Cosas de la ingenuidad (2)
De como un inocente juego con su hijo y un amigo de este, desemboca en un final erótico.
Cosas de la ingenuidad 2
Allí estaba yo, sentada desnuda en la hamaca del pequeño jardín, recordando como ingenuamente los dos niños, me habían llevado a un erótico orgasmo, cuando por la puerta entro Miguel con la toalla. Me puse de pie y cogí la toalla que me tendía mi hijo que, a escasos treinta centímetros, me miraba hipnotizado.
-¿Quieres ponérmela tú?.-Me sorprendí diciéndole.
-¿Yo?.-Contestó él aturdido.
-Si, ponle la toalla a tu madre anda.
Miguel volvió a coger la toalla, la extendió para arroparme con ella y volvió a mirarme con seducida ingenuidad. Me giré para que me cubriera la espalda primero y pude sentir como su mirada bajaba a mi trasero y lo admiraba. Sentí rozar la tela en mi espalda, las manos de Miguel pasar por cada uno de mis hombros y, dulcemente, el golpear de su bulto contra la parte interior de mis muslos. Cuando comprobé que no llegaba a cerrar la toalla, cogí el paño por donde lo tenía agarrado él y, al rozar sus manos con las mías, las apartó un poco asustado. Me giré despacio, cerrando la toalla sobre mis pechos, pero dejándole ver un poco más del cuerpo desnudo de su madre.
En ese momento, Toni, salía por la puerta con Sergio en brazos, el cual aún emitía un leve lloriqueo. Miguel ya no me miraba a mí y arengaba a Toni para volver al agua, el muchacho me entregó a Sergio y corrió, junto con mi hijo, a la piscina.
Los dos niños volvieron a chapotear y hacer un poco de ruido, aunque no tanto como antes. Yo me senté en la hamaca con el bebé en los brazos y, al acomodarme, él buscó con ansia mi pecho para comer. Dejé caer la toalla liberando mi teta izquierda y, debido a que mis pezones estaban erectos por lo que había pasado, Sergio encontró rápido el grifo de su alimento. Inconscientemente cerré los ojos, como hacía siempre que daba de mamar a mi pequeño, las imágenes de lo ocurrido en la piscina y el mostrarme desnuda y seductora ante mi hijo mayor, volvieron a ocupar mi cabeza. No lo podía creer, me había calentado con mi hijo y su amigo e, incluso, había llegado a gustarme, tanto, que había tenido un orgasmo. No podía pasar nada más, había sido ingenuo, inocente y erótico, pero había sido un juego que derivo en un inesperado incidente.
Las protestas de Sergio me hicieron salir de mis pensamientos, cambié al niño de posición y liberé el otro pecho, como anteriormente, encontró ágilmente el pezón erecto y volvió a comer. Los otros dos niños seguían jugando, aunque casi no hacían ruido, por lo que volví a cerrar los ojos. Obviamente, abstraída en mis pensamientos, me olvidé de que solo llevaba puesta la toalla y de que tenía las tetas al descubierto otra vez. Como estaba sentada en la hamaca y con el bebé en brazos, las piernas estaban abiertas y mostraban todo en dirección a la piscina. Durante unos minutos permanecí ajena a lo que estaba provocando, el tiempo que tardó Sergio en saciar su hambre y protestar por que no podía echar el aire. Con los ojos aún cerrados, coloqué al bebé sobre mi hombro derecho y le di unos golpecitos hasta que expulsó el aire. Comprobé que todo estaba en silencio, no había ni chapoteo ni risitas, y abrí los ojos.
Los dos niños, mi hijo Miguel y Toni, no estaban en la piscina. Sorprendida me incorporé y entré en la casa con la toalla por la cintura y con mis tetas bailando al aire, fui a mi habitación y dejé a Sergio en la cuna, pues se había dormido. Me giré y me vi reflejada en el espejo, con mis grandes senos apuntando hacia mi, con los pezones erectos y la aureola rosada. ¿Cómo podía ser que todavía siguiera excitada?.
Dejé caer la toalla y me contemplé totalmente desnuda. Algo en mi espalda desvió mi mirada, que fue a parar al armario. Disimuladamente me acerqué a la cama y me senté en ella mirando hacia la puerta entreabierta, pudiendo apreciar nerviosismo y excitación dentro del mueble. En ese momento me di cuenta, eran Miguel y Toni que aprovechaban hasta el último momento para verme desnuda, en vez de molestarme aquella situación me excitó aún más. No podía darles más que lo que querían ver, o sea, mi cuerpo desnudo y se lo daría muy cerca, pero nada más. Me levanté muy despacio y caminé hacia el armario y la puerta abierta, sentí como trataban de esconderse dentro y, al abrir la puerta, solo pude ver sus pies descalzos por debajo de los vestidos y trajes de mi marido. Levanté los brazos, como buscando algo en la estantería superior y sentí sus alientos acariciar mis pezones, eso me hizo cerrar los ojos. Bajé los brazos y me giré hacia la cama, pero sin avanzar hacia ella. Sin doblar las rodillas me agaché, como si me fuera a poner las medias, mostrándoles todo el esplendor de mi culo y rajita. Me volví a dar la vuelta y cerré la puerta. Me dirigí a la puerta de la habitación, e hice que salía, cerrándola como si me hubiera ido. Me escondí en el pequeño pasillo que formaba la puerta de la habitación y espere. A los pocos segundos salieron los dos del armario y les escuché hablar:
-Esto no esta bien Miguel.- Dijo la voz de Toni.
-Ya lo sé, además es mi madre. Pero es tan guapa.
-Y está muy buena. ¿Y ahora que hacemos con esto?.
La pregunta de Toni me cogió por sorpresa, "¿a qué se está refiriendo?", me dije.
-Mira como tenemos la colita. Nunca se me había puesto así.-Dijo Miguel.
No sé por que, pero aquellas palabras me hicieron llevarme las manos, una a la teta izquierda y la otra a mi entrepierna, mientras los niños hablaban sobre mis tetas y mi culo, yo me acariciaba con los ojos cerrados y no les vi entrar en el pasillo y contemplarme.
Mis dedos agarraban mis tetas con dulzura y buscaban entrar a mi raja cerrada por mis piernas. Levanté la cabeza, con los ojos cerrados, suspirando profundamente y sentí una frágil manita rozar mi pecho derecho y otra una de mis nalgas. Sorprendida abrí los ojos, ante mi estaban los dos niños, colorados como tomates y explorando mi cuerpo. Les agarré las manos y les dije:
-¿Qué hacéis chicos?.
-Es que vimos que te estabas tocando y que te gustaba. Solo queríamos saber que se siente al tocarte.-Dijo Miguel.
-Pero no puede ser.
-Solo queríamos tocarla, señora.-Repuso Toni.
Después de pensarlo unos minutos y ver la erección que tenían los dos niños, les dije:
-¿Me prometéis que solo me tocaréis?.
-Si, solo.-Dijeron al unísono.
-¿Y que no se lo contareis a nadie?, ¿ni siquiera a tu padre?.- Dije mirando a Miguel.
-A nadie, mamá.
-A nadie señora.
Los miré unos instantes a los ojos y vi que decían la verdad. Los cogí de la mano y los llevé a mi cama, me senté frente a ellos y les dije:
-Si yo estoy desnuda, vosotros también tenéis que estarlo.
A lo que accedieron, no sin antes mirarse el uno al otro, y se bajaron el bañador hasta los pies y luego se agacharon para quitárselo. Ante mi aparecieron dos pollitas de unos diez centímetros, buen gruesas y coloradas, casi sin pelos, pues aún tenían diez años los dos. Me tumbé en la cama y los hice subir conmigo, se colocaron uno a cada lado de mi y de rodillas, cerré los ojos y les dije:
-Podéis tocarme.
Durante unos segundos parecieron dudar, pero luego sentí una manita acariciar una de mis tetas, suavemente, sin prisas y con inexperiencia. Otra mano recorría mis piernas, desde las plantas de los pies hasta unos centímetros antes de mi raja, pero sin llegar a tocarla. Una tercera mano acariciaba mi otro pecho, un poco más indecisa pero igual de tierna, y la cuarta mano bajaba desde mi pecho hasta mi raja, pero sin llegar a tocarla.
Suspiraba profundamente, el pulso se me estaba acelerando y comenzaba a sudar. Los niños debieron darse cuenta, comenzando a esmerarse más en sus caricias y siendo más incisos. Uno de los dos me abrió las piernas, a lo que no puse resistencia, y comenzó a tocarme los labios. Mis suspiros ya casi eran jadeos, el otro niño se sentó encima de mi estómago, pasando una pierna por cada lado de mi cuerpo y dejando, inconscientemente, su miembro entre mis tetas que yo pude sentir perfectamente, pero continuó con su masaje en mis tetas. Estaba en el cielo, dos pares de manos me toqueteaban por todo el cuerpo y me estaban volviendo loca.
El niño que estaba jugando con mi rajita descubrió el botoncito mágico y, por un acto reflejo, lo besó. Eso arrancó de mi un gritito, que me hizo olvidar quienes eran los que estaban conmigo, me agarré las tetas y comencé una cubana al niño que estaba sobre mi, el otro al ver que su compañero jadeaba decidió probar suerte, se colocó delante de mi cueva, apuntó y, muy despacito, me la fue metiendo. Durante cinco minutos estuvimos así, yo siempre con los ojos cerrados y cada vez más frenética, hasta que por fin nos llegó el orgasmo a los tres a la vez. Nos quedamos tumbados, yo con las piernas abiertas y los niños echados encima mío. Intentando recuperar el aliento y la compostura, por lo menos habíamos apagado al excitación, pero había estado mal de mi parte, solo eran niños, uno de ellos hijo mío.
Les hice prometer que jamás volvería a pasar y que no se lo dirían a nadie, ellos aceptaron y, como recompensa a esa erótica y accidentada mañana, les cociné una suculenta comida.
De momento no ha vuelto a pasar nada y espero que nunca vuelva a pasar. Pero reconozco que algunas noches sueño con que los dos niños vuelven a mi cama y me toquetean.
Fin.
Como la primera parte, la continuación es pura ficción, es decir inventado. Espero les haya gustado, más adelante pondré algún otro relato.