Cosas que no sabia de mi

El primer dia de universidad muchos sitios están vacíos y no quise desaprovechar la ocasión para llenar otros.

Quizá hayan tenido oportunidad de leer mi relato " Grandes amistades ", sino, les invito a hacerlo.

La verdad es que no me he descrito, pero casi es mejor así, de este modo cada cual me imaginará como más placer le provoque. Lo único que diré es que siempre uso tanga, aunque el sujetador a veces prefiero no llevarlo.

Sucedió que, continuando con mi relación con David, tenía ganas de que pasaran más cosas con él.

Al día siguiente de nuestro fogoso encuentro, tuvimos que ir a la universidad por ser el primer día de clases y, salvo contados profesores, ninguno llegó a dar más de quince minutos. Así acabábamos cada dos por tres en la cafetería, donde nos reuníamos todo el grupo para contar lo que habíamos hecho durante el verano... bueno, casi todo. David se colocó algo alejado de mí pero, cuando no éramos el centro de la conversación, nuestras miradas se cruzaban y no podíamos reprimir una sonrisa. Todo el mundo sabía que nos llevábamos muy bien, y que nos dijéramos piropos a veces subidos de tono siempre eran tomados a broma. Pero no quería ser la comidilla de la universidad por mi nueva relación, y pocos sabían que había acabado con mi anterior novio, de modo que David y yo llevábamos discretamente nuestra extraña situación.

Aquella mañana ya había podido probar sus labios, ya que le había pedido que me recogiera para ir a la universidad, y no desaproveché la ocasión para sentarme sobre sus rodillas de modo que mis pechos quedaran casi a la altura de su boca y tuviera que inclinarme un poco para saborear sus labios.

Ese día fui con un pantalón ceñido que marcaba perfectamente mi trasero, camisa y sujetador además del tanga... no quería provocar a nadie más que a David y había que ser discreta.

Aún así, esa "dosis" de la mañana me había sabido a poco, y quería más.

Como los dos teníamos clases por la mañana y por la tarde, porque estábamos a caballo entre dos cursos, nos quedamos a comer... solos. La universidad estaba lo bastante vacía, por ser el primer día cuando muchos aprovechan para alargar sus vacaciones, como para pensar en que algún que otro sitio no fuera a tener mucha concurrencia.

Así trascurrió la comida. De vez en cuando le pedía alguna de las patatas fritas de su plato, y le pedía que me la diera con la mano y me la metiera en la boca, sabiendo el doble sentido que podía tomar esta última frase.

  • Métemela en la boca -.

Aprovechando para coger su mano, meterme sus dedos con patata y todo y lamerlos dentro de mi boca mientras le miraba a los ojos. Pasando la lengua tanto alrededor como entre sus dedos y sorbiendo para no dejar restos de mi saliva.

Tras unos segundos "enfriaba" la situación diciendo que la próxima la quería con ketchup.

  • Eres mala – me decía. Yo lo sabía, pero le tenía reservado algo más.

Acabamos de comer y decidimos ir a la sala de informática que estaba en el sótano del edificio. Un sótano donde, además, estaba la sala para hacer fotocopias, unos baños y las aulas para hacer dibujo.

Resultó que la sala de informática estaba cerrada. En qué estaría yo pensando, era normal, ya que todos los años asignaban a algún alumno para cuidar esa sala y todavía no había habido tiempo. La verdad es que ni siquiera David había caído en la cuenta. Dibujo era una optativa que hasta mediados de mes no iba a comenzar y aunque la sala de fotocopias estaba abierta no creo que ese día mucha gente se fuera a acercar por allí. De modo que aproveché para ir a los baños, pidiendo a David que me acompañara, aunque en realidad le cogí de la mano y le arrastré conmigo.

Allí aprovechamos para beber un poco de agua y para enjuagarnos un poco. Cuando terminé me senté sobre la encimera de los lavabos y esperé a que David terminara de beber.

Sobre los lavabos volvimos a besarnos. Él de pie, y yo rodeándole con los brazos para acercar sus labios a los míos, con el sabor fresco que deja el agua, con nuestras lenguas deleitándose en un juego que me estaba excitando por momentos. Por esto necesitaba frotar su sexo con el mío, y mis piernas se abrazaron a su cintura intentando en vano sentir su sexo contra el mío, pero la altura de la encimera lo impedía.

Le susurré al oído que nos metiéramos en uno de los cuartos para los inodoros.

Puede que para muchos sea un lugar poco higiénico, pero esta universidad tenía por costumbre limpiar a conciencia los baños, y el olor a lavanda lo confirmaba. Además, éramos los primeros que íbamos a usarlos ese día y vaya si los usamos.

Cerramos la puerta y en el estrecho cuarto comenzamos a besarnos frenéticamente, a acariciar nuestros cuerpos por encima de la ropa mientras desabrochaba su camisa y él la mía. Me mordía los pechos por encima del sujetador y yo me moría por que los liberase de su prisión mientras sentía su mano en mi entrepierna presionando sobre mi sexo que transmitía todo su calor a través de la tela.

Mi pantalón quedó en el suelo, y pronto la presión de mis pechos cedió cuando David soltó el cierre del sujetador. Con su lengua fue apartándolo poco a poco. Sentía la tela rozando mis pezones, pensando que si no me los chupaba ya, me moriría allí mismo.

Mis tetas quedaron al aire, su lengua se apoderó de mis sonrosados pezones tras trazar varios círculos concéntricos que se acercaron más y más hasta su destino. Me succionó, y movió su lengua de forma tan rápida que le pedí que me lo dejara ver. Así vi esa lengua, que se movía con una agilidad tremenda mientras con una mano presionaba mis muslos y subía para acariciarme la raja del culo, de manera que en algunos momentos su muñeca se estrechaba contra mi mojado coñito.

Pero esto no estaba bien, yo estaba allí prácticamente desnuda y él tan sólo sin camisa. De modo que le aparté un poco, besándole la boca, bajando mi mano por su vientre hasta la linde de su pantalón. Me senté sobre el inodoro con la tapa bajada, y con su sexo a la altura de mi boca le desabroché el cinturón, el botón del pantalón y bajé su cremallera mientras le miraba a los ojos y me relamía los labios.

Él, como pudo, se quitó los zapatos y quedamos igualados en número de prendas.

Allí, sólo quedaba una prenda que apenas daba trabajo a la imaginación para saber el tamaño de lo que ocultaba. Y del mismo modo que él me hizo sufrir, le besé el ombligo y fui tranzo surcos con la lengua mientras presionaba sus testículos con una mano y la otra acariciaba su torso.

Así fue que su miembro se fue haciendo más grande hasta asomar la punta, sobrepasando los límites de la tela. Y yo, golosa, lamí con dulzura esa punta mientras tiraba hacia abajo para que toda su ropa se reuniera en el suelo.

Jadeaba mientras empapaba su polla metiéndomela enterita y separándome, dejando un hilillo de saliva que hacía de puente entre mi lengua y su pene, mirándole para luego meterme su falo todo lo que podía para poder jugar con mi lengua dentro de la boca. La chupaba, acariciaba, la frotaba sobre mis pezones hasta que decidí quitarme el tanga y ponerme de espaldas a él, con una rodilla sobre la tapa del inodoro, otro pie en el suelo y pidiéndole que me follara allí.

No era la primera vez que iba a hacerlo sin preservativo, de hecho me gustaba más hacerlo sin él puesto, y sentir su miembro deslizarse en mi sexo me deshacía entera. Procuraba contener los gemidos, pero era casi peor reprimirlos, ya que cada vez que se me escapaba alguno me sonaba demasiado alto y en realidad en parte me excitaba ser descubierta de este modo, que me vieran disfrutar de cada embestida de David, siempre que fuera gente que yo no conociera.

Así andaba yo en mis "preocupaciones" cuando noté que sacaba su pene enterito y lo sustituía por su lengua. Si fue bueno sentirla sobre mis pezones, esto ya no tenía precio. Me comía la rajita, pasando su lengua ya fuera por mi vulva o por mi ano, y allí descubrí que me gustaba que me chuparan el culo también. Sus dedos se alternaban entre mi abierto coñito y mi estrecho culo, aunque aquí sólo me metía la mitad del dedo que movía hacia los lados provocando ríos de flujo que saturaban mi sexo mientras él me limpiaba tragándoselo todo. Estaba a punto de correrme pero quería sentirle a él dentro y así se lo hice saber.

Otra vez ensartó su pene bien duro dentro de mí, pero me seguía masturbando el culo también. Sentía el orgasmo llegando, tratando de mantener el equilibrio y estallé allí mismo sin darle tiempo a David a correrse.

El sacó su pene, empapado de mí, y me abrazó por detrás buscando mi boca. Nos besamos como disfrutando de esa intensidad que sólo causa la pasión del momento.

Pero no me quedé mucho tiempo así porque me había prometido a mí misma verle correrse. De modo que volví a sentarme sobre el inodoro y volví a meterme su falo en la boca, saboreando mis jugos y masturbándole sin parar de chuparle. Mi boca salivaba y su polla entraba y salía de mi mientras mi mano se movía tan rápido como podía a lo largo de ese tronco. Me anunció que se corría y me aparté para que lo hiciera sobre mis tetas. Me encanta ver una polla soltando varios chorros de semen, y todos provocados por mí. Al menos tres chorros empaparon mi cuerpo desnudo.

Así, frotándome su polla, restregando toda su leche por mis pechos, el se inclinó sobre mí. Me besó y luego bajó para chuparme donde permanecía su leche. Me pareció algo guarro pero al mismo tiempo me puso cachonda.

Nunca había dejado que un chico se corriera en mi boca, ni había probado su leche de otro modo y David me estaba limpiando de su propia corrida. En parte era normal, a mí me gustaba el sabor de mi sexo antes, durante y después del los orgasmos y, más tarde, tendría esta conversación con él sobre ello.

Un secreto: prefiero el sabor del semen justo cuando sale. Frío no termina de convencerme del todo.

Nos limpiamos, nos vestimos y me lavé mientras David vigilaba que no hubiera nadie.

Es extraño lo cercana que se siente una persona cuando comparte cosas que no haría con nadie más, era extraño que mi confidente ahora fuera la descarga de mis más bajos instintos.

Pero me gustaba.