Creando un monstruo

Mi chica era tímida, retraída y vergonzosa respecto a su cuerpo y su sexualidad. Mirad en lo que la he convertido.

El verano pasado mi chica y yo nos fuimos de vacaciones a Gran Canaria a desconectar del estrés del trabajo y de la rutina diaria, que falta nos hacía a ambos. Estuvimos concretamente por el sur de la isla. Playa del Inglés… unas playas increíbles, un clima fantástico… no se podía pedir más.

Cuando vamos de vacaciones, solemos elegir apartamentos en vez de hoteles porque nos gusta desayunar y almorzar tranquilamente en el balcón de la habitación, charlando y disfrutando de las vistas (si las hay) sin que nadie nos moleste. Nuestro día a día en la isla (y cada vez que vamos de vacaciones a sitios de playa) suele consistir en desayunar, pasar la mañana en la piscina del apartamento, subir a comer, descansar una hora o así para reposar la comida (lo de descansar es relativo porque frecuentemente después de comer nos ponemos tontos y acabamos follando) e ir a la playa por la tarde, a eso de las 16:30 o 17:00, cuando ya no hay tanta gente y tienes más facilidad para bañarte, jugar a las palas o pasear.

He de decir que en Playa del Inglés se pone uno tonto de tanto ver tetas: desde mujeres mayores a niñas de apenas 20 años (nosotros tenemos 30)… todas haciendo topless. Es difícil disimular y alguna vez mi chica me ha reñido porque ha notado que se me salían los ojos. Además, si caminas desde Playa del Inglés en dirección sur, acabas pasando delante de una playa nudista, con lo que acabas viendo algo más que tetas.

Soy del tipo de tíos a los que les da morbo pensar en su chica exhibiéndose e incluso liándose con otros tíos (y sé que esto nos pasa a muchísimos, no es nada raro). Alguna vez me había imaginado a mi chica haciendo topless mientras me masturbaba, pero sin ir más allá. Además, mi chica es la típica mujer que apenas ha tenido un par de novios y que es un poco tímida, por no decir que le escandaliza el sólo pensar que ella podría hacer esas cosas.

Alguna que otra vez, y en años anteriores, yo le he dejado caer algo al respecto:

-         Venga, terminamos de desayunar y nos vamos a la playa nudista. Elige un bikini bonito.

A lo que ella siempre responde algo así como:

-         Sí claro.

-         Que sí mujer, que si no luego te pones super morena y se te queda el pecho blanco… eso queda feo.

Tengo que reconocer que lo decía más que nada por ponerla a prueba a ver si se animaba, sin saber exactamente si a mí me acabaría gustado o no en caso de que ella se decidiese.

Otras veces, la conversación tenía un tono más serio:

-         ¿Tú no serías capaz de hacer topless? Si hoy en día es algo más que normal.

-         No sé, tendría que estar muy segura de que no me va a ver nadie que me conozca.

-         Mujer, sería mucha casualidad que coincidiéramos con alguien que te conozca. Con lo grande que es el mundo…

-         ¿Pero tú por qué quieres que haga topless? No lo entiendo.

-         Yo no estoy diciendo que quiera, te lo digo un poco de coña pero a mí no me importaría.

-         Pues a mí sí me importaría que tú fueras enseñando tu cosa en una playa nudista.

-         Pues chica, no es nada malo. No digo que yo fuera capaz pero en caso de que sí, ¿qué problema habría? Iría contigo.

Mi chica está bastante bien. No es un bellezón pero para mí es super linda y de cuerpo está más que bien porque sale a correr y se machaca en el gym. Es morena, con el pelo rizado a la altura de los hombros, aunque a veces se lo alisa porque sabe que me gusta más el pelo liso. Mide entre 1,60 y 1,65 y está delgadita (unos 53 kgs). De pecho, una talla normal. No sé exactamente cuál pero vamos, digamos que tiene un par de tetas muy aparentes. Los pezones los tiene muy oscuros, de forma que no sabes dónde acaba el pezón y empieza la aureola. En cuanto al culo, pues una pasada. Firme, durito y con un tamaño estándar.

Resulta que un día, estando en la playa por la tarde, nos metimos en el agua. Empezamos con el típico jiji jaja, yo te ahogo, ahora píllame si puedes… Al final nos abrazamos, ella abre las piernas y me rodea con ellas. Algún que otro tórrido beso… A ella le encanta ponerme “tenso” y notarlo, y llegó un momento en que la tenía muy dura y ella encantada, porque luego disfruta saliendo del agua rápido y viendo cómo yo tengo que quedarme unos minutos solo esperando que se me rebaje la tensión.

Mientras estábamos abrazados y dejándonos llevar por las olas, hice un gesto como de desatarle la parte superior del bikini, mirándola y riéndome en plan pícaro.

-         Noooooooo… ¿qué haces?

-         Nada, nada… jajajajaja.

-         ¿Qué quieres dejarme con todo al aire?

Seguimos con el juego, más besos, y al rato volví a hacer el amago de desatarle el bikini:

-         Jajajajaja… ¿te quieres estar quieto?

-         Que no estoy haciendo nada.

-         Si me lo vas a desatar, hazlo con el nudo de arriba.

La parte superior del bikini era de ésos que se atan en la nuca y en la espalda. Ella no quería que le desatara el nudo de la espalda porque sus tetas quedarían libres, pero me dio permiso para desatarle el otro. Yo me sentí un poco raro porque estaba incitándola a entrar en un juego que yo sabía que no le gustaba, pero veía que poco a poco me seguía el rollo y yo por un lado estaba muy morboso y por otro un poco incómodo. Pero quería seguir adelante. Así que le desaté el nudo superior y las cuerdas que actuaban de tirantes cayeron. Seguimos calentándonos un poco más:

-         Para uno que queda, te lo desato también.

-         Jajajajaja… No, si quieres me bajas el bikini hasta la cintura pero sin desatarlo.

Mi corazón iba a mil. Quería asegurarme.

-         ¿Te lo bajo? ¿Seguro?

-         Sí.

No tenía más opción. Le bajé el bikini hasta la cintura y sentí sus tetas contra mi pecho. Mi polla estaba durísima. Aproveché la situación y, con cierto disimulo, le di algún que otro besito en las tetas. Ella estaba disfrutando, lo notaba. En vez de quedarse pegada a mi pecho, me cogía por el cuello y se echaba hacia atrás, despegándose un poco de mí y dejando las tetas a la vista de todos. De todas formas a esas horas ya no había mucha gente en la playa. Cinco minutos más tarde se colocó el bikini y salimos del agua. Y no mencionamos más el asunto durante el resto del día.

Al día siguiente, después de desayunar, bajamos a la piscina y nos pillamos una tumbona cada uno. A mi chica le encanta tostarse al sol pero yo soy blanquito y me quemo enseguida, así que ella se tumbaba fuera del alcance de la sombrilla y yo dentro.

Cuando estamos en la piscina, yo suelo meterme en la piscina una vez o un par de veces cada día, pero mi chica se mete cada media hora, nada unos 5 minutos para refrescarse y se sale a seguir tomando el sol. Ese día, después de darse su primer baño (yo al primero no suelo acompañarla) vuelve a la tumbona toda empapada, se escurre el pelo en mi espalda para fastidiar… lo típico. Una vez bien acomodada en la tumbona, me mira y se señala el bikini:

-         ¿Puedo?

-         Sí, claro.

Intenté responder con toda naturalidad, en plan “tu cuerpo, tu decisión”, pero en realidad estaba pensando “no me jodas, vas a hacer topless”. Ya no había marcha atrás. Con toda sensualidad, se desata el nudo de la espalda, se saca el bikini por la cabeza (para no tener que desatar el nudo del cuello) y lo coloca en la tumbona a la altura de la cintura. Se acomoda boca arriba y comienza a aplicarse crema: las piernas, el vientre, los brazos… y las tetas. Menudo masaje se dio en las tetas. Por fin, se queda tumbada con los brazos extendidos pegados al cuerpo.

Allí estaba mi chica. Mostrando sus tetas a todo el que quisiera mirar. Mostrando sus tetas al mundo (o al menos a un pequeño porcentaje de éste).

Me fijé en un detalle y es que tenía los pezones muy duros. Los pezones de mi chica, normalmente, no sobresalen de lo que es el pecho en sí. Están al mismo nivel. Si a eso le sumas que los tiene muy oscuros, es difícil distinguirlos a no ser que esté excitada. Pues bien, estaba tomando el sol y yo le distinguía perfectamente los pezones, grandes y duros. Lo más probable es que fuera porque aún estaban fríos por el chapuzón, pero a mí me encantaba la idea de que estuviera excitada por estar haciendo topless.

Cada vez que iba a la piscina a refrescarse, se ponía el bikini, pero cuando volvía ya no preguntaba, sino que directamente dejaba sus tetas al aire y se tumbaba.

Poco antes de la hora del almuerzo dejamos la piscina y nos subimos a la habitación a preparar la comida. Yo aún estaba muy excitado. No me podía quitar de la cabeza que mi chica había enseñado las tetas en la piscina. Mientras ella estaba cortando algo de verdura en la cocina me acerqué por detrás, empujé mi polla contra su culo y le agarré las tetas susurrándole:

-         ¡Qué gustito verte hacer topless!

-         Ya empiezas… a ver si me voy a cortar con el cuchillo y verás.

-         Mmm… seguro que tú también estabas un poco cachonda ahí tumbada con las tetas al aire.

-         Pues va a ser que no. Bueno, quizá un poco.

-         ¿Sí? ¿Te gusta que te vean las tetas?

-         No. Creo que me gusta hacer topless, y eso implica que me vean las tetas. Pero no lo hago por eso sino por la sensación de libertad. Se respira mejor y todo.

A mí con eso me bastaba (por ahora), así que me restregué contra su culo para saciarme un poco, a pesar de que ella estaba más pendiente de la comida.

Por la tarde fuimos a la playa y, para mi sorpresa, en ningún momento sugirió quitarse el bikini, a pesar de que la primera vez fue allí, en el agua y medio abrazados. Yo tampoco quise decirle nada porque podía parecer que estaba obsesionado, y no lo estoy. Simplemente me gusta mucho la sensación de verla en topless. En realidad no sé si me gusta, creo que sí. El caso es que era una sensación nueva para mí, de esas que te hacen latir el corazón muy deprisa porque es algo que no has experimentado jamás. Supongo que a todo se acostumbra uno.

Los siguientes días se repitió la rutina: por la mañana piscina, playa por la tarde. En la piscina hacía topless todos los días. Lo curioso es que la primera vez de cada día me preguntaba si podía hacerlo, cosa que me gustaba. Ella es libre de hacer con su cuerpo lo que quiera, y una vez que yo le di el visto bueno la primera vez, no tendría por qué preguntarme más. Pero me parece un detalle por su parte el hacerlo cada día. Además, sólo oír la pregunta ya me pone el corazón a tope. Por supuesto yo le daba permiso. En parte creo que a ella también preguntar cada día para recibir un sí como respuesta.

Uno de los días, cuando estaba tumbada con las tetas al aire, la oigo decir algo así como:

-         Joder. Estoy por subir y darle una foto a aquellos subnormales a ver si dejan de mirar.

-         ¿Qué? ¿Quiénes?

-         Los de aquél balcón de la cuarta planta.

Había dos chavales, unos 24-25 años, típicos chulitos de gimnasio con el peinado como Cristiano Ronaldo y una tableta de chocolate en el vientre, apoyados en la baranda mirando (con gafas de sol, supongo que para disimular).

Lo cierto es que había un par de chicas haciendo topless, además de la mía. Podrían estar mirando a cualquiera, o a todas ellas. A mí la situación me excitaba, por un lado, y me cabreaba, por otro. Pero la excitación era mayor que cualquier otro sentimiento.

-         Déjalos, pobrecillos. A saber desde cuándo no han catado hembra.

-         Hombre, con esos cuerpos no creo que tengan problema en ligar. Son los típicos chulos de playa.

-         ¿Te gustan? Mira a ver, que si sobro me voy a la habitación.

-         Jajajaja… ¡ay cómo se pica! Te vayas o no van a seguir mirando, así que quédate. Al menos así sabrán que estoy ocupada.

-         Aprovecha y hazlos sufrir, para que vean lo que se pierden.

-         Si por ti fuera me terminaba de desnudar.

-         No, pero puedes ponerte crema.

-         Mmm… eso sí. ¿Lo hago?

En ese momento, y tras asentir yo con la cabeza, se incorpora en la hamaca, coge el bote de crema solar y se pone un poco en la mano. A continuación se extiende la crema por las piernas, con toda lentitud y sensualidad. Después de las piernas se pone un poco de crema en los brazos y por último se pone un poco más en el vientre y en las tetas. Sí, lo mejor para el final. Comenzó a estrujarse las tetas, una contra otra, extendiendo bien la crema. Me dieron unas ganas locas de sacarme la polla y hacerme una buena paja. De hecho se lo dije:

-         Buff nena… para que se me va a notar cómo estoy.

-         Eso es lo que quiero.

-         Ya me lo temía. Pero piensa en los pobres chavales, que van a tener que empezar a tocarse también.

-         A lo mejor eso también lo quiero.

Yo no daba crédito a lo que oía. En ese momento no era consciente del monstruo que había creado, un monstruo que había pasado de sentir cierto pudor tan sólo con ir en bikini por la playa a excitarse y disfrutar sintiéndose devorada por las miradas lascivas de otros hombres.

(continuará)