¿Crees que he sido un buen cornudo? (2)

Sigue la historia de como me adornaron con unos buenos cuernes, y yo sin enterarme...

¿CREES QUE HE SIDO UN BUEN CORNUDO? (2ª parte)

(Obligatorio leer la primera parte antes de seguir con ésta)

7.

El aprovechado

Después de dejar precipitadamente el trabajo se buscó otro restaurante para acabar la temporada en la misma ciudad, mientras que evidentemente yo seguía en el mismo, con unos horarios que no eran exactamente los mismos, empezaban y acababan antes los fines de semana, con lo que por el exceso de trabajo nos desconectábamos casi todo el día. La tónica era más o menos la misma, cuando acababan la jornada a la noche (12-1 de la noche, mientras que yo acababa a partir de las 2), salían todo el equipo de camareros-as a tomar unas copas. Al principio no salía, pero pronto empezó a hacerlo para no sentirse desplazada, pues había un buen ambiente de trabajo, y si yo no salía demasiado tarde, nos veíamos en la zona de copas.

A la tercera semana, después de buscarla infructuosamente en el pub donde habíamos quedado el sábado por la noche después de cerrar, se presentó el domingo por la mañana a buscarme bastante alterada, me soltó algunas lágrimas y me dijo que uno de los camareros (uno de unos treinta y pocos, bastante feo y físicamente bajo, unos 1,60 y muy corpulento), se había ofrecido a llevarla a casa porque había bebido mucho y se sentía mal. No desconfió porque era un tío bastante amable y educado, pero en vez de llevarla a casa, la llevó a una carretera apartada e intentó aprovecharse de la situación, que la situación fue muy desagradable y no pasó a mayores, obligándole finalmente que le llevara a casa. Ante mi cabreo monumental, logró convencerme para que no me enfrentara a él, pues en realidad no fue nada, pero que no iba a volver a trabajar allí para que ese tío no se pensara que le daba pie a volver a intentarlo.

¡¡¿Otra vez la misma historia?!! No salía de mi asombro, me descuido un poco y los hombres la asaltan queriendo violarla. ¿No cabe como mínimo la posibilidad que ella hiciera algo para provocarlo?. Aquello olía a chamusquina, como si no me lo quería contar todo, pero quise creerla y ahí acabó todo, pero años después, cuando ya lo habíamos dejado definitivamente, un amigo que también trabajaba como camarero en ese mismo local y que estaba esa noche, me quiso contar la otra versión, según dijo, porque ya no importaba y porque en aquél momento no quería meterse en una relación. Este comportamiento se repitió con otras personas, me contaron cosas referentes a Paula mucho más tarde.

Pues bien, resulta que esa noche ella bebió más que nunca y estuvo muy "suelta", que iba con una camisa abierta sobre una camiseta negra de lycra sin sujetador, calentó mucho al personal mientras coqueteaba con todo bicho viviente, con lo que ellos mismos tuvieron que espantarle los moscones. Cuando se plantearon que la cosa se desmadraba, el tipo en cuestión se ofreció a los demás para llevarla a casa, cosa que pareció bien al resto, pues estaba bastante borracha. A partir de aquí lo que sabía se lo contó el "aprovechado" en confidencia: Como estaba muy cachondo, y ante lo que parecía una tía facilona y muy borracha, decidió probar suerte. Se la llevó a un lugar apartado, conocido de todas las parejas de la ciudad mientras ella dormitaba en el asiento del copiloto, empezó a besarla y a meterle mano (fácil, entre no llevar sujetador y la vía libre a la entrepierna, por culpa de la falda de camarera), resistiéndose un poco al principio, pero cuando empezó a jadear y a dejar de luchar, notó que la cosa iba bien y acabó follándosela en el asiento de atrás del coche.

Evidentemente, aquél aprovechado fue muy soez describiendo la hazaña y sus habilidades amatorias, adornando la historia con comentarios del tipo de "todas las rubias son una putas", "era una calientapollas y se lo estaba buscando", "cuando le metí mano ya estaba súper-mojada", "me la estuve follando una hora y la tía pedía mas" etc. Desde luego, este tío no tenía nada de romántico y sus formas a la hora de asaltarla no serían suaves, lo que puede que sería lo que le disparó la líbido para permitir que ese monstruo le metiera el nabo y la montara como la potrilla calentorra que demostró ser durante toda la noche.

Me la imagino aquellos primeros momentos del asalto, primero resistiéndose débilmente mientras le masajeaba las tetas por encima de la camiseta e intentaba besarla, para después meterle la mano por dentro de la camiseta y pellizcarle sus duros pezones (eso le ponía a mil) al tiempo que conseguía introducir la lengua en su boca, empezando a derribar sus defensas y a desear que aquella mano nerviosa llegara cuanto antes a su húmeda cueva, acelerando su respiración y abriendo sus piernas para que le frotara su húmedo coño, en el que metería uno de sus dedos. A esas alturas, ella jadearía vivamente y posiblemente también estaría amasando nerviosamente por encima del pantalón el duro y amenazador bulto de su compañero, en el que él hubiera puesto su mano, para después sacarse la polla y volver a dejar la mano de Paula allí, que torpemente masturbaría mientras él se entregaría con brío a sobarla, ya totalmente entregada. Finalmente, la sacaría a empujones del coche para pasarla a la parte posterior, mientras ella, húmeda y sumisa, se dejaría levantar la falda y ofrecer su retaguardia sobre el asiento de atrás para que él empezara a metérsela sin contemplaciones, amarrado a sus tetas y respondiendo con gemidos a cada empujón de su sátiro amigo, llegando con seguridad a 2 ó 3 orgasmos antes de que su afortunado violador se corriera sobre su blanco culo.

Aún exagerándolo, aquello encajaba más que la extraña historia que contó ella y desde siempre intuí que había habido más de lo que contó. Pareció como que me lo contaba por si alguien que los hubiera visto en el coche me decía algo, pero impidiendo que me encarara con él por si me enteraba de toda la verdad. Las lágrimas del día siguiente no eran de miedo o vergüenza, sino de culpa por haberse dejado manosear y follar por un tío tan desagradable que seguramente la pondría en evidencia a la mínima.

Poco después de esto, pasó el verano y empezó el curso, buscamos un piso para vivir en la capital y llegando al acuerdo que dejaría de trabajar para dedicarse a sus estudios de economía, mientras yo aceptaba un trabajo miserable sin acabar los estudios. Los dos años siguientes fueron más o menos bien, pero las circunstancias que describo arriba hicieron poco a poco deteriorar la relación.

8.

Todo queda en familia

Como digo, sobre todo el primer año fue bastante bien, pero a partir del segundo, mi familia empezó a reclamarme para acudir al negocio a "tirar del carro", fastidiando los fines de semana, y de paso, la convivencia. Ella se quedaba al margen, a ser posible no acompañándome, quedándose o saliendo con su familia esos fines de semana o con el grupo de amigos y amigas, ya que la relación con mi madre y mi hermana no era muy buena. Otra posibilidad es que pasaba el rato con mi cuñado, el marido de mi hermana, de unos 28 años en aquél entonces. Éste también tenía problemas parecidos con mi familia y pasaba una crisis matrimonial importante, por lo que tenían problemas comunes y era inevitable que acabaran llevando una buena relación, contándose y compadeciéndose mutuamente de sus desdichas. Mi cuñado tenía una carpintería de muebles de cocina a las afueras de la ciudad en una pequeña nave industrial, donde se pasaba la vida trabajando, muchas veces incluidas noches (dormía en un confortable sofá-cama de su despacho), en parte por exceso de trabajo, pero sobre todo para evadirse de los problemas y poner tierra de por medio en sus problemas conyugales.

Con eso, Paula se pasaba allí horas muertas dándole conversación mientras trabajaba, a veces esperándome a mí y a veces por gusto, para charlar y desfogarse con alguien. Yo nunca lo vi mal, al contrario, mientras estuviera allí estaba entretenida y la tenía localizada, no así mi hermana, que siempre sospechaba y me hacía comentarios del tipo de: ¿No te parece que tienen demasiada confianza? o ¿No te parece extraño que Paula se pase la vida allí?. Así fue durante un año y medio aproximadamente, hasta que dejó de ir, detalle que no le di importancia, pues era mas o menos la época que empezamos a distanciarnos mas.

Un par de años después de cortar definitivamente con Paula, mi hermana me lo confesó: había encontrado (supongo que buscando por las sospechas) en el despacho de la carpintería una carta escrita de Paula dirigida a mi cuñado, que confirmaba sus sospechas y mis hermosos cuernos, carta que para mi humillación acabó entregándome, permitiendo reconocer en ella su letra. En ella, Paula ¡¡le declaraba su amor!!, describiendo con todo lujo de detalles sus sentimientos hacia él con toda la palabrería que comportaba: que nadie me entiende como tu, que me haces sentir de tal o cual manera, etc. Hasta ahí sólo se demostraba la culpabilidad de ella, pero además hacía referencias concretas como "tal día fue muy especial para mí", "quiero poder sentirte dentro de mí de nuevo" o "me gustaría volver a tenerte toda una noche para mí sola", etc. Mi hermana y mi cuñado tuvieron una gran crisis, pero la superaron, Paula dejó de ir y ya nunca la perdonaron mi hermana ni mi madre. ¡Y yo sin enterarme de nada!.

Con esta información até cabos: una tarde de invierno en que sabía que estaba allí fui a buscarla, pero me encontré las puertas cerradas, como si allí no hubiera nadie, pero fuera estaban aparcados los coches de ambos, con lo que después de estar llamando un rato, me convencí que era inútil, aunque se veía algo de luz dentro (esto me pasó al menos dos veces más). Cuando, más tarde volví y los encontré allí hablando y riendo le pregunté dónde habían estado, me dijo que había ido un amigo de él a visitarlo y se habían ido todos en el coche del otro a tomar café a un bar, cosa que no dudé en creer. Ahora no me resulta difícil imaginar donde estaban: con toda seguridad estaría abierta de piernas recibiendo sus embestidas en el maldito sofá-cama, o bien cabalgando sobre él haciendo botar de aquella forma tan sexy sus tetas, o quizá a cuatro patas con el salchichón ensartado hasta el fondo. Lo que es seguro es que se retorcería y gemiría en cada uno de sus orgasmos, como sólo lo hace una mujer enamorada cuando la folla su amado.

Si su atracción era de la intensidad que destilaba la carta que le escribió, el llegar a acostarse con él sería una consecuencia lógica e inevitable, sus palabras demostraban la pasión de una colegiala enamorada (dibujaba corazones y cruces a modo de besos) y la atracción sexual saltaría a la vista, con lo que se entregaría con todas las consecuencias y sin límites. Con toda probabilidad ella daría el primer paso, seduciéndolo con todas sus armas disponibles hasta hacerlo caer. ¿Y él? Con un matrimonio en crisis, seguramente con sexo bajo mínimos, evidentemente no despreciaría un ofrecimiento tan apetitoso y gustosamente le seguiría el juego, como haría cualquier hombre, e incluso colaboraría activamente en la seducción y el enamoramiento de ella, diciéndole lo que ella quería oír, con tal de follársela, aunque parece ser que a la hora de la verdad la dejó tirada.

Entonces, si quería a otro, ¿Qué hacía la muy puta conmigo, siendo que después de esto todavía duramos un año? Todavía no había acabado los estudios y yo la mantenía, e incluso le daba mucha libertad, entre que yo trabajaba 7 días a la semana y cuando no lo hacía no estaba para muchos trotes, ella hacía su vida independientemente de la mía cada vez más.

9.

Las salidas nocturnas

Como digo, empezó cada vez más a salir por su cuenta, tanto con sus hermanas y sus amigos, como amigos propios de la facultad, algunos de los cuales me encontraba en casa después de volver del trabajo. Mientras yo me mataba a trabajar, ellos hacían vida de estudiantes, con su rollo de quedar a estudiar, tomar café y salir de cena. Me fui apartando de su vida social y mientras yo me iba a dormir ella salía con todos ellos, maquillada y con sus mejores modelitos, llegando a veces muy tarde y bastante contenta por el alcohol. En más de una vez me avisaron que la habían visto en un pub de la zona de copas charlando aparte en un rincón con algún tío hablándose al oído y con un cubata en la mano.

¿En cuantas ocasiones se le ofrecería algún caradura atacando sin vergüenza para llevársela "al huerto" y ella cedería? Dado que prácticamente nuestra vida sexual estaba bajo mínimos, estaría caliente como una perra, y un bombón como ella llama la atención a todos los que prueban suerte. Recuerdo que en una ocasión llegó cerca de las seis y prácticamente me violó, se metió en la cama y jadeaba como una posesa y antes de metérsela ya se había corrido una vez y cuando se la metí por atrás gritaba como una loca. Alguien la había calentado así y la había dejado a medias. Cuando teníamos alguna sesión de sexo de este calibre, cada vez con menos frecuencia, nos "reconciliábamos" temporalmente, lo que no hacía sino que prolongar nuestra agónica relación.

También por esa época, me propuso algo que me sorprendió bastante, que quizás debíamos dejarnos los condones y probar tener un hijo para ver si solucionábamos así nuestros problemas. Por supuesto me negué, ya que no era el momento de complicarse la vida de esa forma, sobre todo económicamente, pero ahora pienso que podría ser una especie de seguro de paternidad por mi parte y cubrir el riesgo de haber follado quién sabe con quién y quién sabe donde en un momento de lujuria desenfrenada y sin las debidas precauciones.

En el grupo de amigos de sus hermanas iba un tío, más o menos de mi complexión y bastante atractivo que, aunque normalmente era muy correcto y educado, cuando bebía solía mostrarme sin tapujos su envidia por mí y su devoción por Paula, empezaba a comerme la oreja con cometarios del tipo de: "eres un tío muy afortunado", "vaya novia más guapa tienes" o "el día que cortéis voy a intentarlo con ella". A mí todo aquello no me molestaba, pero cuando ya estábamos en esta fase de nuestra relación y Paula me nombraba la gente del grupo con el que salía sin mí, al nombrar a este individuo, sentía una punzada en el estómago, por cuanto que estaba seguro que él sabía nuestra situación y sin duda, aprovechando la connivencia y probable discreción de las hermanas y del resto del grupo y la noche, no dudaría en intentar algo con ella. La duda es si ella cedería a sus ataques o no.

Seguramente su estrategia de ataque sería la vieja treta de hacerse el amiguito confidente, le contaría algún desengaño amoroso propio para darle pie a que ella le contara nuestra propia situación, a lo que a buen seguro le alimentaría su autoestima dándole a entender que alguien como ella se merecía algo mejor, que podría tener al hombre que quisiera. En el barullo de la discoteca, esas confidencias se las contarían al oído y muy cerca el uno del otro. Los roces, la desinhibición del alcohol y la predisposición mutua haría el resto. Lo cierto es la siguiente vez que coincidimos, él me dedicó una serie de miradas más que desafiantes y, por supuesto, nada de babearme más a la oreja. ¿Se daría el gustazo de llevar a Paula en coche a algún lugar para montarla o como mucho le metería la lengua en la boca mientras le sobaba las tetas en un rincón de la discoteca? ¿Sería él quien la calentara tanto aquella noche?

En esa fase es cuando empezamos a distanciarnos más, y cada vez yo la follaba menos, incluso descubrí en un cajón, bajo la ropa, un vibrador de tamaño considerable que ella sin duda se metería hasta el fondo en momentos de mucha necesidad. Ya en alguna ocasión en que discutimos, me recriminó que la tenía muy abandonada y que tenía que frotarse el coño a menudo para aliviarse. Supongo que pasar de una polla de latex a una auténtica cuando se le presentara la ocasión sería una posibilidad sólida: Quizá aprovecharía para meterse en mi propia cama con alguno de esos compañeros de clase aprovechando mi ausencia y jodérselo a placer, alguno de aquéllos que me miraban con sorna cuando llegaba de trabajar y que me encontraba muy arrimado en la mesa, como comentando algo de los apuntes, mientras ella iba sólo vestida con esos pijamas de algodón fino sin sujetador que no se avergonzaba de llevar en esas sesiones de estudio y que, cuanto menos, se la comían con la mirada.

10.

El viaje fin de curso

Uno de ellos era el que más frecuentaba mi casa, un tío que se le notaba mucho que le "iba" mi chica, tanto por las miradas y confianzas que tenía con ella como por las miradas desafiantes que me dedicaba a veces. Así se lo hice ver a ella, en uno de mis últimos intentos de salvar nuestra relación, a lo que ella siempre me salía con respuestas del tipo de "si te interesa nuestra relación, vuelve más pronto del trabajo, o no te duermas en el sofá por las noches, que me siento ignorada, etc..". Pues bien, ese era el que más veces me encontraba en mi casa asomándose descaradamente al hueco del cuello del pijama para verle las tetas a Paula o respirando su olor a escasos centímetros con burdas excusas en forma de preguntas del tema de estudio. Y era el mismo que oía junto a la voz de Paula en el salón, mientras me duchaba, cambiando bromas y risas, flirteando descaradamente con la complacencia de ella.

De todas formas, mi principal problema con ese tío es que me producía complejo de inferioridad, ya que rondaba el 1,90m, moreno, ojos verdes y muy guapo, no me importa reconocerlo. Si ella podía sentirse atraída por alguien, debía ser por él, con quien pasaba tardes enteras tonteando en mi propia casa. No sólo eso, sino que salían a menudo con todo el grupo de la facultad, e incluso algún fin de semana a una casa rural todos juntos. Claro que ahí no acabó todo, y es que organizaron un viaje fin de curso a Praga y Budapest con toda la clase, nuestro gran amigo incluido, viaje que tuve que pagarle con mi dinero y que ella no quiso que yo le acompañara (según dijo para que no me sintiera desplazado y que, sobre todo, necesitaba un poco de diversión lejos de mí).

Lo que tenía que pasar: meses después, en una discursión me echó en cara que durante el viaje estuvo acostándose con mi corneador de estudios preferido, es la única vez que me confesaba una cosa así, claro que a esas alturas ya todo daba igual. Me dijo que llevaba tiempo detrás de ella y que al final no pudo negarse a un tío tan bueno (claro, de ser ella yo también me lo hubiera tirado). Para seguir con la humillación, añadió que no fue la primera vez (¿quizá en casa?), que se encerraron en la habitación casi todo el viaje y que se calzaba una polla mucho más grande que la mía. (con posterioridad me fijé en fotos del viaje y en el vaquero ajustado que llevaba mi "amigo" resaltaba un bulto más que excepcional).

En aquél viaje, a los ojos de todos (incluso para aquellos que me conocían, para humillación mía), se comportarían como una pareja de enamorados, es decir, irían cogidos de la mano, se contarían confidencias y se besarían con la pasión que ya no tenía conmigo. Ya en la habitación, me imagino aquél tío tan grande, volver loca a mi chica después de darle una buena sesión de preliminares, desnudarla y, sentado en la cama, levantarla en el aire como si fuera una muñeca para clavarle su herramienta gigante mientras se miraban a los ojos y agitarla sobre ésta con sus fuertes brazos mientras ella se abandonaba pasivamente gimiendo como una gatita en celo, con el pelo enmarañado y pidiendo a ese dios del amor que la follara una y otra vez. ¿Por qué será que me entusiasma más la idea que eso pasara en mi propia habitación después que ella me llamara por teléfono para cerciorarse que todavía tardaría en llegar?

(continuará)