Criadita - el patrón se le encama (6)

Cuéntame, cuéntame cómo pasó de tu propia boca.

Una joven mujer yace inconsciente en un raro sitio, llámasele raro por el intenso alborozo que aún percata su alrededor desde, desde pocas horas después de la medianoche, cuando se declaró un incendio en la hacienda Astorga. Diferentes personas, tanto ex-residentes en la desaparecida hacienda como procedentes de la villa, están con alguna que otra tarea para salvar lo poco que se pueda y dejar el irrecuperable desastre de forma que no provoque más problemas. Son un gran número de personas, desde guardia civil a personalidades del ayuntamiento, a amigos de los afectados, familiares, asociados e incluso curiosos. Que han oído acerca del desastre en la hacienda y se han acercado a tomar foto mental de lo que tanto se habla y se hablará por mucho tiempo en la villa y alrededores; la quema de la hacienda Astorga.

Se han acercado también un grupo de monjas del convento de la madre Calcuta, para ayudar en lo que sea posible a los heridos que dejó el incendio. Unas cuantas personas yacen en plataformas de algunos carros y por sus grandes cubrientes en brazos y piernas se ve que están afectados de grandes quemaduras. Unos cuantos más cuerpos están reunidos en un extremo de la planicie pero cubiertos totalmente con blancas sábanas, no les hará falta nunca más ni luz, ni aire, ni comida.. tan sólo el perdón de Dios es lo que necesitan ahora algunos de ellos. Para que les sea abierta la puerta donde están llamando ahora mismo.

Un grupo de forzudos hombres están cavando cerca del gran mortuorio con la ayuda de unos también fuertes bueyes. Ante tal desastre la villa no dispone de recursos necesarios para organizar un entierro para cada una de las víctimas y serán todas reunidas en un gran agujero. Que será después tapado y coronado por una inmensa cruz que recordará por muchos años lo que tantas lágrimas ha hecho derramar hoy y muchas más lágrimas harales recordar.

Angula fue, una de las personas que descargaron su sufrimiento en la humedad que encharcó su cara y sin duda harale encharcarla más veces en los próximos años. Después de recibir la noticia de que nunca mas vería a su amiga Jenara, Angula se desesperó y no pudo parar de sollozar hasta que la ausencia de sus misma fuerzas hízola caer al suelo donde ahora se encuentra durmiendo. Cualquiera que la viera podría pensarse que era una víctima de incendio pero su relativamente limpia ropa junto al vital color de su cara hacen eliminar tal posibilidad a los diferentes sujetos que se detienen junto a ella cuando pásanle junto.

Una de esas personas resulta ser ahora mismo la mujer que le dio esta mañana la fatal noticia y que también arropola la pasada noche después de la huida. Esta mujer sin pelos en la lengua se disponía a trasladarse a casa de unos familiares en la comarca pero al ver a Angula a reparado que aún le queda una tarea. La mujer se sienta junta al derrumbado rostro de la muchacha y se lo acaricia tratando de, además de infundir cariño, despertarla.

-BustyWoman: eh, chica, ¿estas bien?

-Angula: uhmm, uhmm.

Dice Angula levantado la cabeza y frotándose los ojos.

La chica da un rápido vistazo a su alrededor para recordar donde se encuentra, y le encantaría volver a ponerse a llorar pero no le quedan ya lágrimas.

-Angula: ¿qué ha pasado?

-BustyWoman: lo que tenía que pasar. Ha venido el alcalde y los bomberos y están limpiando esto. Mucha gente se ha ido ya y nosotros también tenemos que hacerlo. No nos podemos quedar aquí.

-Angula: sí, claro. ¿Pero a donde?

-BustyWoman: yo voy a casa de unos familiares. Si no tienes sitio puedes venir conmigo por un tiempo.

-Angula: uhmm, no, sitio tengo. Sino a casa de mis padres, a casa de otra persona.. ya tengo sitio.

-BustyWoman: vale, pues se está organizando un carro que irá a la villa, vamos a tomarlo antes de que esté lleno y se marche.

Las dos mujeres establecen una que será breve alianza y junto a otras personas llenan el carro que se dirige a la villa. Una vez en la villa Angula y la mujer se despiden afectuosamente para ambas tomar caminos opuestos. Angula sabe ya a donde dirigirse; a casa del señor Policarpo, el veterinario con quien ya estableció una especie de trato de convivencia ayer mismo.

Cuando llega ante la puerta de la lujosa vivienda duda antes de llamar. Angula se mira de arriba a abajo y presenta un aspecto lamentable, pero digamos que después de sobrevivir a un incendio nocturno y pasar la noche al raso, este aspecto es excusable. Por fin sus dedos impactan contra la puerta.

-toc-toc-

La puerta no tarda en abrirse y Policarpo parece sabedor del desastre pues sin hacer ninguna pregunta da pasa a la muchacha y le ofrece asiento en el comedor. Mientras la sustenta con lejanamente aprendidas frases de consuelo, la sustenta también de forma más terrenal sirviéndole un sabroso almuerzo que, aunque tomado es por ella a las 3 de la tarde, no deja de tener este nombre del primer papeo del día. Angula traga con glotonería el alimento que se le sirve pues pocas cosas gastan más energía que la que ha vivido junto a sus compañeros esta noche y que ha puéstoles a prueba su propia vida.

-Policarpo: la noticia del incendio llegó a la villa esta misma noche. Bien entrada la madrugada despertó al pueblo la campana que un alguacil repicaba por las calles requisando toda la ayuda que fuera posible. Yo opté por no venir y ha resultado más provechosa mi estancia aquí pues he curado unos cuantos quemados en el dispensario habilitado en la iglesia.

-Angula: ¿no pensó en mi?

-Policarpo: claro que pensé en ti querida, pero barajé las posibilidades de que te trajeran a la villa a ser curada mientras yo te buscara en los alrededores de la hacienda. Di por acertada la elección de quedarme y como veo ha sido sí la acertada.

-Angula: sí, no me he quemado, pero estuve muy cerca de quedarme dentro. De hecho aún no recuerdo cómo salí.

-Policarpo: cuéntame, cuéntame cómo pasó de tu propia voz.

Dice el señor veterinario sentándose al lado de Angula, en la mesa de la cocina.

-Angula: pues yo estaba durmiendo, los primeros gritos lo oí en sueños y no los reconocí, pero creo que alguien le dio un fuerte golpe en mi puerta y eso me despertó. Cuando me hube despertado y al seguir oyendo los gritos de "fuego, fuego" lo comprendí y me puse en marcha. Pero yo no quería irme sin mi amiga Jenara, la busqué antes de salir pero no la encontraba y . .. . . -sollozo- -sollozo-

La narración de Angula se ve interrumpida por esas lágrimas que aconteceranle muchas veces al recordar lo sucedido.

-Angula: -sollozo- -sollozo- pero no la encontraba y no me quería ir -sollozo- -sollozo-

-Policarpo: tranquila, tranquila.

Dice el veterinario levantándose y abrazando la llorosa cabeza de la chica.

-Angula: buuh, buuh, ¡Jenara está muerta! y ni tan sólo sé donde está, buuh.

-Policarpo: sssht, ssht, silencio.

Dice el veterinario descendiendo la cabeza a la altura de su protegida.

-Policarpo: ¿quien era esa Jenara?

-Angula: -snif- una amiga que recién conocí ayer, pero era muy buena e hicimos buenas migas. Con tan sólo un día de amistad pero fue maravilloso las cosas en que me ayudó.

-Policarpo: bueno, no debes preocuparte, ¿sabes por qué?

-Angula: ¿por qué?

-Policarpo: porque ella sigue viva dentro de ti, mientras tú la recuerdes ella seguirá viva.

-Angula: ya, algo he oído sobre ello. Que mientras yo piense en ella seguirá viva, y nunca voy a olvidarla. Trataré de que viva el resto de mi vida junto a mi practicando un atento ritual cada aniversario de la catástrofe. Le voy a dedicar algo muy especial dentro de un año, dentro de dos y dentro de todos los que sea capaz de mantenerme en pie para cada año recordarla.

Dice la muchacha volviendo a abrazar al veterinario. Este ha erguido su incómoda postura doblada y la cara de la muchacha queda arropada ahora por una no tan casta superficie como pudiera ser el seno de una madre o los dedos de un guerrero. Angula permanece con los ojos cariñosamente cerrados y apoyada su cara en el delantero de los pantalones de Policarpo. No le da ella importancia alguna al hecho pues no es más que amor lo que recibe la muchacha de ese que sería visto por terceras personas tan tachable contacto. Es por ello que la muchacha se arropa a su misma con la cintura del veterinario gozando de la suavidad de los tejidos. Don Policarpo piensa sí, en unas cuantas más cosas que la muchacha. Esta le reposa apoyada a la altura de su ingle y quizá no parecerale a ella problemático, y de hecho no es en absoluto problemático, no lo es en absoluto pero la verga de Policarpo está parándose como es la más normal reacción de un pene. Por muchos incendios, desastres, lloros, acongojes o naranjadas que se interpongan entre el pene, y esa cara angelical pegada a pocos centímetros de él con sólo un par de capas de tejido de separación.

-Policarpo: así me gusta, que dejes de llorar como una niña.

Dice el señor Policarpo acariciando la tierna cara de la muchacha y que más tierna sentiríala cualquier hombre del mundo de tenerla pegada a la cintura.

-Angula: gracias señor Policarpo, gracias.

Angula se siente muy tiernamente compadecida, se siente y por supuesto está acompañada por el inestimable consuelo que necesitaría cualquier joven recién perdida su mejor amiga, y se siente agradecida al señor veterinario en lo que está haciendo hoy y en muchas más cosas que espera que haga para ella y su instrucción a lo largo de su futura convivencia. Se olvida la muchacha del rojizo padecimiento de la noche y se recrea en el suave sentimiento de abrazar a alguien simplemente por amor. El señor Policarpo sigue acariciando la carita de la niña pero no es simplemente amor lo que siente este, el colosálmente humano sentimiento del amor se ve a veces pragmado de animal ingenuidad cuando un miembro masculino se llena de sangre y adquiere un tono tenso y tieso dando tan sólo los medios técnicos para consecutir ese tan noble sentimiento.

La experiencia y la dura experiencia de la vida ha enseñado al señor veterinario que la suavidad es una cosa de la que a veces se debe prescindir tanto en animales como en personas. Dando la personal consciencia de la muchacha por estabilizada, Policarpo se desabrocha los pantalones y ofrece su recia verga a ser obsequiada con el mismo cariño que sin necesitarlo recibían los inhumanos tejidos de sus pantalones.

-Policarpo: va... chupa guapa.. verás que rico.

-Angula: oh sí, gracias.

Para Angula no es la primera polla que se come, sí la segunda. Esta es de un tamaño un poco menor a la del señor Adauco y es agradecido su temor respecto a que algún día pudiera metérsele entre las piernas, a recuerdos del miedo que le inspiraba la gran verga de Adauco que la misma noche del incendio estaba prometida a hacerlo.

El primer engulle de la muchacha es casi total, la verga entra casi por completo en la boca de esta. Vese con claridad que fue ella que estaba tomándole talla y al llegar al tope de su garganta le provoca unos leves toseres.

-Angula: tjó, tjó.

Los toseres por supuesto han sídole desagradables, pero la muchacha no cesa en su empeño e ilusión y sigue mamando la verga en su totalidad, extenuando a cada engullo el máximo de profundidad de su conducto bucal. La mano del cuidadoso veterinario por supuesto no forzaría el inocente mamar de una novicia, pero no se ve tampoco con poder para detener la impetuosa mozalbeta y vedarle tan sano vicio que practícale.

-Angula: goooooooorbl, goooooorbl, gooooooorbl.

-Policarpo: muy bien hijita, uhmm, eres una Diosa, muy biennn, uhmmm.

Angula no llega a dar como triunfante su mamada y sigue aplicándola con todo su vigor en las tragadas y con su cariño en la lengua que usa para repasar. Desde chupar el capullo con los labios y meter la lengua por el agujerito, a tragársela toda sin tener en cuenta tejido alguno que pudiera tropezarse por el camino.

-Angula: gooooooorbl.

En esto que, y después de tragarse toda la verga. La muchacha la permanece tragada jugando con su lengua, sus mofletes, y todas las rojas retinas dentro de su boca que no mucho tiempo atrás jugaban con caramelos.

-Angula: bbb, bbb, bbb, bb.

-Policarpo: ooooh, síí, sííí, síííí.

Los extenuantes aullidos del veterinario indican a cualquier tercero que estuviéralos contemplando que está eyaculando. Policarpo trata de retroceder su cintura para echar la leche en la cara de la niña, pero ante la reacción de esta de avanzar la cabeza para no liberar el miembro, lo da por perdido y obedece a su capricho empujando más si cabe la cintura para meterle cuanta más leche sea posible en el estómago.

-Policarpo: ooooooh, ooooooh, oooooh.

-Angula: bbbbb, bbbbb, bbbbbb, mmmm, mmmm, mmm, mm.

La culminación de la eyaculación llega a su final unos dos minutos después de su primera nieve. La verga del veterinario sale de la boca de la chica casi totalmente desinflada. Salen también unos pocos hilos de sabo que ella se encarga que no caigan en huerto yermo tragándolos.

-Policarpo: así me gusta preciosa, que te olvides de todo porque tienes toda la vida por delante.