¿Criada y señora?
Antiguas amantes, un ataque de celos que todo lo trastoca... Historia producto de una inspiración mañanera, espero que guste y dejen review.
Laura estaba mirando a través de la ventana el hermoso y bien cuidado jardín, el cual formaba parte de la lujosa cada de la que era propietaria. Bueno, en realidad la casa era de su maduro, obsesivo por el trabajo y poco activo marido, pero venía a ser lo mismo. En realidad sabía muy bien que él, más que casarse con ella, la había “comprado” como un trofeo, igual que la colección de lujosos coches que tenía en el enorme parking para su disfrute personal. De todos modos eso a ella no le importaba, si algún día se divorciaba, tenía derecho a la mitad de su escandalosa fortuna, fue el único requisito que le pidió y el muy tonto aceptó, firmando un contrato prematrimonial que la dejaba muy bien posicionada. De ese modo, el podía tener todas las amantes que quisiera y ella podía hacer lo mismo sin tener remordimientos de culpa, cosa en la que se esmeraba bastante.
El objeto de su interés no era precisamente el jardín, sino el jovencito, guapo y fornido jardinero que se encargaba de cuidarlo todos los días, al igual que se encargaba del mantenimiento de la espectacular piscina. Verlo trabajar la estaba poniendo cachonda, la piel de su torso y de su espalda desnuda, suave, brillante y sudorosa, la cual se podían entrever unos marcados y fuertes músculos era la mar de apetecible. Lo miró con deseo, se mordió el labio inferior pensando como seria su polla. Debía ser perfecta, grande y gordita como a ella le gustaba, con sus venitas, su glande sonrosadito y unos huevos perfectamente depilados para poderlos chupar a gusto. Sus manos, inconscientemente, empezaron a bajar a su entrepierna, buscando su clítoris para calmar aquel placer que se estaba acrecentando. De pronto salió de su ensimismamiento, se percató que estaba en el salón, y aunque le importaba bien poco lo que pensara el personal del servicio, decidió hacerse unos deditos en su habitación, con total intimidad. Se giró y se dirigió a las escaleras en dirección a su cuarto, sin percatarse que alguien la estuvo vigilando y, en esos momentos, la seguía con la mirada, una mirada dura y furiosa, y al mismo tiempo, deseosa.
Cerró la puerta y empezó a desvestirse, quedándose solamente en sujetador y braguitas. Estaba a punto de quitárselas cuando oyó como la puerta de su habitación se cerró nuevamente, haciendo que se girarse sorprendida y, al mismo tiempo, asustada por la intromisión.
- ¿Quién anda ahí…?- Preguntó mientras se tapaba con una sabana de su cama.
De pronto, para su alivio, apareció Carla, una criada de la casa. Joven, muy guapa, morena, de piel aceitunada y ojos negros de mirada profunda y arrebatadora, con un cuerpo curvilíneo que tapaba su traje, tetas grandes y turgentes, coronado con un culo rotundo de latina muy bien hecha. Laura ni tan siquiera se consideraba bisexual, pero la primera vez que la vio le pareció tan atractiva que se dijo a si misma que se la tenía que follar. Por suerte para ella, a Carla tampoco le era indiferente y una tarde, su deseo se cumplió y la sedujo. Les gustó tanto que se prometieron volver a repetirlo, pero debido a diversas circunstancias no habían podido hacerlo. Eso sí, al día siguiente se comportaron como si nada hubiera pasado…hasta hoy.
- Ah, Carla, me habías asustado.- Suspiró aliviada al ver que era ella, pero al ver su mirada su intuición le dijo que algo no andaba bien.
Esa intuición se confirmó cuando observó que la misma Carla echó el pestillo y cerró la puerta con una llave, evidencia de que ninguna de las dos iba a salir de ahí, al menos en ese momento.
- Eh, un momento… ¿Qué haces?- Preguntó mientras la veía cerrar bien la puerta.
- Llevas mucho tiempo escapándote de mí.- Contestó la criada con un tono libidinoso.
- A qué viene eso…- Susurró preocupada Laura.
Sin embargo, Carla se acercó con aplastante seguridad y la agarró del cuello, obligándola a mirarla a los ojos a escasos centímetros de ella, acercando su boca al punto de poder oler su aliento.
- Veo todos los días como miras a ese mequetrefe de Raúl, como le miras con deseo… ¿Es tu próxima víctima?
- ¿De qué coño estás hablando…?- Volvió a preguntar, esta vez ya asustada.
Carla la besó en los labios, obligándola a abrir la boca. En cuanto lo consiguió, metió su lengua invasivamente, inundándola con esta igual que su fuera una conquista. Laura intentó zafarse de aquella trampa, cuando esta dejó de besarla y, con la misma mano con la que la tenía agarrada al cuello, la empujó a la cama con violencia.
- Si me vuelves a tocar te juro que te des…- Dijo con furia, pero antes de poder acabar, Carla se abalanzó sobre de ella para inmovilizarla, cogió la sabana con la que antes se estaba tapando la dueña y le ató las mano por encima de su cabeza.
Mientras Carla hacia ese gesto, Laura intentaba que no la atara, pero dentro de ella sentía un calor, un deseo que le impedía hacer lo que su instinto de supervivencia le pedía, se resistía pero no con la suficiente contundencia. Cuando Carla acabó, cogió el resto de la sabana y la ató al cabecero de la cama, dejando una Laura completamente indefensa y a merced de su carcelera. Esta se levantó y la miró con deseo, sabiendo que ahora ya no tenía escapatoria.
- Así que quieres polla… Después de esto no vas a querer a volver a tocar una polla nunca más.
- Estás loca de remate.- Concluyó Laura mirándola asustada, pero al mismo tiempo notaba como su coño se estaba empezando a empapar.
- Seguramente.- Respondió la criada mientras empezaba a desvestirse.- Estoy loca por ti desde aquella vez que nos acostamos, loca de deseo porque me tocaras, loca de frustración porque no me hacías caso, y loca de celos a ver cómo le haces ojitos a ese imbécil de Raúl. Ya va siendo hora de que te demuestre a quien le debes tu exclusividad.
Carla se quedó completamente desnuda y se puso nuevamente encima de Laura, poniendo sus pechos frente a su boca.
- Chúpame las tetas.- Le ordenó lujuriosa mientras le ponía un pezón en su boca.
Laura sabía que debía desobedecer, podía hacerlo, pero toda esa situación la estaba excitando tanto que levantó un poco la cabeza y empezó a juguetear con la punta de la lengua, lamiendo el pezón, chupando y mordisqueándolo mientras la miraba a los ojos. Carla también la miraba, solo que esta estaba jadeando, soltando algún suspiro de gusto.
- Sabes que podría mordértelo y hacerte daño.- Comentó Laura después de dejar de jugar con el pezón.
- ¿Sí? Hazlo entonces.- Le retó su criada.
La proposición era tentadora, por una parte la rabia de sentirse indefensa y amordazara por su culpa, verla retorcerse de dolor la congratularía, y por otra parte también la excitaba. Pero luego tuvo que reconocer que si lo hacía se acabaría el juego, y le estaba gustando más de lo que se esperaba, así que volvió a levantar la cabeza y continuó chupando el pezón de su secuestradora.
Los suspiros pasaron a ser jadeos, y luego pasaron a ser gemidos. Carla se levantó, quedándose a horcajadas sobre su secuestrada. Moviendo sus rodillas, puso su coño frente a la boca de Laura.
- Ahora quiero que hagas lo mismo con mi coñito.
Laura sonrió, pero antes pidió una almohada para estar más cómoda. Carla se lo concedió, y cuando estuvieron preparadas, Carla abrió su vagina con los dedos de sus manos, enseñándole con todo esplendor un coño moreno y depilado, con sus labios menores y un clítoris de un tamaño un poco más grande de lo normal. Laura pensó que no había que deseara más que meter la boca ahí y se abalanzó sobre aquel clítoris abierto y expuesto, jugueteando nuevamente con la lengua. Lo lamía, lo chupaba sonoramente con los labios, luego pasaba la lengua por toda la vagina para saborear los fluidos de Carla y atacaba nuevamente el clítoris, haciendo movimientos rápidos con la lengua, alternándolos con lamidas a fondo.
Carla soltó una de sus manos para apoyarse en el cabecero de la cama, e inconscientemente empezó a mover la cadera adelante y atrás, facilitando el trabajo a Laura. No gemía muy fuerte, pero sus jadeos y suspiros eran considerables. Laura podía ver como inclinaba la cabeza hacia atrás, como se mordía el labio inferior y cerraba los ojos con fuerza, abandonándose al placer. Sus movimientos de cadera indicaban que su orgasmo estaba cerca y Laura aceleró los movimientos, hasta que pudo notar como el clítoris se contraía, todo su coño se ponía rojo y un gran torrente de fluidos salía de su vagina. Carla acompañó todo eso con un temblor total de su cuerpo, su cabeza completamente hacia atrás, un gemido muy fuerte y todo su rostro contraído de placer.
Cuando se recuperó, sacó su coño de su boca, se inclinó frente a su cara y volvió a besarla, esta vez su lengua le limpiaba todos los fluidos que estaban en la cara de Laura, algo que a ella la excitó aun más de lo que estaba.
- ¿Ya has acabado?- Preguntó, pensando que ahora quedaría libre, aunque en el fondo no lo deseaba.
- ¿Acabado?, no, eso no acaba más que empezar.- Contestó Carla sonriendo de medio lado.- Ahora viene el plato principal.
Carla abrió un cajón y cogió unas tijeras, haciendo que Laura se asustara ligeramente. Se inclinó hacia donde estaba su pecho y, justo en la tira central del sujetador, cortó la parte del medio, haciendo que este se abriera y mostrara los turgentes y llenos pechos de Laura.
- ¡¡Zorra!!este juego de ropa interior vale más que tu sueldo de un mes.- Reclamó la señora de la casa.
Sin embargo, Carla obvió completamente aquel comentario mientras hacía una sonrisa de medio lado, abriendo con la palma de la mano abierta el sujetador cortado y tocando a placer los pechos de su sometida, recreándose, tocando con el pulgar el pezón izquierdo y jugueteando con él. Se inclinó y empezó a succionarlo, a mordisquearlo, a moverlo con la lengua… Laura empezó entonces a suspirar, sintiendo pequeñas descargas a medida que Carla trabajaba aquel pezón. Sin dejar de trabajar con la otra mano el pezón derecho, Carla fue bajando poco a poco, besando todo su vientre, recreándose en el ombligo que tembló al contacto de la lengua, para llegar al pubis, tapado aun por las braguitas que Laura no le había dado tiempo a quitarse cuando la acorraló en su habitación.
Carla volvió a levantarse y cogió nuevamente las tijeras, las cuales había dejado en la cama. Pensaba cortar por un extremo y luego por el otro, pero se le ocurrió un juego un tanto “macabro”, y empezó a cortar por la parte del centro, de arriba abajo.
- Tía, ve con cuidado…- Advirtió Laura en cuanto vio las intenciones de su criada.
Esta empezó a cortar muuuyyy lentamente la braguita por el centro, haciendo que Laura se estremeciera nuevamente. Podía sentir el tacto helado del metal tocando ligeramente su caliente piel, eso junto al hecho del “peligro” que suponía que podía hacerle daño le excitaba sobremanera. Una vez que acabó y le quitó los restos de las braguitas, Carla observó detenidamente el coñito de Laura. Era perfecto, precioso, totalmente depilado, sonrosado y brillante a rabiar debido a los fluidos que emanaba. Sus labios eran pequeños, y el clítoris a simple vista no se veía aun, pero ya se encargaría de que saliera de su escondite. Acercó las tijeras cerradas y acarició aquel coñito palpitante por la base, lenta y cuidadosamente para evitar hacerle daño con la punta. Al sentir el contacto, Laura dio un respingo, acompañado de un gemido entrecortado.
Carla podía sentir como también ella se estaba excitando. Le abrió completamente las piernas, exponiendo por completo su coño y ahí estaba, un clítoris sonrosadito purgando por salir. Ya no aguantaba más, así que lo abrió con el pulgar y el índice puestos en la parte superior y atacó, mientras ella con la otra mano empezó a masturbarse.
En cuanto notó la lengua de Carla haciéndole un fantástico trabajo en su coño, Laura empezó a gemir y jadear, estaba cachondisima y Carla sabía perfectamente lo que estaba haciendo. La muy asquerosa tanto atacaba con contundencia, sorbiendo y lamiendo con toda la lengua su clítoris como después le daba leves golpecitos con la punta de la lengua, generándole una agonía difícil de aguantar. Estaba cerca del orgasmo, cuando esta paró y la miró fijamente, haciendo que Laura le preguntara con la mirada por qué había parado.
- ¿Verdad que eres una guarrilla Laura?- Preguntó con un tono seductor.
- Si, lo soy… pero por favor, continúa ya…- Gimió entrecortadamente, deseando con todas sus fuerzas que continuara.
Sin embargo esta sonrió maliciosamente.
- Si, aparte de la comida de coño, te meto un dedito ¿Me demostrarás que aun eres más zorrita?- Volvió a preguntar mientras le metía el índice en la entrada de la vagina, haciendo que esta gimiera.
- SIIII… soy una zorrita…- Volvió a gemir mientras se mordía le labio inferior.
- ¿Sabes qué? Creo que aun no eres lo suficientemente zorrita. Te meteré tres deditos para ver si en realidad eres una zorra digna de masturbarte.
- Méteme lo que quieras… por favor…- Gimió Laura, esta vez excitadísima
Carla le metió el indicé, el corazón y el anular, masturbándola con los tres dedos, mientras Laura esta vez ya emitía sonoros gemidos. De pronto, Carla nuevamente paró, haciendo que Laura la maldijera.
- Me lo he pensado mejor, y quiero saber si en vez de ser una buena zorra, en realidad eres un putón, la más puta entre las putas. Así que te voy a meter toda la mano a ver si me lo demuestras.
Laura estaba tan excitada que solo pudo asentir con la cabeza. Así que Carla, viendo que le había dado permiso, le introdujo el resto de los dedos y parte de la mano. Al sentir aquello, Laura emitió un grito de placer mientras inclinaba la cabeza hacia atrás. Aun no se había corrido, pero estaba a punto de caramelo. Carla empezó a mover la mano adelante y atrás, se inclinó y siguió trabajando el clítoris con la boca, esta vez sin miramientos. No tardó ni diez segundos, de pronto sintió como toda la vagina empezó a tener unos espasmos bestiales, los cuales los notó en su mano. Vio como Laura se arqueaba por completo, gritaba como una desaforada y casi podía imaginar su rostro contraído y los ojos en blanco, señal de que estaba teniendo un orgasmo bestial. Verla así hizo que su excitación subiera como un misil, y debido a su propia masturbación llegó también al orgasmo, haciendo que de la misma excitación chupara con fruición los jugos de Laura mientras gemía fuerte.
Cuando se recuperó un poco, se levantó y desató a Laura, la cual estaba para el arrastre, poniéndose a su lado. Las dos se miraron y rieron.
- Y que… ¿Se te han quitado las ganas de polla?
- Siempre me gustarán las pollas, pero… de momento me tomaré un descanso de ellas.
Carla la miró con satisfacción, sabiendo que ahora era suya. A los ojos de todo el mundo serían criada y señora, pero en la intimidad ella era su amor, su esclava… su amante.