Cotidiano

Amor en el siglo XXI

Joder… no podía evitarlo. Ella vestía sólo esas bragas de un azul descolorido por el tiempo y se marcaba su sexo. Más que en sus pechos, cuando formó una coleta con su melena negra, mis ojos se vieron atrapados por sus “descuidadas” axilas, en las que despuntaban de manera irregular milímetros de vello…

-Eres un cerdo…- rió Mireia al percibir el objeto de mi mirada- anda, échate en la cama, marrano…

-¿Me vas a follar?- me tumbé de costado apoyado sobre mi codo, mirándola con avidez.

-No sé, ya veremos- esa sonrisa pícara que me enloquecía, se formó en sus labios finos. Se acomodó de forma que con su mano podía magrear mi miembro… o mejor dicho, SU miembro, por más que estuviera entre mis piernas.

-¿Te duele?-

-No, no me duele. Es… molesto- repuse cuando tomó en su mano mi miembro encerrado en la jaula de castidad- y más ahora, que quiere ponerse dura…

Se echó a mi lado y nos besamos tiernamente. Me moría por alargar mi mano y tocarle las tetas, pero a ella no le gustaba que lo hiciera sin desearlo. Su lengua y la mía se rondaron y nuestras salivas se mezclaron. Su boca sabía y olía a chicle de fresa.

-Me apetece que me des masajes…- Se acomodó boca abajo y con los brazos extendidos hacia la almohada.

A Mireia le encantaban los masajes, además de relajarla, le excitaba que me ubicara a horcajadas sobre uno de sus muslos, de forma que una de mis rodillas, tanteara su sexo y mi miembro su nalga, aunque mi miembro estuviera encerrado, y mi erección reprimida y castigada dentro de la jaula. Mis manos recorrieron su espalda, sus hombros… combinando los masajes con ocasionales besos que posaba sobre su piel suave y blanca, casi lechosa.

-Estás comenzando a mojarte…- le susurré al oído y mordisqueé con mis labios su oreja.

-¿Si?-

-Me encantaría…-

-Ssssshhh- me ordenó callar- no seas pesado… sigue con los masajes. Cuéntame alguna cosa guarra…

Sonreí. La verdad es que estaba comenzando a traspasar la sensación de molestia en mi miembro, hacia un ligero dolor en la zona del glande, ya que se auto-oprimía contra el metal de la jaula. Pero sonreí… Mireia estaba caliente, y eso me gustaba…

-¿Sabes?- carraspeé y acompañé los masajes con mis palabras dichas en tono suave- ayer en el baño hice cosas sucias… ya sé que no debo, pero también sabes que no puedo evitarlo…

-Te tendré que castigar- su voz sonó sobre la almohada.

-Y merecidamente- proseguí- porque quise gozar de mi agujero… y usé el vibrador…

-¿El negro?-

-Si… el negro. Lo puse en marcha… y comencé a sentir cositas… estaba de cuclillas, y además de las vibraciones, empecé a meterlo y sacarlo… al principio lentamente, imaginando que eras tú la que me lo metías y sacabas. Me excitaba pensar que eras tú y  me decías que me ibas a dejar echar la leche, pero sin quitarme la jaula… me decías también que toda la leche que escupiera, la iba a lamer como un buen perro-

-Normal, por marrano…- separó ligeramente sus muslos, haciendo que mi rodilla accediera de manera más directa a su sexo y sintiendo que estaba bastante mojada- sigue…

-Yo… yo… me gustaba lo que sentía con las vibraciones… pero imaginar que eras tú la que me metía y sacaba el vibrador… y que no pudiera tocarme… sólo llegaría a echar la leche de esa manera, con mi pito encerrado… me excitaba mucho…- mis manos se deslizaron hacia sus nalgas lentamente, como ella no me lo impidió bajé sus braguitas, de forma que pude deleitarme con su trasero- y en lo delicioso que era sentirme amado por ti…

-¿Y qué te decía yo?-

-Me preguntabas con voz dulce, suave… si quería echar la lechita, y yo te decía que sí, comencé a pedirte por favor que me dejaras echar la leche…-

-¿Aunque tuvieras que limpiarla?-

-Si… porque sé que te gusta- mis manos separaron sus nalgas. En ese momento Mireia me hizo saber que quería incorporarse y me descabalgué de su muslo para que pudiera ponerse a gatas, con las piernas separadas y exponiendo su sexo mojado, para que pasara a usar mi lengua para otros menesteres. La visión de una mujer ofreciendo su sexo mojado, depilado y suave para recibir placer oral, me resulta sublime, y el aroma y sabor de su coño, delicioso. Comenzó a gemir enseguida. Mi lengua recorrió su coño y separando sus nalgas, también busqué su puerta trasera, provocando sus gemidos. Ya no quería palabras, sólo mi boca y sobretodo mi lengua llevándola al orgasmo.