Crees en brujas?
Después de la muerte de aquel chico, nada sería igual
Las campanas de la iglesia sonaban de manera insistente, recordando que alguien del pueblo había muerto. Ella lo sabía muy bien y estaba muy triste. Aquel pobre chico siempre le había gustado, desde que lo vio por primera vez, era el mecánico del pueblo. Le arregló el coche el primer día que llegó. Era fuerte, de espalda ancha, con una barba poblada y los ojos pardos, cada vez que lo veía pasar él le dedicaba una sonrisa y algo se estremecía en su interior, sentía un calor en su vientre que le provocaba una excitación fuera de lo normal y se veía obligada a refrescarse en la fuente. Aquella tarde fue a su velatorio. Era su obligación por ser la nueva profesora de la escuela. Aunque todavía no llevaba una semana allí en el pueblo ya la consideraban parte de aquella pequeña comunidad. Al verlo en la caja, parecía una escultura de un dios griego dormido, tan pálido y bello que le hubiera encantado besarlo, desabrochar aquella camisa blanca y recostarse sobre su pecho. Ese pensamiento la hizo enrojecer y se giró rapidamente para no mirarlo, chocando contra el altar tirando una foto del pobre chico contra el suelo. Recogió la foto rapidamente y avergonzada por pensar aquello en un velatorio, se fue a casa. Todavía no había abierto todas las cajas de la mudanza, hacía poco que vivía en aquella pequeña aldea de Galicia, heredó la casa que había pertenecido a su familia desde hacía muchas generaciones y aquello le pareció una oportunidad para cambiar de aires después de su divorcio. Un pueblo pequeño donde nadie la conocía. Aquella era una casa vieja y extrañamente no se sentía nunca sola desde que llegó, de alguna manera notaba como su abuela la acompañaba entre aquellos gruesos muros. Dedicó un rato a vaciar todas cajas, la mayoría con libros y los colocó junto a los que ya había en la casa. Allí ordenó las estanterías, econtrando libros de cocina, herbología, medicina...su abuela tenía fama de curandera y tenía multitud de libros que no sabía ni para qué servian. Entre todos encontró un libro sin tapas, muy viejo, y sirviéndose una copa de vino mientras cenaba se puso a ojearlo. Se trataba de un manuscrito con anotaciones, al parecer su abuela se interesaba por el ocultismo...debía ser meiga? Esa idea le hizo gracia y siguió leyendo divertida aquel manuscrito lleno de filtros de amor, mal de ojo entre otras cosas. Le llamó la atención un apartado que decía “contactar con los muertos”. Mientras leía interesada esa parte no paraba de imaginarse al chico que había muerto, un chico tan joven, tan guapo...debería haberle hablado, lanzarse y tener algo con él, eran los dos únicos jóvenes de aquella aldea. siguió leyendo mientras la botella de vino blanco se acababa. Se fue a desvestir a su habitación, llevándose el manuscrito y la copa de vino, y descubrió con sorpresa que había llevado la foto del chico por error. La había recogido del suelo y la había guardado en su bolsillo. Eso le hizo pensar una locura...podría hablar con él a través de alguno de aquellos rituales? Bebió un sorbo más de vino y se puso el camisón, esa idea la excitó, y decidió leer aquellos pasajes en voz alta, seguir cada una de aquellas instrucciones tan absurdas...encendió velas tal i como indicaba, colocó la foto, leyó los versos...esperó y nada. Nada de nada. Sonrió y dejó la foto a un lado, guardó el libro y se metió en la cama. Como podía creerse esas tonterías? Cerró los ojos y se durmió. A media noche sintió como algo frío recorría sus tobillos, subía por sus muslos abriendo con fuerza sus piernas, humedeciéndole la entrepierna. Algo estaba poseyéndola, succionando y lamiendo su sexo con lujuria. Abrió los ojos y levantó la sábana mirando hacia abajo y era imposible! Era él, aquel hombre increíble, desnudo entre sus piernas, introduciéndole la lengua profundamente y mordiendo sus muslos, mientras su barba acariciaba su entrepierna.
-Como es posible? Estás muerto!
-Tu me has invocado.- le dijo aquel hombre que horas antes había visto inerte en aquel ataúd de pino.
-Quieres que me vaya?. Le dijo tocando con sus fríos dedos su vientre, subiendo el camisón hacia arriba.
-No, no quiero. Hazme tuya. He deseado tenerte dentro de mi desde el primer día que te vi.
Mientras decía esto el frío cuerpo del mecánico se posó encima de ella, pudo notar todo su peso sobre su vientre, el contacto de su pecho peludo y sus piernas fuertes abriendo sus muslos, y su barba sobre su cuello, besándola apasionadamente. Sus manos agarraron las de ella con violencia, estaban frias y la inmovilizaban, dejando claro que era suya, que estaba a merced de aquel ser invocado del otro mundo. Notó como su miembro duro y húmedo apuntaba a su sexo, apretaba contra ella sin poder entrar, era grueso y demasiado grande para ser aceptado a la primera. Él siguió embistiendo mientras la besaba, ignorando sus jadeos entrecortados, hasta que notó como aquel pedazo de carne frío y duro la doblegaba, entrando profundamente en sus entrañas y provocándole un suspiro ahogado. Ahora él la agarraba por los pechos, lamiendo sus pezones y mordiéndolos, apretándola contra su pecho, y liberando sus manos, que ahora le agarraban firmemente aquel culo duro y algo velludo, forzando su miembro a entrar más adentro de ella. Las embestidas se volvieron violentas, ella así lo deseaba, quería que aquel ser que antaño fue su vecino, aquel mecánico objeto de su deseo pudiera irse al otro mundo habiendo descargado toda su lujuria en ella, vaciándose de placer en su interior. Ella lo codiciaba, arañaba sin miramientos sus glúteos, su espalda ancha y fuerte, mordía con avidez su cuello, no tenía miedo de hacerle daño por que después de todo, estaba ya muerto.
Aquél ser crecía dentro de ella de una manera imposible, ese miembro que la estaba destrozando no parecía ya ser humano, la dilataba de una manera imposible para un hombre normal, quizás provocado por el hechizo que momentos antes había pronunciado. Lo notaba escurrirse con dificultad dentro de su cuerpo, tocar fondo para volver a salir por completo una y otra vez. Notó como aquel ser jadeaba salvajemente, y sintió que ella también estaba a punto de llegar al orgasmo, estaba mojada pero pese a ello aquel pene la llenaba por completo friccionando de manera increíble su interior. En ese momento notó un estremecimiento, seguido del más intenso de los orgasmos, mientras él la llenaba de su semilla fría y abundantemente. Notaba como rebosaba cayendo por sus muslos, mojando sus piernas. Él entonces la incorporó, sacando su miembro y levantando sus caderas hacia su boca, que empezó a lamer salvajemente su sexo empapado, ocupando con su lengua el espacio que su miembro todavía duro había dejado. Siguió así hasta que provocó un segundo orgasmo, mucho más intenso que el anterior, mientras su lengua fría se ejercitaba habilmente sobre su clitoris. Al notar como ella se estremecia la dejó sobre la cama, dejando su cuerpo relajado sobre las sábanas mientras que su rostro quedó enfrente de aquel miembro todavía duro. La agarró por la nuca y metió aquel glande húmedo entre sus labios, suavemente, a lo que ella respondió enguyendolo con ansia. Deseaba darle todo el placer que no pudo darle en vida, quería probar su leche, y se esmeró en hacer de su última noche en el mundo de los vivos inolvidable. Al cabo de un rato trabajando aquel miembro duro, pasando su lengua por aquellas venas marcadas, lamiendo su escroto mientras le masajeaba habilmente el perineo, notó como la eyaculación iba a llegar, él agarró su nuca firmemente y ella aceptó excitada, mojada otra vez, la leche que le iba a dar. Empezó a eyacular fuertemente en su boca, sus labios no fueron capaces de contener aquel torrente que se deslizó entre sus pechos, llegando a su vientre y su mano, que ahora acariciaba freneticamente su clitoris excitado. Había sido la mejor experiencia sexual de su vida, tres orgasmos en una noche! Mientras entrecerraba los ojos recostada sobre la cama, todavía con el aroma de aquel miembro increíble entre sus labios, sintió un escalofrío, y supo que su amante se había desvanecido. Abrió los ojos, pegó un último sorbo a la copa de vino en su mesilla y guardó la foto de aquél chico muerto, sabiendo que volvería a recurrir al hechizo del libro de su abuela muy pronto. Era ella también una bruja? No estaba segura, pero como decían por aquella tierra “haberlas ailas”