Corridas tras la carrera
No podía imaginar que aquella carrera acabaría con un polvo en la bañera, y un trío con dos amigas que fueron amantes diez años atrás.
Me cambié y me preparé para la carrera. Realicé algún estiramiento en la habitación del hotel, y enseguida salí a la calle para terminar de calentar. Al cerrar la puerta me encontré con una chica que salía de la habitación contigua a la mía, también preparada para correr. Quedamos mirándonos, sonreímos por la escena y nos dirijimos al ascensor.
-¿A la media maratón?, le pregunté.
-No, no... es una de mis primeras carreras y sólo haré 10.000, me respondió.
-Me llamo David, me presenté.
-Yo Silvia, y nos dimos dos besos de cortesía. Era una chica guapa, morena de ojos claros y un razonable cuerpo atlético... aunque los atuendos deportivos no me dejaban contemplarla muy bien.
Fuimos a recoger el dorsal conversando sobre nuestra común afición, y aprovechamos para calentar juntos. Ya estirando me fijé algo más en ella.
-Bonito culo, susurré.
-¿Decías algo?, preguntó.
-No, no, nada, me dejó cortado por si me había escuchado.
Arrancó la carrera, y a pesar del barullo, no nos separamos.
-Te agradezco la compañía, pero no quiero condicionarte, me dijo invitándome a hacer mi carrera.
-No vengo a ganar, vengo a pasar el rato, y mejor si se conoce a gente agradable como tú, sentencié.
Después de los primeros cinco kilómetros aceleré ligeramente con la intención de coger más mi ritmo, y Silvia intentaba seguirme. En los dos kilómetros siguientes casi la desfondé sin quererlo, y tuve que hacer un trabajo concienzudo para que continuara y acabara la carrera. Después de verla sufrir, empezó a cambiar su gesto desencajado al acercarse la meta, sacando la lengua y regalándome una sonrisa cómplice de satisfacción.
Le di la mano para entrar en la meta, se la levanté tras cruzar la línea, y se abrazó a mí casi desfallecida.
.........................
Entramos en el hotel, nos dirigimos a la habitación, y seguía animándola.
-Ahora un buen bañito con sales, y para la cena estás nueva. Por cierto, ¿te apetecería cenar conmigo para acabar de reponer fuerzas?, invité a Silvia con la idea de que la noche pudiera terminar con un buen plan.
-Jo, cuanto lo siento, pero he quedado con una amiga que hace tiempo que no veo... aunque, si quieres puedes venir con nosotras...
Me cortó un poco el rollo y nos intercambiamos los números de teléfono para concretar algo.
Entré en la habitación, empecé a llenar la bañera, me desnudé y fui directo a meter el teléfono de Silvia en la agenda del móvil. Me quedé sentado en la butaca pensativo y recibí un mensaje: "Me has dejado con las ganas, mi habitación no tiene bañera!!!!!"
Por un momento me imaginé en la bañera con Silvia, y no dudé en invitarla: "Yo sí tengo, estoy preparándola ahora mismo... si quieres te cedo el turno". Esperé respuesta de Silvia. Los segundos se me hacían interminables. De repente llamaron a la puerta. Me puse una toalla alrededor del cuerpo, y abrí. Allí estaba Silvia.
Se rio al abrirle la puerta, yo sonreí, no quería decir nada que torpedeara mi deseo. Llevaba una toalla alrededor de su cuerpo, y traía una bolsa de aseo. Bajo la toalla se adivinaba un biquini atado detrás del cuello.
-Y yo en pelotas, pensé que iba muy rápido y por un momento pensé que quizás el plan de Silvia era simplemente bañarse e irse.
-Acepto tu invitación, me dijo.
El agua seguía llenando la bañera, y me dirijí hacia allí.
-Está casi listo, le dije mientras pensaba cómo preguntarle si nos bañábamos juntos.
-Por un minuto no me has pillado dentro del agua, le contaba mientras miraba de reojo como se desprendía de la toalla y verificaba que llevaba un biquini rosa que ensalzaba su figura. Además, con el pelo suelto aparentaba mucha más feminidad. Incluso sus pechos parecían más grandes de lo que había imaginado con la ropa deportiva. El culo, sin duda, mejoraba aún más la visión del calentamiento.
-Si quieres, no me importa que entremos los dos en la bañera, es bastante grande, dijo.
Al mostrarse en biquini parecía quitar hierro al asunto, pero el problema lo tenía yo.
-No te preocupes, prefiero darme el baño desnudo, no te quiero incomodar.
-Mientras no me obligues a mí a quitarme el biquini, me dijo.
-Pues vamos allá, no me lo pensé dos veces. La dejé pasar, y la seguí retirándome la toalla, dejándola que se sentara tranquilamente, aunque no sé si por torpeza o al verme completamente desnudo, con mi pene colgando y rasurado hizo un mal gesto.
-¿Te has hecho daño?, le pregunté.
Se rio, demostrándome que lo que le había llamado la atención era mi desnudez, y me senté frente a ella, tapándonos con la espuma.
-Pensarás que estoy loca o que soy una atrevida, me dijo.
-Mira, todo está resultando espontáneo, -mentí-, y tampoco estamos peleándonos, ¿no?
Le decía eso, mientras le cogía los pies y se los masajeaba hasta media pierna, mientras volvíamos a recrear algún momento de la carrera, nos reíamos juntos y cuando llevábamos un buen rato me lancé:
-Te aseguro que sin ropa el baño iba a resultar más reconfortante, dije casi sin venir a cuenta.
-Estaba loca porque me lo pidieras, me dijo susurrante.
Pensé que ahí empezaba nuestra velada de placer, aunque inmediatamente elevó la voz y me dijo:
-A ver si me entiendes, que no entendía yo un baño de espuma con biquini... tampoco es que quiera decir otra cosa. Me decepcionó por un instante.
-Aunque no sé si estando desnuda en una bañera con un chico vamos a poder acabar sin más... Me devolvió la esperanza.
Comezó a desabrocharse el sujetador del biquini, y aunque enseguida tapó sus senos con la espuma, pude ver perfectamente sus oscuros pezones, ligeramente erizados y un pecho de un tamaño más grande del que imaginé inicialmente. Se desprendió de la braguita y ahí la tenía, en mi bañera, completamente desnuda y con cara de vicio acentuada por sus ojos claros. Nos recolocamos y rocé ligeramente su coñito con mi pie, nada diferente a lo que ella había hecho en varias ocasiones con sus pies y mi polla.
Silvia no dejaba de hablar, estaba nerviosa o simplemente excitada. Seguía masajeándola el pie, ascendiendo por su pierna, ahora ya sí hasta sus muslos. Cuanto más la tocaba, más hablaba. Definitivamente estaba excitada. Creí que las piernas ya llevaban una buena dosis de masajes, más bien de caricias, y la invité a que se sentara apoyando su espalda sobre mi pecho. Se levantó de la bañera, y pude contemplar por fin todos sus atributos de mujer, sus pechos redondos, una raja con una pequeña y muy recortada mata de bello por encima, y al darse la vuelta para apoyarse sobre mi, su imponente y escultural culo. Se apoyó sobre mi con delicadeza, le pasé los brazos por delante hasta llegar a sus senos, y empecé con lentas caricias alrededor de sus pezones. Al tocárselos, Silvia callaba y suspiraba. Yo notaba como se hacían más grandes y la aureola se volvía más pequeña y rugosa. Me empezaba a excitar en condiciones, y debía notar como mi pene intentaba hacerse hueco entre su cuerpo y el mío.
-David, no dejes de acariciarme, me dijo por fin.
Baje una mano hasta su sexo, acaricié los pocos pelos que tenía, y descendí los dedos hasta la entrada de su vagina, donde jugaba con la yema de mis dedos a abrirla, mientras le acariciaba también su clítoris. Al tocar su botón se excitó más y dio un pequeño salto. Empecé a meterle un dedo dentro de su vagina, inmediatamente dos mientras el agua chapoteaba, y con su mano intentaba buscar mi polla.
-Te aseguro que no tenía intención de quitarme el biquini, pero al ver tu aparato, tan depilado, tan llamativo, me volviste loca y desde ese segundo sólo quería tenerlo entre mis manos, me decía susurrante al oído.
-Ahora es todo tuyo, le respondí mientras le daba besos en el cuello sin parar de acariciarle su sexo.
-Me corro, me corro, me corrooooooo, gritó mientras me atrapó la mano entre sus piernas como si no soportara una caricia más en su vagina ni en su clítoris.
Dejé que reposase un poco y que recuperara la respiración. Nuestros cuerpos estaban arrugados, y la invité a ducharnos para quitarnos la espuma.
-¿Quieres antes que te masajee la cabeza?, le pregunté
Asintió, porque aquello le daba un poco más de respiro. Cogí champú, y empecé a lavarle la cabeza lentamente, estaba entregada a mí. Nos pusimos de pie y dejamos caer el agua sobre nosotros, nos abrazamos y nos besamos, juntando nuestras lenguas. Yo seguía excitado, y ella no soltaba mi polla con su mano. Me apoyó contra la pared, descendió hacia mi falo, y lo acariciaba mientras le caía el agua sobre la cabeza. Descapulló, paso su dedo por la punta, y abrió la boca hasta engullir el glande.
-Qué delicia, pensé en voz alta.
-Eso dices ahora, enseguida vas a querer follarme la boca como un salvaje, me dijo.
Lo metía y lo sacaba de su boca, su lengua jugaba con mis huevos... mientras el agua caía. De repenté me agarró fuerte de las nalgas, como separando mi culo, abrió su boca, y se metió todo el pollón erecto y depilado en su boca. No se equivocaba, ahora sí quería follarme su boca como un poseso. Me animaba y me dejaba.
-¿Dónde está la dócil Silvia de hace un rato?, preguntaba en voz alta.
-Tu dócil Silvia tiene el coño loco por ser atravesado, me respondió.
Sus palabras, su sensualidad y la mamada me llevaba al clímax.
-No pares ahora, no pares...
Intuyó mi corrida, se llevó el glande a la boca y se ayudó de la mano para pajearme y disparé contra el fondo de su boca una buena carga de mi leche viscosa.
Ralentizó el masaje y mientras seguía con la punta de mi polla en su boca, dejaba escapar el semen que se lo llevaba el agua de la ducha. Se levantó y me empezó a morrear, como si quisiera que con mi lengua le limpiara mi descarga de su boca.
Nos envolvimos en sendas toallas y nos dirijimos hasta la cama a reposar el excitante baño y la demoledora ducha.
La charlatana ahora no decía nada. Sólo se le ocurrió:
-¿Dónde voy a ir yo ahora? Quiero quedarme contigo, no quiero ir con mi amiga, se lamentaba mientras se me abrazaba y me besaba.
-Tienes una excusa fácil, la carrera te ha dejado agotada, le propuse.
Dejé a Silvia una camiseta mía, que le tapaba hasta el muslo, se puso la braguita del biquini y yo me puse otro pantalón corto. Pedimos algo de cena al servicio de habitaciones mientras enviaba un mensaje a su amiga para anular la cita. Aquella pesada insistía en verla, y le dijo que se pasaría por el hotel para saludarla. Silvia aceptó, confió en una visita rápida.
-La relación con mi amiga Ana es un tanto especial, me empezó a confesar. En el colegio mayor una noche de borrachera acabamos desnudas en su habitación, y desde entonces tuvimos ciertos flirteos, aunque a las dos nos gustaban los chicos. Después volvimos cada una a nuestra ciudad, ella se casó, yo también...
-¿¿Estás casada??, le corté.
-Separada, y te puedo asegurar que hace meses que no me acostaba con ningún chico, me respondió.
No sabía si aquello era verdad o no, pero no me importaba.
-Bueno, pues que se sume a la fiesta tu amiga, le comenté entre risas.
Después de un rato llamaron a la puerta, y un camarero metió un carrito con la cena. Silvia fue a cerrar la puerta, y se encontró con su amiga Ana que estaba llamando a su puerta. Quedaron mirándose.
-¿Silvia?, preguntó Ana.
Silvia tenía la sensación difusa de ver a su amiga, pero de no estar en su habitación y encima con mi camiseta. Al final se saludaron, e invió a Ana a pasar a mi habitación. Silvia seguía confundida, y no tardó en explicarle de forma resumida y rápida, como cuando estaba excitada en la bañera:
-Me separé de Mario, lo pasé fatal, mucha ansiedad, empecé a comer como loca y el médico me recomendó empezar a correr. Vi que en tu ciudad había una carrera, y me apunté a esta carrera. Casualmente he conocido aquí a David, y hemos decidido recuperarnos juntos del esfuerzo. No entró en más detalle.
Ana miró a Silvia de arriba a abajo, la vio con los pechos liberados, una camiseta que le sobraba una cuarta, y una minúscula braguita rosa. Yo seguía medio desnudo, y me acerqué hasta Ana para presentarme y saludarla.
-Y de paso echar un polvo, dijo Ana sonriente y lastimando haber interrumpido nuestra velada. La convencimos de que se quedara, compartiendo nuestra cena con ella, y pidiendo alguna cosa más. Nos sentamos en el suelo a cenar, aunque la falda corta de Ana sólo le permitía estar de rodillas, ligeramente ladeada.
Ana no se parecía en nada a Silvia. De aspecto era mucho más pija, aunque según avanzaba la cena se comportaba de forma muy natural. Rubia explosiva, con unas tetas bien colocadas detrás del gran escote de su blusa, y con cuerpo atlético. No me extrañaba que Silvia se la hubiera follado en su época joven.
-Debes estar incómoda así, dijo Silvia. Se levantó y se fue hasta su habitación, trajo a Ana un pantalón corto y se cambió en el baño.
-¿Ha pasado por aquí un regimiento de elefantes? Está todo el suelo empapado, dijo Ana, que tenía un aspecto un tanto extraño con su blusa casi transparente y el pantalón de deporte.
Silvia y yo nos reímos de su comentario.
-¡Ah! Que habéis follado en la bañera, dijo sin ningún tapujo.
-Carpe diem, como vosotras en el colegio mayor, le respondí yo provocando una conversación más caliente.
A Silvia se le atragantó el bocado, y Ana se puso colorada como un tomate, y no pareció gustarle mucho el comentario.
-David es un buen tipo, guarda nuestro secreto, ¿verdad?, me preguntó.
Asentí, y Silvia empezó a confesar que más de una noche estando casada, pensó en salir a buscar mujer para recrear aquellos episodios lésbicos con Ana, pero la timidez la pudo. Aquella confesión relajó la tensión, y empezó con cuestiones más burdas:
-Oye, tú entonces no tenías esas tetas, le increpó a Ana.
Nos contó que se había operado hacía un tiempo, y desde entonces le gustaba llevar escote, aunque se había arrepentido de haber puesto un tamaño tan grande.
-Podías enseñárnoslas, me lancé a decir.
-Eso, eso, nunca he visto unas tetas operadas, dijo Silvia.
-Me parece que esto no va bien, comentó Ana mientras se desabrochaba los pocos botones de su blusa. Desató su sujetador, y aparecieron dos senos redondos, realmente más grandes de lo que aparentaban tras el escote y el sujetador, y con unos pezones rosáceos. Ana se acercó a verlos y tocarlos como quien juega con algo nuevo por primera vez. Yo me sentía más cohibido, pero las dos me animaron a acercarme.
-¿Te acuerdas cuando intentamos hacerte un piercing en un pezón en el colegio mayor con una aguja de coser?, le preguntó Silvia.
-Lo único que hiciste fue pincharme un poco y provocarme un dolor tremendo, cabrona, respondió Ana con complicidad. Aunque un piercing sí llevo, dijo apuntando hacia su sexo.
-No jodas, me lo tienes que enseñar, exclamó Silvia.
Ana me miró a mí, como negándose a desnudarse por completo delante de un desconocido, pero Silvia se apresuró a bajarle el pantalón. Ana quedó en tanga delante de nosotros, y sometida al juego, se estiró en la cama, abrió sus piernas, separó la fina tela del tanga y dejó ver un coño totalmente rasurado y con un aro en su clítoris que descubrimos cuando Silvia separó loslabios de su sexo con los dedos. Empezó a acariciar el anillo buscando descubrir cómo estaba colocado. Con los roces, Ana daba respingos en la cama. Yo me acerqué para verlo de cerca, y Silvia me invitó a tocar sin pedir permiso a Ana. Lo hice, y Ana resignada se tapó la cara con sus manos y empezó a disfrutar del momento. Quedó totalmente desnuda a nuestro antojo, y como si hubiera estado preparado, Silvia y yo empezamos a comernos el coño de Ana. Silvia tiraba del anillo con sus dientes, y cuando se apartaba, yo me dedicaba a la entrada de la vagina con mi lengua.En el turno de Silvia, yo me coloqué más abajo y comencé a lamerle a Ana su orificio más oscuro, que convulsionaba por la excitación a la que la habíamos llevado espontáneamente
Silvia quiso saborear la boca de Ana, como hicieron las dos colegialas diez años atrás, y mientras se morreaban traspasándose fluidos, yo quitaba una vez más la braguita de Silvia para empezar a comerlas el coño a cada una por turnos. Ana quiso tomar la iniciativa, y seguía besando a Silvia, pero se puso justo encima de ella, facilitándome los dos chochos que buscaban acariciarse como dos amigos que se rencontraban y ahora sólo les separaban unos centímetros. De ambos agujeros vaginales fluían líquidos viscosos. Ana fue la primera en correrse, y al notarlo, me dediqué un poco más a ella, mientras gemía poseída por el placer mientras metía sus pechos en la boca de Silvia buscando caricias en sus pezones.
Para acabar de ayudar a Silvia a correrse, vino Ana a ayudarme sin dejarme casi bocado, ansiosa por disfrutar de aquel coño que hacía diez años no besaba.
Yo me dedicaba al ano de Silvia con mi lengua, mientras se corría con un grito seco. No me había quitado el pantalón corto, pero la empalmada que llevaba era considerable. Me estiré junto a las dos en la cama y dejé que reposaran el placer. Yo metía mi mano dentro de mi pantalón y me tocaba suavemente confiando que las dos leonas me dieran mi dosis de placer. No tardó mucho Silvia en sentarse en la cama, quitarse la camiseta que aún llevaba, y pasó a mi lado, dejándome entre las dos chicas.
-Mira Ana, vas a ver una polla y unos huevos totalmente depilados, y me bajó el pantalón, saltando mi pene tras la liberación. Llevaron sus manos hasta mi polla, que esperaba a las dos chicas ansiosa. Entre las dos comenzaron una comida de polla espectacular, y una de las dos acariciaba mi ano mientras lamían el glande descubierto.
Ana pidió paso, y como una guarra soltera se sentó de golpe sobre mi aparato, cabalgándome en cuclillas en un polvo espectacular, mientras podía contemplar como el aro de su clitoris se balanceaba. Silvia me tapó el espectáculo sentándose sobre mi cara, dándome una ración de carnoso chocho en mi boca. Las dos chicas se besaban, mientras a una me la follaba con la lengua, y a la otra con la estaca totalmente dura.
Silvia quería tomar el relevo de la polla, pero Ana estaba ya enfrascada en un polvo de no parar, con el clímax cerca, y me follaba de forma más vibrante logrando entre sus gemidos y las caricias en la cara interna de su vagina con mi polla una explosión de semen caliente hasta lo más hondo de sus entrañas.
Silvia acercó su boca hasta el coño chorreante de Ana, comiendose mi corrida, que me había dejado extasiado. Después, fue a compartir los fluidos con su amiga en un beso guarro que despertó, no sé cómo, de nuevo mi excitación.
-Tanto rollo, y a mí todavía no me has follado, me increpó Silvia mientras masajeaba mi polla para que la excitación fuera total.
-¿Quieres tu dosis de polla?, pregunté grosero. Me levanté, la puse a cuatro patas y empecé a follármela delante de su amiga como a una perra. Le apretaba sus tetas con la mano, la pellizcaba los pezones, y la agresividad del momento, quizás porque se sentía protegida por su amiga, la volvió tan loca que se corrió todavía dos veces con mis embestidas, que terminaron con una pequeña corrida en su coño, mientras le metía un dedo por el ano. Su amiga Ana esperaba exhausta aún del folleteo que nos habíamos dedicado minutos antes, y quiso devolverle la jugada a Silvia recuperando el chorro de leche de su coño para compartirlo en un beso que no olvidaré jamás.
Después de aquella noche, Silvia y yo empezamos a salir, y esporádicamente quedábamos con Ana para compartir nuestros guarros secretos, aunque ninguno como el de la primera noche.