Cosas del azar
Un buen día, a la entrada del cine, el azar quiso que se cruzaron las vidas de Silvia y David...
COSAS DEL AZAR (Lugardesconocido & Sylke)
¿Sabes, David? Yo pensaba que las cosas suceden siempre por azar... pero aquella tarde, sucedió algo que no tenía claro fue casual o por el destino, no lo sé, pero si estoy segura de que fue tan sorprendente como excitante y morboso.
No creas que no me fijé en ti cuando te vi pasar en la entrada del cine y pensé para mí “este tío tiene un polvazo”, pero cuando mi marido y yo nos disponíamos a entrar en la sala, cargados de palomitas, para ver ese último estreno del que tan bien nos habían hablado unos amigos, nos topamos contigo, haciendo que esta vez me detuviera verte con todo detalle y me te puedo jurar que dejaste flipada: Tan alto, tan guapo... y luego esa forma de mirarme y ese buen repaso que le hiciste a mis piernas que yo lucía con aquella minifalda vaquera.
- ¿Pablo? - dijiste al ver a mi esposo.
- ¿David? - fue su respuesta asombrado.
Me quedé mirando cómo os dabais aquel tremendo abrazo, tras un intercambio de frases y anécdotas que comprendí que eran muy “vuestras” y que daba a entender que os conocíais desde la adolescencia.
- Perdona cariño, mira, él es David... - te presentó mi marido – y ella es...
- Silvia, claro. - añadiste, dejándome sorprendida de que supieras mi nombre.
Al ver mi cara de asombro, me mirabas sonriente, explicándome después que Pablo y tú seguíais manteniendo contacto por WhatsApp y que te había hablado muchísimo de mí. Pero sin con aquello todavía estaba en shock al verte, lo que me impactó aún más fue cuando me abrazaste, dándome dos besos, dejándome impregnada de tu agradable aroma y la fuerza de tus potentes brazos agarrándome. Me sentí pequeñita y es que tu altura me pareció considerable y eso que yo llevaba botines de tacón, pero no te llegaba ni a la barbilla.
Después de seguir una conversación, yo no te quitaba ojo con disimulo mientras vosotros os decíais frases de “a ver si quedamos” ... “un día de estos” ...
- ¡Que se venga a cenar este sábado! - recuerdo que dije yo de pronto y me arrepentí al momento de haber sido tan efusiva y directa al invitarte.
Hubo un largo silencio, en el que yo notaba mis carrillos arder por la vergüenza, pero Pablo no vio nada raro en mi interés por que vinieras a cenar, incluso le pareció una gran idea.
- Sí, vente, David... - corroboró Pablo sonriente.
- Claro, será un placer. - fue tu respuesta, pero clavando tu mirada cómplice en la mía.
Estaba claro que yo también te había impactado, ¿no?, al menos eso me pareció cuando te quedaste mirándome al despedirnos. Nos metimos a ver la peli, aunque se puede decir que no me enteré de nada, pues no lograba borrarte de mi mente ni un segundo, ni librarme de tu olor, tu abrazo, tus ojos, tu cuerpo... esa forma en la que me mirabas...
Me dejaste alucinado, preciosa. Después de aquel encuentro con Pablo y contigo pude comprobar que todo lo que él me había contado sobre ti se quedaba corto. En serio, no podía creer que existiese una diosa así, esas piernas, esas curvas y aparentemente, aunque era la primera vez que te veía, me desbordó tu simpatía.
Después de verte mi subconsciente recordó conversaciones que había tenido con Pablo sobre fantasías y travesuras que había realizado con “su Silvia” como él dice y esto me excitó muchísimo, porque si lo que me contó él era morboso y excitante de por sí, mucho más en ese instante después de haberte conocido, Silvia.
El viernes, nervioso y excitado, escribí un mensaje a Pablo:
- Hola Pablo ¿qué tal? - le puse.
- Todo bien ¿y tú? - fue su inmediata respuesta.
- Bueno te escribía para saber si sigue en pie lo del sábado...
- Por supuesto, esta misma mañana hablaba con Silvia sobre qué preparábamos.
- ¡Genial! Bueno pues del vino y el postre me encargo yo y no acepto un no por respuesta, ¿A qué hora nos vemos?
- ¿A las 9:00 y así nos ponemos al día?
- Perfecto, envíame la ubicación.
Yo recuerdo que me esmeré en preparar una deliciosa cena, a base de unos canapés muy originales, que siempre hago cuando tenemos invitados y un pescado al horno que, aunque esté mal decirlo, me sale muy rico también. Mientras Pablo se duchaba, aproveché para depilarme del todo, me apetecía estar especialmente atractiva para ti y aproveché incluso para rasurarme el pubis completamente, tal y como le gusta a Pablo, totalmente depiladita, te juro que no sé por qué lo hice, no tenía intención de nada, pero el caso es que fue así.
- Cariño, ¿te has rasurado ahí? - se sorprendió Pablo al ver mi sexo sin vello.
- Sí, sé que te gusta mucho y después de la cena... pues eso. - le dije todavía desnuda mientras me pintaba un ojo y le guiñaba el otro a través del espejo. ¡Estaba tan cachonda...!
- Cariño, me pones muy burro. - fue lo que me dijo Pablo pegando su desnudo cuerpo empapado pegado al mío por detrás.
- ¡Calla que me mojas! y me he echado una crema hidratante por todo el cuerpo. - eso también fue en tu honor, David.
- Es verdad, hueles muy bien. - comentó mi marido - Mira que te gusta presumir cuando vienen invitados...
Es verdad que soy muy coqueta, mi marido me conoce bien y me gusta lucirme siempre que puedo, sobre todo cuando alguien viene a cenar a casa, pero es que esa noche, además, me apetecía gustarte mucho, David, había estado el resto de la semana sin quitarme tu imagen y tus ojos de la cabeza y llegué incluso a soñar contigo alguna noche. Son de esas veces en las que algo te empuja a desear a alguien y no lo puedes controlar, un irrefrenable deseo por tí.
Te aseguro que nunca le he sido infiel a Pablo, ni pretendía nada en particular contigo, no al menos en un principio, pero sí que me apetecía tontear contigo, David, ponerme provocativa, sacar lo mejor de mí. Cuando Pablo me vio aparecer en el salón casi se cae de espaldas al verme con mi vestido negro, ajustado hasta las caderas y un gran vuelo en la falda que llegaba por encima de mi rodilla, para rematar con un gran escote que mostraba la redondez de mi busto sin sostén y mis largas piernas con unas sandalias de tacón muy fino.
- ¡Guau, nena, porque tenemos invitado, que si no te follaba ahora mismo en el sofá! - me dijo él relamiéndose, pero no sabía que me había puesto así por ti.
- ¡Calla y termina de poner la mesa, que David estará a punto de llegar! - le contesté dándole un manotazo cuando sus dedos se intentaban colar bajo mi vestido.
Yo estaba como un flan, eran las 20:30 me disponía a salir de casa, ya que según la ubicación que me había enviado tu marido, tardaría 20 minutos, unos jeans ajustaditos para resaltar mi culo y mis piernas, una camisa por fuera también ajustadita y mi americana, perfumado con la colonia que más me gusta (Boss In Motion) y más nervioso que el día que perdí la virginidad sin saber por qué, bueno sin saber no, por esa hermosura que me impactó tanto y que capaz de levantar miradas a su paso y otras cosas, te lo aseguro y el hecho de que Pablo me hubiese contado con todo lujo de detalles lo morbosa y caliente que eres, hacía que mi imaginación echase a volar, debo reconocer que antes de ducharme me masturbe imaginando que eras tú quien lo hacía para ver si así relajaba mi tensión sexual.
Bueno, llegué a las 20:50, coche aparcado, bolsa con botella de vino y dulces variados y parado enfrente del portal de tu casa, deseoso de verte de nuevo. Me temblaba todo, toqué el timbre y me respondió tu atrapante voz sensual.
- ¿Sí?
- ¿…. Silvia? Soy David. - dije.
- Si, te abro David. - al oírte de nuevo, sentí como mi polla despertaba.
- Gracias.
Llame al ascensor...... un séptimo. La espera, te juro que se hizo eterna, cuando llegó, abrí la puerta y presione el numero 7, sin saber qué postura adoptar en el ascensor acariciándome el pelo, arreglándome la camisa, parecía un adolescente antes de su primera cita.
¡Mierda, ahora me abre despeinado! - Pensé en mi interior - me di la vuelta para volver a mirarme en el espejo y dejé la bolsa en el suelo.
Allí estaba yo, arreglándome el pelo, estaba tan concentrado en mi labor que no me di cuenta que el ascensor hacia segundos que había llegado a su destino. De pronto apareciste abriendo la puerta de este y ¡voila!, allí estaba yo, mirándome en el espejo dándome los últimos retoques, mientras tú me mirabas atentamente.
“Soy gilipollas” - pensé - me giré con la cabeza agachada mirando tus piernas y casi tartamudeando te saludé con un simple “buenas noches” mientras tú sonreías, supongo que por lo que habías visto en el ascensor.
- ¡No te preocupes que estás muy guapo! – te dije yo de pronto y luego me puse colorada nada más decírtelo y darme cuenta de mi excesiva confianza contigo, pero no sé por qué me apetecía mucho decírtelo.
Nerviosa, me acerqué a ti, dándote di dos besos, impregnándome de nuevo de tu penetrante olor varonil y de tu potente abrazo. Un poco avergonzada por sentirme tan atraída por ti, mientras me agarrabas por la cintura estrechándola en tus grandes manos... No quería que abandonases ese abrazo, pero por miedo a que Pablo se diera cuenta, estiré mi mano y tirando de ti, te metí en casa, mientras mi esposo seguía colocando las sillas.
- ¿Ya estás aquí?, ¡siempre tan puntual! - comentó Pablo al verte para luego acercarse y darte un fuerte abrazo.
Mientras vosotros os quedabais charlando de vuestras cosas pendientes de años atrás, te eché una mirada a ese culito enfundado en esos jeans, así como al resto de tu cuerpo antes de meterme en la cocina a preparar mis canapés, algunos a los que tenía que dar un golpe de calor en el horno y le eché, de paso, un ojo también al pescado.
No se me borraba tu imagen con aquel vestido, Silvia, cuando desapareciste hacia la cocina, mientras Pablo no dejaba de recordar nuestras anécdotas y vivencias del pasado, aunque en mi cabeza solo había sitio para ti, en el momento que te abracé en el rellano, noté que tú también estabas nerviosa por la rigidez de tú cuerpo y de otra parte de “mi cuerpo”.
Me asomé a la cocina, mientras Pablo buscaba fotos nuestras de niños y pude observarte desde la puerta. Estabas tan impresionante, Silvia, tus piernas largas... esbeltas y mucho más con esos zapatos de tacón que resaltaban increíblemente tu figura. Ahí seguí, admirando tu cuerpo, subiendo hasta el comienzo de esa faldita negra por encima de las rodillas hasta que llegue a ese trasero, redondito firme y bien levantado, como decimos los hombres “un meloconcito” y cómo se estrechaban desde tus caderas a tu cintura, entonces me dispuse a echarte una mano, pero mi cabeza solo pensaba en como demostrarte de una forma picara mi interés más directo por ti.
Me sorprendiste, a mi espalda, en el mismo momento en el que yo estaba con tu imagen desde que apareciste en el ascensor, pensando en esa mirada penetrante, en tu peinado medio desenfadado, en esos brazos que me habían atrapado, tan vigorosos... David, conseguiste que se me mojaran las braguitas desde ese instante, tan solo con nuestro abrazo y los dos besos.
- Hola. ¿Puedo ayudarte en algo? - me preguntaste muy cerca de mí, quizás demasiado.
- Esto, sí, claro... ¿puedes ir cortando un poco de queso? - fue mi respuesta nerviosa.
- Cómo no, preciosa. Tu marido está buscando unas fotos del instituto.
- Genial.
Me sentía muy a gusto junto a ti, teniéndote a mi lado, mientras me mirabas con disimulo al principio y luego con cierto descaro a los ojos, cuando yo hacía lo mismo, devolviéndote esa misma mirada. De una forma implícita e incluso explícita había ojos de deseo por ambas partes.
Estaba loco por rozarte, Silvia, por sentir algún tipo de contacto contra tu cuerpo, incluso alguna frase picarona, respuestas con doble sentido...... en mi cabeza un millón de opciones sin saber cuál sería la más acertada. Si llego a saber que estabas tan receptiva, no hubiera dado tantas vueltas.
En ese momento, recuerdo que me miraste para decirme:
- David, ¿podrías abrirme el dichoso bote que no puedo?
- Claro, preciosa, el bote y lo que tú quieras jijijiji - dije con mi sonrisa más picarona
- De momento solo eso.... devolviste la misma sonrisa juguetona.
No podía creérmelo, cuando entendí que me estabas siguiendo el juego yo quería aprovechar. Había terminado de cortar el queso y te dije:
- Necesito un plato, Silvia.
- Están aquí arriba - fue tu respuesta, quedándote pegada al fregadero sin moverte.
Enseguida me deslice hasta allí para no darte opción a apartarte, me coloque detrás de ti, me pegué a tu cuerpo y levante la mano, colocándome de puntillas apoyando mi pelvis en tu trasero. Me entretuve lo suficiente hasta alcanzar el plato, todo ello, lentamente. Entonces, cuando lo deje en la encimera, junto a la tabla en donde había cortado el queso, pasé mis brazos alrededor de tu cintura y susurrándote al oído te dije: “Me gustaría lavarme las manos”. Sorprendentemente, solo retiraste las tuyas de debajo del agua, dejándome estar pegado a ti, sólo el espacio de mis manos a los lados de tu cuerpo, para que yo me lavara, cuando metí las manos bajo el agua y dije:
- ¡Dios, qué caliente esta!
- Creo que no es lo único que lo esté, ¿no? - fue tu respuesta picarona.
- Bueno todo tiene solución.... ¿no crees? - añadí sin soltarme de tu cuerpo y con mi polla bien pegada en tu culo.
Entonces, de repente, entró Pablo diciendo,
- ¡Ya las he encontrado! - dijo contento refiriéndose a las antiguas fotos.
¡Que susto nos dimos! Nos separamos de inmediato como si nos hubiera dado un chispazo, aunque creo que Pablo no llegó a darse cuenta de nada, pero lo cierto es que yo había estado tan a gusto abrazada por detrás por ti y de esa manera, que me encantó sentir en mi culo ese bulto que me producía extraños cosquilleos por todo el cuerpo, en especial en mi sexo.
Nos sentamos a cenar, charlando principalmente de vuestras cosas, repitiéndomelas a mí para que las entendiese, pero yo solo me fijaba en tus miradas juguetonas y provocadoras. Comimos los canapés que halagaste amablemente, en especial refiriéndose a una salsa tártara que había preparado Pablo, que, por cierto, le queda realimente deliciosa.
- ¡Está muy buena! - dijiste mirándome fijamente a los ojos y chupando tu dedo índice dándome a entender que no estabas hablando de la salsa.
- Gracias - comentó mi esposo, ajeno a tu juego.
- ¡Es verdad, está para chuparse los dedos! - añadí yo, esta vez metiendo mi pulgar en la boca, pero de una forma muy sensual, sin dejar de mirarte, como si estuviera chupando otra cosa.
Aunque todo parecía un juego inocente con nuestros gestos, con nuestras miradas, estaba claro que esa complicidad que hacíamos a las espaldas de Pablo estaba cargada de magia, de deseo y de morbo.
A la hora de partir el pescado en el reparto de tu ración, recuerdo cómo me ayudaste cogiendo mi mano y el cuchillo para elegir el tamaño de la porción, pero tu forma de agarrar mis dedos, entre delicada y fuerte a la vez, también me puso nerviosa.
Seguimos cenando y me dispuse a recoger los platos cuando vosotros seguíais con las aventuras, para meterme en la cocina de nuevo a preparar el postre que nos habías traído.
Ibas y venías recogiendo platos, mientras nosotros veíamos viejas fotos sentados en la mesa charlando, cuando mi mente ideó alejar los cubiertos que había usado para que al cogerlos tuvieras prácticamente que tumbarte encima de la mesa para alcanzarlos y así poder echar un buen vistazo a esas tetas que Pablo me había descrito en tantas ocasiones, incluso me llegó a enviar alguna foto de ellas. Y así fue, recogiste los cubiertos, los de Pablo primero, después los tuyos y como tu marido y yo seguíamos hablando por no interrumpir, tal y como yo tenía previsto, estiraste tu cuerpo para alcanzar los míos y pude ver tus grandiosas tetas aprisionadas en ese escote del vestido y cómo tus pezones estaban muy duros a simple vista.
No te conté, pero cuando volviste a la cocina, Pablo empezó a recordarme la vez que quedamos con dos hermanas que eran vírgenes en una casa abandonada e hicimos de todo con ellas aprovechando que las teníamos loquitas incluso cómo después nos las intercambiamos, como dos buenos amigos. Entre ese tema que sacó Pablo y los juegos contigo yo no tenía ganas de postre, sino de comerte a ti.
Aprovechando que Pablo seguía ensimismado con las fotos y viendo que ya solo quedaban las copas por recoger sobre la mesa, llené la mía con agua le di un pequeño sorbo y con media copa aun llena recogí las otras dos y me dispuse a llevarlas a la cocina. Abrí la puerta y te admiré de nuevo. Estabas enjuagando los platos... Me coloqué justo detrás de ti, como hiciera en la anterior escapada a tu cocina, levanté las copas por encima de tus hombros y de una manera “aparentemente” muy torpe, derramé el contenido de la copa sobre tu escote, empapando tus tetas, justo en la parte que estaba a la vista recorriendo tu canalillo. En ese momento te pedí disculpas, aunque en mi expresión se notaba una sonrisa muy picara, la cual no te pasó desapercibida, cuando te giraste hacia mí, para decirme:
- David, ¿de verdad lo sientes?
- Claro Silvia, con lo preciosa que vas, ¿cómo iba a querer ensuciarte? - dije.
- Esa sonrisilla no dice lo mismo, además esto no es vino. - comentaste sonriente.
- ¡Que observadora!… en realidad, lo siento porque no sea otra……. ¿recuerdas cuando has recogido mis cubiertos?
- Si, ¿por qué?
- Estaban alejados ¿verdad? - te pregunté de forma burlona.
- Si, casi me tuve que acostar sobre la mesa
- Pues fue cosa mía... quería ver esas tetas que encierras debajo de ese escote y que tu marido me ha descrito varias veces. ¡Incluso me enseño en alguna fotografía!
Me quedé a cuadros cuando me soltaste eso. Aparte de haberme empapado las tetas con el agua, ya me las habías visto en fotos según decías, aunque estaba alucinada por eso. Desde luego no sabía cómo Pablo tenía tanta confianza contigo para enseñarte ese tipo de fotos mías. Entonces te pregunté directamente:
- ¿Qué tipo de fotos has visto de mis tetas?
- No tranquila, no vi más de lo permitido. Unas en bikini en Mallorca.
En cierto modo me hubiera gustado que dijeras que habías visto otras que tenía en top less, pero en esas también se me veían bastante las tetas, aunque tapadas por un bikini pequeñito. Y noté un cosquilleo que me calentó más, incluso más sabiendo de ese juego tuyo con los cubiertos en la mesa.
- Me has dejado empapada, David – te dije con doble intención secando mi canalillo con una servilleta -
- Lo siento, fue un arrebato - añadiste mientras te agarrabas a mi cintura.
- Me voy a cambiar. Tú vete preparando el postre que has traído, estoy ahí mismo, aquí enfrente, en mi cuarto. - te dejé intencionadamente, muy claro.
Como la cocina queda justo frente a mi habitación, no cerré la puerta a propósito. Me bajé la cremallera del vestido y lo dejé caer quedando de espaldas al pasillo y también a ti, aunque sabía que me estabas mirando atentamente, especialmente el tanga que llevaba puesto y que se metía descaradamente entre mis glúteos. Me di la vuelta lentamente aparentando ser un acto distraído, pero de reojo vi tu forma de mirarme, alucinando desde la cocina mientras yo estaba prácticamente desnuda. Te aseguro que nunca hice nada igual, pero me gustó enseñarte desde la distancia mis tetas, un buen rato, como si fuera una cosa accidental y entonces crucé la mirada contigo y tapé mis pechos con mi antebrazo, como si hubiera sido pillada accidentalmente. Me puse una camiseta de rugby que usa mi marido que queda por medio muslo y no me puse sostén a propósito, para volver a la cocina y ayudarte a terminar de preparar el postre.
- Bonitas tetas, ahora sí que lo puedo asegurar. - dijiste descaradamente con una gran sonrisa.
- No te cortas.
Seguimos preparando el postre y entonces te pegaste de nuevo mi espalda abrazándome, esta vez con todo el descaro. Pude notar más fuerte esta vez tu polla dura en mi trasero, porque con la camiseta se notaba mucho mejor. Me agarraste directamente por las tetas y me besaste en el cuello.
- ¡David! - dijiste sorprendida, aunque a la vez parecía que te gustaban demasiado mis caricias.
- Lo siento, pero no he podido contenerme, además, creo que eso no hace falta decirlo porque ya lo notas ¿no? - comenté ingeniosamente pegando un poco más mi pelvis contra tu culo.
- Si, perfectamente - respondiste riendo.
- Pero por lo que yo puedo notar, a ti también te gusta - añadí yo mientras te pellizcaba los pezones que estaban muy muy duros
- ¡Mmmmm no sé qué estará más duro.........!
- Tienes toda la razón, lo comprobaré - dijiste muy lanzada en ese momento me agarraste la polla con tu mano. - ¡Mmmm, debe de dolerte!
- Bastante, pero ¿qué podemos hacer?
Cogí unos platos de postre y cucharillas, te los entregué y con una seña entendiste que debías llevarlos a la mesa y comprobar qué es lo que estaba haciendo Pablo.
En cuanto despareciste de la cocina metí mis dedos en las braguitas y me di cuenta de que estaban empapadas. Habías conseguido ponerme tan cachonda... y con mi marido ahí al lado, ¡ufff!
A los dos minutos volviste a la cocina, para recuperar tu posición, justo detrás de mí a seguir con tu manoseo a mis tetas, aunque esta vez no dije nada.
- Nunca le he hecho esto a Pablo... - te dije cerrando los ojos acercando mi mano a tu polla acariciándola por encima de su pantalón y notando lo durísima que estaba.
- Y yo nunca he estado con una mujer como tú. - dijiste en una frase que me estremeció.
- ¡Nos puede pillar!
- Tranquila, está buscando más fotos del insti.
- ¿Y si le da por venir?
- Es el riesgo que tenemos que correr – susurraste en mi oído mientras tu polla crecía gracias a mis masajes.
Tus manos se metieron bajo mi camiseta comenzando a masajearme las tetas, pero esta vez, por dentro, directamente sobre mi piel, sin cortarte en absoluto. Yo me moría de gusto y tu besabas mi cuello, me lamías el lóbulo de la oreja. Me pellizcabas los pezones y yo quería gritar de placer. Tu verga era enorme y no pude aguantar más, me giré y te bajé la cremallera para meter mi mano en tu slip. Saqué por fin esa preciosa polla que me hizo relamerme.
Viéndome tan decidida, me besaste, esta vez en los labios, pero lo hiciste con parsimonia, con un juego de labios, que acabó siendo de lenguas, totalmente lascivo y sensual. Hasta que vi como tu mano bajaba por mi tripita para meterse bajo mis braguitas. Cuando sentí tu mano acariciando mi rajita casi me deshago, pero tú, hábilmente tapaste esos gemidos con más besos mientras mi mano seguía masturbándote. Tus dedos dibujaban mis labios vaginales y tu boca seguía apoderándose de la mía.
- ¡Me corro, me corro! - dijiste de pronto cuando mi mano aceleraba el ritmo de la paja.
- Hazlo aquí. - te dije señalando mis braguitas.
En ese momento levanté la camiseta y separé las braguitas de mi sexo. Acercaste tu polla ubicando el glande dentro de mis braguitas rozando mis labios vaginales. Al notarlo ahí me corrí, apagando mis jadeos con tus besos, mientras seguías comiéndome la boca y mi mano apretaba tu polla dentro de mi tanga. Unos segundos después innumerables chorros de tu semen caliente inundaron mi braguita y calaron mi sexo.
- ¿Os queda mucho? - se oyó gritar a Pablo desde el salón.
- ¡Ya salimos cariño! - respondí en otro grito con mi respiración agitada.
En ese momento, saqué mi polla de tus braguitas, la agarré desde la base mirándote y acto seguido, tras mirarme lascivamente, te agachaste y la lamiste con varios lengüetazos hasta que la dejaste completamente limpia cuando te dije:
- ¡Mmm, parece que estas bien enseñada!
Salimos a la sala y allí estaban las fotos que Pablo había encontrado, me senté en la mesa para comenzar a ojearlas con él y en el momento que saliste de la cocina Pablo se percató sorprendido de tu cambio de ropa. Te preguntó confuso:
- ¿Por qué te has cambiado, cariño?
- Enjuagando los platos me salpiqué y no quería estar mojada. - resolviste rápidamente.
- Pero esa camiseta deja poco a la imaginación ¿no crees? - añadió Pablo con cierto mosqueo viendo que era excesivamente corta.
- Solo quería ir cómoda. - dijiste con cara de niña buena, arrugando los morritos.
- Por mí no hay problema, estáis en vuestra casa - comenté intentando apagar el fuego, pues no quería presenciar una discusión entre vosotros.
Seguimos viendo fotos, cuando te acercaste a donde estaba yo y viste la primera foto en la que aparecíamos Pablo y yo en una tienda de campaña, fue en una acampada de verano.
- ¡Anda, esas fotos no las había visto yo! - comentaste para evadir el tema de tu poca ropa.
- No, esas no te las había enseñado, pero mira aprovecha y ojéalas con David, así te podrá contar la historia de cada una mientras yo preparo el café. - comentó Pablo ajeno a todo.
Te sentaste a mi izquierda para decirme en un susurro:
- ¡Que calentita…… me encanta sentir tu leche ahí abajo!
- Espero que la sientas mucho más adentro. - añadí, acariciando tus piernas.
- ¡Estás loco! - me dijiste dándome un codazo.
Entonces puse el mantel por encima de tus piernas y con mi mano empecé a acariciarte el interior de tus muslos y meterme en tus braguitas para alcanzar tu clítoris por encima de tu tanguita negro de encaje. Mis dedos se empaparon con mi semen y te lo esparcí por toda tu rajita. Acto seguido apareció Pablo con el primer café, pero, ante tu sorpresa, yo seguí jugando con mi dedo mojado en su clítoris y en ese momento noté como arqueabas tu espalda y presionabas mi mano con tus muslos. Te estabas corriendo con mis caricias en tu clítoris por encima de tu tanga con tu marido justo enfrente. No sé cómo Pablo no se dio cuenta, pero yo le distraía señalando algunas fotos y tú mientras te tapabas la boca, reteniendo un gemido, hasta que Pablo se levantó de nuevo hacia la cocina cuando me dijiste entre jadeos:
- ¡Que cabrón, me has hecho correrme delante de mi marido, tu amigo...!
- Me ha encantado sentir como contenías tus gemidos, te aviso: esto no es todo…. - añadí totalmente cachondo.
Me quedé mirándote un rato y todavía no me creía lo que estaba haciendo contigo, de hecho, nunca le había puesto los cuernos a Pablo y me resultaba aún más doloroso hacerlo con uno de sus amigos, pero es que me ponías tan cachonda, me tenías tan loca que no era capaz de mostrar un grado de sensatez. Apenas te conocía y estaba enganchada a ti de una forma inaudita, como nunca jamás me había pasado. Saqué mi lengua y dibujé tus labios con ella, totalmente excitada, sabiendo que mi marido estaba a pocos metros, en la cocina, pero ese riesgo le daba todavía un punto morboso a ese deseo.
Unos segundos después Pablo asomó la cabeza te preguntó cómo querías el café. No me pilló “jugando” contigo de milagro.
- Esto es una locura, David. - te dije susurrando.
Tu mano seguía dentro de mis braguitas y notaba como embadurnabas tus dedos con tu propio semen y me lo metías en el coño. Sentir ese calor de tu dedo impregnado en ese viscoso líquido me encendía mucho. No solo no me importaba que lo hicieras, si no que no quería que se acabara nunca.
- ¡Estoy loco por follarte, Silvia! - me dijiste al oído, metiendo tu otra mano bajo la camiseta y acariciando mi teta.
- ¡Dios, David!, ¡Y yo que lo hagas!, ¡Necesito tu polla dentro! - dije totalmente desbocada y a continuación volví a palpártela sobre tu pantalón, notándola durísima.
- Tenemos que hacer algo para que estemos solos. - me decías sin dejar de pellizcar mi pezón.
Yo estaba nerviosa, como una moto, cachonda perdida, era toda una auténtica locura, pero quería descubrir cuanto antes lo que era follar contigo. Te necesitaba dentro de mí.
Pablo salió por fin con los cafés y dejamos de inmediato de meternos mano como dos críos inconscientes. Por dentro no dejaba de arrepentirme, pero al mismo tiempo eran más fuertes las ganas de que me follaras, de sentir tu polla...
- Cariño, ¿no le has preparado el combinado ese tuyo a David? - le pregunté de pronto a mi esposo.
- ¿Cuál ?, ¿el de vodka?
- Sí, lo hace riquísimo - dije mirándote fijamente a los ojos.
- Pero Silvia, no puedo, me falta lima o maracuyá para hacer la mezcla y no tenemos. - apuntó Pablo.
- Vaya. - dije... guardando silencio unos segundos - ¿y si bajas al chino de abajo? Igual tienen... - añadí como una ocurrencia repentina.
Tu cara era digna de enmarcar, por un lado, resultaba socarrona y por otra tus ojos lascivos decían todo lo que yo quería ver, puro deseo. Yo no dejaba de imaginar cómo debía sentirse esa polla dentro de mí.
- Vale, no tardo nada. Enséñala las fotos de la nieve, ah, por cierto, no encuentro las llaves ahora toco... - dijo Pablo poniéndose una chaqueta cerrando la puerta de casa tras de sí
Mi mente solo quería escuchar la puerta cerrarse para quedarnos solos, necesitaba ese momento contigo de una vez.
Por fin se cerró, solo eché hacia atrás la silla para dejarte hueco delante de la mesa. Apresuradamente y llena de nervios, me soltaste el pantalón bajándolo hasta los tobillos, mientras yo aproveché para arrancarte prácticamente el tanga con desesperación. Tras mirarnos, te incorporaste, para sentarte encima de mi polla y frotarte con ella. Parecíamos desesperados. Tras levantar tu culo, cogí mi polla desde la base y lo coloqué en la entrada de tu coño y te dije:
- ¿Estás segura, Silvia? - mi boca estaba practicamente pegada a la tuya.
- ¡Por favor! - suplicaste.
- Ven aquí, voy a follarte como seguro nadie lo ha hecho, recordaras toda la vida esta noche y cada vez que te acuestes con Pablo te acordaras de mi polla y desearas que fuera la mía y no la de el” ...... - añadí palpando tu trasero con una mano y ubicando mi polla hacia tu coño con la otra.
Debería estar arrepentida en ese momento, parando esa locura que ya había ido demasiado lejos, tendría que mirar las consecuencias, que Pablo nos pillase, todo era un lío en mi cabeza, pero notar tu glande rozando mis labios vaginales y mi clítoris, me encendieron ciegamente, para decirte casi en un grito jadeante:
- ¡Fóllame, David!
Soltaste tus brazos y tu polla quedó apoyada a la entrada de mi coño. De pronto me despojaste de la camiseta quedando sobre ti, totalmente desnuda. ¡Qué locura, David!, acariciaste mi culo, mis tetas, me besaste... Yo hice lo mismo, despojándote de la camisa, para sentirte desnudo conmigo, piel con piel. Me encantó acariciar tu tórax, tus fuertes brazos... Agarraste mi cintura y empujaste hacia abajo para clavármela hasta el fondo entrando con suma facilidad.
- ¡Dios, dios, dios...! - grité, mientras tú suspirabas largamente al sentirte dentro.
Empecé a botar sobre tu polla lentamente, haciendo que ese momento perdurase, no se me olvidara nunca, mientras tus manos acariciaban mi culo. Mi vagina se adaptaba a tu tamaño y se aferraba a tu verga con intensidad. Solo se escuchaban nuestros gemidos y el choque de nuestros cuerpos desnudos. No pensábamos en nada ni en nadie, sabiendo que Pablo podría regresar en cualquier momento y pillarnos, allí despelotados, follando como locos sobre la silla,
Sentía como mi polla entraba y salía de dentro de ti, lo percibía de forma increíble y el placer aumentaba teniendo tus tetas frente a mí ... me metí tu pezón derecho en mi boca lamiéndolo y dándole mordisquitos mientras con mis manos agarraba tus nalgas y te daba algún azote.
- ¡Levanta y ponte contra la mesa! - te ordené
Obedientemente, saliste de mí, girando... apoyaste las palmas de las manos contra la mesa y me regalaste una panorámica increíble de tu culo y tu coñito lleno de nuestros flujos. Me agaché, lamí tu clítoris y acto seguido te giré para besarte y que pudieras disfrutar del sabor de nuestros fluidos mezclados.
- ¡Prepárate Silvia ahora voy a follarte de verdad! - dije con cara lascivia, dándote la vuelta de nuevo dejándote de espaldas a mí apoyada contra la mesa.
- ¿Más aun? - respondiste asombrada.
Sin dejarte terminar la frase ya tenías mi polla en el fondo de ti junto con un grito ahogado que salió de ti al chocar contra tus nalgas, me recreé un minuto disfrutando de tu espalda arqueada y giraste tu cara hacia mí, como esperando algo, esa mirada fue la chispa que me encendió como un animal. Azoté tu nalga derecha y empecé a follarte de forma desenfrenada, casi diría con desesperación, haciendo que mis huevos chocaran contra tus nalgas.
Me sentía sucia por traicionar de esa manera a Pablo, nada menos que contigo, en nuestra casa, siendo uno de sus mejores amigos de la infancia, pero me estabas dando tan rico por detrás, follándome tan bien, de esa manera sobre la mesa, como nunca antes me habían hecho que estaba gozando con mis tetas aplastadas contra la mesa y tu pollón entrando y saliendo de mi estrecho chochito. ¡Qué delicia, David!
- ¿Sabes que te voy a follar ese culo también? - me dijiste y yo estaba realmente fuera de sí, recibiendo tus folladas.
- Sí, sí, David... - repetía cachonda perdida.
Cuando me hablaste de metérmela por el culo me puse tan excitada que tus folladas me parecieron más intensas y me corrí gimiendo como loca con mi cuerpo aplastado contra la mesa y tu taladrándome una y otra vez.
Parece que fue premeditado, pero en ese “mete saca” continuo de nuestros cuerpos desnudos chocando, sonó el timbre de abajo justo en el momento en el que te corriste dentro de mí con innumerables chorros que inundaron mi coño al completo. El timbre del portal, volvió a sonar insistentemente y yo empujaba difícilmente tu pecho, para que te separaras de mí, pero tú no querías sacar tu polla de mi coño, seguías metiéndola lentamente soltando algún gemido y algún espasmo con tus últimos chorros dentro de mí.
- ¡David, es Pablo! ¡Está llamando abajo! - te advertí, pero tu seguías bombeando despacio tomándote tu tiempo, con asombrosa tranquilidad.
Por un lado, estaba asustada pero tan a gusto con tu polla metida hasta el fondo... pero al fin, me diste un azote y te separaste de mí. Salí corriendo desnuda hasta el telefonillo y Pablo parecía desesperado, diciéndome al otro lado “¿¿no me oís o qué??”. Yo me reí al ver la cara de David que me observaba sentado en el sofá, desnudo y pajeándose mientras miraba mi cuerpo igualmente desnudo.
- ¡Vístete, David, en un minuto está aquí arriba! - te grité desesperada.
A toda prisa te ayudé a encontrar tu ropa y mientras tú te ponías los pantalones, yo te abotonaba la camisa, todo en tiempo récord, porque justo cuando te pusiste el último botón, sonó el timbre de la puerta. Recogí mi camiseta del suelo y me la puse sin tiempo ni siquiera para ponerme mis braguitas que tampoco llegué a encontrar.
Después de recordarnos que llevaba un rato llamando, tu marido entro directamente a la cocina para preparar las bebidas cuando, en ese momento me miraste y te quedaste petrificada, tenía tu tanga en mi mano oliéndolo viniste corriendo a recogerlo y susurraste tan solo moviendo tus labios “¡Estas completamente loco!”
- Sí, estoy loco por volver a follarte, aun no me has comido la polla ni tragado mi leche y eso no puedo permitirlo. - dije riendo y tocando tu culo.
- Pues hoy ya no creo…….
- ¿Segura? Si sé jugar mis cartas hoy me comerás la polla y veré como te tragas mi leche. - te solté con cara de pervertido.
- No hagas tonterías, por favor, David. - me respondiste susurrante con cara asustada. - Iré a ponerme el tanguita, uno limpio o ¿este mismo?
- ¿Realmente te parece una tontería, Silvia? Y luego encima me preguntas qué tanga te pones, eso quiere decir que lo deseas igual o más que yo...
Pablo salió de la cocina con las copas y se sentó en el mismo sitio de antes, tú te levantaste de la mesa y fuiste a cambiarte.
- Pablo, ¡brindemos por este reencuentro y sigamos con esta amistad de siempre! - dije a tu marido, mientras tú salías corriendo hacia tu cuarto.
- Vamos a esperar a Silvia. - comentó él.
- ¡Claro, es que esperando se me ha quedado la boca seca...!
- ¡Vamos a brindar nena! - te gritó Pablo
- ¡Perfecto! - respondiste mientras regresabas al salón sonriente y mordiéndote el labio mirándome fijamente.
- Bueno, vamos a animar esto un poco no, nos bebemos esta de trago……. - anuncié.
- ¿De un trago? - preguntaste alarmada.
- Bueno no sé tú Pablo... ¿te sigue afectando tanto la bebida como antes? Porque recuerdo que cuando te pasabas te dormías y ¡parecías estar muerto!
Nada más terminar esa frase…… me miraste con cara de loba, insaciable pero también de enfado (eso no lo entendí), pero fue Pablo el que contestó riendo:
- ¡Jajajajaja, pues la verdad que sí y casi peor que antes, pero da igual un día es un día y hoy no podrás pintarme pollas en la cara!
- ¡Jajajaja, qué rencoroso eres cabrón! - respondí entre carcajadas.
De sobra sé lo mal que le sienta la bebida a Pablo, de hecho, en alguna ocasión me ha metido en algún apuro por eso, porque bebe más de la cuenta y pierde la noción de todo, hasta el punto de quedarse dormido y luego no acordarse de nada, ni al momento ni al día siguiente.
Las copas corrieron, tal y como tenías previsto y estaba claro por donde ibas, pues cada vez que le pedías un nuevo combinado a Pablo, este gustosamente le daba otro trago para hacer esa especie de competición absurda contigo. Cuando se acabaron los primeros combinados que te había preparado, tú parecías bastante sereno y en cambio él se tambaleaba un poco y le pediste que preparara otra ronda. Cuando Pablo se metió en la cocina y me cogiste por la cintura para ponerme sentada a horcajadas sobre ti, te quería pegar, sin embargo, no sé por qué, pero metí mi lengua dentro de tu boca para besarte de nuevo como una desesperada. Noté una vez más la dureza de tu miembro contra mi sexo.
- Eres un cabrón, ¿sabías? - te dije en un momento.
- ¿Me gustas demasiado y sé que tú también lo quieres, o no? - me dijiste al tiempo que metías las manos bajo mi camiseta para acariciarme.
Tu cara era de puro vicio cuando descubriste que no me había puesto ningún tanga.
- ¡Qué putilla eres! - me dijiste subiendo tus manos desde mi culo hasta sobar mis tetas bajo la camiseta.
Me ponías cachondísima y no pude más que seguir besándote.
- ¡Es que matas! - dije entre jadeos.
- Pues eso no es nada, verás cuando me comas la polla delante de sus narices.
- ¡David! - te dije dándote un golpe en el pecho sin creerme tal cosa.
Justo en ese instante me levanté de tu regazo y apenas unos segundos más tarde salía Pablo con las nuevas copas preparadas. ¡Estábamos jugando con fuego pero nos gustaba demasiado!
- ¿De qué hablabais? – preguntaba mi marido al vernos reír.
- De lo mal que te sienta la bebida, cariño. - respondí yo para recordarle aquella boda en la que tuvieron que acostarle en la cama... y los tres reímos, brindando de nuevo con otras copas en la mano.
Entonces Pablo, se intentaba explicar contando esas anécdotas, aunque algunas palabras no se le entendían muy bien gracias al efecto del alcohol:
- ¿Recuerdas las veces que te he interrumpido estando en la cama con mujeres, David? - dijo en una de sus intervenciones.
- ¿Qué si me acuerdo, cabrón? Parecía que tenías imán, todo el mundo sabía lo que iba a hacer menos tú. - comenté recordando las veces que Pablo me había interrumpido desnudo follando con una chica.
- ¿Te acuerdas con Andrea? - dijo Pablo riéndose.
- Andrea…. - dije intentado hacer memoria…. - Ah sí, dime la verdad... ¿lo hiciste a cosa hecha verdad?
- No, te lo juro - exclamó Pablo.
- A ver qué opina tu chica Pablo. - comenté con una mirada de deseo clavada en tu cuerpo.
- Soy toda oídos. - fue tu respuesta.
- Te cuento: - empecé a relatarte - Pues aquella vez que estábamos todo el grupo de amigos en una cabaña en la sierra que habíamos alquilado, y al igual que hoy Pablo fue a preparar unas copas y yo con mi... en ese entonces novia, nos metimos a la habitación, bueno pues después de una media hora, Pablo se dio cuenta que no estaba y preguntó al resto de amigos qué donde me había metido, que la copa se “agualichaba”, el resto le contestó que había entrado en la habitación con Andrea y a Pablo se le ocurrió la brillante idea de llevarme la copa aun incluso cuando todos le dijeron que no lo hiciese, pero él iba bastante perjudicado por el alcohol y le dio igual.
- ¡Jajajajaja la verdad es que fue un espectáculo lo que vi! - dijo Pablo mientras reía a carcajadas.
- ¡Ahhh de eso si te acuerdas!, ¿no? - dije de forma irónica y nos quedamos los dos riendo.
- ¡Vaya dos...! - dijiste intrigada – pero bueno seguid contando, ¿no iréis a dejar la historieta a medias no?
- Lo contaré yo - comentó Pablo con su voz, cada vez más trabada - Cuando entré en la habitación, Andrea estaba completamente desnuda, por cierto, vaya tetas tenía la cabrona y bueno, ahí de rodillas, comiéndole la polla a David. Entonces David, al verme, gritó ¿qué haces? Pero se descojonaba mientras ella se la chupaba...
Pablo pegó otro trago y sin dejar de reírse continuó contando:
- ¡Andrea no podía reírse tenía la boca bien llena, jajaja...!
- ¡Ya lo creo! – dije riendo, pero Pablo quería seguir contando la anécdota.
- ¡Fue la primera vez que te vi la polla cabrón! y joder, ya entendía por qué las mujeres siempre querían repetir contigo……
Me miraste y yo te sonreí al tiempo que tu marido seguía contando:
- … Entonces Andrea quiso sacársela de la boca, pero David le cogió de la cabeza con fuerza para impedírselo porque iba a correrse y el muy cabrón le llenó la boca y la cara con un lefazo que le echó.
Mientras Pablo contaba su historia, tú no dejabas de reírte y mirarme, rellenando las copas con otra ronda, aunque tanto tu como yo, no bebíamos al ritmo de mi esposo que cada vez estaba más borracho.
- Los tíos sois un poco fantasmas contando cosas de vuestras pollas. - dije yo riendo.
- ¿No sé por qué lo dices, pero es verdad cariño, la cosa era de peli porno con ese pollón y soltando aquellos lefazos en la cara de la chica- respondía Pablo atropelladamente.
De buena mano sabía cómo era tu polla, lo había podido comprobar dentro de mi coño, pero sin duda ver a Pablo tan borracho me daba pie a seguirte el juego y por tu sonrisa sabía que tú me habías pillado esa indirecta o más bien, directa.
- Pero no la tendrá tan grande como dices. - tiré la caña mientras tú disimulabas tu risa.
- ¿Qué no? Menuda polla se calza el tío. ¿A que sí, David?
- Pero ¿más grande que la tuya? - le pregunté directamente a Pablo.
- Desde luego. Mucho más... - respondió este tambaleándose.
- ¿Es eso verdad, David? - te pregunté girando mi cara hacia ti, en ese nuevo juego loco.
- Bueno, no lo sé. No debería decir yo si es más grande que la de Pablo. Supongo que lo tendría que decidir un árbitro imparcial. - soltaste de pronto.
Casi me caigo de espaldas por tu atrevimiento, pues llevaste mi juego mucho más allá de lo que me hubiera imaginado.
- ¡Eso, sácatela y demuéstraselo, David!, ¡Verás que pedazo de polla! - añadió Pablo poniéndose en pie medio tambaleante sin saber muy bien lo que decía.
En ese momento Pablo se bajó los pantalones y su polla morcillona salió a relucir para que empezara la comparativa. Tú me sonreíste y sacaste tu polla sin dudarlo.
- Pues las veo parecidas. - dije yo “echando más leña en el fuego”.
A pesar de no estar ninguna de las dos en erección ya se notaba la gran diferencia entre tu polla y la suya, pero fuiste tú el que lanzaste el órdago.
- Para ver la comparación, tendrían que estar en erección. - dije relamiéndome - y para eso necesitaría algún estímulo. - continué sin despegar la vista de tus tetas.
- Claro, normal.... Enséñale las tetas cariño, a ver si así se nos sube y luego nos las mides. - repetía Pablo cada vez más ebrio.
- ¿Estás seguro que quieres que me despelote delante de David? - preguntaste a Pablo, pero guiñándome un ojo a escondidas.
- ¡Esperad un momento! - exclame yo.
- ¿Qué pasa? - dijo Pablo que casi no podía mantenerse en pie y le expliqué.
- A ver, por una parte, si a vosotros os da igual yo estoy encantado de ver tus tetas Silvia, deben de ser preciosas, pero hay dos cosas a tener en cuenta.
- ¿Cuáles? - preguntaste picarona con tu cabeza ladeada mientras yo exponía mis razones.
- Pues, primero, quizás de verte las tetas mi polla no se ponga dura del todo y segundo que para vosotros es muy fácil ya que podéis aliviaros después, pero yo me quedaré con el dolor de huevos....
Al ver tu salida, pensé por un momento que Pablo se lo iba a tomar a mal, pero en cambio la borrachera que llevaba encima no le hacía pensar con criterio y tuvo que pedirte ayuda.
- No sé qué propones. - dijo mirándote.
- Pues ya ves, hasta a ti te cuesta levantarla, no sé a lo mejor a Silvia se le ocurre algo. - dijiste con esa media sonrisa.
- ¿Pues como no os la chupe a cada uno? - dije de pronto esperando ver la reacción de mi marido.
Pablo me miró durante un rato, medio aturdido, pero no sabía si me iba a mandar a la mierda o simplemente estaba aceptando el juego. Al fin me preguntó tartamudeando:
- ¿No te importa, cariño?
- ¡Todo sea por ver vuestra fantasmada! - dije yo mirándote de nuevo sin creerme lo que estaba pasando.
Me puse en pie, me quité la camiseta quedando totalmente desnuda ante vosotros. Eso hizo que tu polla fuera creciendo, por momentos. Pablo me miraba con el ceño fruncido, bastante ido y yo comencé un baile sensual de mi cuerpo desnudo delante de los dos, ante tu atenta mirada y la de Pablo, aunque a él le costaba guardar la vertical, incluso estando sentado, debía estar bastante mareado. Me puse a cuatro patas en el suelo y como una gatita me fui primero hacia mi esposo metiendo su polla morcillona en la boca. No tardó en despertar y gracias a mi lengua, mis chupones y a fuerza de apretar los labios se puso bastante dura en poco tiempo.
Cogí un metro que tenemos junto a la mesa y se la medí:
- 14... casi 15 – dije midiendo su verga entre mis dedos y pajeándola suavemente.
- Verás ahora la de este. - añadió Pablo sin ser consciente de lo que decía.
Me dirigí de nuevo gateando y mirándote a los ojos, me relamí con intención de por fin meterme tu enorme polla en la boca, pero antes de eso, quise meterme tus huevos, primero uno, luego el otro y subir con mi lengua esa largura que iba tomando cada vez mayor dimensión, para cuando me metí la punta en la boca ya estabas a tope.
- ¡Mídesela, Silvia, mídesela...! - gritaba Pablo eufórico.
- Espera, que un no me parece que este tiesa del todo. - dije mordiéndome el labio y mirándote a los ojos fijamente tragármela del todo.
No me limité a dar cuatro chupadas si no que me presté a una mamada intensa, lamiendo, chupando y hasta dando pequeños mordisquitos a tu preciosa polla.
La situación era tan excitante que no lo pensé, tras mirar a Pablo que seguía atento a la mamada que me estabas haciendo, te agarré la cabeza y te dije:
- ¡Voy a follarte la boca Silvia para que se ponga bien dura y ahora me dices lo que es una fantasmada!
En ese momento empecé con un mete saca de mi polla en tu boca de forma totalmente salvaje, mientras la dejabas llena de babas cada vez que salía de entre tus labios. Al fin la saqué y sujetando tu frente la puse muy cerca de tu cara, dándote en la mejilla dos golpecitos con ella, mientras veía brillar tus ojos.
- Ahora si puedes medirla y decirnos si es una fantasmada o no – te dije con cara de saberme vencedor mientras Pablo seguía atento a la prueba.
Aunque ya te la había visto, estaba alucinada, la diferencia era notable. Me relamí y estaba claro que las dos pollas no tenían nada que ver, es posible que Pablo también la tuviera algo menguada de tanto alcohol como había ingerido, pero, de todas formas, tu polla, David, es grandiosa, no había duda y superaría esos 15 de mi marido. Te sonreí sin dejar de pajearte, mientras Pablo esperaba expectante el resultado.
- ¿Y bien? - preguntaba.
- ¡19 centímetros! - dije asombrada y volviste a sonreírme.
- ¿No te lo dije? - apuntó Pablo desde su posición.
- Bueno ahora tendrás que comprobar también el grosor, pero con ese metro al ser rígido no podrás hacerlo...
- ¿Y entonces cómo lo mido? - pregunté sin soltar tu polla.
- Tendrás que hacerlo comparando cuanto tienes que abrir la boca con uno y con el otro…. - dijiste tú de pronto con sonrisa burlona.
- ¡Jajaja, qué cabrón!, Silvia a mi colega le está molando lo que haces, como lo haces y quiere más…. - dijo Pablo, aunque era difícil entenderlo.
Te levantaste del suelo, te pusiste al lado de tu marido dándome a mí una panorámica de tu coñito y tu culo perfecta para volver a chuparle la polla, aunque esta vez para comprobar el grosor mientras yo, de forma disimulada y a escondidas de él, empecé a acariciar tu clítoris y metí un dedo en tu coñito al cual reaccionaste empinando tu culito aún más hacia arriba.
Pablo disfrutaba de tu mamada con los ojos cerrados ajeno a lo que yo te hacia y en ese momento dijo:
- ¡Si sigues así, voy a correrme, cariño!
- ¡Córrete Pablo demuéstrale quien manda aquí jejeje! - dije eufórico pensando en mi nuevo plan.
Mi idea era que si tu marido se corría yo también tendría derecho a hacerlo sin que él pusiera ninguna objeción. Por eso seguí animándole, para después susurrarte de forma autoritaria pero disimulada, que en tu boca solo me corría yo.
Pablo avisaba de su cercana corrida y como estaba con los ojos cerrados y muy afectado por el alcohol te la sacaste de la boca para orientarla hacia un lado, apretando tu puño mientras su leche caía al suelo. Cuando Pablo terminó se dejó caer abatido y cansado contra el sofá. Entonces fui yo el que dijo:
- Ahora tienes que medir el grosor de mi polla.
Abriste la boca y tras sonreírme, te la metiste hasta el fondo y la sacaste enseguida.
- Es bastante más gruesa, que suerte la mujer que pueda disfrutarla. - dijiste con ojos de lujuria.
- ¡Oye, pero esto no es lo que habíamos acordado! - exclamé decepcionado, sujetándote del pelo.
- ¿Y qué es lo que quieres David? - dijiste con cara de niña buena jugando a ser niña mala.
Tu pregunta estaba cargada de sensualidad y parecía que deseabas que Pablo se enterase bien de lo que yo quería y lo que me ibas a hacer.
- ¡Ya dije que no quería quedarme con dolor de huevos! - reclamé.
- Bueno, puedes hacerte una paja y terminar... ¿o es que quieres que te la siga chupando y correrte en mi boca? - preguntaste con voz de salida cachonda.
- ¡Chúpasela y déjalo seco mi amor!, así me envidiará por no tener una mujer como tú - exclamó Pablo, totalmente borracho y sin pensar lo que decía
- ¡Cariño! ¿Estás seguro de que quieres que haga eso? - preguntaste a la vez que abrías la boca para meter mi polla dentro.
Comencé a chupártela en ese juego que nos habíamos montado delante de Pablo, pero es que me volvía loca hacerlo y sentir como ese grosor se metía en mi boca, incesantemente, viendo como tus venas rozaban mis labios, como mi lengua jugaba con tu frenillo o cómo me esforzaba por darte unas buenas lamidas a tus huevos. Era insuperable hacerlo delante de Pablo y con su consentimiento y creo que a ti también te encantaba ese juego loco aceptado y consentido por él. Mi coño palpitaba emocionado esperando volver a sentir tu polla dentro y seguí chupando al tiempo que tu mano dirigía mi cabeza, acompasando cada vez que me metía tu verga en la boca y mi cara chocaba contra tu pelvis.
- La chupa bien, ¿eh David? - decía con la lengua trabada mi esposo.
- ¡Joder, de maravilla! - respondías jadeante.
- Y tú nena, ¿a que tenía yo razón con lo del pollón? - me preguntó a mí esta vez Pablo
- Es una maravilla, nunca había tenido una polla como esta en la boca, te lo juro. - añadí sacándola unos instantes.
- Pues verás ahora cuando sientas esos lefazos. - sentenció Pablo como si yo fuera una extraña.
Me miraste y tras sonreírme, continué con el mete saca de tu polla en mi boca, que me llenaba por completo, sin casi poder abarcar los labios.
- Yo como mejor me corro es cuando se deposita en la boca. - dijiste acariciando mi cara.
- Pues hazlo, pero se la vas a llenar, jajaja... - decía Pablo sin saber lo que realmente pasaba, que era nada menos que permitir a su amigo que se corriera en la boca de su mujer.
Me hiciste una señal, y me sujetaste la frente para poner tu capullo al borde mis labios. Mi lengua jugaba debajo de tu tronco y de pronto empezaste a soltar innumerables chorros que iban depositándose sobre mi lengua hasta llenar mi boca como nunca. Te separaste victorioso, pues no sólo habías ganado en tamaño, sino también en corrida y con la mujer de tu mejor amigo que acababa de darte permiso para ello.
- ¡Trágalo, preciosa! – me dijiste acariciando mi cara.
Yo miré a Pablo y también se quedó pendiente para ver si yo era capaz de tragarlo. Nunca le dejé hacer eso a él, pero ahora, como una buena gatita, me estaba tragando hasta la última gota de tu corrida.
Yo me reía, feliz de ese juego y de la forma en cómo me la chupaste.
- ¿Te la has tragado? - preguntó sorprendido tu marido.
- Bueno, la tenía en la boca y... ¿qué iba a hacer? - dijiste como si fuese una excusa.
- ¡Joder, conmigo nunca lo has hecho! - protestó él.
- Ya, pero David se lo merecía, al fin y al cabo, te ha ganado en tamaño y en cantidad - dijiste riendo, con una cara de zorra increíble.
- Ya lo creo, era mi merecido premio, ¿no amigo? - pregunté.
- Supongo que sí. - contestó él no muy convencido y yo le di unas palmadas en la espalda para decirle...
- Bueno, ahora Pablo vamos a quedarnos con lo bien que lo hemos pasado y hemos disfrutado mientras Silvia se da una buena ducha y tú y yo nos reponemos con una copa.
Al pobre de tu esposo, casi le costaba replicar, mientras tú te ibas desnuda hacia el baño riendo... y te paraste en seco mirándonos para decir:
- ¡Vale de acuerdo! Voy a darme una ducha, pero no es justo que vosotros dos os hayáis corrido y yo me quede con el calentón...
- Tranquila Silvia, que de eso se encargará Pablo después ¿no? No creo que vaya a dejarme que te folle yo, jajaja... - dije con toda mi mala intención.
Serví las dos copas, mientras las bebíamos, le comentaba a Pablo lo rico que había sentido tu mamada y ver cómo te tragabas la corrida y la suerte que tenia de tenerte a su lado. A la vez que le comentaba todo esto me fije que Pablo ya tenía los ojos cerrados, casi ni me respondía ni tampoco bebía.
Me levanté del sillón donde estaba sentado y me dirigí hacia el baño, puse la mano en la manilla y premio, no estaba echado el cerrojo.
Tu bonita silueta detrás de la mampara solo hizo que empezar a poner mi polla dura, me quite los pantalones, abrí la mampara y me colé dentro tapándote los ojos con mis manos.
Cuando entraste desnudo en la ducha casi me da algo, porque lo tuyo era muy fuerte, teniendo en cuenta que Pablo podría entrar y pillarnos allí.
- David, por Dios, esto es una locura. - te dije nerviosa, pero agarrando tu polla en mi mano.
- Toda tú eres una locura y además... te gusta, ¿a que sí?
- Joder, me estás convirtiendo en una toda una zorra.
- Eso, eres mi zorrita y voy a follarte. ¿No quieres que te folle otra vez?
- Sí, pero al menos, espera que Pablo se quede dormido.
- No, preciosa, quiero follarte delante de él y despierto, ¿no te mola eso?
- Eres un cabrón. - te dije y volvimos a fundirnos en un abrazo acariciando nuestros cuerpos.
No me hacías caso cuando te repetía que salieras de la ducha, que era peligroso, pero tú estabas tan desbocado que me hacías comportarme a mí así. No contento con eso, cogiste tu polla y la pasaste por mi rajita de arriba abajo.
- ¡Cabrón, me matas! - gemía yo.
Al final, tras besarme, saliste de la ducha y te pusiste la ropa, sin dejar de mirarme. Yo me puse una toalla rodeando mi cuerpo y volvimos al salón, pero Pablo parecía estar durmiéndose, al menos ya no nos miraba.
- ¿Cómo vas a hacer para follarme delante de él? Ahora está dormido, pero es que despierto... ¡eso no te lo va a permitir, David! - te dije en un susurro agarrándome a tu brazo totalmente excitada.
- ¡Déjalo de mi cuenta! – dijiste seguro. - ¡Hey, colega, no te duermas, hombre! - le dijiste a Pablo zarandeándolo.
Yo estaba cachondísima esperando qué idea se te ocurriría para metérmela delante de las narices de mi esposo. Si ya era increíble soñar el momento de volver a sentir tu polla en mi coño, no te digo hacerlo delante de Pablo... eso le daba a todo, un morbazo tremendo.
Seguí zarandeando a tu esposo al que le costó fijar su mirada en la mía debido a su tremenda borrachera. Le dije casi gritando:
- ¡Pablo, no puedes dormirte ahora!... tu mujer necesita sentir una buena polla dentro de ella para poder bajar ese calentón con el que se ha quedado después de comerse dos buenas vergas y recibir las dos corridas.
- ¡Pffff, David... si no sé ni cómo lo hago!, !No puedo ni ponerme de pie! - dijo Pablo a duras penas.
- ¡No puedes ser tan egoísta Pablo! - Le recriminé mientras lo zarandeaba fuertemente, agarrándolo del brazo.
- Cariño ¿no te da igual dejarlo para mañana?, juro que te recompensare…. - insistía él mirándote totalmente beodo.
- ¡Joder….. el calentón lo tengo ahora y no mañana! - exclamaste - ¡Yo follar... voy follar sea contigo o con quien sea! - añadiste con furia, pero aguantando no reírte.
La cosa se ponía tensa, entre vosotros y yo en medio… pero todo salía según mi plan.
- Si quieres, lo único que podemos hacer es... ¡Follármela yo! - dije mirando a Pablo como si estuviera haciéndole un favor.
- ¡Joder, David,…! ¡Pffffffff pues no se Silvia querrá, pero de verdad yo ahora mismo, no puedo! - añadió con los ojos enrojecidos
- ¿En serio Pablo?, ¿ni para follarme? - exclamaste poniéndote más furiosa aún.
- ¡Lo siento Cariño! - exclamó Pablo con los ojos ya casi cerrados.
- ¿Ah sí? Pues que sepas que me va a follar aquí delante de ti – interviniste decidida agarrándole del pelo para que te mirase - le voy a dar eso que tanto desea y más aún, le voy a entregar también mi culito, ¿qué te parece?... aunque claro, no sé si te enterarás o si mañana recordarás algo, pero yo me encargaré de recordártelo, tenlo por seguro - añadiste vengativa.
Ni con esas veía a mi marido reaccionar porque precisamente nunca le dejé follarme el culo. Te juro que no me creía lo que estaba sucediendo y es que no sabía ni como había empezado todo, pero creo que soy una mujer con suerte de haberte conocido y el azar te puso a mi lado. Sentir tu polla dentro de mí era lo que más necesitaba en ese momento era como la droga que más deseaba, pero además tampoco me importaba que me follaras el culito, es más, lo estaba deseando.
- Pues nada tío, todo sea por los amigos – dijiste soltando mi toalla y dejándome desnuda de nuevo, con todo el descaro, delante de Pablo.
- Gracias - contestó el otro bastante mareado mirando mi desnudez.
Tras agarrar a Pablo y sentarle en el sofá, te fuiste quitando la ropa lentamente, hasta quedarte desnudo como yo, me besaste delante de mi esposo que nos miraba a duras penas desde su posición. Entonces te sentaste junto a mi marido en el sofá y me invitaste a subir sobre tu regazo para que lo viera desde bien cerca. Tu polla entró en mi coño de golpe y gemí profundamente. Miré hacia él... soltando un largo suspiro de placer.
- ¿Qué tal lo hace cariño? - me preguntaba Pablo entrecortadamente tan cerca de nosotros mientras yo sentía como me llenabas.
- ¡Joder, qué polla, cariño! - gemía yo empezando a cabalgar sobre tí.
Al poco rato tumbaste mi cuerpo hasta que mi cabeza quedó apoyada sobre el regazo de Pablo y entonces empezaste a follarme con fuerza, clavándomela y haciendo que todo mi cuerpo se chocara contra el cuerpo de mi marido que miraba alucinado la follada que me estabas dando, pero sin poder reaccionar, borracho perdido. ¡Cómo me gustaba sentirte bien adentro!, era increíble sentir esa dureza dentro de mí y además hacerlo así, en las propias narices de Pablo, el morbo había sucumbido para convertirse en ¡una puta locura!
Dejé de follarte y pellizcando tus pezones te dije:
- ¡Ponte a cuatro patas tengo una sorpresita para ti!
Ni corta ni perezosa te colocaste arrodillada sobre el sofá con tu cara mirando a tu marido, para que no se perdiera detalle, a su izquierda con el cuerpo inclinado hacia delante de forma que dejabas a mi disposición tanto tu coñito como tu culito.
Me agaché y con mi lengua empecé a recorrer desde tu clítoris hasta tu culito a la vez que jugaba a meter un dedo dentro de ellos cada vez en un sitio haciéndote gemir cada vez mientras lubricaba toda la zona.
Cogí el móvil de mi pantalón que estaba tirado por el suelo, me incorporé, y apoye mi polla en la entrada de tu coñito, entonces desbloquee mi móvil y empecé a grabar para sacar un primer plano de mi verga entrando lentamente en ti... como iba empujando poco a poco hasta tenerla toda dentro hasta que arqueaste la espalda, entonces te susurré:
- Mira al pajarito zorrita…. Así podrás recordar cada vez que quieras como te folle delante de tu marido y también podrás enseñárselo a él.
Y comencé a embestirte sin descanso de forma brutal chocando mis huevos con tus nalgas. Tus tetas se bamboleaban delante de los ojos idos de tu querido esposo.
Cada vez que yo giraba la cabeza tú me sonreías mientras grababas ese video, en el que seguramente había un primer plano de tu polla ensanchando mi coño y dándome fuerte en cada embestida, pero lo que más nos ponía además era hacerlo ahí, delante de Pablo, follando en sus narices.
Seguías taladrándome el coño ricamente, a lo perrito por detrás y yo apretaba tu culo contra ti, quería sentirte bien adentro, pero no conforme con eso me agarrabas del pelo y empujabas mi cabeza contra la de Pablo pues deseabas que viera mi cara de placer, desde bien cerca, mi boca abierta, mis ojos desorbitados, mis gemidos infinitos, al tiempo que le decías.
- ¿Te das cuenta Pablito?, ¡Así tienes que follarte a este bombón!, ¡tienes desatendida a esta putita!, ¡necesita más polla, Pablo! - le gritabas, mientras empujabas mi cara contra la suya.
- Pablo, ¿cómo dejas que me folle así tu amigo? - le decía yo muy cerca de su cara, esperando ver su reacción.
En ese momento me quedé quieto y empezaste tú a mover el culo de adelante hacia atrás y con una sonrisa en mi cara dije:
- Mira Pablo, ahora es ella la que se folla mi polla, ella solita se la mete y se la saca. ¡Vaya puta está hecha!
En un momento en el que mi polla salía de tu coño babeante aproveché para agarrármela de la base subir un poquito y de un golpe metértela en el culo haciendo que soltaras el consiguiente grito y después un gemido ahogado.
Fue una sensación exquisita, estuve a punto de correrme en ese mismo instante notando como mi polla se abría camino por tu culo cerradito. No podía parar de follarte y escucharte gemir en las narices de Pablo. Cuanto más gritabas y más gemías como una auténtica zorra, yo más fuerte te daba.
En un momento arqueaste la espalda y las piernas te temblaban, sabía que te estaba haciendo gozar como una buena puta, pero quería más, y dirigí mi mano a tu coñito y empecé a meterte dos deditos dentro mientras seguía fallándote el culo.
- Mira Pablo, a partir de ahora ya podrás follarte el culo a tu mujer sin problemas, ya se lo he dejado bien abierto con mi polla. - le dije a Pablo sin dejar de penetrar tu estrecho culito.
- ¡Cabrón, deja a Pablo y sigue follándome el culo que me corro! - repetías jadeante, agarrada a los muslos de tu marido, mientras yo seguía taladrándote
- ¡Vamos córrete, zorrita!, ¡demuéstrale a tu marido como se goza de verdad con el culito bien lleno!
- ¡Ahhhh siii sigue, cabrón! - repetías...
¡Plaffff!,- te azoté en ese momento y aunque sorprendida gritaste:
- ¡Siiii dame más sigue!
¡Plafff! - volví a azotarte de nuevo.
- ¡Siiii, ahhhhh qué rico, joder! - gritabas
En ese momento parecía que te desvanecías, no podías aguantar más de rodillas asique saque mi polla de tu culo pudiendo notar lo dilatado que te lo había dejado...
En ese momento me agarraste de mi brazo con brusquedad y tirando de mí me sentaste en el suelo, entre las piernas de mi esposo. Para agarrar mi barbilla y decirme:
- Ahora te toca a ti hacer que me corra, que disfrutes, juegues y vuelvas a tragarte hasta la última gota de mi leche, que me exprimas al máximo como si fuera la última polla que vayas a tener en tu boca. - dijiste con voz y cara de vicioso al tiempo que estrujabas mis tetas y pellizcabas tus pezones
Me gustaba tanto que me trataras como una zorra... que mi cuerpo pedía marcha sin parar y estaba impaciente por volver a tragarme tu leche caliente. Con mi culo en el suelo, mi espalda apoyada contra el sofá entre las piernas de Pablo que debía estar observando mareado la escena, acercaste tu capullo a mi boca y me la clavaste hasta el fondo. El sabor de tu propia polla mezclado con mis propios sabores, me excitaba más incluso, pero además el hecho de tener apoyada mi cabeza sobre los muslos de Pablo. Aquello era sádico y cachondo a la vez. A partir de ese momento me dejé llevar absorta por tu preciosa polla que devoraba como si no hubiera un mañana, la sensación de poderla chupar con tanto ímpetu y tantas ganas era rematado por el hecho de que mi marido, aun despierto, observaba toda la operación, porque tú además de disfrutarlo, también hacías lo posible porque él fuera espectador de primera.
Tu pelvis se clavaba contra mi boca, porque literalmente me la follabas, notaba tus músculos tensarse y entrar hasta mi garganta en un sonido ahogado, llenando todo de babas y fluidos que se esparcían entre tu verga y mi lengua y algunas gotas caían y se peganban en las piernas de Pablo goteando sus zapatos, mientras observaba como la puta de su mujer te comía la polla con tanta devoción, como nunca se lo había hecho a él.
Tu corrida fue brutal, entre temblores, clavando tu polla hasta lo más profundo de mi garganta, haciendo que tuviera que respirar por la nariz y seguir tragando y tragando...
Te retiraste exhausto, tras haber vaciado tus huevos y solo se podían oír nuestras respiraciones agitadas.
Al cabo de un rato, después de que te tragaras mi corrida y te intentaras reponer, yo me fui vistiendo, observando tu cuerpo desnudo ahí sentado... Entonces me di cuenta también de que Pablo ya se había dormido al fin. Ambos terminamos de vestirnos, mientras te ayudé a llevar casi a rastras a tu marido hasta la cama.
Una vez que acostamos al ebrio de Pablo en la cama, te abracé y nos dimos un largo beso aprovechando para magrear de nuevo tu culo desnudo.
- Preciosa, ¿recuerdas el día que nos vimos antes de que entrarais al cine? - te pregunté.
- Si, claro - dijiste aun con la respiración agitada tras ese largo beso cargado de pasión
- Pues no fue casualidad - aclaré.
- ¿Cómo?
Tardaste unos segundos en reaccionar y noté tu cara completamente alucinada. Y entonces continué relatándote:
- Tu marido canceló lo de ir a tomar unas cervezas conmigo para cambiarlo para encontrarnos, supuestamente al azar.
- ¿Qué dices, David? Todo esto, desde el encuentro en el cine, ¿estaba preparado por vosotros?
- Pues sí. Ya ves...no fue el azar precisamente.
- Pero... ¿cómo es posible?
- Ahora, nena, tengo que irme, pero volveré muy pronto... - te dije sin que fueras capaz de entender nada.
Te dejé ahí, desnuda, llena de dudas, con tu marido ahí tirado, dormido y completamente borracho. Le mirabas a él y luego a mí, sin creerte lo que te acababa de decir.
A la mañana siguiente me desperté mareada, entre todo el alcohol que bebimos y todo lo sucedido, todavía me costaba asimilarlo y sobre todo entenderlo. En ese momento Pablo salía de la ducha y parecía bastante tranquilo. Me pregunté si él sería capaz de recordar algo de lo sucedido...
- Hola amor – me dijo – el desayuno está casi listo.
- Hola Pablo, ¿estás bien? - le pregunté, pues me sentía, además de puta... sucia y traicionera. No entendía cómo había podido llegar tan lejos... ¡con su mejor amigo!...¡ contigo!
- Sí, creo que bebí demasiado anoche. - fue su respuesta tranquila.
- Ah, vale y por lo que pasó, ¿te sientes bien...?
- Bueno no recuerdo casi nada, lamento no haber sabido atender bien a nuestro invitado, pero sé que tú lo has hecho por mí.
- Desde luego - respondí asombrada al saber que él no recordaba absolutamente nada de lo ocurrido.
- He dormido con pesadillas, en las que David te follaba delante de mí, tú se la chupabas desesperadamente, te tragabas su corrida e incluso te follaba el culo, ¡vaya sueño más fuerte! - añadió.
- ¿Ah sí? - le comenté más tranquila sabiendo que todo le había parecido el fruto de un mal sueño. - si es que ya se lo digo siempre, que la bebida le sienta fatal.
- Un sueño hecho realidad. - añadió Pablo, dejándome completamente confusa.
En ese momento estiró su mano mostrándome la pantalla. De su móvil empezaron a aparecer las imágenes que me habías grabado con tu propio teléfono, en las que me estabas follando el culo, dándome azotes, diciéndome todas aquellas guarradas, haciéndome sentir tan puta. Fue pasándome un montón de fotos de nuestra sesión, algunas de las que ni me había fijado en las que yo salía, ni esos primeros planos de tu polla entrando en mi coño... de las corridas tuyas que tragaba como una actriz porno. Entonces entendí que realmente todo esto no hubiese sido fruto del azar como yo creía en un principio.
En ese momento aparecí en vuestro dormitorio apoyado en el quicio de la puerta.
- ¿David? - preguntaste asombrada al verme allí con una taza de café en la mano.
Te sonreí, pero era Pablo quien te miraba furioso y te intentaba pedir explicaciones. Yo me quedé observando detenidamente tus reacciones.
- Por lo que parece no fue ningún sueño, ¿verdad putona?, parece que David te follo y bien follada. - te recriminó Pablo.
Tú le miraste con los ojos desorbitados y luego me miraste a mí, intentando pedir ayuda, pero solo levante las cejas. Entonces reaccionaste:
- Fuisteis vosotros y tú especialmente el que comenzó el juego, Pablo, ¿O no recuerdas cuando me animaste a que le chupase la polla para que se empalmase y pudiese comprobar el tamaño de su polla? - dijiste casi gritando.
- ¿Eso fue cosa mía? - exclamó Pablo
- Por supuesto que sí y después también quisiste que comparase el grosor de vuestras pollas. - le recriminaste
- ¿Ah sí? ¿También te dije que tragaras toda su corrida, cosa que nunca has hecho conmigo?
Volviste a mirarme, pero yo me limité a sonreir.
- Bueno, reconozco que eso sí que fue cosa mía, era un momento que no podía controlarme y ademas porque quise darle el premio porque te gano en el tamaño de su polla y en la cantidad de lefa.
- ¿Serás puta? ¿Y porque nunca te has tragado la mía? - te preguntó Pablo.
- Pues… mira, estaba muy muy cachonda y húmeda con ese pollón en mi boca... cómo la metía hasta el fondo de mi boca. Cuando se corrió y me dijo “Trágatela toda zorrita” lo hice sin pensar.
- ¡Eres una puta!, con todas las letras, aun no me creo que me hayas hecho esto, Silvia. - seguía reclamándote
- O sea, que te emborrachas, me dices que se la chupe a tu amigo de la infancia... ¿Y ahora la puta soy yo?
- ¡Claro que sí!, ¿también te dije que dejaras que te follara el culo?, otra cosa que llevo mucho tiempo pidiéndote y siempre pones excusas...
- No, eso fue igual que el tragarme su leche, fruto de la excitación, además no me preguntó, me la metió y punto... que es como se hacen las cosas.
- ¿También se hacen las cosas, follando a mis espaldas, cuando bajé al chino?
Tu cara era un poema, porque mirabas a Pablo y me mirabas a mí, como si quisieras pedirme explicaciones... No pude evitar reírme.
Fue terminar esa frase y empecé a sentirme muy puta, pero además húmeda, muy acalorada y por mi cara reflejada en el espejo de mi habitación me parecía ver dibujado el deseo, vicio y lujuria que no podía disimular. ¿Realmente era esa puta que Pablo decía? - me preguntaba.
Te miraba fijamente y no podía evitar sentir deseo por ti, cuando debería estar furiosa y odiándote, pero en vez de descargarlo contigo, lo hice con Pablo:
- Es cierto, pero no hiciste nada cuando salí de la ducha y necesitaba apagar mi calor. - le recriminé a Pablo.
- ¿Cuándo?
- ¡Sí, joder, te avisé!, cuando pretendías competir con David, pero después de correros los dos, me fui a dar una ducha y al volver yo también necesitaba desfogarme, pero tú ya estabas muy borracho para darme lo que yo si te había dado. ¿Te parece justo? - le reproché una vez más intentando culparle a él.
- ¡Tú mírate!, mírate en los vídeos y verás la cara de zorra que pones. - me decía él enseñándome más imágenes en las que ciertamente yo me comportaba como una auténtica puta.
La discusión entre nosotros era de reproches mutuos y no obtuve respuesta tuya, pensaba que ibas a aportar algo de luz y sensatez, pero claro, dada la situación, ya no sabía quién era culpable y de qué... Posiblemente yo pude frenarlo todo desde el principio, pero en cuanto apareciste me fue imposible. Sin duda, Pablo también tenía parte de culpa ¿no? Al fin y al cabo, él mejor que nadie debería conocerte y ponerte alejado de mí, sabiendo que yo me había quedado contigo desde el principio, que me quedé loquita con tu cuerpo, con tus caricias, con tu polla, que perdí la cabeza, que ahora había traicionado a mi marido... Estaba rabiosa, con ganas de llorar, me sentía sucia, infiel... que había traicionado la confianza de mi esposo al que nunca engañé con nadie y ahora contigo, todo había sido tan especial, me hiciste sentir tan mujer, me follaste como nadie lo ha hecho en mi vida... Y además tú le advertías a Pablo y él no negaba, no prohibía, no limitaba, te estaba dando carta blanca sabiendo que yo estaba totalmente desbocada y no pensaba con el mínimo criterio.
Me miraste con los ojos húmedos, casi a punto de llorar, presa de tus encontrados sentimientos y me gritaste:
- ¡David, cabrón!, ¿tú qué dices?, ¡me has vuelto loca! - me gritabas abrazada a tu almohada arrodillada sobre la cama.
- ¿Realmente te he vuelto loca yo?
- Joder, David... me enganché a ti desde el minuto uno, como si todo fuera cosa del azar, pero perdí los papeles, estaba ciega, pero era muy fuerte la atracción que sentía por ti, desde que me acariciaste en la cocina, desde que sentí esa polla, algo que no se tiene todos los días.
- ¡Pudiste pararlo todo! - intervino Pablo.
Giraste la mirada hacia tu esposo, se notaba tu rabia, pero esta vez me querías seguir hablando a mí.
- Me hubiera gustado decirte que no a todo, David, pero en cambio desde que te vi la primera vez, conseguiste atraparme para decirte lo contrario... que sí a todo, porque me encantó sentir tu boca, tus besos, sentir tu leche caliente en mi garganta por primera vez lo mismo que una polla en mi culo y que esa fuera la tuya... ¡La mejor polla que he visto en mi vida!
Me mirabas y yo te sonreía agarrando dulcemente tu barbilla observando como tus ojos se iban llenando de lágrimas.
- Silvia, no es tu culpa... si no de la apuesta. - dije al fin sin dejar de mirarte fijamente.
Volví a mirar a Pablo sin entender nada, tu mano seguía acariciando mi cara y me diste un beso sin entender nada de lo que estaba pasando.
- ¿Qué es todo esto? - pregunté mirando a ambos alternadamente buscando una explicación.
- ¡Pues eso, joder!, ¡que perdí la apuesta! – dijo Pablo al fin abatido.
- Pero a ver... ¿Qué coño de apuesta? - pregunté mosqueada.
Te miré de nuevo y fuiste tú el que lo contó todo dejándome petrificada.
- Muy sencillo, verás... En todos estos años tu maridito nunca dejó de hablarme de ti... siempre que nos veíamos nos contábamos todo, no había un día en el que no salías tú en la conversación, llegué a aprenderme todos tus gustos, manías. Sí, Silvia... Pablo me contó todo de ti, lo que te gustaba y lo que no te gustaba hacer con él en la cama, me relató todo en este tiempo y me enseñó las fotos de tus tetas y alguna otra desnuda que te robó a escondidas, hasta que pactamos encontrarnos en el cine de forma aparentemente casual.
- ¿Es verdad eso, Pablo? - pregunté a mi esposo confundida sin creer semejante cosa y luego seguí mirándote para oírte continuar.
- Después de alguna cerveza en alguna de nuestras quedadas, Pablo me confesó que nunca habías querido tragarte sus corridas y que nunca le permitiste follarte el culo. Él no me creyó cuando dije que, si me dejara a mí, yo conseguiría eso de ti, que podrías ser la mayor puta entregada a mi polla en tu coño, en tu boca y en tu culo y las veces que quisiera. Que me vaciarías los huevos y tragarías mi leche con devoción, que te convertiría en otra Silvia desconocida. Él se reía de mí... nunca me creyó y ahora ha perdido la apuesta, ¿no crees?
Miré una vez más a Pablo sin creerme lo que oída de tu boca. Y esta vez fue él, quien, arrepentido, confesaba:
- La cosa se nos ha ido de las manos, cariño. Lo siento, nunca pensé que David lo conseguiría y ahora, no solo te ha follado como ha querido, las veces que le ha dado la gana, te ha petado el culo que yo nunca probé, Te has tragado su leche, la que nunca quisiste tragarte de mí... y para colmo, la broma, además... me ha costado perder la apuesta y pagar un alto precio.
- ¿Qué precio? - pregunté asustada.
- Que vendrá a follarte cada fin de semana durante todo lo que queda de año y yo me quedaré mirando.
Quise gritar, quise pegarles a ambos, pero mi coño me traicionaba y empezaba a palpitar mojando mis braguitas con la idea de follar cada fin de semana contigo. Me tienes loca y eso que eres un cabrón y mi marido otro mayor... pero tu polla me mata.
Enseguida noté la rabia en tu cara, pero también tu excitación por ello dije con una voz muy sensual:
- ¿Quieres pegarme Silvia?
En ese justo instante le soltaste una bofetada a tu marido y cuando te disponías a hacer lo mismo conmigo te agarre de la muñeca y después de la otra dejándote tumbada en la cama y yo encima de ti agarrándote de ambas muñecas.
- Tranquila mi putita, - te dije - guarda esas energías para cada fin de semana que te visite y ve haciéndote a la idea de obedecer a todo lo que yo te pida. Dije con voz de superioridad y de saberme victorioso en todos los sentidos.
Mientras te decía esto solo podías retorcerte, intentando zafarte de mí y quedar libre pero solo conseguías que tus muñecas se pusieran rojas por la presión que ejercía para no dejarte escapar.
- Si sigues así será peor, te terminaras haciendo daño y además te castigaré. - te advertí
- ¿Qué crees?, ¿qué voy a dejar que hagas conmigo lo que quieras cuando tú quieras?
- No sólo lo creo... ¡estoy seguro de ello!
- ¿Sí?, ¿Cómo estás tan seguro? - respondiste retándome, pero visiblemente excitada.
- Porque me lo dice tu cuerpo.
Mi mirada se dirigió a la altura de tus tetas, en tu camiseta se veía los pezones bien duros y marcados y más al tener la camiseta de tu pijama tan apretada a tu cuerpo por la presión de estar yo encima. Y bajé mi cabeza para darte un mordisquito en el derecho. Entonces cerraste los ojos suspirando...
Intentaste reaccionar. Mi mordisquito y el comprobar que tenía razón en cuanto a tus pezones, sólo hizo que te enrabietaras más y te volvieras loca intentado quitarme de encima de ti.
- ¡Pablo, agárrale las muñecas! - dije con voz firme a tu marido - ¡Silvia, Silvia, veo que no estar por la labor de obedecer! - añadí gritándote.
En el momento en el que tu marido te cogió de las muñecas, yo te agarré de la cintura, te di la vuelta levantando tus nalgas y bajé tu pantalón dejando tu culo al aire y tu tanguita metido en tu rajita para plantarte un azote sonoro en tu nalga derecha.
- ¿Ves lo que ocurre cuando no obedeces……..? - te dije riendo.
Seguías intentado liberarte también de Pablo, pero ¡Plaf!, te pegué otro azote.
- Silvia, tu nalguita empieza a ponerse roja. ¿Porque no obedeces y disfrutas?
Seguías revolviéndote para intentar escapar y ¡Plaf!, otro azote.
- ¡Ahhhhhh, ese ha dolido cabrón! - gritaste, pero cada vez con menos resistencia.
Me agaché, lamiendo tu enrojecida nalga que estaba y luego le di un mordisquito.
- ¡Uf Silvia!, estas tan mojada que empieza a chorrearte el coño por la parte de dentro de tu muslo... ¡estás hecha una zorra! Y ahora ¿Te gusta resistirte verdad?... Ves Pablo – dije mirando a tu marido - he sacado el lado oculto de zorra de tu mujer.
Pablo solo pudo agachar el cabeza resignado. De nuevo había perdido una apuesta conmigo. ¡Nunca escarmienta!
Cuando te viste seguro de que no iba a resistirme, por fin me soltaste y yo ya no quería pegarte, tan solo deseaba que me follaras otra vez. Necesitaba tu polla de nuevo... en mi boca, en mi coño... ¡en mi culo! Lo notaste en mi mirada y en mis piernas abiertas cuando me giré para que me la metieras de nuevo.
- Princesita, ahora no puedo, quiero que reserves tu energía para el fin de semana. Hasta luego pareja. - dijiste sin más despareciendo por la puerta.
Miré a Pablo, que seguía allí mirándome el culo enrojecido por tus azotes.
- Esto es muy fuerte, Pablo. - le dije - no sólo has perdido la puta apuesta, ni tampoco has hecho nada por separarle de mí, sino que le has ayudado a hacerlo, ¡eres un cornudo y un cabrón!
- ¡Y tu toda una puta!
- Bueno, ¿no es lo que querías?
- Joder Silvia, nunca creí que fueras a convertirte en una zorra... y me has hecho perder una apuesta que daba por ganada.
- Vale, entonces soy tu mercancía, ¿no? Sin haber contado conmigo... pues quiero que sepas dos cosas, lo hubiera hecho de todos modos, porque David me tiene loca y otra cosa, no solo has perdido la apuesta, sino que tu amigo seguirá follándome el culo y corriéndose en mi boca las veces que de dé la gana y tú no, ¡por cabrón!
A continuación, me metí en la ducha con ese calentón con el que me dejaste y contando los días para volver a verte el próximo finde.
Lugardesconocido & Sylke