Cosas que aprendí escribiendo una serie
Escribir una serie es un trabajo duro, pero también muy educativo para un autor. En este post hablo de algunos de los fallos que cometí en el proceso y cómo solucionarlos.
Escribir series por entregas es el mayor desafío y la más grande satisfacción que puede proporcionar Todorelatos. Cualquiera puede crear un relato independiente decente - cualquiera con cierto talento, se presupone- en el sentido de que estos exigen mucho menos del autor, pero una serie... Una serie precisa de una dedicación especial.
Creo que es justo comenzar con un poco de honestidad: la primera serie que he logrado terminar no ha sido mi primera serie en absoluto. Hubo varios intentos a lo largo de los años, proyectos que empezaron fuerte y se acabaron diluyendo, terminando en un cajón, postergados para siempre y para nunca... porque para empezar, el método de trabajo era incorrecto.
Ese me parece un buen punto con el que comenzar: cómo la falta de planificación y un sentido equivocado de la competencia echan a perder ideas prometedoras.
Lo quiero para ayer:
Cuando uno llega a la página y ve varios relatos de una misma serie publicados en días consecutivos o a razón de uno por semana puede suponer erróneamente que están siendo enviados según se cocinan y que ese periodo de una entrega a la siguiente es el que al autor le basta y le sobra para componer el capítulo. ¡ERROR! Las series llevan TIEMPO. MUCHO.
La mayoría de personas esperan a tener la serie terminada antes de empezar a mandar nada y dedican los descansos a hacer correcciones o pequeñas modificaciones en función de la acogida. No es que vayan a cambiar puntos fundamentales de la trama según la preferencia de los comentaristas-salvo que sean capítulos de 5/10 minutos de lectura, lo que a mí me costaría mucho llamar serie- pero sí decidir alargar o recortar capítulos, hacer descripciones más extensas, incluir una escena de sexo donde no la había...
Si no lo sabes, puedes caer en el fallo de marcarte metas poco realistas "para estar al nivel de los demás" y pretender entregar relatos como pizzas, lo que hace bajar la calidad y te acaba llevando al abandono por no poder cumplir con unas exigencias draconianas autoimpuestas.
Además, si algo está ya terminado la audiencia o falta de feedback que pueda tener no te desanima de continuar. ¡Quién sabe si el número de lectores y/o comentarios remontará dentro de varios capítulos!
Una cabina de teléfonos en el África colonial: ceñirse a la ambientación cuesta más de lo que parece.
Conozco a varios autores de la página que antes de abordar una serie histórica o un relato sobre determinado campo se documentan tantísimo como si pretendiesen realizar una ponencia seria en una universidad. Algunos (aunque son los menos) incluso logran hacer gala de ese conocimiento sin que se haga pesado ni caer en la temida exposición y pese a todo, también a ellos les cuesta no caer en anacronismos o querer saltar de escenarios porque quieres lucirte o parece que la situación se resolvería mejor de esa manera.
Ya no se trata de no toparse en la narración con el reloj de pulsera de Moisés o el tanga de una princesa celta, sino de que los escenarios, las relaciones entre los personajes se adecúen al periodo o su estamento/jerarquía social que es lo que por experiencia parece costar más. Que hablen y se comporten como les corresponde es muy complicado, pero hay que ser consecuente con las acotaciones que tú mismo te has puesto.
No hay nada más desagradable que los personajes juren como personas del siglo XXI si has nacido siglos antes: "Calígula está puto grillado, ¿Me entiendes?" o "Jiang Wei se mesó la larga coleta con nerviosismo ante la importante tarea que le había recomendado aquel honorable funcionario del Emperador. Frunció el ceño. ¿Honorable ese tío? Honorables mis cojones, se dijo"
Voy a recordarte minuciosamente cómo es tu mundo: El afán explicativo del autor provoca situaciones ridículas.
Es una perversión del punto anterior. Has aprendido la lección y ahora quieres recitarla a toda costa.
Es tal el afán que como escritores aficionados tenemos de crear ambientaciones inmersivas e impecables, pintarlas en la mente de quien nos lee, que pecamos de pretender explicar en voz alta cosas que los personajes ya saben.
Ningún cardiólogo siente la necesidad de explicarle a otro cómo hacer un bypass o las normas de higiene en un quirófano porque es un conocimiento que ya tienen internalizado. Un veneciano del Renacimiento no discute con otro sobre el sistema de gobierno de la ciudad ni su historia reciente, aunque para quien te lee pueda resultar una curiosidad histórica y tú quieras lucirte.
Esas cosas están mejor fuera de los diálogos. De hecho, y si me permites una radicalidad, están mejor fuera de tu relato. Puedes dar pinceladas aquí y allá, pero las explicaciones explícitas y extensas aburren y parecen fuera de tono incluso si estás creando una cultura en otra galaxia.
El diálogo expositivo, ese cáncer.
Cuando te encuentras con diálogos en los que una o varias de las partes está compuesta por varias oraciones y 5, 6, 7 líneas es muy posible que estés cayendo en esto. La sensación que da es la de alguien monopolizando la conversación con toda clase de explicaciones innecesarias sobre sí mismos o su situación, como un personaje cansino que no deja hablar a otros.
Se suelen distinguir por los "porque"s y sus sustitutivos.
"-Fulanita, he decidido que seas tú quien prepare la cena, puesto que siempre has sido una gran cocinera y en unas circunstancias como las que vivimos es necesario complacer al señor gobernador con lo mejor de nuestra casa. Espero que sepas que cuento contigo para un encargo tan especial porque eres un activo valioso en esta casa que nunca nos ha fallado y ya es hora de que tengas un encargo a tu altura. Estoy orgullosa de ti.
-No le fallaré, señora Dubois. Desde que me recogieron en una cesta hace 22 años a las puertas de esta casa siempre he estado muy agradecida por la hospitalidad de los marqueses y la suya propia porque una chiquilla como yo no podría aspirar a nada parecido en circunstancias normales. Por ello daré lo mejor de mí con este estofado de cojones de lince a la vinagreta, según la receta secreta e infalible que el chef Carmichael me enseñó durante los años que presidió la que hoy es mi humilde cocina. No tema, estas manos con un índice quemado hace tres primaveras no habrán de avergonzar sus enseñanzas. Es usted como la madre que nunca tuve para mí."
Cáncer-de-SIDA.
Si quieres hablar de la relación de los personajes, la situación o su pasado, hazlo en forma narrativa.
Las musas están indispuestas: nos vamos a publicidad. Saltando de contexto por falta de ideas.
Una serie que comienza como un thriller de negocios que acaba degenerando en una orgía playera es un despropósito. Pero ¿es que los altos ejecutivos o los sicarios no van a la playa? Claro, pero ese paseo por la Riviera Maya que crees que aporta profundidad a los personajes en realidad es evidencia de tu falta de ideas en el contexto original. La historia principal no da más de sí y "metes los anuncios" hasta que vuelva la inspiración...
Puede que no te des cuenta en una primera lectura o no lo hagas intencionadamente, pero el lector lo nota. Mejor reserva las ideas sobre escenarios alternativos para otro relato.
Mi horario dice que el martes de 10 a 12 toca reunión, de 12 a 13, folleteo. Sexo metido con calzador y por cumplir.
Estás escribiendo una serie erótica para una página de relatos ídem, de modo que es fácil sentir cierta presión para incluir contenido sexual en cada capítulo. Es lo que se espera de ti, ¿verdad? Que los personajes forniquen al menos una vez por capítulo para que nadie se sienta estafado te altera toda la trama y no precisamente para bien. Es referible no meter sexo que meterlo MAL y a desgana.
Deus ex machina no es un grupo de nu-metal
Los malos se acercan poco a poco, estrechando el cerco, la protagonista está acorralada en un callejón sin salida... ¡pero nadie contaba con la aparición de la mano del autor para rescatarla de todo mal sin demasiadas consecuencias! ¡Eso es, seguro que nadie nota las extrañas casualidades que llevan a que una trama que parecía arrinconada y directa hacia un punto muy concreto dé un quiebro inesperado porque sí!
"En realidad siemre estuve siguiéndote en silencio con este cañón de plasma al hombro, por si acaso te metías en problemas" Vale, bien, ¿Y cómo es que hasta ahora el lector tampoco te ha visto venir, moreno?
La serie-pavo, de relleno hasta los topes.
Te describo cómo tomamos el café, subimos en ascensor, el color de los botones que aprieto, las nubes que hay en el cielo, el hilo suelto de mi camisa... y todo lo comentamos para hacer bulto. Conversaciones cotidianas, acontecimientos que no aportan nada ni añaden profundidad a los personajes ¡eso es el relleno! Así como no tenemos la necesidad de mostrar a los personajes en el váter, el olor y la consistencia de sus deposiciones, tampoco deberíamos tenerlos probándose ropa, regando las plantas, hablando con su panadero... son cosas sin interés. que ocupan incluso capítulos enteros.
El ataque de los clones: todos los personajes hablan igual
Hay relatos en los que todo el mundo tiene el mismo registro, sean hombres o mujeres, de una clase social u otra. puede que el autor intente colar alguna expresión diferente para llamar la atención sobre las diferencias entre personajes y que cuele, pero el ojo entrenado distingue cuándo intentan dársela con queso.
Todos los egipcios construyen pirámides: cuando el autor tira de arquetipos y estereotipos
Así que eres un hombre español blanco heterosexual de mediana edad... según algunos autores, sin duda te corresponde hablar de fútbol y política a todas horas, para que se note. Si no lo hicieras, alguien podría confundirte con una piedra o un unicornio.
El problema de los estereotipos es que reducen a las personas a una sola dimensión. Si son problemáticos en la realidad, en una serie chirrían tanto o más que eso. No resultan creíbles.
Si cimentas tu personaje en un arquetipo concreto y no le añades nada realmente distinto da la sensación de que es una nota de color, no una persona y quien te lee ya sabe lo que va a pasar con él desde el principio. Es lo mismo que han leído ya mil veces.
El "¿Hemos llegado ya?": Tramas que tardan en cerrarse.
Cuando tu vocecilla interior actúa como un niño repelente durante un viaje familiar. Sabes de dónde has partido y tienes claro cuál es el final (al menos, el final provisional) ya sea de la serie o de ese episodio y alguna otra pincelada aquí y allá del itinerario, pero todo lo demás es un misterio. Puedes intentar tomar atajos, pero la sensación es de estar haciendo trampas, robándole a los lectores y a ti mismo una parte del relato. A cambio, obtienes eso, un zumbido constante recordándote que te estás entreteniendo demasiado y quizás perdiendo el interés de quien te lee.
Todos tenemos un cuñado que se hace Coruña-Cádiz en 4 horas.
El Regreso al Futuro: Reescribiendo por coherencia.
¿Verdad que quedaría muy molón que Fulanito hiciera X cosa que se te acaba de ocurrir? ¿Un giro argumental de los que hacen historia? Sí, quedaría genial... de no ser porque no hay base alguna para ello. No has dicho antes que tenga la habilidad, o el interés por ese asunto, o que lleve el equipamiento necesario, ni ha sido mencionado en ningún diálogo tampoco... pero tú quieres meterlo. Te la pone muy dura, y yo te entiendo.
Si eres un autor sin ambiciones esto no es siquiera un dilema, porque lo metes y esperas que cuele y el lector no se dé cuenta, que le falle la memoria, o si eres cutre de verdad no te molestas ni en disimular, porque crees de verdad que la pifia quedará tapada por el propio "molonismo".
El autor normal toma el Delorean y corrige los primeros capítulos, introduce guiños que hagan coherente la aparición de comportamientos, objetos, vestuarios, trama, lo-que-sea posteriores que estarían en el aire de otra manera.
El síndrome de Poochie: cuando tus personajes están sobrecargados de virtudes.
Sobre el papel, un guapo astrofísico políglota que hubiera servido en los SEALs, hiciese retratos hiperrealistas en sus horas libres y fuese un padrazo para los cinco críos a los que curó del ébola a riesgo de su propia vida resultaría un partido estupendo para cualquiera (tú también te casarías con él incluso si eres un hombre heterosexual, admítelo) y quizás exista en algún universo paralelo, pero sobre en el mundo real y en el literario es una porquería de personaje. No querría leer nada sobre él porque me saturaría a las diez páginas. (Es uno de mis problemas con "El nombre del viento")
Tenerlo en tu serie es condenarla.
Es muy fácil caer en la lógica de una partida de rol, en la que por acumulación de experiencia de pronto adquieres muchas habilidades distintas y que a veces no tienen nada que ver, pero la vida real no funciona así. Los relatos tampoco deberían.
El síndrome del perfeccionista.
Conozco autores que son capaces de escribir y escribir sin echar jamás la vista atrás. Siguen adelante como un panzer sin frenos ocurra lo que ocurra (y eso casi siempre son fallos de coherencia). Esto tiene un efecto positivo, y es que permite avanzar a buen ritmo, cosa que si haces como yo y relees 140 veces lo que ya has escrito es imposible. Siempre hay algo que podrías haber puesto de otra manera, un detallito, otro detallito, correcciones de correcciones sobre algo que no estaba mal, pero no se adapta a lo que tu estado de ánimo te pide en esos momentos y pierdes el tiempo en tonterías cuando tienes la mitad de la trama aún por desarrollar.
Revisar está bien. Re-revisar no tanto.
...Y hasta aquí mi experiencia en la creación de series. Ya me contaréis las vuestras y si estáis de acuerdo con todo esto que aprendí trabajando.
Si además sentís curiosidad por saber cuál ha sido el fruto de todo este trabajo, podéis darle una oportunidad a mi seriecita:
Las 3 vidas de Mary Donovan https://www.todorelatos.com/relato/150853/ que está actualmente en fase de publicación y hacerme feliz.