Cosas de familia
Mi sobrina despertó aquella tarde.
Cosas de familia
Tengo 53 años y a pesar de la edad es rara la semana que, con mi actual pareja, no practicamos sexo 4 o 5 veces por semana.
Nos entendemos muy bien y disfrutamos hasta la extenuación cuando nos ponemos a ello.
Eso no quita para que desee a otras mujeres, aunque por mi carácter no soy de los que van "tirando los tejos" por ahí a todo lo que se mueve con faldas.
Es cierto que tengo mucha aceptación con las mujeres, pero eso, a veces, no resulta una ayuda para practicar sexo con ellas.
Desde hace un tiempo estoy obsesionado con la mujer de mi sobrino. Carla, la llamaré así para ocultar su verdadero nombre, es una muñeca preciosa. Tiene 42 años, esto es, está en la mejor edad para practicar el sexo sin fronteras. Mide, aproximadamente, un metro sesenta y no pesa más allá de los 48 kilos. Esto no impide que tenga un culo poderoso, al estilo de las mulatas, aunque ella no lo es, y a ese culo le acompañan unos pechos como dos meloncitos de invierno que me vuelven loco. Su voz es de lo más sensual que se pueda imaginar y cuando hablo con ella por teléfono creo que estoy hablando por alguna línea erótica.
Desde hace poco más de un año mantenemos una relación muy personal, ya que hablamos y nos vemos sin que nuestros respectivas parejas lo sepan. Ni que decir tiene que la relación familiar que nos une hace más difícil que yo pueda proponerla nada.
Pero hace unos días sucedió lo que tenía que suceder. Tanto va el cántaro a la fuente que, finalmente se rompe, como se rompieron las barreras que nos separaban.
Mi pareja estaba fuera, visitando a mi hijo que reside fuera de España y yo me encontraba solo. Carla me llamó por teléfono al trabajo, pues conocía mi situación, y me propuse que fuera a su casa a cenar, al salir del trabajo, para que no estuviera tan sólo. Acepté de mala gana, ya que no hay nada peor que estar junto a la persona que deseas y sentirte atado de pies y manos y, encima, ver las bromas cariñosas que su pareja (mi sobrino) la gasta, dándola palmadas en ese culo que es mi obsesión.
Llegué a casa de Carla sobre las 8 de la tarde. Llamé a la puerta y nadie contestó. A la vista de que nadie me contestaba volví a bajar las escaleras y decidí marcharme. Cuando iniciaba el camino de regreso pensé que no estaba bien que me fuera así. A lo mejor había salido un momento a comprar algo, por eso no había nadie en la casa, aunque eso fuera algo raro, ya que mi sobrino estaba en el paro y la niña que tenían ya debería estar en casa.
Razoné un momento y opté por comunicar con ella. No me atrevía a hablar para no quedar en ridículo, ya que podía haberse olvidado de la invitación, así que la mandé un sms. "¿Sigue en pié la invitación a cenar?".
En pocos segundos me contestó: "Por supuesto, si llegas y no estoy, espera en el portal, he tenido que salir un momento".
Mi corazón pegó un brinco y me dirigí nuevamente al portal de su casa.
No pasaron ni cinco minutos cuando la vi llegar. Venía sola, vestida con un pantalón negro que resaltaba aún más, si es que esto era posible, su trasero y un sueter ajustado de cuello alto que hacía que sus pechos desafiaran la ley de la gravedad.
-Hola, me dijo sonriendo, ya estoy aquí. Vamos para casa.
-Vamos dije yo, sin atreverme siquiera a darla un beso de saludo.
Entramos en el ascensor y, una vez dentro de él, se acercó a mi para darme un beso. ---No quería hacerlo en el portal, que luego la gente critica. Me echó los brazos al cuello y yo la abracé suavemente mientras la besaba en la mejilla, muy cerca de la comisura de sus labios.
¿Dónde estabas?, pregunté, pensé que te habías olvidado de la invitación.
-No, me contestó he ido a llevar a la niña a casa de mi suegra, que estaba muy pesada.
Por fin entramos en su piso. Encendió la luz y no tuve por menos que preguntar -¿Y Juan? (Juan era mi sobrino). No está, contestó ella, ya sabes como es. Se le ha metido en la cabeza que tenía que acercarse a la sierra y se ha ido. Pasará allí la noche.
No dije nada más. Por mi cabeza pasaron las imágenes más eróticas que podais imaginar. Solos en su casa y sin nadie que pudiera molestarnos.
Siéntate, me dijo, voy a ponerme algo más cómodo. La cabeza me daba vueltas y empecé a pensar que no debería de haber ido. Lo estaba pasando fatal y solo llevábamos 5 minutos juntos. Cuando salió de la habitación no podía creer lo que estaba viendo.
Carla se había puesto un pijama de seda compuesto por un pantaloncito tan corto que dejaba al aire parte de sus nalgas y una especie de torera arriba por el que se le transparentaban los pechos, ya que se había despojado del sujetador.
Mi verga empezó a despertar, a pesar del corte que me estaba dando.
Vamos a la mesa, me dijo, ya está todo preparado. Vete descorchando el vino mientras yo termino de sacar la cena.
Cenamos y bebimos al tiempo que charlábamos. Terminamos y me dijo que me sentara en el sofá mientras servía el café. Antes de desaparecer puso un cd de Luis Miguel y me dejó allí sentado.
Sirvió el café y se sentó a mi lado. Yo ya no podía más, y ella lo notaba.
De repente se levantó y me dijo:- Ven a bailar. Me levanté como un autómata, me acerqué a ella y antes de que pudiera darme cuenta me había echado los brazos por los hombros y apoyaba su cabeza en mi pecho. Mis brazos la rodearon por la cintura y empezó a moverse muy sensualmente, restregando su sexo contra mi. Yo comencé a bajar mis manos por su culo hasta que lo abarque con ambas manos. Mi verga estaba a punto de estallar de placer cuando busqué su boca y la besé apasionadamente.
A partir de ese instante todo pasó muy deprisa. Totalmente abrazados y comiéndonos a besos me llevó hasta el dormitorio. La lancé contra la cama sin contemplaciones y la bajé el pantaloncito, quedando al descubierto su sexo rasurado. Sin decir palabra la abrí de pierna y empecé a lamer su sexo con glotonería. Jadeaba como nunca había oído a ninguna mujer (luego supe que era la primera vez que la hacían un cunnilingus). Se corrió antes de que pudiera meter mi lengua en su vagina.
Me miró sorprendida y me dijo Lo siento, no he podido resistirlo. Al mismo tiempo tomó mi verga con sus manos y empezó a pajearme. La miré y la dije: "No está mal, pero sería más justo que me devolvieras el favor". Lo siento, pero nunca he chupado una verga y me un poco de reparo, me dijo. Aquello encendió aún más mi deseo.
Mira, vamos a hacer una cosa. La dejé echada y yo me coloque al revés. Volvía a atacar su sexo con mi lengua y la dije: -Cuando te animes me haces lo mismo.
No tardó más de 1 minuto en volver a gemir. Mi verga estaba junto a su rostro y en uno de sus gemidos aproveché para introducirla en su boca. Intentó rechazarla, pero yo aceleré los lamidos en su sexo al tiempo que la introducía mis dedos en su vagina, lo que hizo que se aflojara totalmente entregada al placer que la estaba proporcionando, al tiempo que, poco a poco fue chupando mi polla. Suavemente al principio y con verdadera pasión a medida que iba alcanzando el climax.
Estuvimos un buen rato disfrutando del 69 hasta que noté que se corría nuevamente, esta vez en mi boca, lo que hizo que yo me corriera igualmente en la suya.
Creo que ni lo notó, pues seguía chupando tan ávidamente que no dejó escapar ni una gota de semen.
Cuando nos desenlazamos de aquella postura, se giró rápidamente y vino a cobijarse en mis brazos. Jamás había hecho esto, me dijo. -¿Te arrepientes?, le dije.
-Si, me arrepiento y mucho. ¿Cómo no hemos quedado antes?, cuanto tiempo perdido.
Aquella noche Carla hizo alguna cosa más que jamás había hecho. Para mi placer descubrí que era virgen todavía, me refiero a su ano, claro. Pero su culo merece un capitulo aparte.