Cremosa Tentación

En un camping estudiantil, descubro atónito un extraño fetiche de mi novia.

ADVERTENCIA:

El siguiente relato es del subgénero cuckold

, y es probablemente la trama más cochina y guarra que he escrito. Sé que para muchos éste tipo de relatos son un placer culposo, pero también sé que muchos los detestan, así que, si tu eres uno de los que los odian... RUUUN! ¡Huid, salid pitando de aquí! O bueno, de última os podéis quedar por los loles, que sepáis que no me tomo en serio este tipo de historias.


La estoy observando con admiración, luce espléndida, como siempre. La brisa veraniega hace revolotear su cabello. Se encuentra charlando con unas compañeras, paradas en medio del campo. De seguro tengo la cara de pasmarote embobado.

La mayoría de tíos en el curso me suelen mirar con desdén y yo creo saber el porqué: mi novia es una de las chicas más guapas del campus, y mi continua expresión de contento por ello les debía resultar altanera. ¡Cómo no estarlo!, si me ponía palote con sólo recordar la follada anterior en su departamento. No sólo es por su espectacular figura, sino por la manera en la que manifiesta su goce, lo hacía de una manera tan vivaz, con su respiración agitada y jadeante, dejando escapar unos gemidos tan dulces que son un néctar para mis oídos. No me refiero a gritos de actriz porno, son notorios si, pero denotan auténtico placer. No importa donde estuviésemos, ella cerraba los ojos y sin reparos se expresaba. De seguro, en los pasillos del campus nos habrán escuchado varios compañeros desde mi habitación.

La cuestión es que, recordándola montándome en su sofá, se me había antojado de nuevo. No sé cómo nos las arreglaríamos para liarnos en este viaje estudiantil de camping, ya que nosotros estaremos juntos pero, como las cabañas son compartidas, con otras tres personas más.

En fin, miré a mi alrededor tratando de disimular mi estado de embriaguez lujuriosa, y vi que el macarra de músculos marcados del curso se cruzó a mi lado con cara de pocos amigos, algo ya de costumbre para mí, pero tomaba cautela porque me daba la impresión que de la envidia me daría una hostia.

Las tareas del día transcurrieron de manera amena, era un viaje más recreativo que de estudios. Ya de noche en la cama, abracé a mi chica y nos hicimos unos mimos hasta quedar dormidos. Tuve un sueño en el que estaba corriendo un maratón. Las exhalaciones de los demás competidores eran por demás extrañas. Me turbaron tanto, a tal punto que me habían hecho despertar...

La sorpresa que me he llevado al notar que, efectivamente, esos jadeos provenían del ambiente. Me quedé con los ojos como platos en aquella penumbra, parecía ser que peña estaba follando. Se podían distinguir unas siluetas al fondo, cerca de la ventana, en el espacio entre una cama doble y la otra. Centré mi visión en ellos y pude notar que alguien subía y bajaba en plan cabalgada.

La sensación de familiaridad de esos jadeos me invadió, congelando todo mi cuerpo. Tanteo con la mano a mi lado y no está... ¡No puede ser, esto no puede estar ocurriendo! Para colmo, el tío se estaba corriendo y trataba de disimular sus berridos. Acto seguido, noto que la silueta se yergue, escucho el sonido de un elástico al chocar con la piel, recolocándose su braga, y luego se acerca a mi. Por último, siento la cama hundiéndose tras volver su huésped al lugar.

Mi corazón daba tumbos, me quedé shockeado. El colega se había quedado dormido allí mismo. Ella todavía se encontraba recobrando el aliento. No hice nada durante, probablemente, horas, mi mente había crasheado, no podía procesar lo que había ocurrido, tan descaradamente, a unos pasos de mi. Más adelante noto que ella me abraza. La calidez de su abrazo abriga mi congelado cuerpo. Me acariciaba con mucho cariño. Me sorprendió el gesto después de lo que me había hecho y, extrañamente, me sentía reconfortado de que volviera a mi lado, pero muy decepcionado. Ya no sabría si seguiría siendo el mismo en la mañana siguiente. Los ronquidos de aquel colega hacían acto de presencia estrepitosamente.

Me desperté sin saber reconocer en qué momento me había quedado dormido. Nadie estaba allí, parecía ser que era ya avanzada la mañana. Estaba tratando de despabilarme cuando alguien entra. Se trataba de un colega del curso que solía ir de chill, probablemente porque siempre estaba fumado, le faltaba una tabla de surf y se convertía en el típico playero flipao.

—No man —me dijo—, anoche me tiré a tu chica, justo allí. —me señala el sitio—. ¡Qué mujer más hermosa!, y lo confirmo ahora que pude catarla. Creo que me he corrido dentro. No voy a cuidar a su hijo eh. —se ríe—. Es coña.

Con la modorra que tenía encima y los párpados pesados, alcanzo a responderle:

—¿Quieres que te parta la puta cara o qué?

—Colega, a partir de ahora tu eres el dios, todos los días debes de sentirte dios con semejante mujer tan fogosa encima. Si todos los tíos aquí pudieran catar como yo a tu chica, todos te respetarían como yo ahora. Hasta luego, crack.

Me he enterado de una nueva característica del tío fumao este, que también es un bocazas. En ese momento me resigné a que todo con ella se había acabado. Tenía que pensar cómo proseguir, no iría jamás a atacarla, ni agredirla, y no porque no esté herido de verdad, sino porque no me salía de los cojones. Sin embargo, quería hablar con ella, yo uso protección pero lo que me acaba de contar el bocazas es para cuidado.

El día estuvo liado por cojones y se me hacía más pesado por mi estado, me sentía con las peores de las resacas, a pesar de no haber ingerido ni una gota de alcohol. No me la quería cruzar, la evitaba, era como una incómoda extraña para mí. Empero, la observaba, como quien estudia al enemigo. Le había visto charlando muy de cerca con el machote, a quien también había visto con el bocazas. Cuando anocheció, se me vino la voluntad de hablar con ella, pero no tuve oportunidad de estar a solas, siempre había peña en su compañía. Le dije al oído que la esperaría en la cabaña, se hacía muy tarde y no parecía querer irse de la fogata. En el camino vi al macarra chuloputas con un colega a las afueras de la cabaña contigua a la mía.

No había nadie dentro, me recosté en la cama. Al rato veo peña pasar por la ventana. Llega ella, por fin podría charlar. No sé dónde se encontrarán los demás ni cuándo volverían, por lo que debía de aprovechar el tiempo. Me saludó con cariño, como hace siempre. Procedió a colocarse su camisón de dormir y justo cuando estaba por venir junto a mí, alguien tocó la puerta. Era una de sus amigas, le pidió que por favor le acompañara al baño. Se calza unas chanclas y va a socorrerla.

—Ya vuelvo, mi amor —me dijo antes de irse y me lanzó un beso.

Se estaba tardando mucho, veía a la gente pasar y pasar pero ni rastro de ella. Nuevamente, me perturban unos jadeos en las cercanías. Esta vez parecían venir de la cabaña contigua. Voy a curiosear. Apenas salgo, noto mejor de donde proceden: de la parte trasera de mi cabaña. Me acerco despacio, rodeando las paredes. Oigo cada vez mejor los gemidos de una tía, acompañados del choque rítmico de piel con piel. Al girar la última esquina, los vi. Otra vez el corazón se me agitó, parecía que se me iba a salir por la boca. La garganta se me secó de repente. Inclinada, con las manos aguantando en la pared y las bragas a la altura de las rodillas; y él, con los pantalones bajados y sus marcados músculos al aire: se encontraban gozando como posesos con aquel impetuoso vaivén.

—¡Aahg! Me corro tía.

—Acábame adentro, hijo de puta —le respondió completamente salida.

—¿Segura?

—¡Sii!

Se lo pensó unos segundos, luego aferró sus manos en su cintura y procedió a llenarla de lefa con tal potencia que el tío parecía desfallecer. Tras eso, ella se apartó de él sin más, subió sus bragas y se alejó contoneando las caderas. La expresión de aquel tipo al verla irse tan fríamente luego del orgasmo era de lamento.

No podía tragar mi saliva. Llegó la hora de la verdad, entró en la cabaña, y yo detrás, temblando.

—Mi amor, ¿dónde estabas? —dijo ella sentada en la cama, con las piernas cruzadas.

—Lo sé todo —intenté sonar firme, seguro—, el bocazas me lo contó todo y recién te vi con el otro macarra —pero mi tono se quebró—. ¿Cómo puedes ser tan promiscua así?, y no sólo por la falta total de discreción, sino porque estos tíos se corren dentro de tí, a pelo...

—No mi amor, no te preocupes por eso. —Se pone a rebuscar en su mochila y rápidamente me muestra una tableta de pastillas anticonceptivas.

Me quedo unos segundos recalculando ante su acción...

—¿Piensas que eso soluciona todo? Mi am... Digo ¡tú! Yo te suelo comer el conejito, no pensaste en que pudieras contraer algo, ¿algún herpesín?, ¿un sifilín? ¿¡Eh!?

—Nono, los revisé bien, tampoco te preocupes por eso —me responde sin ningún ápice de preocupación.

No podía entender tanto descaro, me siento en la cama junto a ella para decirle una última cosa antes de salir corriendo de allí:

—¿Por qué bonita, por qué lo has hecho?

—Es que, mi amor... Una de las cosas que más me encanta es poner los cuernos y luego volver a la cama llena de leche. De sólo pensarlo ahora me dan ganas de pajearme —su tono expresaba entusiasmo, pasión por el accionar.

Le tomo de los hombros:

—Como sea, no somos más novios, no quiero saber más nada de tí, no pienso dirigirte más la palabra y si te cruzas conmigo por la calle, te pido que, por favor, mires para otro lado.

Tras eso, ella adopta una postura desafiante, una que jamás había visto, me empuja y luego me espeta:

—¿Ah si? No me importa, vos te lo perdés, me voy a conseguir otro novio como tu, le voy a cornear y, a la cama que vuelva no va a ser la tuya, no vas a tener más esto... —Se quita el camisón y se toca los senos de manera obscena—. Ni esto... —Se pone de espaldas mostrándome su cola, acariciándola lascivamente. Luego se gira y hace lo mismo con el chochito. —Y por supuesto, te olvidas de esto...

Los restos de lefa se deslizaban entre sus dedos y recorrían sus muslos mientras se tocaba el empapado coño. Fue la escena más vulgar que me tocó ver en la vida, sin embargo, me quedo extrañamente excitado.

Le respondo con un poco convincente:

—No me importa.

Ella se sube a horcajadas sobre mí, con las manos apretando mis hombros.

—Bueno, vete entonces, vamos a ver si tienes tanta suerte como para encontrar a otra mujer como yo. Vamos, vete —me incita sensual y desafiante—. Empujame a un lado y despídete de todo esto...

Tenerla encima demostrando tanta potencia, tanto poderío, me dejó intimidado, y muy excitado. Su mirada firme, demandante, me estaba poseyendo, como si me hubiese echado un encantamiento. Mi entrepierna se había puesto como una roca bajo la suya, no sé si por la excitación del momento, pero no podía pensar claramente; de repente ideas que me parecían aborrecibles ahora tomaban un cariz de tentación. En ese momento me invadió la lujuria, sólo quería agarrarle las tetas, sentir la piel de sus nalgas, tomarla de la cintura y... sólo quería que me devorara completamente con su chorreante y cálido chocho.

No sé lo que haría o pensaría cuando pasara el efecto, pero en ese momento la tomé y me volví su cuck.

FIN

¡Coleguis!, soy yo devuelta. Estoy aquí para notificarles a todos los que habéis llegado hasta aquí que el relato que quería publicar para hoy no es este. He escrito otro pero la web no me lo aprobó (vete tú a saber porqué). Si tenéis curiosidad, se llama " ¿Y si contratamos a un boy? " y lo podéis leer en mi Wattpad. El link está en mi perfil. Espero que podáis leerla y comentarme qué os ha parecido.