Corriendo contra el destino 3

Dos almas... un final.

Corriendo contra el destino 3

Dos almas, un final.

Aquel comentario me dejó completamente alucinada y a pesar del alcohol que corría por mis venas, podía distinguir la verdadera felicidad que aquella idea me producía, de la normal "alegría" que sentimos cuando estamos tomando.

—Quiero hacer un último brindis antes de irnos —le dije ya en la barra, cuando mi acompañante pagaba la cuenta.

—Miranda

—Uno solito —dije con cara de súplica.

—Adelante —dijo, resoplando a modo de resignación, tomando su shot y levantándolo a la altura del mío para realizar el brindis.

—¡Brindo por el destino!

Se quedó en silencio mirándome, como tratando de analizar mis palabras y evaluar su próximo movimiento, pero sólo dijo "¡Salud!", tomó su tequila y terminó de pagar la cuenta.

Estaba desilusionada, el camino de regreso fue una tortura, por lo que elegí cantar desafinadamente una canción para calmar mis ansias:

— "Yo no sé si es prohibido… si no tiene perdón… si me lleva al abismo… sólo sé que es… amor…"

»Es un tango divino, ¿lo has escuchado? — ella no respondía.

"Yo no sé, si este amor es pecado, si tiene castigo… si es faltar a las leyes honradas del hombre y de Dios

Es más fuerte que yo, que mi vida, mi credo y mi signo…"

Ella no me miraba y a mí se me había olvidado lo que continuaba de la canción, por lo que decidí pasarme directo al coro:

—"Aunque sea pecado… te quiero… te quiero lo mismo"

—Estás muy borracha —me dijo, terminando de hundir su indiferencia en mi pecho.

—Si quieres me puedes probar —expresé desafiante mientras ella se estacionaba frente a la cabaña.

—Deja que te ayude a bajar, no quiero que te caigas —me apuñaló nuevamente con su seriedad, mientras apagaba el carro, a lo que yo respondí bajándome y tirando la puerta.

No es que estuviera borracha (¡Nooooo!), es que la arena y los tacones no son buenos compañeros y al juntarse me hicieron rodar tierra abajo, dejando un grito en el aire.

Intentando levantarme, caía de nuevo. Aquella situación tan bochornosa me causó una ira indefinible, lo que me llevó a permitirle a Arleth me recogiera del suelo, para completar mi humillación.

—Te dije que me esperaras, qué terca eres.

—Una estúpida es lo que soy —dije, ya de pie, quitándome sus manos de encima y cayendo de nuevo.

Comencé a dar golpes en la arena de la impotencia, y ella, bastante fuerte por cierto, metió sus brazos por debajo de los míos, elevándome en un apretado abrazo hasta llegar al porche de la cabaña, donde, tratando de recobrar mi dignidad, me levanté para entrar a la casa.

Me detuvo por mi brazo, halándome hacia ella y pegándome contra la pared, se apretó contra mí mirándome fijamente. Sentía que sus ojos me gritaban y que su boca quería besarme… pero no lo hizo. "¿Por qué a ella no la traiciona su cuerpo como a mí me traiciona el mío?" pensaba.

—Estás demasiado tomada —volvió a decir, hiriéndome aún más.

Entonces, molesta, llena de ira, le estampé un beso igual como lo hizo ella conmigo la primera vez. De inmediato su boca respondió a la mía atrapándola, abrazándola, mordiéndola, chupándola como loca.

Entramos a la casa, mientras nuestras bocas seguían en su acto divino, lujurioso y desesperado, y nuestras manos tocaban cada parte de nuestros cuerpos que se atravesara.

Nos comíamos, nos mordíamos, nos devorábamos en jadeos. Le quité su abrigo y su blusa de un solo tirón y ella hizo lo mismo conmigo, quedando ambas en brasier, juntando nuestro pecho aún cubierto, pero acelerado a palpitaciones incontables.

Se veía tan divina, me atraía demasiado, la deseaba.

Caímos en el sofá mientras seguíamos besándonos, con roces tiernos y mordisquitos provocadores. Probábamos todas las formas posibles de besar, sin importarnos el aire que exigían nuestros pulmones, sólo ella me hacía falta y todo lo que podía darme.

De repente se detuvo, se separó un poco de mí para observarme. Con sus manos acarició mi mentón, mis labios, mi rostro.

—Eres muy hermosa —me dijo, dulce y apasionadamente, sentada frente a mí.

—Necesito que me hagas el amor —respondí yo, siendo esto lo único que deseaba en ese momento

La volví a besar, pero ella se alejó de mi boca, me tomó las dos manos con la suya separándolas de su cara y cuello y me dijo:

—Lo siento, no puedo hacerlo así.

Se levantó y se marchó sin más, dejándome ahí desconsolada y sentada sobre mi alma, que ya no cabía dentro de mí.

Después de mucho pensar y llorar durante toda la noche, me quedé dormida en el sofá de la sala.

Un frío recorriendo mi cuerpo me despertó totalmente agotada.

Me moví debajo de las sábanas, dándome cuenta que nada se interponía entre ésta y mi piel desnuda… "¡¡DESNUDA!!" Pensé sorprendida, mirando mi cuerpo debajo de la tela, comprobando que ni una sola prenda me cubría. Un movimiento a mi lado me sobresaltó aún más, pues lo último que recordaba era haberme quedado dormida en el mueble, con un ardor entre las piernas y un dolor en el pecho.

Me giré aterrorizada de haber hecho algo que no recordaba, cuando me encontré con Estela plácidamente dormida junto a mí.

Un minúsculo grito atenuado por un fuerte empujón, dejaron a la también desnuda bestia tirada en el suelo, despertándose horrorizada ante mi reacción.

—Pero, ¿Qué es lo que te pasa? ¿Te has vuelto loca? Si no me matas del golpe, me matas del susto.

—Me quieres explicar qué hago yo DESNUDA en la misma cama que tú… ¡¡DESNUDA!! —le grité, cubriéndome como podía con la sábana que arranqué de la cama.

—No me digas que no te acuerdas, corazón… ¡Con lo rico que la pasamos!

— ¡¿QUÉ?!

—Jajajaja. No seas tonta, mujer. Si te hubieses acostado conmigo, no lo olvidarías ni con amnesia.

— ¿Entonces?… ¿Por qué me quitaste la ropa?

—Yo no lo hice, así te encontré acostadita cuando llegué, hace apenas un rato. Y aunque fue una verdadera tentación, no te toqué ni un cabello.

»Hubiera pensado que después de tener mucho sexo con Arleth, te viniste a dormir aquí creyendo que yo no vendría, sino fuera porque en el suelo de esta habitación yace tu ropa, muy sucia por cierto, como si te hubieran revolcado en la arena jajaja.

No había otra explicación, Arleth me había quitado la ropa y me había acostado en esta cama. "En ésta, ¿Por qué no en la suya? Es demasiado obvio, esa mujer te aprecia y respeta, pero no siente nada por ti. Agradece que no se acostó contigo como seguramente lo hace con otras, cuando está conciente que nada serio pasará entre las dos".

Recordar que me había tenido cerca durante cuatro largos días, evidentemente dispuesta y a su merced, siendo ella lesbiana y no hizo siquiera el intento de volverme a besar, sólo me llevaba a la misma conclusión. Ahora tenía que marcharme de ahí.

Arreglé mis cosas y le escribí una nota que dejé sobre la puerta del refrigerador:

"Gracias por hacerme vivir unos días diferentes. Fue divertido hacer cosas nuevas, pero hoy vuelvo a mi realidad.

Ya tengo suficiente material para terminar mi reportaje.

Gracias nuevamente por todo. Cuídate mucho.

Miranda."

No necesitaba que se diera cuenta que me moría por ella, mi orgullo me reclamaba su puesto y ya me había humillado lo suficiente.

—Gracias por todo, Estela, la pasé muy bien anoche. Disculpa nuevamente el susto y… el golpe.

—Si me esperas 5 minutos te llevo.

—Te lo agradecería… pero por favor, promete que no me harás preguntas.

—Prometido.

Eran las siete de la mañana cuando salí de aquella cabaña, dejando mi alma alojada entre esas frías paredes, pues aunque esta vez pude controlar a mi cuerpo para irme de ese lugar sin ella, mi esencia se quedó abrazándola en su cama, cuando antes de partir me asomé por el filo de su puerta entreabierta, viéndola dormir como un bebé.

Bajé la ventanilla del vehículo de Estela, para que el viento pegara directamente en mi rostro, ansiaba sentir su olor, el sonido de su respiración o al menos una brisa fría y tosca que me despertara de ese sueño imposible de tenerla.

— ¿Sabes qué? Prometí no hacerte preguntas, pero no prometí no decirte nada.

—Estela, por favor

—Por favor tú niña tonta. ¿Estás consciente de lo que acabas de dejar atrás? ¿Acaso tienes una pequeñísima idea de la clase de mujer que estás abandonando sin explicación alguna en esa cabaña?

—Estás equivocada, Estela, ella no es mi mujer, no somos nada, fue sólo un juego para molestarte.

—No seas estúpida, por supuesto que sé que no son pareja, conozco demasiado a Arleth para saber cómo trata a una mujer que siente suya, y más cuando está enamorada.

—Entonces, estás clara que no está enamorada de mí.

—No, estoy clara que ella no sabe que es correspondida.

—Ay, por favor. Si alguien ha sido evidente desde que llegamos, he sido yo, y ni siquiera por voluntad propia.

—Quizás cree que sólo estabas jugando, disfrutando de "cosas nuevas", como se lo acabas de confirmar en la nota

—Ella es demasiado inteligente y suspicaz.

—No cuando se trata de definir lo que sienten por ella. Imagino que no se siente objetiva.

—Anoche fui yo quien la besó, fui yo quien tomó la iniciativa y ella, simplemente me rechazó.

—Claro, estabas demasiado tomada —(otra)—. Seguramente no quería que el alcohol decidiera por ti y que lo que pasara entre ustedes, fuera gracias a: "Esta noche se vale todo, así que aprovecha".

— ¿Tú crees?

— ¡Ahhh! Eres más tonta de lo que pensaba —exclamó exasperada .

Me quedé en silencio por un momento, mi expresión denotaba confusión, sorpresa y al mismo tiempo tristeza. Ante mi falta de argumentos, Estela continuó hablando:

—Tú eres la mujer con la que ella ha soñado desde hace mucho tiempo, llegando en un caballo con alas, enviada por su ángel de la guarda, hecha exclusivamente para ella.

—No entiendo nada —dije, moviendo mi cabeza en signo de negación, dejando ver mi desconcierto.

—Cuando saliste ayer a la sala, sentí los celos comunes que me brotan cada vez que conoce a otra chica, pero pensaba que al igual que todas, serías pasajera… hasta que me di cuenta que eras ella.

— ¿Ella? Por Dios Explícame, me estas volviendo loca

—Hace años encontré en un papel arrugado, los ojos y la sonrisa de una mujer, imitada a carboncillo rayado. Tenía muchas líneas, como si en varios intentos no hubiera logrado dibujar lo que anhelaba. Fue ahí cuando supe de ti, de sus sueños repetidos contigo y yo no he podido más que envidiarte desde entonces por estar en su corazón sin conocerte siquiera.

»»La he amado desde hace mucho tiempo, deseando que no aparezcas, que no seas de verdad. Pero hoy que estás aquí, no puedo seguir negando lo obvio.

—Pero… ¿Por qué aseguras que yo la mujer con quien sueña?

—Porque aunque mi memoria no haya retenido las expresiones de ese dibujo, la idea de tu existencia siempre ha revoloteado en mi mente. Y además de las coincidencias entre tu personalidad y lo que ella describía de la chica de esos sueños, esta mañana cuando vi el retrato que te hizo, ya no tuve dudas.

— ¿De qué retrato hablas?

—Del que está recién pintado al óleo, reposando en su habitación. Lo observé hace unos minutos, cuando fui a darle un beso de despedida.

—Dios mío, me estuvo pintando a mí todo el tiempo —expresé sorprendida.

—Así que, no doy un paso más para alejarte de ella, si quieres hacerlo, no te voy a ayudar —manifestó tajantemente, frenando el vehículo de golpe.

Demoramos la mitad del tiempo en regresar el camino recorrido. Su auto no estaba y el capataz nos dijo que le había advertido que regresaba a la ciudad cuando volviera del río.

Entré rápidamente deseando que no hubiera leído la nota, encontrándola tirada en el suelo, estrujada, como mi corazón.

Salí de nuevo, preguntándole a Estela, dónde quedaba tal río; ella se ofreció a llevarme, pero decidí que no era conveniente. Miré hacia el establo, observando al presuntuoso caballo y recordé a su ángel guardián.

—Por favor, permíteme llegar a ella —supliqué sin saber muy bien a quién.

— ¿Ya has montado uno? —preguntó Estela, conociendo mis intenciones.

—No, nunca. Por favor, convénceme de que es una mala idea.

—Es la mejor idea que se te pudo ocurrir en tu aburrida vida.

—Gracias, era justo lo que necesitaba escuchar —dije, irónicamente.

Me caí un par de veces intentando montar aquél animalote, hasta que finalmente entre ella y el capataz lograron sentarme torpemente. Me explicaron lo necesario sobre la corrida y los datos para comunicarme con Capitán y emprendí mi viaje por el camino que creí indicado.

Mi entrepierna ya no resistía un golpe más con aquella armadura; unas gotas grandes de lluvia comenzaron a mojar mi cabellera y yo ni siquiera lograba acercarme al dichoso río.

— ¿Por qué no puede salirme aunque sea una puta cosa bien en la vida?

El sueño de encontrarla bañándose desnuda, mientras me observaba llegar galopando su corcel negro, se frustró cuando la lluvia comenzó a golpear contra mi cara y el fuerte viento arremetía, amenazando con tumbarme del asiento.

—Capitán —le gritaba cerca del oído al caballo, con un sollozo desesperado— te necesito, estoy perdida, has recorrido muchas veces estos caminos, llévame donde está Arleth —supliqué agotada, recostada en su regazo, protegiéndome del agua que seguía azotando mi cuerpo con fuertes y húmedos latigazos.

Desperté cómoda y cálidamente en una cama suave y perfumada. Miré a mi alrededor buscando una pista de dónde podía encontrarme y me vi, ahí estaba yo, sobre un lienzo tensado, reflejada en colores pulsados por sus manos.

Me levanté lentamente, sin quitar mi vista de ese hermoso cuadro. Mis dedos acariciaron el lienzo, untándolos de pintura.

—El óleo demora días en secar —la escuché decir detrás de mí.

Me giré observándola, casi sin parpadear. Tenía tantas cosas que decir y al mismo tiempo nada salía de mi boca, sólo mis ojos humedecidos le hablaban.

»Intentaba captar tus facciones —continuó ella, al yo no poder siquiera pronunciar palabra—, pues tu preciosa sonrisa y esa mirada capaz de derrumbar mil barreras, no es posible plasmarlas con el pincel, ni con un carboncillo, ni con nada que sea físico. Sólo tú eres capaz de proyectar tu propia imagen, ni siquiera en sueños pude definirte con claridad.

Se fue acercando lentamente hacia mí, me quitó el cuadro de las manos y lo colocó en el suelo, llenando sus dedos también del óleo aún húmedo. Acercó su mano a mi rostro y cerré mis ojos al sentir la proximidad de su contacto. Sus dedos ungidos en pintura rozaron delicadamente por encima de mis párpados, los sentí descender por el contorno de mi cara, mis labios y mi barbilla.

— ¿Por qué hiciste eso? Me hubiese muerto si algo te hubiera pasado —me dijo, con un dejo de angustia.

—Necesitaba verte, explicarte, saber, abrazarte, besarte, estaba urgida de ti. Era más riesgoso sentarme a esperarte, mi corazón no lo hubiera resistido, te obedece sólo a ti desde que te conoce, no quiere nada si no estás cerca de él.

Su mano fue bajando lentamente por mi cuello, llegando al centro de mi pecho, dibujando sobre el lienzo de mi cuerpo. Aún con sus dedos húmedos de colores, marcó la forma de un corazón sobre el área que palpitaba más fuerte y luego depósito en él un cálido beso, hermoso y lleno de amor.

—Jamás volveré a estar lejos de ti, te lo prometo —le dijo en un susurro que lo hizo saltar aún más rápido y enérgico, como sólo ella era capaz de lograrlo, y lo volvió a besar.

—Esto es tan surrealista, tan fuera de mi mundo. Si es un sueño, no quiero despertarme nunca —dije, ya llorando.

—No es un sueño, mi amor. Te he soñado demasiadas veces como para poder distinguir que hoy estás aquí realmente.

—No entiendo nada, princesa, estoy tan confundida —le decía mientras nuestros dedos jugaban con el rostro de la otra, dejando huellas de pintura, mojadas por lágrimas de emotividad.

Lentamente se acercó a mis labios, depositando un beso tierno, suave, cálido, seguido de muchos besitos más que me iban poniendo el alma cada vez más grande, como si se alimentara de su boca, como si ésta fuera una fuente de amor para mí.

—Me parece todavía increíble cómo me haces sentir. Mi cuerpo entero te reconoce y quiero que lo tomes, deseo que me hagas tuya físicamente, ya que mi alma no le pertenece a nadie más.

Después de estas palabras, sentí de nuevo sus besos en mis labios sedientos de ella, y me estremecí al notar cómo iban profundizando su roce, cómo se iba acrecentando su humedad y cómo iban recreando el calor de todo mi ser.

Nuestras bocas parecían dos mitades de algo que no podía estar separado, encajaban tan exquisitamente bien, se acoplaban a tal ritmo de seducción, que todo a nuestro alrededor desaparecía.

Lentamente fue desabrochando la bata, única prenda que cubría mi cuerpo, hasta dejarla caer a mis pies, luego de recorrer levemente mis contornos.

Se separó un poco de mí, seguida de mis quejidos por su ausencia en mi espacio y se dedicó a observarme.

—No me tortures más, necesito tenerte— le supliqué con angustia.

—No dejes que la ansiedad te controle. Nada hará esta vez, que este momento se diluya. Sólo somos tú y yo, y quiero que todos mis sentidos te disfruten, comprobar que eres real y demostrarte que he vivido para encontrarte, para sentirte y para hacerte feliz.

Se fue quitando la ropa lentamente delante de mí, cautivando todos mis sentidos. Mi corazón latía aún más a prisa y mi cuerpo reaccionaba ante la provocación de sus hábiles y seductoras manos, que iban descubriendo poco a poco mi tan ansiado tesoro: Su desnudez.

Me tomó de la mano hasta llevarme frente a un espejo que había en la pared de su cuarto. Se paró detrás de mí, abrazándose a mi cintura, observándonos en la imagen reflejada y sintiendo nuestras pieles mezcladas en una.

Posó su nariz en las profundidades de mi cabello, aspirando mi aroma, como si de una droga se tratara. Apartando un poco la melena que cubría mi cuello, dejó que su aliento me acariciara, mientras continuaba con su reconocimiento olfativo.

Con la yema de sus dedos comenzó a recorrer los costados de mi cuerpo desnudo, acariciando desde mi piel, hasta mis nervios.

Recorrió mi espalda, logrando que mi ejército de vellos se pusiera firme ante su tacto.

Con delicadeza y dominación a la vez, llevó mi cara hasta pegarla al espejo, dejando mi cuerpo semi inclinado apuntando hacia ella.

Volvió a centrarse en mi espalda, pero esta vez, provocando las caricias con sus labios y su lengua, logrando estremecerme de adentro hacia fuera.

Así fue creando un camino de besos por toda mi espalda, probando cada milimétrico espacio que me perteneciera y que yo le entregaba gustosa.

—Verte, olerte, tocarte, probarte… sólo me falta escucharte para completar mi felicidad —expresó con una sensualidad envolvente, llevando sus manos hacia mis senos mientras me abrazaba, logrando hacerme soltar un alentador gemido ante el contacto producido.

—Ohhh… Arleth

—Diosss… todos mis sentidos están centrados en ti. Me vuelvas loca —me decía al oído, mientras seguía acariciando mis senos, masajeándolos con suavidad y pellizcando tierna y descaradamente mis pezones erectos.

Bajó un poco sus manos hasta abrazarme por la cintura y apretarme fuertemente contra ella, mientras sus besos hicieron temblar mi cuerpo al apoderarse de mi cuello desnudo.

Sus movimientos se aceleraron al ritmo de la excitación que nos embargaba y nuestra respiración imitaba nuestro paso.

En un rápido recorrido por mi cuerpo caliente, llegó hasta mis nalgas, las que apretó fuertemente con sus manos.

—Son sólo mías —dijo.

—Toda yo soy tuya.

Sus labios, acompañados de su lengua y sus dientes, hicieron un equipo formidable para darle placer a mis glúteos. Mi redondez reposaba en su pecho, mientras su boca me comía la carne que quedaba a su alcance.

Siguió su descenso llegando a mis muslos, en los que ejerció la misma labor, marcando su territorio con su saliva por todo mi cuerpo.

Se levantó nuevamente, quedando a mi altura, me giró hasta quedar frente a ella y nos besamos apasionadamente. Sus besos eran calientes, lujuriosos, llenos de pasión y yo me encendía a una velocidad escalofriante.

Fue bajando por mi cuello, haciéndome sentir su lengua por mi piel, hasta estrecharse con mis senos, quienes la esperaban anhelantes.

Apreté su cabeza contra ellos, mientras su cómplice húmeda daba golpecitos excitantes en la punta de mi pezón y luego con su boca bien abierta, se metía todo el contorno de mi seno como queriendo comérselo, para luego emprender el mismo proceso con el otro.

—Ojalá pudiera comerme los dos a la vez —me decía entre jadeos.

Era indescriptible lo que sentía, jamás en mi vida había experimentado nada similar. Me desvanecía de placer y tenía que sostenerme con su cuerpo, pues mis piernas no resistían las escaladas de sensaciones que me estaba provocando.

—No aguanto más.

— ¿No? ¿Tan poquito resistes? Apenas estoy comenzando, preciosa.

Cómo si me hubiesen inyectado un coctel energético en las venas, me paré firmemente abriendo mis piernas y empujando su cabeza hacia mi sexo. Ella sabía que el miedo y los nervios me restaban fuerza y valor y que al retarme, éstos desaparecían, dejando sólo el placer en primer plano. Me conocía y me sabía conducir a la perfección.

Caminando por mi abdomen, su boca llegó lentamente a mi monte de Venus, a pesar de la fuerza que le aplicaba para que no demorara más, ella, más fuerte que yo, me ganaba la batalla, haciéndome sufrir por su llegada.

Sus labios se compaginaron con los míos, logrando un beso perfecto, único y alocadamente excitante.

Sentí su lengua pasar por las hendiduras entre mis labios mayores y menores. Cómo chupaba los más gruesos y los mordía suavecito, haciéndome estremecer y gritar escandalosamente.

— ¡Arleth, mi vida, así, eres maravillosa!

El procedimiento lo repetía con mis otros labios, haciendo de cada uno un manjar que degustaba a su antojo, mientras mi clítoris celoso, era ignorado por su lengua.

Después de atormentarme con esa tibia y traviesa lengua por todo mi sexo, sus labios aprensaron a mi engreído botón, quien sobresalía pidiendo ser atendido.

Comenzó a succionarlo, logrando que una corriente hiciera temblar todo mi cuerpo y unos gritos de desesperación y liberación fueran la antesala al orgasmo que hacía su llegada triunfal.

Mis manos en su espalda suplicaban descanso, pero ella no estaba dispuesta a dármelo.

—Aguanta un poco más, cariño, necesito hacerte mía.

Dicho esto, sentí ahora su lengua entrar en mi reino, donde ella era cordialmente bienvenida, pues mi húmeda cavidad no tendría otro dueño de ahora en adelante.

Me penetró con fuerza, con pasión y con destreza, logrando que mi orgasmo se dilatara un poco más en todo mi cuerpo, sin ánimos de diluirse.

Su lengua fue sustituida por uno de sus dedos, mientras ésta seguía dándome placer en mi clítoris.

Dos dedos estaban ya dentro de mí, moviéndose rápida y deliciosamente, cuando una ola de calor y locura removió mi cuerpo nuevamente a unos 9,5 grados en la escala de magnitud local, dejándome tumbada sobre ella, quien después de beberse mi íntimo desahogo, me abrazó, cayendo suavemente en la alfombra del suelo, amortiguando mi cuerpo con el suyo.

—Te amo —me dijo acostándome sobre su pecho— desde hace mucho. Desde la primera vez que tu rostro se reveló ante mí, te amé sin querer aceptarlo.

»Fui criada bajo un concepto místico de la vida, fundamentada en cosas que no existen en nuestra realidad cotidiana, pero que se esconden dentro de cada uno y podemos desarrollar o no, según nuestras creencias y luchas.

Mi madre era fiel creyente de la idea de que todos tenemos un alma gemela, una conexión o atadura espiritual con una o varias personas. Algo superior traducido en un lazo amoroso fuerte y duradero, con niveles profundos de intimidad y pasión.

Dos partes de una misma alma, o dos almas que se conocieron en alguna otra vida, si quieres creer en la reencarnación.

Lo cierto es que, yo nunca le di crédito a esas ideas, pues soy más científica que creyente. Sin embargo, respetaba sus ideales, especialmente porque mi bella madre convenció a mi padre de que ellos estaban destinados a una unión eterna, pero que dependía de ellos mantenerla, que el destino no podía hacerlo todo.

Mi papá, nunca le llevó la contraria, la dejaba ser feliz, al igual que a mí, que me apoyó en todo lo que decidí hacer en mi vida: mi pasión por el arte, la música, mi independencia desde muy joven en mis decisiones, pero sobre todo en mi carrera; construyó una clínica para que tuviera dónde desarrollar mis conocimientos científicos y empresariales, lo que yo convertí en un hospital, en el cual todos tuvieran derecho a ser atendidos, sin ningún deber económico —No podía creer lo que escuchaba. Ni siquiera yo, que había dedicado gran parte de mi vida tratando de ayudar a los necesitados, podía acercarme a ese nivel de entrega que percibía en esa confesión. Me moría por abrazarla fuerte, pero no quise interrumpirla.

»»Mi madre ha sido mi musa y papá mi fortaleza —prosiguió —. Siempre estuvieron ahí para apoyarme, pero sin dejar de alertarme sobre la misma idea de que había alguien para mí, que disfrutara de la vida sin complicarme amorosamente, mientras el universo me acercaba a ese ser que me correspondía.

Yo siempre me reía ante la incredulidad y a veces le preguntaba divertida "¿Qué pasaría si esa persona llegaba a mi vida bajo la figura de un hombre? ¿Cambiaría mis tendencias sexuales?" Jaja… Ella respondía hábilmente, que el universo funcionaba de manera sabia, que eso no me preocupara, "Ten por seguro que no debes hacer ningún esfuerzo, el amor llegará por sí solo, es una obra del destino. Pero debes estar preparada para recibir a tu otra mitad, reconocerla y no dejarla ir.

No me agradaba la idea, aunque fuera verdad, quería que la persona que estuviera a mi lado, me amara por lo que soy, por lo que represento ahora, porque me gané ese sentimiento y no porque el destino lo tuviera decidido.

Hace tres años, cuando ella murió, me quedó un gran vacío que no lograba equiparar con nada, fue muy duro para mí su partida, la sufría sin poder superarlo.

Una noche, la soñé, tan hermosa como siempre, parecía un ángel… mi ángel. Habló poco, pero me dio a entender que me amaba, que siempre me amaría y que no estaba sola. En ese momento apareciste tú, tus ojos color caramelo, con esa expresión de inocencia y al mismo tiempo desenfado con la que te enfrentas a la vida. Tu sonrisa preciosa que me iluminó aquél día estacionadas frente al hotel. Traté de dibujarte para que mi mente no se olvidara de ti y poder reconocerte si es que algún día te encontraba.

Pero después de ese, hubo varios sueños más, donde sin ver tu rostro, te observaba a mi lado y sentía que eras tú. Te deseaba, te quería, pero pasó tanto tiempo sin volver a saber de ti, que me resigné a aceptarte como algo irreal, inventado por una mente perturbada por el dolor y la soledad. Y escondí ese dibujo donde yo misma no pudiera recordarlo.

—¡Wow!… No sé qué decir… —murmuré alucinada —¿Me reconociste de inmediato aquél día en el estacionamiento de la clínica?

—No, no lo hice. Tu mirada me turbó de una manera impresionante, me caló los huesos, sentía una atracción desmedida hacia ti, por lo que decidí bloquearte de inmediato.

»Después, cuando te vi en la fiesta, me sobresaltaste el alma y es algo que jamás me había pasado, pero no quería dar rienda suelta a ese sentimiento. Preferí fastidiarte para contrarrestar las ansias que me estabas generando.

Después de besarte y sentir tus labios devolverme el deseo entregado, me revoloteaste todo por dentro… y por fuera, jejeje. Cuando te marchaste dejando mi cara enrojecida, más que por el ardor del golpe, por las sensaciones producidas, me recosté perturbada sobre el escritorio y después de unos minutos, entró mi papá, me tomó la mano y me entregó un papel arrugado que yo reconocía a la perfección… era tu dibujo.

Quería preguntarle tantas cosas, pero el nudo en la garganta no me permitía pronunciar palabra: "No la dejes ir", fue lo único que salió de sus labios después de secar mis mejillas. Él lo planificó todo para que vinieras, estoy segura de eso —afirmó mi bella doctora, con un sublime grado de emotividad en su voz.

Nuestras lágrimas se mezclaron en un beso que inicié tomando su rostro. La amaba… yo, que nunca tuve sueños, ni imaginaciones con ella; que hasta entonces ni siquiera me había consumido de deseo por una mujer y que aún más escéptica que ella, jamás hubiera creído que había un amor destinado para mí.

— ¿Por qué después de saber que era yo la mujer de tus sueños, evitaste tantas veces que nuestros cuerpos se encontraran como ya nuestras almas lo habían hecho?

—Porque intentaba Correr contra el destino , quería que me conocieras, que me amaras, que estuvieras segura de lo que estabas asumiendo. No que te dejaras llevar por un impulso que no entendías. Temía que de ser así, te arrepintieras luego.

— ¿Puedo decirte algo?

—Lo que sea.

—Me muero por hacerte el amor.

Me levanté del suelo tomando sus manos hasta elevarla hacia mí, la acosté en la cama, observando embobada su cuerpo desnudo. Todo lo que había escuchado antes era como un sueño, como un cuento de hadas poco creíble, pero tenerla ahí, frente a mí, sólo con mis manos tocando su piel, eso sí que era real, era mía y nuestra historia apenas comenzaba.

Fin