Creacion de una sumisa (2)
Ana sigue con el proceso de aprendizaje, esta vez es usada por una Dómina que la había ganado en la anterior subasta
CREACIÓN DE UNA SUMISA(II)
Noche con Dómina Alicia
Pasaron un par de horas hasta que vinieron a buscarla. Vino el sumisa de la Dómina Alicia que era la que se había adjudicado su disfrute durante esa noche. El sumiso vestía solamente en aquel momento solamente dos trozos de tela cuadrados atados a la cintura y que caían flojos sobre su cuerpo ocultando sus genitales y su culo. El resto de cuerpo desnudo y calzado por unas sandalias atadas en los tobillos. La soltó de las argollas sin dirigirla la palabra y la puso una correa atada al collar. Luego bajó con ella por unas escaleras al garaje subterráneo y allí la montó en el asiento trasero de un coche que llevaba las lunas traseras tintadas.
Allí la esperaba su nueva propietaria. Ana seguía desnuda, Alicia la miró y observó todo su cuerpo. La tranquilizó con dulces palabras. Hizo que abriera sus piernas y acarició sus muslos. La Dómina la acariciaba y sobaba a su gusto. El sumiso había conducido hasta un lugar apartado y allí Alicia bajó la ventana del coche y Ana pudo ver como alguna pareja follaba. Luego abrió la puerta y la hizo sentarse con las piernas fueras y abiertas para que la gente pudiera verla desnuda mientras follaban alrededor pero no podían tocarla y ella no podía masturbarse. Alicia al oido no paraba de decirla obscenidades.
Estaba sumamente caliente. La hizo meterse en el coche de nuevo y ordenó a su sumiso que condujera a casa. El obedeció llegando rápidamente. Desde la ventanilla vió que era un chalet de dos plantas con un pequeño edificio adosado que era el garaje. El hombre aparcó delante de la casa y la hizo salir desnuda y esperar así delante de la puerta mientras ellos aparcaban el coche. No se dieron prisa, incluso podían verla por la mirilla de la puerta como esperaba de pies. Por fin abrieron la puerta y el hombre la condujo hasta una gran habitación en el sótano que estaba decorada para realizar allí las sesiones de dominación.
La Ama estaba sentada en una gran silla que había sido decorada como si fuera un trono. Fue obligada a postrarse a sus pies y caminar de rodillas hasta que los pudo besar y adorar. La Ama estaba encantada con su obediencia. La había adquirido como regalo de cumpleaños para su sumiso para que la montase y el resto de la noche Alicia la pasaría con ella pudiendo disfrutar de todo su cuerpo. Esta vez fue Alicia la que arrastró a la chica hasta un cepo.
Levantó el listón de madera superior y metió la cabeza y las dos manos de Ana sujetándolas y bajando la madera cerrando ésta con un pasador. Extendió el cuerpo de tal forma que al colocar un trozo de madera distante del otro unos sesenta centímetros aproximadamente hizo que la sumisa estuviera a cuatro patas con los dos agujeros completamente expuestos y abiertos.
¿Zorra, tu culo ha sido ya usado ó todavía es virgen? Dijo la Dómina.
Ana contestó que todavía era virgen. La Ama entonces cogió un pequeño bote de una estantería y un juego de vibradores y de plugs. El sumiso salió de la habitación para prepararse a disfrutar de su regalo. La Ama puso un poco del contenido del bote en todos los juguetes y luego vertió una pequeña cantidad en el ano y lo extendió, con un plug de material transparente la empezó a penetrar hasta que notó que el ano quedaba lo suficientemente lubricado y dilatado para recibir sin miedo la polla del hombre.
Ella situó a Ana en el suelo a cuatro patas y la ordenó que mientras era montada por su sumiso no podía moverse ni un ápice. El hombre entró y se arrodilló al lado de su Dueña esperando sus ordenes. La mujer le hizo ponerse de pies, hoy era el cumpleaños del sumiso y tenía que disfrutar del regalo. Le había conseguido una sumisa con un precioso culo el cual iba a estrenar para luego follarla y usarla. Dómina Alicia cogió la dormida polla del sumiso que estaba completamente desnudo y la fue acariciando y sobando hasta que fue poniéndose dura y creciendo hasta estar completamente tiesa. Entonces se situó a gatas detrás de Ana. Alicia le puso un collar y una correa y con un seco movimiento del collar le hizo que montase a la chica. Ella se arrodilló al lado y agarrando la verga con la mano le ayudó a que la penetrara analmente.
El follaba a la chica con fuerza en movimientos profundos y lentos saboreando estas primeras estocadas. A su espalda Alicia se había puesto un guante de látex y empapado en él una gran cantidad de lubricante y ordenó al sumiso que ahora follara a Ana vaginalmente. El obedeció y cuando estaba en los primeros momentos en unas lentas y profundas penetraciones ella lo penetró analmente con la mano buscando su próstata y estimulándosela digitalmente. Eso provocó que el hombre tuviera una erección mayor y que su placer se incrementase hasta el punto de casi eyacular pero la Dómina sabía lo que hacía y con sus movimientos elevaba o disminuía el placer a su voluntad hasta que le dio permiso de eyacular en los pechos de la chica, la cual tuvo que recibir gustosamente.
Ahora Ana fue conducida al baño por el sumiso para que se lavase y preparase para pasar la noche en la cama de la Dómina y luego la llevó hasta el cuarto de la Ama. Ana se metió en la cama, se puso boca arriba con las manos a los lados de sus muslos y con la sabana abajo dejando al descubierto su bello cuerpo. La Dómina no la hizo esperar mucho y cuando vino vestía una elegante bata de raso rojo con ribetes en negro. Se desnudó y mostró su cuerpo. A pesar de estar en los cuarenta su cuerpo se mantenía firme debido al trabajo de gimnasio. Se puso al lado de la sumisa y la susurró al oido que se dejara llevar y que no se comportara ahora como un objeto sino como una ardiente amante.
Besó a la chica con dulzura a la vez que sus largos y suaves dedos recorrían el cuerpo de Ana prodigándola caricias que humedecían el sexo de la chica. Se fundieron en un beso y con felinos movimientos acabaron en un ardiente 69. La Dómina encima con su cara entre los muslos de la perra. Luego hicieron la tijera y toda serie de números amatorios. Las dos tuvieron varios orgasmos. Esa noche Ana había descubierto que era más ardiente y multiorgásmica de lo que nunca hubiera creido.
Ala mañana siguiente fue despertada Ana por el sumiso, la hizo vestirse y fue conducida a su casa en coche donde Maria la recibió con cara mitad de envidia mitad de alegría. La besó dulcemente en la boca y la condujo al baño. Ana se metió en la bañera. La bañera estaba preparada. Llena de agua caliente. Maria vertió parte de un bote de sales aromáticas. Empezó a oler a vainilla. Allí la dejó después de pulsar el botón del hidromasaje y fue a hacerla el desayuno. Al cabo de un rato volvió con una bandeja con un vaso de zumo, un tazón de leche con cereales y unas tostadas de pan integral. Al lado, unos cuencos con mermelada y margarina. Ana comía y bebía contándole a su amiga las sensaciones y lo que había pasado aquella noche. Maria, la besaba y mimaba. Cuando Ana acabó con la comida Maria llevó la bandeja y volvió para jabonar a su amiga y aclararla. Luego la secó con un gran toallón y la dio el conjunto de ropa intima que debía llevar que era una braguita roja que cuando se la fue a poner vió que llevaba dos agujeros, uno a la altura del coño y otro a la altura del ano.
Fueron a la habitación y allí estaba su ropa para hoy, una camiseta y una faldita por la rodilla de cuadros escoceses con la que parecía una colegiala a pesar de que estaba ya en la Universidad. Cuando se lo puso fue a la sala donde le esperaba Fernando. El revisó que todo estaba su gusto acariciando sus genitales y su culo. Mientras Maria se vestía para acompañarles. Fernando la hizo sentarse en la mesa y abrir a tope las piernas. De un cajón extrajo algo que parecía un huevo de plástico. Su tamaño estaba entre un huevo de gallina y uno de avestruz. Lo impregnó de una crema parecida a la vaselina y se lo introdujo en la vagina dejando un pequeño cordón fuera para luego extraerlo. Ana pensó que era un divertimento para jugar con ella en la espera pero no. Tenía él un pequeño mando a distancia que la explicó funcionaba a una distancia no superior a cinco metros pero cuando apretó un botón ella sintió una vibración en la vagina que la excitó. Sabía lo que quería ponerla a prueba y que su cara no delatase lo que su coño decía. La advirtió que si alguien llegaba a intuir que ella estaba a veces excitándose o teniendo un orgasmo sería castigada. Al fin Maria estaba lista y salieron los tres.
Continuará..............................
Este relato es imaginario pero si queréis podéis escribirme sobre todo mujeres a: