo, me estás llamando pervertido?
-Graciela: uy no, no se apure por dios, viejo verde es como antiguamente se conocía a los hombres grandes sanos, porque la verdor, como la de las hojas de las plantas, inspira vida y fuerza.
-Palomo: oh bueno, no conocía este significado.
-Graciela: pues así es señor Palomo, un viejo verde es una persona grande, hombre o mujer, que aún no ha perdido ni la fuerza ni la ilusión de vivir.
-Palomo: bueno, en fin, entendido, ja ja vaya una moza que estás echa, dando lecciones a un septagenario.
-Graciela: un septagenario ¡Verde! ja ja ja ja ja.
Ambos nos reímos y a la que vemos que ha quedado aclarada la duda me vuelvo a agachar para seguirlo limpiando. El pene sigue tieso en posición de batalla y ello me inspira a continuar la charla mientras lo limpio.
-Graciela: señor Palomo, antes de que viniera yo, ¿se bañaba usted con Inma y Alberta, y tenía su pene la misma reacción?
-Palomo: este pues... sí, con ambas me he bañado y con las dos se me paraba el miembro.
-Graciela: ¿ha echo usted el amor con ellas?
-Palomo: ups, esto, eh, mm, ¿por qué me preguntas esto?
-Graciela: no importa por qué, dígame, ¿ha echo usted el amor con Inma o Alberta?
-Palomo: este, pues, sí, con ambas.
-Graciela: felicidades señor Palomo, tiene usted setenta y tantos años y quizá incluso las ha desvirgado, dígame, ¿es así?
-Palomo: a Alberta sí, Inma no, Inma no era virgen cuando vino a trabajar aquí.
-Graciela: felicidades de nuevo, y felicidades por tercera vez porque quizá tiene ocasión usted de desvirgar a otra nueva nínfula.
-Palomo: ¿cómo?
-Graciela: a mi, a mi señor Palomo, creería un honor ser desvirgada por un septagenario que ha desvirgado a dos y seguro a más de dos chavalas.
-Palomo: ¡dios! eres divina Graciela, nunca conocí una chava como tú y seguramente nunca más conoceré a nadie que se te pueda comparar.
-Graciela: bueno pues, voy a volver a mi tarea, prepárese señor Palomo, porque yo ya estoy preparada.
Diciendo esto, tiro la esponja en la bañera y le cojo el miembro para tragarlo todo de un bocado.
-Palomo: ooooooh.
Lo chupo un ratito en el cual voy consiguiendo del señor Palomo raros gemidos de sexo oral. El pene no es ni muy grande ni muy pequeño, ideal para hacerme mujer, pienso. Cuando el sabor a polla se me empieza a hazer largo, me levanto y lo beso en la boca, ofreciéndole mis pechos para que me los sobe con las manos. Él tiene una iniciativa y baja su cabeza para chuparme los pezones. "Ooooooh, oooooooh" digo mientras la acaricio y amaso la cabeza apretándola contra mi. El señor Palomo me muerde los pezones con la fuerza justa, para ni hacerme daño, ni me sepa a poco.
-Graciela: ooooooooh señor Palomooooo, le hacía usted esto a Alberta?
-Palomo: sí claro, incluso le he echo un hijo, se llama Francisquito y duerme con ella, ya lo conocerás.
Don Palomo me masturba los pechos un rato delicioso, durante el cual yo le voy pidiendo continuamente que me de algo más, masturbándole la polla con la mano. Al final se decide a darme ese algo más.
-Palomo: venga gírate.
Hago lo que me dice agarrándome de la rinconera, el maneja un poco tras de mi con su verga hasta insertarme la cabeza.
-Graciela: con cuidado por favor... ¡ooooooooooooooooh!
Aún estaba pidiéndole cautela que me la mete toda de golpe. Yo tenga la cabeza mirando hacia la bañera y veo como el agua se tiñe momentaneamente de rojo. Pero no tengo mucho tiempo para mirar el agua, porque don Palomo la saca y la vuelve a meter con rudeza y repetición, rudeza peró que me parece las más dulce que he vivido jamás.
-Graciela: ooooh oooh oooh oooh don Palomooo, me ha echo usted mujerrrmmmm.
Nuestro follar se prolonga un rato más, durante él yo pego fuertes gemidos que seguro alertarán a Inma o Alberta, pero bueno, ellas ya deben saber de qué va la cosa.
-Graciela: oooooh oooh señor Palomo, deténgase un momento por favor.
Él se detiene y yo le digo;
-Graciela: me gustaría montarle.
-Palomo: como quieras.
Después de cerrar el grifo de la ducha, que ya se estaba haciendo pesado tanto agua, se estira en la bañera y yo me siento encima de él. Con la misma maña que él me la insertó antes, yo me autopenetro con su verga. Una vez estoy cogida empiezo a botar encima suyo con adolescente pasión.
-Graciela: oh oh oh oh oh oh oh mmm señor Palomo mmmm oh oh oh oh oh.
Al cabo de una buena cabalgada él empieza a gemir también, algo me dice que eso es señal de algo pero no llego a saberlo. Yo no he cesado de botarlo y noto como dentro de mi, su pene está sacando esa legendaria lechita que sacan los miembros masculinos.
Pero nada me indica que me tenga que detener. Es don Palomo al cabo de un instante que me lo pide, que me detenga.
-Palomo: basta, basta, ya eres prou mujer, ya hay suficiente.
-Graciela: oh señor, yo creía que era usted más verde ja ja.
-Palomo: menos coñas, tranquila que te voy a dar cuanto quieras, pero por hoy basta.
Acabada la relación, nos duchamos los dos pero como personas civilizadas y nos vestimos para despedirnos.
-Palomo: Hasta mañana Graciela.
Me dice mientras me acaricia el moflete trasero derecho.
-Graciela: Adios señor Palomo, ¡y gracias!.
Durante la cena en la cocina, charlo un poco con todas. Les explico que el señor Palomo me ha cogido en el baño y todos parecen presentar una actitud ligeramente tensa, como si eso fuera un secreto. Le digo también que el señor Palomo incluso me ha propuesto que su habitación sea la mía también, y dormir con él. Ante tal revelación, Alberta se levanta como disgustada y se va dejando su plato a medio comer. Yo misma termino con su cena y cuando estoy, me marcho pero no a mi habitación, sino a la del señor Palomo.
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