¿Crees que he sido un buen cornudo? (3)

Mis cuernos siguieron creciendo, y yo sin disfrutarlos...

¿CREES QUE HE SIDO UN BUEN CORNUDO? (3ª parte)

(Obligatorio leer la primera y la segunda parte antes de seguir con ésta)

11.

Empezó a trabajar

A principio del tercer año, y cuando ya tenía muy avanzados los estudios, por mediación del novio de una amiga mía, con quien a veces nos juntábamos, le llegó una propuesta de trabajo en una auditora. Éste trabajaba allí y buscaban a gente que todavía estuviera estudiando para ir a las empresas auditadas a hacer inventarios, especialmente en empresas hortofrutícolas. Aceptó enseguida, en parte porque, aunque pagaban bastante mal, era una gran ayuda y, supongo, para empezar a buscarse independencia económica. Además, el trabajo siempre era fuera de la ciudad, se iba a una empresa a auditarla y podían estar 3 ó 4 semanas de lunes a viernes hospedados en un hotel. Incluso, por urgencias del trabajo, se prolongaba algún fin de semana (o eso me decía) para acabar un inventario a tiempo. Con esto, ponía tierra de por medio ante una relación cada vez más estancada, al no vernos, no había conflictos, pero tampoco convivencia, con lo que era como una sentencia de muerte. Por eso a los 6-7 meses de trabajar allí se buscó un piso para "tomarnos un descanso", preludio de la rotura definitiva.

Así pues, se iba los domingos por la tarde a una ciudad de provincias para hacer la auditoría, para volver el viernes por la noche, siempre que no prolongaran el fin de semana, en cuyo caso no le veía el pelo hasta el fin de semana siguiente. Huelga deciros que esto le abrió aún más las posibilidades de buscar nuevos horizontes y vivencias, lo que se traduce en nuevas posibilidades de añadir nuevas puntas a mis ya poblados cuernos. Un ejemplo que parece que no era nuevo: en una ocasión me dijo que el directivo de una de esas empresas la estaba acosando, que se había "obsesionado" con ella y no dejaba de llamarla, de nuevo cuando me ofrecí para enfrentarme a ese tío me convenció de que no era necesario, pues no iba a volver a esa empresa. Lo evidente es que se dejó seducir por el individuo en cuestión, seguramente casado, irse a la cama con él un par de veces y cuando quiso dejarlo, a él no le pareció una buena idea. En la misma línea, me dijo en muchas ocasiones que le habían ofrecido trabajo allá donde iba, lo que le levantó su ego profesional, aunque las intenciones serían otras; la adulaban para follarla (no les culpo, el traje chaqueta le quedaba genial), a lo que seguramente ella les seguía el juego, por estar en plena exploración de nuevas experiencias (más o menos ella me describió esa fase de su vida en estos términos).

¿Qué hay de su compañero de trabajo, novio de una de mis mejores amigas? Resulta que durante varios meses convivieron como una pareja: trabajaban juntos, desayunaban, comían y cenaban juntos, lo que nunca me aclaró es si tenían habitaciones distintas en el hotel o la compartieron para que la empresa ahorrara gastos. Durante todo ese tiempo se convirtió en su confidente y amigo, y yo le odié por ello y porque cada vez que coincidíamos me recriminaba continuamente tal o cual actitud, que si le había hecho tal o cual cosa a Paula, etc. ¿qué si también me puso los cuernos con él? Sería difícil de creer lo contrario, pues lo tenía todo a favor: físicamente era atractivo, tenía tiempo para conquistarla o conquistarse, ocasión e intimidad y sobre todo, la predisposición de ella, con una relación prácticamente rota y con ganas de abrirse a nuevas experiencias. No hay que olvidar que el rollo del amiguito comprensivo siempre funciona.

Un ejemplo: un viernes por la tarde-noche que volvían en el coche del otro quedamos directamente, sin que pasaran por casa (ya salieron duchados y cambiados del hotel) en un bar del centro de la ciudad, pues íbamos a cenar con otra gente y así no perdían tiempo. Fui un poco antes que los demás con mi moto y así los esperaba por si se adelantaban y, efectivamente, los vi llegar desde un semáforo donde estaba parado (ellos no me vieron a mí) y entraron en un parking público de varias plantas cercano a ese bar. Me dirigí al bar esperando verles llegar en 3 ó 4 minutos, cosa que no ocurrió, pues fueron casi los últimos en llegar ¡Tardaron alrededor de 45 minutos!, riéndose y bromeando como si tal cosa. Por supuesto, se excusaron diciendo que el tráfico estaba fatal y yo, como insistiendo le pregunté a Paula directamente si hacía mucho que habían llegado y me confirmó que lo justo en aparcar y llegar al bar. No quise indagar más, pero aquello olía a cuerno quemado.

Por cierto, ese día estaba preciosa con unas botas altas de piel, a juego con falda y jersey. Lo que me puedo imaginar que ocurrió es que al llegar a un lugar apartado del parking, el morbo de la situación les llevó a enrollarse allí mismo, para lo que ni siquiera necesitaría quitarse la ropa, tan sólo las bragas. Pasarían al asiento de atrás, ella le bajaría los pantalones para después sentarse sobre él, cabalgándolo pausadamente, recreándose en la penetración, mientras él tenía su cabeza entre las tetas, lamiendo y succionando sus deliciosos melocotones. Es normal que el resto de la noche estuvieran tonteando y cuchicheándose cosas al oído, dirían cosas del tipo: ¡Menudo polvo me has echado!, o ¡Cuando te pille en el hotel te vas a enterar!, o ¡Míralo, no se entera de nada! Etc. De todas formas, podrás adivinar que no sería el único que se la beneficiaba en estas circunstancias tan propicias, dado que muchos fines de semana se quedaba allí y seguramente los aventureros saldrían por doquier. El ejemplo más claro es el que paso a contar.

12.

Los chulazos

Este compañero de trabajo tenía dos amigos que siempre iban juntos, unos crápulas juerguistas, con los que coincidíamos a menudo. A uno de ellos le llamaré el "nudista depilado", ya que el tío tenía una facilidad pasmosa en desnudarse, vamos, un auténtico exhibicionista; por ejemplo, en el piso que compartía con su novia y otros compañeras de clase, era habitual que se paseara con sólo un albornoz desabrochado, que incluso, sólo abrochado, utilizaba para ir a comprar el pan o el periódico. En juergas nocturnas, a la mínima, aun en un pub lleno de gente, se bajaba los pantalones y nos enseñaba a todos la minga (nunca usaba calzoncillos). Evidentemente, todos conocíamos con detalle sus atributos, que dicho sea de paso, tenía un buen aparato aún en reposo (casi como el mío empalmado), iba siempre depilado en sus partes (lo que resaltaba todavía más la dimensión de su polla), era alto y bien formado físicamente, lo que hacía que las tías lo devoraran con la mirada. Ni decir tiene que Paula era de las que más le seguía la broma y le jaleaba cuando el tío se animaba a sacar a pasear el salchichón, incluso se ofrecía a desabrocharle el pantalón, cosa que hizo en más de una ocasión.

El otro lo llamaré el "musculitos sobón", ya que era más bajo que el otro pero con un cuerpo muy formado en el gimnasio, cada brazo suyo era como una pierna mía, un tío desafiante y caradura, tendente a propasarse con todas las tías y que tenía cierta debilidad por Paula, cuando coincidíamos casi siempre se repetía el mismo ceremonial: cuando ella iba a darle dos besos de saludo, él le hacía el abrazo del oso, estrujándola con sus fuertes brazos, dándole sonoros besos y levantándola en el aire con sus manos en el trasero mientras decía cosas como "¡joder, que buena estás!", "vaya polvo tienes" o "déjate a éste y vente conmigo, que te vas a enterar". Mientras ella se partía de risa debatiéndose entre sus brazos, yo seguía la broma como intentando separarlos hasta que un manotazo me desplazaba medio metro. Luego, como quitándole hierro a una situación potencialmente humillante para mí (esto era delante de todos), me saludaba cordialmente y manteníamos una conversación como si nada.

Ni decir tiene que ambos, entre que el físico acompañaba y lo sinvergüenzas que eran, a pesar de que estaban medio ennoviados con una chica de su pueblo, tenían una vida sexual muy activa, y eso a la vista de todos, y "picaban" tanto de las chicas conocidas como de las que iban surgiendo. Además, actuaban en equipo, como los lobos, lo que les aumentaba las posibilidades. Un ejemplo: Para una boda de una amiga común de todos vino de otra ciudad una chica (que, por cierto, estaba recién casada), para lo que se quedaría a dormir en casa de una tercera amiga, que casualmente era la novia del compañero de trabajo de Paula. Pues bien, en el baile posterior al banquete, los crápulas empezaron a tirarle los tejos a su víctima sin ningún pudor, la cual, supongo que por efecto del alcohol y por la libertad de saberse lejos de su marido, coqueteó descaradamente con ellos, bailando y dejándose sobar a la vista de todos. Al finalizar el banquete, se fueron los tres en el coche de uno de ellos, (con el consiguiente cabreo de la novia y de mi amiga, que se quedó esperándola para dormir, pues no tenía ni coche y tuvo que mentir al marido por ella). Nuestros crápulas alardearon que se la estuvieron follando (¡¡los dos!!) en el apartamento de los padres de uno de ellos durante toda la noche. Esta misma versión me la confirmó mi amiga cuando le pidió explicaciones a la zorrilla en cuestión.

No es difícil de adivinar quién iba a ser presa fácil de tan eficaces depredadores. El hecho es que en algunas ocasiones, siendo éstos tan amigos del compañero de trabajo de Paula, se desplazaban en ocasiones a visitarlo, ida y vuelta entre semana (estaban a unos 300 kms), pero también en algún fin de semana, aprovechando la ocasión para quedarse allí y salir fuera del control de las novias. Pero claro, el grupo de tres se convirtió en cuatro, pues Paula, cada vez más fuera de mi órbita, también se sumaba a la fiesta y dejaba de acudir esos fines de semana en cuestión. Esto ocurrió en varios fines de semana, lo que me comunicaba sin ningún complejo: "este fin de semana no voy porque vienen A (el nudista) y B (el musculitos) y C (el compañero) también se queda y saldremos de marcha". A estas alturas ya ni siquiera protestaba. No es difícil imaginar que el compañero, dadas las confianzas, les contara a sus amigos la situación en que se encontraba Paula, es decir, con una relación a punto de romperse, necesitada de sexo y muy receptiva a ciertas experiencias. ¡El banquete estaba preparado para los tiburones!.

Una esas semanas, coincidió que en la ciudad en que estaban trabajando estaban en fiestas y me llamó con la misma cantinela, o sea, que nuestros amigos los chulazos iban a acudir ese fin de semana para salir de marcha y tal. Como en otras ocasiones, lo di por bueno hasta que vi el sábado por la noche al compañero en una zona de pubs; sorprendido, le pregunté por si Paula había venido con él y me dijo que no, que él también pensaba quedarse porque iban los otros pero que su novia (mi amiga) le había montado una bronca y se había venido. Así que, con todos los condicionantes, Paula se quedó sola ese fin de semana con los dos folladores, con lo que con toda seguridad ellos fueron a cazarla, después de otras visitas en que estarían tanteando el terreno, ese fin de semana fue el señalado para montar a la potrilla en celo.

Un dato más: un par de semanas más tarde tuvimos uno de esos fugaces reconciliaciones en que nos volvíamos a acostar y resulta que comprobé con sorpresa que se ¡¡había afeitado el coño!!. Aunque intentó hacerme creer que lo había hecho para variar, por si así me gustaba más, resultaba evidente que, ya que le había salido algo de pelo, que el afeitado podía coincidir con dos semanas atrás. Es decir, se había afeitado el coño la semana que se vió a solas con los dos chulos corneadores; me deleité con una lamida, sin pelos que molestaran, allí donde se habían abierto paso las pollas de otros. ¿Serían ellos mismos los que la afeitasen en una suerte de ceremonia sexual o sería ella misma para agradar a mis sátiros amigos?. ¿De ser así, además se vestiría sexy expresamente para ellos, con la expectativa de empezar a cobrarse esos revolcones que tantas veces le habían prometido? ¿Le avisarían ellos con antelación que iba a acabar follada y bien follada y le ordenarían que se depilase su hermosa gruta?.

Sin duda alguna, posiblemente, dado el historial de los sementales en cuestión, Paula se las vería con su, pienso, primer trío. El cómo llegaría a éste alimenta mi tormentosa imaginación, digamos que no cabe duda que la follaron por todos sus agujeros. Sería el musculitos el más osado, el que empezaría a tantear con su manos la cintura y la espalda de aquella que tantas veces había soñado con follarse, mientras, entre copa y copa, empezaría a trabajarle el oído. A medida que fuera avanzando la noche el alcohol iría ablandándola y en algún momento dado entre ellos se harían alguna seña y se comentarían que sería el momento de retirarse a cobrar el trofeo que habían ido a cazar. Lo mejor sería los comentarios que le dedicarían mientras le afeitaban el coño y ella, caliente como una perra, se dejaba hacer, quizá serían del tipo de: "zorra, te vamos a follar este coño vicioso hasta que no puedas más", "tu novio es un pichafloja y se nota que te tiene necesitada",... No hay nada como unos buenos profesionales para que a uno le metan unos cuernos de campeonato y para dejarla bien satisfecha. Con razón la siguiente vez que me vieron me lanzaban esas miradas burlonas e incluso el musculitos me dio unos golpecitos en la frente mientras se crujía de risa.

13.

El fin

A poco tiempo de todo ello, dio el paso de la ruptura definitiva, paso que no me atrevía a dar aunque era algo ya inevitable, y, paradojas de la vida, antes de un mes se fue a vivir con nosequién en Madrid, creo que su actual marido, alguien con el que evidentemente ya llevaba una relación tiempo atrás y al que presuntamente también engañaba. La muy furcia no soltó una presa hasta que tuvo bien cogida otra y todo por el interés. ¿Le habrá puesto los cuernos desde entonces?. Desde luego, si él está muy metido en su trabajo y ella tiene cierta independencia, el riesgo es alto y volverá a dejarse llevar por los ofrecimientos de corneadores, gozar como una leona cuando se la follen y tener remordimientos luego. Solo espero por su bien que haya sabido sacar el partido que yo no supe y disfrutar de unos buenos cuernos consentidos. Seguro que no me equivoco y es un firma candidato a llevar unos buenos cuernos.

Un deseo oculto que tenemos muchos es ver como un macho "alfa" de la manada monta a nuestra hembra, dejándola bien satisfecha mientras miramos entre excitados y admirados, mientras esperamos nuestro turno (¿quién no ha visto los documentales del national geographic?). Lo único que necesitamos es liberarnos de los convencionalismos respecto a lo vergonzosos que son los cuernos, es comprensible que una mujer hermosa y sexualmente activa como era Paula tenia unas necesidades que yo no le ofrecía y que tenía que buscarlas allá donde se las ofrecían y yo, si pudiera volver atrás en el tiempo, le hubiera ofrecido algún potente macho (quizá 2 ó 3) para que le satisfaciera adecuadamente de forma estable y aceptar mi deseado papel de macho pasivo y consentido.

Fin