Cosas de la ingenuidad

De como un inocente juego con su hijo y un amigo de este, desembocan en un final erótico.

Cosas de la ingenuidad.

Nunca imaginé que esto pudiera pasarme a mi, que soy una mujer bien satisfecha en asuntos sexuales, ya que mi marido es muy activo en este asunto. El caso es que me pasó.

Debo decir que soy una mujer de muy buen ver, o eso dicen los piropos que sueltan los hombres al cruzarme con ellos, incluso cuando voy agarrada de mi marido. No soy muy alta, 1,69 ó 1,70, de pelo largo y castaño. Pechos grandes, uso una talla 100 de sujetador y trasero redondito. Extrañamente conservé mi cuerpo exactamente igual después de dar a luz a Miguel, el segundo de nuestros dos hijos. Miguel es el mayor y tiene diez añitos y Sergio, dos meses.

No puedo quejarme de la forma en la que vivimos, mi marido tiene un buen trabajo y poseemos un pequeño chalet a las a fueras de la ciudad, que obviamente no voy a decir cual es. La casa tiene un pequeño jardín y una menuda piscina de dos por dos metros, todo ello rodeado por altos alibustres que no dejan ver, a los que pasean por la calle, lo que sucede en el jardín.

Lo que me ocurrió fue a comienzos de este verano. Miguel se pasaba el día en la piscina y, de vez en cuando, invitaba a su amigo Toni, que también tiene diez años. Sergio era un bebé de dos semanas muy bueno, apenas lloraba a no ser que tuviera hambre. Como mi esposo se pasaba todo el día fuera y no regresaba a casa hasta las seis de la tarde, la gran mayoría del tiempo lo pasábamos a solas mis dos hijos y yo, excepto cuando venía Toni.

Aquel día hacía mucho calor y decidí ponerme el bikini por si me daba por bañarme en la piscina. Sergio dormía plácidamente y, Miguel y Toni, jugaban alegre y escandalosamente en el agua. Salí a pedirles que bajaran el tono de voz y, al verlo chapotear y salpicarse, me entraron ganas de darme un remojón. Mientras les decía a los niños que debían bajar el tono de voz para no despertar al bebe, me quitaba el pareo y me quedaba solo con el bikini ante la indiferente mirada de los chicos.

-¿A que juegan?.-Dije a la vez que bajaba por las escaleras.

-A las aguadillas mami, ¿juegas?.- Contestó Miguel.

Después de pensarlo un momento, les dije:

-De acuerdo. Os hago una apuesta.-Dije yo.

Los dos niños se miraron y Miguel me dijo:

-Tú dirás mamá.

-Si conseguís hacerme una aguadilla, Toni se podrá quedar a comer y les prepararé algo muy rico...

-¿Y si no?.-Dijeron los dos atónitos.

-Me prometeréis que no haréis tanto ruido, en lo que queda de día, para no despertar al niño.

Ambos se miraron por unos instantes, como pensando bien la oferta, y al final mi hijo dijo:

-¡¡¡Vale mamá!!!.- Y me echó agua en la cara para que no viera.

Rápidamente, con el comienzo por sorpresa, uno de los chiquillos se deslizó entre mis piernas para que dejara de hacer pie en el suelo, mientras el otro se echaba encima de mis hombros intentando hundirme en el agua.

Por un instante no supe quien era quien, hasta que distinguí el bañador de mi hijo saliendo del agua para echarse encima mío. Forcejeamos entre risas mientras Toni salía a coger aire a la superficie para, al segundo siguiente, volver a sumergirse en lo profundo de la piscina. Como no podía despegar mis pies del suelo, subió sus manos hasta mis rodillas para intentar doblarlas, con lo que me empezó a hacer cosquillas. Miguel movía enérgicamente sus manos intentando hundirme la cabeza y, al soltarse de las dos, cayó al agua resbalando por mi pecho, lo que provocó que el bikini se bajara y dejara al aire mis tetas que, por el agua fría, tenían los pezones tiesos. En un principio no nos dimos cuenta ninguno de los dos y seguimos forcejeando. Toni salía a coger agua por mi espalda y se volvía a sumergir, cada vez estaba más agotado y se ayudaba para salir impulsándose agarrado a mi cintura. En una de estas se agarró del elástico de la braguita y, al hundirse, tiró hacia arriba y la tela penetró en mi rajita, que no lo esperaba, provocando un débil quejido en mi boca. Los niños seguían a lo suyo, forcejeando y luchando por meterme bajo el agua, pero aquel incidente originó que por unos momentos dejará de luchar yo. Cada vez que Toni salía a coger aire y se volvía a hundir, mi braguita se clavaba más en mi, lo que hacía que mis suspiros ya no fueran quejidos, si no suspiros. Miguel siguió forcejeando ante las hermosas tetas de su madre, sin darlas la menor importancia, aunque cada vez que caía al agua resbalaba por ellas. En una de esas caídas, Miguel engancho la tela del sujetador caído, como era de los que se atan a la espalda y al cuello con un fino cordel, se rompió. Al salir se quedó parado mirándome y sin decir nada. Mientras, Toni tomo el que sería el último impulso ya que, al sumergirse se rompió el elástico provocando, primero que se adentrara más en mi raja ya empapada y segundo, como el niño no soltó la tela, que lo arrancara de dentro de mi, haciendo que me viniera un orgasmo que me hizo doblar las rodillas y caer en el agua.

Cuando salí del fondo de la piscina, vi como los dos niños se miraban el uno al otro sorprendidos, uno con mi sujetador y el otro con la braguita. Los miré a los ojos y vi que estaban asustados por si les abroncaba por dejarme desnuda, rápidamente les dije:

  • No os preocupéis, ha sido un accidente. No pasa nada, es más, habéis ganado. Toni se queda a comer. ¿Me devolvéis lo que queda de mi bañador?.

Lógicamente estaba destrozado y no podía ponérmelo, así que no sabía que hacer para salir de la piscina. En ese momento Sergio comenzó a llorar y rápidamente, aunque muy colorado, Miguel me dijo:

-Yo traigo el bebé y una toalla grande mamá, para que te tapes.

  • Ten mucho cuidado con tu hermano. Que vaya Toni contigo y te ayude con la toalla.

Los dos muchachos asintieron y salieron por la escalera a escasos diez centímetros míos, por lo que comprobé que el verme desnuda, les había provocado una erección. Cuando estuve sola, salí del agua y me senté en la tumbona. Pensé en lo ocurrido, había sido un juego inocente e ingenuo y, a la vez, muy erótico donde los niños no sabían lo que habían echo.

Continuará

Advertir que esto es una ficción, es decir, todo ha sido inventado. Si les gusta mandaré la conclusión.